Vv. 94-95: El Entremés
de Villalpando transcribe: «Todo el mundo, mientras asan
/ salga, y tendamos el rancho.»
12
No
se trata de una caprichosa construcción literaria.
Era proverbial la carencia de mínimas comodidades
en posadas y ventas: «Muy a menudo hay que dormir en el suelo,
si no se sirve uno de su capa como colchón» (Jouvin,
A., Le voyageur d'Europe, París, 1632, citado por
Díez Borque, J. M., en op. cit., p. 221).
13
Vv.
105-106: Texto alternativo del Entremés de Villalpando:
«¡Qué briosos salieron y galanes / con el vestido
de los tulipanes!»
14
Entremés
de Villalpando: «dale, que ya comienzan a clavarse», insertando
a continuación los vv. siguientes:
JUANA
«Calor
hace.
EL QUE TODO CONCEDE
Sí
hace, y yo me enciendo.
PEDRO
No
hace tal, sino frío.
EL QUE TODO CONCEDE
Así
lo entiendo.
JUANA
Pues
ni uno ni otro hace al descubierto.
sino templado.
EL QUE
TODO CONCEDE
Aqueso
es lo más cierto.
15
Este,
así como los vv. 134, 141, 150, 155 y 167, sueltos.
16
A. Albarracín,
op. cit., p. 122 y ss., estudia toda la sintomatología
de esta patogénesis de la tristeza, proveniente de
«la maligna acritud del corrompido humor (melancólico)»
(p. 129). Por su parte, Luis S. Granjel, La medicina española
del siglo XVII, Salamanca, 1978, p. 167, da noticia de su
abundante bibliografía en la época entre la
que cabe mencionar el Tratado de la esencia de la melancolía,
de su asiento, causas, señales y curación (1621),
de Pedro Mancebo Aguado, y la Aprobación de ingenios
y curación de hipocondríacos (1672), de Tomás
Murillo Velarde y Junedo. Por otra parte, de una forma más
general, en el siglo XVII existía la creencia de una
relación, a veces curativa, entre determinados colores
y enfermedades. Vid. vg. L. Robledo, «Poesía y música
en la Tarántula», Poesía, núms. 5-6,
Madrid, 1979, pp. 225 y ss.
17
El
Entremés de Villalpando inserta aquí los siguientes
versos (a expensas de los vv. 122-136 de Tardes, 1663):
«EL QUE TODO CONCEDE
Esto
es verdad, y yo una muestra tengo.
HIPOCONDRÍACO
No
vi tal tela en el mundo.
EL QUE TODO CONCEDE
Así
lo entiendo,
y en vanos ustedes se están cansando.
EL DE SU LUGAR
¿Telas
de hipocondría? En Villalpando.»
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Las
siete estrellas que los astrólogos llaman Pléyades
y que se encuentran en la rodilla del signo Tauro. Hijas
de Atlante y de Pléyone se llamaban: Alcíone,
Celeno, Estérope o Astérope, Electra, Maya,
Mérope y Táigete. Enamorado de ellas, Orión
las persiguió durante cinco años hasta que
Zeus, conmovido, las transformó en estrellas, juntamente
con su perseguidor. Eran consideradas una referencia valiosa
para la agricultura y navegación, y en base a tales
astros se repartían las épocas del año.
La referencia, en el v. 127, a que pudieran ser seis obedece
a que, en efecto, una de ellas era muy difícil de
observar. Cf. DM, II, pp. 521-522.
19
El
Entremés de Villalpando inserta:
«PEDRO
Dejemos
eso, y vamos a otra cosa.
A la salida de ese lugarcillo
me perdí (un milagro fue patente
o despeñarme
yo y toda la gente).
JUANA
El
ángel de la guarda anda en aquesto,
y a todas horas
nos está velando.
EL DE SU LUGAR
Para
ángeles de guarda, Villalpando.
No los hay en el
mundo más famosos
a lo que entiendo.»
20
Parece
remitir al refrán: «Ya escampa, y llovían guijarros»:
aplicado al que es pesado en la conversación, aunque
también se relacionaba con el hecho de que tras un
daño recibido pueden venir otros mayores (DA).