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El proceso de formación de las «Obras completas» de Quevedo1

Jaime Moll





La edición de lo que podríamos llamar «Obras completas» de Quevedo se nos presenta, comparada con la de otros autores de su época, como un caso atípico, lo que, por otra parte, está dentro de la compleja línea editorial de dicho autor. Si al final de su vida podemos encontrar un cierto interés en la edición de sus obras, como se refleja en su epistolario, llegó la muerte sin que pudiese terminar la preparación de sus poesías y dejando varias obras en prosa inéditas. En 1644, editadas por el mercader de libros Pedro Coello, se publica la primera parte de la Vida de Marco Bruto, reeditada el año siguiente, y la Vida de San Pablo. Será precisamente Pedro Coello quien intervendrá de manera decisiva en la estructuración inicial de un conjunto de volúmenes que serán la base para el establecimiento de lo que antes hemos llamado «Obras completas», aunque aparentemente no se presenten como tales. Pero así fueron consideradas, y ya en el siglo XVIII adquieren la unidad necesaria. No es raro encontrar referencias a esta unidad, como en el asiento del inventario de libros de Tomás de Alfay, realizado en 1684: «2 juegos de Quebedo de a 5 tomos».

Vamos a analizar este proceso de estructuración que terminó en 1670 y que se mantiene a lo largo del siglo siguiente. Dejamos para otra ocasión el estudio de las ediciones flamencas, que se desarrollan en otro contexto -paralelo al de muchos otros autores- y que podemos considerar como ediciones de lujo.

A la muerte de Quevedo -8 de septiembre de 1645- sólo estaban vigentes tres privilegios para los reinos de Castilla, concedidos para diez años: el de su versión de los Remedios de cualquier fortuna de Séneca (otorgado el 26 de noviembre de 1637), el de la Vida de Marco Bruto (19 de julio de 1644) y el de la Vida de San Pablo (31 de julio de 1644), estos dos últimos cedidos al librero-editor Pedro Coello2. Dejando aparte las ediciones hechas fuera de los reinos de Castilla, en 1646 el librero Tomás de Alfay publica, con licencia de 18 de septiembre del mismo año (sólo para la primera obra, según figura en los preliminares), dos textos de Quevedo, para los que estaba cumplido el privilegio y no había sido prorrogado, unidos por su finalidad, como se expresa en la portada que los engloba: Las obras que escrivio Don Francisco de Quevedo y Villegas, cavallero del abito de Santiago, y Señor de la Villa de Juan Abad. Para introduzir a un catolico a una perfecta vida, y una perfecta muerte. Aunque ambas obras tengan portada propia, no son desglosables como podría hacerlo suponer el hecho de encontrarse ejemplares encuadernados independientemente. Los preliminares sólo figuran al principio, con una dedicatoria a doña Catalina de Salzedo y Tapia -su escudo figura en grabado calcográfico obra de Juan de Noort, autor también del frontispicio de la primera edición de la Introducción a la vida devota, de 1634- en la que le ofrece «este libro del beato Francisco de Sales, y juntamente con él la obra de más ejemplo, que don Francisco de Quevedo escribió, que es La Cuna y la sepultura». El final del texto de la Introducción ocupa sólo la primera mitad del cuaderno con signatura Aa (figurando, como es habitual en los libros en 8.º, impresas las signaturas Aa, Aa2, Aa3 y Aa4), iniciándose en hoja correspondiente a la signatura Aa5, La cuna y la sepultura, con una portada interior propia. Anormalmente, en las tres hojas siguientes del cuaderno Aa, figuran impresas las signaturas A2, A3 y A4, comenzando una nueva serie de signaturas que termina en el cuaderno G4. Si se hubiesen querido ofrecer las dos obras desglosables, el último cuaderno de la Introducción tendría sólo medio pliego (Aa4) y se iniciaría La cuna y la sepultura con un cuaderno nuevo, de pliego entero, o sea, de ocho hojas (A8), lo que hubiese creado dos unidades para su posible encuadernación independiente, sin necesidad de partir el pliego después de plegado3.

A fines del mismo año 1646, el 14 de diciembre, el sobrino de Quevedo, Pedro Aldrete, vende a Pedro Coello el original del Parnaso y le autoriza para que pueda solicitar el correspondiente privilegio, que obtiene el 10 de septiembre de 16474. Mientras se estaban imprimiendo las seis primeras musas, en edición comentada por José González de Salas, Pedro Coello, el editor de Quevedo desde 1634, obtiene el 6 de mayo de 1648 licencia del Consejo de Castilla para la edición de las «Obras de Don Francisco de Quevedo Villegas, que escribió en prosa», como consta en la fe de erratas, o las «Obras diversas de Don Francisco de Quevedo», según figura en la certificación de la tasa. Coello, que está editando «una buena cantidad de sus poesías, y con no pequeño adorno», ofrece al público lector «todas sus obras de prosa, antes impresas, y comprehendidas en un tomo: a quien seguirá otro tomo segundo, donde se contengan las que también de prosa, hasta agora no se hayan estampado»5.

Nos encontramos con un plan de edición de las «Obras completas» de Quevedo, aunque ningún título común una la poesía y la prosa, y ésta se titule fuera de lo habitual, Enseñanza entretenida, i donairosa moralidad, comprehendida en el archivo ingenioso de las Obras escritas en Prosa. No se incluyen obras editadas o reeditadas recientemente, de las que todavía debían quedar ejemplares para la venta: Vida de San Pablo (1644) y Vida de Marco Bruto (tercera edición de 1648), editadas ambas por Pedro Coello, ni la Introducción a la vida devota con La cuna y la sepultura, que había publicado su amigo Tomás de Alfay.

En la Enseñanza entretenida reúne Coello obras aceptadas por Quevedo y que ya se habían editado en los reinos de Castilla, encontrándose en aquel momento agotadas, junto con otras impresas al margen del autor, entre ellas el Buscón, que titula Historia y vida de Gran Tacaño, e incluso obras falsamente atribuidas. Cita únicamente los nombres de los autores de las aprobaciones, sin dar su texto ni la fecha, los cuales habían sólo censurado la primera edición de una parte de las obras incluidas, los Juguetes, con la errata (?) de llamar Diego del Carpio a Diego del Campo. Legalmente no eran suficientes dichas aprobaciones, pero una cosa es la legalidad y otra la realidad. No será, como veremos, el único caso.

El contenido de la Enseñanza entretenida es el siguiente:

  • Historia y vida de Gran Tacaño
  • El sueño de las calaveras
  • El alguacil alguacilado
  • Las zahurdas de Plutón
  • El mundo por de dentro
  • Visita de los chistes
  • Cartas del Caballero de la Tenaza
  • Libro de todas las cosas y otras muchas más con la Aguja de navegar cultos
  • La culta latiniparla
  • El entremetido y la dueña y el soplón
  • Cuento de cuentos
  • Casa de los locos de amor con la Premática del tiempo
  • Política de Dios, primera parte
  • El perro y la calentura
  • Tira la piedra y esconde la mano
  • De los remedios de cualquier fortuna
  • Cinco romances
  • Memorial al Rey, de 1639.

De la imprenta de Diego Díaz de la Carrera sale a mediados de 1648 la primera versión de las «Obras completas» de Quevedo en dos tomos: Enseñanza entretenida y El Parnaso español. Antes de acabar el año, el 17 de diciembre, obtiene Pedro Coello privilegio real por diez años para las «Obras en prosa» de Quevedo -las había publicado sólo con licencia del Consejo-, completando de esta manera el que ya tenía, comprado a Pedro Aldrete, de las obras poéticas.

Esta primera edición de 1648 tuvo buena acogida, como lo demuestra la necesidad de su reedición dos años después y la existencia de una edición contrahecha del tomo en prosa y de una edición falsificada de la obra poética, ambas sevillanas6. Mas la reedición de 1650 sufre una simplificación en los comentarios del Parnaso y una reestructuración del tomo de prosa, que, por ampliación de su contenido, se transforma en dos.

Bajo el privilegio concedido el 17 de diciembre de 1648 a Pedro Coello se editan en 1650 las obras en prosa en dos volúmenes, aunque su financiación se la reparten este librero y su amigo Tomás de Alfay, quien se hace cargo del primero. Su título ya es claramente Todas las obras en prosa, sin indicarse el número del tomo, lo que se resuelve dando al segundo el título de Prosiguen todas las obras en prosa. Al tomo primero pasan la primera parte de la Política de Dios y Tira la piedra y esconde la mano, a lo que se añade la Vida de Marco Bruto (ya se había agotado la reedición de 1648), la Carta a Luis XIII de Francia y la versión del Rómulo del marqués Virgilio Malvezzi. En el segundo tomo, al resto de las obras que componían la Enseñanza entretenida se le añade la Vida de San Pablo, el Epítome de la vida de Santo Tomás de Villanueva, la Cuna y la sepultura y las cartas de las calidades de un casamiento y del viaje a Andalucía. Se han suprimido El perro y la calentura, los romances y el Memorial de 1639, obras que no reaparecerán en las ediciones sucesivas. De nuevo unas aprobaciones incompletas: en el tomo primero sólo las del Marco Bruto y en el segundo únicamente se indican los nombres, con la equivocación ya señalada, de los aprobantes de la primera edición de los Juguetes, como en la Enseñanza entretenida. La tasa del tomo primero es copia de la que figura en la primera edición del Marco Bruto.

Esta segunda versión de las Obras no es todavía la definitiva. La publicación de la segunda parte de la Política de Dios altera de nuevo la estructura. Suprimiendo la primera parte de la citada obra y añadiendo el Memorial por el patronato de Santiago, se transforman los dos tomos de 1650 en uno solo, que impreso por Diego Díaz de la Carrera se publica en 1653, editado también por Pedro Coello. Las aprobaciones reseñadas son las del Marco Bruto. El orden de los distintos textos que componen el volumen es alterado en relación a la edición anterior. Esta nueva ordenación será la base para la definitiva.

La causa de esta nueva estructura debe ser, sin duda, la preparación de la edición de la segunda parte de la Política de Dios, que con la primera, desgajada de las Obras, formará un tomo independiente. La aprobación de la segunda parte por el P. Jerónimo Pardo por encargo de la autoridad eclesiástica es de 20 de junio de 1652, mientras que la realizada por comisión del Consejo por don Pedro Ruiz de la Escalera y Quiroga es de primero de septiembre de 1654. Ello hace suponer un intento de publicar más o menos al mismo tiempo el tomo de las Obras en prosa y la primera edición completa de la Política de Dios, intento frustrado probablemente por alguna dificultad administrativa. El 7 de septiembre de 1654 obtiene Pedro Aldrete el correspondiente privilegio por diez años, que seguramente vendería a Pedro Coello, pues en los preliminares figura su nombre. Tres tomos con las obras de Quevedo pueden adquirirse en 1655: las Obras en prosa, de 1653, la Política de Dios, de dicho año 1655, y el Parnaso, en su edición de 1650.

Fallecido Pedro Coello el 2 de enero de 1658, corresponderá al librero Mateo de la Bastida la nueva y definitiva -ultimada en 1720- estructuración de las «Obras completas» de Quevedo, que no se completará hasta 1670. Es probablemente la última enfermedad de Pedro Coello la causa de los contactos de Pedro Aldrete con Mateo de la Bastida. El sobrino de Quevedo obtuvo el 17 de junio de 1657, antes del término de la vigencia del privilegio que en 1648 logró Pedro Coello, nuevo privilegio para las «Obras» de Quevedo. El 21 de agosto de 1657, ante el escribano Martín González de Aranjo, Pedro Aldrete cede al librero Mateo de la Bastida el privilegio real que acabamos de mencionar, pero sólo en lo que se refiere a las obras en prosa, pues «en lo tocante a versos reserva en sí el señor otorgante para poder disponer a su voluntad»7.

Fruto de la anterior cesión es la edición que Mateo de la Bastida hizo en 1658 de las obras en prosa, divididas en dos tomos impresos por Melchor Sánchez. En la Primera parte de las obras en prosa se incluye el contenido de la edición anterior de 1653 excepto las dos últimas obras, la Cuna y la sepultura y los Remedios de cualquier fortuna, que pasan a encabezar la parte segunda, completada con la Introducción a la vida devota (no reeditada desde 1646), la Virtud militante, la Fortuna con seso y la hora de todos (cuyas primeras ediciones son de 1651 y 1650, respectivamente, editadas por Roberto Duport, librero de Zaragoza) y el Epícteto y Focílides (no reeditado desde 1635). La estructura de estos dos tomos ya no sufrirá variación. En cuanto a aprobaciones, se mantienen para la primera parte las del Marco Bruto y para la segunda se indican los nombres de los censores de Epícteto y Focílides y del que figura en la edición zaragozana de la Virtud militante.

Agotada la edición de 1650 del Parnaso, el librero Santiago Martín Redondo obtuvo licencia del Consejo el 6 de marzo de 1660, desconociendo -más culpable de este desconocimiento es el propio Consejo- la vigencia de un privilegio real, por diez años, a favor de Pedro Aldrete, expedido el 17 de junio de 1657, del que sólo había cedido los derechos a las obras en prosa, como hemos indicado antes. Iniciada la impresión en los talleres de Pablo de Val, reclamaría el sobrino de Quevedo, llegándose al acuerdo de hacer una emisión con fecha de 1659, en la que figurase Mateo de la Bastida como editor y otra con fecha del año siguiente a nombre de Santiago Martín Redondo. En este acuerdo se incluiría la cesión de las planchas de cobre usadas desde la primera edición, aunque con sucesivas regrabaciones. Hemos llegado a esta hipótesis después del estudio material de la edición8. Estaría ya iniciada la impresión sin las correspondientes ilustraciones de las seis Musas cuando se hizo la reclamación y se llegó a un acuerdo, por lo que fue preciso encartar el grabado correspondiente a la primera Musa, Clío. Los grabados de las cinco Musas restantes forman parte de los correspondientes cuadernos. Cada una de las dos emisiones tiene su propia dedicación y dedicatoria. La fecha del colofón varía según las emisiones, de acuerdo con la que figura en su correspondiente portada: 1659 o 1660.

En 1662, Mateo de la Bastida reeditó la Política de Dios, impresa por Diego Díaz de la Carrera, bajo el privilegio que para todas las obras de Quevedo se otorgó el 17 de junio de 1657 a Pedro Aldrete, cedido al editor, como ya hemos señalado. En el mismo caso se encuentra la reedición de 1664 de los dos tomos de la obra en prosa, impresos por Melchor Sánchez, con el contenido fijado en la edición de 1658. En 1666, también bajo el privilegio de 1657, se reeditó la Política de Dios. De dicho año se conservan dos ediciones, una de la imprenta de Pablo de Val y otra de la Imprenta Real. Creemos que una de ellas, probablemente la de la Imprenta Real, es de fecha posterior. Como puede verse, se van manteniendo en existencia, aun cuando no haya sincronización en las reediciones, los cuatro tomos que componen hasta 1670 las «Obras completas» de Quevedo, con una unidad de editor, rota accidentalmente por Santiago Martín Redondo. Este librero, que verá más tarde cumplidos en parte sus deseos de publicar la obra de Quevedo, editó en 1663, impresa por Pablo de Val, la Vida de Don Francisco de Quevedo y Villegas escrita por Pablo Antonio de Tarsia, dedicada por éste a Pedro Aldrete. El privilegio fue concedido al autor el 24 de octubre de 1662 y cedido al librero-editor.

El 4 de septiembre de 1667 se celebra ante el escribano público Francisco Sánchez de Moscoso un nuevo contrato entre Pedro Aldrete y Mateo de la Bastida, que afecta a la edición de las poesías de Quevedo no publicadas todavía9. Aldrete entrega a la Bastida un manuscrito de 230 hojas con las poesías de las tres últimas Musas y le da poder para que a su costa solicite privilegio real por diez años para las nueve Musas. La edición de las tres últimas Musas ha de llevar la dedicatoria que entregue Pedro Aldrete. Si en el contrato de 1657 se omitía toda referencia al aspecto económico de la cesión, aunque debía existir, en este nuevo contrato se especifica con todo detalle. Pedro Aldrete ha recibido de Mateo de la Bastida 1400 reales en vellón y dos juegos de las obras de Quevedo impresas en Flandes10. A la publicación de la obra -se le puede apremiar si no lo hace- Mateo de la Bastida le entregará también tres juegos de la misma. Fruto de este contrato es el privilegio real por diez años para el Parnaso, concedido a Mateo de la Bastida el 18 de enero de 1668. Del mismo año es la reedición, impresa por Melchor Sánchez, de las seis primeras musas, en la que de nuevo se usaron las planchas de la primera edición, en parte de nuevo regrabadas.

En 1670 se completa el conjunto de los cuatro tomos existentes de las «Obras completas» de Quevedo con la edición de Las tres musas últimas, «sacadas de la librería de don Pedro Aldrete Quevedo y Villegas», que firma la dedicatoria a don Pascual de Aragón, arzobispo de Toledo. Bajo el privilegio antes señalado, las editó Mateo de la Bastida, impresas en la Imprenta Real. Los grabados calcográficos de las tres Musas son de Marcos de Orozco, según dibujos de S. Moran. Unos años después se imprimió una edición contrahecha11.

Mateo de la Bastida falleció el 19 de septiembre de 1682. Los privilegios no se prorrogaron, y en 1687, el librero Santiago Martín Redondo, que en 1660 intentó reeditar el Parnaso y tres años después editó la Vida de Quevedo de Pablo Antonio de Tarsia, financió la reedición de las dos partes de las Obras en prosa, con licencia del Consejo de 5 de noviembre de dicho año. Es la última edición del siglo XVII de una de las partes que componen, desde 1670, los cinco tomos de las «Obras completas» de Quevedo. Se cita una edición de la Política de Dios, impresa en 1683 por Melchor Álvarez, que no se ha localizado modernamente, ignorándose su editor. De existir, quizá sea también obra de Santiago Martín Redondo, dentro del plan de mantener a la venta los cinco tomos12.

Siete son las ediciones de las «Obras completas» de Quevedo que se publicaron en el siglo XVIII. Aunque falte un estudio sobre las reediciones de clásicos en este siglo, creo que Quevedo supera en mucho a otros autores del Siglo de Oro. Por vez primera se editan al mismo tiempo los cinco tomos, a diferencia de lo sucedido en el siglo anterior.

De Barcelona es la primera edición dieciochesca coeditada por Jaime Suriá, Juan Piferrer y Jaime Batlle, con licencia de las autoridades eclesiástica y civil, ambas otorgadas el 19 de diciembre de 1702. Jaime Suriá imprime la primera parte de las Obras en prosa y la Política de Dios; José Llopis, la segunda parte de las Obras en prosa y Las tres musas últimas, mientras que del taller de Rafael Figueró sale en 1703 -los otros cuatro tomos son de 1702- el Parnaso. Los grabados del recibimiento de Quevedo en el Parnaso y de las nueve Musas, que figuran en los dos tomos de poesía, son xilográficos, copia de los calcográficos de las ediciones del siglo XVII. Siete de ellos son al espejo.

Una nueva edición se publica a partir de 1713, en Madrid, con licencia del Consejo, de 15 de septiembre de 1713, a los Herederos de Gabriel de León, que figuran en las portadas como editores. En realidad, se trata ya del nombre de una razón social, que es mantenido por el prestigio de que gozaba. Muerto Pedro de León, hijo mayor del gran librero-editor Gabriel de León, el 22 de marzo de 1712, la librería fue traspasada al primo de su mujer, José de Horta, que desde 1705 estaba al frente de la misma. Los cinco tomos fueron impresos por Manuel Román, cuatro en 1713 y Las tres musas últimas en 1716. En los dos tomos poéticos se usaron por última vez -ya muy maltratadas y regrabadas- las planchas calcográficas de las respectivas primeras ediciones madrileñas del siglo XVII. Es muy probable que las conservasen los Herederos de Gabriel de León, pues Mateo de la Bastida fue el primer marido de Elena, una de las hijas de este gran librero-editor.

A los cinco tomos de las «Obras completas» de Quevedo, el ya citado José de Horta añadió, en 1720, una «parte tercera» a las dos existentes de las obras en prosa, con el título de Vida y obras póstumas. Impreso por Juan Martínez de Casas, no figura en su portada la indicación de «A costa de los Herederos de Gabriel de León», aunque ostenta, como los cinco tomos anteriores, su marca del león13. En los preliminares se hace mención por vez primera de un privilegio real otorgado a José de Horta «para poder imprimir por tiempo de diez años las Obras de Don Francisco de Quevedo y Villegas», con fecha de 26 de septiembre de 1713.

El sexto tomo va dedicado «A la feliz memoria del insigne español, phenix de los ingenios y príncipe de la erudición Don Francisco de Quevedo y Villegas», bajo las iniciales «J. H.», sin duda José de Horta. Además de la vida escrita por Pablo Antonio de Tarsia, se incluye la Providencia de Dios, cuya primera edición es de Zaragoza, 1700. En el prólogo «Al lector» se dice:

Faltan de imprimirse los Trenos de Jeremías, que fueran buenos compañeros de los trabajos de Job; pero es tal el deseo de los eruditos, y tal el ansia de sus apasionados por estas Obras, que por satisfacer a unos, y otros, se dan estos tratados luego a la prensa; y se pide a los otros, y a los unos, que si saben que alguno tiene algunas Obras del Autor (que con no pequeña probabilidad, y mayor queja de la codicia de los que esconden este bien público) los delaten como a delincuentes, en el orbe político, y cristiano, y restituyan lo que no es suyo.



De 1724, a costa de Francisco Laso, impresos cinco tomos por Juan de Ariztia -a quien se le concede licencia por una vez el 11 de octubre de 1723- y la Política de Dios por Francisco del Hierro, es la nueva reedición de las «Obras completas» de Quevedo, en la forma definitiva establecida por José de Horta en 1720. Los grabados de las nueve Musas son xilográficos.

En 1729 se publican dos ediciones. Una a costa e impresa por Pedro José Alonso de Padilla, con licencia por una vez concedida a Miguel Martín, mercader de libros, el 27 de enero de 1729. La segunda, a costa de la Hermandad de San Juan Evangelista, en el Martirio de la Tina, patrón del Arte de la Imprenta, que obtuvo licencia el 27 de mayo de 1729. Seis impresores se repartieron el trabajo: Juan de Zúñiga (primera parte de las obras en prosa), Juan de Ariztia (segunda parte), Antonio Sanz (Vida y obras póstumas), Joseph Rodríguez de Escobar (Política de Dios), Francisco del Hierro (Parnaso) y Alonso Balvás (Las tres musas últimas). En ambas ediciones se ilustran las nueve Musas con grabados xilográficos basados en el diseño de las primeras ediciones, pero distintos, como también lo son en relación a los que figuran en las ediciones de Barcelona 1702-1703 y Madrid 1724. Se hicieron cuatro juegos distintos de grabados para ilustrar las cuatro ediciones señaladas.

Por primera vez encontramos numerados los seis tomos, del I al VI, en la edición de Joaquín Ibarra de 1722, que sigue en lo demás el canon establecido. Se diferencia, como es natural tratándose de tan gran tipógrafo, por la calidad de la edición y los grabados calcográficos que incluye. En el tomo primero figura un retrato de Quevedo dibujado por Mariano Salvador Maella y grabado por Joaquín Ballester, autores también de las ilustraciones de las nueve Musas.

La última reedición del siglo XVIII fue iniciada por el también gran tipógrafo Antonio de Sancha, en 1790, y terminada en 1794 por sus herederos. Aunque aparentemente se aparta del canon establecido en cuanto al número de tomos y al formato -8.º marquilla en lugar de 4.º-, en realidad lo que hace es reducir el contenido de cada uno de ellos, repartiéndolo en diez tomos, como anuncia en el texto encabezado «El impresor», que figura en el tomo I, del que reproducimos los siguientes fragmentos:

[Quevedo] dejó un sin número de escritos, unos impresos en su tiempo, otros que se imprimieron después, otros que se imprimirán ahora, y otros que nunca se imprimirán. No es justo que contra su voluntad se publiquen ciertos papeles que escribía para su privada diversión y desahogo, o para entretener a sus amigos, cuando el verdor de sus años, y la viveza de su ingenio vencían los reparos, y atropellaban los inconvenientes...

El de 1722 se repitió esta impresión por don Joaquín Ibarra en los mismos seis tomos en 4º. Ahora siguiendo esta última edición, se da al público la presente en más número de volúmenes, más cómodos y más proporcionados para el uso y manejo de los lectores. También se darán algunas obras del mismo don Francisco, que antes no se habían publicado con las demás, por no defraudar a los curiosos de unos escritos que tantos años han estado en la obscuridad, y pueden servir de instrucción y honesto entretenimiento.



Un undécimo tomo completa esta edición con el título de «Obras inéditas» y con la siguiente:

ADVERTENCIA DEL IMPRESOR

Aunque en el título de este tomo suenan como inéditas las obrillas de que se compone, no se entiende por eso que no se habían impreso antes, sino que salen ahora la primera vez en la colección de las obras del Autor.

Si algún ocioso intentase cotejarlas con las publicadas en el Semanario Erudito, o con las innumerables copias que andan manuscritas en manos de los curiosos nada logrará sino fatigarse en vano, y admirarse de la libertad que se han tomado los copiantes trastornando, añadiendo, quitando y corrompiendo los originales que tuvieron la desgracia de caer en malas manos.



Un retrato de Quevedo dibujado por Luis Paret y grabado por Juan Moreno Tejada abre el texto del primer tomo. Las nueve Musas, que ilustran los tomos VII, VIII y IX fueron también dibujadas por Paret y grabadas por Blas Ametller (Clío y Erato), Juan Moreno Tejada (Polymnia, Melpómene, Euterpe, Calíope y Urania) y Simón Brieva (Terpsícore y Talía).

Con esta bella edición de Antonio de Sancha y su taller se cierra el ciclo de las ediciones del siglo XVIII de las «Obras completas» de don Francisco de Quevedo.





 
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