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Se reimprime en Valladolid, por Santarén y en Madrid (Despacho: Hernando, Arenal 11), con grafía fonética andaluza). En 1920, Vicente Medina se acordará de cómo, con su padre, vendía «por los polvorientos caminos de Murcia», Blanca Flor, Diego Corrientes, Los doce pares de Francia … (apud González Castaño, Martín-Consuegra, 2004, XXIV).

 

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«Diego Corriente soy (...) er que a los ricos robaba»; «ya se acabó en este suelo (...) er que al los ricos robaba…».

 

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«Se resuelven a ser, con conciencia o sin ella, dentro de la esfera de su acción, un poder aparte y reparador de las deficiencias, que ellos imaginan advertir en el poder público, según con su conducta lo demuestran los famosos bandidos Diego Corrientes y José María, que robaban a los ricos, y daban generosas y aun pródigas limosnas a los pobres y desvalidos» (apud Durán López, 2003, 83). Un ejemplo más de cómo en la «fase de análisis psicológico o etapa de criminalización subsisten los efectos de la fase de narración literaria o etapa heroica» ( Cruz Artacho, 2001, 106).

 

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Esta versión («Diego el Corrientes: dúo de Luis Esteso y La Cibeles, Pathé, circa 1915, Biblioteca nacional de Madrid, DS 9332/4»), se cantaba con la melodía de la muy popular canción del «Tápame, tápame…».

 

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Véase Botrel, 2000.

 

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Véase Álvarez Barrientos, 2002.

 

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El propio Gutiérrez de Alba, cuando concibe el Romancero español contemporáneo, no duda en fulminar la corriente popular: «Calle la ignorante turba / de esos inmundos copleros / afrenta de nuestro siglo / de la moral vituperio» (apud Baltanás, 1998, 131).

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