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ArribaAbajo- II -

Rumor del Paraíso



Toda poesía, si es verdaderamente
poesía, aunque esté compuesta por
palabras vulgarísimas y usadísimas,
sólo la entienden de verdad unos
pocos.


Papini                



ArribaAbajoEl escenario


Io sono forse un fanciullo...


S. Quasimodo                




El patio ardiendo, hermoso, al sol de enero,
con ese ardor luciente del verano

que lustra los sarmientos de la parra
y a las uvas convierte en yemas rojas.

Yo estaba, estoy, y habré de estar jugando  5
en ese patio cálido en que crecen

higueras y rosales paralelos
a los límites verdes de la parra.

Bajo anchos, frescos, largos corredores,
hay gentes que me observan y sonríen;  10

hay un patriarca anciano de ojos claros
cuya esposa, cuya hija y cuyos criados,

ven mi felicidad como un milagro
de inocencia, a la sombra de la parra.

En ese caserón ha mucho tiempo  15
que son los niños, hombres y mujeres.

Ahora soy yo la infancia que regresa
golosa de las uvas y los higos,
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para alegrar el patio silencioso,
como otros niños, antes, lo alegraron.  20

Soy la felicidad, y lo comprendo;
soy el actor que representa un drama

que se llama la Infancia, y sé que juego
no sólo para mí mis dulces juegos:

desde los corredores me contemplan  25
y espero de ellos vítores y aplausos.

Un escenario es el patio ardiente
y yo un héroe de seis o siete años,

con gorro de papel, fusil de palo,
vencedor de batallas ilusorias.  30

Por eso en ese patio, eternamente,
estaba, estoy, y habré de estar jugando.

2 de diciembre de 1973



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ArribaAbajoLapacho al pie del cerro



Sueño, a menudo, con aquel lapacho,
-gran ciudad de los pájaros del cerro-

que, frente a nuestra casa, vigilaba
el tranquilo vivir de nuestro pueblo.

Como garras potentes sus raíces  5
hundíanse en la tierra, en cuyo seno,

de entre duros peñascos sepultados
sorbían el licor de su alimento.

Era un árbol tan alto, tan frondoso,
que aun los mayores pájaros, de lejos,  10

se imaginaban la mitad de un bosque
que pretendía levantarse al cielo.

Los abanicos de sus ramas fúlgidas,
-en primavera, rosa y terciopelo-,

al soplo de la brisa se mecían  15
con rumor de gran río soñoliento.

De esto hace muchos años. Yo solía
salir por el portón cercano al cerro,
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la escopetita al hombro, a media siesta,
y contemplaba el verde monumento  20

del que caían a la sombra lila,
flores de un rosa pálido, en silencio,

hacia una muerte tan suave y plácida
que su caída terminaba en beso.

1972



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ArribaAbajoPueblo bajo la lluvia



Cuando llovía el pueblo se envolvía
en un tul
rutilante, y se dormía.

Tendido junto al lago,

eran milagros
sus sueños.

Los senderos colorados
se volvían arroyos.

Los pétalos,
 5

en potros de cristal encabalgados
iban brincando hasta caer al lago.

Y el pueblo en sueños, cuando el sol brillaba
levantando arco iris en el viento,

recordaba el milagro de la Virgen  10
con el Niño sediento, al sol de fuego.

Cuando llovía, el pueblo se dormía

y soñando milagros, sonreía...



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ArribaAbajoLa casa

A José María Rivarola Matto



¡Cuántas veces me llevan
los sueños, persiguiendo
por esa casa, atisbos
de cosas de otro tiempo!

Subo escaleras; abro  5
pesadas puertas; veo
cuadros y antiguos muebles
de luto, polvorientos.

Voy a un balcón. Me asomo
y desde allí contemplo  10
el paisaje del río
llovido de luceros.

Abajo es la tertulia.
Frente al zaguán inmenso,
la madre y las tres hijas  15
en sillones de cuero.
Escucho. De sus voces
apenas llegan ecos.

Yo soy en esa casa
un familiar espectro.  20

Cuando, en las galerías
si alguna vez me encuentro
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con la blanca señora
y sus hijas, y quiero
escapar, ellas (todas  25
muy blancas y de negro)
sin hablar me sonríen.

Y, en el aire del sueño
yo también les sonrío
y me voy disolviendo...  30



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ArribaAbajoLa voz esquiva



¡Esto de nunca poder
hablar con voz verdadera,
o porque ella se resista
o porque acaso esté muerta!

Tengo yo, no obstante, un pueblo  5
bañado en luces de siesta,
con casas y patios mudos
y con misteriosas huertas.

Y ese pueblo me lastima
el pecho con su belleza,  10
no queriendo ser un mito
que con mi vida se muera.

En una esquina, un portal
se yergue en florida piedra,
por la que muere de amor  15
una inmortal madreselva.

El portal se enciende en ansia
de una voz antigua y nueva,
que aspira a decir milagros
y sólo en ansias se queda.  20
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¡Esto de nunca poder
hablar con voz verdadera
porque no existen palabras
o porque han nacido muertas!

1965



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ArribaAbajoDomingo con domingos



¡Bondadoso domingo! Entre las hojas,
alto, brilla un azul benévolo y diáfano.

Tan felices los pájaros se sienten,
que apenas cantan, bajo,

para guardar en sí toda su dicha.  5
El día se parece

a algunos días mágicos de antaño
tanto más bellos cuanto más remotos.

¡Oh, si todo pudiera restaurarse
un domingo como éste!  10

¡Si se pudiera alzar los ojos desde el libro
y ver el grupo familiar, de pronto,

reunido allí, como antes, conversando
de cosas que no olvido;

oír la risa clara de la niña  15
que murió adolescente;

beber en vieja taza un té dichoso
y hablar con esos seres dispersados
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por la vida y la muerte,
llevando dentro un corazón intacto;  20

un corazón que ignora
que vivir es herirse, lacerarse,

y no cicatrizar sino muy poco,
lo suficiente para no morirse!

¡Qué día este domingo! ¡Cómo cantan  25
los pájaros, bajito, en los follajes!

Domingo, el 7 de agosto, 1970



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ArribaAbajoRumor del Paraíso


Cerco un paese
innocente...


Giuseppe Ungaretti                




Cuanto más
se me aleja,
tanto más
su rumor
me envuelve en ondas.  5

Su lejanía se hace
tan sonora,

como campana que al crepúsculo
mezcla su son
a todo el cielo lívido.  10

El Paraíso es
sencillamente

una casa espaciosa
con un patio emparrado;

unas calles  15
que terminan en campo
y en silencio.

Y unos soles
colados entre pámpanos
que iluminan un rostro  20
levantado.



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ArribaAbajoEl gigante y la niña



Aunque me parecía a mí un gigante,
era un gigante a todas luces bueno.

Vestía trajes claros, y tenía
una cadena de oro, que, recuerdo,

colgaba de un reloj, también de oro,  5
guardado en un bolsillo del chaleco.

De ojos azules y de pelo oscuro,
el hombre contemplaba nuestros juegos

de pie, frente a su casa, que era enorme,
y que tenía un gran balcón de hierro.  10

A ese balcón, muy alto, se asomaba
una niña de fúlgidos cabellos.

Mi niñez hechizada no sabía
qué era el amor, pero el amor primero

bajaba del balcón con luz celeste  15
y en luz celeste me subía al cielo.

Un día aquel señor vistió de luto,
puso un crespón en el balcón de hierro,
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y nunca más lo vi mirar la calle
desde ese día en que vistió de negro.  20

Supe después que la preciosa niña
un domingo de noche había muerto.

Durante el resto del verano triste,
día tras día, con afán secreto,

yo busqué su figura, muy arriba,  25
en la celeste inmensidad del cielo.

14 de marzo, 1981



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ArribaAbajoLa pregunta

A Guadalupe García



De noche, todas las noches,
mirando el cielo pregunto
cómo estarán los naranjos
al otro lado del mundo.

Cuando abraza el universo  5
la piedad del plenilunio
pienso en el patio desierto
y en sus árboles oscuros.

Allí pasea mi sombra,
mudo espectro vagabundo,  10
cuyo vagar estremece
a los pájaros nocturnos.

¿Quién será? dicen las palmas,
¿Quién? la pérgola y el muro,
¿Quién? los naranjos sumidos  15
en el silencio profundo.

Y mientras ellos preguntan
al otro lado del mundo,
yo también, mirando el cielo,
todas las noches, pregunto.  20



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ArribaAbajoEl río



¡Oh tardes lejanísimas de estío
en que mi adolescencia hendía el tibio
fluir de tu corriente!

Entre buques pintados
de grises militares;  5

entre cadenas tensas
por la garra del ancla,

iba el muchacho aquel lleno de brío
como otro pez de tu cerúleo acuario

trazando una gozosa trayectoria  10
sobre tu superficie abrillantada.

¡Qué pujanza tranquila en tu viaje
de iniciación y de llegada eternas

desde tus fuentes forestales
hasta la fluida sal de tu destino!  15

¡Qué generosa tu dación de vida
a lo largo de costas
que te tienden sus manos vegetales

y te saludan perezosas
mientras duerme el caimán sobre la arena!  20



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ArribaAbajoJulián de la Herrería



Entre árboles y plantas no cuidadas
está el horno encendido.

Mientras espera la inminente hornada
de estatuillas, platos y vasijas

multicolores, el callado artista  5
pinta la vincha india de un cacique

de arcilla cruda.
Miro su calvicie
prematura; sus ojos serios, mansos

que hacen las gafas parecer muy grandes,
y esas sus manos lentas, incansables  10

en modelar la greda, greda humilde,
que el fuego esmaltará en cristal luciente

-Hijos no tengo -dice-; hijos de carne.
La carne muere siempre... Acaso pueda...

tener hijos de arcilla, algunos de estos,  15
que nunca mueran...
En el cielo oscuro
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ya brillaban estrellas.
El artista
fue hacia el horno y abrió la roja fragua.

24 de diciembre, 1968



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ArribaAbajoEl vergel



Sospecho que si pudiera
más que recordar y ver
con acuciosa nostalgia
el abolido vergel

cerrado, de aquella casa;  5
y el largo patio, y aquel
blanquísimo corredor
que en siestas de mi niñez,

contando limpios ladrillos
solían medir mis pies;  10
si pudiera, sí, vivir,
vivir con todo mi ser,

aguzados mis sentidos
de niño y hombre a la vez,
una hora, allí en la casa  15
del abolido vergel,

sospecho recobraría
no sé qué voces, no sé
qué entrevisión, qué vislumbre,
qué estrella sobre Belén.  20

28 de mayo, 1979



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ArribaAbajoBaño



Floreada jabonera
de vieja porcelana.
¿Es el jabón quien huele,
o rosas coloradas
pintadas en la loza  5
de transparente nácar?

En la pequeña pieza,
pequeña es la ventana:
un triángulo brillante
de sol, en la encalada  10
pared, que en la penumbra
parece ser más blanca.

Ladrillos forman piso
de superficie grata,
donde los pies mojados  15
imprimen rojas plantas.

Sobre el banquillo yace
planchada, la toalla.
Del techo pende una
suerte de gran campana  20
con una cadenita
que hace caer el agua.
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Con el jabón rosado
me enjabono la cara,
la cabeza, los brazos,  25
y ya no veo nada.

Siento escurrir la espuma
sobre pecho y espalda.
(Pecho y espalda tienen
tamaños de la infancia).  30

Jalo la cadenita,
cae en mi noche el agua
deliciosa.
En el patio
alguien me busca y llama:
-¿Dónde estás? ¿Dónde estás?  35
-¡En el baño, en el baño!
dice mi voz ahogada.

31 de mayo, 1979



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ArribaAbajoDoña Sofía

(1930)




Doña Sofía Mendes, silenciosa,
en su sillón del corredor, reposa.

Como en sueños contempla el apacible
panorama del pueblo, a media siesta:

La alfombra verde con que el césped, tibio,  5
cubre la calle de empinada cuesta;

el cielo -muy azul- donde las nubes
urden algodonosos escuadrones...

-¿Va a llover? -se pregunta, adormecida.
La casa es grande. Vastos corredores  10

dan alivio de sombra a la fachada.
En el jardín frontal hay un aljibe.

La casa es verde. Larga balaustrada
cubierta aquí y allí de mallas finas

revela que en la casa hay gente joven:  15
las tres morenas hijas

y el Benjamín -un nadador sin miedo-
de pelo rubio y de mejillas rojas.
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Doña Sofía mira hacia el Oeste
como queriendo divisar el lago:  20

el lago al pie del cerro, cuya lámina
sirve de espejo azul al pueblo blanco.

¡El pueblo a media siesta!
¡Gloria de los veranos de sus hijos,
pueblo también de sus felices años  25

que en sangre suya hoy reverdecen...!
Ella
vive la vida de sus hijos.
Ella
ama con los amores de sus hijos.

Ella
no vive
para sí
       su vida:  30
vivir para ella es reencarnarse
       en ellos.

Doña Sofía Mendes, silenciosa,
en su sillón del corredor reposa.
-¿Va a llover? -se pregunta. Y le contesta  35
la cigarra, que es duende de la siesta.

6 de noviembre, 1978



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ArribaAbajoFinal de sueño

A Isidoro Calzada



Pasado ya el medio siglo
se despidió la inocencia
(La inocencia es infinita
en la vida del poeta).

El que la pierde ha sangrado  5
por un desierto de piedra,
pensando que iba marchando
entre rosales y adelfas.

Al fin de los ojos cae
la nunca advertida venda,  10
y el caminante comprende
que vivió sueña que sueña.

Y quiere seguir soñando
por el sueño de una senda
de rosales que soñaba  15
y de adelfas de inocencia.

10 de junio, 1979



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ArribaAbajoCrepúsculo en el patio



-¿Recuerdas? -preguntó con un suspiro
los negros ojos húmedos mirando

el sillón del ausente junto al suyo.
-¿Recuerdas cuántas veces conversamos

en las últimas horas de la tarde  5
solos en el silencio de este patio?

Nos miraban con lástima los hijos
-¡Los dos viejos tan solos! -ignorando

que en nuestra soledad en el crepúsculo
la antigua intimidad recuperábamos.  10

Nosotros sonreíamos. ¡Tan solos!
Y nuestra soledad era un regalo

que al irse a sus amores nos dejaban.
Teníamos los dos nuestro pasado

tan dorado de amor que era muy dulce  15
en la sombra violeta recordarlo.

Junto al sillón que ha tiempo abandonaste
busco la verde soledad del patio.
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Y siento tu presencia. Los recuerdos,
los tuyos y los míos, son mi amparo.  20

Mis recuerdos conversan con los tuyos
y es como si estuvieras a mi lado.

Ha anochecido. ¿Sabes? En el cielo
se han encendido los primeros astros.

La noche es una amiga milagrera...  25
Yo, en voz muy baja, rezo mi rosario.

4 de febrero, 1974



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ArribaAbajoEl pozo



En torno al pozo blanco
de enladrillado viejo,
gira mi bicicleta.
Calienta el sol de enero.
La resolana inunda  5
los corredores. Lejos,
hacia el fin de la parra
cuajada de reflejos,
alguien me espera y llama.
No sé quien es. Los ecos  10
de la voz, a mí llegan
en mensaje secreto.

Mas ahora yo, sonámbulo
en la siesta, no acierto
a saber si la voz  15
me viene de allá lejos
o del fondo del pozo
cuyo brocal se abre
al ciego sol de enero.
¡El hondo pozo blanco  20
tiene misterios negros!

1º de junio, 1979



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ArribaAbajoFuturo



Y volveré a mi tierra
la vida casi terminada.

Amor, éxito, gloria,
ya no tendrán sentido.

Vivir será mirar los pocos años  5
pasar, y prepararse...

Habrá cielos azules, primaveras,
habrá días hermosos,
esos días
para niños y viejos.  10
Y al fin vendrá la Inevitable.
Entonces
nada habrá, nada habrá, sino silencio.

16 de febrero, 1980