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Véase Frazer 1922, y Campbell 1949: 30-40, para quien existe identidad entre el dios y el héroe. Un ejemplo interesante de la línea mítica del héroe cultural es la historia de Heracles, en cuya figura encontramos importantes rasgos salvajes: la piel leonina que cubre el cuerpo del héroe, y la maza en la mano como única arma guiada por su fuerza poderosa, símbolos de fuerza viril, e imágenes metonímicas de la relación con el mundo del bosque y de las fieras salvajes. Para las semejanzas de Heracles con el salvaje, véase Bertolotti 1991: 193-195, desde una perspectiva mitológica; y Battisti 1989: I, 103-104, desde una perspectiva iconográfica.

 

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Véase Eliade 1959: 44-47, y 89-90: «Le souvenir de la hutte initiatique isolée dans la forêt s'est conservé dans les contes populaires, même de l'Europe, longtemps après que les rites de puberté eurent cessé d'être pratiqués. Les psychologues ont mis en valeur l'importance de certaines images archétypales, et la cabane, la forêt, le ténèbres sont de ces images: elles expriment l'éternel psychodrame d'une mort violente suivie de renaissance. La brousse symbolise à la fois l'Enfer et la Nuit cosmique, donc la morte et les virtualités; [...] Les symboles de la mort initiatique et de la renaissance sont complémentaires».

 

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Para un panorama de las distintas ceremonias, véanse los trabajos de Bernheimer 1952: 52-53; Delpech 1984: 304-312; Pasi 1986, Poppi 1986, Marinelli 1986, Spera 1986; Centini 1989: cap. VIII.

 

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Puede ser interesante recordar que el motivo de la muerte del salvaje como garantía de fecundidad, riqueza y felicidad se encuentra en un cuento popular siciliano recogido por G. Pitré, titulado «L'acqua e lu sali». Un hombre salvaje recoge y aloja a la hija de un rey que ha sido abandonada por su padre en la selva. El hijo de otro rey ve a la joven, se enamora y decide casarse con ella. El salvaje aconseja entonces a su protegida que, el día antes de la boda, lo haga matar y haga cortar su cuerpo en cuatro pedazos. Del cuerpo del salvaje, repartido a los cuatro lados del palacio real, nacerán oro y piedras preciosas; esta presencia mágica propiciará también la reconciliación entre la joven recién casada y su padre, el rey. Véase G. Pitré, Fiabe, novelle e racconti popolari siciliani, vol. I, fav. X.

 

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Véase al respecto: Bernheimer 1952: 53-56; Centini 1989: cap. VIII; Bertolotti 1991: 168-178. La antigüedad de estas ceremonias festivas nos la revelan prohibiciones como la de Hincmaro de Reims, quien en el siglo IX escribía: «Ne turpia ioca cum urso ... ante se facere permittat» (Migne, Patr. Lat., CXXV, 776), y un siglo más tarde la de Regino de Prüm, análoga (De disciplinis ecclesiasticis, I, 213). En algunos casos, en lugar del oso o del salvaje aparece un personaje que -aunque no se presente con el mismo «vestido»- sí posee las mismas características estructurales: Carnaval. Nos encontramos ante la influencia del cristianismo en un ritual antiquísimo: como dice muy bien Julio Caro Baroja, «el Carnaval... es un hijo (aunque sea hijo pródigo) del cristianismo; mejor dicho, sin la idea de la Cuaresma, no existiría en la forma concreta en que ha existido desde fechas oscuras de la Edad Media europea» (Caro Baroja 1965: 26). De hecho, la muerte de Carnaval, que sigue a la batalla con Cuaresma, parece en muchos casos una sustitución homóloga de la caza y de la muerte ritual del oso o del salvaje (Toschi 1955: 134-139, y Bertolotti 1991: cap. 4; la intuición de una homología entre Carnaval, salvaje y oso es de Van Gennep, citado por Toschi).

 

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Caracteres documentados en ceremonias de las zonas pirenaicas y del centro y sur de Italia: véase al respecto Bertolotti 1991: 175-176 y 183; y Spera 1986: 150-156.

 

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Cfr. Bertolotti 1991: 180-181. El tipo folclórico del hijo del oso, se encuentra en la clasificación de Stith Thompson bajo los números B635.1, y F611.1.1; el tipo folclórico de la mujer raptada por el oso, bajo los números B.601.1.-B.601.1.1.-R.13.1.6 (Thompson 1932-36). Entre las elaboraciones literarias de la leyenda del hijo del oso, que no aparecen en el Índice de Stith Thompson, recordamos L'Orseida, «opera reale» del dramaturgo y autor de comedias italiano Flaminio Scala (en Il teatro delle Favole rappresentative, Venezia 1611); y, mucho más tarde, el cuento Lokis, de Prosper Mérimée.

 

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Esta tipología se encuentra, por ejemplo, en los relatos que quieren explicar la fundación del monasterio de Cornellana en España, según los cuales una osa, después de haber raptado al hijo del señor del condado (o, en otras versiones, a una niña) lo amamantó a sus pechos. Véase al respecto Gómez Tabanera 1978: 478-479. El tipo folclórico del niño raptado y amamantado por un animal se encuentra, en la clasificación de Stith Thompson, bajo los números B.535-R.13.0.1.

 

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Para los casos de niños crecidos en estado salvaje, véase Tinland 1968; para el caso específico de Victor, véase Moravia 1972.

 

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Un recuento exhaustivo de la presencia de este motivo mítico en leyendas, cuentos y tradiciones folclóricas, se encuentra en Propp 1939. Un análisis agudo e interesantísimo de las dos caras de la figura del héroe mítico que pasa de la naturaleza salvaje a la cultura, se encuentra en Bettini - Borghini: 1979.

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