Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
ArribaAbajo

El naufragio feliz

Gaspar Zavala y Zamora



PERSONAS
                          CLEODON, amante de Felida
FELIDA, bajo el nombre de Archima supuesta hija de Tucapel
TUCAPEL, cabeza de los indios
TIMANTE, verdadero padre de Felida
AGENOR, hermano de Timante, y padre de Cleodon
GOMEL, indio principal, prometido esposo de Felida
ENRIQUE, oficial francés, amigo de Agenor
INDIOS, bravos
MARINEROS, franceses.


ArribaAbajo

Acto primero

 
 
La escena se representa en una isleta de las costas de Coromandel.
 
El teatro representa un valle espacioso con algunos peñascos y maleza al frente en el foro. Algunos árboles frutales de cocos, palmas, etc. esparcidos sin orden por uno y otro lado. A la izquierda una cabaña rústica, cubierta de ramas verdes, y césped, y junto a ella TIMANTE con traje de comerciante inglés cortando con un cuchillo de pedernal algunas ramas secas, que irá de rato en rato añadiendo en la lumbre que se descubre encendida. Sucesivamente dará vueltas a un palo en forma de asador, en que se verá atravesada una pierna de llama, estribando los dos extremos en dos horquillas de palo mal formadas. A un lado de la lumbre habrá una cáscara gruesa imitada a la del coco, llena de agua, con la qual rociará la carne que está a la lumbre, y humedecerá el asador en que se ve atravesada, y de una rama de un árbol se percibirá pendiente el arco y aljaba.
 
TIMANTE                    Aún no viene, y yo no puedo        
sosegar. ¿Dónde habrá ido
(Registrando la escena.)
este muchacho por agua,
que tanto tarda? Dios mío,
si alguna nueva desdicha... 5
ello es verdad, que en los cinco
meses, que ha que naufragamos
en esta isla, no hemos visto
persona alguna, ni menos
casa cabaña, o indicio 10
de que la habiten, con todo,
que sé yo, todo este sitio
está poblado de bestias
feroces, y como el chico
es tan temerario, puede... 15
sino, estando tan contiguo
el manantial, ya hace rato
que podía haber venido.
Vaya, no descansaré,
mientras no parta yo mismo, 20
a buscarle. Solamente
(Cogiendo el arco y aljaba, y poniéndoselo.)
faltaba esto para alivio
de mis penas, pero en fin,
si Dios lo hubiese querido
así, no hay sino paciencia. 25
 
(Camina hacia el foro, y por él sale CLEODON con traje inglés el arco al hombro, la aljaba a la espalda, y dos cáscaras grandes de coco, llenas de agua en las manos, pendientes de unas correas de corteza de árbol.)
 
CLEODON ¿Qué veo? ¿A donde vais tío?
TIMANTE Noramala para el trasto,
a buscarle.
(Volviendo con enojo hacia la cabaña, y quítase el arco y aljaba.)
CLEODON                       Yo os suplico
que no os enojéis. Conozco
muy bien que os habré tenido 30
cuidadoso, pero habiendo
descubierto entre estos riscos,
cinco bestias de una especie
que hasta hoy nunca había visto
en la isla, me empeñé 35
en seguirlas, persuadido
a que podría cazar
alguna, pero las cinco
divididas, se ampararon
por diferentes caminos 40
de la espesura del bosque.
TIMANTE Y por tus necios caprichos
tenerme aquí haciendo mil
calendarios. Yo te afirmo,
que no he de ser otra vez 45
tan fatuo, que aunque en un siglo
no vuelvas, pase cuidado
por ti. En verdad que el cumplirlo (Aparte)
me costaría trabajo.
Vaya, pues ya prevenido, 50
está el almuerzo, podemos
desayunarnos, sobrino,
con este trozo de pierna
de el llama, que ayer cogimos.
CLEODON Como gustéis.
 
(TIMANTE habrá quitado del asador la carne, saca un pañuelo, le tiende en el suelo, la pone sobre él, y partiéndola con el cuchillo de pedernal, empiezan a comer.)
 
TIMANTE                              Cleodon, 55
¿no te admiran los prodigios
que hace la necesidad?
qué poco hubieras comido
tú, en Port-Luis, aquesta carne
dura, y sin sal.
CLEODON                          Os afirmo 60
que no era fácil, y mucho
menos sin pan.
TIMANTE                           Pues, sobrino,
algo peor creí yo
que nos hubiéramos visto,
en este desierto. Al fin, 65
desde que a nado salimos,
a esta isleta, el triste día
en que naufragó el navío
nuestro, con toda la gente,
debemos mil beneficios 70
a la providencia. Ella
nos deparó para asilo
nuestro, un rincón de la tierra
Austral, según los indicios,
desierto, pues a habitarle 75
algún cuerpo de los indios
bravos, que hay en estas islas
vecinas, ya hubieran sido
nuestras vidas miserables
víctimas de su excesivo 80
rigor. Nosotros, ayer
de entre las ondas salimos
sin más que esta pobre ropa,
y ya Dios nos ha provisto
de cuanto necesitamos 85
para vivir. En el sitio
que moramos, hay frutales
diversos, hay exquisitos
manantiales, hay incautas
bestias, hay aves. Sobrino, 90
de todo hay, pero lo más
admirable de esto, ha sido,
lo que, para que podamos
disfrutarlo, nos previno.
En los duros pedernales, 95
hemos hallado cuchillos
afilados, en la gruesa
cáscara de el coco rico,
vasijas en que traer
y guardar, para un preciso 100
accidente, un poco de agua,
nuestro ingenio bien distinto
de el que era ayer, por la dura
necesidad y conflicto
de hoy, nos ha granjeado ya 105
arco y flechas, y el continuo
ejercicio, nos ha hecho
tan diestros, que a nuestros tiros
no hay ave, que por ligera
se escape de ellos. Has visto 110
también, a qué poca costa
en los lazos prevenidos
por nuestras astucias, caen
cada día, los sencillos
llamas, cuya tierna carne 115
sazonada con el mismo
salitre del mar, contenta
nuestro dispuesto apetito.
En fin, Cleodon, cada día
hallamos nuevos arbitrios 120
para vivir con alguna
más comodidad.
CLEODON                              ¡Ay tío!
yo conozco los favores
que uno y otro hemos debido
a Dios, pero al acordarme 125
de que en este triste sitio
hemos de morir... ¡ah, esto
de no ver a mi querido
padre, ya más en mi vida...
TIMANTE ¿Y qué sabemos sobrino? 130
¿Ignoras tú los extraños
medios, de que se ha valido
Dios, para enviar al hombre
un consuelo, en el conflicto
mayor? Tal vez...
CLEODON                               ¡Ah!
TIMANTE                                          ¿Quién sabe? 135
Tú eres mozo, y aunque has visto
mil ejemplos, de lo poco
que dura a el hombre el conflicto,
ni el placer, no habrás parado
la atención en ello.
CLEODON                                  Es fijo. 140
TIMANTE Pues reflexiona un instante
sobre los raros prodigios
de que está llena mi vida,
y hallarás lo que te digo.
Tu verás cuan pocos pasos 145
tienes que dar desde el sitio
del placer, para llegar
al pesar, y este mismo,
para volver al placer.
Tu padre y yo poseímos 150
cuando mozos muchos bienes,
los disipo el poco juicio
en cuatro días, y cuando
recordamos, ya nos vimos
en un miserable estado. 155
A tu padre se le hizo
más sensible, por hallarse
casado ya, y con tres hijos.
Yo lastimado de ver
su situación, determino 160
mejorarla a costa mía,
ausentándome al proviso
de Port-Luis. Pasé en efecto
con un caudal reducido,
a Coromandel, en donde 165
me hallé a poco tiempo, unido
a una dama inglesa, hermosa
y rica. Vime yo rico
también, y envié a tu padre
en el buque de un amigo, 170
mucha parte de mis bienes,
y he aquí como ya volvimos
desde la infelicidad,
al primer auge. Maquino
volver con mi esposa a Francia, 175
a pasar allí tranquilo
mi corta vida, y en tanto
que yo, porque era preciso,
quedaba en Coromandel,
a concluir por mí mismo 180
varios asuntos pendientes
de alguna entidad, envío
delante a mi amada esposa,
con dos criados antiguos
de la confianza mía, 185
a Port-Luis, en un navío
Francés, sin ver que se hallaba,
ya embarazada de cinco
meses. Se encalla la nave
en un banco, y sin arbitrio 190
perecen todos, excepto
dos marineros que han sido
los que, después de tres meses,
me dieron el triste aviso
de esta desgracia, en un punto 195
perdí con lo más crecido
de mis bienes, el consuelo
mayor, y he aquí a tu tío
pasar, por un raro acaso,
segunda vez, al conflecto 200
desde la prosperidad.
Abrazo este golpe impío
con resignación, y dando
cuenta de todo a tu digno
padre, para consolarme, 205
te envió al punto conmigo,
a Coromandel. Volví
al comercio con ahínco
y en ocho años no cabales,
me vi, si cabe, más rico 210
que antes de perder esposa
y bienes, y de improviso
vuelvo desde el mal al bien.
A instancias de mi cariño
y el tuyo. junto en un buque 215
los caudales adquiridos,
y los envió a tu padre,
dándole el gozoso aviso,
de que quedábamos ambos
esperando otro navío 220
para embarcarnos en él,
con el alegre designio
de ir a morir en su amable
compañía. Al fin lo hicimos
así, y cuando más en calma 225
estaba el mar, de improviso
se arma una recia tormenta,
y quebrantado el navío
nos vemos todos, en brazos
de la muerte. Aquí tu tío 230
vuelve desde el bien al mal
otra vez. A nuestros mismos
ojos perecieron todos,
menos nosotros, que asidos
a un fragmento de la nave, 235
nos salvamos de un peligro
tan grave, y en esta isla
tomamos tierra impelidos
de las ondas. Y a aquí tienes
el pesar desvanecido 240
en un instante, y reinando
nuevamente el regocijo.
Recorremos consolados
esta espacioso distrito,
y al ver que inaccesible 245
la isla, según los indicios
y por lo mismo, creíble
que acaben en este sitio
nuestros días, hemos vuelto
al primer pesar. Vivimos 250
con pesar, ¿quién te dice
que en aqueste instante mismo,
no podríamos pasar
por un acaso imprevisto
de los muchos que escuchaste 255
al grado más excesivo
de placer, pues vemos, que
no tienen asiento fijo
ni uno, ni otro?
CLEODON                            Es cierto, pero
¿quién, ni por dónde este alivio 260
pudiera darnos?
TIMANTE                             ¿Quién? Dios,
que desde su trono, ha visto
la mucha conformidad
con que los dos recibimos
sus decretos. Ea fin, no 265
desconfiemos sobrino.
y pues hemos almorzado
ya, vamos al ejercicio
diario de nuestra caza
como siempre, divididos. 270
Yo por aquí a ver si acaso
algún tierno llama ha caído
en el lazo que dejé
anoche con artificio
junto a la fuente, pues ya 275
es hora, de que hayan ido
a beber, y tú por ese
trozo de valle sombrío,
puedes ver si matas algo
de provecho. 
(Vase por la izquierda.)
CLEODON                             Está bien, tío, 280
¡qué bondad la de Timante
y qué amor por su sobrino,
y hermano! Ah solo él es causa
de sus desgracias. El vivo
deseo de ir a acabar 285
sus días, con su querido
Agenor, le hizo perder
su esposa, y el fruto digno
de su casa, y exponerse
a todos los impropicios 290
sucesos, de una arriesgada
navegación. Un cariño
tan no oído, merecía
más venturoso destino
que el que espera, si, en esta isla 295
daremos nuestros suspiros
últimos, lejos de aquellos
objetos, que nos han sido
siempre tan caros, mi padre...
mis hermanos... mis queridos 300
hermanos... ya para siempre
a todos los he perdido.
 
(Se queda como suspenso, traspasado de dolor, y sale ARCHIMA con lentos pasos, con el arco prevenido.)
 
ARCHIMA De aquesta llanura es
de donde salir he visto
la llama, y el humo, ¿quien 305
habitará en este sitio?
 
(CLEODON la ve y queda un instante sorprendido.)
 
CLEODON ¡Ah que tristes reflexiones,
Cleodon! Pero qué miro,
¿no es india, la que con lentos
pasos, todo este recinto 310
viene eliminando? No,
no, mejor su peregrino
rostro dice, ser deidad
tutelar de aquestos riscos.
 
(Quiere ir hacia ella, ARCHIMA al verle hace ademán de dispararle la flecha que tiene en el arco. CLEODON pone inmediatamente la rodilla en tierra, y baja la punta de su saeta en señal de paz diciendo.)
 
ARCHIMA ¿Qué veo?
CLEODON                      Detente, hermosa 315
suspensión de mis sentidos,
y no en un rendido emplees
la vanidad de tus tiros.
ARCHIMA Un hombre es como los nuestros,
aunque si yo no deliro, 320
mucho más hermoso. (Acercandose a él.)
CLEODON                                       Alma,
a mi viene sin indicio
de temor.
ARCHIMA                   ¡Qué rostro tiene
tan agradable! ¡que vivos
(Todo en tono de admiración.)
los ojos, y sin aquella 325
fiereza, que siempre he visto
en los de Gomel! Al menos,
yo con mayor gusto miro
a este, que al otro. El color
de su cara, es como el mío, 330
 
(Le ase del brazo, le levanta, y se pone a mirar su vestido y calzado, con una sorpresa gustosa.)
 
y habla también como yo,
pero todo su vestido
es diferente. ¡Di hombre
quién eres! ¿cómo a este sitio
veniste?
CLEODON                Un mísero soy, 335
que después de haber perdido
su navío en estas costas,
pudo salvar del destino
mismo su vida, saliendo
a nado hasta aquí.
ARCHIMA                                Navío. 340
(Como extrañando la voz.)
¿Era algún hermano tuyo?
(Con viveza y pena.)
CLEODON Pues qué, di, ¿jamás has visto (Con sonrisa.)
esas máquinas, en que
se anda, aunque no sin peligro,
por el mar?
ARCHIMA                      Sí, que se llaman 345
Piraguas.
CLEODON                   Casi lo mismo,
sólo que a las que son mucho
más grandes, llaman navíos.
ARCHIMA ¿Y cómo te llamas tú?
CLEODON Cleodon.
ARCHIMA                  Y di, ¿eres indio? 350
CLEODON No.
ARCHIMA          ¿Pues cómo hablas su lengua?
CLEODON Porque algún tiempo he vivido
con ellos.
ARCHIMA                    ¿Y es esa casa
(Señalando la choza.)
la tuya?
CLEODON                Sí.
ARCHIMA                        ¿Y quién la hizo?
CLEODON Yo.
ARCHIMA          Mejores son las nuestras. 355
CLEODON ¿Mas donde están que ni indicio
de que racionales vivan
aquí, en tanto tiempo he visto?
ARCHIMA Mira, a espaldas de ese monte.
 
(ARCHIMA quitándole el arco y la aljaba, mirándolo y sonriéndole con sencillez.)
 
CLEODON ¿De que te ríes?
ARCHIMA                              Me río 360
de ver lo tosco y mal hecho
de ese arco. Toma este mío (Dándosele.)
y toma mi aljaba llena
de flechas. 
(Poniéndosela a la espalda.)
CLEODON                     ¡Ah, qué sencillo
corazón!
ARCHIMA                  Pero me quedo 365
con estas, ¿sí?
CLEODON                          Sí, prodigio
hermoso y lo que tu quieras.
 
(ARCHIMA observando el sol.)
 
ARCHIMA Voyme pues, porque ya miro
que es tarde, y si me echan menos
vendrán tal vez a este sitio 370
y te verán.
CLEODON                      ¿Pues que importa?
ARCHIMA No lo quiera el sol. Los indios
te darían muerte.
CLEODON                               ¿Y qué
lo sintieras tú?
ARCHIMA                            Infinito. (Con viveza.)
CLEODON ¿Qué oigo venturas? ¿porqué? 375
ARCHIMA Porque más te quiero vivo,
mas dime, ¿querrás que venga
a verte?
CLEODON                  Ojalá el destino
no te apartase jamás
de mí.
ARCHIMA               Ah, sí, pues te afirmo 380
que yo mejor me quedara
para siempre aquí contigo,
porque yo no sé qué gusto
siento ya cuando te miro. (Con rubor.)
CLEODON Pero ¿al fin te vas? (Con sentimiento.)
ARCHIMA                                        Si no 385
acierto. Mira, yo digo
que es mejor que tú te vayas
antes.
CLEODON             ¿A donde?
ARCHIMA                                 A otro sitio,
pues mientras estés tú aquí,
yo no me iré, y es preciso. 390
CLEODON Bien quisiera obedecerte,
¿mas acertaré a cumplirlo?
ARCHIMA No, pues yo sí, en paz te queda. (Partiendo.)
CLEODON Espera que no me has dicho
tu nombre.
ARCHIMA                  Archima.
CLEODON                                 Pues...
ARCHIMA                                             ¿Qué? (Con viveza.) 395
CLEODON Que no me des al olvido
en un solo instante.
ARCHIMA                                   No.
CLEODON                                             Y vuelve
presto, pues sin ti no vivo.
ARCHIMA Sí.
 
(Parte por la izquierda.)
CLEODON           Amor, ¿qué aventura es esta
que ha llenado a un tiempo mismo, 400
mi corazón de alegría,
y de recelo? Estos indios
que dice... ¿mas como en tanto
tiempo, como aquí vivimos,
no hemos descubierto algunos 405
con haber los dos corrido
indistintamente todos
estos contornos? Dios mío,
que golpe para Timante,
que libre de este conflicto 410
se creía. Ya de entrambos
es infalible el peligro,
si atiendo a las expresiones
de esta joven. Si, pues dijo
que si los indios me vieran, 415
me darían vengativos
la muerte, y quién sabe, si ella
misma, les habrá ya dicho
mi pobre albergue, y crueles...
¡Ah, qué agravio el temor mío 420
hace a su virtud! Archima
no es capaz, no, no de un delito
tan atroz. Yo he visto en ella
un carácter muy sencillo
y humano, para temer 425
tan execrable artificio.
¡Mas que importa, si él acaso
puede traer a este sitio
a alguno de ellos, y dar
éste a los demás aviso! 430
¡Ah, que este sólo discurso,
acabara el regocijo
que me pudiera caber
de esta aventura, el hechizo
de aquella india, con qué 435
sorpresa amable el vestido
miraba! ¡con qué graciosa
sonrisa, del desaliño
de mis armas se burlaba!
¡y con qué dulce atractivo 440
clavaba sus ojos bellos
muchas veces en los míos!
Yo fuera el más venturoso
de los hombres, si tranquila
y lejos de estos contornos 445
odiosos, me viera unido
a su hermosura, mas es
tan imposible...
 
(Por la izquierda TIMANTE regocijado.)
 
TIMANTE                                Sobrino
ven, ven y conduciremos
entre los dos a este sitio, 450
dos pequeños llamas, que
ahora en la red han caído
incautamente. ¡Qué piensas!
 
(CLEODON, mirándole con dolor, y dando un profundo suspiro.)
 
vamos apriesa. Este chico
quiere acabar, según veo, 455
en cuatro días conmigo.
Vaya, ¿qué suspiros son
esos, ahora? Ha venido
papá a la memoria. ¿eh?
Y bien, ¿qué? si el cielo mismo 460
ha decretado ya que ambos
quedemos en este sitio,
¿revocará su decreto
por que estemos de continuo
llorando nuestra desgracia? 465
Lo sientes, pues hijo mío,
yo también, que ya soy viejo
y (si la verdad te digo)
deseaba descansar.
Pero si el que manda, quiso 470
que muramos como bestias
aquí, quid faciendum, hijo?
Fuera de que, ¿qué sabemos?
Yo todavía confío
que el día menos pensado, 475
nos ha de sacar propicio
de esta isla.
CLEODON                       Ah, ya Señor,
el esperarlo es delirio.
TIMANTE ¿Por qué?
CLEODON                    Sí, ya es más cruel
que pensáis nuestro destino. 480
TIMANTE ¿Cómo? explícate muchacho,
no me andes con embolismos
y pataratas. ¿Qué hay?
CLEODON Señor...
TIMANTE                  Vaya otro poquito
de preámbulo, mas ¿dónde 485
(Reparando en el arco.)
hallaste, ese arco, sobrino?
¿qué aljaba es esa?
CLEODON                                  Esta aljaba...
TIMANTE Más despacio.
CLEODON                           ¡Ah amable tío!
(Penetrado de dolor.)
TIMANTE Vaya yo me desespero.
CLEODON Lo que yo quise encubriros 490
y vos deseáis saber,
para mí sólo es nocivo
y doloroso. Sabed,
que a la espalda de aquel risco
viven unos indios bravos, 495
hechos, según los indicios
a ejercitar su crueldad,
en los tristes, que impelidos
de una tormenta, naufragan
en estas costas. Yo he visto 500
sólo a una joven, que ha poco
que se alejó de este sitio,
después que me dio la nueva
infausta que habéis oído.
Sí, a una joven, mas, ¡qué joven 505
Señor! Jamás habréis visto
criatura más perfecta.
Habla aquel idioma mismo
que hablan en Coromandel
los indios establecidos 510
en su costa, pero, ah,
¡con cuánta más gracia, tío!
Ella me ha dado estas armas
que tanto os han sorprendido,
y a ella para siempre, ya 515
Señor, me entregué yo mismo.
TIMANTE ¿Que dices mocoso? he
noramala, pues salimos
con linda flor a fe mía.
¿Quiere Vmd. volverse indio 520
para honrar la estirpe nuestra?
Por cierto que era en capricho
estupendo, piense, piense
que está en estado más digno
de disponerse a morir, 525
que a galantear.
CLEODON                             ¡Ay querido
tío, que vos no sabéis
cuán poderoso dominio
es el de sus ojos! Yo
lo confieso y no he podido 530
resistir más el encanto
de sus gracias. Si vos, tío,
vierais qué inocente, bella,
y...
TIMANTE         Sí, sí, lo que yo he visto
es, tu fatuidad. Yo doy 535
que sea todo un prodigio
la india, ven acá mozuelo
temerario, ¿quién te ha dicho
que la volverás a ver
jamás? Yo doy que a este sitio 540
vuelva, porque tú te mueras
por sus gracias, ¿es preciso
que ella corresponda? Mas,
yo doy que correspondido
te veas ¿qué hemos de hacer? 545
Lo que dije, ir a ser indios,
¿no es verdad?
CLEODON                            Yo reflexiono
aún más de lo que habéis dicho,
pero al acordarme de ella,
hablo ingenuamente, tío, 550
olvido la situación
en que nos vemos, olvido
mi patria, mi padre, y aún
me olvido yo de mí mismo.
Señor, amor no respeta, 555
según lo que ahora he visto,
situación, lugar, ni edad.
Él tiene un igual dominio
en el mozo, y en el viejo,
lo mismo entra en los pajizos 560
techos, que en los opulentos
palacios.
TIMANTE                  Cierto es, sobrino,
pero la razón del hombre,
no debe darse a partido
con él cuando ve el estrago 565
que ha de causarle.
CLEODON                                  Sus tiros
son irresistibles.
TIMANTE                               Otra
necedad, oro delirio.
El hombre es a sus pasiones
superior siempre, y yo he visto 570
que no ha triunfado el amor
de mí, cuando no he querido.
En fin, vamos a traer
los dos llamas que te he dicho,
y en tanto meditaremos 575
algún acertado arbitrio,
para salir del aprieto
en que están, según has dicho,
nuestras vidas, y tu amable
tranquilidad.
CLEODON                        No replico, 580
pero por el tierno amor
que siempre me habéis tenido,
os ruego, que no culpéis
mi pasión, hasta haber visto
el objeto que le engendra. 585
TIMANTE Bien, bien, la maña imagino
que valdrá más que la fuerza
en este asunto, y el chico
que es dócil... Sí, vaya, vamos
Cleodon.
CLEODON                   Señor, ya os sigo, 590
en vano mi tío quiere (Aparte.)
que dé este amor al olvido,
cuando ni para olvidarla
me ha dejado ella albedrío.

Arriba