21
«Una olla sin tocino sería tan
sosa como un volumen sobre España sin bandidos»
,
asegura Richard Ford (apud Moreno Alonso, 2000, 94).
22
Véase, por
ejemplo, «El Vandolero» de Rodríguez Rubí
(1841, 90): «Con mano generosa / reparto
mi riqueza»
.
23
Con música
del maestro Sanz. Aquí nos enfrentamos con unos problemas
muy prosaicos de documentación y fechas, ya que no sabemos
si esta canción o composición que luego se
publicará como tal en Los andaluces es anterior a
la obra dramática (no he podido leer artículo sobre
vida de G. de A. de José Manuel Campos (1998)), aunque
parece lógico que así fuera y que, como las numerosas
canciones andaluzas de entonces («Los toros del
puerto», «Pepiya andaluza», etc.), se cantara en
los cafés, «espacios de
difusión de bailes y cantes»
(Romero Tobar,
1998).
24
Véase al respecto, Pérez Moreno (1997).
25
Véase, por ejemplo, Palacios Fernández (1993).
26
Recuerda Leonardo
Romero Tobar (1998) que «desde los
escenarios de Madrid se devolvía al resto del país
una fórmula dramática marcada por su
auto-referencialidad»
y Pérez Moreno (1997) que
«la obra se estuvo repitiendo más
de un mes seguido sólo interrumpido a causa del movimiento
político»
, y fue un «rico manantial de plata»
. De hecho
existe, al menos 8 ediciones de la refundición en 4 actos, y
sabemos, por ejemplo, que Diego Corrientes y Las
baritas tuvieron en Garrucha (entre el 8 y el 15-VIII-1875)
166 espectadores, 430 en Baza el 13-IX-1875 y más de 150 en
Vélez Blanco el 7-X-1875 (Botrel, 1977).
27
El procedimiento
se construye con el apoyo de una serie de didascalias: «se oye una voz que canta lejos»
,
«la voz canta más
cerca»
, «la voz muy
cerca»
, «se oyen las pisadas
de dos caballos que paran y el ruido producido por dos hombres que
bajan sin estribos»
, lo mismo se observa en la
versión para el Pasillo derivado del drama andaluz
de Gutiérrez de Alba «se oye una
voz»
, «la voz más
cerca»
, «la voz más
cerca»
.
28
Véase, por
ejemplo, lo que dice Consuelo (Acto I, escena 2): «Diego no es malo: siempre anda por los caminos,
y a naide le jase daño. Er, cuando a un rico se encuentra,
si acaso le quita argo, es pa socorré a los probes, que
están mas necesitaos»
o lo que afirma Diego ( Acto
I, esc. 12:
«Disen que soy ladrón, / porque
sargo a un ventorriyo / y le aligero el borsiyo / a argun grande
señoron / Pero no isen cuando voy / y me encuentro a un
esdichao, / y lo que al rico he robao, / pa que se ampare, le
doy»
. Lo mismo se encuentra en la
Canción: «En busca de mi
fortuna / por la vereítas ando, / y con lo del rico doy / al
pobre necesitao»
(apud Caro Baroja, 1969, 219) y en el
Pasillo: «A una taberna
llegué / sorté un puñao é plata
allí / y a tó er que se arrimó a mí /
muy gustoso convié»
(apud Caro Baroja, 1969, 276).
Conste, por otra parte, que no es una característica
exclusiva de Diego Corrientes, y la encontramos ¿por
contaminación? en José María o el bandido
valeroso. Pasillo andaluz, con la parrafada final: «Ya no habrá en Andalucía / quien
robando al poderosos, / lo diera al menesteroso, / a quien
más falta le hacía. / Ya se acabó el valeroso,
/ entre el valiente temío / que pa el rico (e)
aborrecío / y pa el pobre generoso»
(apud Caro Baroja, 1969,
275). Luego, de manera regresiva, la leyenda se valdrá de
anécdotas y episodios, emblemáticos de la generosidad
o del desafío a la autoridad, ya manejados en romances o
comedias como el lance de Esteban en cuarta parte de los romances
del valiente Francisco Esteban (cf. Cruz Casado, 1998, 89), aprovechado en
El rayo de Andalucía y Guapo Francisco Esteban
(1848) de Francisco Sánchez del Arco.
29
Véase la «Diegocorrentiana» publicada en Botrel, 1986.
30
Esta edición reproducida por Joaquín Marco (1977, II, 449) lleva el n.° 96, pero no consta entre los impresos publicados entre 1842 y 1849, según Luis Estepa (1998, 165). Allí se encuentra lo de «y con er rico zocorro / al probe necesitao» y se trata de un relato en presente, con una mezcla de narración y discurso directo, con «diálogos» en las coplas 11-12, ritmado cada dos cuartetas, como en la tradición operística o popular, por el prenunciativo estribillo («Aquí muero por mi culpa…») de un coro representante de la voz pública o de la fama…