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Sobre la iconografía del salvaje, la información más completa se encuentra en el catálogo de una exposición que tuvo lugar en el Metropolitan Museum de New York (Husband 1981); pueden verse también las informaciones que ofrecen: Van Marle 1931 (cap. «La nature»); Hall 1974; Kappler 1980; Togni 1980. Está dedicado enteramente al salvaje, a su presencia en el mito, el folclore y la literatura, Bernheimer 1952.

 

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Sobre todo, en Bernheimer 1952.

 

3

Algunos títulos importantes: Neri 1912 (sobre folclore y literatura italiana); Azcárate 1948 (sobre la iconografía del salvaje); Dudley-Novak 1972 (sobre la presencia del salvaje en las literaturas occidentales); Gómez Tabanera 1978 (sobre folclore español).

 

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El primer intento en absoluto creo que fue el artículo de Williams 1956. El primer trabajo con ambiciones de completo, es el libro de Mazur 1966, extremadamente descriptivo y poco organizado (véase la reseña de Keith Whinnom, en BHS, 59, 1982, p. 338). Limitado a la novela sentimental, pero con intentos interpretativos, Deyermond 1964. También con ambiciones interpretativas, limitado al teatro del Siglo de Oro, Madrigal 1973. Por último, Madrigal 1985.

 

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Sobre la importancia de la perspectiva diacrónica en los estudios tematológicos, insisten Guillén 1985: 254-267, y Segre 1985: 343-344. Desde otra perspectiva, también Panofski 1939, en la Introducción, insiste en que la individuación del tema es un acto históricamente determinado. Una interesante y utilísima colección de estudios temáticos aplicados al teatro español del Siglo de Oro, con una introducción metodológica de M. G. Profeti, es AA. VV. 1990.

 

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Segre 1985: 357.

 

7

Segre 1984: 25-26. Esta definición de «tema» considera obviamente el «tema de contenido» y no el «tema dianoético» (que correspondería al «tema» de que habla Parker 1970).

 

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Este trabajo ha sido llevado a cabo, de manera algo asistemática, por Mazur 1966.

 

9

Afirman -desde distintos puntos de vista- la posibilidad de un estudio diegético de la obra de teatro, en la plena conciencia de que lo específico teatral no reside en la diégesis: Ruffinatto 1971; Díez Borque 1975; Forastieri 1976; Weber de Kurlat 1976: 103-104; Segre 1984: 7-8.

 

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Véase al respecto Marín 1962: 83-84; esta partición corresponde a la definición anglosajona de «escena», adoptada también por el mismo Marín. Como recuerdan Marín y Rozas 1976: 103-104, la misma definición de escena se desprende del testimonio de José Pellicer de Tovar, quien en su Idea de la comedia de Castilla (1635), afirma que «Cada jornada debe constar de tres escenas, que vulgarmente se dicen salidas» (Sánchez Escribano-Porqueras Mayo 1972: 270).

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