Ya sabéis, nobles
amigos, |
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Que las guerras del imperio |
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Con el rey de Creta han sido |
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Escándalo destos
tiempos. |
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Tras tantas sangrientas lides, |
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Sitios y asaltos diversos, |
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Muertes, ruinas y destrozos |
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Que se han seguido a estos
reinos, |
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A la paz tan deseada |
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En nosotros, como en ellos, |
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Me envió el Senado a
Grecia, |
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Y yo vine, suspendiendo |
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En tu valeroso brazo |
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La espada, terror del griego, |
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En tanto que obraba yo |
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Con las armas del ingenio. |
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Llegué a Creta una
mañana, |
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Cuando abril, de flores lleno, |
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Hace en olorosas auras |
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Blanda lisonja al aliento. |
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Antes de entrar en sus muros |
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Entretejido y cubierto |
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De verdes olmos, un parque |
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Remata el áspero
ceño |
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De un monte que, sobre el
río |
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A su cristalino espejo, |
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Las garzotas de los robles |
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Le rizan la frente al viento. |
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Por este frondoso sitio |
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Entré, y al paso
primero, |
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De los jardines de Chipre |
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Me dio un retrato el
encuentro. |
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En Margarita y sus damas |
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Vi oponer el sitio bello |
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Contra el sol, que le acechaba |
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Un escuadrón de
luceros. |
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Al saludable ejercicio |
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Que usa la estación del
tiempo |
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Bajaban de su palacio, |
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Mas yo entendí que del
cielo: |
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Cotilla, enagua, y valona |
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Era el traje airoso al cuerpo, |
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Dando al viento lo que es suyo |
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Las plumas de los sombreros. |
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Iban blancas muletillas |
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Con las manos esgrimiendo; |
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Que por milagros de amor |
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Les dio muletas su templo. |
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Yo, que aún no la
conocía, |
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Embelesado y suspenso, |
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En las luces de sus ojos |
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Bebiendo estaba el veneno, |
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Cuando un rumor impensado |
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Alborotó su sosiego, |
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Que ocasionó en mi
ventura |
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Feliz principio a mi empleo. |
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Acosado un jabalí |
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De jabalinas y perros, |
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De un monte, en que a caza
andaban |
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Acaso unos caballeros, |
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Veloz, rabioso y herido, |
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Bajaba hasta el parque
huyendo. |
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Venía el furioso bruto |
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Del rayo con el estruendo, |
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Dos centellas en los ojos, |
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Por el tosco hocico abierto |
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Vertiendo espumosa sangre, |
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Y del lomo ceniciento |
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Vueltas las cerdas en flechas, |
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Y el pardo erizado cuello |
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De algún venablo
partido; |
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Con que dejando corriendo, |
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Coral la herida a la yerba |
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Y fuego al aire el aliento, |
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Dio en el hermoso
escuadrón, |
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Y del horror del estruendo |
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Asustados los criados, |
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Sin hacer defensa huyeron. |
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Quedó sola Margarita, |
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Y el bruto, airado y
sangriento, |
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A su rabiosa venganza |
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Despeñó el curso
violento. |
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Antes que del golpe |
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Del susto cayó en el
suelo; |
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Mas yo, que vi su peligro, |
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Desnudando el limpio acero, |
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Y atravesándome al
paso, |
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Le esperé con tanto
acierto, |
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Que metiéndole la punta |
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Por entre garganta y pecho, |
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Quedó por vaina en mi
espada |
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Desde las ancas al cuello. |
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Volví luego a
Margarita, |
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Que sin voz y sin aliento, |
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Sobre la alfombra del prado |
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Estaba así el rostro
bello: |
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Vueltos los ojos y el clavel
partido, |
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Las perlas de sus dientes
asomadas; |
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Que con estar sus luces
apagadas, |
180 |
No perdieron sus labios lo
encendido. |
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Más blancura logró
descolorido |
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El jazmín de su frente en
las rosadas |
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Mejillas, como en flores
deshojadas, |
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A trechos el color quedó
esparcido. |
185 |
Como quien ha deshecho un
ramillete, |
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Cuyo vulgo de flores más
vistoso |
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Queda esparcido en menos
compostura; |
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Así del verde prado en el
tapete |
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El ramillete de su rostro
hermoso |
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Perdió la unión,
creciendo la hermosura. |
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En la voz de sus criados |
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Conocí, cuando
volvieron, |
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La princesa Margarita, |
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Que volvió, con sus
acentos, |
195 |
Como el sol, que entre la nube |
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Que cubrió sus rayos
bellos, |
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Con más luz el
horizonte |
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Llena de esplendores nuevos. |
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Agradeció mi fineza, |
200 |
Dije mi nombre y mi intento, |
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Acompañéla a
palacio; |
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Recibióme todo el reino |
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Con regocijos, grandezas, |
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Fiestas y aplausos diversos; |
205 |
Y yo, a su gracia admitido, |
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Di a entender al Rey que el
medio |
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Para ajustar estas paces |
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Era nuestro casamiento. |
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Agradóle mi designio; |
210 |
Pero es costumbre en el reino |
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Que las princesas elijan |
|
A su esposo, aunque propuesto |
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De su padre, y a este estilo, |
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Y a su conveniencia atento, |
215 |
Con gusto de Margarita, |
|
Me permitió el
galanteo. |
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Yo, con aquesta licencia, |
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Viéndome en tal alto
empleo, |
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Para conseguir mi dicha |
220 |
Apuré con mis deseos, |
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A la voluntad finezas |
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Atenciones al respeto, |
|
Lucimiento a la riqueza |
|
Y primores al ingenio. |
225 |
¿Quién pensara,
amigos míos, |
|
Que a quien obligó mi
aliento |
|
Con un rasgo del valor, |
|
Un amago, de mi esfuerzo, |
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Adornándole
después |
230 |
De finezas y de afectos, |
|
De galas, triunfos y aplausos. |
|
No arrastrara a más
empeño? |
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Pues no fue así, porque al
paso |
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Que crecían en mi pecho |
235 |
Las finezas y las ansias, |
|
Menguó su
agradecimiento. |
|
Causó este injusto
desvío |
|
Una gran queja en mi pecho, |
|
Y de ella, en su ingratitud, |
240 |
Nació un
aborrecimiento; |
|
De suerte que cualquier cosa |
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Que imagino en su festejo, |
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Sin saber cúya es, la
agrada, |
|
Y por mía pierde el
precio. |
245 |
Mis finezas agradece |
|
Sin la noticia del
dueño, |
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Y en sabiendo que son
mías, |
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La merecen un desprecio. |
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Yo de su misma hermosura, |
250 |
Por quien Creta hizo un
torneo, |
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Gané el premio
disfrazado, |
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Y le perdí descubierto. |
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En este estado me hallo, |
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Pero también considero, |
255 |
Que el verme suyo y rendido |
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La obliga a aqueste desprecio; |
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Que es como quien llega a un
árbol |
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A coger fruta, y teniendo |
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En la más vecina rama |
260 |
Para lograr su deseo, |
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La deja porque está
fácil |
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Y pone los ojos luego |
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En la que está en la
más alta; |
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Que el loco apetito nuestro, |
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No por mejor quiere aquella, |
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Sino porque está más
lejos. |
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Loco de amor salgo al campo, |
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No hay fuente que no haga
espejo, |
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Por si acaso en mí hallo
causa |
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Que su rigor haga menos, |
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El nombre de Margarita |
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De espacio repito al viento, |
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Porque antes que yo le acabe, |
|
Le vaya empezando el eco. |
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Del fuego de mis suspiros |
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Quiero inficionar los vientos, |
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Por si de lo que respiran |
|
Entra algún aire a su
pecho. |
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Con las duras piedras hablo |
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Del monte en los hondos senos; |
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Digo mi mal, y él
responde |
|
Con piedad mi mismo acento. |
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Con este engaño me
animo, |
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Porque digo a mis deseos: |
285 |
¿Por qué pierdo la
esperanza, |
|
Si esta dureza enternezco? |
|
En fin, amigos, yo vivo |
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En tan público
desprecio, |
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A manos de su desaire, |
290 |
Que a un mismo tiempo me veo |
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Sin ella, sin mí y sin
vida: |
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Sin vida, porque yo muero: |
|
Sin mí, porque estoy con
ella; |
|
Sin ella, porque la pierdo. |
295 |
Y al dolor de aborrecido |
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Se ha juntado el de los celos, |
|
Pues los príncipes
vecinos |
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Vienen llenos de trofeos, |
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De su hermosura a la fama. |
300 |
Pues ¿cómo yo esperar
puedo |
|
Conseguirla competido, |
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Si solo no la merezco? |
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Esta, amigos, es la causa |
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De la pena en que me veo, |
305 |
Esta la guerra que al alma |
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De la paz trajo el intento; |
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En este hielo me abraso |
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En este rigor padezco, |
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En estas desdichas vivo |
310 |
Y en esta esperanza muero. |
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