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El pastor lobo y cabaña celestial

Lope de Vega



PERSONAS



PASTOR CORDERO
CORDERA
CUSTODIO
VOLUNTAD
PASTOR LOBO
APETITO
CUIDADO
DESCUIDO


Valle, entre cuyos árboles se verá la cabaña de LA CORDERA. Sobre una montaña, una corpulenta cruz, y sobre otra, la cabaña del PASTOR LOBO, cubierta de flores.
(Sale EL PASTOR LOBO, demonio.)
LOBO             Luces del alta esfera,
         que miráis los mortales
y este mundo inferior de quien sois dueño;
         patria que vio primera
         mis cabellos, iguales
a los del sol, para mi luz pequeño;
         con desdeñoso ceño
         os miro, desde el día
         que, en batalla animosa,
         mi espada poderosa
hizo temblar de Dios la monarquía,
         si bien su grave peso
quitarme pudo este infeliz suceso.
         Pero yo, que, envidioso
         (y nunca arrepentido)
         de aquel monte glorioso,
         vivo en el del olvido,
         adonde estoy atado
         de tinieblas cercado,
         segundo Prometeo;
         valiéndome del arte,
         procuro en esta parte
mostrar contra los cielos el deseo
         de dar a Dios enojos,
hasta en las mismas niñas de los ojos.
         Estas verdes montañas,
         Jerusalén del suelo,
que baña en su cristal el Jordán santo,
         esmaltan mil cabañas
         de pastores del cielo,
cuyos ganados ya se esparcen tanto
         que cubren todo cuanto
         sus aguas fertilizan
         y las que el cielo llueve;
         pues en copos de nieve
su blanca lana al sol dorado enrizan,
         dándome más congoja
la marca del Pastor, sangrienta y roja.
         Mas yo, que disfrazado
         me llamo el Pastor Lobo,
como se llama Dios Pastor Cordero,
         lo mejor del ganado
         de sus rediles robo,
a sus cabañas atrevido y fiero.
         Sale el blanco lucero,
         de quien el nombre tuve,,
         y yo de mi cabaña,
         a robar la montaña,
hasta que el alba en la primera nube
         a la tierra aparece;
que el sol entonces para.mí anochece.
         Entre muchas zagalas
         que del Pastor Cordero
tienen aquí la marca y el cuidado,
         hay una en cuyas galas
         se mira el sol, primero
que dore el monte y bañe en oro el prado;
         y désta enamorado
         y del Pastor celoso
         con quien hablar la veo,
         quitársela deseo,
intrépido a sus ojos, y envidioso
         de que tanto la quiera
que la llame su cándida Cordera.
         Guárdate, pues, hermosa
         prenda del mismo Cristo,
no te manche lo cándido mi mano;
         que, en esta selva umbrosa,
         con la piel que me visto,
de mis astucias te defiende en vano.
         Al monte soberano
         di, Cordera de nieve,
         que tu Pastor te lleve;
que, si de sus valientes perros fía,
         bien sabe que mis presas
tengo en sus pieles cándidas impresas.
         Sus mejores ganados,
         sus corderas más blancas
les quito, y a pesar de sus mastines;
         porque suelo a bocados
         deshacer sus carlancas,
aunque fueran alados serafines.
         Cordera, que en jazmines
         tienes la piel bañada,
por tus amores muero:
         deja el Pastor Cordero,
aunque te llame Dios su regalada;
         que aquí tendrás mejores
campos en que vivir, pastos y amores.
(Salen EL APETITO y EL DESCUIDO, pastores.)
APETITO    Aquí está el Lobo.
DESCUIDO                                Perdidos
en tu busca andamos hoy.
LOBO    Por donde quiera que voy
los aires tengo encendidos
con los suspiros que doy.
¿Qué nuevas hay de mi pena?
APETITO    La selva, de temor llena,
todo el ganado retira;
que, cuando el Lobo suspira,
alguna oveja condena.
LOBO    ¿Cómo puede condenar
a quien condenan los cielos
eternamente a penar,
y más después que con celos
me condena a un mar de amar?
¿Habéis visto a la Cordera
que todo en amor me abrasa?
APETITO     Hoy, cuando con luz escasa
de la contrapuesta esfera
el sol a la nuestra pesa,
y las hojas de las flores
a sus claros resplandores
enjugaban el rocío,
bajaba el ganado al río,
cantando al Cordero amores.
Yo vi sus hermosos ojos,
que tuvieran por despojos
a las estrellas del cielo,
salir de un listado velo
a darte celo y enojos;
porque, viendo flores tantas,
dijo: -Por aquí pasaron
de mi Cordero las plantas;
que sus estampas dejaron
aquestas reliquias santas.
Saya y sayuelo traía
tan bien prendido, que hacía
una pintura su talle,
no habiendo espejo en el valle
fuera de una fuente fría.
Mas, como se mira en Dios,
no me espanto de su aseo,
cuando tan limpia la veo;
que pone amor en los dos
la de su casto deseo.
De patenas y corales
no te quiero encarecer,
joyas de virtudes tales
que pueden resplandecer
entre signos celestiales.
Llegando, pues, a tratar
de los pies de la Cordera,
sólo te puedo afirmar
que los pudiera engastar
el sol en su cuarta esfera;
que por besar las virillas,
ya por las chinelas presas,
de los prados y dehesas
las azules campanillas
se les quedaban impresas.
Yo, que detrás de un ciprés
su belleza contemplaba,
veo que al prado bajaba
aquel Pastor, cuyos Pies
el sol entonces besaba.
Por mi vida, que es galán,
y que no en balde le dan
nombre de Pastor Cordero,
que en este prado primero
lo enseñó al mundo San Juan.
¡Oh, qué cabello traía,
nazareno y enrizado!...
Aunque entonces le tenía
de rondar noche tan fría
lleno de aljófar helado.
Blanco pellico y zurrón,
en que debe de traer
la yesca y el eslabón,
con que debe de encender
al más tibio corazón.
Turbéme, que, corno ve
todas las cosas, no fue
parte el ciprés, aunque grueso,
para esconderme, y por eso
lo que le dijo no sé.
Tú (pues que yo soy grosero)
pensarás, juntos los dos,
lo que pasa, Lobo fiero,
entre Dios, Pastor Cordero,
y un Alma que busca a Dios.
LOBO    ¡Perderé vida y sentido,
supuesto que soy eterno!
Tristes nuevas me has traído;
¡qué trágico nuncio ha sido!
Páguete el porte el infierno.
No tienes que me contar:
mejor es dejar en calma
lo que pudiera pasar;
que, juntos Cristo y un Alma,
ya sé lo que han de tratar.
Cristo no la ha menester
para que en lo que ha de hacer
le aconseje: es Dios su espejo;
es Ángel del gran Consejo,
igual en ciencia y poder.
Cristo no ha de preguntalle
cómo criará las flores
y las plantas deste valle;
dirále tiernos amores,
desde los ojos al talle;
y ella al Pastor, que reside
entre azucena y azahares,
su pecho dará, en que anide.
sin que requiebro se olvide
del libro de los Cantares.
¡Oh Apetito, qué tormento
me has dado! De celos rabio:
no hay amor con celos sabio;
porque ya en el pensamiento
anticiparé el agravio.
Yo me mataré, yo haré
una fábula de Orlando
por estas selvas.
APETITO                          Yo sé
que, de fábulas hablando,
hoy tu remedio seré.
¿No has oído que guardó
Argos la niña que Juno
en novilla transformó
y que, velando importuno,
Mercurio sueño le dio?
Pues la palabra te empeño
que mi ingenio, aunque el Cuidado
vele al Alma desvelado,
sus cien ojos rinda al sueño;
en Mercurio transformado.
Tú verás cómo le quito
la vida, el alma y los ojos.
LOBO    Quitado me has, Apetito,
gran parte de mis enojos.
APETITO    A las obras me remito.
LOBO    Tú, Descuido, no lo seas;
ayuda mi pretensión.
DESCUIDO    Si llegare la ocasión,
yo haré que mi engaño veas.
LOBO    Todos sabéis mi pasión.
¡Alarma, pastores míos!
Mostrad agora los bríos:
sepan que sois mis pastores
volved veneno las flores,
y corran fuego los ríos;
que si tú le echares sueño
a los ojos del Cuidado,
que la guarda en este prado,
yo seré del Alma dueño,
por más que vele el ganado.
Yo sé que el Lobo infernal
entrará por sus cabañas,
si tú, Apetito, la engañas;
que en quitándole la sal
pacerá nuestras montañas.
Lobo soy que a Dios me atrevo:
robaréle la cabaña,
si todo Dios le acompaña:
no le temo, ni le debo,
desde mi primera hazaña.
Probar mis dientes querría
en este Cordero yo,
si bien, con tanta porfía,
bravo bocado nos dio
a mí y a la Muerte un día.
Mas vamos, que en esta tierra
no temo ninguna guerra
ni a sus mastines recelo;
que si él es Dios en el cielo,
yo príncipe de la tierra.
(Vanse. Y sale LA CORDERA y LA VOLUNTAD, de serranas.)
VOLUNTAD             Parece que te inclinas,
         Alma, al Pastor Cordero.
CORDERA             Si sus partes divinas,
         Voluntad, considero,
¿dónde hay Pastor como el Pastor que quiero?
VOLUNTAD             No puede ser que halles
         tal dueño en todo el suelo:
         a los humanos valles,
         con amoroso celo,
bajó del monte de su eterno cielo.
         ¡Oh, qué grande hermosura!
CORDERA             Voluntad, yo le adoro,
         con alma honesta y pura,
         por único tesoro:
sigo sus pasos y su ausencia lloro.
         Pastores de la tierra
         va no me dan contento:
         del alma los destierra
         su dulce pensamiento;
¡tales regalos de sus brazos siento!
         Peinábase la aurora
         hoy sus rubios cabellos,
         y la esmaltada Flora,
         de la hermosura dellos,
bañaba en hilos de oro lirios bellos.
         Las cristalinas fuentes,
         para ver sus colores,
         hacían sus corrientes
         espejos de las flores,
las dulces aves altercando amores;
         cuando el Esposo mío,
cuando aquella belleza,
         cubierta de rocío
         la divina cabeza,
la noche esclareció de mi tristeza.
         -¿Qué haces (me decía),
         Cordera de mis ojos?
         Que, como no te vía,
         todo me daba enojos:
¡quién pensara que Dios tuviera antojos.
         Yo entonces, deslumbrada,
         miraba su hermosura,
         y díjele turbada:
         -Luz soberana y pura,
¿esto escucha de Vos mortal criatura?
         Decirte los amores
de aquella lengua, penetrante rayo,
         será contar las flores
         que abril previene a mayo;
hasta que en dulce sueño me desmayo.
VOLUNTAD             ¡Ay, Alma! Persevera
         en amores tan justos;
         pues eres su Cordera,
         no le des más disgustos:
¡olvida, oh Alma, los humanos gustos!
         Mira lo que le debes:
         no salgas de su prado,
         pues tales aguas bebes,
         y en pasto regalado,
no yerbas comes, sino Pan sagrado.
(Vase LA VOLUNTAD. Entra EL PASTOR CORDERO y CUSTODIO, de pastores.)
CUSTODIO    Adora, Pastor Cordero,
tu hermosura, gracia y talle.
PASTOR    Y yo por ella me muero.
Deciende, Custodio, al valle,
y dila que aquí la espero:
búsqueme una vez a mí,
de cuantas yo la he buscado.
CUSTODIO    La Cordera viene allí.
CORDERA    Flores y fuentes del prado
me daban nuevas de ti,
unas con süave olor
y otras con risa. Pastor,
dame mil veces tus pies.
PASTOR    Alma, norabuena estés:
si sabes lo que es amor,
ven a mis brazos, y advierte
lo que eres de mí querida,
pues que, por verte y quererte,
desde el monte de la vida
bajo el valle de la muerte.
¿Cómo estás? ¿Cómo te ha ido
en mi ausencia?
CORDERA                        No ha salido
sin ti mi sol, que sin ti
no puede haber vida en mí;
que de mí, sin ti, me olvido.
Tú me animas, que eres alma
de todos mis movimientos:
faltarme tú me desalma,
que todos mis pensamientos
sin tu luz padecen calma.
Eres autor de la vida:
no puede haberla sin ti.
PASTOR    ¡Ay, mi Cordera querida,
que tanta verdad en mí
no merece fe rompida!
Cuando pasares a extremo
de tanto amor como el mío,
que es el grado más supremo,
por las huellas de tu brío
que lobos te sigan, temo;
mayormente de aquel fiero
que de la infernal cabaña
baja, hambriento y lisonjero,
tras el ganado que baña
sangre del Pastor Cordero.
Toda la noche camina,
sin que los perros lo sientan,
y al aprisco se avecina.
CORDERA    En vano hacer presa intentan
en tu cabaña divina:
no temo esos lobos yo;
que, con tu favor, jamás
su fuerza el alma venció.
PASTOR    Ya que en mi ganado estás,
ya que mi marca te herró,
Alma, la cifra y señal
de mis cándidas corderas,
quiero de mi blanca sal
darte la gracia que esperas.
CORDERA    Será favor celestial.
PASTOR    Acércate, que bien puedes:
llega a la boca la mano,
para que en mi gracia quedes.
CORDERA    No soy, Pastor soberano,
digna de tantas mercedes.
PASTOR    Llega, pues eres mi Esposa.
CORDERA (Llégase a su mano.)
   ¡Ay, mi Dios! ¡Ay, mano hermosa,
que se me ha turbado el alma!
Pasada tenéis la palma:
¿es llaga, es rubí o es rosa?
Todo lo debe de ser,
dando a nieve celestial
esmaltes de rosicler:
mirad, Señor, que la sal
della se os puede caer;
pasadla desde la diestra
a esotra mano, Señor.
PASTOR    Ya la paso, para muestra
de mi dolor y mi amor.
CORDERA    Dadme agora la sal vuestra.
¡Ay de mí! También aquí
hay otra herida, Señor.
PASTOR    Éstas me dieron por ti.
CORDERA    Mucho me pesa, Pastor,
de que os hiriesen por mí.
No me atreveré a besar
las heridas que causé.
PASTOR    Pues bien, las puedes tomar
del pecho, aunque en tanta fe
no tiene amor que dudar.
CORDERA    Estoy tan favorecida
que me atrevo a vuestro pecho.
(Llégase.)
¡Ay, mi Dios, qué grande herida!
PASTOR    En mi corazón la has hecho,
dulce Cordera querida,
con uno de tus cabellos.
CORDERA    Yo me desmayo, Pastor.
Tened, querubines bellos,
un alma muerta de amor.
(Queda desmayada.)
PASTOR    Alma, descansa con ellos.
Cubre, Custodio, de flores
mi esposa, muerta de amores
después que el pecho me vio,
mientras que me ausento yo
para secretos mayores.
Esparce azucenas bellas
a su castidad, y entre ellas,
rosas de su limpio celo,
porque ya mi esposa es cielo
y parecerán estrellas.
(Caen flores desde una nube sobre LA CORDERA. Vase el PASTOR.)
CUSTODIO    Alma, aunque el Pastor se va,
contigo se queda; duerme.
¡Ah, Cuidado! ¡Hola, Cuidado!
(Sale EL CUIDADO, Pastor, con ojos.)
CUIDADO    ¿Quién llama?
CUSTODIO                         Descuido es éste:
Custodio soy.
CUIDADO                      Pastor mío,
¿qué es lo que al Cuidado quieres?
CUSTODIO    El Alma duerme, Cuidado,
en un desmayo que tiene.
CUIDADO    ¡Oh, qué llena está de flores!
CUSTODIO    Aquella nube las llueve.
CUIDADO    Paloma y con tantas rosas,
mazapán blanco parece.
¿De qué le ha dado este sueño?
CUSTODIO    De regalos, con que quiere
entretenerla el Pastor.
Mira, Cuidado, que veles
con los cien ojos que traes,
que ya que en ojos te vuelves,
no es justo que venga el Lobo
y la Cordera te lleve.
CUIDADO    ¡Malos años para él!
Déjame, Custodio, vete;
que no la podrá llevar
si todo el infierno viene.
CUSTODIO    Ansí lo creo de ti:
lo que importa a Dios advierte
(pues te dejo, mi Cuidado),
que un instante no la dejes.
(Vase.)
CUIDADO    Alma, Custodio se ha ido,
aunque siempre te defiende.
Argos tuyo soy agora:
despierta y vela.
CORDERA (Volviendo en sí.)
                         ¿Qué quieres?
CUIDADO    Que a Pedro Pastor escuches,
el que las dos llaves tiene
de la cabaña divina,
con que abrir y cerrar puede.
CORDERA    ¿Pues qué dice el Pastor Pedro?
CUIDADO    Que velando te desveles,
que anda el Lobo por aquí,
con las presas de sus dientes,
rugiendo como león,
para devorar quien duerme.
Entra en la cabaña, y mira
que estés advertida siempre
y prevenida con luz,
como pastora prudente,
que yo quedaré a la puerta:
y yo te juro que lleve
linda pedrada, si llega;
que también tiene Migueles,
como en el cielo, en la tierra,
el Señor omnipotente.
CORDERA    Pues estás tan advertido,
voy, Cuidado, a entretenerme
en pensar de mi Pastor
las gracias y las mercedes.
(Vase. Entra en la cabaña.)
CUIDADO    Yo me desciño la honda,
y aunque en el cuerpo y la frente
excedo en ojos las luces
que en el cielo resplandecen,
quiero llamar los mastines.
¡Hola, Cuidado! ¿En qué entiendes?
¡To, to, Razón! ¿Dónde estás?
¿De esa manera previenes
cuidadosa la cabaña?
Gente suena... ¿Quién es este
que con celestial deidad
del mismo cielo desciende?
(Sale EL APETITO, en la forma de Mercurio, con alas y el caduceo con dos sierpes.)
APETITO    ¿Cuidado?
CUIDADO                    (Mi nombre sabe:
Todo el temor me ha quitado.)
APETITO    ¿No me conoces, Cuidado?
CUIDADO    O sois hombre injerto en ave,
o sois alguna deidad.
APETITO    Eres villano, grosero,
pues no te informa primero
de quien soy mi claridad.
CUIDADO    Señor, hay tantos bellacos
en el mundo entretenidos,
unos de seda embutidos
y otros metidos en sacos,
que no puede conocer
el hombre cuál es virtud;
y así estoy con inquietud.
APETITO    ¿De qué la puedes tener?
CUIDADO    Han hecho ya granjería,
según aquí nos refieren,
para alcanzar lo que quieren,
los hombres, la hipocresía.
Gánase lindo dinero
con andar mortificados:
son honrados, regalados,
y siempre en lugar primero.
En cualquiera pretensión
siempre se llevan la palma,
que, como es oculta el alma,
no se les ve la intención.
Quien sirve a Dios despejado
y alegre, ése sirve a Dios.
¿Quién sois, en efecto, vos,
que os acercáis al ganado?
Sabed que se andan tras él
muchos de quien Dios se cansa,
que solamente descansa
en el corazón fiel.
Si sois destos bellacones,
¡voto al sol!...
(Hace que le quiere tirar con la honda.)
APETITO                       Tente, ignorante,
que a un ángel tienes delante
con todas sus perfeciones.
CUIDADO    Holgaré que me deis muestra
de lo que voláis: volad
de ese monte a la ciudad;
levantaos, por vida vuestra,
que con esto lo sabré.
APETITO    Lo que a Cristo le pedía
el demonio, tu osadía
me pide, traidor sin fe.
Esto de pedir señales
es muy de la gente hebrea:
la fe quiere Dios que sea
libre de personas tales.
(Tócale con la vara y se va durmiendo.)
   Tocaréte con la vara
y poco a poco veras
quién soy.
CUIDADO                 Pues ¿sueño me das?
Desvela la lumbre clara
y aduerme la noche escura;
¿cómo, si eres claridad,
me das sueño? La verdad
nunca tinieblas procura.
APETITO    Allá, en las tierras del mundo,
hay entre montes soberbios
una famosa ciudad...
CUIDADO    Si es en el mundo, a lo menos
no será la de San Juan,
labrada en pórfidos tersos,
con tantas hermosas puertas
y tantos ángeles bellos.
APETITO    Hay en aquesta un palacio,
adonde su trono ha puesto
la Lascivia, reina hermosa
de los humanos deseos.
Tiene vestidas las salas,
para mayor ornamento,
de pinturas, con historias
de sucesos poco honestos.
Amón mirando a Thamar...
¿No me entiendes?
CUIDADO (Medio dormido.)
                             Ya os entiendo,
que por tomar un jamón
hubo notable suceso.
APETITO    Thamar digo.
                       ¡Ansí, Tomás!
APETITO (Aparte.)
   (Ya tiene mi engaño efecto.)
Y David a Bersabé,
en dos lienzos de gran precio...
¿Qué dije?
CUIDADO                  Que Bernabé
trajo a París muchos lienzos.
APETITO (Aparte.)
   ¡Aquí, infierno, aquí, favor!
CUIDADO    Ángel, bien: todo lo entiendo.
APETITO    Salomón a las mujeres
de Idumea... ¿Estás en esto?
CUIDADO    Ángel, bien lo entiendo todo.
¿Pensáis que me estoy durmiendo?
APETITO    Los convites de más gusto
en esta sala se hicieron:
aquí el del rey Baltasar,
cuando los vasos del Templo;
aquí Holofernes cenó
y durmió el sueño postrero.
¿Mas qué, no me has entendido?
CUIDADO    Decís que el viernes postrero
habemos de cenar juntos.
(Duérmese.)
APETITO    Él va dormido; ¿qué espero?
¡Entra, fiero dueño mío!
¡Entra, Lobo del infierno!
(Sale EL LOBO.)
LOBO    ¿Durmióse?
APETITO                      Ya se durmió.
LOBO    Mira que el Cuidado es diestro,
¡cosa que finja que duerme
y que esté acaso despierto,
y nos cojan en la trampa
los pastores del Cordero!
Porque si es Argos del Alma,
tendrá, para daño nuestro,
los cincuenta ojos dormidos
y los cincuenta despiertos.
APETITO    Mal conoces esta vara
y los deleites propuestos
entra, que ya están dormidos
la Razón y Entendimiento.
LOBO    Entro en confianza tuya.
(Vase y entra en la cabaña de LA CORDERA.)
APETITO    ¡Vitoria, que ya tenemos
puerta en el Alma! Que Dios
en manos del hombre ha puesto
su libertad.
(LA CORDERA, dentro.)
CORDERA                  ¡Ay de mí!
¿Quién, con tanto atrevimiento,
ha escalado mi cabaña
y rompido mi silencio?
(Saca EL LOBO en brazos a LA CORDERA.)
LOBO    Cordera, ¿no me conoces?
El Lobo soy, que te llevo
al pasto de mis deleites,
al río de mis contentos.
¡No des voces!
CORDERA                        ¿Cómo no?
¡Custodio! ¡Cuidado! ¡Ay, cielos!
LOBO    Una vez hecha la presa,
ni los cielos ni su dueño
te sacarían de mis manos.
(Llévasela en brazos por un monte arriba y despierta EL CUIDADO.)
CUIDADO    Voces da el Alma y yo duermo!
¿Qué es esto?
APETITO                      Si te pregunta
Dios, como a Caín: ¿Qué has hecho
de tu hermano?, dile a Dios,
aunque le mientas, soberbio:
¿Soy yo guarda de mi hermano?
CUIDADO    ¡Oh ladrón, infame, perro!
¿Eres tú el ángel de luz?
¡Aquí, pastores, que creo
que nos han llevado al Alma!
¡Ah Razón, ah Entendimiento!
(Descíñese la honda y busca piedras para cargarla.)
APETITO    ¿Piedras me tiras, villano?
(Vase.)
CUIDADO    ¿Huyes, ladrón? ¡Si hoy no pierdo
la vida, no tengo honor!
Ellos van por aquel cerro.
¡Pobre Cordera, manchada
de aquel animal sangriento!
A la cabaña han llegado:
por mi descuido los veo
en los prados de los gustos,
de flores fingidas llenos.
¡Llorad, pastores, llorad,
cubrid de cilicio el pecho,
como Jeremías dijo!
¡Llorad, que, llena de miedos,
yace la cabaña sola,
como en el nevado invierno
la desamparada choza,
rotos los árboles secos!
En lo alto, una cabaña de flores, en que está EL LOBO, LA CORDERA, EL APETITO.
LOBO    Suspende, Cordera, el llanto.
Entra. ¿De qué tienes miedo?
¿Tiene Dios esta cabaña
y este prado tan ameno?
Yo sé que el monte de Cristo
(y que lo sabes sospecho)
es todo espinas y abrojos,
todo penas y tormentos.
Mira desde aquella altura
la tierra que te prometo,
y de que has de ser señora:
no mires, Cordera, el cielo.
Mira estos fértiles pastos,
de tan varios gustos llenos:
¡qué sombras para el verano!
¡Qué soles para el invierno!
¿Qué puede faltarte aquí?
CORDERA    ¿Parécete, Lobo fiero,
que por pastos temporales
podré trocar los eternos?
¡Ay, dulce Cordero mío!
LOBO    Entra, que ya no hay Cordero.
Ya estás en poder del Lobo:
no tienes, Alma, remedio.
CORDERA    Tus engaños me robaron,
que no por mi gusto vengo:
Mercurio fue tu Apetito,
que dio a mi Cuidado sueño.
Mi Esposo vendrá a librarme.
LOBO    Yo te gozaré primero.
Entra, que ya sabe Dios
que dientes y presas tengo.
(Éntranse en la cabaña.)
CUIDADO               ¿Quién dará a mi torpeza
agua para llorar tantos enojos,
         que con igual tristeza
descienda de las fuentes de mis ojos,
         a bañarme en su llanto?
¿Qué disculpa os daré, Cordero santo?
         En ángel transformado,
el Apetito dio a mis ojos sueño.
(Sale CUSTODIO.)
CUSTODIO    ¿De qué lloras, Cuidado?
CUIDADO    Tú lo sabes tan bien como su dueño.
        ¡Oh, nunca yo naciera!
Lleváronse, Custodio, la Cordera.
CUSTODIO    ¡Qué buena cuenta diste
de lo que te encargué! Ya, en fin, Cuidado,
descuido te volviste.
CUIDADO    Vino el traidor en ángel transformado,
         con una vara de oro,
fingiendo plumas y real decoro.
         De dos en dos traía,
en los brazos, los pies y la cabeza,
         seis alas, que tendía
para mostrar seráfica belleza,
         como si el fementido
del arca del maná lo hubiera sido.
         Pensé yo que medía,
como el de Ezequiel, el templo santo;
         y el infame venía
a echarme con la vara sueño tanto,
         que vino el Lobo fiero
y llevóse la Esposa del Cordero.
CUSTODIO          No imitas los pastores
(Cuidado, pues no fuiste el que solías),
         sabios y celadores,
que al Alma prometió, por Jeremías,
         y en la alta Sión dio pastos
de ciencia santa y pensamientos castos.
         ¿Qué haremos si, robada
por tu descuido, el Alma a Cristo pierde?
CUIDADO             Ni honda, ni cayada,
ni piedra hallé por este campo verde
         en mi favor. ¡Yo muero,
y llevóse la Esposa del Cordero!
(Sale EL PASTOR CORDERO.)
PASTOR             ¿En mi cabaña voces?
¿Qué es esto, guardas y pastores míos?
CUSTODIO             Que los lobos feroces,
a infames pastos, a viciosos ríos
         llevaron la Cordera,
que del Jordán moraba en la ribera.
         Tú, que todo lo sabes,
y eres todo, Pastor, ojos y manos,
         aunque con pasos graves
midiendo vienes estos verdes llanos,
         castiga el Lobo fiero.
CUIDADO    La culpa tuve yo, Pastor Cordero;
         descuidéme escuchando
la retórica vil del Apetito:
         echóme sueño, y dando
lugar al Lobo, que entre le permito:
         yo merezco la pena.
PASTOR    ¡Alma, no vivas en cabafia ajena!
         Dulce Cordera mía,
no te olvides de mí, si te han robado,
         que de noche y de día
te buscaré por monte, selva o prado,
         dando suspiros tales,
que enternezca los fieros animales;
         aunque los pies me pasen
duros abrojos, y otra vez espinas
         la frente me traspasen,
y vuelvan a llevar manos indinas
         a las aras sangrientas,
corderos siempre mudo a las afrentas.
         Noventa y nueve coros,
para buscar naturaleza humana,
         tras perdidos decoros,
dejé en mi patria eterna y soberana.
         Nací por ti en el suelo,
como humilde pastor, temblando al hielo.
         Desde entonces su nombre
me dan de Ezequiel las profecías;
         y porque al Lobo asombre
(como en esta ocasión), dijo Isaías
         que contra tantos fieros
llevaría en mis hombros los corderos.
         ¡Ay, Alma, no me olvides,
que yo te iré a buscar!
CUSTODIO                                   ¡Amor notable!
PASTOR             Si remedio me pides,
no hay estado, en tu ser tan miserable,
         de que mi amor se admire,
dile, Alma, al tuvo que por mí suspire.
         Acuérdome que un día
retrataste mi rostro en tu cayado
         no borres, Alma mía,
aunque se haya dormido tu Cuidado,
         jamás prenda tan alta:
¡no te falte la fe, si amor te falta!
         Que mientras la Fe vive,
vivir puede, Cordera, la Esperanza,
         pues hay adonde estribe.
CUIDADO    ¡Con qué blandura habló de su mudanza!
CUSTODIO    Es Pastor y Cordero.
PASTOR    Vamos, Cuidado, que cobrarla espero.
(Vanse. Sobre el monte infernal sale EL LOBO, EL DESCUIDO, EL APETITO, LA CORDERA, LA VOLUNTAD y músicos.)
LOBO    Alma, mira que eres mía:
alégrate, que es razón.
CORDERA (Con un cayado en la mano.)
   No puede mi corazón
tener, ausente, alegría:
tales mis desdichas son,
que de mi vida llegado
hubiera el punto postrero
a no tener retratado
a mi querido Cordero,
¡oh Lobo!, en este cayado.
Este consuelo he traído.
VOLUNTAD    Deja, señora, el llorar:
mira que es tiempo perdido.
CORDERA    ¿Quién te ha podido mudar,
Voluntad?
VOLUNTAD                 Yo, que lo he sido.
Acaba, que en estos prados
todo es deleites y gustos.
CORDERA    ¡Qué gustos tan estragados,
pues sus penas y disgustos
nunca se ven acabados!
Cayado en que mi Cordero
retratado al vivo está,
dadme el consuelo que espero.
LOBO    ¿Qué consuelo te dará
un retrato en un madero?
Si estimaras mi cuidado,
si me quisieras a mí,
¡cuánto mejor, olvidado,
tu Esposo estuviera en ti,
Pastora, que en el cayado!
Que aunque dél ya te divido
y estamos juntos los dos,
ese cayado he temido,
en que Dios te ha redimido,
más, Alma, que al mismo Dios;
porque, si él te hace acordar
del Pastor y de su amor,
mal puede otro amor amar
quien, para no le olvidar,
trae retratado el Pastor.
Si estás siempre contemplando
la sangre que por ti vierte,
¿cómo podré porfiando,
aunque me deshaga amando,
Pastora ingrata, vencerte?
Será invencible el rigor
de un Alma que, en mi desgracia,
desde que vio su Pastor,
desde que estuvo en su gracia,
viene vencida de amor.
Querráste tratar muy mal,
viéndote de Cristo ausente;
pues, Alma, no intentes tal:
breve es la vida mortal:
no la pases tristemente.
Ya tu ganado, olvidado,
sin dueño va por el prado:
¡tú no la tienes de mí,
y yo, muriendo por ti,
lástima tengo al ganado!
CORDERA    ¿Que te cansas en cansarme?
Déjame, Lobo.
VOLUNTAD                        Cordera,
no te maltrates, que es darme
disgusto.
CORDERA              Y aun apartarme
de ti, Voluntad, quisiera.
LOBO    Está agora con pasión;
cantadle alguna canción,
deleite y pastores míos,
que en estos mármoles fríos
pueda hacer tierna impresión.
(Siéntanse EL LOBO y LA CORDERA, y cantan.)
MÚSICOS (Cantan.)
   Corderita nueva,
de color de aurora,
no sois vos, vida mía,
para labradora.
Por montes viciosos
pisad clavellinas;
no son para espinas
vuestros pies hermosos,
pues tenéis celosos
dos reyes ahora,
no sois vos, vida mía,
para labradora.
(Duérmese LA CORDERA.)
LOBO    No cantéis más, que se duerme.
VOLUNTAD    Sirenas habemos sido.
LOBO    Si en mis brazos se ha dormido,
algún favor quiere hacerme.
Dejadla así, que yo haré
que de mi memoria esté
llena su imaginación.
APETITO    Basta tener posesión,
aunque cantan mal, a fe.
(Vanse.)
CUIDADO    Del fiero Lobo ofendido,
en su misma cueva estoy;
que (como el Cuidado soy)
estoy tan arrepentido,
Alma, de haberme dormido,
que me atrevo a los rigores
de sus deleites pastores,
y más mirando al Cordero,
celoso del Lobo fiero,
decirte en ausencia amores.
¡Qué rudo villano fui!
¡Oh, qué mal serví a mi dueño!
Argos fui, diéronme sueño,
con cien ojos me dormí.
El Cordero viene allí,
que, aunque viene disfrazado,
él ha visto mi cuidado;
y así viene el dulce Esposo
a seguir, como celoso,
y a ver, como enamorado.
(Sale EL PASTOR CORDERO con rebozo.)
PASTOR    Que duermas y que no veles
entre tantos enemigos,
Alma, ¡qué claros testigos
son que de mí no te dueles!
Cuando está por los canceles
Cristo tu Esposo mirando,
y cuando te está buscando,
¿estás, Pastora, durmiendo;
y cuando me estoy muriendo
me estás, ingrata, olvidando?
Alma, ¿qué es esto?
CORDERA (Entre sueños.)
                              Señor,
yo no os dejo, ni podría.
CUIDADO    En sueños habla.
PASTOR                              Alma mía,
¿duerme tu olvido o tu amor?
Aquí tienes tu Pastor.
CORDERA (Entre sueños.)
   Conozco que mi Cuidado
fue, por escuchar, culpado,
a unos traidores fingidos;
que, si no les diera oídos,
no hubieran al Alma entrado.
PASTOR    ¿Quiéresme bien?
CORDERA (Entre sueños.)
                              Sí, señor:
tanto como a Dios os quiero.
PASTOR    ¿Qué esperas?
CORDERA (Lo mismo.)
                          Remedio espero.
PASTOR    ¿Qué lloras?
CORDERA (Lo mismo.)
                      Mi grande error.
PASTOR    Como tengo mucho amor,
mucho sé yo perdonar.
CORDERA (Despierta.)
   Parece que os oigo hablar.
PASTOR    Despierta: hablemos los dos.
CORDERA    ¡Ay, Dios! Pensaba que Dios...
PASTOR    Tente.
CORDERA              Pero fue soñar.
¡Ay cielos! ¿Quién está aquí?
PASTOR    Un Mercader de ganado,
que lo perdido y hurtado
vengo a recobrar aquí.
CORDERA    A quien me ha comprado a mí
costó mi rescate un día
tanta sangre, que vertía
agua en su lugar. Fue sueño,
pues este dichoso dueño
soñaba yo que tenía.
PASTOR    ¿Quién te tiene ahora?
CORDERA                                      Un fiero,
un Lobo que me ha engañado:
por culpa de mi Cuidado,
perdí mi Pastor Cordero.
Y aunque loco y lisonjero
me promete un galardón,
si llega a mi posesión,
todos los bienes del suelo.
¿Cómo tendré, sin el cielo,
alegre mi corazón?
PASTOR    De ese villano he comprado
ganado perdido yo.
Y no porque él lo crió,
mas porque lo tiene hurtado.
Pues engañó tu Cuidado,
no le creas.
CORDERA                  Yo vivía
donde por madre tenía
la Fe, que no he de perder,
pues no le pienso creer,
mas a la Fe, madre mía.
PASTOR    ¿Quisiérasme más a mí,
si yo de aquí te sacara
y a unos pastos te llevara
llenos de luz?
CORDERA                     ¿Cómo así?
PASTOR    Hay unas aguas allí
que dan gracia y perfección.
CORDERA    Eso en tanta confusión
soñaba mi voluntad;
mas no diré si es verdad,
que los sueños sueños son.
PASTOR    Pues verdad es, Alma mía:
yo soy tu amado Pastor.
(Descúbrese.)
CORDERA    Dadme vuestros pies, Señor,
(Póstrase.)
por que en ellos de alegría
muera este dichoso día.
PASTOR (La levanta del suelo.)
   Ven conmigo.
CORDERA                         Iré con Vos
como con Dios, pues sois Dios.
Mi voluntad está aquí.
PASTOR    No está, que vendrá tras ti,
si vamos juntos los dos.
(Vanse. Y sale EL LOBO.)
CUIDADO    ¡Ay, ventura tan grande! ¡Ay, tan extraña
fuerza de amor!
LOBO                         ¿Qué es esto? ¿Forasteros
osan entrar en mi infernal cabaña?
CUIDADO (Aparte.)
   No espero yo tus desatinos fieros.
LOBO    Detente: ¿Eres pastor de esta montaña?
CUIDADO (Aparte.)
   Pies del Cuidado suelen ser ligeros.
¡No más llegarme a lobos disfrazados,
ni más fiarme de ángeles barbados!
LOBO    Sospecha me ha dejado justamente
este villano. ¡Cosa que ya quiera
piadoso Dios y enamorado ausente,
sacarme de las uñas la Cordera!
Escribirále a algún pastor que intente
vencerla con amores. Pero espera,
que te quiero mirar...
(Acércase a la cabaña. Sale EL APETITO.)
APETITO                                 Ya por tus voces
echo de ver que la traición conoces.
LOBO    ¿Qué traición, Apetito?
APETITO                                       Que ha robado
Cristo de tu cabaña la Cordera.
LOBO    ¿Cómo robado, ausente su Cuidado,
y ella durmiendo, cual si piedra fuera?
APETITO    Yo los vi juntos por el verde prado,
y del Jordán pasada la ribera,
a donde la lavó de sus errores,
subir al monte de Sión por flores.
LOBO    ¿Por qué no la tiraron mis villanos
mil piedras?
APETITO                   Ya otras veces los hebreos
pastores, con las piedras en las manos,
ejecutar quisieron sus deseos;
mas temen los azotes inhumanos
que, mirando en el templo sus empleos,
les dio una vez con hondas de cordeles.
LOBO    ¿Cuándo manos de Dios fueron crüeles?
Si Él a mí me azotara por su mano,
no me doliera tanto su castigo,
y más siendo ya Dios Pastor humano.
No parte en sus flaquezas, mas testigo.
Azotóme Miguel tan inhumano,
que del fiero rigor blasfemias digo;
que si de Dios por propia mano fuera,
algo de bien, en ser de Dios, tuviera.
APETITO    De que Job se quejó te has olvidado,
cuando decía, de miserias lleno,
que la mano de Dios le había tocado.
LOBO    No hay castigo de Dios sin algo bueno.
Pero Dios, en efecto, ¿me ha robado
mi Cordera, o la suya en pasto ajeno.
¡Pesar en cuanto no es Él mismo digo
cuando por Él de tanto bien me privo!
Pues yo revolveré cielos y tierra,
mares, ríos, con estos brazos solos;
el Nilo, y el Jordán, y cuanto encierra
con llave de oro el sol en sus dos polos.
Hoy le publico a Dios segunda guerra,
y cuerpo a cuerpo nos matamos solos.
APETITO    Loco y blasfemo estás.
LOBO                                       Estoy airado
de ver que de mi robo se ha vengado.
Hablaba Dios con su Cordera un día,
y le decía: -¡Oh Alma! ¿Qué te he hecho
(haciendo de una viña alegoría)
que me has abierto en una cruz el pecho?
Lo mismo digo yo: -Cordera mía,
¿qué te hizo mi amor?
APETITO                                  ¡Qué sin provecho
te quejas del Pastor!
LOBO                                 Quiero cansarme,
por parecerme a Dios hasta en quejarme.
(Por el monte opuesto, EL PASTOR CORDERO y LA CORDERA. Suben al monte. Hay una cruz en una granada. LA CORDERA sobre el hombro del PASTOR; él, coronado, de espinas; ella, de rosas.)
PASTOR    Alma, al eterno descanso
se va por esta aspereza.
CORDERA    Si voy sobre vuestros hombros,
Pastor, ¿qué queréis que sienta?
Pero ¿quién podrá subir,
oh misericordia inmensa,
al Tabor de vuestra gloria?
PASTOR    Conmigo subes, no temas.
CORDERA    Un día, Cordero mío,
me dijo un pastor profeta
que a vuestro monte podía
subir el que limpio lleva
el corazón y las manos
lavadas en su inocencia.
PASTOR    Dulce y agrio es el camino
de aquesta granada bella.
CORDERA    ¿Cómo lleváis vos espinas,
y yo flores?
PASTOR                   Por que tengas
tú el descanso, y yo el dolor;
tú la gloria, y yo la pena.
LOBO    ¿Son aquéllos, Apetito,
que van por aquella senda,
la Cordera y el Pastor?
APETITO    ¿Eso dudas? No los veas.
LOBO    Pastor, que al monte de Sión caminas,
con mi Cordera al hombro fatigado,
vuélveme el robo; detenedle, espinas.
¡Basta que vaya de ellas coronado!
¿Debajo de qué sombra el pecho inclinas,
Alma, que por quererle me has burlado?
¡Mira que es cruz y mira que yo vengo
por ti, para llevarte al bien que tengo!
APETITO    Ella se sienta, y Él se va subiendo
por la cruz, a ponerse en los tres clavos.
LOBO    ¿Qué haré, Apetito, que me estoy muriendo?
APETITO    Llama a tus lobos; vengan los más bravos.
PASTOR    En aquesta cabaña, en que, perdiendo
la vida, redimí tantos esclavos,
has de vivir sirviéndome, Alma mía,
hasta que llegue de mi gloria el día.
CORDERA    Desde aquí miro, Señor,
la cabaña verde y fresca
donde el Lobo me tenía.
PASTOR    Pintó flores, fingió yerbas:
¿Quieres ver cómo eran falsas?
Pues quitada la cubierta,
mira el fuego que descubre.
(Deshácese la cabaña del LOBO con fuego.)
APETITO    Ya sus engaños la muestra.
PASTOR    En esta cabaña mía,
puesto que es penosa y seca,
hay esperanza segura
de la gloria que deseas.
Pero ya es tiempo que comas
el pasto, amada Cordera,
que en prendas de tanta gloria
dejé a mi Esposa, la Iglesia.
(Música. Descúbrase una cortina, y estará el Santísimo Sacramento cubierto de una cruz.)
CORDERA    ¡Oh Pan del cielo! ¡Pan vivo!
¿Es posible que en la tierra
Pan de ángeles come el hombre?
LOBO    Desata, lengua blasfema,
el silencio de los labios,
contra aquella blanca prenda
de cuanto Dios le ha de dar
al Alma que le confiesa
por su Dios, por su Señor.
¡Que en la mesa de la Iglesia
quiera darse en Pan de vida
el Pastor a la Cordera!
Rabio, enfurézcome, muero;
y ¡ojalá morir pudiera!
Pero no puedo morir,
que a vivir Dios me condena
eternamente como Él.
¡Oh Pan, que más me atormentas
que la Cruz! Que al fin la Cruz
a Dios la vida le cuesta,
que me venga en algún modo
por sus dolores y afrentas.
Apenas puedo mirarle,
que, con ser mi pena eterna,
para tantas penas mías
parece que faltan penas.
Infierno soy de mí mismo:
¡no me diera Dios licencia
para que con estos dientes,
como lobo y como fiera,
deshiciera aquel Cordero!
¡Guárdate, Alma, que si pecas
y otra vez te vuelvo acá,
no hayas miedo que allá vuelvas!
CORDERA    No haré, Lobo, que ya soy
Esposa de Dios.
LOBO                          Pues prueba
a salir de su cabaña.
CORDERA    No saldré (por más que sepas),
dándome aquí Dios su gracia
y después su gloria eterna.
Arriba