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ArribaAbajoCAPITULO VI.

Apéndices sobre las Pinturas de la Natividad del Señor, de su Circuncision, y otras, que hemos referido arriba, y sobre las demas, que se hacen regularmente de la Santísima Virgen


I No tiene duda, que es cosa molesta para los Lectores, y trabajo superfluo para los que escriben, el repetir, é inculcar, lo que ya se ha dicho mil veces, y como dice el proverbio Latino eandem crambem recoquere. Y ya que tratando antes de las Pinturas del Nacimiento del Señor, de su Circuncision, y de otras, hemos dicho mucho de lo que pertenece á las Imágenes de la Beatísima Virgen, es superfluo querer repetirlo aquí. Bastará advertir al Lector, que lo vaya á ver en sus propios lugares; pero algunas cosas, que por mas menudas, ó de menos importancia, se me escaparon entonces, me parece del caso añadirlas ahora brevemente á modo de apéndices.

2 Habiendo, pues, advertido antes, ser no solo contrario á lo que prescribe la razon, sino tambien á la misma fé del Evangelio, el pintar al Niño Jesus enteramente   —41→   desnudo, y puesto sobre las pajas del pesebre; advierto ahora, que no han faltado algunos Pintores, que para obviar este absurdo, pintaron á la Virgen Santísima quitándose, ó quitado ya el velo, que cubria su sagrada cabeza, para envolver en él al Niño recien nacido: queriendo con esto darnos á entender (si no me engaño) que la Santísima Virgen, por su mucha pobreza, y falta de bienes, no tuvo otros paños con que cubrir decentemente á su amantísimo Hijo, sino el velo de su castísima cabeza; lo que, á su juicio, excita á piedad, y fomenta la devocion. Pero lejos sea de nosotros este disparatado modo de opinar: porque la Sacratísima Virgen, que sabía muy bien estar cercano su parto, y que luego habia de dar á luz á aquel, que no solamente no disminuiría, sino que consagraria mas, y mas su virginidad; no estaba tan desproveída, que debamos creer no llevase consigo aquellos pañales, pobres sí, pero limpios, y proporcionados para envolver en ellos al Niño recien nacido. Muy lejos, pues, debe estar un Pintor erudito de semejante ficcion. Otros al contrario, pródigos al parecer, tendieron una sábana entera, y colocaron allí al Niño Jesus, representando en su vana imaginacion desnudo su tiernecito cuerpo, y sin ningun resguardo del frio. Pero todo esto es un absurdo mas claro, que la misma luz.

3 Por lo que respeta á la Circuncision, omitiendo ahora la opinion bastante pia, y plausible, de que la Sacratísima Virgen, circuncidó por su misma mano á Jesu-Christo su Hijo (sobre lo qual hemos dicho mucho arriba) ha habido algunos, que pintaron á la Soberana Señora, teniendo con ambas manos á su Hijo, para que el ministro, ó executor de aquella accion (que á su parecer fué el Sacerdote Sumo) le circuncidára, segun costumbre. Otros finalmente (y esto podrá parecer lo mas probable) pintan á la Virgen entregando á su dulcísimo Hijo en manos de su castísimo Esposo,   —42→   para que lo llevára al ministro de la Circuncision, quien quiera que este fuese: ora se executase aquella en la misma cueva de Belén, como quieren muchos, ó dentro de alguna casa del mismo lugar, lo que tambien puede decirse con alguna probabilidad. Pero todo lo dicho puede referirse á lo que diximos arriba tratando de la Circuncision del Señor, lo que podrá repasar el Pintor estudioso, ó el Lector diligente. Hemos tambien hablado mucho antes sobre otros puntos, y acaso diría algo mas, á no temer, qne habrá muchos á quienes no gustarán estas, y semejantes cosas, por estar acostumbrados á pensamientos muy diversos, y que no quieren exâminarlos con mas madura reflexîon. Sin embargo no puedo menos de notar aquí de paso, una, ú otra cosa.

4 No he visto yo nunca cierta Pintura (pues no afirmaré temerariamente, ó con mentira, haber visto lo que no he visto); pero sí la han visto hombres doctos, en la que se representa á la Beatísima Virgen enseñando á deletrear en una cartilla al Niño Jesus aun pequeñito. Pues hombres hay, no malos á la verdad; pero imprudentes, que acostumbrados á discurrir en las cosas segun la regla de sus pensamientos sobradamente débiles, pintan los hechos del mismo modo, que los conciben. Y como á ellos les pareciese cosa pía, y laudable, el que la prudentísima Virgen, y Madre, enseñára á Jesus quando Niño, á lo menos los primeros elementos de las letras, no les pareció inverisimil, el pintar á la Virgen enseñando á leér á su Hijo. A tanto como esto pueden llegar los deslices de una piedad indiscreta, quando no va acompañada (como debe) de ciencia, y de doctrina: y aun todavía se puede esto ver mas claro en otro desacierto mayor, si es que puede haberlo; pues un hombre digno de toda fé me contó haber visto él mismo con sus propios ojos, que no ya la Virgen, sino S. Joseph, enseñaba á leér en un libro al Niño Jesus: lo qual, no es como quiera una invencion, sino una invencion   —43→   erronea; y tal Pintura, á juicio de todo hombre prudente, deberia quitarse, por contener un error manifiesto, y verdaderamente intolerable. Porque Christo S. N. ni en quanto Dios, ni en quanto Hombre, fué enseñado, ni pudo serlo por criatura alguna, de qualquier dignidad, ó santidad que fuese; y por tanto, ni aun su Santísima Madre pudo enseñarle. Pues desde el primer instante de su Encarnacion, ademas de la Ciencia Divina, que tenia como á Verbo del Padre, y de la Beatífica, de que tambien gozaba, fué dotado en el grado mas elevado, que pudo, y debió serlo, de la Ciencia, que los Theólogos llaman Infusa: de suerte que sobrepujaba con mucho á todos los hombres (por no decir nada de los Angeles); no solo en el conocimiento de las cosas Divinas, sino tambien por lo que toca al conocimiento de qualesquiera otras Artes, y Ciencias, lo que ningun Theólogo de juicio podrá dudarlo. Ni me diga alguno en apoyo de este error imprudente, que el Evangelio1127 dice de Jesus, que iba creciendo en sabiduría, en edad, y en gracia para con Dios, y para con los hombres. Porque, como deba entenderse, el que Christo iba creciendo en sabiduría, lo enseñan muy bien los Theólogos con Santo Thomas, diciendo, que aquel lugar se entiende de la sabiduría experimental (como ellos llaman) ó de aquella, que se adquiere con el uso, y experiencia de las cosas: no de la que se aprende por la enseñanza de algun maestro. Pero dexemos esto, pues bastante lo hemos tratado arriba1128, donde tambien diximos de paso, cómo deba entenderse lo que dixo Christo hablando de sí mismo, que él fué enseñado por su Padre.

5 Y para encerrar en un compendioso silencio otras muchas cosas, en que nos podríamos detener; quando á la Virgen Santísima, y á S. Juan, les pintan en pie junto   —44→   á la Cruz, el comun modo de pintarlos es, colocar de una, y otra parte á la Madre, y al Discípulo amado, en los intervalos, que mediaban entre Christo, y los dos ladrones. Sin embargo otros Pintores (y no de poco nombre) pintaron á la Madre, y al Discípulo, cerca sí, y juntos á la Cruz del Señor; pero vueltos sus semblantes hácia Jesus, mirándolo, y contemplándolo frente por frente. Lo que, si bien (como insinuamos poco ha) se aparta mucho del comun, y recibido modo de pintar, con todo, no me atrevo á condenarlo de error, ó de ignorancia: antes (si puedo decir libremente lo que siento) parece, que esto es algo mas conforme á la verdad del hecho, por ser verisimil, que al padecer Christo aquellos acerbos dolores, no podia ver tan facilmente á su Madre, y al Discípulo, si hubiesen estado á uno, y otro lado, como estando delante. Y pareciendo, que el Evangelio dice claramente, que Christo Señor nuestro, como con una ojeada, vio á los dos: pues en él se lée1129: Habiendo, pues, visto Jesus á su Madre, y junto á ella al Discípulo amado, dice á su Madre, &c; es consiguiente, no ser á lo menos inverisimil, el que en su muerte no asistiesen á uno, y otro lado, sino delante, y en frente. Y así, en este particular, en que nada me atrevo á determinar, ni definir, se debe estar al juicio de los hombres mas cuerdos, y prudentes.

6 Lo que ahora voy á decir, no lo tocaria, á no constarme bien, que hay hombres muy doctos, y pios, que lo reprueban, como tambien otras muchas cosas, que adopta la piedad indiscreta de hombres rudos. Pero ¿qué cosa es esta? Dirélo en pocas palabras. Pintan con mucha freqüencia á la Beatísima Virgen, despues de haberle ya quitado, y enterrado á su Hijo, vestida de la misma manera, que en tiempo de nuestros antepasados se adornaban las viudas mas nobles. Allí se   —45→   vé todo el cuerpo de la Virgen cubierto con vestidos negros, y sobre ellos, velos de lienzo muy fino; de suerte que no solo desde el cuello hasta el pecho, se echan de ver dichos velos, sí tambien en los brazos, que están cubiertos con mangas apretadas, juntas las manos ante el pecho, y cruzados unos dedos con otros: tapan finalmente la cabeza con un velo de seda mas espeso, que llega hasta los pies, á que se agrega el Rosario colgado del cuello. Ciertamente, no son cosas estas, de que (ni aun por sueño) sea lícito chancearse á los que seriamente, como es razon, y con la debida reverencia tratan estas materias: pero vean á lo menos los mas eruditos (pues no me paro en las tonterías del vulgo) quan ageno es todo esto, no solo de la fé, y verdad de la historia, sí tambien quan poco se conforma con la piedad sólida, y la dignidad, que se merecen los mismos hechos. Pero de este modo (dicen) se representa mas á la vista la tristeza de la Virgen Madre, y la afliccion de su alma, por haber perdido, y estar ya sepultado su Hijo: la que no se compara mal con la tristeza de una viuda, que siente, y llora de veras la pérdida de su marido, y esposo. Yo no siento así: y para que no parezca, que todo se nos va en palabras, apelo á la misma Pintura de un Artífice de no poco nombre. He visto, y observado muchas veces la Imagen de la Virgen en este lance, pintada con un semblante grave, y lleno de magestad; pero que al mismo tiempo demuestra tristeza, hinchados los ojos por las muchas lágrimas, y respirando por su sagrada boca el grande desconsuelo de su alma. En la cabeza tiene un velo, aunque de color azul, extendidas las manos á una, y otra parte, y cerca de ellas, instrumentos de la Pasion: los clavos, la corona de espinas, y junto á ella, Angeles en figura de niños, llorando tan amargamente, que les van cayendo las lágrimas por sus mexillas. ¿Por ventura no es esta una Imagen, que   —46→   respira mas decoro, y dignidad, que la que vemos con freqüencia entre el vulgo piadoso? Lo es sin duda. Pero yo no quiero detenerme mas en una cosa, que como parecerá á algunos, les subministra abundante materia para aumento de la piedad, que ellos profesan á la Sacratísima Virgen.

7 Ningun hombre pio podrá poner duda, en que la Santísima Señora, reynando ya Jesu-Christo en el Cielo, resplandeció en toda la Iglesia como á vivo modelo de religion, y perfectísimo exemplar de todas las virtudes, á quien todos reverenciaban, y admiraban. Por lo que, dedicada totalmente á la contemplacion de las cosas celestiales, recibió tambien (y tal vez todos los dias) baxo las especies sacramentales, la fuente de toda gracia, y santidad, esto es, el Cuerpo de su Hijo Santísimo, á quien antes habia recibido en su seno purísimo, y virginal. Tengo yo esto por tan cierto como lo que mas. Pero deseára, que los Pintores (bien que en esto temo parecer sobradamente prolixo, y molesto á algunos) tuvieran presente, que no se usaba entonces el dar la Comunion del mismo modo, que con mucha alabanza han introducido despues la Iglesia, y sus Pastores, en la accion, y administracion de este Sacramento, el mas santo, y excelente de todos. Ví yo mismo estando en Salamanca una Pintura de grande nota, y de buen pincel, en que se representaba este hecho tan pio; pero de la misma manera, que si hubiera pasado de pocos años á esta parte, y no en el primer siglo de la Iglesia, y en los tiempos Apostólicos. Allí se vé un Altar con velas encendidas, resplandeciente con una Cruz de oro en que están engastadas piedras preciosas, cubierto con lienzos, y mantéles muy blancos, y adornado magníficamente por el frente. En una palabra: adornando todo él, del mismo modo que se vé es ta Pintura en el Templo de unas nobles, y piadosísimas Religiosas, donde se conserva. Vése tambien   —47→   el Evangelista S. Juan, que está celebrando, y dá á la Virgen la Sagrada Comunion, vestido con todos los ornamentos Sacerdotales, en nada distintos de los que usamos en el dia. Son cosas estas piadosas sí, yo lo confieso: pero ninguno por medianamente instruido que sea, dexará de confesar también, que demuestran una grande ignorancia. Porque ¿quién habrá que ignore, que las vestiduras Sacerdotales, el magnífico adorno de los Altares, y otras cosas semejantes, no fueron propias de aquellos tiempos; sino establecidas, y ordenadas mucho despues con gran prudencia, y sabiduría por la Iglesia? No quiero detenerme mas en aclarar estas cosas, por no parecer, que quiero ostentar alguna erudicioncilla, bien que no muy recóndita; y que he querido buscar un campo mas abierto, para dar á entender el conocimiento, que yo tenia en estas materias. Solamente advertiré al Pintor, que si, alguna vez tuviere ocasion, ó necesidad de pintar lo dicho, consulte con hombres mas doctos, para que así se conforme mas con la verdad, ó verisimilitud del hecho.




ArribaAbajoCAPITULO VII.

De las Pinturas de la Muerte, Asuncion, y Coronacion de la Sacratísima Virgen


I Ninguno, á mi parecer, por mediana instruccion que tenga, ignora quanto podria decirse sobre lo que comprehende la inscripcion del capítulo. Pero quien quiera, que este sea, acuérdese, que no he tomado yo á mi cargo, tratar principalmente de las cosas Eclesiásticas, ni tampoco hacer de muy severo crítico: antes he procurado, quanto me ha sido posible, huír el cuerpo, por ser esto, como dice el Lyrico, periculosæ plenum opus aleæ; una obra llena de mucha dificultad. Con efecto, como todo hombre Católico, y sólidamente pio, deba   —48→   tener por cosa cierta, y explorada, no solo que la Santísima Virgen, ó ya sea en cuerpo, ó ya sin él, fué subida sobre los Angeles, conforme habla S. Agustin1130, lo que ningun Católico duda ser cosa perteneciente á la Fé; sino también, que subió á los Cielos su santísima Alma juntamente con su cuerpo inmaculado (cuya sentencia parece ser el sentido de la Iglesia Católica, aunque no está expresamente definido, como advirtió bien el Cardenal Baronio)1131: Debiendo, digo, tener esto por cierto todo hombre sabio, no hay para que detenerme mucho en aclarar mas estas cosas, puesto que solo hago el papel de quien únicamente pretende instruir, y advertir á los Pintores.

2 Esto supuesto, me queda poco que decir, y advertir al Pintor, acerca de las Pinturas, é Imágenes de este Misterio. Porque, el que pintando la muerte de la Santísima Virgen, nos la representen echada en una cama, y rodeada de Angeles por todas partes; sin embargo de ser esta una cosa muy freqüente, de suerte que no solo la vemos pintada, sino representada aun mas al vivo, en las Imágenes mas grandes de escultura: con todo yo nunca la aprobaré, ni aconsejaré á los Pintores eruditos, que pinten así á la Virgen, en quadros, ó lienzos, por mas que los colores estén dispuestos con la mayor oportunidad. No que con esto pretenda yo refutar la pía tradicion (que llama antigua S. Damasceno)1132 de que en el tiempo de la gloriosa muerte de la Virgen (son sus mismas palabras) todos los Santos Apóstoles, que andaban dispersos por el mundo, y que estaban ocupados en la salvacion de los hombres, levantándose en un instante por el ayre, se juntaron en Jerusalen, &c. Ni me mueve tampoco, el que en esta   —49→   Pintura añadan los imperitos varias cosas, que ningun hombre de juicio las aprobará jamas, como es, el que mojando S. Pedro el hisopo en agua bendita (la que alguno, afectando demasiadamente el Gentilismo, llamaria Lustral) esté rociando la cama de la Inmaculada Señora; y á otros dos Apóstoles, que abierto el libro, estan rezando las preces, del mismo modo que á los que ahora mueren, se les rezan aquellas oraciones, que llamamos Recomendacion del alma, y otras cosas semejantes.

3 Digo, que no me muevo á esto, porque intente, quanto está de mi parte, desterrar la Pintura de la Sacratísima Virgen, quando estaba ya para morir una muerte preciosísima, por cuyo motivo la pintan echada en la cama. ¿Pues quál será la causa? Dirélo en pocas palabras. Este modo de pintar, supone la opinion del vulgo, ó por mejor decir, sigue ciegamente la imaginacion, que sin hacer ningun exámen de las cosas, se figura, que la Santísima Virgen, ó por enfermedad, ó por vejez (que tambien es enfermedad) acabó esta vida mortal. Esto es lo que yo tengo por falso. Ni soy el primero, que lo digo: lo mismo han dicho antes que yo, Theólogos de mucho nombre, y por todos puede verse el Doctor Exîmio1133, que sigue á S. Damasceno, y á otros. Antes es muy probable, que murió la Soberana Reyna, no en fuerza de alguna enfermedad, sino de ardentísimos afectos, de una intensísima contemplacion, y de amor, el qual es tambien un deliquio, conforme á aquello: Quia amore langueo. Esto supuesto, sería lo mejor pintarla arrodillada en tierra, fixos los ojos en el Cielo, y extendidas las manos, antes que echada en la cama, como si estuviera enferma. Ni este quiero que pase por pensamiento mio. Un pío, y erudito Theólogo hablando sobre este punto, dice así1134: La   —50→   Beatísima Virgen estuvo tan lejos de sentir algun dolor en su muerte, como lo habia estado de toda corrupcion. Facilmente me persuado, que no estuvo echada en la cama á la manera de los que están enfermos, y que acaban su vida oprimidos por la enfermedad (dígolo con licencia de los Pintores, y Escritores);antes por el contrario, debemos creer, que entregó su espíritu al Señor, no en fuerza de alguna enfermedad, ó debilidad, sino orando de rodillas con mucha reverencia, y levantadas las manos al Cielo: el mismo modo que refiere S. Gerónimo haber muerto S. Pablo primer Ermitaño

4 Como la Virgen hubiese entregado ya en manos de su Hijo su purísima, é inocentísima alma; es cierto, y unánimemente recibido, y lo refieren algunos Autores, que pueden verse en el Pintor erudito, á quien tantas veces hemos citado1135, que su cuerpo fué llevado, y puesto en el sepulcro por manos de los Apóstoles, que lo envolvieron (segun era costumbre) en lienzos puros, y limpios, y que junto á él perseveraron por tres dias, percibiendo una armonía celestial en sus oídos, en que tenian ocupados inefablemente todos sus ánimos. Y que por la virtud de Dios, resucitase la Soberana Reyna despues de tres dias, y que así resucitada, fuese llevada sobre los Cielos, y Coros de los Angeles; es una verdad, que nadie podrá contradecir, si pía, y sobriamente quiere sentir con toda la Iglesia. Pero (descendiendo á lo que es mas de mi intento) podria representarse este triunfo de la Virgen, del modo que ya algunos lo han practicado; á saber, pintando á la Sacratísima Virgen, y Madre de Dios, adornada con ricos vestidos, y con un semblante hermosísimo (que de ningun modo se le debe pintar con el semblante viejo; pues fuera de que permaneció siempre Virgen intacta, ya estaba adornada, y revestida con las dotes de la gloria)   —51→   afianzada en el hombro de su amado Hijo, conforme lo que leémos en los Cantares1136: ¿Quién es esta que sube del desierto, abundando en delicias, y recostada sobre su amado? y encaminándose á lo mas alto de los Cielos, rodeada por todas partes de muchedumbre de Angeles. Pero, por ser comun, y freqüente, el pintarla subiendo á los Cielos por mano de Angeles (bien que no necesitaba de este auxîlio el cuerpo glorioso, y dotado ya de admirable agilidad), es justo, que tambien se pinte así, y mas conforme á la piedad popular. Subida ya á los Cielos, suelen representárnosla (y con razon) hermosísima; pero muy modesta, juntas las manos ante el pecho, y recibiendo una corona de oro en su cabeza de manos del Padre Eterno, y de su Hijo, sobre los quales se dexa ver en la acostumbrada forma de paloma, despidiendo rayos de luz por todas partes, aquel Espíritu Divino, de quien habia dicho el Angel á la misma Virgen: El Espíritu Santo vendrá sobre tí, y la virtud del Altísimo te hará sombra Elevada ya de este modo, y subida á los Cielos, la pintan alguna vez junto al Trono de Dios: esto es, á aquella Señora, de quien dice S. Gregorio el Grande, ó qualquiera que sea el Autor de los Comentarios sobre los Libros de los Reyes; que para llegar á concebir al Verbo Divino, erigió la cumbre de sus méritos sobre todos los Coros de los Angeles, hasta el solio de la Divinidad; y con cuyo auxîlio doy fin á este librito de sus Pinturas, é Imágenes.





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ArribaAbajoLIBRO QUINTO.

DE LAS PINTURAS, É IMAGENES de los Santos, cuyas Festividades se celebran en los tres primeros meses del año



ArribaAbajoCAPITULO PRIMERO.

Algunos avisos comunes, y generales sobre las Imágenes de los Santos


I Llegamos ya á un campo algo mas abierto, y espacioso, donde en gran parte tendrémos, que probar los hechos, no por las Sagradas Letras, ó Escrituras Canónicas, sino por las Historias Eclesiásticas, bien que dignas de fé, y unánimemente recibidas. Lo que deseo se tenga presente: pues no me pararé en lo que se dice en otras historias obscuras, que nos han dexado Escritores de poco nombre, y que no me atrevo á decir, si las han fingido, ó si las han escrito seriamente; aunque no negaré haber sido llevados dichos Autores de un cierto zelo (como lo confieso) de piedad Christiana: pero de un zelo, que como dice S. Pablo, no es conforme á la sabiduría. Ni en esto pienso hacer otra cosa, sino lo que hizo ya en sus gravísimos escritos, un Theólogo de grande nombre, y digno siempre de mucha recomendacion1137; cuya autoridad, y peso de razones, si hubieran atendido, no solamente los Pintores,   —53→   sí también muchos Escritores, ciertamente hubieran sido mas cautos en no dar varias veces ocasion á los Lectores, de tomar lo apócrifo por cierto, y (por decirlo mas sencillamente) lo verdadero por lo falso. Ni por esto pretendo tomar á mi cargo un empeño tan grande, como sería el de refutar todas estas narracioncillas. Si alguna vez lo pidiere la necesidad, lo haré brevemente: pero sino, lo omitiré. Vamos ahora á nuestro asunto. Como ya antes hemos dicho mucho por lo perteneciente á nuestro propósito, no es mi ánimo repetir lo mismo aquí, e inculcarlo otra vez, sí solo notar lo que parezca mas digno de advertencia. Por este motivo nada diré ahora de particular sobre la honestidad, que siempre se ha de observar en pintar las Imágenes de los Santos; por juzgar, que basta lo que acerca de esto he dicho arriba, donde me he detenido largamente en ello, y será del caso, que lo repase el Lector pío, y erudito. En dichas Imágenes de Santos, y Santas, como en qualesquiera otras, deben atenderse principalmente tres cosas. La primera, que quanto lo permita la industria, y habilidad, sea conforme la Imágen, en el semblante, en los lineamentos de la cara, en la estatura, y otros accidentes con el original. La segunda, que en los vestidos, y demas adornos del cuerpo, se procure imitar la verdad, ó verisimilitud, que sea mas conforme á razon. Y la tercera, que la Pintura se conforme tambien con el original, en la edad, y demas gestos del cuerpo. Con efecto, por lo que mira á la primera de estas cosas, sería de desear, que como nos restan aun Imágenes muy parecidas de algunos Santos, que vivieron en los últimos tiempos, las tuviéramos tambien de los Santos antiguos, cuya forma (por explicarme así) se nos ha desaparecido: por tener siempre un no sé qué de mayor peso, y autoridad para conmover los ánimos, las Imágenes de aquellos, á quienes amamos, y reverenciamos; quando se miran como sacadas al vivo,   —54→   y muy conformes con el original. Sin que, para confirmar, é ilustrar esta materia, sea menester vaciar aquí un poco de erudicion vulgar, y trivial: porque ¿quién ignora, que por este motivo acostumbraron los Antiguos conservar con sumo cuidado, y diligencia, y ostentar en los atrios de sus casas los retratos de sus mayores? Y que, por mas que fuesen ellos muy desemejantes de la virtud de sus antepasados, procuraron, quanto podian, ostentar en los retratos, que en nada degeneraban de sus abuelos, y bisabuelos, ni de aquellos, á quienes llamó el Satírico,


Fumosos equitum cum Dictatore magistros

Y, lo que es mas, que por el abuso de esta costumbre, que por otra parte podia parecer tolerable, y pía, traxese su origen en aquellos tiempos un mal tan grande, como es la idolatría, nos lo enseña el Autor del Libro de la Sabiduría, con estas palabras1138: Doliéndose el padre acerbamente, hizo una imagen del hijo, que se le habia quitado antes de tiempo; y á aquel que entonces habia muerto como hombre, empezó despues á honrarle como á Dios, y á constituir entre sus siervos ceremonias, y sacrificios, &c. En tanto es verdad, y tan convencido por la experiencia, que los retratos de aquellos, á quienes amamos, ó aborrecemos, conmueven en gran manera los ánimos, particularmente quando se sacan al vivo. Por esta misma causa (lo diré, ya que hemos llegado aquí), no solamente practicaron esto los Antiguos con sus padres, hijos, ó demas hombres, sí tambien con las bestias irracionales, procurando pintarlas tan al vivo, quanto era posible. Hace mencion de esta costumbre un Poeta Español, el qual hablando de una perrita, dixo elegantemente con mucha gracia, y agudeza:

  —55→  
Hanc ne lux rapiat suprema totam
Picta Publius exprimit tabella,
In qua tam similem videbis Issam,
Ut sit tam similis sibi nec ipsa
Issam denique pone cum tabella:
Aut utramque putabis esse veram,
Aut utramque putabis esse pictam

Pero volvamos á nuestro camino. Sería, digo, de desear, que al Pueblo Christiano le quedáran verdaderas Imágenes, y efigies de los Santos, y Santas antiguas. Pero esto ya no puéde ser; y de aquí viene (por lo que respeta á lo que vamos tratando), que los Pintores, quando representan las Imágenes de los Santos, ó nada piensan acerca de la verdad del hecho, ó (lo que es muy freqüente) las desfiguran de mil maneras, aun en lo que podian poner mas diligente cuidado, como tal vez lo manifestarémos en sus propios lugares: sin embargo, no por esto debe desmayar el Pintor erudito, antes debe buscar, en quanto pueda, los medios mas oportunos para suplir esta falta. Porque en primer lugar, se ven efigies sacadas bastante al vivo, de los Santos, que vivieron en los últimos tiempos, cuyos retratos pueden servir de pauta, y modelo al Pintor diligente, y estudioso. Pues, aunque descendiendo dichos retratos de unos á otros, hayan perdido un poco de su nativa propiedad, como suele suceder; con todo pueden servir de algun modo, para no apartarse de la verdad, y para no tomar (como dicen) lo negro por lo blanco. Mas ocasion de tropiezo hay en las Pinturas de los Santos antiguos, de que apenas nos han quedado ningunas Imágenes: pero el Pintor diligente deberá evitar, ó vencer este escollo. Porque primeramente puede recurrir (recurso á la verdad, que ni puede dexar de aprobarse, ni es enteramente expuesto á error) á los mas diligentes   —56→   Escritores de sus vidas, muchos de los quales, bien que no todos, tomaron sobre sí el cuidado de describir á la posteridad, qual fué el Santo (cuyos esclarecidos hechos referian) por lo perteneciente á la estatura del cuerpo, á la simetría del semblante, y á los lineamentos de la cara. Lo que podria confirmarse con exemplos, á no haber tantos á cada paso. Fuera de que, por la misma serie de su vida, se trasluce algo, con que semblante, y lineamentos puedan describirse bastante bien qualesquiera Santos. Porque los que se dieron á un género de vida mas austera, y á continuos ayunos, sería cosa ridícula el pintarlos robustos, llenas, y coloradas sus mexillas; ni seria tampoco cosa proporcionada, y conforme á razon, que los Santos, que, exîgiéndolo así su particular vocacion, y la mayor gloria de Dios, eligieron otro género de vida menos áspero, y menos austéro, se les pintára enteramente macilentos, horribles, y sin ningun aséo, como si hubieran vivido siempre en los desiertos de Nitria, ó de la Thebaida. Tambien el genio, é índole de los Santos, suministra en esta parte un grande campo para conjeturas. Pues nadie pondrá duda, en que los que fueron muy apacibles, mansos, y afables, deban pintarse regularmente con la frente despejada, con alegría en el semblante, y en los ojos, sin salir de los límites de la compostura, y de la modestia: Mas, los que tuvieron un genio, y natural mas sevéro (sin oponerse esto á la gracia, que no suele destruir, sino perficionar la naturaleza); se han de representar á la vista de otro modo: lo que facilmente se entenderá tambien de las otras dotes del alma. Finalmente, en los Santos, que han escrito, tenemos, segun me parece, un campo mas dilatado para conjeturar su semblante, sus gestos, y su modo. Porque, ademas que sus mismos escritos, hacen en alguna manera las veces de sus efigies, é Imágenes, que por esto, el mas ingenioso de los Poetas, escribió   —57→   graciosamente á un amigo suyo, que llevaba esculpida su imagen en el anillo:


Grata tua est pietas: sed carmina major imago
Sunt mea:

Ademas desto, digo: ¿Quien habrá que haya leído los escritos de los SS. Padres, y Doctores, que por ellos no haya de algun modo conjeturado prudentemente su semblante? Y por tanto (si el mismo que los ha leído fuera Pintor) ¿como dexaría de pintar al Grande Augustino, con frente grave, y despejada, aguda la nariz, y los ojos sobre manera vivos? ¿A S. Gerónimo, en forma, y figura de un viejo adusto, lleno de arrugas, algun tanto mal acondicionado, y regañon, la barba inculta, y sin aséo, secas sus manos, á causa del rigor, y de la vejez, qual se describe él mismo en alguna parte de sus obras? ¿A S. Ambrosio finalmente, y á S. Gregorio, quien leería sus escritos, que no les pintára, á aquel con un semblante lleno de decoro, y magestad, aunque con algun aséo; y á este, que por lo comun andaba ocupado en meditaciones tristes, con el semblante pálido, y macilento? Confieso ser todo esto algo incierto: pero en cosas de este género, el que desea saber con moderacion, debe contentarse con lo verisimil. Baste esto por lo que toca á la primera de las cosas que notamos arriba: porque, si bien podian decirse otras muchas, estas puede conocerlas por sí mismo el Pintor erudito.

2 En quanto á la segunda, es mayor (espontaneamente lo confieso) la variedad de las cosas, á que ha de atender el perito artífice, por lo que respeta al vestido, y adornos del cuerpo; de suerte que á no hacerlo, es indecible, quanto ofenderá la vista de los que miren sus Pinturas. Pues, como los Santos florecieron en muy distintas regiones, y en siglos muy diversos, sería ridículo (por no decir otra cosa peor) el atribuir á los   —58→   Santos sin ninguna distincion, los mismos adornos, y vestidos. No puedo menos de alabar aquí á mi amigo D. Antonio Palomino de Velasco, á quien, habiéndole mandado pintar para la Iglesia de Córdoba, á aquellos dos jóvenes dignísimos de toda alabanza, ambos Patronos de la misma Iglesia, é invictísimos Mártires de Jesu-Christo; á saber, á S. Acisclo, y á S. Pelagio, procuró con mucho cuidado, y diligencia, representar al primero con coraza, y en trage de un soldado Romano; y al segundo, en trage de Arabe, ó Morisco. Cosa, en que se hubiera descuidado otro Pintor menos diligente; vistiendo á los dos, ó con aquel género de manto, que usan los Arabes, y que ellos mismos llaman Alquizel; ó, á que mas me inclino, pintando á ambos con coraza, y calzado á la Romana: para que así todo fuera ridículo. Mas, como los Santos se dividen en varias clases, me parece muy del caso (por lo que toca al presente asunto) advertir algunas cosas sobre cada una de ellas.

3 Quanto á los Patriarcas, y Profetas, un Autor de gravísimo, é integérrimo juicio1139, con su acostumbrada modestia, y gravedad, reprehende á los Pintores, por pintarlos no de otro modo, sino como se ven alguna vez en Europa los Turcos, y Armenios: sin embargo de que aquellos antiguos Patriarcas, y Profetas (segun piensa el mismo erudito Escritor) vestian mas sencillamente, lo que prueba, y convence, aunque de paso, por algunos lugares de la Escritura. Pero ¿que hubiera dicho, á haber tropezado con las Imágenes de un artífice por otra parte excelente1140, en las quales se ve pintado el Rey, y Profeta David, como si fuera algun Emperador de Alemania, y asimismo sus Cortesanos, con capitas cortas, calzones, y medias largas; y otras mil boberías de este género, que no tanto les adornan,   —59→   quanto les sirven de deformidad, y les desfiguran? Pero esta es la decantada potestad, que justa, ó injustamente está concedida á los Pintores (como á los Poetas), de la que, quien no abusa, le parece, que sabe muy poco.

4 Acerca de los vestidos, y trages de los Apóstoles, ó de su modo de vestir, pobre, y sencillo, bastará lo que hemos dicho arriba, que fué lo que nos pareció mas verisimil: aunque confieso ingenuamente, que acaso habrá tambien sobre esto otras muchas cosas, que ignoro, que si tuviera conocimiento de ellas, darían no poca luz para ilustrar, y proponer mejor, lo que hay sobre esta materia. Mas por lo que respeta á los Santos Mártires, quando se nos proponen padeciendo los tormentos, que les dieron, los pintan desnudos, como realmente lo estaban. Sobre lo qual, ya dexamos notado lo que me pareció mas conveniente. Esto debe entenderse, por lo que toca á los cuerpos de los SS. Mártyres, en el acto de padecer los tormentos; porque, por lo perteneciente á los demas adornos, y á los guardias, que les custodiaban, conforme se echa de ver en semejantes Pinturas, por no omitir lo que es mas digno de observacion; digo, que las invenciones de algunos artífices poco eruditos, exceden algunas veces, y pasan los límites de lo creíble. Pondré aquí un exemplo, á quien sin violencia podria aplicarse aquello del Poeta:


::::Hinc crimine ab uno
Disce omnes ::::

Ví yo mismo, en una Pintura por otra parte bastante hermosa, y de buen pincel, en que se representaba la pasion, y victoria de S. Lorenzo Martyr; á un Capitan, que mandaba á los demas soldados, el qual habia desmontádose ya de su caballo, que lo traía enjaezado con adornos, que se usan en el dia de hoy, y son mas propios nuestros, que del tiempo de los Romanos. Pero no   —60→   paró en esto. Oye, Lector mio, otro disparate de mayor estofa; facinus majoris abollæ. El mismo caballo, al que tenía por el freno un criado, estaba aparejado, no como acostumbraban los Romanos, sino con una silla del mismo modo que hoy la usan los militares. Pero ¿que mas? En la parte anterior de la silla, en aquellas fundas, ó cañoneras, estaban colocadas las que nosotros llamamos Pistolas, de suerte que quien contemplase aquella Pintura, antes se movería á risa por el adorno del caballo, que se conmovería por la pasion, y constancia de S. Lorenzo. Pero esto de paso: vamos á otra cosa. Quando se representan los mismos tormentos, sería del caso tener bien conocida la forma, que tuvieron los instrumentos del Martirio: quales fueron los azotes, las uñas, los peynes, las láminas encendidas, que aplicaban muchas veces á los costados desnudos de los Mártires, y que solo estaban armados de paciencia. Fuera de esto, convendria saber, qué forma, ó figura tenian la catasta, el potro, la garrucha con que estiraban freqüentemente sus cuerpos, de tal modo que muchas veces se quebrantaban todas sus coyunturas. Lo que, por haberlo exâminado diligentemente un erudito Cáballero Italiano1141, y propuéstolo á la vista de todos en un librito, remito allá al Lector, pues no es mi ánimo detenerme escrupulosamente hasta en las mas pequeñas menudencias.

5 Mas, quando pintan á los mismos Mártires con una pequeña corona, y una palma en la mano, debería atenderse al estado, y condicion, que tuvieron cada uno de ellos: á que, si hubieran atendido los Pintores, y puesto en ello la debida diligencia, se evitarían muchos inconvenientes; y no se nos presentaría á la vista un Médico, como realmente fué S. Pantaleón, vestido en trage Militar; ni á los SS. Hemeterio, y Celedonio, que fueron soldados, los veríamos vestidos con túnicas, y   —61→   capas; casi del mismo modo que pintarían á un Filósofo Griego: Dirán, que estas son menudencias. Yo no pienso así; pues no son cosas tan menudas, que se escapen á los ojos de los medianamente doctos. Pero sea así, enhorabuena: Sean, quanto quieran, para muchos menudencias; sin embargo no deben parecer tales al Pintor erudito, el qual, no de otro modo, que el buen Orador debe tener bien entendidas todas aquellas cosas de que ha de hablar; debe asimismo tener bien exâminadas las cosas, que ha de proponer á la vista. Porque si no, qué otra cosa le podrá suceder, sino lo que de un mal Pintor, y de otro mal Poeta, dixo Horacio; esto es, que cada uno de ellos,


Delphínum silvis appinget, fluctibus aprum

Pero pasémos adelante.

6 Nada hay mas freqüente, que pintar á los SS. Prelados de la Iglesia, ora fuesen Mártires, ó no, en trage, y con los adornos Pontificales, que ha recibido la Iglesia de mucho tiempo á esta parte; esto es, con Alba, Capa pluvial, Báculo, Mitra de dos puntas, y otras cosas semejantes. Y esto, ya les describan haciendo oracion, ya escribiendo en casa, ó confesando la Fé de Jesu-Christo ante los jueces tyranos. Es extraño por cierto, que esto no parezca ridículo aun á los mismos, que se deleytan en semejantes Pinturas. Primeramente, estos adornos Pontificales fueron diversos entre los Prelados del Occidente, y los del Oriente: lo que nadie puede ignorar, con tal que haya visto las Pinturas de los Santos Obispos Griegos, y demas Orientales, como lo convence por lo menos la de S. Nicolás Obispo de Misa, y otras muchas. Sobre lo qual puede verse el Cardenal Bona, Varon de mucha piedad, y erudicion, en sus libros De Rebus Liturgicis1142. Ademas: démos que fuese enteramente semejante, y uniforme el adorno, de   —62→   que usaban los SS. Obispos, y Prelados: ¿acaso usaban de dicho adorno, quando trataban sus cosas particulares, y quando estaban en su casa, ó en el campo? No me parece podrá afirmar nadie una cosa tal, si está en su sano juicio. Pero esto, poco, ó nada detiene, ni embaraza á los Pintores, que no procuran indagar, ni investigar las cosas, como era razon; de suerte que han pintado algunas veces á S. Pedro, adornado con la misma forma de vestiduras Pontificales, de que usan hoy los Sumos Pontífices en los actos mas solemnes. Mas, por no parecer, que quiero apretar esto demasiado, parecerá á muchos, que lo dicho debe referirse á las Pinturas simbólicas; de suerte que por ellas no se signifique otra cosa, sino que en el Beatísimo Apostol S. Pedro, residió el mismo poder, y autoridad dada por Christo, que hoy reside en el Papa Benedicto XIII. que felizmente reyna, lo que es, y debe tenerlo por muy cierto todo Católico.

7 Acerca de los demas Santos Confesores no Pontífices (por hablar en frase de la Iglesia) nada hay al presente que notar con particularidad: si algo se ofreciere lo irémos notando en sus propios lugares. Pero, por lo que respeta á las Santas Vírgenes, incluyendo tambien á las Mártires, me haría reo de un grave delito, si no dixera aquí abiertamente, quanto me desagrada el modo de vestir, con que casi siempre las representan los Pintores poco cautos: á saber, rizado, y encrespado el cabello, hermoso el semblante, pero no con modestia, sino muchas veces sobrado resplandeciente, y poco conforme á su santidad, y candor virginal: vestidas con batas largas de tela de oro, y, lo que me avergüenzo de decirlo, descubiertos los pechos; de modo que las mas veces, están tan lejos de parecer exemplares, y dechados de candor, y pureza Christiana, como verdaderamente lo fueron; que antes por el contrario, se representan á los ojos castos, y serios, como vanísimas   —63→   seguidoras (por no decir otra cosa mas dura) de un culto profano. Esto es á lo que deberian estar mas atentos, los que pintan, y representan los modelos mas santos de pureza, é integridad Christiana.

8 Finalmente, por lo que mira á lo último, que advertimos arriba, hase de tener siempre presente la edad de aquel, cuya imagen se quiere representar, lo que observan diligentemente artífices de otras Imágenes; de suerte que despues de haber puesto el nombre, cuya es la imagen, es muy comun entre ellos, añadir, de su edad, por exemplo 56. En lo qual, aunque debieran haberlo tenido presente, tropezaron sin embargo (y no raras veces) Pintores por otra parte sobresalientes. Y sino ¿qué otra cosa es, el pintar al Bautista lleno de canas, con ser constante, que tenia solo seis meses mas, que el Señor, á quien precedió en el triunfo del martirio? Que? ¿el pintar á S. Juan Evangelista estando junto á la Cruz, en figura de un joven sin barbas, quando tenia ya entonces cerca de treinta años? Que? ¿el pintar á el mismo escribiendo el Evangelio, y su admirable Apocalypsis, de edad (segun parece) que apenas pasaba de treinta años? Sin embargo de ser certísimo haber escrito el Apocalypsis, quando ya era viejo: pues este beatísimo Apostol llegó á la vejez, y aun (como dice S. Gerónimo)1143 á una extrema decrepitud: de suerte que sus Discípulos apenas podian llevarle, aun en brazos, á la Iglesia. Al mismo género de error pertenece tambien, el pintar viejos, ó á lo menos, de una edad muy avanada, á aquellos Santos, y Santas de los quales consta ciertamente, que apenas pasaron de la mocedad, ó de una edad robusta, y varonil; lo que sin embargo, notamos con bastante freqüencia en las Imágenes Sagradas, por no haber puesto los Pintores, y Artífices, la debida diligencia en hacerlas. Una sola cosa   —64→   me resta que advertir, y es, que á todos los Santos se les debe pintar con luces, y resplandores en el semblante, y con aquellas insignias correspondientes al martirio, ó empleo, que exercieron; para que así, se dén mas á conocer á los que miran sus Imágenes: pero en esto, no he advertido hasta aquí, que hayan faltado tan freqüentemente los Pintores.




ArribaAbajoCAPITULO II.

De las Pinturas de S. Pablo Ermitaño, y de S. Antonio Abad


I Para tratar con cierto orden lo que ocurre mas digno de advertencia acerca de las Imágenes de los Santos, he preferido el método, que ya de mucho tiempo, habia observado un Escritor de estas materias bastante diligente: á saber, ir siguiendo sus Festividades, segun las celebra la Iglesia Latina; antes que seguir el orden de las Letanías, cuyo método habia determinado adoptar el Cardenal Gabriel Paleoto, y sin duda lo hubiera conseguido, á no haberle cogido la muerte, quando estaba ocupado en tan pías, y sabias empresas. Mas, como ya tratamos arriba, lo que se nos ofreció acerca de Christo Señor nuestro, de su Santísima Madre, y de los Angeles; omitiré aquí lo que pertenece á estas solemnidades, contentándome con remitir al Lector á sus propios lugares, si es que hubiere alguno, que se dignare leér este mi tal qual trabajo. Por lo que, en el mes de Enero (que, así por lo tocante á lo Civil, como á lo Eclesiástico, es el primer mes de todos) el primer Santo, á quien se celebra, es el Grande Autor, y Maestro de Ermitaños S. Pablo, cuya Fiesta trasladó la Iglesia Romana al dia quince de dicho mes, por estar ocupado el dia diez (que es su dia propio) con la Infraoctava de la Epifanía.

  —65→  

2 Quando seriamente, y á mis solas, estoy pensando en este Santo, acostumbro yo (séame lícito decir esto de él) llamarle el mas feliz entre los mortales. Pues que habiendo salido apenas de su juventud, movido primero de la persecucion de Decio; de Decio, digo, aquella bestia feroz, que en varias Provincias del Imperio despedazó á tantos millares de Christianos; pero movido mas de la caridad, y abrasado en deseos de servir mas libremente á Dios, determinó irse á vivir, y con efecto lo executó, en las vastas, y desiertas soledades del Egipto: donde, con el sustento, y vestido que le suministraban las palmas, y con el agua de una fuente, vivió casi cien años, no solamente apartado quanto es decible, de los negocios del mundo, y del siglo (que esto seria poco); sino, lo que es mas de admirar, tan apartado, y distraído de la compañía, y sociedad de los hombres, que ni los veia, ni tenia noticia de ellos; de suerte que, á no haber hecho Dios (que procura se sepan las cosas grandes, que pueden servir de exemplo, y consuelo para los mortales) que Antonio ya de noventa años, fuera á visitarle, nadie habria el dia de hoy, que supiera, ni hubiera oído, que un Varon tal, y tan grande habia vivido en el mundo. Pero yo dexo gustoso á mayores ingenios el referir los hechos admirables de tan gran Santo.

3 Por lo que mira á la efigie de este Varon (que es el objeto de que tratamos) hase de advertir lo siguiente. He visto alguna vez, y considerado atentamente su Imagen en figura de un anciano sobradamente viejo, y decrépito; pero sin embargo, desnudo enteramente, por lo menos de medio cuerpo, y la barba sin canas, y no muy larga, como debiera ser la de un hombre, que vivía en un desierto vastísimo, donde no habia barbero, ni navaja. Sus miembros parecian tambien de un hombre anciano, sino que acaso ostentaban mas robustez de lo que era regular, ni se veían cerdosos, y macilentos,   —66→   sino algo blancos, y con aquella blandura, y suavidad, que los Pintores llaman morbidez: lo que me acuerdo haberlo ya reprehendido arriba. Esta es la causa, porque justamente no me agrada semejante modo de pintar á S. Pablo Ermitaño.

4 Otros al contrario, le pintaron vestido, como era razon: ¿pero con qué vestido? á saber, con un vestido texido de box, que no puede darse cosa mas ridícula, por no ser el box, arbol, ó mata, de que se pueda texer ningun vestido: como bien, y prudentemente (pues no todo lo que han dicho aquellos, á quienes justamente reprehendemos, son absurdos, bien que hayan dicho muchos) lo notó Erasmo. Pero, si los Pintores hubiesen leído, aunque de corrida, la vida de S. Pablo, que describió S. Gerónimo, la qual anda en manos de todos, aun en lengua vulgar; sin duda hubieran sabido que el vestido, que el Santo Ermitaño se habia texido con sus propias manos, no lo habia trabajado de ramos de box, sino de hojas de palma, y con puntas adentro, de suerte que cubria á un tiempo, y punzaba el cuerpo de dicho Santo. Todo esto es cosa muy sabida, y que solo la puede ignorar el vulgo mas baxo. Por lo que, si en este particular, parece que me detengo algo mas, el motivo es, porque vestido S. Pablo con un aparato tan ligero, y casi ninguno, se me representa con esta túnica de palma (mas excelente que las pintadas túnicas de los Cónsules Romanos); así como el mas pobre de los mortales, que hay, y ha habido; así también el mas feliz entre ellos. Quien deseare saber mas, lea la vida de este Santo, que pía, y elegantemente escribió el Doctor Máxîmo S. Gerónimo.

5 Descendamos ahora á su compañero aquel Grande, y famoso Antonio, que el Egipto fecundo en monstruos, produxo en otro tiempo: de quien, si fuera otro mi intento, se podria decir tanto, que habria para llenar muchas páginas, y libros enteros: pero (quiero repetirlo   —67→   otra vez) me ceñiré dentro los límites, que me he propuesto. La imagen del Grande Antonio, es freqüentísima, como la que mas, en toda la Iglesia; pues aun á la parte de afuera de las casas, particularmente de los nobles, hubo costumbre antiguamente de pintarla. El que quiera representarla bien, si quiere oirme, la describirá como un anciano ya muy grande, pues que llegó á la última vejez, y murió á los 105. años de su edad, y á los 356. de Christo, habiendo nacido el año de 251. como notó el Cardenal Baronio1144: su barba, no muy espesa, pero larga, por haber sido esta una cosa muy freqüente entre aquellos antiguos, y Santos Monges, de los quales, á lo menos de muchos de ellos, fué el Patriarca S. Antonio: cana la cabeza, y llegándole el pelo, por lo menos hasta el colodrillo, aunque otros le pintan calvo por cima de la cabeza: señales que indican su venerable dignidad. Su vestido (por lo que observó prolijamente en las vidas de los Santos el P. Juan Bolando1145, Escritor de mucha fama) no debe ser otro (pues no usó otro tampoco) que el de una túnica compuesta de pieles de cabra, ó de oveja, y sujetada con una correa tambien de pellejo; ademas de esto, se le debe pintar su capucha, y capa exterior, que, segun se colige, era de un paño vasto, y de color pardo, qual es el color natural de la lana. Píntanle tambien en el hombro izquierdo la señal de la Cruz con la figura del Tau, lo que es muy comun en todas sus Imágenes: ó porque en el lugar de Ezechîel, que referimos arriba, se describen los elegidos con esta señal; ó porque con ella se da á entender, que el Grande Antonio, fué de Egipto; donde es constante haber retenido la Cruz, la forma de la letra T, como observó un excelente Escritor de estas materias1146.   —68→   Tambien se le ha de pintar con un báculo en la mano: ó ya por decir esto muy bien á un viejo, como asimismo lo insinuó S. Gerónimo; ó ya porque solian usarlo los Monges, como observó Casiano1147. Mas, sobre si debe pintarse con los pies enteramente desnudos, no me atrevo á asegurarlo. Sin embargo yo creería, que á causa de los ardores de la arena de Egipto, usó á lo menos de sandalias. Suelen tambien, y deben ponerle un libro en las manos: no para significar, que el santísimo viejo hizo el oficio de Doctor, ó que se ocupó en escribir libros, aunque es constante haber disputado con los Hereges, y Filósofos, y escrito tambien ó dictado Epístolas, de las quales se leen algunas el dia de hoy: sino para denotar, que este esclarecido Varon, aunque ignorante de la lengua Griega (cosa que parece milagrosa) sabía tan de memoria las Sagradas Escrituras, y la interpretacion de las cosas mas recónditas, que causaba pasmo, y admiracion á los hombres mas sabios, como lo dá á entender aquel grande Escritor de su Vida S. Atanasio.

6 Será tambien del caso advertir al Pintor erudito sobre las demas cosas, que suelen añadirse á la Imagen de S. Antonio. Porque primeramente suelen ponerle en la mano izquierda, una campanilla, ó esquiloncillo, lo que, á mi parecer, no tiene otro origen, sino que los Monges Antonianos, solian llevar dicha campanilla, quando por las plazas, y calles de las ciudades, andaban solícitos recogiendo limosna para el sustento de los pobres del hospital. Mas extraño parece, y fuera de lo regular, el pintar freqüentemente un cerdo junto á la Imagen de S. Antonio. Aymaro, Escritor á quien nunca he leído, pero que le cita Bolando1148, dice: A los pies del beatísimo Varon, está pintado, ó esculpido un cerdo, por haber Dios obrado tambien milagros en   —69→   dicho animal por intercesion de su siervo. Pero Juan Molano, Escritor diligente de estas materias1149, á quien palabra por palabra copia el citado Bolando, dice: Se le pinta un cerdo, para que entienda el pueblo, que sus bestias, por la intercesion del Santo, son preservadas de enfermedades: de suerte que por baberle invocado, y en protestacion de este beneficio, en muchos lugares mantiene el comun un cerdo, que llaman de S. Antonio. Tambien puede ser, que nuestros antepasados, quando la primera vez pintaron junto á él un cerdo, antes que otro animal, no atendieron á esto, sino á los insultos, que padeció de los demonios, por significarse estos oportunamente por los cerdos. Por esto, quando en Roma se dedicaba con rito católico una Iglesia, que habia sido de Arrianos, salió de ella un cerdo, invisible á la verdad, pero que causó la admiracion de todos aquellos por entre quienes habia pasado. Esto, dice S. Gregorio, lo manifestó la piedad del Señor, para que á todos se hiciese patente, que de aquel lugar salía el espíritu inmundo, que hasta entonces habia habitado en él. Y así como nuestros mayores, visitando las memorias de los Santos, ofrecian de buena gana por sí una pequeña imagen del Santo, así tambien colgaban del pescuezo de sus animales una pequeña campanilla en memoria de S. Antonio; protestando de este modo, que por los méritos del Santo Confesor, pedian, y confiaban, que sus bestias estarian libres de la peste. Y los versos de Ambrosio Novidio dan á entender ser tambien esta costumbre de los Romanos. Pues tratando del cerdo, que se pinta junto á S. Antonio, añade:


.............Collo mea concutit æra,
Noscere quo possit ne noceatur, ait
Æsque meum gestat, baculo quod cernis in isto,
Quodque rogans æger, collaque multa gerunt.

  —70→  

Hasta aquí Molano, que trata todo este punto, docta, y difusamente: y no teniendo yo nada que añadir á lo dicho, juzgué mas del caso copiar sus mismas palabras, que vender el pensamiento como mio.

7 Con ser esto así, y ser una costumbre recibida, no solo de los Pintores, sí tambien generalmente de todos, no han faltado, ni faltan en el dia, quienes discurren de otro modo. Dicen, que el animal, que se pinta comunmente junto á los pies de S. Antonio, ya desde muy remota antigüedad, no es un cerdo, sino un raton Egipcio muy parecido á un cerdo pequeño: Cuya especie de animales, un Varon, y testigo de la mayor excepcion, no menos esclarecido por su doctrina, que por su nobleza, me aseguró haberlos exâminado con mucho cuidado, y diligencia, y tenido él mismo en sus propias manos. Dicen tambien, que pintan dicho animalillo junto á S. Antonio, no por otro fin, ó motivo, sino para denotar, que aquella Imagen no es de otro Antonio, sino del de Egipto: á saber, de aquel Santo, á quien se le dió el renombre de Magno, y que fué conocido, no solo en todo el Egipto, sino casi en todo el universo. Pero yo, que no me aparto facilmente de las costumbres, que verisimilmente se han usado, y recibido, aunque no quise, ni debia pasar enteramente en silencio lo que acabo de referir, por no omitir un vestigio de la mas recóndita erudicion; adhiero sin embargo á lo que dixe arriba, afirmando, que en las Imágenes de S. Antonio se debe añadir un cerdo, ademas de otras causas, por creerse piadosamente, que aquel Santo expelia los males de los irracionales: de suerte que qualquiera de los Fieles invocando á este Santo, puede decirle con razon: Rerum tutela mearum

8 Añaden tambien fuego en la Imagen de este Grande Padre: lo que hacen por dos razones; ó por creerse muy piadosamente, que los que le son afectos, y devotos,   —71→   tienen un patrocinio contra el fuego infernal, á que parece se inclina Santo Thomas1150, Autor, que siempre pesa, y exâmina las cosas con mucha prudencia, y madurez; ó porque es defensor, y muy poderoso contra un mal tan grande, como es el incendio de las casas; ó finalmente, por ser este Santo el único, que se venera como Patrono, contra aquel mal hediondo, que los Médicos llamaron Sacro, y que hoy lo llaman vulgarmente fuego de S. Antonio; el qual en empezando á cundir, de tal modo come, y quema los miembros, que á no cortarlos (si es posible), muere el hombre como quemado por el fuego, sin tener la medicina remedio alguno para atajarlo. Con esta enfermedad, se lée tambien haber castigado algunas veces el Santo á los profanadores sacrílegos de sus Imágenes, como el citado Bolando, Autor digno de alabanza, lo convence con muchos exemplos, que si yo quisiera ponerlos aquí, sería una cosa agena de mi propósito.

9 Nadie ignora, que á este Santo, le tentaron los demonios con varias, y extrañas tentaciones, que muchos Pintores suelen representar: pero algunos de ellos, incautamente (por no decir otra cosa peor); los quales, no contentándose con describir varias, y monstruosas formas de demonios, añadieron tambien muchas cosas obscenas, que no solo los ojos no se atrevieran á mirar, pero ni á escucharlas los oídos. Digo, que esto lo hicieron imprudentemente; pues todo Pintor sensato, y erudito debe guardarse muy bien, quando pone á la vista las victorias espirituales de los Santos, de no dar ocasion á los mas débiles, y frágiles, sino de caer vencidos, á lo menos, de experimentar ellos mismos las tentaciones, y de incurrir en ellas. Por lo que, el Pintor, que muchas veces he citado1151 refiere una cosa verdadera (pues que él seriamente la afirma); pero, casi   —72→   increíble. Dice haber visto él una Pintura, sacada de otra original de un esclarecido Artífice, y de mucho nombre1152, en la que se representa al Santo, como un anciano de avanzada edad; pero enteramente desnudo, mirando al Cielo, y como que está hablando con Christo, que se le aparece, aunque no adornado con vestido decente, y proporcionado: fuera de esto, habia pintadas quatro imágenes de demonios. Pero ¡buen Dios! ¿Qué imágenes eran estas? No otras, que las de demonios pintados en figura de mugeres desnudas, y junto al mismo Santo, estaba pintada la cabeza de un javalí, el rosario, la campanilla, el báculo, y lo que aun es mas ridículo, habia un bonete á sus pies, semejante á los que hoy usan los Clérigos. A tanto puede llegar la ignorancia de las cosas, ó el querer seguir libremente su antojo, y fantasía.




ArribaAbajoCAPITULO III.

De las Imágenes de S. Sebastian, Santa Ines, S. Vicente, y S. Anastasio


I No es mi ánimo extender mi discurso á todas las Imágenes de qualesquiera Santos: porque ¿qué Hércules podria cargar sobre sí tan grande peso? Solo es mi intencion tratar de las Imágenes de los Santos, cuyas solemnidades están en los fastos de la Iglesia, ó para hablar mas propiamente, en el Martirologio: y aun, no de todas estas, sino solamente de aquellas, que se ven con mas freqüencia entre nosotros: y si al Pintor le urgiese el pintar otras no tan freqüentes, podrá valerse de su juicio, con tal que no se aparte de las reglas, que podrá tomar de lo que hemos dicho antes. El primer Santo, de quien se ofrece tratar ahora, es el esclarecido   —73→   Martir S. Sebastian, cuyas Imágenes se ven á cada paso, de mucho tiempo á esta parte. Suelen pintar á este Santo, atado á un palo, y traspasado con flechas (pues el pintarlo sin herida ninguna, le pareció error á un Italiano de acendrado juicio1153, que da á entender haberlo visto) mozo, y algunas veces sobradamente gracioso, y bien parecido. Sobre esto último, ya hemos tocado algo arriba1154 Mas, por lo que mira á la edad, es error el pintarlo joven: porque quando padeció el tormento de las flechas, no era mozo, sino hombre hecho, y de quarenta años, como quieren graves Autores; pues era Capitan de la primera Cohorte, que segun yo pienso, era la Pretoriana, y de Palacio: cuyo empleo no solian confiarlo á jóvenes, los Príncipes amantes de la Disciplina Militar, qual era Diocleciano. Léase sobre esto la censura, y juicio del Cardenal Baronio1155: Hay (dice) un excelente monumento de este Santo Martir, que es su venerable Imagen fabricada de mosayco, la que todavía se conserva entera en el título de Santa Eudoxîa ad Vincula Sancti Petri, y tiene el semblante de viejo, y está con barba; lo que reprehende á los Pintores, que hacen mal en pintarle joven atado á un palo. Hasta aquí el doctísimo Cardenal: bien que no me agrada el decir, que deba pintarse S. Sebastian, no de edad varonil, sino ya viejo: pues en esta edad, segun leyes, y costumbre de los Romanos, no serviría ya en la milicia, sino que ya hubiera obtenido la jubilacion. Es, pues, mas verisimil, que padeció martirio, no quando viejo, sino de edad robusta, y varonil: en lo que sigo tambien á graves Autores. Acerca de las flechas, ya en otro tiempo tuve el reparo, de que las pintan, como que no causaban al Santo grandes heridas, sino que apenas le llegaban á sus   —74→   carnes: lo que parecerá igualmente poco verisimil á los que consideren su Imagen.

2 Suelen tambien pintar á S. Sebastian en las faldas de la bienaventurada muger Iréne, la qual pensando, que el Santo habia muerto en aquel tormento, como hubiese ido á aquel lugar para llevarse ocultamente su cuerpo, y encontrádole aun vivo, se lo llevó como pudo á su casa, y procuró con el mayor cuidado, y diligencia, curarlo, y que recobrase la salud. Pero esta Pintura es necia, ó ridícula, y poco conforme á un hombre, que piense con juicio, por mas que Artífices excelentes se han ocupado en ella. Mejor sería, á lo menos en gran parte, y mas á propósito, la Imagen, que refiere haber hecho el mismo Pintor tantas veces citado, esto es, el pintar echado en la cama á S. Sebastian, y junto á él,un haz de flechas, que indican haberse arrancado del cuerpo del Mártir, ensangrentadas, y con señales claras de quanto habian lastimado su cuerpo: por evitarse de este modo el inconveniente que hay, en pintar el cuerpo del Santo Martir, manejado por manos de una muger, aunque pía, y santísima. Omito aquí, por no tocar propiamente á la Pintura, otras cosas que se refieren de este Martir, y esclarecido Athleta de Jesu-Christo: pasando ya de este varon tan esforzado á una muger no menos fuerte.

3 Nadie ignora que el nombre de Agnes, ó mejor Hagne (que en Castellano llamamos Inés) significa en Latin Casta: á que se dirige aquel elogio, que segun su costumbre, expresó S. Ambrosio con estas palabras1156: Pero ¿qué podrémos decir que sea digno de esta Santa, de quien ni aun el nombre carece de alabanza? Pues la que tenia el nombre de Casta, en su mismo nombre presentaba el elogio, y la alabanza. Lo que aun mas clara, y expresamente significó S. Agustin1157, diciendo:   —75→   Esta Virgen, era tal qual se llamaba: Agnes en Latin significa Cordera, y en Griego, Casta. Y así, en quanto á sus Imágenes (porque, si miramos á sus hechos, son inmensos los elogios que le dan los Santos Padres) esto es, lo que tengo que advertir á los Pintores: Suelen pintarla muchacha de pocos años; lo que está muy bien: pues á los trece años de su edad fué, quando perdiendo la muerte, encontró la vida, como se canta en su rezo, y elegantemente lo expresó S. Ambrosio, dando á entender, que esta era la fama comun: De esta Santa (dice el citado Padre) leémos haber padecido martirio á los trece años. ¿Quánto mas detestable fué la crueldad, que no perdonó á edad tan tierna? ó por mejor decir, es grande la fuerza de la Fé, que supo encontrar su testimonio aun en aquella edad. ¿Hubo por ventura en aquel cuerpecillo, lugar para las heridas? Pero la que no le tuvo para recibir el acero, le tuvo para vencerle. Y poco despues: Se pasmaron todos, al ver, que ya daba testimonio de la divinidad, la que por razon de la edad, no podia ser aun árbitra de sí misma. ¡Palabras elegantísimas! Pero cuya fuerza, y elegancia, acaso no todos la penetran. Martir, es lo mismo que testigo, para lo qual se necesita cierta edad, y que sobrepuje por lo comun á la tierna edad, que tenia esta Santa: el poder arbitrar, y disponer de sus cosas, no se permite á los de poca edad, ni aun á los de alguna edad mas adelantada. De lo que, considerado con reflexîon, resulta la elegancia, y hermosura de las palabras de S. Ambrosio, y como se pasmaron todos, al ver, que era ya testigo de la divinidad, la que por su tierna edad, no podia disponer aun de sus cosas. He dicho esto, por lo que toca á la edad de dicha Virgen, que conduce no poco para pintar su Imagen.

4 Píntanla ademas vestida con una túnica texida con   —76→   flores de oro, lo que tambien debe aprobarse1158Pues con esto, se hace evidente alusion á lo que se refiere en sus Actas, y rezamos en su oficio, haber dicho la misma Santa al joven, que la amaba; pues hablándole de su esposo Jesu-Christo: Vistióme el Señor (le dixo) con un vestido bordado de oro, y adornóme con joyas inapreciables. Palabras, que aunque se refieran á un sentido mas elevado, y á las riquezas espirituales, con todo dán lugar á que los Pintores representen no sin fundamento á esta castísima Virgen adornada de este modo. Pero (quanto yo puedo juzgar) se pintaría mejor, y mas conforme á la fé de la historia, si la representáran vestida con una túnica admirablemente ajustada á su cuerpecito, y enteramente blanca como la nieve; por leerse de dicha Santa, que quando desnuda, y cubierta solamente con sus largos cabellos, fué puesta en el lugar de prostitucion, hizo oracion á Dios, y mereció ser admirablemente socorrida en tan grande peligro. Léanse sus Actas: Como se hubiese postrado (dicen) para hacer oracion á Dios, se le apareció delante de sus ojos un vestido blanquísimo. Y tomándolo, vistióse con él, y dixo: Gracias te doy, Señor mio Jesu-Christo, porque contandome en el número de las siervas, mandaste, que se me diera este vestido. El qual estaba tan á medida de su cuerpecito,y tan resplandeciente por su extremado candor, que nadie pondría duda en que solos los Angeles se lo habian preparado. Todo lo que confirma en gran manera la advertencia, que acabamos de dar. Fuera de lo dicho, pintan encendida tambien una grande hoguera, y á la Santa de pies sobre el fuego, en que hacen igualmente bien: por leerse esto mismo en sus Actas, y cantarse en su festividad. Mas, el que se la pinte abrazándose con un cordero; esto, ó alude á su nombre, como diximos arriba, ó mas comunmente, á que fué una Virgen purísima;   —77→   á saber, del número de aquellas, que siguen al Cordero donde quiera que vá: ó acaso (á que mas me inclino) hace alusion á ambas cosas.

5 Pero, si se hubiere de pintar su pasion, con que firme, y constante dió fin á su martirio, parecerá acaso, que se la debe pintar traspasada con una espada su garganta, pues esto leémos en sus Actas, de donde he tomado las palabras siguientes: Aspasio Vicario de Roma, no pudiendo sufrir la sedicion del pueblo, mandó meterle una espada por su garganta. Y rociada la Santa con el encarnado licor de su sangre, la consagró Jesu-Christo para su Esposa, y Martir. Pero, si yo fuese Pintor, ó qualquiera que aconsejase al Pintor erudito, no la pintaría así, ni aconsejára, que representáran de tal modo el martirio de esta Sagrada Virgen. Muévenme á esto las palabras de S. Ambrosio, en una obra, que sin duda es suya1159, y que nadie hay que no haya leído, donde el Santo dice asi: ¡De quantos terrores no se valió el verdugo para hacerse temer! ¡De quántos alhagos para persuadirla! ¡Qué medios no usó para casarse con ella! Pero la Santa: Ya es (dixo) injuria para el Esposo, estar aguardando á la que le debe complacer; el que primero me ha elegido para sí, éste me recibirá¿Que te detienes verdugo? Perezca éste mi cuerpo, que puede ser amado con ojos carnales, con los quales no quiero que se ame. Y añade luego: Estuvo de pies, hizo oracion, inclinó la cerviz. Verías temblar al verdugo, como si él hubiése sido el que estaba condenado á muerte: verías estar pálido el semblante del que temia el peligro ageno, quando la tierna doncella no temia el suyo. Esto dice S. Ambrosio: el qual hace ver claramente, que Santa Inés no perdió la vida traspasándole la garganta, sino degollándola, y cortándole la cabeza, como consta de aquellas palabras: Estuvo de pies, hizo oracion,   —78→   inclinó la cerviz. Y lo que dice, que estuvo de pies y no postrada, como era costumbre á los que se les había de cortar la cabeza; lo dice con el fin de exâgerar mas la pequeñez de su cuerpo, dando á entender, que bastó el estar de pies, y no de rodillas, para que un hombre robusto le cortára su cabeza virginal. Pero volvamos de esta tierna virgen á los varones.

6 Hubo un Varon muy insigne en méritos y virtudes S. Vicente Martir, Español, y Aragonés, á quien no solo los Españoles, sino todo el universo le celebra con muchas alabanzas: cuyo elogio comprehendió en pocas palabras, aunque muy significativas, el Martirologio Romano, que dice así1160: En Valencia, en la Corona de Aragon, S. Vicente Levita, y martir, el qual por sentencia del impío Presidente Daciano, sufrió por la gloria de Christo estrechas cárceles, hambre, tormento del ecúleo, descoyuntamiento de miembros, planchas ardiendo, parrillas de hierro encendidas, y otras máchînas de tormentos, con los quales mereció el premio de la gloria. Su ilustre triunfo canta elegantemente Prudencio en un himno: y los SS. Agustino, y Leon Papa, le celebran con maravillosas alabanzas. Hasta aquí el Martirologio: para que de esto se eche de ver el duplicado triunfo de España en dos esforzadísimos Diáconos, á saber, en S. Lorenzo) pues yo no pongo ninguna duda en que S. Lorenzo fué Español, aunque no faltan quienes quieren quitar tanta gloria á España), y en nuestro S. Vicente; que acaso no se encontrará otro igual.

7 Pintan, pues, al fortísimo Levita, en trage de Diácono: sobre que no quiero dilatarme mas, por no parecer sobradamente molesto, y prolijo. Tiene en su mano, al modo que S. Lorenzo, aquellas parrillas de hierro, en que fué tostado por orden del cruelísimo Presidente: y junto á él, se vé pintado un cuervo. Cosa, que por   —79→   haber observado ponerla muchos en duda, ó que ignoraban la razon de ella, no parecerá mal exponerla ahora brevemente. El caso pasó así1161: Despues de la muerte triunfante de éste valerosísimo Martir, dicen, que para causar terror á los Christianos, expusieron el cuerpo del invicto Athleta totalmente desnudo, á las aves, y lobos, para que lo devoráran: pero que un cuervo (cosa admirable, y que casi sobrepuja á la fé humana) les impidió llegar. Como un Cuervo (son palabras de sus Actas) ave perezosa,y muy pausada, que no estaba muy distante, demonstrando en cierto modo con su tétrica figura, que estaba llorando, ahuyentase lexos del cuerpo con cierto ímpetu las demas aves, que se iban acercando, aun á aquellas que eran mas de temer por su mayor ligereza de vuelo, ahuyentó tambien corriendo velozmente, á un feroz lobo, el qual volviendo la cabeza hácia el sagrado cuerpo, estaba parado, atónito, y segun nos persuadimos, estaba mirando á los Angeles, que le custodiaban

8 Por lo que toca á su martirio, hay en Salamanca en el Altar mayor de la Iglesia del Martir S. Vicente, á quien está dedicada aquella Casa de PP. Benitos, que es famosísima, y digna de las mayores alabanzas, pues que ha producido tantos, y tan esclarecidos hombres á la República literaria, y al mundo todo: Hay, digo, en Salamanca una insigne Pintura, y muy grande, que dicen ser de Vicente Carducho, en que se representa echado S. Vicente sobre las parrillas encendidas, con tal propiedad, y elegancia, que no cabe mas, y que pediría mucho tiempo el describirla, y elogiarla. No puedo dexar de referir aquí una cosa, acerca de los triunfos de este Santo, que no será del todo fuera del caso: á saber, que no solo fué probada la paciencia, y constancia de este Martir en la terrible cama de las parrillas; sino tambien en otra muy blanda,   —80→   pretendiendo el impío Presidente reducir con halagos, y regalos, al que no habia podido vencer con la crueldad de los tormentos. Pues dicen así las mencionadas Actas: ¿Y qué harémos ya con él? (hablan del Diácono Vicente) quedamos vencidos: póngasele pues en una cama, y halaguésele con mantas mas suaves: que no quiero hacerle mas glorioso, muriendo, en medio de los tormentos. Un poco de descanso; que se le dé, repáre sus miembros ya débiles por la fuerza de los tormentos; y cerradas las aberturas de sus llagas, sujétese á padecer nuevos, y exquisitos suplicios. Hasta aquí las Actas: lo que á mí me hace venir á la memoria un hecho vilísimo, que con la mayor elegancia, refiere S. Gerónimo haber executado el impío tirano en la cruel persecucion de Decio; pues no contentándose el fiero perseguidor con ensangrentarse contra los cuerpos de los Christianos, quiso haberlas tambien contra sus almas, y á los que no podia derribar á fuerza de penas, y tormentos, solicitó vencerles con deleytes, á fin de que debilitados ya sus ánimos con los regalos, pudiese hacerles ceder con mas facilidad, sujetándoles otra vez á los tormentos, si todavía persistian constantes en la Fé, y confesion de Jesu-Christo. Usando de este medio, y valiéndose de los modos mas extráños, é indignos, intentó hacer titubear la constancia de uno, cuyo nombre hasta ahora nos es desconocido, aunque ya muchos, por este esclarecido hecho, dignísimo de los mayores elogios, le han apellidado comunmente Nicetas; esto es, Vencedor. A éste, pues, librándole de los tormentos mas crueles, que la misma muerte, y encerrándole en un jardin ameno, y delicioso, mandóle poner el tirano sobre colchones de pluma, y reclinar su cabeza sobre una blanda almohada, atando su cuerpo con suaves vendas: donde entrando luego una mugercilla desvergonzada, tentó audaz á lascivia al constantísimo joven de Jesu-Christo, hasta tanto que el invicto Athleta mordiendo con los dientes   —81→   su lengua, la arrojó llena de sangre, y de horror al deshonestísimo rostro de aquella impura bestia, que intentaba seducirle. Cuenta este hecho (como he insinuado) S. Gerónimo, y yo mismo lo describí en otro tiempo en versos Hendecasílabos no del todo despreciables, si el amor propio no me engaña, los que no quiero poner aquí, por no parecer que quiero salirme de mi intento.

9 Venérase tambien junto con S. Vicente, la memoria de S. Anastasio, cuya Imagen, ó por mejor decir, su cabeza cortada, la traen consigo freqüentemente los Fieles, y con razon: pues de ella dice el gravísimo testimonio del Concilio VII General, ó Niceno Segundo (que es lo mismo) que ayuda mucho á la salud de los hombres, y que es un gran defensivo para rechazar, y resistir los insultos de los demonios. Pintan esta Imagen con cogulla; y es mucha razon, y no error, el pintarla así, por haber profesado S. Anastasio la vida Monástica: elogio, que nadie, de los Autores que he visto, lo describió mejor, ni con mas elegancia, que el Venerable Beda1162; cuyas palabras no hago reparo en transcribirlas aquí: Anastasio (dice) Monge Persa, padece noble martirio por Jesu-Christo, el qual habiendo nacido en Persia, aprendió de su padre quando muchacho, el arte de la Magia; pero así que los cautivos Christianos le enseñaron el nombre de Jesu-Christo, al instante se convirtió á él con todo su corazon; y dexando la Persia, se fué en busca de Christo á Calcedonia, á Hierápolis,y despues á Jerusalén: donde habiendo recibido la gracia del Bautismo, se entró al monasterio del Abad Anastasio, que está á quatro millas de la ciudad; y como hubiese vivido en él siete años observando sus reglas, mientras iba á Cesaréa de Palestina para predicar en ella, le prendieron los Persas,y el Juez Marzabana, le   —82→   tuvo encadenado en la carcel, y le hizo sufrir azotes. Finalmente lo enviaron á Persia á su Rey Chôsroes, el qual en distintos tiempos mandó azotarle tres veces; y teniéndole colgado de una mano por espacio de tres horas, cortándole por último la cabeza, completó su martirio con otras setenta. Luego, como un endemoniado, hubiese vestido su túnica, quedó sano: y sobreviniendo entre tanto el Príncipe Heraclio con su exército, habiendo vencido á los Persas, se llevó á los Christianos, que estaban cautivos. Las reliquias del Beato Martir Anastasio, que primero fueron llevadas á su Monasterio, y despues á Roma, se veneran en el Monasterio de S. Pablo Apostol, que llaman ad Aquas Salvias.



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