Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
Anterior Indice Siguiente




ArribaAbajoActo IV


Escena I

 

DORANTE, DORIMENA, JOURDAIN, dos músicos, una cantante y criados.

 

DORIMENA.-  ¿Qué es esto, Dorante?... ¡Es un banquete en toda regla!

JOURDAIN.-  ¿Os burláis, señora? Mi humilde mesa es indigna de vos.

 

 (Se sientan a la mesa.) 

DORANTE.-  Dice bien: el banquete es indigno de vos, señora; pero, al hablar de ese modo, mi amigo Jourdain me obligó a haceros los honores de su casa, ya que habiendo sido yo, que carezco de las condiciones que poseen nuestros amigos, quien lo dispuso todo, no se os podrá ofrecer un festín en el que se hayan observado las reglas del arte. Encontraréis en él incongruencias y barbarismos. ¡Ah, si Lamis hubiera intervenido sería otra cosa! Saltarían a la vista su elegancia y su erudición, derrochadas hasta en el más insignificante detalle; y él mismo os elogiaría cada uno de los platos que se sirvieran, obligándoos a confesar su extraordinaria capacidad en el conocimiento de los manjares exquisitos. Os hablaría de un pan8 de bordes dorados, todo hecho corteza, y que cuscurrea9 al meterle el diente; de un vino de un sabor aterciopelado, aunque su color verde no sea muy excitante; de unas espaldillas de carnero aderezadas con perejil; de un lomo de ternera10 así de grande, blanco y delicado, que se paladea como pasta de almendras; perdices de un tufillo excitante... y, como obra suya, os hubiera ofrecido un caldo perlado y un pavo cebón, cantonado por cuatro pichoncitos y guarnecido de cebollas y hojas de achicoria. Yo, por mi parte, os declaro mi completa ignorancia; y, como Jourdain ha dicho muy bien, desearía que la comida fuera más digna de vos.

DORIMENA.-  Ya veis cómo respondo a vuestros cumplidos: comiendo de todo.

JOURDAIN.-  ¡Oh, qué manos más lindas!

DORIMENA.-  Las manos son mediocres; pero, sin duda, vos os referís al diamante, que es precioso.

JOURDAIN.-  Os engañáis, señora. Y Dios me libre de cometer la incorrección de hablaros de él. Es una piedra vulgar.

DORIMENA.-  Estáis muy displicente.

JOURDAIN.-  Y vos demasiado bondadosa.

DORANTE.-  ¡A ver!... Servidnos vinos y servid también a los músicos, que van a hacernos el favor de cantar un brindis.

DORIMENA.-  Es una idea exquisita la de sazonar las viandas con música. Nunca me vi tan deliciosamente agasajada.

JOURDAIN.-  Es, señora, que...

DORANTE.-  Prestemos atención a los músicos; lo que ellos digan valdrá más que todo lo que nosotros pudiéramos decir.

 

(Los músicos y la cantante toman los vasos y cantan acompañados por la orquesta.)

 
 

(Primer brindis.)

 
 

(Músicos PRIMERO y SEGUNDO, con copas en la mano.)

 
   Para empezar la ronda, ¡oh Filis, dadme
un dedito no más. La cristalina
y frágil copa en vuestras manos
adquiere más belleza;
vos y el vino os prestáis nuevas armas
que acrecientan mi amor.
Por siempre vos, el vino y yo juremos
un incesante amor.
   Cuanto humedece vuestros finos labios,
¡qué saturado de dulzuras queda!,
al par que se embellece.
Tanta envidia me dais
vos y el vino, que de ambos
embriagarme pretendo
con locura de amor...
Por siempre vos, el vino y yo juremos
un incesante amor.

 

(SEGUNDO y TERCER músicos a dúo.)

 
   Bebamos con premura,
que no todos los días
podemos embriagarnos.
Dejemos discurrir
a los tontos acerca
del verdadero goce;
nuestra filosofía
nos dice que el placer está en el jarro.
La sapiencia, los bienes y la gloria
de preocuparnos nunca nos redimen;
el vino solamente
produce dichas en la humana casta.
¡Sus, sus, escancia, mozo, el áureo vino
hasta decirte basta!



Escena II

 

MADAMA JOURDAIN, JOURDAIN, DORIMENA, DORANTE, músicos y criados.

 

MADAMA JOURDAIN.-  ¡Oh, qué intimidad más agradable! Pero, por lo visto, no contabais conmigo... Ahora me explico vuestro empeño en enviarme a comer con mi hermana. Abajo he encontrado toda una compañía de faranduleros y aquí un banquete de boda. En esto derrocháis vuestra hacienda: en obsequiar a señoras, dándoles comilonas y divirtiéndolas con música y representaciones mientras me mandáis a mí a paseo.

DORANTE.-  ¿Qué queréis decir, y qué fantasía son ésas de suponer que vuestro marido disipa sus bienes y que es él quien invita a esta dama? Tened bien entendido que soy yo; que él no hizo más que cederme su casa, y que vos debierais meditar un poco más lo que decís.

JOURDAIN.-  ¡Lo habéis oído, impertinente! Es el señor Conde quien obsequia a esta distinguidísima señora; quien me hace el honor de utilizar mi casa y de sentarme en su compañía.

MADAMA JOURDAIN.-  ¡Cuentos de camino! Yo sé muy bien lo que me hablo.

DORANTE.-  Pero os conviene poneros en cura de vuestra miopía.

MADAMA JOURDAIN.-  Veo perfectamente, señor; y, además, no soy tan arrimada a la cola que no me haya dado cuenta hace tiempo de lo que ocurre. Es indigno de vos, de todo un conde, alentar, como lo viene haciendo, las extravagancias de mi marido. En cuanto a vos, señora, no es lo más decoroso, en una dama de vuestro rango, traer la discordia a una casa y tolerar que mi marido os galantee.

DORIMENA.-  ¿Qué significa todo esto?  (A DORANTE.)  ¿Habéis querido burlaros de mí exponiéndome a las necias suposiciones de esta visionaria? (Se va.) 

DORANTE.-  ¿Adónde vais, señora?

JOURDAIN.-  ¡Señora!... Dadle toda clase de excusas, señor Conde, y procurad que vuelva...  (A MADAMA JOURDAIN.)  ¡He aquí los frutos de vuestras impertinencias! Me ponéis en evidencia delante de todos y echáis de mi casa a personas tan distinguidas...

MADAMA JOURDAIN.-  Yo me río de tanta distinción.

JOURDAIN.-  ¡Maldita seas!... No sé cómo me detengo y no te abro la cabeza con todo este servicio del banquete que has venido a perturbar. (Se llevan la mesa.) 

MADAMA JOURDAIN.-   (Saliendo.)  También me río de esas bravatas. Defiendo mi derecho, y tendré de mi parte a todas las mujeres del mundo.

JOURDAIN.-  Hace bien en huir de mi cólera... Ha llegado en el instante más inoportuno; cuando ya estaba en vena de decir las cosas más lindas. Jamás me he sentido con tanta inspiración... ¿Pero qué será esto?



Escena III

 

COVIELLE, con un disfraz. JOURDAIN y criados.

 

COVIELLE.-  Señor: yo no sé si tengo el honor de que me conozcáis.

JOURDAIN.-  No, señor.

COVIELLE.-  Yo os conocí cuando no abultabais más que un comino.

JOURDAIN.-  ¿A mí?

COVIELLE.-  A vos. Erais el niño más precioso del mundo, y todas las señoras os tomaban en brazos para besaros.

JOURDAIN.-  ¡Para besarme!

COVIELLE.-  Sí. Yo fui íntimo amigo de vuestro difunto padre.

JOURDAIN.-  ¿De mi difunto padre?

COVIELLE.-  Sí. Era un noble y leal caballero.

JOURDAIN.-  ¿Cómo decís?

COVIELLE.-  Digo que era un noble y leal caballero.

JOURDAIN.-  ¿Mi padre?

COVIELLE.-  Sí.

JOURDAIN.-  ¿Y lo tratasteis mucho?

COVIELLE.-  Muchísimo.

JOURDAIN.-  ¿Y era un caballero?

COVIELLE.-  ¿Qué duda cabe?

JOURDAIN.-  ¡Quién entiende a este mundo!

COVIELLE.-  ¿Por qué?

JOURDAIN.-  ¡Porque hay imbéciles que se atreven a asegurar que fue comerciante!

COVIELLE.-  ¿Comerciante? ¡Imposturas de malhablados! No lo fue jamás. Lo único que se podría decir de él es que era servicial y oficioso como nadie; y, siendo inteligentísimo en paños, iba a buscarlos acá y allá, trayéndolos a casa, donde los ofrecía a sus amigos a cambio de dinero.

JOURDAIN.-  Estoy encantado de oíros, porque vos podréis dar testimonio de que mi padre fue un caballero.

COVIELLE.-  Lo sostendré ante todo el orbe.

JOURDAIN.-  Agradecidísimo. ¿Y qué os trae por acá?

COVIELLE.-  Después de haber conocido a vuestro noble y difunto padre, como os he dicho, he viajado por todo el mundo.

JOURDAIN.-  ¡Por todo el mundo!

COVIELLE.-  Sí.

JOURDAIN.-  Será grande, ¿verdad?

COVIELLE.-  ¡Mucho!... Pues vuelto apenas de mis largos viajes, movido del interés que me inspira todo lo que con vos se relaciona, vengo a comunicaros la noticia más estupenda.

JOURDAIN.-  ¿Cuál?

COVIELLE.-  Ya sabéis que el hijo del Gran Turco está aquí.

JOURDAIN.-  No, no sabía.

COVIELLE.-  ¡Cómo no! Trae una comitiva maravillosa; todo el mundo va a visitarle, y se le ha recibido en el país como un señor de la más elevada jerarquía.

JOURDAIN.-  Pues confieso que no sabía nada.

COVIELLE.-  Pero lo extraordinario para vos es que se ha enamorado de vuestra hija.

JOURDAIN.-  ¿El hijo del Gran Turco?

COVIELLE.-  Sí, y quiere ser vuestro yerno.

JOURDAIN.-  ¿Mi yerno el hijo del Gran Turco?

COVIELLE.-  El hijo del Gran Turco vuestro yerno. Fui a visitarle, y, como yo entiendo perfectamente su lengua, comenzamos a hablar... Charlamos de varios asuntos, y al final me dijo: Acciam croc soler onch alá mustaf gidelenum amanaten varahini usere carbulath. Que significa: «¿Conoces a una joven bellísima, hija de un caballero parisiense llamado Jourdain?».

JOURDAIN.-  ¿El hijo del Gran Turco dijo eso de mí?

COVIELLE.-  Eso mismo. Y como le respondiera que os conocía particularmente y que conocía también a vuestra hija, exclamó: ¡Ah! Marababa sahem. Que quiere decir: ¡Ah, estoy loco por ella!».

JOURDAIN.-  ¿Marababa sahem significa «estoy loco por ella»?

COVIELLE.-  Sí.

JOURDAIN.-  ¡Por vida de Dios! Hacéis bien en decírmelo, porque no hubiera creído jamás que Marababa sahem significara «estoy loco por ella». ¡Es un lenguaje admirable el turco!

COVIELLE.-  ¡Mucho más admirable de lo que uno se figura! ¿Sabéis lo que quiere decir Cacaracamuchen?

JOURDAIN.-  ¿Cacaracamuchen? No.

COVIELLE.-  Pues quiere decir «alma mía».

JOURDAIN.-  ¿Cacaracamuchen quiere decir «alma mía»?

COVIELLE.-  Sí.

JOURDAIN.-  ¡Es maravilloso! ¿Quién iba a pensar que Cacaracamuchen significase «alma mía»?... ¡Es desconcertante!

COVIELLE.-  En fin, para cumplir con el objeto de mi embajada, terminaré diciéndoos que traigo la misión de pediros la mano de vuestra hija. Su futuro esposo, para tener un suegro digno de él, os nombra Mamamuquí, que es una de las grandes dignidades de su reino.

JOURDAIN.-  ¿Mamamuquí?

COVIELLE.-  Sí. Mamamuquí, que en nuestro idioma quiere decir paladín. Paladín es uno de aquellos antiguos títulos..., paladín, en una palabra. No hay distinción de más alta nobleza en el mundo, y con ella podréis parangonaros con los más rancios dignatarios de la tierra.

JOURDAIN.-  El hijo del Gran Turco me honra demasiado, y os ruego que me llevéis a su presencia para darle las gracias.

COVIELLE.-  No es necesario, porque le veréis aquí.

JOURDAIN.-  ¿Va a venir a mi casa?

COVIELLE.-  Sí. Y traerá consigo todo lo necesario para la ceremonia de vuestra exaltación.

JOURDAIN.-  ¡Esto va por la posta!

COVIELLE.-  ¡Su amor no tiene espera!

JOURDAIN.-  Lo único que me preocupa es que a mi hija, que es voluntariosa, se le ha metido entre ceja y ceja casarse con un tal Cleonte, y jura que no se ha de casar más que con él.

COVIELLE.-  En viéndole cambiará de opinión, porque ocurre una particularidad maravillosa: y es que el hijo del Gran Turco y el tal Cleonte, a quien acabo de ver, se parecen como dos gotas de agua. El amor que le ha inspirado el uno pasará fácilmente al otro, y... Me parece que llegan. Aquí está.



Escena IV

 

CLEONTE, vestido de turco y acompañado de tres pajes que le llevan la cola. JOURDAIN y COVIELLE, disfrazado.

 

CLEONTE.-  Ambusahin oqui baraj, Jordina, sala malequi.

COVIELLE.-  Quiere deciros: «Señor Jourdain, vuestro corazón se mantenga todo el año como un rosal florido». Son galanterías del país.

JOURDAIN.-  Humilde servidor de Vuestra Alteza turca.

COVIELLE.-  Carigar cam boto ustin moraf.

CLEONTE.-  Ustin yoe catamalequi baum base a la moram.

COVIELLE.-  Dice que el cielo os dé la fuerza del león y la prudencia de la serpiente.

JOURDAIN.-  Su Alteza turca me honra en extremo, y le deseo toda suerte de prosperidades.

COVIELLE.-  Ossa binamen sadoe bobally aracaf uram.

CLEONTE.-  Bel-men.

COVIELLE.-  Desea que vayáis inmediatamente con él para disponeros a la ceremonia, a fin de ver luego a vuestra hija y dejar terminado el matrimonio.

JOURDAIN.-  ¿Todo eso en dos palabras?

COVIELLE.-  Todo eso. La lengua turca es así: hablando poco dice mucho. Haced al momento lo que os ordenan.



Escena V

 

DORANTE y COVIELLE.

 

COVIELLE.-   (Solo.)  ¡Ja, ja, ja! Esto es verdadera mente gracioso. ¡Qué infeliz! Si hubiera ensayado su papel no lo hace mejor... Señor: os ruego que nos ayudéis en el asunto que traemos aquí entre manos.

DORANTE.-   (Sale.)  ¡Ah, eres tú, Covielle!... ¿Quién te hubiera reconocido con ese traje?

COVIELLE.-  Ya me veis.

DORANTE.-  ¿Pero de qué te reías?

COVIELLE.-  De algo que bien lo merece.

DORANTE.-  Cuéntame.

COVIELLE.-  Ya os daría yo, si llegarais a adivinar la estratagema que hemos urdido para decidir al señor Jourdain a que entregue su hija a mi amo.

DORANTE.-  No adivino; pero estoy seguro de que surtirá sus efectos andando tú en ella.

COVIELLE.-  Vos conocéis bien a este negado.

DORANTE.-  Explícame.

COVIELLE.-  Apartaos para dejar paso a lo que veo venir, y mientras presenciáis una parte de la tramoya, yo os contaré el resto.

 

(La ceremonia turca para armar caballero a JOURDAIN se realiza bailando al son de la música. Esta parte constituye el cuarto intermedio. El muftí, cuatro derviches, seis bailarines y seis músicos turcos, y varios instrumentistas más, son los actores de esta ceremonia. El muftí, los derviches y los doce turcos invocan a Mahoma. Después traen a JOURDAIN, vestido de turco, pero sin turbante ni espada, y le cantan:)

 
EL MUFTÍ
   Si ti sabir,
ti rispondir;
se non sabir,
tazir, tazir.
Mi estar muftí.
Ti, ¿qui estar ti?
Non intendir;
tazi, tazir11.

 

(El muftí pregunta la religión a que pertenece el ceremoniado, y los turcos replican, asegurando que es mahometano.)

 

EL MUFTÍ.-  Di, turco, ¿qué estar éste? ¿Anabatista, anabatista?

LOS TURCOS.-  Ioc.

EL MUFTÍ.-  ¿Zwinglista?

LOS TURCOS.-  Ioc.

EL MUFTÍ.-  ¿Coffita?

LOS TURCOS.-  Ioc.

EL MUFTÍ.-  ¿Hussita, morista, fronista?

LOS TURCOS.-  Ioc, ioc, ioc.

EL MUFTÍ.-  Ioc, ioc, ioc. ¿Estar pagana?

LOS TURCOS.-  Ioc.

EL MUFTÍ.-  ¿Luterana?

LOS TURCOS.-  Ioc.

EL MUFTÍ.-  ¿Pantana?

LOS TURCOS.-  Ioc.

EL MUFTÍ.-  ¿Bramina, moffina, zurina?

LOS TURCOS.-  Ioc.

EL MUFTÍ.-  Ioc, ioc, ioc. ¿Mahametana, mahametana?

LOS TURCOS.-  Hi valla. Hi valla.

EL MUFTÍ.-  ¿Cómo llamara? ¿Cómo llamara?

LOS TURCOS.-  Giurdina, Giurdina.

EL MUFTÍ.-   (Dando saltos.)  Giurdina, Giurdina.

LOS TURCOS.-  Giurdina, Giurdina.

EL MUFTÍ
    Mahameta per Giurdina
mi pregar sera e matina,
voler far una paladina
de Giurdina, de Giurdina.
   Dar turbanta e dar searrina
con galera e brigantina
per defender Palestina
   Mahameta, etc.

 

(El muftí pregunta a los turcos si el exaltado permanecerá firme en su fe mahometana.)

 

EL MUFTÍ.-  ¿Estar bon turca Giurdina?

LOS TURCOS.-  Hi valla.

EL MUFTÍ.-   (Cantando y bailando.)  Hu laba, bala, chu, ba la ba, ba la da.

 

(Los turcos repiten estos mismos versos. El muftí propone entregar el turbante y canta lo que sigue:)

 

EL MUFTÍ.-   (A JOURDAIN.)  ¿Ti non estar turba?

LOS TURCOS.-  No, no, no.

EL MUFTÍ.-  ¿Non estar turbanta?

LOS TURCOS.-  No, no, no.

EL MUFTÍ.-  Donar turbanta, donar turbanta.

 

(Los turcos repiten cuanto ha dicho el muftí antes de entregar a JOURDAIN el turbante. El muftí y los derviches se ponen los turbantes de ceremonia. Luego presentan el Corán al muftí, el cual hace una segunda invocación, ayudado por todos los turcos, que le rodean. Tras la invocación, entregan a JOURDAIN la espada y cantan de este modo:)

 
LOS TURCOS
Ti estar nobile, non estar fabbola.
Pigliar schiabbola.

 

(Los turcos repiten estos versos desenvainando los sables, y seis de ellos bailan alrededor de JOURDAIN, amagándole estocadas. El muftí ordena a los turcos que apaleen al burgués y canta así:)

 
EL MUFTÍ
Dara, dara.
Bastonara, bastonara.

 

(Los turcos repiten los versos y le apalean a compás. El muftí, después de haberle hecho apalear, dice, cantando:)

 
Non tener honta,
questa estar ultima affronta.

 

(Los turcos repiten los versos. El muftí invoca nuevamente y se retira, y seguido de toda la turca comitiva, que sale cantando y bailando al son de varios instrumentos turcos.)

 




ArribaAbajoActo V


Escena I

 

MADAMA JOURDAIN y monsieur JOURDAIN.

 

MADAMA JOURDAIN.-  ¡Dios mío, misericordia! ¿Qué es lo que veo? ¿Qué visión es ésta? ¿Es un Momo12 o es que estamos en época de máscaras? Hablad. ¿Qué significa esto? ¿Quién os ha disfrazado así?

JOURDAIN.-  ¡No seas impertinente, hablando de este modo a un Mamamuquí!

MADAMA JOURDAIN.-  ¿Cómo?

JOURDAIN.-  Desde ahora es menester que me tratéis con más respeto: acabo de ser nombrado Mamamuquí.

MADAMA JOURDAIN.-  ¿Qué queréis decir con eso?

JOURDAIN.-  Que soy Mamamuquí, os repito.

MADAMA JOURDAIN.-  ¿Y qué animal es ése?

JOURDAIN.-  Mamamuquí quiere decir, en nuestra lengua, paladín.

MADAMA JOURDAIN.-  ¡Bueno estáis vos ya para bailes!

JOURDAIN.-  ¡Ignorante! He dicho paladín, que es la dignidad que se me acaba de conceder, después de una gran ceremonia.

MADAMA JOURDAIN.-  ¿Qué ceremonia ha sido ésa?

JOURDAIN.-  Mahameta per Giurdina.

MADAMA JOURDAIN.-  ¿Y qué quiere decir eso?

JOURDAIN.-  Giurdina quiere decir Jourdain.

MADAMA JOURDAIN.-  ¿Jourdain y qué?

JOURDAIN.-  Voler farar una paladina de Giurdina.

MADAMA JOURDAIN.-  ¿Cómo?

JOURDAIN.-  Dar turbanta con galera.

MADAMA JOURDAIN.-  ¿Qué estáis diciendo?

JOURDAIN.-  Per defender Palestina.

MADAMA JOURDAIN.-  ¿Qué significa esta monserga?

JOURDAIN.-  Dara, dara, bastonara.

MADAMA JOURDAIN.-  ¿Pero qué jerigonza es ésta?

JOURDAIN.-  Nori tener honta, questa estar la última affronta.

MADAMA JOURDAIN.-  ¿Qué embrollos son éstos?

JOURDAIN.-   (Cantando y bailando.)  Hou, la ba, ba la chu, ba la ba, ba la da.

MADAMA JOURDAIN.-  ¡Ay, Dios mío, que mi marido se ha vuelto loco!

JOURDAIN.-   (Marchándose.)  ¡Callaos, insolente, y usad de más respetos con el señor Mamamuquí!

MADAMA JOURDAIN.-  ¿Cómo ha podido perder el juicio hasta tal extremo? Corramos no sea que se le ocurra salir a la calle...  (Ve llegar a DORIMENA y DORANTE.)  ¡Ah, aquí viene a punto lo que nos faltaba! Por todas partes no le llegan a una más que disgustos.


Escena II

 

DORANTE y DORIMENA.

 

DORANTE.-  Veréis la cosa más chistosa que puede verse. No creo que se haya dado jamás en el mundo un caso de locura tan extraordinaria como la de este hombre. Pero es preciso tomar parte en la mascarada para favorecer los deseos de una persona tan estimable como Cleonte.

DORIMENA.-  Le tengo en gran aprecio, y le creo digno de la mejor suerte.

DORANTE.-  Además no debemos perdernos el espectáculo que se nos ofrece, y por mi parte quiero ver si se logra mi idea.

DORIMENA.-  Ahora acabo de ver los magníficos preparativos y os declaro, Dorante, que son cosas que no he de tolerar. He decidido impedir todos los despilfarros que hacéis por mi causa; y para terminar de una vez, he resuelto que nos casemos inmediatamente. El matrimonio será el mejor recurso para acabar con todo esto.

DORANTE.-  ¡Oh! ¿Es posible que hayáis tomado una resolución tan grata para mí?

DORIMENA.-  Quiero evitar que os arruinéis; y sin esa determinación, estoy segura de que muy pronto no tendríais un maravedí.

DORANTE.-  ¿Cómo podré yo agradecer vuestros cuidados en conservar mi patrimonio? A vos os pertenece, por entero, como vuestro es también mi corazón, para que dispongáis de él a vuestro capricho.

DORIMENA.-  Me aprovecharé de una cosa y de otra. Pero aquí llega vuestro amigo. ¡El porte es admirable!



Escena III

 

JOURDAIN, DORANTE y DORIMENA.

 

DORANTE.-  Venimos, señor, a rendir homenaje a vuestra nueva dignidad y a congratularnos con vos del enlace de vuestra hija con el heredero del Gran Turco.

JOURDAIN.-   (Después de hacer una gran reverencia.)  Señor, os deseo la fuerza de la serpiente y la prudencia del león.

DORIMENA.-  He querido ser la primera en venir a felicitaros por vuestro encumbramiento.

JOURDAIN.-  Que vuestro rosal permanezca todo el año florido, señora. Os agradezco infinitamente la participación que tomáis en mis venturas, felicitándome de veros aquí para daros excusas por las extravagancias de mi esposa.

DORIMENA.-  No hablemos de eso. Sus arrebatos tienen muy razonable disculpa en el tesoro inapreciable de vuestro corazón, y no es extraño que la posesión de un hombre como vos inspire cierta alarma.

JOURDAIN.-  La posesión de mi corazón es cosa vuestra.

DORANTE.-  Ya veis, señora, que la prosperidad no lo ha cegado, y que, desde su altura, reconoce aún a los amigos.

DORIMENA.-  Signo de generosidad.

DORANTE.-  ¿Dónde está ahora Su Alteza? Quisiéramos, en calidad de amigos vuestros, ofrecerle nuestra adhesión.

JOURDAIN.-  Aquí llega, y ya he mandado llamar a mi hija para entregársela.



Escena IV

 

CLEONTE, COVIELLE, JOURDAIN.

 

DORANTE.-  ¡Señor!... Como amigos vuestros venimos a saludar a Su Alteza, ofreciéndole nuestros respetos y nuestros humildes servicios.

JOURDAIN.-  ¿Dónde está el intérprete para que le diga quiénes sois y le repita vuestras palabras? Ya veréis cómo os responde; habla maravillosamente el turco... ¿Pero dónde diablos estará?...  (A CLEONTE.)  Struf, strif, strof, straf. El señor es un gran signori, grande segnora, grande signore; y la señora una granda dama, granda dama. ¡Ahí! Él Mamamuquí francés, y ella Mamamuquí francesa. No puedo hablar más claramente... ¡Vamos, ya está aquí el truchimán! ¿Dónde os habéis metido? No hemos podido entendernos. Decidle que el señor y la señora son mis amigos, personas de alta calidad que vienen a saludarme y a ponerse a sus órdenes. Ahora veréis cómo contesta.

COVIELLE.-  Alabala crociam acci boram ala bamen.

CLEONTE.-  Cataliqui tubal urin soter amaluchan.

JOURDAIN.-  ¿Estáis viendo?

COVIELLE.-  Dice que una lluvia de prosperidades riegue perpetuamente el jardín de vuestra familia.

JOURDAIN.-  ¿No os dije yo que hablaba el turco?

DORANTE.-  ¡Es admirable!



Escena V

 

LUCILA, JOURDAIN, DORANTE, DORIMENA, etc.

 

JOURDAIN.-  Acércate, hija mía, y da la mano a este señor, que te hace el honor de pedirte como esposa.

LUCILA.-  ¡Cómo! ¿Qué decís, padre mío? ¿Queréis representar una farsa?

JOURDAIN.-  No, no; no es una farsa: es un asunto muy serio y el más honroso que hubieras podido imaginar. He aquí el marido a quien estás destinada.

LUCILA.-  ¿Yo?

JOURDAIN.-  Sí, tú. Dale la mano y agradece a los cielos la dicha que te depara.

LUCILA.-  Yo no quiero casarme.

JOURDAIN.-  Pues yo, que soy tu padre, si lo quiero.

LUCILA.-  ¡Como si no!

JOURDAIN.-  ¡Nada de escenas!... ¡Dadle la mano, como os he dicho!

LUCILA.-  No, padre mío. Ya os dije que no habrá poder en el mundo que me obligue a admitir por esposo a otro que a Cleonte, y llegaré al último extremo antes que...  (Reconociendo a CLEONTE.)  Pero bien mirado, vos sois mi padre, a quien debo entera obediencia, y que puede disponer de mí a su capricho.

JOURDAIN.-  ¡Ah!... Me complazco viéndote recobrar tan prontamente el sentimiento de tu deber, y celebro tener una hija obediente.



Escena VI

 

MADAMA JOURDAIN, monsieur JOURDAIN, CLEONTE, etc.

 

MADAMA JOURDAIN.-  ¿Qué pasa?... ¿Qué quiere decir todo esto? ¡Me han dicho que queréis casar a vuestra hija con un mascarón!

JOURDAIN.-  ¿Queréis callaros, impertinente? ¿Cuándo dejaréis de mezclaros en todo con vuestras intempestivas extravagancias? ¡No hay medio de haceros entrar en razón!

MADAMA JOURDAIN.-  Sois vos el incorregible y el que va de locura en locura. ¿Cuál es vuestro propósito y qué pretendéis con todo esto?

JOURDAIN.-  Pretendo casar a Lucila con el hijo del Gran Turco.

MADAMA JOURDAIN.-  ¿Con el hijo del Gran Turco?

JOURDAIN.-  Sí. Saludadle por mediación del truchimán, aquí presente.

MADAMA JOURDAIN.-  No tengo nada que ver con el truchimán. Yo misma le diré en su cara que jamás le entregaré mi hija.

JOURDAIN.-  Una vez más os repito que calléis.

DORANTE.-  ¡Cómo! ¿Os opondréis a un honor semejante? ¿Rehusaréis emparentar con Su Alteza turca?

MADAMA JOURDAIN.-  Señor mío, ocupaos de vuestros asuntos.

DORIMENA.-  Es una gloria que no se puede despreciar.

MADAMA JOURDAIN.-  Ruego a usted igualmente, señora, que no pase cuidado por lo que no le importa.

DORANTE.-  Es la amistad la que nos obliga a interesarnos por vuestro encumbramiento.

MADAMA JOURDAIN.-  No me hará daño prescindir de tal amistad.

DORANTE.-  Tened en cuenta que vuestra hija accede a los deseos de su padre.

MADAMA JOURDAIN.-  ¿Mi hija consiente en casarse con un turco?

DORANTE.-  Indudablemente.

MADAMA JOURDAIN.-  ¿Y puede olvidar a Cleonte?

DORANTE.-  ¡Qué no hará una mujer por encumbrarse a la categoría de gran dama!

MADAMA JOURDAIN.-  ¡Si eso fuera verdad la estrangulaba!

JOURDAIN.-  ¡Basta ya! Os repito que se celebrará el matrimonio.

MADAMA JOURDAIN.-  Y yo os repito que no.

JOURDAIN.-  ¡Qué porfía!

LUCILA.-  ¡Mamá!

MADAMA JOURDAIN.-  ¡Aparta! ¡Eres una coqueta!

JOURDAIN.-  ¡Cómo! ¿La reprendéis porque me obedece?

MADAMA JOURDAIN.-  Sí. Tengo sobre ella los mismos derechos que vos.

COVIELLE.-  Señora.

MADAMA JOURDAIN.-  ¿Qué es lo que queréis?

COVIELLE.-  Una palabra.

MADAMA JOURDAIN.-  No me interesa.

COVIELLE.-   (A JOURDAIN.)  Si quisiera escuchar reservadamente una palabra, yo os respondería de su consentimiento.

MADAMA JOURDAIN.-  Jamás.

COVIELLE.-  Haced la prueba.

MADAMA JOURDAIN.-  ¡No!

JOURDAIN.-  Escuchadle.

MADAMA JOURDAIN.-  ¡No quiero!

JOURDAIN.-  Él os dirá...

MADAMA JOURDAIN.-  No quiero que me diga nada.

JOURDAIN.-  ¡Qué obstinación! ¿Qué daño os puede ocasionar escucharle?

COVIELLE.-  Oídme, y después haced lo que os dé la gana.

MADAMA JOURDAIN.-  ¡Hablad de una vez!

COVIELLE.-   (Aparte, a MADAMA JOURDAIN.)  ¡Os estamos haciendo señas hace una hora!... ¿No comprendéis que todo esto es por seguirle la corriente a vuestro marido, al que hemos chasqueado disfrazándonos y que ese hijo del Gran Turco es Cleonte en persona?

MADAMA JOURDAIN.-  ¡Ah!

COVIELLE.-  Y yo, Covielle, soy el que hace de intérprete.

MADAMA JOURDAIN.-  Siendo así, me rindo.

COVIELLE.-  Ahora, disimulad.

MADAMA JOURDAIN.-  ¡Bien!... Hemos hablado y consiento en la boda.

JOURDAIN.-  ¡Ya era hora de que todo el mundo se aviniera con la razón! ¡No queríais escucharle, y yo estaba seguro de que cuando supierais lo que significa ser hijo del Gran Turco!...

MADAMA JOURDAIN.-  Me lo ha explicado y me ha convencido. Haced venir al notario.

DORANTE.-  Bien hecho. Y ahora, para mayor satisfacción vuestra y para desvanecer toda ocasión de celos, sabed que Dorimena y yo nos serviremos del mismo notario para testificar nuestro matrimonio.

MADAMA JOURDAIN.-  Cuenten con mi consentimiento.

JOURDAIN.-   (Bajo, a DORANTE.)  ¿Eso lo diréis para engañarla?

DORANTE.-   (Bajo, a JOURDAIN.)  Conviene que lo crea.

JOURDAIN.-  Bueno. Que avisen inmediatamente al notario.

DORANTE.-  Y mientras llega y ultima los contratos, que comience el bailable para divertir a Su Alteza.

JOURDAIN.-  Admirablemente pensado. Cada uno en su sitio.

MADAMA JOURDAIN.-  ¿Y Nicolasa?

JOURDAIN.-  Se la otorgo al intérprete, y mi mujer, a quien la quiera.

COVIELLE.-  Gracias, señor.  (Aparte.)  ¡Si puede hallarse hombre más loco, iré a contarlo a Roma!

 

(La comedia acaba con un bailable.)

 

Primera salida

 

(Sale un hombre repartiendo el libreto del bailable e inmediatamente es acosado por un enjambre de individuos que gritan, cada uno con el acento peculiar de su provincia, demandando un libreto. Tres importunos lo persiguen, pisándole los talones. Música.)

 
 

(Diálogo de los espectadores, que a compás de la música reclaman el libreto.)

 

TODOS.-  ¡A mí!

¡A mí, señor!

¡Por favor!

Hacedle la merced de un libreto a este vuestro servidor...

UN JACARANDOSO.-  ¡A ver!... Distinguidnos de la chusma voceadora y traed acá algunos ejemplares, estas damas os lo ruegan.

OTRO JACARANDOSO.-  ¡ Eh, buen hombre! Por caridad, repartid por este lado...

UNA DAMISELA.-  ¡Qué poco caso hacen aquí a las personas distinguidas!

OTRA DAMISELA.-  ¡No hay libretos, ni asientos más que para buscones y grisetas!

UN GASCÓN.-  ¡No se me escape, ceñó de los libretos! Ya beis que boy a echar el bofe, y que esta gente parece que quiere chancearse a mi costa... ¿No es un escándalo ver en manos de la canalla lo que a mí se me niega?

OTRO GASCÓN.-  ¡Eh, caramba!, señor mío, ¿advertís con quién estáis? Dad un libreto al barón de Asbastat. Me parece que el fatuo no tiene el honor de conocerme.

UN SUIZO.-  ¡Señor repartidor de papeles!... ¿Qué quiere decir esto? Me han salido ya anginas de gritar, y no he podido conseguir un libro. Comienzo a creer que estáis borracho.

UN BURGUÉS, viejo y parlanchín.-  ¡Que nuestra hija, tan distinguida y cortejada, no logre obtener un libreto para enterarse del argumento del baile, es francamente desagradable! ¡No merecía la pena haber ataviado tan correctamente a la familia, para que la coloquen al fondo de la sala, donde no hay más que gentuza! ¡Todo esto es muy desagradable!...

UNA BURGUESA, vieja y habladora.-  ¡Verdaderamente, es una vergüenza, un sonrojo! ¡Ésta no es manera de proceder! Ese hombre es un bruto, un animal, un caballo que no repara en las personas que como yo son el ornato del barrio; y que hace unos días, en el baile, un conde la eligió como dama. ¡Ese hombre es un bruto, un animal, un caballo!

TODOS.-  ¡Qué bullicio!

¡Qué estrépito!

¡Qué zahúrda!

¡Qué algazara!

¡Qué confusión!

¡Qué desorden!

GASCÓN.-  ¡Diablo, yo no puedo más!

OTRO.-  ¡Dios me condene, que voy a reventar de rabia!

SUIZO.-  ¡Esto es salirse de madre!

EL VIEJO.-  Vamos, sígueme, y no te separes de mí... Aquí no hacen caso de nosotros, y estoy harto de tanto bullicio. ¡Que me maten si vuelvo otra vez al teatro!... Vamos, sígueme.

LA VIEJA.-  Anda, querido hijo mío, volvámonos a casa, y huyamos de esta baraúnda, que aquí no hay medio de que estemos sentados. Se quedarán con la boca abierta cuando vean que nos vamos; pero aquí hay tal barullo que sería preferible hallarse en medio del mercado. Si yo vuelvo en mi vida, que me abofeteen. Anda, hijo mío, salgamos de este tundidero y volvámonos a casa a sentarnos.

TODOS.-  ¡A mí!

¡A mí, señor!

¡Por favor!

¡Hacedle la merced de un libreto a este servidor vuestro!



Segunda salida

 

(Los tres importunos bailan.)

 


Tercera salida

TERCETO DE ESPAÑOLES
   Sé que me muero de amor,
y solicito el dolor.
Aun muriendo de querer,
de tan buen aire adolezco,
que es más de lo que padezco
lo que quiero padecer,
y no pudiendo exceder
a mi deseo el rigor,
sé que me muero de amor
y solicito el dolor.
   Lisonjeándome la suerte
con piedad tan advertida,
que me asegura la vida
en el rigor de la muerte.
Vivir de su golpe fuerte
es de mi salud primor.
Sé que me muero de amor
y solicito el dolor.
 

(Seis españoles danzan.)

 
TRES MÚSICOS ESPAÑOLES
    ¡Ay qué locura, con tanto rigor,
quejarse de amor;
del niño bonito,
que todo es dulzura!
¡Ay qué locura!
¡Ay qué locura!
UN ESPAÑOL

 (Cantando.) 

   El dolor solicita,
el que al dolor se da,
y nadie de amor se muere,
sino quien no sabe amar.
DOS ESPAÑOLES
   Dulce muerte es el amor,
con correspondencia igual,
y si ésta gozamos hoy,
¿por qué la quieres turbar?
UN ESPAÑOL
   Alégrese, enamorado,
y tome mi parecer,
porque en esto de querer
todo está en hallar el vado.
LOS TRES
   Vaya, vaya, de fiestas,
vaya de baile,
alegría, alegría, alegría,
que esto de dolor es fantasía.


Cuarta salida

 

(Italianos.)

 
 

(Una cantante italiana dice este primer recitativo.)

 
CANTANTE
   Di rigore armata il seno
contro Amor mi ribellai,
ma fui vinta en un baleno
in mirar due vaghi rai.
Ahi, che resiste puoco
cor di gelo a stral di fuoco!
   Ma si caro e'l mio tormento,
dolce è si la piaga mia,
ch'il penare e'l mio contento,
e'l sanarmi è tirania.
Ahi, che più giova è piace
quanto amor è più vivace!
 

(Salen cuatro tipos de la comedia italiana -dos scaramuches y dos trivelinos13-, acompañados de un arlequín, los cuales, bailando, representan una de sus pantomimas. Un músico se une a la cantante, y juntos cantan lo que sigue:)

 
EL MÚSICO ITALIANO
   Bel tempo che vola
rapisce il contento,
d'Amor ne la scuola
si coglie il momento.
LA CANTANTE
Insi che florida
   ride l'età
che pu tropp'horrida
   da noi sen va.
LOS DOS
   Sù cantiamo,
   sù godiamo, 5
   Nè bei di gioventù
perduto ben non si racquista più.
MÚSICO
   Pupilla ch'è vaga
mill'alm'incatena,
fa dolce la piaga,
felice la pena.
CANTANTE
   Ma poiche frigida
langue l'età,
più l'alma rigida
fiamme non ha.
A DÚO
Sù cantiamo, etc.
 

(Tras del dueto, los scaramuches y trivelinos bailan.)

 


Quinta salida

 

(Franceses.)

 
 

(Salen dos músicos, vestidos a la moda de Poitou, que danzan y cantan lo que sigue:)

 
 

(Primer minué.)

 
MÚSICO PRIMERO
    ¡Oh, qué agradable soto, con su llama,
el sol anima la espesura envuelta!
EL OTRO MÚSICO
   Y el ruiseñor, en la florida rama,
entona el canto de su alegre vuelta.
      Este paraje,
      este boscaje,
      este rumor,
      nos invita al amor.
 

(Segundo minué.)

 
LOS DOS

 (A dúo.) 

      Mirad, Dorina, 5
      sobre esa encina,
cómo se arrullan los pajarillos enamorados;
      tan ardorosos,
que no les inquietan otros cuidados.
      ¡Oh, qué dichosos!...
   Si en nuestros pechos afortunados
abre el deseo su roja flor,
gocemos ambos, apasionados,
de las delicias del dulce amor.
 

(Salen seis danzarines más, pomposamente ataviados: tres de hombres y tres de mujeres, y a los que acompañan ocho flautistas y un oboe. Minué.)

 


Sexta salida

 

(El bailable termina con la salida de los personajes de las tres naciones, entremezclados, y con los aplausos de todos los asistentes, que, al son de la música, bailan y cantan estos dos versos:)

 
    ¡Qué espectáculo más encantador!
No se puede encontrar nada mejor.




 
 
FIN
 
 


Anterior Indice Siguiente