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Acto segundo

 
 
La misma decoración, con que acabé el primer acto, pero deshecha enteramente la choza. Al descubrir la escena aparecen CLEODON y TIMANTE sentados, el uno adelgazando con un cuchillo de pedernal un palo, para hacer alguna flecha, y el otro abriendo ostras, y echándolas en una de dos cáscaras de coco, que tendrá a su lado llenas de agua.
 
TIMANTE                                    Cleodon, ya tarda mucho        
la india, para que pensemos
cosa buena de ella, Dios
perdone el mal juicio que he hecho,
pero qué se yo.
CLEODON                              No así 5
ofendáis con tan funesto
temor, su inocencia, tío.
Es demasiado sincero
su corazón, para que halle
lugar jamás en su seno 10
la falacia.
TIMANTE                    Poco sabes
tú, de cuan sutiles medios
se valen los hombres, para
disfrazar sus pensamientos.
Sus semblantes y palabras 15
artificiosas, observo
que nos dicen lo contrario
de lo que queda en sus pechos
las más veces, y no es
cordura, hacer un concepto 20
bueno, o malo, de uno, sólo
porque en su voz, o su aspeto
vio la verdad, y el candor
retratados. Ya en fin hemos
demolido nuestra choza 25
para no ser descubiertos
tan fácilmente. Ahora resta
levantar otra de nuevo
en paraje más oculto.
CLEODON En ninguno, tío, pienso 30
que estaremos más seguros
que en ese bosque.
TIMANTE                                  Del mismo
dictamen soy, y aunque vea
tan patente nuestro riesgo,
nosotros, para evitarle, 35
pongamos todos los medios
posibles, que lo demás
corre a cuenta de los cielos.
Solo que esta india... ya
se pone el sol, y me temo 40
que hemos de dormir los dos
por esperarla al sereno.
No, no lo haré yo a fe mía,
seguro está, en concluyendo
esta flecha, me voy.
CLEODON                                   Tío, 45
cuando mandéis, pero al menos
dejad que acabe de abrir
las ostras que quedan, puesto
que he empezado. Ah, Archima, (Aparte.)
¡cuántos sustos me cuestas!
TIMANTE                                               Convengo (Con intención.) 50
en ello, como no tardes.
CLEODON                                          Señor... (Con modestia.)
TIMANTE Piensas que no entiendo
tus lilailas, ¿eh? pues no,
no las mamo.
CLEODON                          Ya allí creo (Mirando adentro.)
que viene. Sí, si venturas (Levantándose.) 55
ella es.
TIMANTE                Vaya, yo me alegro,
porque ya me olía mal
su tardanza.
 
(ARCHIMA por la izquierda del centro.)
 
ARCHIMA                         Ya allí veo
a mi Cleodon, mas ay,
con él está un hombre viejo, 60
no, yo me vuelvo, no sea
que ahora que me tienen lejos
de todos los míos, quieran
matarme.
CLEODON                   ¿Qué miro? ella
se va, porque en este puesto 65
me ve con otro. Detente
(Camina hacia ella.)
Archima, y pierde el recelo,
pues ese que ves conmigo
viene a ofrecerte el respeto
mismo, que yo.
ARCHIMA                            ¿Sí?
CLEODON                                      Sí, mi alma 70
ARCHIMA De ese modo nada temo.
 
(Alarga la mano a CLEODON, y vienen a TIMANTE.)
 
TIMANTE No dijo mal mi sobrino,
que es hermosa con extremo
la india, y el aire inocente
de sus acciones, es cierto 75
que cautivará a cualquiera.
 
(Al llegar ARCHIMA a TIMANTE se arrodilla.)
 
ARCHIMA Señor... yo...
(Mirándole con turbación.)
TIMANTE                          ¿Qué haces? del suelo
levanta, ven a mis brazos,
estrecha, estréchate en ellos.
ARCHIMA ¡Qué afable es también! ¿Y es este 80
tu padre? (A CLEODON.)
CLEODON                      No, mas es deudo
cercano mío.
ARCHIMA                         ¿Y tu casa?
(Registrando la escena.)
CLEODON Ya los dos la hemos deshecho,
por temor de que los indios
nos descubran.
ARCHIMA                           Yo me alegro, 85
porque estoy con tal zozobra (Con sencillez.)
desde que te vi... son fieros
y crueles, tanto... mira,
yo os llevaré en el momento
a un sitio, donde estaréis 90
seguros, porque los nuestros
desde que una tempestad,
que envió un maligno genio
hizo perecer a cuantos
vivían allí, de miedo 95
ni aún a sus contornos llegan.
Es un valle muy ameno,
situado entre esos montes,
desde donde con estruendo
baja al mar un caudaloso 100
río, en la falda de ellos
hay muchas cavernas, que
es darán alojamiento
muy cómodo, y sobre todo
seguro. ¿Vendréis?
CLEODON                                   Sí, pero 105
¿has de ir tú allí a visitarnos?
ARCHIMA Pues ¿qué he de hacer, si sin veros
no puedo estar? Y también
os llevaré algún sustento
cuando pueda.
TIMANTE                            Yo os doy gracias (Aparte.) 110
mi Dios, por el gran consuelo
que por tan raro camino
nos envías.
CLEODON                      Y en efecto,
¿me amarás?
ARCHIMA                          Más que a Gomel.
CLEODON Quién es Gomel.
ARCHIMA                               Un mancebo 115
con quien Tucapel, mi padre,
quiere unirme.
CLEODON                            ¿Qué oigo cielos?
Y tú... (Sobresaltado.)
ARCHIMA               Yo, antes de verte
le quería mucho, pero
si ya hasta el verle me enfada. 120
TIMANTE ¡Qué sencillez!
CLEODON                            Ah, tú, luego
le volverás a querer.
ARCHIMA Eso como he de saberlo
yo, ¿ni tú? lo que yo sé
es, que ahora no le quiero, 125
y a ti sí.
CLEODON                 Pues no me olvides.
ARCHIMA ¿Y eso como he de ofrecerlo
yo? Díselo a mi memoria,
y ella que lo haga.
TIMANTE                                 No el tiempo
perdamos, sobrino, en una 130
plática que dé provecho
no es ahora, lo que importa
es salir pronto de el riesgo
en que estamos.
ARCHIMA                              Pues mirad,
voy a examinar primero 135
si hay por aquestos contornos
quien nos pueda ver, y vuelvo.
 
(Vase. Al partir ARCHIMA se le cae un pequeño libro de memorias, y CLEODON corre a cogerle.)
 
TIMANTE Cleodon, mira lo que allí
se la cayó, porque luego
se lo vuelvas.
CLEODON                          Voy.
TIMANTE                                     Conozco 140
que el muchacho con efecto,
tenía razón.
CLEODON                       Un libro
de memorias es, compuesto
de unas cortezas delgadas
de árbol.
TIMANTE                  ¿En este desierto 145
libros de memorias? Trae,
 
(Le da CLEODON el libro, y TIMANTE le abre.)
 
trae, ¿unos indios groseros,
y salvajes tal finura?
No lo creyera a no verlo.
Calla, pues todas sus hojas 150
están, a lo que yo entiendo,
escritas con una punta
de alfiler, u otro instrumento
agudo. ¡Oh! ¡Dios! y en idioma
inglés, Cleodon, yo sospecho 155
que algún infeliz, que aquí
naufragó, y fue de estos fieros
indios, víctima funesta,
le dejaría.
CLEODON                    Apuremos
el misterio, tío, ved 160
lo que dice.
TIMANTE                       Sí, sí, leo
mientras vuelve Archima. Mala
letra es, mas veré si acierto
a leer algo. (Lee.)
Aunque sólo hablo ahora con las peñas, como hay más desgraciados que yo en el mundo, y es factible, que alguno de ellos arribe a estos desiertos, quiero fiar a estos cortezas mis desgracias, porque si alguno las leyese compadezca mi memoria.
TIMANTE                       ¿No lo dije?
CLEODON ¿Y qué sería?
TIMANTE                           Veremos 165
si es que lo dice. Yo estoy
con mucho desasosiego,
a la verdad, para leer
aventuras, estos perros...
CLEODON Yo estaré alerta, señor, 170
no temáis.
TIMANTE                     Es que no tengo
ganas, de que con mis carnes
maten el hambre, mas leo,
leo, que también a mí
en curiosidad me ha puesto. (Lee.) 175
Mi nombre es Leonida...
¡Ay de mí!
CLEODON                     ¿Qué oigo? (Lee.)
Y el de mi esposo Timante.
 
(A un tiempo exclaman como sorprendidos. TIMANTE y CLEODON, estrechándose mutuamente en sus brazos.)
 
TIMANTE                                        Cleodon. (Los dos a un tiempo)                                
CLEODON Señor.
TIMANTE              Ay mi Cleodon, ¿qué es esto?
¿Sueño, deliro?... Buen Dios,
favor, pues yo desfallezco.
CLEODON Tío, no os desconsoléis, 180
y pues veis que este suceso
nos interesa ya tanto,
de saberle procuremos.
TIMANTE Dices bien, cruel memoria
déjame ver, por lo menos, 185
las desgracias a que yo
expuse a aquel dulce objeto
de mi ternura. (Lee.)
Mi esposo me hizo embarcar en las costas de Coromandel, para pasar a Francia, pero nuestro navío quebrantado por una recia tormenta, hizo al mar depositario de cuanto llevaba, y sus furiosas olas nos arrojaron a unas playas desconocidas. Yo no sé lo que sería de mí, por que rendida a un largo desmayo, sólo sé que al volver de él me hallé cercada de mujeres de una figura extraordinaria, y cuya lengua me era absolutamente desconocida. Condujéronme a una profunda caverna, donde entraban unas en pos de otras, y en ella descubrí cercados de muchos indios, dos infelices, que inmediatamente conocí ser marineros de nuestro perdido navío. Estaban amarrados a unas columnas que sostenían la bóveda de aquella caverna. Acerqueme a ellos, y segura de que ninguno de los bárbaros entendía nuestra lengua, les pregunté por qué causa les tenían así, y en donde nos hallábamos. Entonces me dijeron que por salvar mi vida habían tomado tierra en aquella playa, que según los indicios era habitada de bárbaros acostumbrados a alimentarse de carne humana.
TIMANTE                    ¡Ay Leonida!
¡qué fin tan triste y funesto
sería el tuyo!
CLEODON                        ¿Quién sabe, 190
señor? Quizá el santo cielo
la libraría, leed,
leed, veamos el resto
de su historia.
TIMANTE                          El llanto, apenas
Cleodon, me deja hacerlo. (Lee.) 195
Este discurso me enterneció sobre manera, pero los salvajes que lo notaron, se hincaron de rodillas, y con espantosos aullidos, que yo no entendía me aseguraron de su respeto. Condujeron inmediatamente aquellos infelices a una espaciosa pradería, en cuyo centro les ataron a dos árboles. A su rededor se fueron ordenando los bárbaros, y en una altura se colocó uno de ellos a quien parecían obedecer los demás. Las mujeres estaban en pie detrás de los hombres, y todos guardaban un profundo silencio, si bien le interrumpieron pronto con mil horrendos gritos que les hizo dar el gozo de ver que el principal salvaje, había disparado una flecha al corazón de uno de aquellos dos infelices. A esta señal, se levantaron todos, y disparando sus prevenidos arcos, llenaron de heridas su miserable cuerpo. Esta ceremonia me horrorizó de modo caí desmayada, ahorrándome este accidente el dolor de ver igual destino en su compañero. Las mujeres que me habían conducido allí, me llevaron inmediatamente a la caverna, donde apenas volví en mi acuerdo, esperaba que tuviesen mis desgracias el mismo fin que habían tenido las suyas, pero me engañó mi recelo, pues sólo recibí de aquel bárbaro pueblo respetos y sumisiones.
CLEODON Gracias a Dios, que yo estaba,
con harta razón, temiendo
lo mismo.
TIMANTE                    Y yo, mas quién sabe
si convertirían luego
su compasión en fiereza. 200
CLEODON Proseguid, y lo veremos,
tío. (Lee.)
TIMANTE Luego que llegó el término de mi embarazo, se juntaron todos en mi caverna, para ser testigos de mi parto, y apenas di a luz una niña, cuando las mujeres la arrebataron con muestras de el mayor regocijo. Yo no supe a que atribuirle, hasta que habiendo naufragado poco después un navío, y habiendo abordado a la isla su tripulación, y una mujer que pudieron salvar, esta fue respetada como yo, y todos los marineros sacrificados cruelmente, de lo cual inferí que su inhumanidad se extendía a solos los hombres. Entonces bendije al cielo muchas veces, porque se dignó darme una hija sobre la cual no ejercerían su barbarie. Yo hace un año que estoy entre ellos, criándola bajo sus mismas costumbres, forzada de el dominio que gozan sobre nosotros. Sus inocentes gracias...
TIMANTE           No hay más.
CLEODON                                 ¿Con qué al fin,
sin saber el paradero
de hija y madre nos quedamos?
TIMANTE Así parece que el cielo, 205
(Hojeando el libro.)
lo quiere. Ay hija, ay esposa
querida.
CLEODON                 Si por lo menos
supiéramos si existían...
yo ofrecía desde luego
buscarlas, aunque pusiera 210
mi vida, en el mayor riesgo.
TIMANTE ¡Ay Cleodon! que ya todas
mis esperanzas, murieron
era un instante. Mas ¡oh
buen Dios! (Regocijado.)
CLEODON                   ¿Qué, señor?
TIMANTE                                          ¿Qué veo? 215
En la hoja postrera, hay
más escrito.
CLEODON                       Pues leedlo,
tío, quizás...
TIMANTE                       Oye. (Lee.)
Después de un año de penas, muero. Oh tú, Señor del universo, árbitro Soberano de todas las criaturas, a quien jamás dejé de adorar, pues la quitas el consuelo que en mí tenía, dígnate de cuidar de la inocente Archima.
 
(A un tiempo, entre sorprendidos, y alborozados.)
 
LOS DOS                                 ¿Archima?
Archima.
TIMANTE                   ¿Podrá ser esto,
verdad. Cleodon? ¿esa india 220
cuyo inocente gracejo
y hermosura, cautivaron
mi corazón ha un momento,
es hija mía?
CLEODON                       ¿Quién sabe
los admirables secretos 225
de la providencia, puede
dudarlo, por raro, nuevo,
y prodigioso que sea
el caso?
TIMANTE                 Yo te confieso
que no sé lo que me pasa 230
Cleodon. Ay hija, el contento
de hallarte, en dolor se vuelve
cada vez que considero
tu situación, y la mía.
CLEODON Querido tío, yo os ruego 235
que no por esto, dejéis
de proteger nuestro tierno
cariño. Dejad que el lazo
de la sangre, con que el cielo
nos ha unido, el de un amor 240
puro, le haga mas estrecho.
No atendáis a que no es
el estado en que nos vemos,
propio para fomentar
esa pasión.
TIMANTE                      Sí, yo ofrezco 245
uniros, si el que hoy se vale
de este inesperado medio
para hacerme conocer
una hija que tanto tiempo
lloro perdida, nos saca 250
a los tres de este desierto
abominable, y nos lleva
a mejor clima.
CLEODON                           Yo acepto
vuestra palabra, señor,
y pediré al justo cielo 255
que recompense por mí
vuestra benignidad.
TIMANTE                                   Pero
mira, que mientras vivamos
aquí, es fuerza que ese tierno
amor, reprimas. Cuidado 260
Cleodon, tú eres mozuelo,
y amante, Archima sencilla
y el sitio... Vaya, yo espero
que respetes su inocencia,
y ni aún con el pensamiento 265
ultrajes las dulces leyes
de la virtud. Yo no creo,
que serán muchas las veces,
que os dejará ya mi celo
hablar a solas, con todo, 270
no abuses en ningún tiempo
de la confianza. que haga
de tu honradez, pervirtiendo
su corazón , por que entonces...
Pues a fe que lo que tengo 275
de dulce, tengo de amargo
también, si a enojarme llego.
CLEODON No temáis que yo me olvide
de quien soy.
TIMANTE                        Así seremos
amigos, pero si no, 280
sobrino, mira que tengo
malas vueltas, en llegando
a unos asuntos como estos.
Mas ya tarda demasiado
Archima, ah, si ella, el secreto 285
supiera... Cleodon, mejor
será, que tú en este puesto
aguardes por si ella vuelve,
mientras yo hasta al monte llego
a ver si la encuentro.
CLEODON                                      No, 290
yo iré, y volveré más presto.
TIMANTE Pues bien, corre, pero cuenta
con lo dicho. Yo bien veo
 
(Vase CLEODON por la izquierda.)
 
que el mozo es bien inclinado
pero al cabo, es mozo, y vemos 295
que el diablo anda listo. No,
él será muy bueno, pero
lo seguro, es lo seguro
siempre. Ahora volviendo
a nuestra aventura, ¿quién 300
no ha de admirar los secretos
juicios de la Providencia?
¿Por dónde yo, en el momento
que las olas me arrojaron
a estos áridos desiertos, 305
había de persuadirme
que podría hallar en ellos,
no solamente una exacta
noticia, de los sucesos
extraños de mi Leonida, 310
sino al mismo fruto tierno
de nuestra unión, que con ella
le creía yo ya muerto
antes de salir al mundo?
Vaya, cada vez me vuelvo 315
más el juicio. En tantos meses
no haber aquí descubierto
más que a una inocente india,
y ser ésta nada menos,
que mi hija. Ella no sabe, 320
(si a sus palabras atiendo
y a el año en que falleció
su madre,) quién es, con que ello,
si Leonida no escribiese
en este libro el suceso, 325
y viniese hoy a mis manos,
yo tratara mucho tiempo
a Archima, sin saber que era
cosa mía. ¿Y que haya necio
que no espere de la sabia 330
providencia de los cielos,
en el conflicto mayor
algún socorro? Confieso
mi poca fe, y de ello ahora
con lágrimas me arrepiento. 335
Señor, humilde os tributo
todas las gracias que debo,
por la gran misericordia
que hubisteis de mí, y espero
que coronéis vuestra obra, 340
sacándonos de este seno
de la impiedad. Sí, mi Dios,
llevadnos donde contentos
felices y agradecidos
os vivamos, bendiciendo 345
por tan grande beneficio
sin cesar el nombre vuestro. (Dentro.)
CLEODON Timante.
TIMANTE                  ¡Ay de mí! La voz
de Cleodon, o yo sueño,
es la que he oído. (Dentro.)
CLEODON                                  Timante, 350
huid.
TIMANTE           Sí, sí, ¿justo cielo
que será? Si los feroces
indios... ¿En qué me detengo
que no voy a verlo? ¡Ah,
cuanto este golpe funesto 355
temía! Señor, a ti
ea esta aflicción apelo.
 
(Al partir TIMANTE por el centro, sale ARCHIMA por la derecha.)
 
ARCHIMA ¿Dónde vas? Espera.
TIMANTE                                     ¿Cómo,
cuando escucho los lamentos
de Cleodon?
ARCHIMA                       Ah, ya en vano 360
a librarle aspiras, preso
se le lleva ya Gomel
con una tropa de fieros
indios, que a reconocer
aquesta costa salieron 365
esta tarde. Yo venía
a avisártelo corriendo,
cuando desde aquella altura
vi a Cleodon, que con ellos
dio sin pensar, y porque 370
no cayeras tú en el riesgo
mismo, me vine en tu busca.
TIMANTE Archima, tú nos has muerto
con tu tardanza.
ARCHIMA                             Yo quise
apartarlos de este puesto 375
a donde se dirigían,
y lo conseguí en efecto,
pero el seguir Cleodon
otro camino diverso
del que yo traía...
TIMANTE                                   Ya 380
el infeliz, sin remedio
será víctima funesta
de esos bárbaros.
ARCHIMA                              Sí, tengo
por imposible salvar
su vida ya, con todo eso 385
ven, y luego que te deje
seguro de todo riesgo,
iré a implorar la piedad
de mi padre. El llanto tierno
de su hija, ablandará 390
su corazón, y...
TIMANTE                             Ese medio
es inútil si tu sangre
corriese, como creyendo
estas, por sus venas, puede
que hiciera su oficio, pero... 395
ARCHIMA Sí, sí es mi padre.
TIMANTE                               No Archima,
no es tu padre ese indio fiero
que dices, no, más piadoso
anduvo contigo el cielo
en esa parte.
ARCHIMA                       Pues como... 400
tú me sorprendes con eso,
si tú no me has conocido
hasta hoy, ni en todo ese tiempo
que estás aquí, viste a alguno
de los míos, yo no entiendo 405
cómo sabes, que no es
Tucapel mi padre.
TIMANTE                                Luego
te lo contaré. Di, ¿hay otra
Archima que tú en el pueblo?
ARCHIMA No.
TIMANTE         Y di, ¿quién te dio este libro 410
que te se ha caído?
ARCHIMA                                  El mesmo
Tucapel, a quien mi madre
se le regaló en muriendo.
TIMANTE ¿Y quién fue tu madre?
ARCHIMA                                          Yo
no lo sé, porque en naciendo 415
yo, se murió.
TIMANTE                         Ya no hay duda, (Aparte.)
hija mía.
 
(Se deja caer en sus brazos penetrada de dolor y alegría.)
 
ARCHIMA                  Señor... cómo... (Sorprendida.)
Tú mi padre... Yo no acierto
a hablar.
TIMANTE                  Sí, tu desgraciado
padre es éste que estás viendo, 420
Archima. En aqueste libro
dejó tu madre un compendio
de sus tristes aventuras,
y tu feliz nacimiento,
por su misma mano escrito, 425
a él solamente le debo
el conocerte. Después,
después sabrás los sucesos
raros que ignoras.
ARCHIMA                                Estoy
absorta, y toda yo tiemblo 430
sin saber porqué, ¿si este hombre
me engañara? Yo me acuerdo
haber oído al anciano,
Den, que vino de muy lejos
mi madre aquí y que no hablaba 435
en la misma lengua que ellos.
TIMANTE No dudes de mi verdad
hija mía.
ARCHIMA                  Demás de eso,
yo quiero tanto a este anciano
desde el instante primero (Aparte.) 440
que le vi...
TIMANTE                     Yo soy el triste
padre que te ha dado el cielo,
y ese infortunado joven,
a quien su destino adverso
prepara un fin tan sensible, 445
es tu primo, hijo de un tierno
hermano mío. Bien ves
Archima querida, el nuevo
interés que tomar debes
en su vida. Ya es tu deudo, 450
y tu amante, con que no
desperdiciemos momentos
más preciosos. Vuela, vuela,
en su favor ruega, implora
la piedad de esos perversos, 455
vierte lágrimas, emplea
las gracias que te dio el cielo,
en ablandar sus feroces
corazones. No dejemos
que hoy a sus manos perezca, 460
el más tierno y dulce objeto
de ambos, si aspiras a dar
a tu padre algún consuelo.
ARCHIMA Sí, sí. Yo iré, pero no
por salvarle a él arriesguemos 465
lo mejor. Ven, ven conmigo,
y te dejaré primero
en un paraje del bosque,
donde sin ningún recelo
pases la noche, que yo 470
iré a emplear mis esfuerzos
después, para libertar
a Cleodon, y al momento
que amanezca te traeré
cuenta de todo.
TIMANTE                            Pues presto, 475
presto Archima, y no acudamos
cuando no tenga remedio.
ARCHIMA Sí, vamos, que yo confío
que el sol oirá mis ruegos.
TIMANTE Y tú, mi Dios, pues que ves 480
la amargura en que mi pecho
se anega, o darme valor,
o enviarme algún consuelo. (Vanse.)

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