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ArribaAbajoCAPITULO X.

Las Imágenes, y Pinturas de S. Mathéo Apostol, y Evangelista, de nuestra Señora de las Mercedes Redencion de Cautivos, Fundadora, é Instituidora de la Orden de este nombre, de S. Cipriano, y Santa Justina, de los Mártires S. Cosme, y S. Damian, y de S. Gerónimo Doctor de la Iglesia


I Si quisiera referir largamente lo mucho que se ofrece decir de S. Mathéo, pasaría sin duda los límites de mi asunto; pues habria no poco que tratar sobre materias, que versan mas particularmente sobre la Historia Eclesiástica, ó sobre la Theología que llaman Expositiva. Parémonos, pues, en lo que es peculiar de mi inspeccion. Y por lo que mira á las Imágenes, y Pinturas de este Apostol, y Evangelista, débese en primer lugar tener presente, que no se le ha de pintar joven, como pensaron algunos, sino verdaderamente viejo, y acaso mayor de setenta años. Pues habiendo muerto el año 70. de la Era vulgar Christiana, como lleva la opinion comun; y constando por otra parte, que Christo le llamó al Apostolado, no joven, como á San Juan Evangelista, segun afirman comunmente los Intérpretes   —397→   de los Evangelios (de donde se convence, que era Publicano, y tratante, que entendia en negocios del siglo, y en las cobranzas de tributos; lo que apenas puede convenir á un mozo) por consiguiente es verisimil, que era de la misma edad temporal de Jesu-Christo, el qual tenia treinta y un años, ó poco menos, quando llamó al Apostolado á S. Mathéo. Y si se admite que tenia entonces alguna mas edad que el Señor, lo que no es inverisimil; se colegirá debérsele pintar mayor de setenta años, como insinuábamos poco antes.

2 Y siendo una cosa comunmente recibida en la Iglesia, que todos los Apóstoles, á excepcion de S. Juan Evangelista, acabaron su vida con martirio cruento, bien que no han faltado, aun entre los antiguos, quienes dudasen de ello; se deberá tambien pintar á S. Mathéo con las insignias, y tormentos del martirio. Mas quales sean estos, no será facil afirmarlo, por ser estas, y otras muchas cosas, del número de aquellas que apenas pueden saberse por otra parte, sitio por algunos escritos falsos, y apócrifos, como son los que llevan el nombre de Abdias Babilonio, y otros, si acaso los hay, de la misma muestra. Pero comunmente le pintan con una segur, con que le hirieron mortalmente mientras estaba celebrando el Santo Sacrificio de la Misa, conforme dice su rezo. Por lo que, no deben apartarse facilmente los Pintores de este modo de pintar ya introducido.

3 No ignorará aun el Pintor poco erudito, que se le debe tambien pintar con un libro: no solamente por ser este una de las insignias de su Doctrina Apostólica, y de haber propagado la Fé, lo que le es comun con los demas Apóstoles, conforme hemos advertido algunas veces; sino porque S. Mathéo tuvo tambien el oficio de Evangelista. Pues él entre los demas Apóstoles, y Discípulos del Señor, escribió el primero de todos la   —398→   Vida, y Celestial Doctrina de Jesu-Christo, y fué tambien el primero que la llamó Evangelio; esto es, buena, y feliz embaxada, por las razones que sabiamente expone S. Juan Chrisóstomo1534. Añádesele á S. Mathéo, mientras está escribiendo el Evangelio, un Angel de hermoso semblante; porque entre aquellos quatro místicos animales que describió Ezechîel, tiene el primer lugar S. Mathéo, ó el semblante de hombre, como ademas de otros muchos, lo afirman S. Agustin, y S. Gerónimo. Baste haber advertido esto de paso sobre las Pinturas de S. Matheo.

4 Llegamos ya, gracias á Dios, al lugar en que debo tratar, no cosas agenas, ó que sean comunes con otros, sino totalmente propias, y peculiarmente nuestras. Pues (por lo que hace á mi asunto) he de tratar de la revelacion, y aparicion de la Sacratísima, é Inmaculada Virgen, con que se manifestó, y dió expresamente á entender la voluntad de su Hijo, y su piadosísimo afecto para con los afligidos Cautivos, á fin de que se erigiese una obra de caridad, nueva, grande, ilustre, excelente, y superior á toda alabanza; esto es, la verdaderamente Real, y Militar Orden de nuestra Señora de las Mercedes, Redencion de Cautivos. Porque, como esta Augustísima Señora, Reyna del mundo, y de los Cielos, es verdadera Madre de Dios, y Madre benignísima de los hombres, particularmente de los Christianos, ha mirado siempre por sus bienes, y comodidades, con el mas tierno, y amoroso cariño, y con ojos llenos de clemencia, y de misericordia. ¿Y quién dexará de conocer, que entre los hombres, es una suerte infeliz, y verdaderamente deplorable la de aquellos, que siendo Christianos, están gimiendo baxo el yugo de la mas dura, y pesada esclavitud de los impuros, y malvados Mahometanos? Los quales tienen á los   —399→   Cautivos atados en prisiones, y obscuras cárceles, les maltratan, les dán de palos, y por decirlo de una vez, les tratan sin ninguna humanidad, y como bestias. No es mi ánimo (lo que me seria muy facil) decir, que quiera yo, ó que pueda engrandecer, y amplificar esto con muchas palabras, y vestirlo con los adornos de que se valen los Retóricos; bien que nunca corresponderian las palabras á los hechos: vale mas creér á los que lo han experimentado, ó á aquellos que lo han visto, no sin gemidos, ni sin lágrimas. Pero gracias á Dios, que la Augustísima Madre del Criador, teniendo á estos singularmente presentes, ocurriendo á tantos, y tan grandes males, manifestó su excesiva caridad en redemirles. Pues á S. Pedro Nolasco (son palabras de que usa la Iglesia, y que, dexando otras muchas, he querido transcribir del Oficio Eclesiástico) que florecia en piedad, y en riquezas, el qual ocupado en santas meditaciones, estaba pensando continuamente, como se podria socorrer á los trabajos de tantos Christianos que viven baxo el poder, é impiedad de los Moros; la misma Bienaventurada Virgen se le apareció con semblante sereno, y le dixo, que sería cosa muy agradable á ella, y á su Unigénito Hijo el que en honor suyo se instituyese una Religion, que tuviese el encargo de redimir de la tiranía de los Turcos (esto es, de los Infieles Sarracenos) á los Cautivos. Hasta aquí el Rezo de dicha Festividad, por lo que hace á mi intento.

5 En esta Pintura, pues (que hoy es muy freqüente, y lo fué, como verémos, ya desde la primera Institucion de dicha Orden) no me persuado, que haya ningun escrupuloso, ó bachillér, que quiera notar de error, ó atribuír á defecto, el que á la Sagrada Virgen se la pinte con vestidos blancos, y resplandecientes, y de la misma forma que los traemos nosotros. Porque, á mas de que en otras apariciones, así de la misma Sacratísima Virgen, como de los Santos Angeles,   —400→   no hay cosa mas verdadera, que el haberse representado á los hombres con vestidos blancos, y resplandecientes, como facilmente podria demostrarlo con testimonios irrefragables, y lo que es de mayor peso, con claras, y expresas palabras de la Sagrada Escritura: En representar una tan señalada Aparicion, y Descension de la Virgen Santísima, no pudo haber cosa mas oportuna, ni mas verdadera, que pintar á la Soberana Señora con vestidos enteramente blancos, y resplandecientes, que significasen su Regia Magestad. Y que adornada, y brillante de este modo, se manifestó á su amantísimo Nolasco, que se empleaba en santas meditaciones, pues que habia de ser Padre de una descendencia tan cándida, y refulgente; es esta una cosa tan clara, que no son menester razones, ni disputas para convencerlo. Por lo que, dexando á parte muchas cosas que podrian decirse para ilustrar esta materia, solo me valdré de dos pruebas; pero no vulgares, ni de fé mala, ó dudosa. La primera es, el testimonio de un esclarecido, y muy antiguo varon de la misma Orden, hombre versado en la literatura Sagrada, y Civil, y muy dado al estudio de las bellas, y amenas letras (pues así le llama D. Nicolás Antonio)1535. Este es el Padre Fr. Pedro de Cixár, ó (como otros quieren) Sitjár, el qual floreció por el año de 1422. Dicho Autor en la Obra que intituló: Opusculum tantùm quinque, impresa en Barcelona en 1481. hablando de la Fundacion de la Orden1536, dice: Una vez, como perseverase orando incesamenente, se le apareció aquella Abogada propicia de pecadores, adornada con vestiduras admirablemente blancas, llevando en sus brazos á su preciosísimo Hijo, Redentor del linage humano, y le habló de esta suerte: Carísimo devoto mio, por medio de tus lágrimas, y de tu continua oracion, se ha conmovido mi corazon para compadecerme de los Cautivos   —401→   Christianos, por cuya cautividad estás afligido, y atribulado. Y así, alégrate ya, y déxate de llorar: por quanto he conseguido de mi amantísimo Hijo, que se instituya una nueva Religion en esta Ciudad, cuyo fundador será nuestro amado Rey de Aragon. El título de ella será el de nuestra Señora de las Mercedes, cuyos Religiosos redimirán,y libertarán á los Cautivos Christianos del poder tiránico de los enemigos de la Fé: por cuyo motivo conseguirán muchas mercedes de mi Hijo. Hasta aquí son palabras de este esclarecido Varon; de suerte que en esto no puede quedar ningun motivo de duda al lector pío, y de buena fé.

6 La segunda razon, que ya insinuamos antes, es la antiquísima Pintura de esta Sacratísima Reyna, que cerca de quatro siglos ha se vé en Gerona, en la Capilla, que ya de tiempos muy antiguos, edificó la piedad, y devocion de los Fieles al insigne Martir S. Serapio, esclarecido lustre de la misma Orden. En dicha Capilla, está colocada sobre el Altar Mayor la Pintura de nuestra Señora de las Mercedes, del mismo modo, y con los mismos adornos con que hoy la veneramos pintada en sus efigies, é Imágenes: esto es, con vestido blanco, y enteramente semejante á los que usan sus hijos, y alumnos, adornada ademas con el blason de la misma Religion, tendidos ambos brazos, y abrigando con benignidad, y protegiendo debaxo de su capa, ó manto verdaderamente real, así á muchos hijos de su misma Orden, como tambien á otros varones ilustres, que están adornados con las insignias de Príncipes, y de Obispos.

7 De todo lo dicho exâminado con madurez, y juicio, se echa de vér claramente, tanto el uso, que ha habido ya desde los principios de la Religion, de pintar, y esculpir las Imágenes, ó Pinturas de la Sacratísima Virgen de las Mercedes, y su Aparicion: como tambien, quan conformes á la verdad han obrado en la   —402→   descripcion de este hecho los Pintores exâctos, y peritos. Pero con ser esto así, no han faltado algunos, y no del vulgo, que no han seguido el mismo rumbo, como me acuerdo haberlo advertido muchas veces en Salamanca, y en este Convento de Madrid, en una Imagen que está bastante á la vista; donde se representa á la Soberana Virgen con magestad ciertamente decente; pero adornada con vestidos de color verde, y carmesí: Pintura, que hizo un excelente Artífice por cierto1537, pero en que se alejó demasiado de la verdad. Pues, ademas de la desproporcion del vestido, y del hábito; este buen Pintor (pero sobradamente engañado en esta parte) puso en el pecho de la Soberana Reyna, el blason, ó escudo de dicha Orden que todavía no exîstia, y sobre cuya fundacion representaba á la Sagrada Virgen tratando el asunto con S. Pedro Nolasco. Vénse finalmente otras Imágenes de dicha revelacion, y aparicion, en que se describe mejor, y mas propiamente la verdad del hecho: teniendo en su mano esta piadosísima Madre de Dios, y de los hombres, aquella parte del vestido que llamamos Escapulario, y como que lo está entregando al Gran Patriarca Nolasco: manifestándose así con bastante propiedad, el habérsele demostrado á Nolasco en dicha revelacion, y aparicion, la institucion, y fundacion de esta Sagrada, Real, y Militar Orden, que la Fundadora de tan grande Obra, quiso despues justísimamente, que se llamára de nuestra Señora de las Mercedes, Redencion de Cautivos.

8 Y ya que hemos parado aquí, no será fuera de propósito decir algo por encima del Hábito eqüestre, y Militar de dicha Orden. Porque, á mas de que la Milicia de este Instituto, ya desde los principios de la Orden, fué bien conocido en todo el Orbe Christiano, no solo por sus gloriosas hazañas, y monumentos de   —403→   la antigüedad, si tambien por sus Imágenes, que vemos con freqüencia, aunque no pintadas conforme era razon: con todo en el dia de hoy, vénlo con tanta claridad los amadores de la verdad, que apenas habrá uno, que no confirme esta sentencia con su parecer, y su asenso. Yo mismo en la Apología, que dí á luz para vindicar el estado Religioso de S. Pedro Pasqual Valenciano, no tanto procuré juntar, quanto escoger muchas cosas sobre este asunto; á fin de que todo hombre cuerdo, y no preocupado con malas opiniones, consienta gustoso, y dé asenso á la Orden Militar de nuestra Señora de las Mercedes. Pero, gracias á Dios, que esta Institucion, ya por otra parte tan notoria, la hizo todavía mas evidente al Orbe Religioso, y literato, un Varon muy docto, y erudito, y versado como el que mas en estos monumentos de antigüedad, el R. P. Mro. Fr. Manuel Mariano de Ribera Historiador General de la Orden, y que ademas de otros empleos, ha sido dos veces Provincial de la Provincia de Aragon: este, pues, el año de 1727. imprimió en Barcelona su obra inmortal, á la que puso este título: Centuria primera del Real, y Militar Instituto de la Inclita Religion de nuestra Señora de la Merced, Redencion de Cautivos: en cuya obra, produciendo, y exâminando con mucho cuidado los reales testimonios de Notarios, é instrumentos mas antiguos, y poniendo á la vista las Imágenes esculpidas en bronce de los antiguos Caballeros, y Sacerdotes de dicha Orden, consigue su intento con tal diligencia, y felicidad, que no cabe mas. Remito, pues, á dicha obra al Lector, ó al Pintor, que quiera instruirse con mas exâctitud acerca de sus Pinturas1538, que yo no puedo detenerme mas en esta materia.

9 Así Griegos, como Latinos, venéran á los Mártires   —404→   S. Cipriano, y Santa Justina. En cuyas Imágenes, conforme ya hemos notado tratando de las de S. Cipriano Martir, y Obispo de Cartago, lo que principalmente debe advertirse, es, el que no se represente al Martir Cipriano, compañero de Santa Justina con insignias Pontificales. Porque, si bien los Griegos no bastante instruídos en las cosas de los Latinos, han confundido á este Martir Cipriano con el Obispo de Africa, entre los quales (lo que no debe causar admiracion) tropezó con los demas el Gran Padre de la Iglesia S. Gregorio Nacianceno; sin embargo fueron enteramente diversos, como arriba hemos manifestado. No es mi ánimo repetir aquí las evidentes razones que manifiestamente lo convencen, particularmente no gustando yo de repetir lo dicho, ó como dicen los Latinos con un proverbio mas gracioso, eamdem crambem recoquere

10 Todos tienen noticia de los esclarecidos Mártires S. Cosme, y S. Damian, Arabes de nacion, y de profesion Médicos, los quales, como se refiere en su rezo, curaban enfermedades incurables, no tanto por lo peritos que eran en la Medicina, como por la virtud de Jesu-Christo. Venéranse estos Santos con particular devocion, no solamente en la Iglesia, sí tambien en varias partes del Orbe Christiano; y lo que no debo omitir, se hace mencion de ellos en el Sacrosanto Sacrificio de la Misa. No es menester decir ahora nada de lo que obraron, ó padecieron. Mas, por lo que respeta á sus Imágenes, justamente seria tenido yo por injuriador, y traidor á la verdad, si no hiciera mencion aquí de un absurdo, que me acuerdo haber observado ya quando muchacho. Ví entonces, no en un solo lugar, las Pinturas, é Imágenes de estos insignes Mártires, del modo siguiente. Tenian cubierta la cabeza con un pequeño sombrerillo, adornado con una borla de color de oro, ó amarillo, y cubiertos sus hombros con aquel capucho, que en Castellano llamamos Capirote, que era   —405→   tambien de seda, y amarillo: á la manera que en nuestras Universidades, los Catedráticos, y Doctores de Medicina llevan las insignias de Doctor. No me páro en esto: porque, si bien estas insignias de los Doctores son mucho mas modernas, que la edad en que florecieron los ilustres Mártires S. Cosme, y S. Damian; sin embargo los Pintores, particularmente los que no pasan, ni por doctos, ni por eruditos, no se embarazarán por eso, y facilmente responderán: que con este modo de pintar, solo pretenden significar, que los Santos Cosme, y Damian fueron Médicos: que en quanto á lo demas, no les toca á ellos. Pero no pára aquí el absurdo. Pues á uno de ellos le pintan llevando en la mano aquel instrumento que los Boticarios llaman paleta, ó con una palabra mas vulgar, espátula, en ademan de hacer un cataplasma para un enfermo. No quiero condenar esto, pues no es cosa indecente, y no ignoro que los antiguos Médicos, aun en los tiempos heroycos, se dieron mucho mas á la Cirugía, que á la Medicina que los Profesores de esta Facultad llaman Racional. Pero ¿quién podrá mirar con indiferencia, el que á uno de ellos, aun en los mismos Altares, le pinten llevando un orinal lleno de urina encendida, qual suele ser la de los calenturientos? ¡O delirio de quien está soñando, y absurdo intolerable! ¿Es posible, que para significar á un Santo Martir excelente en la Facultad de la Medicina, se ha de pintar (aun en los mismos Altares, como decia) una cosa, que la gente de buena crianza, y educacion, no se atreven á nombrarla claramente en sus conversaciones? ¿Una cosa, digo, de cuyo indicante, como la llaman los Médicos; esto es, de la urina (segun me acuerdo haberlo oído á excelentes Profesores de esta Facultad; pues yo, poco, ó nada entiendo en estas cosas) hicieron poco, ó ningun aprecio los Médicos antiguos, y aun los Príncipes de la Medicina? Otro rumbo, pues, debieran tomar los Pintores para   —406→   significar, que uno de estos Santos fué Médico de profesion.

II Dice un antiguo refrán, que quiere prestar luces al Sol, el que pretende hacer vér con palabras una cosa de suyo evidentísima. ¿Y qué otra cosa haría, pregunto yo, el que pretendiese encarecer con alabanzas al Grande, y Máxîmo Doctor de la Iglesia S. Gerónimo? Ciertamente, no haria este, ni pretenderia hacer, sino lo que dice aquel refrán: por ser tal la brillantez, y excelencia de este Santo, que á él se le puede aplicar muy bien lo que de la virtud misma, dixo un Poeta no despreciable:


Nil opis externæ cupiens, nil indiga laudis,
Divitiis animosa suis....................................

Y así, voy á decir breve, y sucintamente, lo que es de mi propósito. Pintan á menudo al Doctor Máxîmo S. Gerónimo, viejo, y casi decrépito, y no sin razon: porque, si bien no llegó á aquella vejez, que quisieron no solo los Pintores, sí también hombres muy sabios, y eruditos, esto es, á la edad de noventa y dos años; sin embargo llegó á una edad muy avanzada, y que vulgarmente llaman decrépita, viviendo aun en la tierra este Santo viejo dignísimo del Cielo. En esta edad de noventa y dos años, dicen, haber escrito aquel excelente libro de Scriptoribus Ecclesiasticis: de cuya opinion fuí yo también en otro tiempo; pero exâminándolo después, como freqüentemente sucede, con mas reflexîon, y madurez, mudé de parecer, segun el aviso del Sabio. Tocando, pues, de paso, y por encima estos cálculos de Cronología (que no carecen de dificultades en la Historia Eclesiástica) digo, que S. Gerónimo murió el año de Christo 422. y de edad de 81. años. Sobre lo qual habló grandemente, como acostumbra, el Cardenal Baronio1539, y despues de él, puede verse á   —407→   un varon de mucha lectura, y erudicion el R. P. Fr. Joseph Sigüenza, en la vida que escribió de S. Gerónimo, en todo el cap. ultim. Baste esto, para que se haya razon de la edad en que murió el Doctor Máxîmo, y de como deban pintarle los Pintores eruditos.

12 En quanto á lo demas, le pintan como á Monge: lo que es mas que cierto, si estamos á lo que significa esta palabra, por decirlo el Santo de sí mismo en distintos lugares. No que por esto me persuada á que deba pintarse con el hábito que llevan los Monges Religiosísimos, y observantísimos, que tienen á grande honra el llamarse Monges de S. Gerónimo, cuyo hábito consta de una túnica blanca, de capa, capucho, y escapulario. Porque, omitiendo otras cosas que son mas dificiles de averiguar, no usaron de tal hábito los Monges Orientales con quienes moró S. Gerónimo. ¿Mas á qué fin querer persuadir esto con muchas razones? Píntanle (lo que es mas) vestido, y adornado con la Púrpura de que usan hoy los Eminentísimos Señores Cardenales, por haber sido el Santo (dicen) Presbítero Cardenal, gobernando la Iglesia el Papa S. Dámaso. Pero ¿quién dexará de vér, que se amontonan aquí muchas cosas, que si se ventiláran, segun merecen, exîgirian un exâmen mas riguroso? Yo no me he tomado el trabajo de querer parecer un Crítico rígido, ni el de desechar lo que freqüentemente vemos recibido, aun entre el vulgo de los eruditos. Con efecto, aunque el mencionado Autor1540, y Escritor de la vida de S. Gerónimo que citamos arriba, defienda tenazmente, que el Santo fué Presbítero Cardenal de la Santa Iglesia Romana, no le agradó esto á un Escritor eruditísimo, de quien nadie duda que fuese Cardenal1541. Pero no quiero porfiar obstinadamente, ni tomar de mas atrás el origen   —408→   de esta dignidad. Sea enhorabuena S. Gerónimo, ó lo haya sido, Presbítero Cardenal ¿acaso por esto vistió alguna vez Púrpura? Como si ignoráran, aun los menos instruídos, que el Papa Inocencio IV., por el siglo décimotercio, esto es, el año de 1254, concedió el uso de la Púrpura á hombres de un grado tan eminente. Es así: ¿pero qué hace esto para los Pintores, dirá alguno los quales apenas pueden dar á entender, que S. Gerónimo fuese Cardenal, si no le pintan vestido de grana, ó pendiente de la pared el sombrero encarnado? He dicho poco ha, y lo vuelvo á repetir, que yo no escribo todo esto por espíritu de partido, ni por gana de disputar: y así, pinten al Máxîmo S. Gerónimo, como quieran los doctos, y pónganle las insignias de esta Eminentísima dignidad.

13 Pero ¿por qué se le ha de pintar tan desnudo, y algunas veces tan indecente? ¿Por ventura puede esto fundarse en la verdad de su Historia, ó en ciertas noticias Eclesiásticas mas recónditas? Así es, pretenderá alguno: pues el mismo Santo Doctor describiéndose á sí mismo, quando habitaba en el desierto de Belén1542: Mis miembros (dice) flacos, y secos, envueltos en un pobre saco, ponian horror, y espanto á quien los veía. Y á fin de que esto se represente á la vista, se le pinta desnudo de medio cuerpo. Excusa vana: como si no pudiese manifestarse bastante la mutacion del color, en el semblante, y en el cuello. Pero los Pintores solo han razon de los Profesores de su Arte, y no de los demas que miran sus Pinturas. Dirán, que es así: Porque de este modo pintaron á S. Gerónimo los mas famosos Pintores de nuestra Arte. Con efecto, aquel Jacobo, á quien los Italianos llamaron Tintoreto (que ciertamente pintaba con el mayor primor los cuerpos viejos) pintó muchas veces á S. Gerónimo; pero siempre   —409→   con tal desnudéz, que no podía convenir á un hombre, y Doctor gravísimo, y que yo no quiero describir exâctamente, por no caér, al paso que no lo apruebo, en el mismo absurdo que estoy reprehendiendo. Y así, segun mi dictamen, será lo mejor, que el Pintor modesto, y erudito, ponga freno á su ingenio, y habilidad sobre estas cosas, de que hablamos mucho en su propio lugar1543

14 Mas, el que freqüentemente le pinten arrodillado, derramando gran copia de lágrimas, é hiriéndose fuertemente el pecho, es cosa que debe aprobarse, por estár tomada del lugar que acabamos de citar, el qual por ser digno de que todos le tengan presente, no será fuera del caso transcribirlo todo entero. En dicho lugar, habla de este modo el Santo: ¡O quántas, y quántas veces estando yo en el yermo, y en aquella vasta sociedad, que abrasada por los ardores del sol, daba una habitacion horrible á los Monges, me imaginaba estar en medio de las delicias de Roma! Sentábame á solas, porque estaba lleno de amargura. Mis miembros flacos, y secos, envueltos en un pobre saco, ponian horror, y espanto, á quien los veía;y mi piel áspera, y quemada por los ardores del Sol,parecia ya la de un Ethiope. Cada dia estaba llorando, y gimiendo, y si alguna vez el sueño (por mas que lo resistia) me vencia, y oprimia, mi cama era la tierra desnuda, en ella revolcaba mis huesos, tan secos, que apenas se juntaban unos con otros. Yo mismo, pues, que por huír del Infierno me habia condenado á vivir en aquella carcel, donde solo tenia por compañeros á los escorpiones, y á las fieras, me hallaba muchas veces con el pensamiento,en las danzas, y compañía de las doncellas: y con tener el rostro amarillo por los ayunos, con todo esto, en el cuerpo frio, herbía el corazon, y pensamientos con los malos deseos, y en la carne   —410→   muerta antes que su mismo hombre, solamente bullían los incendios de la concupiscencia. Y así, desamparado de todo socorro, me arrojaba á los pies de Jesu Christo, los regaba con lágrimas, los limpiaba con mis cabellos, y sujetaba mi carne, que lo contradecia, con ayunos de semanas enterasNo me avergüenzo de confesar la miseria de mi infelicidad:antes lloro, y siento mucho no ser ahora tal como entonces. Acuérdome que me sucedia muy á menudo juntar el dia con la noche, dando voces á Dios, y pidiéndole misericordia, y que no cesaba de herir reciamente mi pecho,hasta que mandándolo el Señor, cesaba la tempestad,y quedaba con quietud, y sosiego. Hasta aquí este varon santísimo, no menos recomendable por su erudicion, y eloqüencia, que por su piedad, y fervorosísimo amor que tenia á Jesu-Christo. Pero nuestros Pintores, como suelen por lo comun exâgerar, y abultar las cosas, no se contentaron con pintar á S. Gerónimo dándose golpes con el puño, sino que le añadieron una dura piedra en las manos, dándose fuertemente con ella en el pecho, hasta derramar sangre: aunque estas, y otras cosas, son mucho mas fáciles de pintar, que de hacerlas. Con todo no me atrevo á reprehenderlo, por temer, de que con razon, ó sin ella se me critique.

15 Por lo que toca al adorno de sus Pinturas, me he reído muchas veces, ó deplorado la ignorancia, ó estupidez de los Pintores, los quales por haber oído, ó leído, que el Santo murió muy viejo, y que fué muy dado á la lectura, y al estudio, le pintan con anteojos. Ignoran ellos, que esta maquinilla utilísima, y casi necesaria para los viejos, á fin de coadyuvarles la vista, es una invencion casi mil años posterior á S. Gerónimo. No es este lugar de disputar de semejante menudencia, sobre la que hemos tocado algo arriba: pero constantemente afirmo, que el uso de los anteojos fué enteramente desconocido á los antiguos, ó por lo menos no   —411→   tan conocido como debiera ser, para que se haya de pintar á S. Gerónimo con ellos. Es verdad, que el Santo, siendo ya muy viejo, no tenia la vista tan perspicaz, la que sin duda se le habia acortado mucho, estudiando, y revolviendo libros. Sobre lo qual, escribiendo él á la misma Virgen Eustochîo, le dice1544: Añádese á la dificultad de dictar, el que estando yo medio ciego por la vejéz, y teniendo en parte enferma mi vista como el bienaventurado Isaac, no puedo en ninguna manera volver á leér los códigos Hebréos con la luz de la noche: puesto que aun en medio del dia, y de los rayos del Sol, no alcanzo á leerlos por la pequeñez de los caractéres. Todo esto es mucha verdad: pero no por eso (segun mi dictamen) se ha de pintar á San Gerónimo con anteojos; no fuese caso que tropezase en ello la vista de los eruditos: pues no siempre se hacen las Pinturas para rústicos, é ignorantes. Píntanle tambien una trompeta como que hace un horrendo ruído en sus oídos, y hácia la qual volviendo el rostro, muestra el terror de su ánimo, aun quando está mas embebido en el estudio. No hay en esto cosa que reprehender: por significarse con dicha Pintura, como qualquier rústico lo conocerá, la trompeta del Juicio final, que conforme dice el mismo vigilantísimo Santo, estaba resonando muy á menudo en sus oídos.

16 Pintan finalmente repetidas veces junto al Santo á un fiero leon con su grande melena. Sobre cuyo asunto, un insigne Autor1545 habla muchas cosas, y (si me es permitido decirlo) algo agenas de su objeto. Yo juzgo, que el pintar un leon junto á las Imágenes de S. Gerónimo, no significa otra cosa, sino que el Santo, á lo menos por espacio de muchos años, vivió separado del trato, y comercio con los hombres, morando en las vastas soledades del desierto. A que, si se   —412→   añade la severidad, y austeridad de vida que practicó, se echará de vér bastantemente, por qué motivo se le pinta un leon junto á él. Lo dicho me parecia bastante para ilustrar lo que mira á las Imágenes del Doctor Máxîmo: pero, como aun los muchachos saben, lo que dicen haber acontecido á San Gerónimo, y yo mismo lo he visto pintado alguna vez por un excelente Pintor; séame permitido detenerme algun tanto en la narracion de este hecho.

17 Pintan, pues, al santísimo viejo, postrado ante el tribunal de Jesu-Christo, desnudas sus espaldas, y azotándole fuertemente dos Angeles. Represéntase en dicha Imagen, lo que el Santo refiere de sí mismo con la mayor elegancia que cabe. Pues habiéndonos pintado antes su vehemente, y extremada pasion para la lectura, y estudio de los libros profanos, con estas palabras1546: Yo miserable, y desventurado ayunaba para leér á Tulio; y despues de las vigilias ordinarias de las noches, y haber derramado muchas lágrimas, las quales me sacaba de lo íntimo de mis entrañas la memoria de mis pecados pasados, tomaba en las manos á Plauto, y leía en él; y si alguna vez volviendo en mí, comenzaba á leér en los Profetas,dábame pena su lenguage desaliñado: añade despues, que este mal, tal qual era, lo pagó bien á su costa, diciendo: Fuí arrebatado en espíritu, y llevado como por fuerza, y arrastrado ante el Tribunal del Juez, donde habia tanta luz, y tanto resplandor de la claridad de los circunstantes, que caído en tierra, no osaba mirar arriba. Preguntáronme ¿qué religion profesaba? Yo respondí, que era Christiano; mas el Juez, que allí presidía, dixo: Mientes: que eres Ciceroniano, no Christiano; pues donde está tu tesoro, allí está tu corazon. Oyendo yo esto, al punto enmudecí; y entre los azotes (pues me habia mandado azotar) mas tormento   —413→   recibia con el fuego de mi propia conciencia, meditando entre mí mismo aquel versículo que dice: ¿Señor, en el Infierno quién os confesará? Entonces comencé á dar voces, y á decir llorando: Señor, habed misericordia de mí: Señor, apiadaos de mí Esta sola voz era la que se oía, y resonaba entre los azotes. Finalmente, arrojados á los pies del Presidente los que allí estaban, le suplicaron que perdonase mi culpa, propia de mozo, y me diese lugar para hacer penitencia de mi error; con condicion, que si de allí adelante, en qualquier tiempo leyese los libros de los Gentiles, me castigase mas ásperamente: y yo, que puesto en tan grande aprieto, quisiera prometer aun cosas mayores, comencé á jurar muchas veces, y hacer protestaciones, y á poner por testigo su Santo Nombre, y decir: Señor, si de aquí adelante yo tuviere libros seglares, y los leyere, haced cuenta que os he negado. En haciendo esta promesa, me soltaron, y volví á esta vida, y con grande admiracion de todos, abrí los ojos, tan llenos de lágrimas, que á qualquiera, aunque fuera incrédulo, le hiciera creér el dolor que habia pasado: y no piense nadie, que este fué adormecimiento, ó sueño vano, con los quales somos muchas veces engañados. Pongo por testigo á aquel Tribunal, ante el qual estuve postrado, y á aquel juicio triste que temí: y así plegue á Dios, que nunca yo me vea en trance semejante, como digo verdad, y así lo confieso, que me hallé las espaldas llenas de cardenales, y que sentí las llagas despues del sueño; y así quedé tan escarmentado, que de allí adelante leí las cosas Divinas con tanta diligencia, y atencion, con quanta no habia leído jamas las humanas. Hasta aquí San Gerónimo, el qual lo pinta tan clara, y elegantemente, que apenas podrian hacer otro tanto con su pincel un Apeles, ó un Timantes. Sobre lo qual no se ofrece otra cosa que advertir, sino el que los Pintores, acostumbrados siempre á pintar viejo á San Gerónimo, le pintan tambien tal en este lance: lo que, por las mismas   —414→   palabras del Santo, puede convencerse de falso, y que no viene al caso; pues dice él mismo, que los que estaban á su lado rogaron al Juez que le perdonára por mozo.

13 Y ya que parámos aquí, sería yo insensible, si no hablára de un escrúpulo que tienen algunos, el qual es mas impertinente de lo que buenamente puede decirse. Muchos hay, que no sin enfado objetan este pasage á los Religiosos que están aprendiendo, ó enseñando Theología, si por ventura oyen hablar á algunos de ellos con alguna mas propiedad, ya sea en sus disputas, ó dictando sus quadernos. ¿Y qué dirán, si vén que se cita alguna vez, aunque no con freqüencia, algun verso de los antiguos, bien que muy al caso? Qué? ¿si llegan á saber, que estos hombres aficionados á las letras, sean los que se fuesen, no ignoran enteramente la Poesía, ó la Retórica? O se enfurecen, ó se rien á carcajadas, diciendo, que esto en ninguna manera dice bien con un Theólogo, el qual, con arreglo á la dignidad de su profesion, no debe hacer ningun aprecio de semejantes adornos de palabras: que le tendrán por mas profundo, quanto hable con menos pulidez, y sin aséo: y que al contrario, por la aficion que tenia S. Gerónimo á la eloqüencia, y á los Poetas, y Oradores, llevó justamente el castigo merecido. Estas, y aun cosas mayores, suelen decir algunos contra los Theólogos que usan un estilo mas culto, y aliñado. ¡Pero buen Dios! ¿quiénes, y quáles son estos? No es mi ánimo nombrar aquí, ni impugnar señaladamente á ninguno: pues que no es lícito, ni necesario tampoco, para refutar, y desvanecer un absurdo tan ligero. Estos son, digo, no los que usan un estilo humilde, y baxo, sino un estilo enteramente tosco, y grosero: que tienen por honorífico, y acaso por glorioso, el hablar, y escribir, pero con mil impropiedades, y muchas veces (por decirlo de una vez) bárbaramente: y que al fin están persuadidos   —415→   á que no puede, ó debe hablarse seria, grave, y doctamente, á lo menos segun el genio Escolástico, sin echar mil solecismos á cada paso. No fueron tales los que antiguamente admiró respetosa la Escuela; los Victorias, digo, los Melchores Canos, los Medinas, los Basilios, por no decir nada de los mas modernos, ni tampoco de aquel Fr. Luis Ponce de Leon, porque solo hago mencion aquí de los Theólogos Escolásticos; los quales con sus mismos hechos, y exemplos, manifestaron claramente, que la verdadera, y sólida Theología, no estaba tan reñida con la erudicion, y con el uso moderado de las bellas, y amenas letras. Pero ya que esto parece que es dar (como dicen) música á un sordo, dexo á otros el que exâminen mas esta materia, mientras yo gustoso me vuelvo á S. Gerónimo.

19 Casi esto mismo es, lo que le habia objetado al Doctor Máxîmo su émulo Rufino de Aquilea. Pero le costó muy caro: porque el venerable Viejo escribió contra esta objecion, y calumnia una Apología tan fuerte, y llena de fuego, y energía, conforme á la severidad de su genio; que no tiene duda que á Rufino le pesaría de su hecho, y atrevimiento. Oigase al mismo Santo Doctor, como deshace bellamente dicha cavilacion1547: Me objeta (Rufino) haber cometido yo un perjurio envuelto en un sacrilegio: por quanto en el libro en que hablo del modo como debe educarse la Virgen Christiana, puesto ante el Tribunal del Juez, prometí, que jamas me aplicaría al estudio de libros seglares, y que sin embargo me acuerdo alguna vez de la erudicion que yo mismo habia condenado. Y un poquito mas abaxo, dice: He dicho que en adelante no leería mas los libros seglares: es promesa de futuro; pero no ofrecí borrar lo que tenia ya en la memoria. Hé aquí, Lector mio, lo mismo que un Religioso, y un Theólogo puede justísimamente responder   —416→   á sus calumniadores. Pero pasemos adelante: pues habiendo expuesto S. Gerónimo el vano modo de opinar de Rufino, manifestando, que todo él era una mera cavilacion, dice en el mismo lugar: Esto diria, si hubiese prometido yo alguna cosa estando despierto: pero ahora es un nuevo género de desvergüenza, objetarme el sueño que he tenido. Y por último, le dice poco despues: No te basta lo que finges de mí, quando estoy despierto, sino que acusas tambien mis sueñosTan curioso eres de mis acciones, que aun exâminas lo que hice, ó dixe, quando dormía. Véan, pues, los que tan fuertemente reprehenden en los Theólogos el aplicarse algun tanto al estudio de las letras humanas, fundados (segun ellos piensan) en la autoridad, y confesion de S. Gerónimo, como no objetan otra cosa, sino sueños vanos. ¿Pero hanse de llamar vanos, y meros sueños (replicará alguno importunamente) aquellos, de quienes San Gerónimo hizo tanto caso, que dixo, como antes referimos, que no fué aquello adormecimiento, ó sueños vanos, con los quales somos muchas veces engañados, lo que prosigue despues en confirmarlo, y persuadirlo? Podria remitir á otros semejante qüestion, y el deshacer esta aparente contradiccion en las palabras de S. Gerónimo. Pero quiero quitar ahora mismo este escrúpulo. Fué ciertamente aquella, segun á mí me parece, una vision, que se manifestó entre sueños á San Gerónimo: pero no por esto dexó de ser sueño, aunque pío, y lleno de enseñanza; y por lo mismo, no debió objetarlo su émulo á S. Gerónimo. Y baste ya sobre este asunto, en que me he extendido, aunque no fuera del caso, para ilustrar las Pinturas del Doctor Máxîmo.





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ArribaAbajoLIBRO OCTAVO.

DE LAS PINTURAS, É IMAGENES de los Santos, que venéra la Iglesia en el último trimestre del año



ArribaAbajoCAPITULO I.

Las Imágenes del Seráfico Padre San Francisco, de S. Bruno, Patriarca de los Padres Cartuxos, y de S. Dionisio Martir


I Ya llevamos dicho muchas cosas en esta obra sobre las Imágenes del Seráfico Padre S. Francisco; pero nunca puede parecer mucho, lo que dice relacion con un hombre tan grande, y que casi es superior á quantas alabanzas se le puedan tributar. Afirma Molano1548, que acerca de las Pinturas de este Santo, se ha cometido en algunas partes, y aun en nuestra España, un defecto, que no solamente es error, sino un delito: á saber, que ha habido algunos, que, ó por ignorancia, ó porque no estaban bien persuadidos (como debian) del grande favor que hizo Dios al Santo, le pintaron sin ningun real sello, quiero decir, sin las Sagradas Llagas. Ha habido, digo, un error, ó delito de esta clase. Pero ya nadie hay entre Católicos, que se atreva impunemente á pintar al Seráfico Padre sin estos divinos caractéres; y con mucha razon: pues lo contrario,   —418→   lo llevaron á mal los mismos Sumos Pontífices; y Alexandro IV. por las cartas que escribió á todos los Obispos de Castilla, y de Leon1549, reprimió la audacia de los que intentáran una cosa tal.

2 Pero habiendo tocado arriba mucho sobre lo que mira á las Sagradas Llagas de S. Francisco, solo resta decir ahora, quál fué el vestido, ó Hábito que usó: y por tanto, con qué género de vestido se le ha de pintar. En esto está la dificultad; por ser esta materia la que dió un campo ancho, y dilatado á hombres píos, y doctos para disputar; y aun (permítaseme decirlo) para porfiar: pretendiendo unos, que el Capucho (pues en esto consiste la principal disputa) debia rematar en punta, ó en forma piramidal; y otros al contrario, que el Capucho fué en efecto corto, y basto, pero que lo usó algo redondo. A que se agregan otras qüestioncillas aun de menor momento. La qual, por ser una cosa de suyo bastante indiferente ¿por qué á los que quieren inculcar esto con tanta ansia, y solicitud, no les inculcarémos una, y muchas veces aquello del Apostol1550: Abunde cada qual en su sentir? Pero lo que yo tengo por mas cierto, y tambien otros de mas sevéro juicio, es, que el santísimo Padre, excelente despreciador de las cosas humanas, y terrenas, no retuvo en esto una forma tan firme, y constante, que no se apartase de ella alguna vez, segun lo pedia el tiempo, y la ocasion. Desnudábase no pocas veces este pobre de Christo con ardiente caridad, para vestir á qualquiera otro pobre, de la túnica, y capucho que vestía, el qual, por lo que demuestran Pinturas antiguas, estaba cosido algunas vez con la misma túnica: y luego, para cubrir sus carnes, se hacía un Hábito de qualquier saco cerdoso, ó de qualquiera otra vil materia, sabiendo mas de vestir pobres, que de cortar,   —419→   y coser ropas. De la misma manera (como solia ceñir sus castísimos riñones) ceñíase despues con qualquier cuerda que encontrase, con tal que por el ardentísimo amor que tenia á la pobreza, fuese vil, y despreciable. De aquí es, de donde (á mi entender) tiene su origen la diferencia de su Hábito, y de sus Imágenes: pero estas menudencias, exâmínenlas otros, si quieren. Mas, sobre si este Varon Seráfico llevó la barba larga, ó no? no me atrevo á afirmarlo. Ambas cosas, es cierto, que las vémos pintadas, y que son verisímiles, aunque le vemos pintado mas á menudo (pues siempre debemos anteponer la verdad á qualquier afecto particular) con la barba no muy larga, y sin llegarle al pecho.

3 Son muy diversas las efigies de S. Francisco, conforme lo piden los varios sucesos de su vida, que no puedo detenerme en referirlos: solo advertiré brevemente dos cosas. Píntanle algunas veces levantado de la tierra, y arrebatado, y puesto en medio del ayre: y con muchísima razon; pues segun afirman constantemente los Escritores de su vida, tenia freqüentísimos raptos, y viéronle no pocas veces elevarse sobre las cimas de los árboles mas encumbrados. Por lo que, si alguna vez se ofreciese describir este hecho, advierto al Pintor juicioso, y erudito, que se porte con tal moderacion, que nadie eche menos en él, ni aquel decoro que debe siempre acompañar las Imágenes de los Santos, ni tampoco su pericia en representar el hecho. Pero la Pintura mas comun del Seráfico Padre, es, representarle en pie, teniendo en una mano una calavera, y en la otra un Crucifixo, ó bien abrazándose con esta Imagen, y aplicándola á su amante corazon. No hay para que me canse en explicar la significacion de tal Imagen, por ser de suyo bastante evidente. Pero no puedo menos de poner aquí dos epigramas de esta Pintura, de los quales el uno observé yo en Salamanca   —420→   en otro tiempo, y el otro yo mismo lo compuse muchos años há: singularmente por parecerme muy del caso poner estas subscripciones, ó epigramas en un libro que trata de Imágenes. El primer epigrama, que demuestra bastante el ingenio del Autor, dice de este modo:


In dextra Vitam portas, Mortemque sinistra
Quas Pater Omnipotens solus in arce tenet
Tunè Deus? Non. In membris pia vulnera Christi
Gestas. Tu Christus? Non: Utriusque typus

¡Poema digno á la verdad de un ingenio noble, y cultivado! El otro, que como he dicho, compuse yo, dice así:


Læva tenet cranium, manus altera figit amantem:
Et querulum strictim pectus ad usque premit:
Igne micant oculi,solvuntur frigore membra;
Et livor graciles occupat ore genas
Quid rear? extinctum monstrant quem vulnera toto
Contendit stabili fixus ad astra gradu
Ingenio effigiem tantam quis fecerit? ambo
Mors,& Amor certant: jactat uterque suam

4 Fué el fino amante de Christo S. Francisco (pues esto es lo que mas particularmente mira á sus Imágenes, y Pinturas) de mediana estatura, y aun mas baxa que alta, algo carilargo, sus ojos tiraban á negros, como tambien el pelo de la cabeza, y de la barba, la nariz proporcionada, y delgada, las orejas pequeñas, y de color que tiraba mas á moreno que á blanco: pues todo esto notan, y observan los Escritores de su vida. Pero lo que ningun Pintor, ó Escritor han podido expresar con el pincel, ni con la pluma, son aquellos celestiales dones, gracias, y virtudes, con que fué tan semejante á Christo, que es prototipo de toda verdadera hermosura.

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5 Era muy justo, que el silencio, de que S. Bruno fué tan amante, y admirable maestro, describiera con preferencia á todas voces, y colores, á este ínclito Patriarca de los Padres Cartuxos. Pero, por lo que hace á mi asunto, aunque los Monges de esta esclarecida, y santísima Religion, habiten regularmente en los desiertos, y soledades, y no se les véa, sino muy rara vez, en las Ciudades, y poblaciones; sin embargo es bien conocido el Hábito que visten, y por consiguiente el vestido con que se debe pintar á San Bruno su Fundador: esto es, con túnica, y escapulario blanco, del qual la parte anterior está atada á la posterior: llevan tambien capucho que remata en punta, y una capa negra con capucho mas corto: la capa que les cubre enteramente, les llega hasta los pies. Es esta una cosa que todos la saben. Traen ademas el pelo tan cortado, que solo un cerquillo muy pequeño, les circuye toda la cabeza. Pintan á S. Bruno con el dedo índice junto á la boca, como que está indicando silencio, por haber sido, como insinuamos antes, admirable maestro de él, el que observan religiosamente sus hijos.

6 Quanto á las Pinturas de este Patriarca, es muy especial aquella en que se representa la ocasion, ó causa de su retiro al desierto, de su abdicacion de las cosas del siglo, y el principio de su vida austéra: que por esto se vé freqüentemente en muchos Conventos de Padres Cartuxos, que vulgarmente llaman Cartuxas. Cuentan los Historiadores de su vida, que en París, donde vivía entonces S. Bruno, sucedió esta pasmosa, y horrible historia1551. Celebrábanse en la Iglesia en medio de un grande concurso las exêquias de un Doctor Parisiense, hombre, segun se pensaba, mas que medianamente bueno. Así que cantó el Coro aquenas palabras de Job: Responde mihi quantas habeo iniquitates,   —422→   & peccata, &c. En aquel instante (cosa horrible) á vista de toda la gente, y llenos todos de pavor, levantóse el frio cadaver que estaba tendido, sentóse en el féretro, y dando una terrible voz, dixo: Justo Dei judicio, ante ejus accusor tribunal: Por justo juicio de Dios, estoy acusado ante su Tribunal. Con este caso tan extraordinario, y espantoso, se difirió para el dia siguiente el funeral, en cuyo dia se comenzó con mas concurso del pueblo; pero así que llegó el Coro al mismo lugar de Job, dixo así: Justo judicio Dei, de iniquitatibus, & sceleribus meis judicor: Por justo juicio de Dios, soy juzgado de mis iniquidades, y maldades Resolvióse finalmente, que al tercero dia se repitiese el funeral; pero al cantarse las referidas palabras, púsose otra vez el cadaver boca arriba, y prorumpiendo en una voz, ó trueno mas terrible, y espantoso que los precedentes, dixo: Justo judicio Dei damnatus existo: Por justo juicio de Dios, estoy condenado. En vista de este caso de tanto horror, dicen, que S. Bruno (que era tambien, segun refieren, Doctor de la Universidad de París) amedrentado, y conmovido en gran manera, resolvió renunciar todas las cosas del mundo, y retirarse al desierto. Y para dar mas fé á la historia, añaden haber advertido á los circunstantes su resolucion con aquellos versos, píos sí, pero que demuestran la barbarie del siglo. Los versos son estos:


Linquo Coax ranis, Cras corvis, vanaque vanis,
Ad Logicam pergo, quæ mortis non timet ergo

Y de aquí, dicen, tomó S. Bruno ocasion para ir á encontrar junto con algunos otros compañeros á S. Hugon Obispo de Granoble, instituyéndose finalmente en la Iglesia una Religion tan famosa, como lo es la de los Monges Cartuxos.

7 No es de mi cargo, ni me he empeñado tampoco   —423→   en querer decidir cosas de que no tengo bastante conocimiento: sin embargo no dexaré de advertir á los Pintores (pues estos son con quienes únicamente trato) que en adelante no exerzan la industria de su noble Arte en representar un caso tan espantoso. Dos consideraciones me mueven á hacerles esta advertencia. La primera, que hombres de eminente autoridad, y sabiduría, ya tiempo há han dudado de la verdad de esta historia, ó la han negado abiertamente. La segunda, que es consiguiente á la primera, y de mucho peso, es, que hallándose este caso terrible, y espantoso en el rezo de la Fiesta de este gran Patriarca, como yo mismo puedo asegurarlo; pues tengo muy presente haber leído quando mozo (lo que advierto tambien en otra parte, y no fuera del caso, segun me parece) esta misma historia en los Breviarios de Antuerpia: se mandó borrar, no sin grandes motivos, como es de creér. Y así, lo que la Iglesia con su mismo hecho ha significado que no le agradaba, será tambien lo mejor, segun mi dictamen, que no guste tampoco á los Lectores, y Pintores, que son verdaderamente píos.

8 Podríase finalmente pintar á S. Bruno con las insignias de Doctor, ó de Maestro: ya, porque así parecen suponerlo los Escritores antiguos de su vida; ya porque parece que enseñó á algunos, y aun dicen, que expuso los Salmos, y las Epístolas de S. Pablo. Quanto á lo primero, que concuerda muy bien con la historia que acabamos de referir, bien pudo suceder, que el insigne Fundador de los Cartuxos, estuviese condecorado con el grado de Doctor de la Universidad de París: singularmente, porque aquella célebre Universidad digna siempre de muchos elogios, florecía en gran manera por aquellos tiempos, como afirma un diligente Escritor de las Universidades1552. Mas, por lo   —424→   que mira al segundo punto, en vista del trabajo, y cuidado que han puesto los que se han dedicado á exâminar con diligencia, y exâctitud esta materia, digo, que los mencionados Escritos no son del Padre de los Cartuxos S. Bruno, sino de otro Bruno; porque por aquellos tiempos, ó en otros no muy remotos de él, hubo algunos de este nombre; entre los quales ocupa el primer puesto, Bruno Obispo de Colonia, hombre de la primera nobleza, pues era hijo de Enrique Emperador de Alemania, llamado el Cazador. Fué este Bruno varon muy docto, y aun mas de lo que permitian aquellos tiempos, el qual supo no solo el Latin, sí tambien el Griego, lo que debe reputarse por un prodigio en aquel siglo: pero dexo á otros que exâminen con mas cuidado este punto,

9 Segun costumbre recibida, pintan á S. Dionisio primer Obispo de París, y esclarecido Martir de Jesu-Christo, llevando en sus manos su propia cabeza: lo que debe referirse á la verdad de su misma historia, y no solamente á significaciones místicas, sobre las quales habla largamente un grave, y pío Autor, á quien hemos citado repetidas veces. Afirman, pues, que este Santo Obispo, despues de haberle cortado la cabeza junto con sus compañeros, la llevó por espacio de unos dos mil pasos en sus propias manos, y que la puso en las de una pía, y devota muger llamada Catula, la que burlando á los infieles, que tenia hospedados en su casa, cuidó de ponerla, y enterrarla en decente lugar. Este mismo hecho refieren haber acontecido á otros Mártires, como advertimos tratando de S. Laureano Obispo, y Martir. Esto baste en suma, por lo que respeta á las Imágenes de S. Dionisio: porque otras muchas cosas, que no dicen relacion con la Pintura, sino con la historia, requieren otro exámen mas crítico, y que tiene mas dificultad; lo qual dexo gustoso para otros que tengan tiempo para ello, y les esté mejor que á mí en esta obra, de exâminar, ó indagar estas materias.



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ArribaAbajoCAPITULO II.

Las Imágenes, y Pinturas de San Francisco de Borja, de S. Luis Bertrán, de la Seráfica Santa Teresa de Jesus, y de S. Pedro de Alcántara


I No parece ser fuera del caso, en una obra que tiene por objeto el tratar de Imágenes, detenerse algun tanto en las alabanzas de S. Francisco de Borja, antes IV. Duque de Gandía, y despues General de la Compañía, de quien fué no pequeño honor, y lustre, como tambien de toda España, y de la Iglesia. Este Santo fué á quien enseñó Dios de un modo admirable, quán verdadero es lo que se lée en un Salmo: In imagine pertransit homo; y con quánta tiranía se ceba algunas veces la cruel muerte, aun contra la mas brillante hermosura. Hasta el vulgo sabe el caso que aconteció á este ilustre Príncipe, quando aun vivía en el siglo, y gozaba de honores muy distinguidos en el palacio del Emperador; los quales, aunque podian atraer á este Varon, bien que siempre muy modesto, á seguir las pompas del siglo, le obligaron amigablemente á renunciarlas. Habíale mandado el Emperador Carlos V. que como á Mayordomo mayor que era de la Emperatríz su amada esposa, ya difunta, llevára á Granada con la debida diligencia, y fidelidad el Real cuerpo, y lo entregára en manos de los que estaban encargados de enterrar, y hacer las debidas honras al augusto cadaver: estos tenian la orden de obligar baxo de juramento á Borja (que todavía no era Duque de Gandía, sino Marques de Lombay) á declarar, y manifestar ingenuamente, que el cadaver que entregaba, no era otro, sino el de Isabel Reyna de España, y Augusta Emperatríz de Alemania. Esto último, dicen, no se atrevió á confirmarlo con juramento el pío, y religioso   —426→   Príncipe: afirmando solamente en fé de Christiano, y de Caballero, que él habia puesto tal cuidado, y diligencia continua en llevar el Real Cadaver, que no podia caber la menor sospecha de que fuese otro; pero que no se atrevia á afirmar, que aquellos horribles, y féos despojos, que veía tan mudados por la cruel catástrofe de la muerte, fuesen el mismísimo cuerpo de la que poco antes habia sido su Señora, y Emperatríz. ¡Tan grande mudanza habia hecho la muerte en un cuerpo, y semblante hermosísimo! y en tal grado lo habia afeado, y corrompido, que apenas podian discurrir de otro modo los que entonces lo miraban: Pues afirman, que la primera vez que en presencia de Borja, que estaba encargado de ello, se abrió la caxa donde estaba el cadaver, y se corrió el velo que cubria su semblante; se presentó á los que presenciaron el lance (que eran muchos, y ilustres en dignidad, así Eclesiástica, como Civil) un espectáculo tan disforme, tan féo, y espantoso, que echaron todos á huír, quedándose solamente Borja atónito por mucho tiempo de la novedad, y del espanto: de que penetrado el Santo, y considerando el suceso con la mas madura reflexîon, prometió, ayudado de la divina gracia, y aun hizo voto, de no servir en adelante á Señor que pudiera morirse; y que si algun dia se lo permitian sus cosas, renunciaría enteramente al siglo, y á sus pompas; lo que por fin executó entrándose en la Compañía, que entonces principiaba. Cuentan el hecho, y casi lo ponen delante de la vista los Escritores de la misma Compañía. Pero si alguno quiere leér una cosa la mas elegante, la mas viva, y expresiva, léa (que no se arrepentirá de su trabajo) al doctísimo, y eloqüentísimo Don Alvaro Cardenal Cienfuegos, que quando Catedrático de Prima de Salamanca, escribió la vida de S. Francisco de Borja, y ahora es uno de los del Sagrado Colegio Cardenalicio. Este Autor, pues, pinta el hecho   —427→   con tanta elegancia, y hermosura1553, que no tanto parece que la refiere, como que está pasando delante de los ojos de los Lectores. De este modo, como yo mismo he visto, se vé pintado dicho Santo en varios lugares.

2 Por lo que respeta á sus Imágenes, muchas hay, de donde se puede sacar qual era su semblante, y lo restante del cuerpo, y por tanto qual sea el mejor modo de pintarle: pues dura todavía, y durará perpetuamente la memoria de este varon perfectísirno, de suerte que justamente se puede decir de él: Nondum sua forma recessit. Puédesele tambien pintar con las insignias de Doctor en Theología: pues, á mas de haber escrito muchas cosas, que ya mucho tiempo ha, andan impresas en un volumen de tamaño regular, fundó, y erigió desde sus cimientos en sus propios Estados, la Universidad de Gandía, donde estudió por algunos años Filosofia, y Theología, y allí mismo tomó el grado de Doctor.

3 Pero yo, que ha mas de cinqüenta y seis años, que visto el Hábito de la Sagrada, Real, y Militar Orden de nuestra Señora de las Mercedes, aunque soy el mas mínimo de todos, sería sin duda ingrato, é injurioso á tan gran Madre, si en este lugar tan cómodo, y oportuno, omitiera indicar á mis Lectores, quien fué el primer Catedrático de Prima de Theología, que tuvo la mencionada Universidad de Gandía, que fundó, y perficionó S. Francisco de Borja: la primera de las que tuvo en España, y casi en toda la Europa, la Compañía. No lo haré con mis palabras: no fuera caso que pensáran mis Lectores, que les doy á leér cosas inciertas, y que se habian fingido en nuestra casa, sino con las de un insigne Escritor de la misma Compañía, que siguió á los antiguos, y á testigos los mas irrefragables.   —428→   Este es el Cardenal, á quien antes he citado, digno de que se le nombre siempre con distinguido honor. Dice, pues: Pero el que se debió llamar alma de todos, el de mas fama, el de mas profunda sabiduría, y el que ocupó la Cátedra de Prima, fué el insigne Maestro Fray Gerónimo Perez, veterano ya en las Compañías de Minerva, de la siempre Real Familia, tan victoriosa como Militar Religion de nuestra Señora de la Merced, Catedrático de Prima, Jubilado en la Universidad de Valencia, Comendador de aquel Convento, y Vicario General de todo su Esquadron glorioso. Era vasallo del Santo Borja, nacido en la misma Ciudad de Gandía, que ilustró con su pluma, y con su vida. Había escrito ya toda la Theología con feliz pluma, que cortó en las alas de un Aguila, y aun dado á la estampa ilustres Comentarios sobre las partes de Santo Thomas, añadiendo mucha luz al mismo Sol, como tambien al Maestro de las Sentencias, apurando á la Theología sus mejores máxîmas, despues de haberle bebido al Príncipe de los Filósofos los dictámenes mas puros, y dado felizmente á la estampa varias qüestiones de la Filosofia. Y no podrá ser mal escuchada la queja, que expresa reverente mi pluma, de que Religion tan exâcta dexase sepultados en el olvido los vuelos de aquel sabio discurso, que hoy pudieran servir de texto: pues bien merece llamarse sepulcro de la sabiduría, aquella antigua impresion tosca, en que es un borron mal articulado cada letra, y puede servir de epitafio al mismo libro. Fué este grande ingenio tan laborioso, que habiendo ya leído pasados de veinte años en la Universidad de Valencia, desde las Cátedras de Filosofia hasta las de Prima, perseveraba leyendo despues de Jubilado, teniendo por ocio al estudio, y no sabiendo arrimar la pluma, mientras durase la vida. Consagró sus dos primeros tomos á S. Francisco de Borja, honrando su exemplo con su pluma, y lastimando su humildad con su alabanza en la Epístola Dedicatoria. Fué la impresion   —429→   año de quinientos y quarenta y ocho, en que mereció raro aplauso de España este gran Maestro. Hizo su nombre famoso en la Europa, y fué llamado oráculo del Reyno de Valencia: el que habiendo estudiado Theología en el Colegio de la Vera-Cruz de Salamanca, antiguo terreno de hombres sabios, nido fertil de plumas, y de ingenios; mereció haber pasado á las márgenes del Turia, todas las preciosidades que el Tormes escucha en su ribera. Era hombre de mucho espíritu, y á quien el Duque habia tratado, consultándole algunas dudas del suyo. Pidióle ahora, que viniese á ilustrar aquella Universidad, para que ella pudiese gloriarse de haber recibido de un Planeta su primera luz, y de haber empezado por el Cenit: que volviese á dictar lo que habia escrito; pues repitiendo siempre unas mismas luces un Astro, alumbra al mundo: que sabía la desazon, que acababa de tener en Valencia, porque su razon persistia en ser antorcha desde la Cátedra, no dexando libre el paso á la ambicion, y á la impaciencia; y que á veces era discrecion ceder á la envidia, no pudiendo llamarse cobardía la fuga que hace sosegadamente la prudencia. Que aunque la Compañía se honraba ya con tantos varones sabios, y que habian ocupado antes las primeras Cátedras en las Universidades mas ilustres de la Europa; pero que cada uno de ellos tenia no menos teatro que todo el mundo; y no queria aprisionar á una Cátedra en Gandía un espíritu destinado por su instituto á las empresas de la mayor gloria, por mas que el mismo año en Valencia se habia decretado, que se diese el grado, y el Magisterio en aquella Universidad á la Compañía, sin que pagasen propina, ni tuviesen gasto alguno: singularidad que añadia honor al gradoSeñaló considerable renta á su Cátedra: y aquel ingenio oculto, que veneraba el Duque, como santo,y abrazaba á la Compañía con indecible afecto, rayó en Gandía, derramando esplendor desde la Cátedra. Hasta aquí este sapientísimo Doctor, y eminentísimo Prelado. Estas,   —430→   y otras cosas dignísimas de leérse, dice el citado Cardenal, grande elogiador nuestro, que omito por no dilatarme mas. Pero de ningun modo puedo pasar en silencio una cosa, en que él se manifiesta tan agradecido, como elegante, pues concluye así el elogio: No sabemos (dice, hablando del P. M. Fr. Gerónimo Perez) si quiso aposentarse en Palacio, ó si eligió antes honrar nuestro Colegio, viviendo en él como Jesuíta en todo, sino en el color del vestido: lo que nunca podrá negar la Compañía, antes lo confiesa agradecida, y ufana, es haber bebido el candor á la sabiduría en esta vena pura, y caudalosa; y que siendo esta de Gandía la primera Universidad suya, que tuvieron los Jesuítas en la Europa, debieron la primera leche de doctrina en ella á esta igualmente sabia, que Militar Familia, cuyos pechos son fecundos de gloria, y sabiduría, pues fueron discípulos de este gran Maestro, muchos Jesuítas de los mas doctos de aquel siglo, cuyas obras enriquecen hoy la Theología Moral, y Escolástica, y son farol al rumbo de la Sagrada Escritura. El primero debe ser contado S. Francisco de Borja, ya entonces profeso en la Compañía. Hasta aquí son palabras del sabio Cardenal, á quien nunca se le puede nombrar sin elogio; las que si acaso pareciesen al Lector demasiadamente largas, me perdonará el haberlas puesto aquí, pues me ha llevado el honor grande que hace á mi Religion, que por tanto no he podido omitirlas.

4 Así como el que queriendo pintar el valor, y la fortaleza del cuerpo, y del ánimo, no haría mal en pintar á Hércules; así, el que quisiese pintar una vida rígida, y austéra, haría muy bien en representar á San Luis Bertrán, gloria, y honor del Reyno de Valencia, y de la Sagrada Orden de Predicadores: Por haber sido este Santo el que intimando á su propio cuerpo una guerra implacable, peleó con él por todo el tiempo de su vida, con tal rigor, y severidad, que rara vez (y aun entonces   —431→   por precepto de sus superiores) le concedió las mas breves treguas, no cesando jamas de pelear, y saliendo siempre vencedor, y triunfador de sí mismo: el qual meditando dia, y noche los ocultos juicios de Dios, andaba continuamente temeroso, y repetia á cada paso aquello del Gran Padre S. Agustin: Señor, quemad aquí, cortad, no me perdoneis aquí,para que me perdoneis eternamente

5 Pintan á dicho Santo (pues debo contenerme dentro los límites de mi asunto, aunque alguna vez me véo precisado á pasar algo mas allá): Píntanle, digo, con un semblante flaco, y macilento, extenuadas sus carnes por los ayunos, y mortificaciones; fixos sus ojos en el suelo; escondidas dentro del hábito sus manos; y con otras señales, que indican la austeridad de vida que profesaba: de suerte que no debe tenerse por dicho fuera del caso, lo que advertimos antes; esto es, que no haría mal, el que debiendo pintar la austeridad, y mortificacion, que nace de una penitencia christiana, pintase (sin hablar ahora de los demas Santos) á S. Luis Bertrán. Pero, si no me engaño, le he visto pintado tambien de otros dos modos. El primero es, sacando, y levantando algun tanto la mano, en ademán de estár reprehendiendo con blandura, y suavidad á un varon noble, pero audaz, y sacrílego. Sabido es el caso, y por tanto no quiero omitirlo, el qual pasó así. Vivía S. Luis en el Reyno de Valencia, y como predicase al pueblo en un lugar bastante grande (que nombran los Escritores Españoles, pero mejor es pasarlo en silencio) reprehendió desde el púlpito con acrimonia, y libertad propia de un Predicador Christiano los vicios del siglo, en especial aquel que ha causado tanta ruína en las almas (la luxuria digo, y la incontinencia): y aunque el Santo lo hizo guardando la debida prudencia, esto es, reprehendiendo á todos sin señalar á nadie; sin embargo un cierto noble, ó ya estimulado por los remordimientos   —432→   de su conciencia, ó arrebatado de la furia de sus vicios, se persuadió temeraria, y maliciosamente, que contra él solo se dirigia la vehemencia del sermon de Luis. Con esto, avisó al Santo por un criado, que era parecido á su amo, que si apreciaba su vida, se abstuviera en adelante de semejantes invectivas, singularmente recayendo en un hombre de su esfera, á quien habia tratado sin respeto, ni consideracion alguna á su persona. Despreció el Santo, como era justo, las voces de este loco. El dia siguiente, como el Caballero hubiese advertido, que S. Luis se volvía desde el Lugar á su Convento, que no distaba mucho, montando al instante á caballo, le embistió, diciéndole: ¿Tú hombrecillo vil, y fraylecillo del todo despreciable, te atreves á hablar con tanta desvergüenza contra un hombre de mis circunstancias? Pero caro (añadió) te ha de costar. Apenas habia dicho esto, quando sacando una pistola cargada la dirigió contra el pecho del Santo. Pero, ¡ó admirables beneficios de un Dios Omnipotente! ¡O fuerza, y eficacia de la Santa Cruz, que los hombres jamas han llegado á comprehender! Apenas advirtió Luis, que se dirigia contra él la pistola, quando haciendo sobre ella la señal de la Cruz, se convirtió en admirable imagen de la vida, la que era instrumento de la muerte. Porque, transformándose al instante en la efigie de un Crucifixo; en lugar de la sangre, que debia hacer derramar á aquel contra quien injustísimamente se dirigia, hizo saltar las lágrimas al agresor impío, que á vista de un tan gran milagro, se movió á compuncion, y á penitencia. Y desmontando luego del caballo, confesó su delito, y pidió perdon al Santo con muchos suspiros, el qual se lo concedió facilmente, avisándole con suavidad, que el perdon lo pidiera al mismo Dios, contra quien habia pecado con tan atroz, y horrible atrevimiento; que se enmendára, y procurára mudar de vida, poniéndose en estado de   —433→   salvacion. De este modo he visto pintada muchas veces la Imágen de S. Luis Bertrán, sobre lo qual tienen los Pintores un ancho, y espacioso campo en que exercitar su imaginacion.

6 Como todos tienen en la boca á aquella Madre Seráfica, inmortal gloria de España, y singular honor de toda la Iglesia, Santa Teresa de Jesus; así andan tambien sus Imágenes en manos de todos: pero son muy raras las que aun medianamente la representan bien, de que se queja un Escritor1554, el mas grave, y erudito, á mi entender, de quantos han escrito su vida. Este Historiador, conforme puede verse en el lugar que cito abaxo, despues de haber representado en su historia con los mas vivos colores (quanto le fué posible) la belleza, y hermosura de su cuerpo, y de su semblante, y la proporcion de todas sus partes, hasta las mas escrupulosas menudencias, añade: Sacóse estando ella viva un retrato bien, porque la mandó su Provincial, que era el Padre Maestro Fr. Gerónimo Gracian, que se dexase retratar, y sacóle un Frayle Lego de su Orden siervo de Dios, que se llama Fr. Juan de la Miseria. En esto lo hizo muy bien el P. Gracian; pero mal en no buscar para ello el mejor Pintor de España para retratar á persona tan ilustre mas al vivo para consuelo de muchos

7 Píntanla freqüentemente con un semblante agraciado, y hermoso: y con mucha razon, pues así fué, como lo nota, y exâctamente lo describe en el citado lugar, el mencionado Escritor de su vida. Pero ademas de esto, quando Dios se entraba dentro de su alma purísima arrebatándola en éxtasis, con tal ímpetu algunas veces, que levantaba del suelo su delicado cuerpo, y lo sostenia elevado en el ayre, como si no constára de cuerpo, de que habla muchas veces la misma Santa,   —434→   instruída en esta materia por su propia experiencia; parecia entonces sobremanera mucho mas hermosa, y brillante de lo que se pueda humanamente discurrir. Por lo que, si bien murió algo vieja (pues vivió sesenta y siete años cumplidos, seis meses, y dias en el siglo, ó como dixo mejor la misma Santa, en el destierro) hará muy bien el pío, y erudito Pintor de pintarla siempre hermosa, y de buen parecer.

8 Añaden finalmente en sus Pinturas al Espíritu Santo en figura de cándida paloma, junto á sus oídos, ó sobre su cabeza: no que con esto se pretenda significar, que sus escritos, aunque llenos de Uncion Divina, y verdaderamente celestiales, tengan la certeza, y autoridad de las Sagradas Escrituras. No es esto lo que se pretende; ni la misma Santa, como á tan amante que era de la modestia, y humildad, permitiria, que se le atribuyese una cosa tal: la misma Santa, digo, que hablando muchas veces elevadamente de las cosas celestiales, teme no decir mas, que tonterías; y que no dudó de entregar á las llamas aquel sublimísimo, y casi Divino Tratado, que habia compuesto sobre los Cantares; por habérselo mandado así un Confesor, acaso pío, pero imprudente, é ignorante: cuya pérdida sienten infinito hombres muy célebres en piedad, y doctrina, como consta del citado P. Francisco Ribera, en su vida. Pero, si con este modo de pintar entendiese alguno, que se significa cierta dignidad, y sublimidad de sus escritos, que arrebatan muchas veces al Lector, que le conmueven de mil maneras, y le levantan casi mas allá de lo que puede penetrar el entendimiento humano; tendrá razon, y esto es lo que no podrá juzgar bien, el que lejos de tener el gusto hecho á estas cosas, le tiene corrompido. Y si no ¿qué otra cosa es, pregunto, el que prohibiendo el Apostol enseñar las mugeres en la Iglesia, la Iglesia misma, solo á Santa Teresa (lo que de ninguna otra Santa se lée) le atribuye   —435→   el magisterio, y llama celestial su doctrina con estas palabras: Ita cœlestis ejus doctrinæ pabulo nutriamur, &c

9 Fuera de que, este modo de pintar sobre la cabeza de Teresa al Espirítu Santo en forma de purísima paloma, tiene un fundamento sólido, y muy firme: y para que se entienda mejor, quiero exponerlo, no con otras palabras, que con las de la misma Madre Seráfica, la qual despues de otras muchas cosas, dice á la letra: Estando en esto, véo sobre mi cabeza una paloma bien diferente de las de acá, porque no tenia estas plumas, sino las alas de unas conchicas, que echaban de sí gran resplandor. Era grande mas que paloma: paréceme que oía el ruído que hacía con las alas: estaria aleando espacio de un Ave María. Ya el alma estaba de tal suerte, que perdiéndose así de sí, la perdió de vista. Sosegóse el espíritu con tan buen huesped. Hasta aquí la Madre Seráfica: y de aquí se echa de vér con quanta razon se acostumbra, ó pueda pintarse á la Imágen de Santa Teresa, el Espíritu Santo en figura de paloma.

10 No corrió la misma fortuna (si es lícito explicarme así) aquel varon admirable que aprobó el Instituto, y espíritu de la Seráfica Virgen, S. Pedro de Alcántara: cuyos hechos han escrito ya muchos, y cuya santidad, y austeridad de vida, nadie podrá bastantemente explicar. Porque este Santo (sin hablar ahora de los Pintores excelentes) no solo fué panegirista de las costumbres, y virtudes de Santa Teresa, sino que también delineó de una vez la efigie de casi todo su cuerpo. Véase lo que mas largamente en varios lugares escribe la Santa de este varon digno de inmortales alabanzas, á quien, aun viviendo, siempre le llamaba Santo, y principalmente en el libro de su vida cap. 22.

II No debian separarse estos dos sublimes contempladores de las cosas celestiales, S. Pedro de Alcántara,   —436→   y Santa Teresa de Jesus: porque si no, ya pudiéramos haber dicho algo de un grande, y sobresaliente Pintor, segun dicen, S. Lucas Evangelista; sobre cuyas Imágenes (pues quanto á lo demas, gustoso dexo á otros que lo traten) solo se me ofrece advertir de paso dos cosas, que todavía debieran exâminarse mas, si tomára á mi cargo el hacer una mas larga descripcion sobre esta materia. Sentado, pues, y supuesto, como cosa de Fé (conforme es justo creérlo) que S. Lucas fué Evangelista, y que escribió, no solo el Evangelio que lleva á la frente su nombre, sí tambien el libro intitulado Hechos Apostólicos (porque, sobre si S. Lucas fue uno de los setenta y dos Discípulos de Christo, se controvierte entre doctos Historiadores Eclesiásticos); es cosa no como quiera cierta, sino con certeza de Fé, que fué Médico de profesion, como lo dan á entender bastantemente aquellas palabras de S. Pablo1555: Lucas el Médico amado os saluda. Y que ademas fué Pintor bastante bueno, principalmente de Imágenes de Christo, y de la Virgen, se ha recibido con tan general aplauso ya de muchos siglos á esta parte, que apenas puede sentir lo contrario un Escritor pío, y Católico. Porque, el que algunos Católicos, libres por cierto de toda nota, parecen haber insinuado lo contrario, diciendo, que solamente una pía persuasion de los Fieles hizo creér que S. Lucas habia sido Pintor1556, solo parece que prueba, no ser lo último tan cierto, como el que fuese Médico: por constar esto, como vimos, de la Sagrada Escritura, y haber tomado aquello su origen, de la fama, y tradicion de muchos siglos.



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