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51

Muchas veces se han visto cumplidas estas maldiciones. Los hijos deben guardarse de merecerlas, y los padres de proferirlas. Todo es malo.

 

52

Crimen atroz, pero que no carece de ejemplares.

 

53

El padre Juan Martínez de la Parra, de la compañía de Jesús.

 

54

Hablamos aquí de los padres decentes y bien nacidos, que obran de este modo, no de la gente vulgar que no abriga ningunos sentimientos regulares, pues a éstos no los corrige la crítica ni la persuasión. Estos bárbaros que llevan al hijo a que los cuide cuando el aguardiente los arroja por las calles; otros que los llevan al juego, y aun juegan con ellos; otros en cuyas pocilgas jamás se oyen sino maldiciones, juramentos, riñas y obscenidades, etc.; éstos no sólo no pueden dar a sus hijos buena educación ni buen ejemplo, porque son unos brutos racionales, sino que por esta misma razón, siempre los imbuyen en sus errores y preocupaciones, y con sus perversos ejemplos les forman un corazón de demonios. Ésta es una triste verdad, pero verdad que si se quisiera desmentir, hablaran en su favor las pulquerías, tabernas, villarcitos, cárceles, y calles de esta ciudad, que no están llenas de otra polilla que de estos haraganes y viciosos. ¡Qué cosa tan grande fuera el hacerlos útiles al estado y a sí mismos! ¿Qué providencias más conducentes para el caso, que encargarse de sus hijos, proporcionándoles por amor y por fuerza la buena educación? ¿Y qué arbitrio, a mi parecer, más fácil para ello que el proyecto de las escuelas gratuitas que propuse en el tomo tercero do mi Pensador mexicano número 7, 8 y 9? Yo aseguro que practicado en todas sus partes, dentro de diez años nuestra plebe no fuera tan necia, viciosa e inútil como hoy. Esto sería hacer de las piedras hijos de Abrahán.

 

55

Jerem. 7. v. 18.

 

56

Para el caso lo mismo es matarlos a pesadumbres, que con veneno o un puñal. Todo es quitarles la vida.