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1

La representación debe situarse sin duda en esta pieza que habitualmente servía de estancia a la mujer en el siglo XVII. Había un primer estrado, un segundo o de «cumplimiento» y un tercero o de «cariño», para visitas íntimas. Servían de asiento almohadas de terciopelo de damasco, pero a los visitantes se les ofrecían sillas forradas de ricas telas. La localización de este espacio es importante tanto para el desarrollo del argumento como, sobre todo, para la dinámica entre la vida social y la realidad de lo doméstico y privado. El hecho de que sea un estrado tiene, por tanto, una función a la vez temática y escenográfica. Este doble punto de vista, muy propio del teatro, lo encontramos también en Don Pegote y en La Rabia.

 

2

Correas, p. 304: «Xuan de buen alma: A uno que es bonazo y flojo.» La intención cáustica de Calderón va más allá, dando la clave de todo el discurso de la viuda y la mojiganga, ya que el apelativo era sinónimo de cornudo. Vid., vg. Sueño de la Muerte, de Quevedo: «Es un Juan de buen alma, dicen al marido que sufre, al galán que engañan, al hombre que estafan, al señor que roban y a la mujer que embelecan» (SDQ, p. 240). Sobre la utilización de nombres caracterizadores y del material folklórico en general, vid. Introducción, 5.1.

 

3

39-40 El personaje del Escudero tiene una funcionalidad dramática muy libre, ya que, como se verá posteriormente, entra y sale de escena sin que sus movimientos hayan sido acotados. Asimismo pronuncia reiteradamente esta sentencia, con seguridad en aparte hacia el público. La idea del paso de una situación de pesadumbre a otra mucho más festiva es característica de la mojiganga (vid. Las visiones de la muerte, vv. 249-252, o La garapiña, vv. 146-149). No es de extrañar, por tanto, que Floresta, 1680, suprima sistemáticamente esta intervención, ya que allí se edita como entremés. Vid, nuestra ponencia «Morfología de la mojiganga en Calderón» (en prensa), presentada en el Congreso Internacional sobre Calderón y el teatro español del Siglo de Oro, Madrid, 1981.

 

4

Era extraordinaria la afición al chocolate en la época. El de Guajaca (v. 72) era extraordinariamente celebrado, recibiendo el nombre del convento de religiosas que lo elaboraron mezclando el cacao con el azúcar, recién importado del Nuevo Mundo. Según Néstor Luján, Guajaca es la Oaxaca actual de Méjico. De hecho, al chocolate se llega a llamar «agasajo de Guajaca». Cf. N. Luján, «La gastronomía del chocolate», en El libro del chocolate, Barcelona, Nestlé, 1979, p. 106. Vid. nota al v. 107 de la mojiganga La garapiña.

 

5

Duelos y quebrantos: a propósito de idéntica alusión en Quijote (I, 1), A. Castro explica el sentido de la extraña expresión: «Que se trata de una cuestión estimativa, y no de un análisis objetivo, se ve sin más por otra expresión polarmente opuesta: 'Güevos y torreznos, la merced de Dios', según decía C. de Covarrubias... desde el punto de vista cristiano nuevo, comer tocino era motivo de 'duelos y quebrantos', expresión que se usaba normalmente en otros casos para decir que alguien estaba 'dolido y quebrantado' física y moralmente; y desde el punto de vista del cristiano viejo, el tal manjar era 'merced de Dios'...» («Sentido histórico literario del jamón y del tocino», en Cervantes y los casticismos españoles, Madrid, Alianza-Alfaguara, 1974, p. 26).

 

6

Para una mejor visualización de la escena es útil saber que Floresta, 1680, acota aquí: «Saca luces Isabel y siéntanse todos», y que María «Pónese la servilleta y el plato en las faldas».

 

7

Salvilla: «pieza de plata, estaño, vidrio o barro, de figura redonda, con un pie hueco en la parte de abajo, en la cual se sirve la bebida» (DA).

 

8

Amarrida: triste, pesarosa, afligida (DA).

 

9

Anteriormente se la ha llamado Doña Brianda. Las ediciones, poco cuidadas, solían abundar en estos errores.

 

10

Según Floresta, 1680, que, como se está viendo, ofrece un sistema de acotaciones más complejo que el de Primera parte, 1670.