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EL PINTOR CHRISTIANO, Y ERUDITO,

Ó TRATADO DE LOS ERRORES que suelen cometerse freqüentemente en pintar, y esculpir las Imágenes Sagradas

Juan Interian de Ayala






ArribaAbajoTOMO PRIMERO

Portada del tomo primero

AL EXCEL ENTISIMO SEÑOR
CONDE DE FLORIDA-BLANCA,
PRIMER SECRETARIO DE ESTADO, &c.
EXC.MO SEÑOR.

SEÑOR:

Esta obra que presento á V. E. se dirige á la instruccion de los Pintores,   —II→   y Escultores en lo tocante á la historia, y á los ritos, y costumbres de las Naciones, y principalmente en lo que mira á la Religion, y á la Historia Sagrada, y Eclesiástica para las Imágenes que se exponen a nuestro culto, y cuyos defectos en esta parte pueden imbuír errores perjudiciales al pueblo rudo, é ignorante. Escribióla su Autor quando parece vaticinaba las ventajas, y progresos de las Nobles Artes en tiempo que unos Príncipes, justos apreciadores de todo género de mérito, les darían la mano para levantarlas, erigiendo Academias, y fomentando con el premio, y con el honor   —III→   á sus Profesores. Yo la he traducido al Idioma Castellano quando aquella prevision se halla verificada con tantos aumentos en el gobierno de un Monarca glorioso, á quien por tan justos títulos se debe el nombre de Restaurador de las Artes: y siendo V. E. el actual instrumento de sus beneficencias, y el que como Protector de las mismas Artes las ha procurado mas brillante esplendor, por el exquisito, y delicado gusto que tiene en ellas, no podia dexar de ponerla baxo de su patrocinio dando al público un testimonio de lo mismo que él reconoce, y de lo que confesará siempre con gratitud la posteridad,   —IV→   en la que aseguran á V. E. las Ciencias, y las Artes un inmortal renombre.

Nuestro Señor guarde la vida de V. E. muchos años para bien de estos Reynos.

Madrid, y Abril 15. de 1782.

EXC.MO SEÑOR.

SEÑOR:

B. L. M. de V. E.
su mas atento servidor, y Capellan
Luis Durán.



  —V→  

ArribaAbajoPROLOGO

Leyendo las Obras del Señor Benedicto XIV. habia encontrado citada repetidas veces, y siempre con singular elogio, la que ofrezco traducida al Público: lo que al paso que me hizo formar un concepto grande de ella, no pudo menos de estimularte á leér un libro que merecia tanta atencion á un Pontífice tan sabio. Desde luego me tuvo su lectura como aprisionado, y cautivo, ya por las materias curiosas que trataba, ya por su estilo, y pureza en la Lengua Latina, ya por su vasta, y recóndita erudicion, de que está llena toda la obra: pues quando parece apartarse algun tanto de su objeto principal, es para darnos sobre otras materias tanta doctrina, que todo cautiva, y enamora. Y como refiriese á un Amigo mio este concepto que habia formado, me instó mucho á que emprendiese su traduccion: pero considerando yo lo dificil de traducir bien de un Idioma á otro, y que quanto estaba este libro mas hermoso, y elegante en Latin, tanto se hacía mas dificil darle la debida propiedad que le correspondia en Castellano, no pude asentir luego á su proposicion, mayormente no siendo mi lengua nativa la Castellana, y habiendo pocos años que habia venido á Castilla. Sin embargo, como el Amigo continuase en instarme, y proponerme la utilidad, y beneficio que de la traduccion   —VI→   de dicho Libro podia resultar al Público, y aun á la Iglesia, ponderando quánta lástima era que no estuviera en Romance un libro que se dirige á instruír á los Pintores, y Escultores, de los quales pocos saben la Lengua Latina; y quánto bien se conseguiría reformando en las Imágenes Sagradas muchos abusos que sabiamente reprehende el Autor en esta obra: añadiéndose á esto, que estando tan florecientes en nuestra España las nobles Artes de la Pintura, y Escultura por la Real proteccion que han logrado de nuestro Augusto Monarca Carlos III. (que Dios guarde), en ningun tiempo como al presente podia ser mas conveniente el darse á luz en lengua vulgar un libro que trata con particularidad de los defectos, y absurdos que cometen freqüentemente Pintores, y Escultores en las Imágenes Sagradas, ó por su falta de instruccion, ó por condescender con los desvariados caprichos de los que las encargan; dexéme vencer de sus razones, y emprendí esta traduccion tal vez superior á mis fuerzas por muchos títulos. No bien habia comenzado, quando tropecé luego en mil dificultades, y estuve por desistir de la empresa. Tenia presente lo que no mucho antes habia leído en el doctísimo Español, y Traductor célebre de muchos libros el P. M. Fr. Luis de Leon1, hablando del oficio del Traductor: Entiendo (dice este Autor) ser diferente el oficio del que traslada... del que..... explica,   —VII→   y declara. El traslado ha de ser fiel, y cabal, y si fuere posible, contar las palabras, paradas otras tantas, y no mas, ni menos, de la misma calidad, y condicion, y variedad de significaciones, que son, y tienen los originales, sin limitallas á lo que solo entiende á su propio sentido, y parecer: para que los que leyeren la traslacion, puedan entender toda la variedad de sentidos, á que dá ocasion el original. Y si bien es verdad, que el citado Autor habla en este lugar particularmente de la traduccion de Libros Sagrados en lengua vulgar; pero está claro que á los Traductores de qualesquiera libros extiende él dicha proposicion, y que de ella vá como descendiendo á los Traductores de Libros Sagrados: de manera que sentada aquella proposicion universal, baxa despues á las particulares, queriendo que lo que debe observar todo Traductor, esto mismo lo ha de observar con mucho mas rigor, y exâctitud el que traduzca Libros Sagrados: que por esto, como antes hubiese dicho: Entiendo ser diferente el oficio del que traslada, añadió luego, mayormente escrituras de tanto peso. Pero hé aquí, que quando queria observar rigurosamente las leyes que prescribe á los Traductores el P. Fr. Luis de Leon, tropezaba en otro escollo, no sé si mayor que el primero, acordándome de lo que habia escrito S. Gerónimo en el Proemio al Cronicon de Eusebio Cesariense: Muchas veces (dice el Santo Doctor) parece como embarazado en un escabroso terreno el caudaloso curso de la eloqüencia de Ciceron (hablase de la traduccion del Económico de Xenofonte, que Tulio hizo en su   —VIII→   juventud, segun él mismo manifiesta á su hijo en el Lib. 2. de Offic.) Nadie que ignore que traduce, conocerá en ella la pluma del Orador Romano. No vulgar pulso se necesita para seguir lineas agenas, sin torcer la mano á otra parte..... Cada lengua tiene expresiones, y figuras tan particulares, y un caracter que le es tan natural, y tan propio, que si con puntualidad lo traslado, es estrangero a mi lenguaje; si lo mudo, falto a las leyes de la traduccion. De aquí es, que me hacía no pequeña dificultad el traducir fielmente, y con propiedad varias frases, queriendo ceñirme, y atarme á los precisos términos Latinos. Y para poner algun exemplo de los muchos que me suministra un libro tan bien escrito en Latin, como el que traduzco, ¿qué cosa pudiera haber más ridícula, que si aquella frase Latina, saltare extra chorum, que usa repetidas veces nuestro Autor, la hubiera yo traducido, saltar fuera del coro? dando motivo á que hicieran burla de mí, no menos que de aquel, de quien por haber usado de esta misma frase en Castellano, se rie el celebérrimo Español, y hombre versadísimo como el que mas en la Lengua Latina, Francisco Sanchez de las Brozas2 en su sabia Minerva. En esta, y otras frases semejantes en que el traducir palabra por palabra, sería no dar al Latin el debido sentido que le corresponde en Castellano, me ha sido forzoso apartarme de la precisa significacion que tienen cada una de las palabras Latinas en particular. A excepcion de dichas frases, que   —IX→   de suyo exigîan otro rumbo, y expresion en Castellano, me he ceñido, y atenido rigurosamente á las precisas palabras del Autor, guardando la mas escrupulosa exâctitud en mi traduccion: y aunque he puesto todo cuidado, y diligencia en dar el correspondiente sentido á las palabras Latinas; pero he procurado hacerlo sin decir nada mas de lo que dice el Autor, aun quando advertia, que con alguna ligera variacion, podía con mucha facilidad, y menos trabajo, dar mas gracia á la locucion Castellana: temiendo menos que se me censure porque no he acertado á variar bastantemente las palabras del original, y á darles toda la brillantez que podia tener la frase Castellana, que por haber faltado á las leyes de la traduccion: por estár persuadido á que se deben guardar religiosamente el sentido, y los pensamientos del Autor que se traduce. Ni he dicho esto con el fin de ensalzar mi traduccion: conozco, bien, que aunque en quanto lo han permitido mis cortos alcances, he puesto en ella la debida diligencia, habré faltado en muchas cosas; dígolo sí para hacer ver lo dificil que es traducir bien de un Idioma á otro, y para que mirándose con ojos benignos este mi trabajo, se disimulen, y excusen las faltas de mi traduccion. Solamente me resta advertir, que el Autor dividió su obra en ocho libros, y los puso en un tomo de á folio, y que yo para mayor comodidad del Público, la he dividido en dos tomos en quarto, poniendo en el primero lo que comprehenden los tres primeros libros en que trata el Autor de las Imágenes de Dios, de Jesu-Christo, de los Angeles   —X→   buenos, y malos, y de las Almas; y en el segundo he puesto los cinco libros restantes, en que se trata de las Imágenes de la Santísima Virgen, y de las de los Santos. Últimamente para dar alguna idéa del Autor, cuya obra he traducido, las noticias que he podido adquirir de él, son estas. En el Libro en que se escriben los Religiosos Mercedarios que mueren en la Provincia de Castilla, se halla la siguiente noticia: «El R. P. M. Fr. Juan Interian de Ayala, »fué natural de Canarias: hijo de Hábito del Colegio de Alcalá: Colegial, Lector, y Rector del »Colegio de Salamanca: Doctor Theólogo de dicha Universidad: Catedrático Jubilado de »Sagradas Lenguas: Predicador de S. M.: Theólogo de la Real Junta de la Concepcion: Vicario »Provincial in Capite de esta Provincia: Varon verdaderamente eminente en Sagradas, y humanas »Letras: dió á la prensa muchos, y muy eruditos libros: murió el año de 1730». El R. P. M. Fr. Ambrosio Arda y Muxíca en su Biblioteca Mercedaria, escrita en Latin, que se conserva en el Archivo del Convento de la Merced de Madrid, al principio del tomo II. en la letra I. trae varias noticias de nuestro Autor, y habiéndomela franqueado con la mayor urbanidad los RR. PP. Mercedarios de esta Corte, de allí he sacado lo siguiente. El M. R. P. M. Fr. Juan Interian de Ayala, oriundo de las Islas Canarias, nació en Madrid el año de 1656. Ya desde muchacho descubrió una muy buena índole, un gran talento, un ingenio felíz, y un ánimo dado á la piedad. Hallábase estudiando en Alcalá en el Colegio   —XI→   de Santa Catalina, y á los quince años de edad, resolvió dexar el mundo, y abrazar el estado Religioso, lo que con efecto practicó entrándose en la Orden de nuestra Señora de las Mercedes, en el Colegio de PP. Mercedarios de dicha Ciudad, donde profesó el año siguiente de 1672. Siguió despues con mucho ardor sus estudios en Salamanca, en cuya Universidad se graduó de Doctor en Artes, y en Theología; pero no ciñéndose su elevado ingenio á lo que debe saber precisamente un Filósofo, y un Theólogo, dióse al estudio de las Lenguas, Latina, Griega, y Hebréa, dedicóse á las bellas Letras, instruyóse en las historias antiguas, y modernas, no solo Nacionales, sí tambien extrangeras, labrando su ingenio laborioso con el conocimiento de todas aquellas ciencias, en que debe estár bien instruído un verdadero sabio. Regentó luego por algun tiempo en la misma Universidad de Salamanca la Cátedra de Filosofia, y de la Lengua Griega, hasta que habiendo vacado la Cátedra de la Hebréa, y hecho á ella su oposicion, la consiguió con comun aplauso de toda la Universidad; y despues de haberla regentado todo el tiempo prescripto por sus Estatutos, y satisfecho plenamente todos sus cargos, se le concedió la Jubilacion. Ademas fué condecorado con el honroso título de Rector del Colegio de Vera-Cruz. Adornado con tales prendas, y juntándose en él todas aquellas partes que deben resplandecer en un Prelado, fué elegido por su Orden Vicario Provincial de la Provincia de Castilla, la que gobernó con mucho acierto, desempeñando perfectamente   —XII→   los cargos de un Prelado zeloso, y laudable, sabiendo juntar las letras con la prudencia, y piedad. Despues de haber conseguido tantos, y tan distinguidos honores en la Universidad de Salamanca, y en su Orden, se vino a Madrid, donde manifestó ser un Theólogo consumado, un gran Orador, y Poeta, y lumbrera de toda España, de suerte que de todas partes acudian á él como á un Oráculo. En vista de tan relevantes circunstancias como concurria en él, fué nombrado Predicador de S. M. y Theólogo de la Real Junta de la Concepcion, cuyas obligaciones desempeñó cumplidamente. Ilustró á toda la Nacion con escritos doctísimos, con los quales admiró, y llevó tras sí los ánimos de los eruditos, por la elegancia de sus expresiones, por la gravedad de sus sentencias, por la excelencia de su recóndita erudicion, y por la perspicuidad de su ingenio. La Real Academia Española le nombró tambien por uno de sus Individuos, y en ella trabajó infinito para perficionar la grande, y vastísima obra del Diccionario de la Lengua Castellana, habiendo sido él uno de los Académicos que mas se distinguieron en este utilísimo trabajo. Finalmente, despues de haber impreso varias obras en Latin, y en Castellano, que harán perpetuo honor á su Autor, á la ilustre Religion de nuestra Señora de las Mercedes, y a toda España, á los setenta y quatro años de su vida laboriosa, que fué el de 1730. del Nacimiento del Señor, murió en Madrid á 23. de Octubre, y se fue, como es de creér, á gozar del premio de sus trabajos. Los libros que nos dexó escritos, son estos:

  —XIII→  

Vida de Santa María de Socós de la Orden de nuestra Señora de las Mercedes. Salamanca en 1695.

Descripcion de las Exêquias que en memoria de la Augustísima Señora Doña María de Austria, celebró la Universidad de Salamanca. Salamanca en quarto, año de 1696.

Varios Sermones distribuídos en dos tomos en quarto, de los quales el primero se imprimió en Salamanca en 1703. y el segundo en Madrid en 1720.

Aclamacion festiva de la Universidad de Salamanca por el nacimiento de Luis I. Príncipe de España, y el Sermon que sobre el mismo asunto predicó el mismo sagrado Orador, con otros versos, y Panegíricos. Salamanca en quarto, año de 1707.

Noticia de la enfermedad, muerte, y exêquias de la Serenísima Señora Doña María Luisa Gabriela de Saboya, Reyna de España. Madrid año de 1715.

Oracion fúnebre de Luis el Grande. Madrid año de 1715.

Catecismo de Fleury traducido de Francés en Castellano. Dos tomos en octavo, impresos en Madrid en 1718.

Exâmen diligente de la verdad. Demonstracion Histórica del Estado Religioso de S. Pedro Pascual de Valencia, Obispo de Jaén, Glorioso Martir de Christo, y Doctor ilustrísimo. Madrid en quarto, año de 1721.

Oracion fúnebre de Luis I. Rey de España. Madrid 1725.

Oracion fúnebre del Excelentísimo Señor Marqués de Villena. Año de 1725.

  —XIV→  

Oracion fúnebre del Serenísimo Señor Duque de Parma. Madrid en quarto, año de 1728.

Humaniores, atque amœniores ad Musas excursus, sive Opuscula Poetica. Matriti in 8.º anno 1729.

Pictor Christianus eruditus, sive de erroribus qui passim admittuntur circa pingendas, atque effingendas Sacras Imagines. Matriti in fol. anno 1730.

Dexó algunas obras ineditas, pero que estaban ya próxîmas á imprimirse, y son de no poca utilidad para la gente estudiosa, á las quales habia determinado poner los títulos siguientes:

Psaltes Egregius, sive de Usu, & abusu Cantus Ecclesiastici.

Agatarchia, sive de Optimo ac Christiano regimine.

Cleandria Hispanica, sive de Viris illustribus Hispaniæ, non quidem omnibus, sed iis tantùm, qui vel primi in dignitate aliqua adipiscenda, vel invento aliquo præclaro, atque utili, sese posteritati commendaverunt.

Cuyas obras, con otras muchas Oraciones Latinas, Arengas, y elogios de varios, así en prosa, como en verso (lo que es muy apreciable), se conservan en el Archivo general del Convento de la Merced de Madrid.



  —1→  

ArribaAbajoLIBRO PRIMERO


ArribaAbajoCAPITULO I

Qué se entiende por Imágenes Sagradas, y por errores que se cometen en pintarlas


1 Debiendo de tratarse en el discurso de toda esta obra de los muchísimos errores, que se cometen en pintar, y esculpir las Imágenes Sagradas, es necesario presuponer dos cosas: Qué entendemos por Imágenes Sagradas, y por errores, que freqüentemente se cometen en pintarlas,   —2→   y esculpirlas; pues con esto se nos descubrirá un camino mas dilatado, y mas facil, para poder tratar lo demas que se vaya ofreciendo. Así lo pide el buen orden, y acertado método de qualquier tratado, ó qüestion, como, segun acostumbra, advirtió sabiamente Ciceron, quando dixo3: Sea el que se fuese el asunto que se emprende, si se quiere seguir el orden, que prescribe la razon, es menester empezar por la definicion de la cosa, para dar una idea clara, y perfecta de lo que se va a tratar.

2 Aunque por Imágenes Sagradas se entienden peculiarmente las que de qualquier modo nos representan á Dios, á los Angeles, á Jesu-Christo, á su Santísima Madre, á los Profetas, á los Apóstoles, á los Mártires, y generalmente á todos los Santos, y Santas: con todo, en el discurso de esta obra, por estas dos voces, comprehendemos otras muchas, así por lo tocante á los hechos, que se representan, como por lo que respeta á las personas, y demas cosas, que sirven de adorno, y se añaden á las Imágenes Sagradas, que se pintaron, ó esculpieron. Entendemos tambien baxo dicho nombre aquellas Imágenes de personas, que de ningun modo son sagradas, como las del mal Ladron quando baldonaba á Christo pendiente de la Cruz, ó la descripcion del mismo Infierno; cuyas Pinturas las entendemos tambien baxo el nombre de Sagradas, por conducir mucho para una verdadera, y exâcta inteligencia de las Historias, y demás cosas Sagradas.

3 Por errores, que freqüentemente se cometen en pintar, y esculpir las Imágenes Sagradas (sobre que no hacen alto los que con poca, ó ninguna instruccion las están mirando), no entendemos aquí, ni comprehendemos los que cometen con mucha freqüencia aquellos malísimos Pintores, y Escultores, contra quienes están clamando   —3→   los preceptos de estas dos nobles Artes: y aunque tratarémos tambien en su lugar de aquellos errores mas groseros, que notan con displicencia, aun los que no tienen ninguna instruccion; pero no son estos los que principalmente intento reprehender (por ser este asunto mas propio, y peculiar de los Pintores hábiles, e instruidos), sino solamente notar, y corregir aquellos errores en que no pocas veces tropiezan los Pintores, y Escultores, aunque por otra parte tengan un perfecto conocimiento de los preceptos, y reglas de su Arte. Tales son los que provienen de la ignorancia de los sucesos, de la poca, ó ninguna instruccion en la Historia, en las costumbres, en los ritos, y los que dimanan de otras causas semejantes, y que poco á poco se van extendiendo, y propagando por una ciega, é indiscreta imitacion. Siendo, pues, esta una de las cosas que piden singular cuidado, se hace preciso tratarla con extension, y claridad; porque verdaderamente es muy distinto el error que en una Pintura Sagrada, ó en qualquiera otra, comete el Pintor por ignorar los preceptos del Arte: ya provenga este del defecto en el dibuxo, ó en el colorido; ya de no haber observado las reglas de la Optica, ó de otra cosa semejante; de aquel que únicamente nace de la ignorancia de los mismos hechos, y que por tanto no se debe atribuir al Pintor, ó Escultor, como á tal, sino como á hombre menos versado, é inteligente en las mismas cosas que pinta, ó esculpe. De aquí es, que la Historia de alguna cosa Sagrada, pintada por un Pintor habil, y diestro, tiene varios defectos, y errores groseros, que no se hallan en la misma Historia pintada (aunque con menos primor) por un Pintor mediano, y menos facultativo. Repetidos son los exemplos, que dan prueba de esta verdad. Yo mismo he visto varias veces pintada con mucha variedad la Circuncision de nuestro Salvador, no solamente por un Pintor, sino por varios, y   —4→   excelentes; pero siempre de modo que se representaba hacerse la execucion de dicha ceremonia en un Templo sostenido de gruesas, y hermosísimas columnas, por Simeon vestido de Sumo Sacerdote, acompañado de Ministros sagrados, y asistido de jóvenes con túnicas, ó sobrepellices, que estando de rodillas alumbran con velas encendidas; y á este tenor otras cosas ridículas, capaces de causar nausea á qualquiera que estando medianamente instruido las esté mirando. He visto tambien pintada esta misma Historia por un Pintor no mas que mediano; pero sin los defectos, y faltas referidas: pues en ella se nos representaba dicha sagrada ceremonia executada no en el Templo, como en la antecedente, sino en el portal de Belén; ni por Simeon, ú otro Sacerdote (que es uno de los mayores despropósitos, y locuras) sino por la Santísima Virgen: cuyo modo de pintar la Circuncision del Señor, procuraré hacer ver en su propio lugar, con el favor de Dios, y persuadirlo con graves razones, ser el mas propio, y verisimil de representar este Misterio.

4 Tambien he visto pintado á Abrahan por un Pintor de no poca fama, en el mismo hecho de sacrificar á su hijo, á quien le pintaba muy pequeñito, y á lo que representaba la pintura no pasaba de diez, ó lo mas mas de doce años: siendo así que he visto executado el mismo paso por una mano regular, y no tan diestra, figurándonos á Isaac, no como muchacho (á quien por apellidarle la Sagrada Escritura con el nombre de Puer, de aquí tomaron ocasion los Pintores de caer en el error que vamos notando, y lo demostrarémos en su lugar), sino como un robusto joven, que es como debe pintarse dicha Historia: lo que haré ver con mas claridad, y evidencia quando trataré mas particularmente esta materia.

5 Pero para hacer mas claro, y perceptible lo que llevamos dicho, me ha parecido añadir aquí otro exemplo   —5→   famoso sobre lo mismo que vamos tratando. Porque ¿quién podrá sufrir que un excelente Pintor, y de tanta fama, como, á juicio de todos es aquel, cuyo nombre (para significar el aprecio que hago de él) va citado abaxo4, haya pintado con tanta disonancia, y deformidad, quanta cabe prodigiosamente, el primer milagro con que se confirmó la verdad del Evangelio en Jerusalen? Este fué el que hizo S. Pedro, acompañado de S. Juan, quando sanó perfectamente, y de raiz á aquel pobre tullido, que habia nacido ya baldado de ambas piernas, por cuyo motivo pedia limosna sentado en la puerta del Templo llamada Especiosa. Es muy digno de referirse el caso del mismo modo que nos lo refiere la Historia Sagrada, donde se lee5: Pedro, y Juan subian á orar en el Templo a la hora de nona. Y á un hombre coxo de nacimiento le llevaban, y le ponian cada dia á la puerta del Templo, llamada Especiosa, para que pidiese limosna á los que entraban en él. Este, como viese que Pedro, y Juan iban á entrar en el Templo, pedíales limosna. Mirándole entonces Pedro, junto con Juan, le dixo: Míranos. El pobre fixaba la vista en ellos, esperando que le socorrerian. Díxole entonces Pedro: No tengo yo oro, ni plata; pero lo que tengo, esto te doy: en nombre de Jesus Nazareno levántate, y anda. Y tomándolo de su mano derecha, le levantó, y al punto quedaron consolidadas sus piernas, y plantas. Y saltando de gozo, estuvo en pie, y caminaba: y entró junto con ellos en el Templo caminando, y dando saltos de placer, y alabando á Dios. Hasta aquí, por lo que nos hace al caso, el Sagrado Historiador.

6 Pero este mismo hecho, el referido Pintor, que por su singular pericia, es acreedor á los mayores elogios, no tanto lo pinta, y lo pone á la vista, quanto   —6→   lo confunde, y obscurece; y por decir ingenuamente lo que siento, de mil maneras lo desfigura. Porque dexando á parte la fábrica del edificio, que á ninguna cosa es menos parecida, que al Templo de Salomon, aun en aquel tiempo en que esto sucedió, y en que permanecia como renovado, ó reedificado despues del cautiverio; pues se nos representa un Templo del todo semejante á los nuestros, cubierto con grandes bóvedas, estribando en gruesas, y altas columnas, y (lo que es intolerable) adornado con estatuas, é imágenes: dexando, digo, á parte estas, y otras cosas de menor importancia, vamos á exâminar lo que debiera haber sido lo principal en la representacion de dicha Historia. En la Pintura, pues, que este Pintor se propuso hacer del mencionado coxo, ó por decirlo mejor, del que no podia valerse de sus piernas por tenerlas débiles, y secas, en quien se obró el referido milagro; se alucinó de modo, que nos representó á otro enteramente distinto, y que nada tenia que se pareciese al del intento. Pintó á un hombre musculoso, y robusto, con su espinilla, y pierna entera, y la otra cortada un poco mas abaxo de la rodilla, donde se afianzaba un pie de madera, del modo que suelen suplir este defecto los pobres que han tenido la desgracia de que les cortaran una pierna. Esta es en suma la descripcion de dicha Pintura, la qual, supuesta la autorizada narracion del hecho, es tan disforme, y absurda, que no cabe mas. Porque este coxo de nacimiento, á quien llevaban á la puerta del Templo para pedir limosna á los que entraban en él, no era de aquellos á quienes por algun acaso se les hubiese cortado la pierna; sino que no tenia fuerza, ni robustez en ninguno de sus pies, ni espinillas, siendo verdaderamente coxo de entrambos pies, lo que dan bastante á entender aquellas palabras: Y al punto quedaron consolidadas sus piernas, y plantas: y saltando de gozo, estuvo en pie, y caminaba; de   —7→   suerte, que no se podia decir cosa mas expresa, ni mas terminante para que ningun Pintor, qualquiera que sea, se atreva á fingir que el tullido, de quien hablamos, lo era solo de un pie, y que tan solamente le habian cortado una pierna: para que de ahí aprendan los que no son tan peritos en el Arte á no fiarse de su fantasía, singularmente quando han de pintar cosas sagradas, y que pertenecen á la Fé, por cometerse en esto un error manifiesto contra la verdad de la Historia, en que tropiezan los que miran aquella Pintura.

7 Ni por esto debe reprehenderme alguno sobradamente aficionado, y enamorado de estos excelentes Artífices, y en tono de indignacion quiera argüirme de esta manera: ¿Cómo te atreves tú á criticar, y á condenar por defectuosas las Pinturas de un Miguel Angelo, de un Rafael de Urbino, de un Jacobo Tintoreto, de un Pedro Pablo Rubens, y de otros semejantes, ó iguales héroes en el Arte de la Pintura, si es que los hay? Porque á este, sea quien se fuese, le responderé yo, y le diré con mucha tranquilidad, y sosiego, aunque podría con alguna alteracion: No soy yo tal que me atreva á poner defectos por lo tocante á la admirable pericia, y pasmoso artificio de semejantes hombres, ni aun tocarles, como dicen, en el mas mínimo pelo de su ropa; antes por el contrario afirmo constantemente, y sin la menor duda, que sus obras son primorosísimas, y casi divinamente executadas; pero que son falsas, y que están llenas de errores por lo que mira á la Historia. Quisiera yo á la verdad (lo que de Séneca dixo Quintiliano)6 que los referidos Artífices hubiesen pintado sí, segun su ingenio; pero sujetándose al juicio ageno. Ageno digo; esto es, que hubiesen consultado con los hombres mas sabios, y versados en las Letras, é Historias sagradas (pues estas   —8→   son únicamente de quienes tratamos), y que de estos hubiesen aprendido lo que debian pintar, y lo que no. Pero como se fiaron demasiado en su ingenio, no pudieron menos de caer en mil absurdos, y extravagancias, no sin injuria de las mismas cosas sagradas. Y para decir de una vez lo que siento, y manifestar lo que me movió á escribir esta obra, digo, que los Pintores, aun los mas famosos, y sobresalientes, así como fueron muy felices en executar, y poner á la vista lo que les propuso su desconcertada fantasía, tanto fueron muchas veces desgraciados en imaginarse las mismas cosas que debian pintar: á quienes por tanto, y á qualesquiera de ellos en particular, se les puede justamente aplicar lo del Autor citado7: Dignos ingenios por cierto de haber tenido mejor eleccion, puesto que expresaron tan bien lo que eligieron. Basten por ahora estos exemplos: pues no es del caso detenernos en amontonar otros, debiendo abundar de ellos toda esta obra.




ArribaAbajoCAPITULO II

Que á los principiantes rudos, é ignorantes, y á algunos otros malísimos Artífices, con razon se les debe de prohibir el pintar, y esculpir Imágenes Sagradas


1 El Arte de pintar, y el de esculpir, por lo que respeta á lo que vamos tratando, andan muy unidas, y eslabonadas entre sí, siendo el objeto de estas dos Artes el imitar, y poner á la vista los hechos que han acontecido. Pero por no verme en la precision de repetir á cada paso estos dos nombres en el discurso de mi obra, de intento nombraré solamente el de la Pintura, advirtiendo, que lo que de esta se dixere, quiero   —9→   que se entienda igualmente del de la Escultura; y así los errores que notáremos, o reprehendiéremos en los Pintores de Imágenes Sagradas, los mismos intento reprehender en los Escultores. Este será el método que guardaré en toda mi obra, á no ser que las particulares circunstancias pidan otra cosa.

2 La Pintura, que como acabamos de decir, consiste en la imitacion, se compara con mucha razon á la Oratoria, y á la Poesía. Porque así como la Oratoria, y Poesía nos ponen las cosas delante de nuestros ojos, así la Pintura nos las representa, y pone tambien delante de la vista: convienen, pues, mucho entre sí, y estaba por decir que convienen en un todo, con sola la diferencia, que lo que la Oratoria, y la Poesía hacen con palabras, lo hace la Pintura con sus coloridos. Lo que en tanto es verdad, que, segun refiere Plutarco8, dixo elegantemente Simónides, que la Pintura era una Poesía muda, y la Poesía una Pintura que habla. Mucho pudiera decir sobre esto, si el asunto lo pidiera; pero vea el que guste de ello á Hermógenes9, Philostrato10, Dion Chrisóstomo11, y otros. Y quien deseáre enterarse mas á fondo, lea la erudita obra de Francisco Junio sobre la Pintura de los Antiguos lib. I. cap. 4.; pues no acostumbro, ni lo tendría por decoroso, llenar muchas páginas, valiéndome de trabajos agenos, y amontonando quanto otros han escrito. Sin embargo, no puedo dexar de poner aquí dos excelentes pasages de dos brillantes lumbreras de la Iglesia: el primero es, no de Dion, sino de Juan Antioqueno, que mereció mejor que él el nombre de Chrisóstomo12, el qual dice: Los Pintores imitan con su Arte la naturaleza;   —10→   y mezclando colores con colores, pintan visibles las imágenes de los cuerpos; hacen hombres, animales, árboles, visten el campo con variedad de flores, é imitando con su Arte quanto se vé, ponen á la vista de los espectadores una historia admirable. El segundo es de S. Basilio Magno, cuyas son estas palabras13: Los hechos hazañosos acontecidos en las guerras, demuéstranlos muchas veces primorosamente Oradores, y Pintores: aquellos con palabras, estos con los colores de la Pintura; siendo la intencion de ambos animar á muchos á que imiten la fortaleza de los que ellos les ponen á la vista.

3 Solo añadiré aquí lo que con muchísima razon dixeron los Padres del Concilio VII. general, que fué el Niceno II. celebrado el año de 781: Que las Imágenes Sagradas para los rudos, que no saben leer los Libros Sagrados, eran lo mismo que son los libros para los doctos, y eruditos14. Por dicha razon habia dicho antes lo mismo con mucha elegancia Tharasio Patriarca de Constantinopla15: Todo (dice) lo que el Sagrado Evangelio nos demuestra por su lectura, esto mismo hacen las Imágenes por medio de la Pintura; y lo que los libros nos refieren de las pasiones de los Mártires, esto mismo nos representan sus Imágenes. Ni es de extrañar que se explicasen en estos términos aquellos venerables Padres, quando lo mismo dicta la razon natural, de la que se valieron, aunque abusando de ella, y con maldad, Ciceron16, y Porphirio17, para autorizar el culto de sus ídolos; pero de esta misma se valió piadosamente, y como convenia, San Gregorio Magno18, quando dixo: Lo que son los libros para los que saben leer, esto   —11→   mismo hace la Pintura respecto de los rudos; por quanto en ella ven los ignorantes lo que deben seguir.

4 Siendo esto así, ¿quién dexará de conocer quánto importaría para conservar á las Pinturas, é Imágenes Sagradas el honor que les es debido, apartar, y prohibir el pintar dichas Imágenes á ciertos principiantes rudos, é ignorantes, y á otros pésimos Artífices? Con efecto muchos hay de esta casta entre nosotros, y no dudo que sucederá lo mismo en otras Naciones, los quales por el honor debido á la Religion, y á la piedad, sería muy del caso, á juicio de todos, destinarlos á qualquiera otra Arte, antes que á la de la Pintura. Pinten estos enhorabuena: yo por mí les doy amplia facultad: pinten, digo, aunque malísimamente; pero pinten barberías, tabernas, melones, legumbres, cohombros, calabazas, y quanto se les antojare, con tal que no pinten Imágenes Sagradas, que habiéndose introducido para fomento de la piedad, por el abuso que ellos hacen de su Arte, sirven mas presto de irrision, y de desprecio. Ciertamente en una de nuestras poblaciones, que es bastante famosa, y de donde salen hábiles Artífices, hay tambien muchos de los que vamos vituperando; de suerte, que la calle de aquella Ciudad, que es bien conocida, y que llamamos nosotros la de Santiago, está llena de tiendas de malísimos Pintores. En ellas se hallan con tanta abundancia Imágenes de Christo Señor nuestro, de la Santísima Virgen, y de toda clase de Santos, y Santas, que de ellas cargan infinitos carros para conducirlas á diferentes Provincias de nuestra España. Pero Santos, y Santas, ¡dónde está el respeto que os es debido! ¡Quán, no solo son vulgares dichas Imágenes, sino absurdas! ¡Quán freqüentemente, por lo que toca á la Pintura, son ellas dignas de desprecio, y verdaderamente ridículas! Con efecto en las mencionadas tiendas de estos esclarecidos Artífices, pocas son las Imágenes de los Santos, de la Bienaventurada   —12→   Virgen, y aun las del mismo Christo, que inspiren un poco de piedad, y devocion; y al contrario se ven muchas, que harian reir á carcaxadas al hombre mas serio. Finalmente, como muy al caso dixo Horacio19:


Spectatum admissi risum teneatis amici?

Es notorio por las Historias antiguas, que los primeros Pintores, quando esta Arte andaba todavía en mantillas, figuraban las cosas tan toscamente, que fué necesario, para darnos á entender su pensamiento, poner debaxo nombres á las cosas pintadas, diciendo: esto es un hombre, esto un perro, esto un gato, aquello un arbol. Así lo refiere Eliano20, y sobre el mismo asunto pueden verse Aristóteles21, Ciceron22, Philostrato23, Quintiliano24, Demetrio Phalereo25, Athenagoras26, Arnobio27, y otros muchos. Esto mismo seriamente, y con mucha razon, se debería advertir á estos insignes Pintores, que practicáran en sus Pinturas; pues se ven freqüentemente en sus quadros Imágenes de cosas, que nada menos representan á la vista, que lo que ellos se han propuesto. Así vemos á S. Martin montado sobre un caballo, que mas que caballo parece un jumento: y lo que es mayor torpeza, vemos pintado á Jesu-Christo en figura de cordero; pero tan mal pintado, que los que le miran pueden pensar con razon, si por ventura es un perro.

5 Pero por lo que respeta á las Imágenes Sagradas,   —13→   que antes mueven á risa, que á piedad, es muy gracioso el caso que cuenta Athenéo, y no será fuera de propósito referirlo aquí, aunque lo saquemos de los Filósofos paganos. Dice pues28: Parmenisco de Metaponte, segun dice Semo lib. 5. de su Deliada, hombre respetable por su linage, y riquezas, como hubiese baxado á la cueva de Throphronio, al salir de allí, quedó privado de poder reir; y preguntando la causa de esto al Oráculo, respondióle de este modo:


De risu me clarè rogas nunc hospes: at ipsum
Culta domi mater reddet, cum videris illam.

Esto es: Pregúntasme, ó huesped, la causa por que no puedes reir; pero yo te digo, que al volver á tu casa te restituirá mi madre esta facultad al punto que la vieres. Esperando, pues, quando ya habia vuelto á su patria, que recobraría la facultad de reir; y como nada menos le hubiese acontecido, pensó que el Oráculo le habia engañado. Pero habiendo venido algun tiempo despues á Delos, y admirado en gran manera quanto habia que ver en aquella Isla, entró en el Templo de Latona, y pensando ver allí alguna insigne estatua de la madre de Apolo, como viese al contrario una estatua de madera tosca, verdaderamente fea, soltó la risa; y acordándose entonces de lo que le habia dicho el Oráculo, libre ya de aquella enfermedad, veneró en adelante con mas devocion á la Diosa. Hasta aquí Athenéo. Es tambien bastante sabido (lo que de ningun modo puedo omitir) que las efigies de sus Dioses, que antiguamente veneraron los Gentiles, eran incultas, disformes, toscas, y unos troncos de árboles casi nada pulidos, como lo refieren, y advierten San Clemente Alexandrino29, y Arnobio30.

  —14→  

A esto aludió elegantemente Lucano en aquellos versos31:


...................Simulacraque mœsta deorum
Arte carent; cæsisque extant informia truncis.

Pero fomentadas despues, y cultivadas las Artes de la Pintura, y Escultura, pintaron, y esculpieron en adelante con el mayor primor sus vanos, y falsos Dioses, para que no fuera caso que lo que se proponia para culto, y veneracion del pueblo, sirviese al contrario de burla, y de menosprecio.

6 Mas volviendo á nuestro asunto, de donde nos habíamos desviado un tantico con alguna oportunidad, ¿quién podrá sufrir, que unos rudos principiantes, y Pintores ignorantísimos, que acabamos de referir, se ocupen en pintar Imágenes Sagradas? Ciertamente no pensaron así los que colocaban en los Templos las Imágenes de sus falsos Dioses; sino que al instante que florecieron estas Artes, andaban buscando, y destinaban para hacer dichos simulacros, no á los Artífices medianamente buenos, sino á los mas afamados, y excelentes en su Arte. Y por no detenerme en una cosa tan sabida, bastará aun para los de menor instruccion la lectura de Plinio solamente32. ¿Pero para qué hablo yo de los simulacros de los Dioses? Alexandro Magno, aquel cuyo valor nadie con justo titulo podrá esperar, ni tampoco desear su fortuna, segun dice Apuleyo33, hizo tanto aprecio, y fué tan zeloso de su persona, que no tan solamente quiso, sino que expresamente mandó que nadie le retratase sino Apeles, y que nadie fundiera su estatua en bronce sino únicamente Lisipo, como elegantemente lo advirtió Horacio en aquellos versos34:

  —15→  
Edicto vetuit, ne quis se præter Apellem
Pingeret, aut alius Lysippo duceret æra
Fortis Alexandri vultum simulantia.....

Ni es de pensar que hiciese esto Alexandro solo por honrar á Apeles, y á Lisipo, sino que lo hacía mirando por el honor de ellos, y tambien por el suyo propio; lo que discretamente notó Ciceron quando dixo35: No por el honor que hacía a Apeles, y á Lisipo, permitió Alexandro Magno, que solamente aquel le retratára, y este le esculpiera, sino porque pensaba que su Arte haría honor, no solo á ellos, sí tambien á sí mismo. Plutarco advirtió despues lo mismo en varios lugares36: y muchos otros Príncipes, que omito referir aquí, mirando por su propio honor, y por el de las mismas Artes, siguieron el exemplo de Alexandro. Con todo, no puedo menos de referir uno de estos, que fué Felipe IV. Rey de España, por renombre el Magno, de quien, aunque se esparcieron muchos retratos sacados de otros originales; sin embargo nunca permitió, que otro originalmente (por explicarme así) le retratára, sino Diego Velazquez: en tanto grado, que estando este ausente (pues dos veces salió fuera de España, y estuvo en Italia) no consintió en manera alguna que otro pintára su imagen, aunque habia por entonces excelentes Pintores en España: porque sabia muy bien Felipe IV. que por lo tocante á representar, y pintar al vivo, que en castellano llamamos retratar, se distinguia Velazquez entre todos. De cuya noticia confieso con mucho gusto ser deudor á un insigne, y sabio Pintor, y amigo mio D. Antonio Palomino, quien ademas de la obra que dió á luz37 con mucho aplauso de los eruditos, en la qual hace digna, y honorífica mencion   —16→   de Velazquez38, imprimió tambien otra excelente39 de las Vidas de los Pintores Españoles.

7 Pues si los Reyes de la tierra miraron con justa razon, como cosa correspondiente á su dignidad, el no dexarse retratar sino por los Artífices de mayor crédito, ó á lo menos no los mas despreciables; ¿con quánta mas razon se debería procurar, que hombrecillos ignorantes no pintasen Imágenes Sagradas, que antes son ocasion de burla, que de veneracion? Porque ¿quién podrá mirar con indiferencia, y sin resentimiento alguno las Pinturas, ó por decir mejor los borrones de que hemos hablado? ¿Quién podrá tolerar muchas otras Imágenes de Santos, y aun del mismo Christo, y de la Santísima Virgen, que se esculpieron en los siglos ignorantes, y verdaderamente bárbaros? Pero ya, gracias á Dios, que habiendo mandado prudente, y santamente el Sagrado Concilio de Trento, que se quitasen todos los abusos que habia acerca del culto, y exposicion de las Imágenes Sagradas40, se ha remediado en gran parte tanto mal, y desorden, por el zelo, y prudencia de sabios Prelados, y de vigilantes Párrocos, quitándose á lo menos de los Templos, y lugares sagrados no pocas Imágenes de monstruosa deformidad, y sepultando algunas otras debaxo de la tierra para su perpetuo olvido.




ArribaAbajoCAPITULO III.

Que con pretexto, y baxo el nombre de Imágenes Sagradas, no se deben pintar aquellas Historias, que puedan ser peligrosas á la vista, ó inducir al mal á los incautos


I Los Egipcios, aunque segun Platon41 eran sumamente   —17→   aficionados á símbolos, y geroglíficos de cosas sagradas; sin embargo reprimian con leyes la nimia licencia de los Pintores, y con mucha razon. Porque (como dice él mismo) juzgaron los sabios, que en toda Ciudad bien morigerada, debian acostumbrarse los ojos de los jóvenes á Pinturas honestas, y decentes, y sus oidos á canciones modestas. Lo mismo, como cosa de suyo bastante clara, quiso Aristóteles que se observára en su Ciudad, ó República, quando dixo42: Velen los Magistrados para que no haya Pintura alguna, ni estatua de cosas semejantes (esto es de cosas deshonestas), que excite á su imitacion. Así es sin duda. Pero no parece que piensen de este modo algunos, que en pintar, y representar los hechos, é Historias Sagradas (porque no me meto en lo tocante á las Pinturas de fábulas, y cosas profanas, dexando gustoso á otros el tratar esta materia), eligen principalmente aquellas que excitan á los incautos, y en especial á los jóvenes que las miran, á la maldad, torpeza, y perniciosos deleytes. No es fábula lo que digo, ni cosa forjada en mi imaginacion. Dos Artífices hubo en el siglo próxîmo pasado, ambos excelentes, cada qual por su término, á quienes dexo ahora de nombrar, porque no quiero alabarlos. Uno de ellos emprendió pintar en Italia, no solamente con el pincel, sí tambien con la pluma, y con los adornos de la Retórica, algunas Imágenes Sagradas: con colores tan vivos, aunque con una eloqüencia tan mal aplicada, que no parecian las cosas escritas, ó referidas en un papel, sino verdaderamente pintadas en una tabla. En tanto es verdad que los antiguos apenas hicieron distincion del Arte de pintar al de escribir; y así, para expresar á qualquiera de ellas, se valian de unas mismas palabras. Porque lo que los Griegos dicen to\ gzafein, igualmente significa pintar, ó escribir;   —18→   y los Latinos á semejanza de aquellos, confunden uno, y otro. De aquí es que dixo Estacio43:


Apelleæ cuperent te scribere ceræ.

Y Virgilio, el mirar, y registrar con los ojos la pintura, lo llamó leer44:


...........................Quin protinus omnia
Perlegerent oculis.........................

Sobre cuya palabra, perlegerent, notó Servio: El mirar la Pintura, llamólo el Poeta con bastante propiedad, leer; porque la voz Griega kayai significa escribir, y pintar. Esto he dicho de paso. ¿Pero quáles son las Historias sacadas de la Sagrada Escritura, que nos dexó escritas, ó pintadas aquel buen Retórico, ó Pintor? No otras ciertamente, sino las que podian incitar, y avivar mas el fuego de la concupiscencia. Tales son las Pinturas de las hijas de Loth enteramente desnudas, y sin el menor pudor, ni recato, dando vino á su viejo padre con mucha abundancia para embriagarle, y hacerle cometer el abominable incesto: tal es tambien la Pintura de aquella muger de Egipto, provocando al casto Joseph al adulterio: tal la de Bethsabé, que se prostituía al antojo, y concupiscencia de David: tal la de Susana, quando se estaba lavando; y otras de este género: y estas mismas son las que quiso tambien pintar, antes que otras decentes, y honestas, un célebre Pintor Español (que es el otro de los dos, de quienes sin decir sus nombres, hice poco hace mencion) con mucha valentía del pincel, aunque malísimamente aplicada: y lo que es de admirar, ó mucho mas de sentir, que si alguna vez pintaba otros   —19→   hechos, ó historias, se echaba menos en ellas aquel primor, y delicadeza del Arte, que resaltaba en las antecedentes.

2 Facilmente podria yo manifestar aquí, quán malamente, y contra lo que pide el decoro, y la honestidad se portaron estos dos en haber escogido semejantes asuntos para ostentacion de su ingenio, y habilidad. Pero por lo que toca mas de cerca á nuestro intento, escogeré lo mas selecto, contentándome por ahora con advertir á todos, que los que de este modo usan, ó (por mejor decir) abusan de las dos esclarecidas, y nobilísimas Artes de la Retórica, y de la Pintura, estos no siguen el camino que verdaderamente prescriben estas Artes; sino que introducen, y subrogan otras adulterinas, y supuestas en lugar de las propias, y verdaderas. Porque así como el que se vale del Arte de la Retórica para otro fin que el de hacer mejores á sus Ciudadanos, este no usa de la verdadera Retórica, sino de un cierto artificio adulatorio, como sabia, y prudentemente escribió Platon45; así el que convierte el Arte de la Pintura para representar cosas deshonestas, y se vale de ella para pintar aquellas cosas, que San Gregorio Niceno46 llama infames espectáculos, y Taciano47 incentivo de los vicios; este no usa del Arte de la Pintura, sino de otra bastarda, y que induce á la deshonestidad, y luxuria. El Poeta Propercio (para que se eche de ver, que aun los que pasan plaza de insignes licenciosos, enseñan que nada debe pintarse que pueda escandalizar á los ojos recatados) reprehendió con bastante elegancia esta desenfrenada licencia de los Pintores. Hé aquí sus versos48:


Quæ manus obscœnas depinxit prima tabellas,
Et posuit casta turpia visa domo;
—20→
Illa puellarum ingenuos corrupit ocellos,
Nequitiæque suæ noluit esse rudes.
Non istis olim variabant tecta figuris,
Cum paries nullo crimine pictus erat.

Por esto Plinio49, entrando con su acostumbrada severidad, y energía á reprehender las costumbres, y luxuria de su siglo, hace mencion de los vasos, y cálices, donde se esculpian figuras de adulterios, y de semejantes cosas deshonestas, diciendo: Como si la embriaguez por sí sola fuese causa de pocas liviandades. De este modo se saca el vino de la misma luxuria, y con este premio convidan á emborracharse. Por esta misma razon Sidonio Apolinar en la eloqüente descripcion que hace de su casa de campo, dice, que entre las reglas de modestia, que observó con el mayor rigor, una de ellas fué el que careciese de pinturas deshonestas. Estas son sus palabras50: No hay aquí ninguna historia obscena de cuerpos desnudos, y hermosos, que quanto sirven de adorno al Arte, tanto afrentan al Artífice. Por esto finalmente el eloqüentísmo S. Pedro Chrisólogo51 reprehende doctamente, y con la mayor acrimonia á los Pintores, que se dedican á pintar cosas semejantes, quando dixo: Representan adulterios en los simulacros, sus imágenes están llenas de figuras de fornicaciones, y de incestos sus pinturas.

3 Y para hacer ver los daños que estas Pinturas, aunque sean de Historias Sagradas, ocasionan á los incautos, que las miran; puede servirnos de convincente prueba la misma doctrina de los Gentiles. Porque los que tenian sus Dioses ladrones, y adúlteros, y como á tales les daban adoracion, solian representar en tablas estos hechos, como esclarecidos monumentos   —21→   de su religion: pero qué conseqüencias se originasen de esto algunas veces, lo dá claramente á entender aquel Joven de la Comedia de Terencio, que contemplando con suma curiosidad una tabla, en que estaba pintado Júpiter, el qual convirtiéndose en oro, iba entrándose por el techo á manera de lluvia, e introduciéndose en el regazo de Danae; determinó desde luego cometer el estupro sin el menor reparo. Pero óiganse las mismas palabras del Poeta (pues se pueden oir sin que por esto se ofendan los oidos castos), el qual pinta maravillosamente el caso52:


............Dum aptatur virgo in conclavi sedet
Suspectans tabulam quandam pictam, ubi inerat pictura hæc: Jovem
Quo pacto Danaæ misisse ajunt quomdam in gremium imbrem aureum.
Egomet quoque id spectare cœpi: et quia consimilem luserat
Jam olim ille ludum, impendio magis animus gaudebat mihi;
Deum sese in hominem convertisse, atque in alienas tegulas
Venisse clamculum per impluvium, fucum factum mulieri.
At quem Deum? Qui templa cœli summa sonitu concutit.

Estos son los efectos de la mirada de dicha pintura, estos los halagos de la maldad, y la fuerza, y poder de un exemplar pernicioso. Pero véase en qué paró el caso, ó cómo se aníma él mismo á cometer la maldad: pues añade luego:


Ego homuncio hæc non facerem? Ego illud verò ita feci, ac lubens.
Dùm hæc mecum reputo, cet.......

  —22→  

Prudentemente advirtió aquí Donato, que el Poeta, no como Cómico, sino como Filósofo, hizo patentes los estragos que causaban en las Ciudades, y en las costumbres de los hombres el pintar fábulas fingidas por los Poetas, subministrando por este medio varios modos, y exemplos para cometer la maldad, y el pecado. Y añade haber sido admirable invencion del Poeta el atribuir dicha pintura á la casa de una ramera prostituida á los amores de todos, contra toda continencia, pudor, y honestidad. Lo mismo agriamente habia reprehendido antes Ciceron en la Poesía53, (que, como llevamos dicho, es una pintura que habla) singularmente en la Cómica: porque debiendo de ser esta la maestra, y formadora de la vida humana, y que por tal se gloría; era muy reprehensible, que con ser ello así, se atreviese á poner á nuestra vista imágenes de impureza, y de maldad: ¡O excelente escuela de las costumbres (exclama Ciceron) la Poesía, que coloca en el número de sus Dioses al Amor, autor de tantas extravagancias, y delitos! Hablo de la Comedia, de quien no se haría ningun caso, si careciese de aprobadores de semejantes delitos, y extravagancias. De este mismo caso, que hemos referido antes, hace mencion tambien en varios lugares, que omito, el Gran Padre San Agustin54: pues así los parages en que habla de esto el Santo, como el exemplo mencionado, manifiestan bastante quán nocivo sea á las buenas costuinbres el que se pinten historias de hechos menos honestos, aunque estos se saquen de exemplos memorables, y aun de la misma Sagrada Escritura.

4 Por lo que, á fin de precaver este abuso, y para que con pretexto de Imágenes Sagradas no se pinten estas historias, ú otras semejantes, está mandado, así   —23→   por el Decreto de los Padres, que se congregaron en el Oriente en el Palacio del Emperador, que llamaron Trulo55, como por el citado del Concilio de Trento; y últimamente por el Papa Urbano VIII. cuyas son las siguientes palabras: Que en ninguna Iglesia, de qualquier modo que se entienda, ni en sus portadas, ó atrios, se expongan a la vista imágenes profanas, ni otras indecentes, y deshonestas56.



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