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Recordemos lo dicho por Vitse 1988: 335-336, que insiste en la imbricación entre perspectiva sincrónica y diacrónica (cuadro clasificatorio, y variaciones en el tiempo de la fortuna de géneros y subgéneros) en el estudio del teatro áureo. En especial por lo que hace al reconocimiento de la presencia contemporánea, en la misma obra teatral, de elementos típicos de la comedia y elementos típicos de la tragedia (sobre todo en la primera fase de la Comedia Nueva), pueden verse las consideraciones de Arata 1989: 72-75 («La tragedia felice», a propósito de La desgracia venturosa de M. Sánchez), y las observaciones de Oleza a propósito de Ursón y Valentín («En efecto, la lección clasicista está presente en toda una serie de temas y esquemas conflictivos. Así, el esquema de la honra de la mujer noble agredida por el deseo del príncipe, tan viruesiano él, es la base del conflicto en U[rsón y] V[alentín]..., y conduce, inevitablemente, a sangrientos procesos de venganza, cargados de espectacular violencia senequista. Sin embargo [...], U[rsón y] V[alentín] muestra ya claramente, pese a lo temprano de su fecha, una decidida voluntad de avanzar hacia la tragicomedia, articulando el conflicto incial con otro de índole palatina», Oleza 1981: 292). Para los distintos tipos de público a los que probablemente se dirigían comedia y drama, véase Oleza 1981: 252-254; y también las reflexiones de alcance general de Neumeister 1978.

 

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La obra fue publicada en la Primera parte de las comedias de Castro, en 1618; para las observaciones acerca de la probable fecha de composición, véase Bruerton 1944: 128-129. Es éste el único trabajo orgánico acerca de la cronología de las obras de Guillén de Castro, y por tanto hay que remitir a él cada vez que se discuta la probable fecha de una comedia del valenciano. No obstante, sus dataciones no son siempre tan fiables como las que el mismo estudioso, junto con Morley (Morley - Bruerton 1940), propuso para el teatro de Lope basándose en el mismo método del análisis métrico.

 

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Guillén de Castro, El nacimiento de Montesinos, ed. de Eduardo Juliá Martínez, Madrid, Tipografía de Archivos, 1925 (Obras de Guillén de Castro y Bellvís, tomo I) p. 442a. Todas las citas proceden de la misma edición.

 

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Aunque por otro lado tienen que reconocer sus características positivas: por ejemplo Francelina, nieta del Rey, dice que él es «como salvaje, un mozuelo / tan gallardo y tan valiente» (p. 445a); y el rey, al ver a Montesinos en Palacio «vestido con una piel», comenta: «Aunque es salvaje / en el trato y en el traje, / aspecto de honrado tiene» (p. 451b).

 

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«¿Con los brazos / no viste en mil ocasiones / hacer menudos pedazos / esos tigres y leones? / ¿No me viste a puros pies / gamos y ciervos veloces / alcanzar presto, y después / matarlos a puros coces? / ¿Y muchas veces no ves, / cuando a ello me acomodo, / que arranco un árbol si quiero / con las raíces y todo, / y podré, del mismo modo, / deshacer un monte entero?» (pp. 437b-438a).

 

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Publicada en la Primera parte de las comedias de Castro, en 1618; Pérez Pastor encontró un testimonio de la representación de El Conde Alarcos en 1602 (acerca de la identidad de este título con la comedia de Castro, contra las objeciones de Mérimée y las hipótesis de Juliá Martínez, véase Bruerton 1944: 95-96).

 

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La «muerte fingida» de un personaje es un recurso bastante utilizado, por los dramaturgos que escriben en las últimas décadas del siglo XVI, para transformar en comedia una intriga trágica. Véanse por ejemplo las observaciones de Arata 1989: 72-75, a propósito de la utilización del motivo en La desgracia venturosa de Miguel Sánchez, y de su posible relación con el modelo de la Epitia de Giraldi Cintio y su teoría de la tragedia de final feliz.

 

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Publicada también en la Primera parte de las comedias de Castro (1618), la fecha es la que propone Bruerton en la base de sus análisis métricos (Bruerton 1944: 130-131).

 

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Esta cita, como las siguientes, está tomada de la edición de Progne y Filomena que se encuentra en el I tomo de las Obras de Guillén de Castro y Bellvís, al cuidado de Eduardo Juliá Martínez, Madrid, Tipografía de Archivos, 1925, p. 151b.

 

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«Del rostro aparta el cabello. / ¡Qué curtido y qué tostado / del aire y sol! No ha llegado / a ser malo ni a ser bello. / [...] / Al cielo mira, y después / me mira. ¡Con qué terneza / señala que mi belleza / como la del cielo es! / ¡Con qué humildad hasta el suelo / se postra y señala así / que quiere adorarme a mí, / porque he bajado del cielo! / Hablarme quiso y no pudo; / a ratos ha despedido, / por hablarme, algún gemido» (p. 152b).

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