51
Cfr. por ejemplo: «allí te dejo tres hijitos /
sácalos a divertir / que bastantes penas pasan / lo que no
me ven a mí»
(Argentina, CHICOTE p. 58); «Dois filhos que me lá ficam / bem sabes que
são de ti / um põe-no no Carmo / que diga missas por
mim / outro põe-no cabalheiro, / que corra tanto coma
ti»
(Leite de VASCONCELOS, RP, n.º 355);
«os filhos que me lá ficam, / entre mim e mais de
ti, / mete-o frade do Carmo, / defronte de S. Crispim; / as missas
que ele disser / que sejam todas por mim. / Outro seja cavaleiro /
que passeie como a ti / as meninas põe-nas freiras / p'ra
não serem como a mim»
(ibíd., n.º 1009); «Os filhos que nós tivemos / entre mim e entre ti /
dá-les espadas e cavalos / e traí-los a par de
mim»
(Ferré, Madeira, n.º
186).
52
Cfr. por ejemplo Anrique da Mota, «os mininos que junto da defunta may estavan
chorando»
(ed. ASENSIO
p. 57); CAMÕES, «estas criancinhas»
(Lusiadas,
III, estr. 127); Bermúdez,
«niños / tan tiernos y sin
madre»
(Lastimosa, ed. TRIWEDI, vv. 1246-7); Soares de Alarçao, «estos tus nietos»
(IV, estr. l); Vélez, «hijos de mi vida»
(III, p. 85); Francisco Manuel de MELLO, «Los dos tiernos Infançones /colgados del
cuello della»
(Las tres musas del melodino,
fol. 45r); cfr. además MEJÍA DE LA CERDA,
III, pp. 403-404, etc.
53
Amén de la
variante que acabamos de citar (Tetuán J2.6), hay muchas
más menciones de la palabra «rey»: «fieisme la vida, el rey», «como eso
oyera el buen rey», «vive tú, triste del
rey», «non llores, triste del rey»,
«cásate, triste del rey», «la tu esposa,
buen rey», «no te asustes tú, el buen
rey»
(Tánger J2.1, J2.3, J2.4, J2.5); «umá tu esposica, reye, muerta es que yo
la vi», «no te alejes tú, buen reye»
(Tetuán J2.6); «yo le aseguro, el
buen reye, muerta está que yo la vi»
(Larache
J2,9). La misma palabra también aparece en versiones de
Latinoamérica: «dónde vas
triste del rey», «como eso oyera el buen rey»,
«vive tú, triste del rey»
(Cuba, BERTINI,
pp. 46-47, cfr. infra nota 55). Por otro lado, no faltan las
menciones de la palabra «reina», «voy en busca de la reina», «ya la
reina está muerta»
(Argentina, CHICOTE
p. 56), ni tampoco de la palabra
«corona», «o caixão era de rosas / a
coroa de marfim»
(LEITE DE VASCONCELOS,
RP,
n.º 386), «e a coroa que ela levava / era de
ouro e marfim»
(COSTA FONTES, TM, n.º 237), «la corona que llevaba era de oro y
perlas»
(Argentina, CHICOTE p. 56), o en fin, de otras palabras
también relacionadas con la realeza, «campa real»
(Ferré,
Madeira, n.º 186), «peitinho real»
(LEITE DE VASCONCELOS,
RP,
n.º 369), etc.
54
Se podrá objetar que Pedro, según la historia, aún no era rey cuando le dieron noticia de la muerte de Inés. Sin embargo, su ya adquirida condición de rey en esta circunstancia también aparece en alguna que otra obra antigua sobre Inés (por ejemplo en Vélez, Reinar, III, pp. 87-91).
55
Se trata de las versiones siguientes: J2.1 (Tánger, Benoliel 1904-1906. publicada parcialmente por MENÉNDEZ PIDAL en su Rom. Judío- esp. n.º 56); J2.7 (=Tetuán, Manrique de Lara 1915); y J2.9, J2.10 (=Larache, Manrique de Lara 1916). A éstas hay que aludir una versión de Cuba recogida por Chacón y Calvo en 1922 (BERTINI, pp. 46-47, n.º III).
56
La cita
está tomada de J2.1 (Benoliel), y coincide con la
versión de Cuba. Las demás presentan leves variantes
en el penúltimo verso: «ya
murió la que reinaba / reina después de
morir»
(J2.7); «ya
murió la que era reina / reina después de
morir»
(J2.9, J2.10). Un lejano recuerdo de este
epílogo parece haber llegado también a otras
versiones de la Aparición: «já morreu a flor da aurora / dizendo assim assim /
já morreu a flor da aurora / por um amor já deu
fim»
(COSTA FONTES, TM, n 468); «ya murió el mes de mayo / ya
murió el mes de abril / ya murió tu fiel esposa /que
se viene a despedir»
(Argentina, CHICOTE p. 58); «y un
letrero que decía /aquí murió la flor de
abril»
(Ibíd.,
p. 57). Un final parecido a
veces acompaña a las versiones de Alfonso XII, referido a
Mercedes, y, en este caso, el último verso cambia
apareciendo en él el nombre de la ciudad de Madrid: «ya murió la flor de mayo / ya
murió la flor de abril / ya murió la que reinaba /
reina de todo Madrid»
(o bien: «en el reino de Madrid», «en la
ciudad de M.», «por la corte de M.», «por
las calles de M.», «en el portal de M.»,
«rosa de todo M.»
, etc.). Ejemplos los hay en las versiones
de los corros infantiles (Antología, IX.
p. 254), en otras de
Andalucía (carp. n.º 28),
de Cuba (MORENO/FONSECA p. 150),
de Nuevo Méjico (MORLEY, pp. 308-309. BERTINI, pp. 7-48, n.º IV). de Colombia
(DOUGHERTY p. 200), de Argentina
(CHICOTE p. 58, MORENO/FONSECA
p. 417), etc.
Este
epílogo no ha sido del todo desatendido por los
críticos hasta ahora, si bien no ha merecido más que
unas breves acotaciones, generalmente en nota: ya Benoliel apuntaba
al margen de su propia transcripción de J2.1 la
conexión de los versos finales con Inés de Castro
(«ya murió [...] reina
después de morir»
). Después Espinosa en
1915 llamaba la atención sobre su antigüedad en una
versión de Alfonso XII por él recogida en Nuevo
Méjico («ya murió [...] en
la suidá de Madrid»
). Pero tanto MORLEY
p. 309n como MENÉNDEZ
PIDAL Rom.
Hisp., II, p. 387n
discutieron la opinión de Espinosa aduciendo, el segundo,
que dichos versos «no aluden sino a la
reina Mercedes. siendo extraños a las versiones que se
mantienen en todo fieles a la antigua»
. También en
su Rom. Judío-esp., p. 158 afirmaba don Ramón que el
epílogo de la versión tangerina (J2.1) era
«un añadido fuera del argumento» que se
explicaba en la tradición marroquí como «un recuerdo evidente de la comedia de Luis
Vélez de Guevara [...] donde después de la muerte de
doña Inés de Castro se canta ese mismo
romance»
(Ibíd.
p. 158 y pp. 134. 135). Más recientemente,
MORENO/FONSECA p. 417 han
afirmado que los versos finales que lamentan la muerte prematura de
la protagonista son extraños al romance de Alfonso XII,
derivando seguramente de otro romance. En cuanto a mí, me
inclino a pensar que el epílogo es medieval por las razones
que se aducen a continuación.
57
A todos nos es
conocida lo arcaizante de la tradición marroquí,
máxime la tangerina recogida a principios de este siglo, en
la transmisión del romancero oral. Si bien no han faltado
las interferencias con el Romancero y la literatura posteriores a
1492, sobre todo más recientemente, la mayoría de los
críticos está de acuerdo en reconocer la
antigüedad de las versiones conservadas. El mismo
MENÉNDEZ PIDAL en su Rom. Judío-esp.
más de una vez destaca la excelencia y la fidelidad a la
forma antigua de las versiones tangerinas que «sobrepujan a todo lo citado por la
perfección y belleza de las mismas»
, afirmando a
la vez que la colección de Benoliel «es preferible a las procedentes de otras
regiones»
, y que «es sin duda
la más valiosa que hasta ahora se ha reunido de cualquier
región de España»
(p. 123). Admite, además, «el caso de que las versiones judías
mejoren o completen las versiones recogidas en el siglo
XVI»
(p. 126) y que
«generalmente, es la versión de
Tánger la más fiel»
(p. 127). Incluso al hablar del romance del
Palmero (ed. parcial
de J2.1), vuelve a repetir el mismo concepto: «los primeros versos reproducen los de la
versión antigua (=British
Museum), olvidados en todas las peninsulares; muestra
de la fidelidad de la tradición tangerina»
(p. 158). Tras afirmaciones como
ésas, sorprende que Menéndez Pidal considerara a los
versos finales de nuestro romance como un recuerdo literario
posterior a 1630 (cf.
supra, nota
56). Cabe repetir que J2.1, amén del incipit, también
conserva otros versos muy arcaicos y comunes al primer testimonio
medieval, y que además guarda la variante «rey»:
en mi opinión, si la versión toda es arcaica, no se
ve por qué debería ser más
«moderno» tan sólo su epílogo; ni se
comprende por cuál razón se aplicaría esa
«cita literaria de Seicientos», relacionada claramente
con Inés, a un romance donde no se menciona nunca
explícitamente a Inés de Castro; ni quién
sería, entre judíos tan conservadores, ese operador
tan culto que «inventó» tan acertada
contaminación, tomando un préstamo de la literatura
barroca para adaptarlo a un texto de tradición oral. A la
luz de todas estas consideraciones, la hipótesis de la cita
culta me parece, pues, la menos probable.
58
Todo parece
indicar que Vélez, para Reinar, se ha inspirado en
cantos tradicionales sobre Inés que ha recogido e
incorporado a su pieza concentrándolos especialmente en la
jornada III. Ahí, en efecto, el dramaturgo no sólo
insiste en el metro del romance (que alcanza el 60 %) sino
también aumenta las «citas» textuales de la
tradición oral de Inés: primero incluye el
dístico «Por los campos de
Mondego»
(III, p. 76),
después el fragmento del Palomero (III, pp. 89-90), y hacia el final (III,
pp. 96-97), nuevamente un
romance con asonancia en -í, la del Palmera, que remata con
el verso «reinar después de
morir»
, repetido dos veces en el texto, la segunda como
verso conclusivo de la obra. Ahora bien: son muchos, como es
sabido, los ejemplos de comedias que se fundan total o parcialmente
en romances y cantarcillos populares, o incluso en refranes que el
público sabía muy bien. En la mayoría de los
casos, los cantos son citados textualmente e incorporados a la
pieza con su propia estructura musical: y la comedia que los toma
como punto de partida viene a representar toda ella una glosa que
gira en torno al cantar tradicional, colocado, las más
veces, al final de la obra, como cita final (que incluso a menudo
impone el título a la pieza, como ocurre para el
Reinar de Vélez, cfr. Cornil p. 78). Pero sobre todo, el autor que
así acudía a la tradición, citándola o
aludiendo a ella, satisfacía las expectativas del
público que conocía el cantar y los hechos con
él relacionados, devolviéndole lo que éste se
esperaba. Que el último verso del Reinar de
Vélez pudiese ser tradicional y conocido por todos como
referido a Inés ya en la época de la
representación parece confirmado no sólo por su
presencia en la tradición actual del Palmero (relacionado,
como decimos, con Inés) sino también por algún
rastro que parece haber dejado en la literatura antigua, nuevamente
sobre Inés: en el episodio inesiano de Camões hay un
sintagma casi formulístico que tiene todas las trazas de
estar calcado sobre él: «aconteceo da mísera e mesquinha / que despois de
ser morta foi rainha»
(Lusíadas,
III, estr. 118). Todo parece indicar
que el verso «reina después de
morir»
, referido claramente a Inés, figurase en la
versión primitiva del Palmero, y que después
perdiéndose en la tradición escrita del texto,
continuase sin embargo a ser cantado a lo largo del siglo XVI hasta
ser recogido por literatos cultos que escribieron sobre
Inés, así Camões, que opta por una frase
semejante; y así más tarde Vélez, que lo cita
textualmente y construye una tragedia entera a partir de él,
incorporando al mismo tiempo otros versos del romance del
Palmero (como ya hiciera Mejía al ocuparse
él también de Inés).
59
Tenemos plena conciencia de que la hipótesis formulada en estas páginas podría no ser compartida por algún especialista de romancero oral, interesado más bien en el «fenómeno» de la pluralidad de las variantes que no en la reconstrucción del romance originario o individuación de la historia que lo inspira. De hecho, los trabajos sobre el Palmero que han aparecido hasta ahora han estudiado más bien las modificaciones del texto en el curso de la transmisión, sin plantearse el problema de su origen, que es cambio el objeto de estas páginas. La tarea ha sido ardua, como se ha visto, ya que los «orígenes» resultan difíciles de reconocer en el primer testimonio conservado, donde se ha perdido todo referente histórico inicial, y ha sido necesario acudir al conjunto de versiones conservadas para reconstruir la forma originaria del romance, cotejarla con otras obras inesianas, establecer analogías, para luego avanzar la hipótesis de su pertenencia a la literatura sobre Inés.
Por otro lado, también tenemos plena conciencia de que a algunos de los elementos aducidos como «inesianos» se pueden poner reparos y objetar que ellos son comunes a otras obras o incluso a romances de tradición oral, o aún a cuentos folklóricos muy difundidos. Así por ejemplo, el mensajero que transmite una mala noticia (=n.º 2) también es un recurso de añeja tradicionalidad épica y su presencia en los autores áureos mencionados puede explicarse como una permanencia de caracteres juglarescos. O incluso, la ausencia del amado a la hora de la muerte (=n.º 1), la joven edad de la difunta (n.º 3), su belleza (n.º 4), los hijos huérfanos (=n.º 12) y el deseo de enterrarse junto a la amada (n.º 9) son lugares comunes que también se hallan en otros romances, por ejemplo El Conde Niño, El Enamorado y la Muerte, y otros más. Menos frecuentes son la muerte violenta de la protagonista (=n.º 5), común al Bernal Francés (si bien a menudo contaminado con el romance del Palmero-Aparición) y el contraste blanco y rojo (=n.º 6), aunque difundido en el folklore (cfr. por ejemplo Blanca Nieve). Sin embargo, aunque no sean privativos de Inés de Castro, lo que llama la atención es su presencia en toda la literatura áurea sobre Inés y su admirable confluencia en nuestro texto, donde se vienen a sumar a otros elementos cuya huella inesiana parece ser más evidente: así el desmayo (=n.º 8), la aparición del fantasma (=n.º 10), el deseo de abrazar la sombra (=n.º 11), la condición de rey y reina de los protagonistas (=n.º 13) y, sobre todo, de «reina después de morir» de la mujer cantada (=n.º 14), que tan a menudo se hallan, como se ha visto, en la literatura áurea sobre Inés.
Como último
dato podríamos señalar alguna que otra curiosidad de
la tradición oral que parece confirmar lo que venimos
diciendo: en una de las versiones portuguesas del Bernal
Francés contaminada con la Aparición,
poco antes de recibir la muerte por el marido, la esposa infiel
habla como si fuera Inés de Castro: «Mama, filho meu, mama, nesse peitinho
real»
(Leite de VASCONCELOS, RP, n.º 369).
Otro caso muy
interesante lo ofrece otra versión portuguesa de la
Aparición (Leite de VASCONCELOS, RP, n.º 359), en la
que la intérprete añade a la recitación un
resumen en prosa que también parece aludir a Inés de
Castro, ya que hace mención de los responsables de su
muerte: «O rei mandou matar
a mulher por quatro condes e mandou-a sepultar no monte, e ao cabo de dez
anos foi procurá-la [sic] e ela falou de baixo: "-Donde vais
o cavaleiro, às dez horas por aqui? / -Vou em busca da minha
dama qu'ha dez anos a não vi. / -A tua dama é morta,
é mbrta que eu bem na vi: / quatro condes
a matá-la, tudo causado por
ti"»
. El resumen prologal y el v. 4 ¿no serán acaso reliquias de la
forma originaria de nuestro romance?