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ArribaAbajoAlegoría del Libro sexto

Por Camilo se entiende aquella impaciencia conque los Espíritus Generosos dejan su Patria; y enamorados de la Memoria se proponen alguna Idea, o Retrato de una glorioso Posteridad, que buscan después en todas partes; como Don Cristóbal Colón acreditó en sus admirables Navegaciones; con las cuales huyendo de un Mundo le salió Otro al encuentro, donde respiró de tantas fatigas en los Brazos de su grande Aplauso que durará constante a par de Aquel Mundo que lo creyó Deidad, y de Estotro que lo admiró más que Hombre, para que al Domador de ambos Mares concurriesen a ser ambos Mundos las dos Bases del Mental Coloso de su Fama.

La Alegoría de los Sucesos de Carlos (que faltan hoy) saldrá, y también más diligentes las de todo el Poema, cuando las escriba el Autor, y haya concluido la Obra.

El Nuevo Mundo

Poema Heroico de Don Francisco Botello de Moraes y Vasconcelos




ArribaAbajoLibro sexto




1


Los Navíos en tanto se engolfaron
más allá de las Islas celebradas
a quien sus Vastos Canes devoraron
el Renombre feliz de Fortunadas.
En Ellas pocos Soles descansaron
hasta mirar las Olas sosegadas
de aquella Tempestad en cuyo espanto
a Jacinta nació suspiro tanto.




2


Viendo la última tierra, y que a inclementes
Golfos los precipitan sus Arrojos,
Nadie resiste al tierno Afecto; ardientes
se asomaban los Pechos a los Ojos.
Enredaban las Cumbres Florecientes
su vista; y aun a Amor dieron despojos
las Naves; desde el Mar dicen sus penas
rechinando, a los Bosques las Entenas.




3


Cayó la Noche, y de hórrida tristeza
a este Hemisferio dio faja precisa;
pisaba allá la Luz con la Cabeza
el Antípoda a quien nuestro Orbe pisa.
De Gasa impura que el Abismo ateza,
Luto errante difunto el Sol avisa;
siendo alto Horror para que el Aire estorbe
Turbante negro a estotra Sien del Orbe.




4


Todas las Cosas humos imperfectos
anegaron de tristes raridades;
pasó una Sombra a ser muchos Objetos,
Vista pasando a ser mil Ceguedades.
Las Estrellas, del Sueño altos efectos,
caer se ven; y siendo entre fealdades
nuestro Zenit Nadir del rubio Coche,
era ya el Mediodía de la Noche.




5


Dormían todos; menos los que daba
la Armada a Vigilancia Celadora;
Carlos sólo, y Camilo suspiraba;
ama Uno, y Otro, y Uno, y Otro llora.
Carlos que su Jacinta idolatraba
a quien no vio al partir por sólo una Hora,
contra las Horas sin que tregua acuerde
furores tales, tales Iras pierde.




6


Injustas Horas, que de acento Augusto
viendo morirme en la Obediencia vana,
me apartáis de mis Glorias; ¿Cuándo el justo
Castigo en ruina me daréis Tirana?
Pues no el Honor, el Tiempo me fue injusto
en aquella infeliz Noche inhumana:
Por sólo una Hora con fatal desvío
ni aún el último a Dios dije al Bien mío.




7


¡Oh! ¡mal haya el que en rápidos extremos
para el Tiempo partir tuvo Osadía!
Fiero introdujo que morir lloremos
de tantas veces nuestra Edad al Día.
Horas Crueles, de lo Ingrato os vemos
ser fruto; el Hombre, no lo Eterno os cría:
la alta Piedad os aparcó no en vano
indignas de ser Obras de su Mano.




8


A un tiempo mismo porque Enigma os halle
Valientes, y Cobardes os comprehendo;
no hay Hora que con Otra no batalle,
y no hay Hora que de Otra no esté huyendo.
Mas Cobardes sois sólo, el Valor calle,
pues siempre en fuga la que es Una atiendo,
y el último horror con Fieras luchas
nos dais la Muerte por juntaros muchas.




9


Exhalaciones trágicas del Año;
de una elección tan vil que siempre impuras
descansáis perezosas en el Daño,
y fugaces voláis en las Venturas.
¿Cuándo os vivimos?¿Presuroso engaño?
¿Si en las Horas pasadas, y futuras
Muerte serán las que tener prevengo,
y infaustas no son Vida las que tengo?




10


Ponzoñosos Airones los desvelos
del Tiempo unís siendo sus alas sumas
Es el Vigor infiel de vuestros vuelos
el afán sucesivo de sus Plumas.
Contra el Hombre son Lid vuestros anhelos,
y el Día; mas en Túmulos de Espumas
(Lidiando siempre vuestra atroz porfía)
hace por una Noche tregua el Día.




11


Por darnos Muerte no sentís que imprima
Muerte en Vosotras Vuestra fuga impura;
truncáis Ser, que el impulso que lo anima
es el Rapto veloz que lo apresura.
Venganza el Punto rápido que os lima
nos da de Muerte que nos dais obscura;
los Minutos son Horas a Vuestro Hado,
Ceniza es Vuestra el Punto arrebatado.




12


De acero sois los obstinados dientes
con que (oh Tiempo tenaz) bronces devoras;
Más triunfáis cuanto Él muerde; Que a accidentes
cuanto Ededes lidiaron falta en Horas.
En la Vida, y la Angustia diferentes
Portento vuestras alas son traidoras;
Innumerables antes sois ninguna,
y después infinitas sois siendo Una.




13


La ambición que la astucia vuestra exhala
en Reloj os divulga repetido;
El Sol, la Arena os grita; el Hierro iguala
con Ruedas vuestro horror no detenido;
Mas con frase mortal todo os señala:
el Metal vanas os vertió en sonido;
Mide en polvo el Cristal vuestra agonía;
Y con Sombra os enluta, y mancha el Día.




14


Muertes sois, no Carrera voladora;
Guadañas sucesivas de Impiedades;
Pues siempre que veloz se acaba un Hora
para aquella Hora acaban las Edades.
Muertos nos halla la que nace ahora,
y aun nos hiere; Mas ¿quién podrá a Crueldades
negar Desgracias sois sólo, importunos
al ver que siempre os sucedéis tan Unas?




15


Mas entre cuanto estrago el Orbe gime
por vuestra Ira que Alientos mil destroza,
nadie donde el furor vuestro se imprime
a la que hoy siento Pena igual solloza.
Corred, Tiranas: Mas ¿quién ya reprime
vuestra Ira? ¿que este Espíritu que aún goza
mi Aliento no arruináis? ¡oh aleve calma!
¿dónde hubo Vida al apartarme el Alma?




16


En cuanto Carlos tal ardor respira
contra el Tiempo, Camilo en otra parte
contra la Suerte angustias mil suspira,
mil odios contra el Mar, y Amor reparte.
Pareció que con lástima lo mira
la ciega Noche, y muda está con arte;
En cuanto a la alta Sombra que lo advierte
se quejaba afligido, desta suerte:




17


¿Cuándo (Fortuna) cuando mis Edades
no serán de tu rabia infausto empeño?
Y en mi tormento ¿cuándo tus crueldades
calmarán las tormentas de tu ceño?
Tal vez en estas Ondas hay piedades;
mas nunca ejemplos que agradezca el Leño
en la mudanza deste Mar alcanza
furioso ha tanto el Mar de tu mudanza.




18


¿Soy Yo aquel que elevándose dichoso
a lo Mortal, creí pendiente dellos
Vivir Siglos de Gloria al misterioso
éxtasis dulce de unos Ojos bellos?
¿Soy yo quien en dos Cielos venturoso
respirar pude el Alma de atendellos?
¿Domo hiciste acabar (Suerte inconstante)
la Eternidad feliz de aquel instante?




19


Cielos injustos que influís mis males,
Auras que un Bien desvanecéis ligeras,
Espumas que Sepulcros de Cristales,
no ya piadosas, me negáis severas;
Decidme de mí mismo; Pues son tales
mis ansias, que aun de mí destierran fieras
(estremecido a su furor violento)
con mis Venturas mi Conocimiento.




20


Que soy Otro imagino en este engaño
de mis ruinas sin que alivios goce,
y en vez del Bien mi Vista hallando el Daño
los Sentidos que alumbra desconoce.
Tibio el Vivir me anima como extraño,
tu horror sólo (Fortuna) me conoce:
sin duda es en mi Pecho (oh fementida)
más propia mi Desgracia que mi Vida.




21


¿Quién dirá a mis Ojos cuando sabios
más Luz bebieron en más Claro Apolo
que ausentes mirarán si anuncia agravios
de tormentas en parda Nube el Polo?
¿Quién a mi Oído cuando en dulces Labios
Glorias oír creyó, que oiría hoy sólo
tristes Aves que en copia beben suma
con fauces roncas la salada Espuma?




22


Por los dulces Cabellos que esparcía
a mi vista feliz, Deidad brillante
entre la Tempestad percibo impía
la Jarcia que en los Austros silva errante;
En vez del Cuello hermoso que algún Día
ceñir con Glorias esperaba Amante,
pálido abrazo entre los Euros roncos
ásperas Selvas de nadantes Troncos.




23


Ya Antípoda sin duda mi cuidado
contrario Cielo al de mi Patria adquiere;
Sino es (pues sus piedades he ignorado)
todo este Cielo Abismo que me hiere.
Abismo, Abismo, es este; Y quizá el Hado
porque también allá a mi Bien venere,
esta parte del Cielo, ahora inmundo,
a esotra parte trasladó del Mundo.




24


Tú, vagante Inquietud en mi tormento,
del Mar, del Aire, y Cielo, a tu bonanza
¿dónde irás por influjos, Pensamiento?
¿al Aire? aún es más vana tu esperanza.
Si al Mar; a tanto ardor breve elemento
toda opondrá su líquida mudanza;
¿Pues al Cielo? Bien pudo tu memoria;
Pero ¿cuándo una Angustia entró en la Gloria?




25


Pequeña enmienda ofrecen a mi espanto
el Cielo, el Aire, y Ondas mal seguras;
Veo en el Mar diseños de mi llanto,
en el Viento inconstantes mis Venturas.
Sólo mirar en el Olimpo Santo,
de mi Deidad pudiera copias puras,
mas ¡ay! que esconde en llamas sus Zafiros
el interpuesto ardor destos Suspiros.




26


Sagradas Olas, ¡oh si el proceloso
Noto inquietando vuestra undosa calma
al Cielo me acercase que Glorioso
de retratar mi Bien logra la Palma!
¡Oh si una Cumbre fueses, Mar furioso!
mas en vano a esta Dicha aspira el Alma;
Pues más que por sublime, de mi anhelo
por copia de mi Bien se aparta el Cielo.




27


¿Si me embaraza el Aire aún no turbado,
si me es naufragio el Piélago apacible,
como inquieto (buscando el Dueño amado)
a Entrambos lo piadoso en lo terrible?
¿Aumentando tormentos mi cuidado
de mi Estrella apurar podrá lo horrible?
¡Ay! Pensamiento mío, que al Averno
copió mi Suerte infiel también lo Eterno.




28


Ausente en fin entre esta undosa bruma
será su ahogo calma en mí Despecho;
Y al ir a articularlo, afable espuma
el nombre amado cerrará en mi Pecho.
Grande estudio es de Amor darme Urna suma
en estas Ondas, pues debieron lecho
a Incendios de otro ardor no competidos
los Mares de otro abeto nunca heridos.




29


Sellen, Sellen sus términos undosos
las Cenizas que informan mis pesares,
cortando estambres de mi Edad ansiosos
los rotos Vidrios destos yertos Mares.
A la Imagen que Solios amorosos
ocupa de mi Pecho en los altares
(Como al Dueño su bella Monarquía)
sus espumosas Tumbas ceda el Día.




30


Vosotras, Lumbres Santas, en quien vierte
de Luz difunto el Sol vivas porciones,
y sin duda lloráis la ausente Suerte
que del Sol vuestro os frustra las uniones;
Pues discurrís los Orbes con el fuerte
Giro que os prestan rápidas acciones,
decidla que excedí, si veis su Esfera,
como Ella vuestra Luz, Yo vuestra Hoguera.




31


Tú, Monstruo de Cristal, que en fauces sumas
devoras tanta Tierra, y tanta Quilla,
hasta que oprime atroces tus espumas
la arenosa mordaza de la Orilla;
Si en reflujos menguar viere tus brumas
mi Beldad Celestial, podrás decilla
que amor las roba, porque deben solas
sucederse en mis Lágrimas tus Olas.




32


Y tú, Viento a las Aves ofrecido,
dila: Mas Nada el Aire; o el temido
del Cielo; Nada el Aire; o el temido
instable humor que en los Escollos brama;
Que a tanto padecer breve gemido
toda la alta Región del Aire inflama;
Es lágrima pequeña a tal desvelo
un Mar, corta Esperanza todo un Cielo.




33


Aquí llegaba con su queja el Triste;
Cuando pasos sintió, del gemir desiste
quien los formaba, del gemir desiste
un Soldado hacia allí acercarse viendo.
Era Carlos; En quien tal pena asiste,
que admitir el Reposo no pudiendo,
vagan sin orden por sus tristes casos
como el fiel Corazón también los Pasos.




34


A su Oído llegó la Voz perpleja
de Camilo; Y lo invidia cual felice;
Vio que por Él de suspirar ya deja;
Y en Cortesanas Cláusulas le dice:
Amante venturoso, que en la queja
puedes verter sollozo lo Infelice,
prosigue; No interrumpan los Mortales
tan bien sentidos generosos Males.




35


No impedirte pretendo; Antes quisiera
saberla, y lloraré tu amante Historia;
No ignoro Yo de Amor la infausta hoguera;
Yugo altivo es también de mi Memoria.
Dijo: Y Camilo que en la misma esfera
lo ve de ardor, Oirás (dice) Victoria
tan cruel que aliviar podrá escuchada
el más quejoso desa Furia alada.




36


Una misma es felice mi Ascendencia
con la que así Ilustró los Españoles;
de Aquellos vengo que en Marcial violencia
los dio el Norte a Lucir bélicos Soles.
Cuna me fue Verona; en excelencia
a ninguna Segunda: Aun los Faroles
del Gótico Esplendor en su Ribera
allí el Athesis Noble reverbera.




37


Esto en cuanto a mi Origen, satisface
a tus Noticias; mas en mi Tormento
mayor dura Ocasión, más Orden nace
de Estragos, y de Angustias a mi acento.
Fue dellas el motivo que hoy deshace
mis Años, un ansioso Pensamiento
de vagar por Italia, Emporio Claro,
Centro de todo lo Precioso, y Rato.




38


Dejé en los Alpes las Hacinas fieras
de Nieve alta que Bóreas vemos siembre,
donde Parvas de informes Cordilleras
recogen los Agostos del Diciembre;
Anuda hórrido Viento sus hileras
porque agregados Hielos no desmiembre;
Blanca Arista los Copos, y es extraña
un haz a otra Región cada Montaña.




39


Vi Mantua, Fundación, que al Tiempo agravia,
de Bianor, en los Tuscos Soberano,
hijo de Tiberino, y de la Sabia
Estirpe del Aurúspice Tebano.
De su fiel Lago en la Espumante Arabia
perderse el Mincio vi, y salir ufano
hacia el Po, que en su Plata corredora
del Gran Virgilio la alta Cuna adora.




40


Ferrara vi; y inmensa Maravilla
en sus Estatuas mi admirar atiende;
porque no se huya de su hermosa Orilla
en suelo pantanoso el Po la prende.
De Heste aquí la Real Ave que acaudilla
Cisnes tantos, sublime al Polo asciende;
eterna el Águila hacen; son robusta
los picos ala de la Garra Augusta.




41


Allá en la Emilia Vía, a las raíces
del Apenino que hacia el Austro tiene,
Boloña me detuvo, en quien felices
de Grecia excesos Docto afán previene.
Sea su aplauso el dar contra Infelices
Monstruos, porque Tiara excelsa llene,
Cinco Cabezas de la Iglesia, que Atlas
grande en tus Cuellos Siete, oh Roma, exaltas.




42


Mi vista arrebató la Floreciente
Dama de las Ciudades, con que empeñas
el Pasmo extraño, oh Italia, y dignamente
con tu Florencia el mismo Abril desdeñas.
Furioso, porque naces della ausente,
de Apenino, oh dulce Arno, te despeñas
sobre verdes Aceros que allí bañas
en mil trémulas Puntas de Espadañas.




43


Sena con la Real Loba, y sus Infantes
junto al Arbia admiré em espacio ameno;
Al Arbia que de Sierras no distantes
su hurtada Plata lleva al Mar Tirreno.
Mas ¿qué podré decir de las Triunfantes
Glorias que, oh Roma, ofrece tu gran Seno?
yertos allí mi Vista, y mis Afectos,
faltaron Pasmos al sobrar Objetos.




44


No me admiró la Poma peregrina
con que taladra al Viento las Mansiones;
no Antiguas señas que hunde, aun en la ruina
mayor que todas las Exaltaciones;
Cuanto el Orden y Amor con que Divina
Madre merece ser de las Naciones:
oh felizmente destinada al Sacro
del Muerto Cristo vivo Simulacro.




45


¡En el Grado no hallé todo eminente
Mérito aquí, y discretas excelencias!
¡Y cual premio no vi darle altamente
la República en próvidas Clemencias!
Nacieron, crecen verdaderamente
en esta Gran Provincia Artes, y Ciencias;
ha Dominado el Mundo, y su desvelo
quitar lo Inteligente aun quiere al Cielo.




46


No sólo el Curso, y Líneas Ideales
en que el Mundo se parte, allí diseñan;
como sean los Cuerpos Celestiales
el Centro, y Orbe, al Orbe todo enseñan;
Las Leyes, los Estudios inmortales
que al Criador investigan, desempeñan;
la Celeste a su Música, diversos
para compases ya debe Universos.




47


Respiran los Metales en no muda
Imagen; guardan piedras sensitivas;
ni acaban las Estatuas, porque duda
morderlas ya el Cincel viéndolas vivas.
Bulto son las Pinturas; la más ruda
labra al Pintor edades sucesivas:
cuerpo el Alma es visible en sus Pinceles;
y creí Fidias al que vía Apeles.




48


La Divina Poesía allí su Cuna
tuvo que el Mundo adore, y Docto imite.
Toda Palma en su Emporio está oportuna
sin que la Invidia algún Laurel marchite.
Vive inmortal pisando la Fortuna,
oh Latina feliz Religión, y admite
(no sólo de las Propias) aun difusas
aclamaciones de Extranjeras Musas.




49


A Capua pasé en fin, en quien Propicias
sus Galas todas Mayo ha difundido;
disculpas dan sus Gloriosas si noticias
del Africano aliento interrumpido.
Aparta, aparta allá de sus Delicias
Tú Aníbal impaciente, Heroica Dido,
que ya ríe Formión viendo al Tirano
jurar tus Manes, y tu Estatua en vano.




50


Vi Gaeta después que en el Estruendo
de la Trompa Latina a que desmayas,
oh Olvido, vive Eterna, si Muriendo
dio Memoria inmortal a nuestras Playas.
Cumas vi, donde el Orco fuiste horrendo,
oh Eneas, que la Italia a triunfos rayas;
hasta que hallé ya ansioso Peregrino
grande estorbo infelice al gran Camino.




51


En esa alta Provincia que destierra
fiel Silla del Imperio, el Ocio blando,
donde porque a Saturno un Tiempo encierra
se fue de Lacio el Nombre eternizando;
Donde la Bota que calzó la Tierra
pisa al Mediterráneo, y salpicando
a un lado derramó del verde Seno
el Adriático Mar, a otro el Tirreno.




52


Allí la mejor Parte, la más Pura
es Nápoles; no hay Tempe en que matice
así el Abril su pompa, o más segura
la Espuma tan Celeste el Cristal rice.
Quien rasga de Puzol la Gruta obscura,
y ve la alta Ciudad, juzga Felice
que el Mundo taladró, y halló preciso
más allá de Nuestro Orbe el Paraíso.




53


Celoso su Hermosura guarda Eterno
su Golfo, Espejo a mucha excelsa Torre,
y a esconderla del Golfo de Salerno
a Capri el Cabo de Minerva corre;
Para su Nombre, que inmortal discierno,
a su Fama anhelante la socorre
Mi seno en Trompas con vocal diluvio,
y en lenguas de Relámpago el Vesubio.




54


Volvía el Tiempo cuando se desnuda
de Nieve el Prado, y Flores viste ardiente;
cuando Sombras de Invierno en risas muda
la Mañana del Año floreciente.
La Rosa sus Carmines desanuda;
rompe el Arroyo el Hielo balbuciente,
y a los Soles del Mayo lisonjero
corre en las Selvas líquido el Enero.




55


De la Tierra a las Ondas se esparcía
la Gala que el Abril da al Universo.
Trémulo en blandas Auras se reía
sino en Matices su Vergel diverso.
Las Fragancias del Prado conducía
el Céfiro apacible al Cristal terso;
y eran los Peces con inquietud grata
en Ramas de Ovas Pájaros de Plata.




56


Todas las Tardes se escondía dichoso
el Puerto de Parténope en iguales
Copias de Barcos, donde (¡ay Dios!) ansioso
la alta Ocasión encuentro de mis Males.
Mirando el Prado, y Mar, decía: ¿Qué hermoso
primor podrá exceder Bellezas tales?
Volví la Vista, y dando a Amor despojos
Ciego oí la respuesta con los Ojos.




57


En una feliz Góndola dorada
que en Toldos compitiendo el Mar profundo
leves Olas de Seda Nacarada
ondeaba por el Céfiro fecundo,
Una Hermosura vi, Luz desatada
de la Beldad primera, en quien dio al Mundo
cuanta Divina Esencia puede ufana
sino entender, sufrir la Vista Humana.




58


Divina Luz, Esfera esclarecida
Ciego, y absorto allí el Sentido adora;
si bien grande Crueldad frustra homicida
Celestes evidencias en su Aurora.
Mírase en el semblante desprendida
Centella de lo Eterno que lo dora;
mas ¡ay! que Estragos reverbera lejos
la apacible Impiedad de los Reflejos.




59


Como en Cóncavo Espejo, que honda taza
se llena al Sol en Piélagos de Ardores,
enfurece la Luz que blanda enlaza,
el reflejo en Pirámide de hervores;
Y a la Selva que en Llamas despedaza
Tósigos disparando de Esplendores
con una Lumbre misma Hermoso, y Bronco
Florece un Vidrio cuando estalla un Tronco;




60


Así la Ninfa, hiriendo luminosa,
de alta Luz vuelve atroces los arrojos.
Son sus Ojos azules, con que Hermosa
siempre huella ternísimos despojos.
Ufana Ojos color de ansia celosa
causa Amor: ¡oh Portento de sus Ojos!
¿Qué no hollaría, qué no haría, Cielos,
Beldad que amables pudo hacer los Celos?




61


Círculos de Oro el Pelo unió brillante
de su Frente a las planas, de arbor llenas;
de su Frente; al Jardín de su Semblante
Divino Hermoso erario de Azucenas.
Con más floridas pompas que arrogante
dio Babilonia al Aire en sus Almenas,
eran a este Pensil Bóvedas Reales
los Arcos de las Cejas Celestiales.




62


Mil Almas su Despejo Hermosamente
le prohijaba; Está el Amor ceñido
en su Talle, mostrando felizmente
lo Espiritual cuan poco bulto ha sido.
Lo más Precioso se juntó, y luciente
en sus Joyas, y Traje a ser vencido;
siendo el adorno que atendí en la Bella,
de la Gala lo más, lo menos d'Ella.




63


Yo miré; Yo morí; Yo enajenado
mi Vida, al dulce error me hallé sujeto;
de cada mirar Suyo fabricando
otra Deidad estaba mi concepto.
Su Voz, su Acción, su Risa idolatrando
quedé; Y tanto apreciaba en fin mi afecto,
que después de adorar la Luz que amaba
la misma Adoración Ciego adoraba.




64


En un instante (Rayo en fin) pudo
reducirme al Sentir más Inhumano;
Tal Ceniza hace el reciente ardor tirano;
de la Nube el reciente ardor tirano;
Y tal fuera el instante Polvo mudo
quien viese de repente el Sol cercano;
en más Rayo, en más Sol, con más influjo
la inmensa Luz a inmenso afán me indujo.




65


Moría, y me abrasaba; Mas tan ciego
era el Dolor, que de morir Vivía;
quizá la Muerte en fiel desasosiego;
como en mí no me hallaba, no me hería;
O igual estaba en mi amoroso Fuego
el que vivificaba, y el que ardía;
Y así mezcladas pude en dulce Suerte
la Vida padecer, Vivir la Muerte.




66


Moría; Mas al ver la victoriosa
Mano del Homicida, en pasmo atento,
con dulce admiración la herida hermosa
en vez de Sangre respiraba Aliento.
Ufana revivía, y obsequiosa
la Alma al morir, temiendo que a su intento
no sea Muerte la Vida en que ansias libe
por la Muerte Gloriosa a que no Vive.




67


De la Razón los ceños, por recurso,
en los Senos del Alma el Fuego huía;
Seguía al Dueño Hermoso en el concurso
mi ardor; Miraba, y a morir volvía.
Vía Ciego, sin ver que tal en Discurso
más mi Hechizo, y mi Estrago se añadía,
pues más se hallaba mi Sentido incierto
Ciego a más Luces, a más Vidas Muerto.




68


Quise hablarla; Y gran número interpuesto
de Barcos me estorbó en la espuma unido;
Siguiendo sólo, a padecer dispuesto,
la Góndola mi Vista, y mi Gemido.
Lloré: Mas esperando en aquel puesto
volver a hallar el Ídolo querido
engañé el suspirar de mi Deseo;
Y a la otra tarde repetí el Paseo.




69


Había concurrido mucha Gente
al Golfo a ver partir de su distancia
varios Leños que al Puerto da frecuente
vuestra España, Inglaterra, Italia, y Francia.
Cada Nave en el Lino hundió el Ambiente;
pisó el Mar todo altiva su arrogancia;
Siendo, Centauro nuevo en Buque y Velas,
Foca de Tablas, y Águila de Telas.




70


Miraban Todos, como se deslice
Monte de Leño en espumosa Tierra;
Parece más veloz volar felice
que en Sí el Aire, en el Lino que lo encierra.
Mas Yo en la confusión solo infelice
la Causa busco de mi extraña Guerra;
Miré los Barcos, y sus Copias sumas
surcó mi Amor, más que Ellos las Espumas.




71


En ninguno, sus buques discurriendo,
la Luz encuentro de mi hermoso Día,
y cuanto (¡ay Cielos!) Su Esplendor perdiendo
faltaba mi esperar, mi afán crecía.
Otra tarde volví, y otras, ardiendo;
Sin dejar parte que la angustia mía
no examinase con Dolor ansioso
en la Ciudad, la Playa, y Reino undoso.




72


Bien como el Pajarillo enternecido,
a quien robó el Villano, en cuanto tarda,
los dulces hijos, vuelve ansioso al nido
por ver las Prendas que en el Tronco guarda;
Y al no hallarlas, inquieto, y afligido
no hay Tronco que no busque, ansia en que no arda,
y aquí, y allí volando en tal Tormento
aún más su Corazón rasga que el Viento;




73


Así Yo al Mar, de la Ciudad salía;
y a la Ciudad, del Mar volvía luego;
En cada paso hacia la muerte mía
llevándome el no hallar mi dulce Fuego.
Díjome al fin rudo Barquero un día
que la Beldad por quien Vivía Ciego
era extranjera, y se ausentó en aquellas
Naves, mas no sabía en cual fue d'Ellas.




74


Español generoso, Yo te juro
(así aquella Deidad que me previno
tanto afán, vea) que a tal nueva un duro
Cruel Deseo de morir me vino.
El Tormento mayor, el más impuro
Veneno agradeciera a mi Destino
con tal que huya la Luz aborrecida:
tanto Odio concebí a mi triste Vida.




75


Entre mil pensamientos ya quería
poner fin con la Muerte a mis Congojas;
Ya lloraba; Ya la hora maldecía
que dejé de mi Patria Fuentes, y hojas;
Ya furioso culpando a Amor que hacía
las puntas de Oro con mi Sangre rojas,
quise arrancarme el Corazón del Pecho
porque huyese el Afecto a mi Despecho.




76


¿Amor (decía) quién tus importunas
primeras Leyes tanto amó? ¿Quién daba
tanta Alma al primer tiro? ¿Quién ningunas
Flechas tan luego te dejó en la Aljaba?
Ya hubiste menester quitarme algunas
por tener con que hieras; Yo te armaba;
Y aún más que de tus Hombros para ultrajes
pendieron de mi Pecho tus Carcajes.




77


¿Y este es el Premio que por tanto daño
no resistido, encuentro en tus furores?
¿Y tú (Corazón mío) en ciego Engaño
aún a vista estarás de estos rigores?
¡Oh alumbre ya mi angustia el Desengaño!
Caiga el Templo que daba a mis errores
mi deslumbrado Pecho; en cuya rara
mansión, fue la Deidad ruina del Ara.




78


No mi Edad Viva entre tormentos mudos
padeciendo tan nuevas impiedades.
Aquí los lazos fatalmente crudos
miro, que fabriqué en mis ceguedades.
Ya del Alma que enlazan, y sus nudos
se han hecho las uniones unidades.
Ea, esfuerzo, o morir, o dividamos
la dorada prisión que idolatramos.




79


Falte esta vez el Ocio soñoliento
que halló en mis Ojos quien sus Lumbres ata.
Mas ¿qué escucho? (¡ay de mí!) ¿qué dulce acento
cuando toco los Grillos se dilata?
¡Ay infeliz! Que prenden mi ardimiento
las armonías que el Metal desata;
Forman estas prisiones sus cadenas
de eslabones (Amor) o de Sirenas?




80


¡Ay Beldad ignorada! Antes sin duda
mi Vida que mi Ardor veré deshecha.
Quizá quien formó el Grillo que me anuda
el Oro fue de la Divina Flecha.
Esta es la Cárcel que no encuentro muda;
Si ya no es su metal que así me estrecha
(para que sienta eternamente enojos)
condensado reflejo de tus Ojos.




81


¡Oh mal haya el Sentido, que en tan breve
instante abraza tantas impresiones!
Mal haya aquel Esfuerzo que tan leve
siguió el Descuido de las atenciones.
Y aquel Astro mal haya siempre aleve
que por ser tan Hermosas las prisiones
dispone que abrasándose le sea
al Corazón la Libertad tan Fea.




82


Así lloraba, pretendiendo en vano
deshacer mi tormento repetido,
como si al roto esfuerzo Soberano
del Alma, superior fuese el Sentido.
Suspiraba, creyendo o ya el tirano
ardor todo exhalar en el gemido,
o ya apagar con su Huracán ardiente
mis Vesubios: mas ¡ay! ¡qué inútilmente!




83


Como en Monte frondoso Lumbre impía
cuando contra Ella el Viento ve irritarse,
aquel moverse en trémula porfía
parece que es huir, y es dilatarse;
Así del pecho a todo Yo corría
la Llama en el gemido sin templarse,
volando el Corazón a abrasar ciego
más veloz que en sus alas en su Fuego.




84


Ya Nápoles no me era deliciosa;
aborrecía Italia, y todo Objeto
en prueba (¡ay Dios!) de que la Ausente hermosa
se huyó con todo mi Amoroso Afecto.
Con su Nave a este Tiempo entró gloriosa
Colón; yo despechado al Grande Abeto
me entregué, por si en Islas del Profundo
o ya en Puertos, mi Bien me enseña el Mundo.




85


Mas en ninguna Parte mi Cuidado
de tantos Golfos templa mi querella.
Quizá por ser breve Agua a lo abrasado
de mi Incendio, el Ardor crece con ella.
Si no es que unida al Ciego Dios Vendado
en su Patria me oprime Venus bella;
Venus, en quien dio el Mar, donde me arriesgo,
la Madre del Peligro hija del Riesgo.




86


Sólo un Retrato de la Ninfa bella
conmigo vive; tan vehemente, tanto
quedó en el Alma, que al copiarla della
feliz dije a un Pintor su rasgo Santo.
Esta Piedad debí sólo a mi Estrella;
así me alivia: ¡oh cuánto ignora, (¡oh cuánto!)
de la Luz el lenguaje Astro que asombra
siendo a su Auxilio cláusula una Sombra!




87


Mas tú que del Amor también respiras
la infausta Llama en ciega angustia, dime
por cual Objeto que te hirió suspiras;
si es que oyendo mi Mal, aún tu Ardor gime.
Dijo: y Carlos: Mayores tristes iras
en mi Congoja el ciego Dios imprime.
Varios mis Casos son; Lástimas justas
prevén atento, pues de oírlos gustas.




88


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229


Cuanto Camilo, y Carlos razonaban
lo escuchaba Leonor. Leonor, aquella
de Fadrique hija ausente, a quien buscaban
sus odios. Prima de Jacinta bella.
Vestida de Varón la Numeraban
las Naves Militar: Tanto atropella
el amoroso Afecto, cuyo filo
le dio adorado Tósigo en Camilo.




230


Era Leonor Esmero el más Florido
de la Hermosura; y aun de Esfuerzos Dueño
un Varonil Espíritu aplaudido
de sus Luces Anima el dulce Empeño.
Estudio eterno en tan Esclarecido
de las Estrellas Noble desempeño
para tal Cuerpo un Ciclo hurtó a los Días;
para Alma tanta muchas Jerarquías.




231


Del Sexo entre el Ocioso Estudio blando
manejaba tal vez con Noble Aliento
Felice Overo que intentó volando
en fe del peso hollar el Firmamento;
Tal vez de su Escopeta deseando
corrió la Caza el Alquitrán violento:
¿qué mucho, si del Tiro os enojos
son ruina dirigida por sus Ojos?




232


Con su Padre Fadrique, el que en la recia
Tormenta, cual Guillermo, espiró hundido,
Gallarda a Italia fue, cuando Venecia
lo atendió Embajador esclarecido.
Desa Provincia que la Fama aprecia
más de un Puerto tocaron aplaudido:
lejos Amor la perdonó, y severo
en su Patria la hirió el Arpón más fiero.




233


Cuando allá en Iliberia vio a Camilo,
que a su Armada Colón logró se enlace;
cedió la Bella, de dorado filo
a alta Flecha a quien fue su Pecho engace.
Tanto ardió; que rompiendo el tierno Estilo,
en su Traje hunde el Sexo, y Marcial se hace;
corre a la Armada tras su Llama impía,
siendo en ella el Incendio otra Osadía.




234


Seguíalo allí siempre; y no el errante
Fuego osa declararle. Ahora (oyendo)
más, y más por Camilo cada instante
de los Celos bebía el Susto horrendo.
Desde el principio que atendió al Amante,
del fin (por si ya olvida) está pendiendo;
mas viendo su adorar, furiosa, y mustia
cayó en lo más Profundo de la Angustia.




235


Toda su Animación trastorna impía
la celosa Impaciencia, y sus Puñales;
más late el Corazón; la Sangre hervía
huyendo inquieta de Ponzoñas tales.
El Semblante ya pálido se hacía,
ya rojo del Volcán daba señales,
variando sus Colores con despecho
el Obstinarse más lo Azul del Pecho.




236


Deja el Sitio en que al Joven escuchaba,
y ausente su Dolor la enfurecía;
en sus Cabellos de Oro que truncaba
la vio la Noche ajar Luces del Día.
Rasga el Pecho; las Flores arrancaba
que en sus Mejillas Mayo eterno Cría;
y el Rostro a Líneas de Coral escrito
paga del Corazón, rojo, el Delito.




237


Al Viento mira, mira al Mar, ni deja
de culpar las Estrellas que percibe,
maldiciendo el Influjo que aconseja
un triste Amor, por quien difunta vive.
Fue rabioso Alarido el que su queja
formaba; y tanta Furia en fin concibe,
que ya fuera de sí con la Agonía
a la Gente Infernal, Ciega decía:




238


Infelices Escuadras, que incesante
muerte vivís en Rabias desmedidas;
Oíd, no ya la Voz ni el Arrogante
Conjuro Infiel de Erictos homicidas,
mas el Clamor de una Infeliz que Amante
es Centro de las Penas más crecidas;
Oíd, veréis en mi Dolor eterno
como pudo ser la Gloria vuestro Infierno.




239


Atorméntame atroz, túrbame ciego
Caos maligno, en cuyo espacio impuro
Monstruoso Hiela del Amor el fuego,
y abrasa del Temor el Hielo obscuro;
La Llama es Nieve, y es la Nieve luego
ardor; ya tiemblo, ya un Volcán apuro:
¡Oh confusión! ¿Habrá desorden tanto
en el Lóbrego Imperio del Espanto?




240


Ejecutando inmensas Impiedades
Comuneros del Ánimo deshecho,
mi Vida inquietan con Parcialidades
la Rabia, y el Afecto a mi despecho.
Lidian; y por dar Solio a sus Crueldades
cada uno rasga una porción del Pecho:
¿Allá en el fiero Horror desas Mansiones
despedázanse así los Corazones?




241


Porque no huyese de la Causa injusta
que a tan horribles Llantos me condena,
me estorba todo el Mar que infiel me asusta,
y esta Nave en sus Lindes me refrena.
Padezco el padecer, y el Hado ajusta
en no huir deste Ingrato otra cadena:
¿Acaso son tan Dignos de Odio eterno
esos Monstruos que al Alma une el Infierno?




242


Celosa en fin, ¡oh cuánto Abismo! ¡oh cuánto
sólo el nombre ya explica en mis Pasiones!
Celosa, en lo Infernal de mi quebranto
venzo (infeliz vencer) vuestras Prisiones.
Si juzgáis es Hipérbole este llanto
que pronuncio, cambiemos aflicciones;
y entre el Horror veréis desos Venenos
sentir Camilo que Yo sienta menos.




243


¡Mísera! ¿a cuál rigor a cuál Estado
me conduce el Pesar que me enajena?
Las Penas quizá apura, y quiere el Hado
aun de otras Glorias Fabricar mi Pena.
Transformada me ofrece atroz cuidado
en propio Estrago la ventura Ajena,
y me es (¡ay Cielos!) Bárbaro homicida
más que mi Muerte infiel la extraña Vida.




244


¡Ah inhumano Camilo! ¡más que ingrata
la Ingratitud, Tirano injustamente!
Si afirmas que tu Amor todo arrebata
la ilusión Vana de una Sombra ausente,
¿Por qué tu devaneo no retrata
su fuga? ¿Es por causar mi Angustia ardiente?
¡Ah Ingrato! Bien será todo el Mar Nilo
al Tósigo de tanto Cocodrilo.




245


De mi Patria por ti (Homicida fiero)
me desterré, porque un rigor me ultraje;
Y en disfraz que a mi Sexo es extranjero
aun de mi propia me destierra el traje.
La Flecha fue quien me ciñó el Acero;
la Venda quien me transformó el Ropaje;
Una Milicia a la otra me ha traído;
y de Marte Parcial me hizo Cupido.




246


¡Oh! vengan Enemigos porque lave
con mi Sangre en la lid mi necia idea;
Y me redima e Hierro, del suave
Arpón de Oro que en mí su herida emplea.
¡Oh! ¡líbreme del Risco el Metal grave!
Y encuentre Yo el Olvido mas que sea
cuando el Cañón con ímpetu la exhala
en el Sangriento Plomo de la Bala.




247


Como ya contra mí el Amor tirano
Plumas batió en el Aura dividida,
libre Espíritu errante en vuelo ufano
me hospedará Región no conocida.
Mas ¿qué comprendo? (¡ay de mí!) que el Inhumano
Mal del Alma no falta con la Vida:
¿O incauto, y siempre necio Pensamiento,
juzgas que hubo acabarse mi Tormento?


 
 
Fin del Libro sexto