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El sello del "Caudillo". La imagen de Franco en la filatelia española

Luis Benito García Álvarez


Universidad de Oviedo

La propaganda es un aspecto esencial en los regímenes totalitarios, y en ella el sello jugará un destacado papel como transmisor de su potencia y de sus principales realizaciones. Siendo los códigos visuales un modo de expresión cultural y de comunicación tan importante como el lenguaje y aunque a menudo pase inadvertida, la imagen se convierte en un poderoso medio de legitimación política. El sello tiene una enorme capacidad de reproducción, y la repetición del estímulo constituye una de las condiciones esenciales del impacto del mensaje en la memoria del espectador.

El régimen franquista realizó, como es sabido, una intensa propaganda a través de los medios de comunicación, dentro de su estrategia de control y represión social. En esta perspectiva, la imagen del dictador será presentada de forma triunfalista, y asumiendo la representación de una personalidad idealizada. Sin embargo, la imagen de Franco en la filatelia irá cambiando al compás de los avatares del régimen, variando sensiblemente según la coyuntura interna o externa le fuera favorable o adversa y adaptando su contenido iconográfico a las cambiantes necesidades del régimen.






ArribaAbajoEl poder de la propaganda1

Podemos hablar de propaganda cuando se da la transmisión de un mensaje entre un organismo, ya sea el Estado, un partido político, etc., y un colectivo amplio de la población; siempre que este mensaje tenga por fin la implantación de una ideología que convenga a los intereses del emisor2. En el siglo XX, la propaganda será utilizada como un instrumento básico para dotar a los regímenes políticos -o a los sistemas económicos- de estabilidad, a través del intento de «domesticación» de los ciudadanos3.

Paralelamente al nacimiento y desarrollo de los nuevos medios de información, la propaganda irá asentándose firmemente en los procesos comunicativos; asentamiento que se confirmará plenamente en la Primera Guerra Mundial, cuando los gobiernos de los países participantes en la contienda utilicen estrategias informativas para manipular la opinión pública y hacerla coincidir con sus intereses4. Así, los ciudadanos occidentales salieron del conflicto convencidos de que sus opiniones y sentimientos habían sido «manufacturados», dándose cuenta de que las estrategias propagandísticas habían adquirido un notable protagonismo en el desenlace final del conflicto5.

Una de las características esenciales de esta nueva propaganda es su planificación científica, que se nutre de los trabajos que se están realizando en las cada vez más consolidadas ciencias sociales, para intentar sus propósitos de control social. Este control reside en una óptima planificación de la campaña, en la que, con la constante repetición del mensaje, se pretende grabar en la memoria del receptor un determinado número de objetivos. En todo caso, el correcto desciframiento del mensaje depende de la elección de las unidades significantes, de su representación y de su inteligibilidad6. Estas campañas, canalizadas a través de los medios de masas, serán claves en cuanto al objetivo de modificación de las conductas y en el «aletargamiento» de las aristas más problemáticas de la conducta social de la población, que, una vez conquistada desde el poder, deberá ser mantenida en esta situación7. De todas formas, los medios de masas no son los únicos canales para transmitir la propaganda, que se encuentra en casi todas las esferas de la vida pública, en la educación, en el protocolo de los actos públicos... o en los sellos.

Por otra parte, la eficacia de la propaganda no reside tanto en la exposición racional de los contenidos como en la capacidad de sugerir ideas y sentimientos a los que el receptor se adhiera, recurriendo en muchos casos a las técnicas publicitarias8 y siendo los mensajes casi siempre parciales y con un contenido seleccionado de acuerdo a su hipotética eficacia en relación a los objetivos propuestos9.

En los regímenes totalitarios la propaganda se convertirá en un elemento clave, el fanatismo, el partidismo y el ansia imperialista convertirán a la propaganda en la función pública por excelencia, ya que es un medio para obtener el poder y mantenerlo. Como señala Jesús Timoteo Álvarez: «La propaganda totalitaria significa control del pensamiento, a través de la orientación y censura de los medios de comunicación, sometidos a la línea del partido único, a través de la creación de un lenguaje ideológico propio capaz de conseguir una imagen atractiva y agresiva [...]»10. Cabe destacar que, en las dictaduras de entreguerras, la confianza en la ingeniería simbólica era tan evidente que abrió paso a una potenciación de estudios sobre la formación de la opinión y la comunicación afectiva11. Entre la propaganda de los regímenes totalitarios destaca por su perfección la llevada a cabo en la Alemania nazi; y particularmente, la figura de Goebbels12, que fue uno de los que primero advirtió la importancia que esta forma de persuasión podía adquirir en la vida política. En cualquier caso esta técnica de control social fue empleada también por los regímenes comunistas y, aunque de forma diferente, por las democracias occidentales.




ArribaAbajo La propaganda franquista

Al igual que en los demás regímenes totalitarios europeos de su tiempo, los medios de comunicación franquistas iniciaron, desde el comienzo de la guerra, una intensa campaña propagandística con vistas a hacer efectivo el control social13. Rápidamente la dictadura se apresuró a tener un control efectivo de la información14.

Como Estado totalitario, el franquista concebía la información como un servicio al régimen, controlando la esfera política e inmiscuyéndose en la vida privada de los ciudadanos. En cualquier caso, la propaganda franquista alcanzará una mayor efectividad cuando abandone el adoctrinamiento y opte por la mera alienación orientada al apoliticismo y la desmovilización15.

Por otra parte, a Franco, «padre de la patria», se le atribuía el estar en posesión de la verdad. Como señala Alberto Reig Tapia: «desde los primeros momentos de 1936 hasta el fin de sus días en 1975 en torno a la figura de Franco se montó una impresionante campaña propagandística que no eludió los más desmedidos ditirambos», fuera de toda realidad16. Se trataba de justificar por medios irracionales una sociedad que ya no era justificable racionalmente, a través de las tácticas afectivas e irracionales características de la propaganda y lenguaje fascista17.




ArribaLa imagen de Franco en la filatelia española

«El único testimonio directo de los hechos que poseíamos los nacidos por aquel entonces consistía en los cambios que se producían en las imágenes de los sellos de correos. El coleccionismo de sellos durante los años veinte, aunque no ofreciera una explicación clara de los acontecimientos, pasó a ser una buena propedéutica a la historia política de Europa a partir de 1914. Para un niño británico expatriado, la filatelia teatralizaba el contraste existente entre la continuidad sin cambios de la efigie de Jorge V en los sellos británicos y el caos de las sobreimpresiones, los nuevos nombres y las nuevas divisas en el resto del mundo»18.

Como se colige de estas palabras de Eric Hobsbawm, la filatelia coincide frecuentemente con la crónica mayor de la historia, ya que los cambios políticos se reflejan inmediatamente en los sellos. Además, el análisis de los sellos nos sirve para profundizar en el estudio de la propaganda y la influencia social de la imagen. Esto tiene que ver con unas nuevas necesidades históricas que requieren nuevos documentos, la imagen es la representación de una época y nos permite imaginar el pasado de modo más vivo19. La imagen con toda su complejidad nos remite al universo mental de la sociedad que la produce20.

Por otra parte, la capacidad de repetición del sello es realmente impresionante, a lo que se añade, además, el que sea una imagen que tiene una utilidad concreta más allá de su valor propagandístico. Lógicamente, aunque posee funciones específicas en el seno de la sociedad, puede ser estudiado en tanto que expresión y condensación de significados21. Por ello, debemos estudiar el sello como una parte más del arte totalitario. Hitler y los dirigentes del partido nazi se dieron cuenta del valor propagandístico que tenía el sello y, así, sirvió numerosas veces para subrayar la potencia nazi y sus realizaciones22.

Durante el franquismo, el servicio postal dependerá en España del Ministerio de la Gobernación, a través de la Dirección General de Correos y Telecomunicación. A lo largo de su dictadura, Franco aparecerá reflejado varias veces en la filatelia, modificando su imagen al compás de los avatares del régimen, ofreciendo los retratos un testimonio impagable a todos los que se interesan por la historia del cambio de esperanzas, valores o mentalidades23. El sello del Estado Español se corresponde a la perfección con la estética franquista, si bien la limitación de espacio no permitía las composiciones complejas inspiradas en el pseudoimperialismo alemán e italiano que se observan en la arquitectura y escultura del régimen. Como soporte de tipo pictórico, el sello de correos se prestaba más al retrato, en el que predominará el recurso al realismo estilizado de C. Sáez de Tejada24.

Como señala Peter Burke, «el retrato es un género pictórico que, como tantos otros, está compuesto con arreglo a un sistema de convenciones [...]. Las poses y los gestos de los modelos y los accesorios u objetos representados junto a ellos siguen un esquema y a menudo están cargados de un significado simbólico. En este sentido el retrato es una forma simbólica».

La imagen de Franco aparece por primera vez en un sello de correos en 1939, presenta al «Caudillo» más el escudo de España que utilizaba el régimen en un grabado de J. López Sánchez-Toda. Esta serie tuvo nuevas versiones en el mismo 1939 y en 195525. Franco ha acumulado en este momento un poder casi omnímodo y está llevando a cabo una represión total mientras intenta dar forma a sus aspiraciones autárquicas. Pese a la profunda fractura de la sociedad española entre vencedores y vencidos, el nuevo Jefe de Estado sólo es responsable «ante Dios y la Historia»26. Así, la efigie del generalísimo de perfil, con la mirada perdida en el horizonte, presenta al reconstructor solitario de una España devastada por las hordas rojas. Aquí nos encontramos un intento de concretizar lo abstracto en la representación pública de un individuo como encarnación de ideas y valores a través de una personalidad idealizada. Éste es el sello que guarda una mayor similitud con el que Hitler utilizó habitualmente, aunque el líder nazi aparecía de paisano y el dictador español uniformado.

En 1942 aparece un sello en el que la ideología del régimen se hace mucho más explícita a través de la representación del «Caudillo». Se trata de su efigie, tomada de abajo a arriba -para parecer más magnánimo- más los cuarteles del escudo nacional, que mira con severidad, amenazante y despectivo. Este grabado de C. Delhom volverá a emitirse en 1946 y en 1949 y se puede relacionar con el discurso de amenaza típicamente fascista.

En este mismo año se emite el sello más significativo, en lo que a contenido simbólico se refiere, de la dictadura. Es el que representa a Franco en tres cuartos con manto de armiño -a modo de manto de la coronación para dar una apariencia más digna- y el Castillo de la Mota al fondo. La imagen del dictador está tomada del retrato realizado por J. Francés i Mexía y debía ser una representación muy apreciada por el Generalísimo ya que había sido fotografiado de igual modo por A. Jalón27. Aquí puede seguirse claramente toda la retórica sobre la unidad nacional y las ansias imperialistas de los regímenes fascistas. En el régimen franquista el recurso a los Reyes Católicos será constante -basta ver la adopción del yugo y las flechas de éstos como símbolo-, pero la retórica no sólo se retrotraía al imperio de Isabel y Fernando, sino que, como señala Alberto Reig Tapia: «en sus pretensiones universales de conectar con la antigua tradición imperial, acudía al concepto romano de pater familias para realzar aún más la figura de Caudillo de la España nacional»28. El Castillo de la Mota había sido una de las residencias de estos monarcas y durante la dictadura fue la sede de la Escuela de Formación de la Sección Femenina, siendo nombrada Pilar Primo de Rivera condesa del Castillo de la Mota por el Jefe de Estado.

Desde 1942, la dictadura iniciará un proceso de acomodación a la nueva situación internacional, marcada por la cada vez más segura victoria de los aliados. En todo caso, el período que va de 1945 a 1948 será el de mayor aislamiento internacional del franquismo: la ONU condena el régimen y en 1946 se produce una retirada masiva de embajadores. En esta coyuntura el «prócer de la patria» iniciará un proceso de despojo de la emblematología fascista y se irá acercando al catolicismo, quedando relegados los falangistas y la propia organización del Movimiento, dándose la constitución del Estado en Reino. Se realiza un inmenso esfuerzo para que el régimen sea visto en sus facetas de catolicismo y anticomunismo. En 1945 se aprueba el Fuero de los Españoles, largo listado de derechos más nominales que factuales, queda derogado el «Saludo Nacional» brazo en alto y se aprueba la Ley de Referéndum Nacional. En esta coyuntura, aparece en 1948 el primer sello despojado de emblemas fascistas, representando el busto de Franco en semiperfil y con gesto visionario. Una imagen que se relaciona fácilmente con la iconografía de la piedad cristiana tomada de un cuadro de R. Zaragoza existente en la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre.

Como es sabido, la Guerra Fría fue la oportunidad esperada para insertar la dictadura española en la órbita de Occidente a través de la enconada lucha contra el comunismo. Esta política dio frutos cuando en 1950 las Naciones Unidas anulan las condenas que pesaban sobre el régimen y culmina con la firma del acuerdo militar hispano-norteamericano en 1953 y el Concordato con el Vaticano, produciéndose el regreso de los embajadores. Significativamente, en 1955 entrará en servicio vigente la serie con la efigie del Jefe de Estado que, por primera vez, figura de civil, aunque para hacer estos sellos, al parecer, se empleó una fotografía con el uniforme de la Aviación Militar sometida a los oportunos retoques29. Franco aparece de frente, lo que le resta magnificencia, y presenta, en la medida de lo posible, un gesto amable y paternal. Quedan claros, pues, los intentos de manipulación llevados a cabo por el régimen para ofrecer distintas imágenes en cada momento.

Esta situación se verá truncada con motivo de las huelgas de 1962, que supusieron el desafío más importante al régimen de Franco. El conflicto, unido al «Contubernio de Munich», frustró las aspiraciones europeístas y de legitimación internacional del dictador30. El año 1963 fue también tremendamente conflictivo, siendo la represión gubernamental especialmente violenta y dando lugar a la creación del TOP. Esto coincide con la reorganización del movimiento obrero que supondrá un constante rompedero de cabeza para las instituciones de la dictadura31. En esta situación de conflictividad aparece el uno de abril de 1964 la serie que conmemora los «XXV años de Paz Española», serie que consta de catorce sellos donde se manifiestan la potencia y los logros del régimen: telecomunicaciones, construcción, agricultura, transporte, investigación... Sin embargo, en el último sello aparece la imagen de Franco, nuevamente de uniforme, envejecido, con gesto adusto y mirada amenazante, recordando el mucho trabajo que había tenido que realizar en esos «veinticinco pacíficos años». Así, se puede deducir que la propaganda en la filatelia franquista se corresponde con lo que se ha denominado senso-propaganda o propaganda de tipo emocional, por la que se busca, más allá del discurso racional, impresionar a las masas, atemorizar a los enemigos y despertar la agresividad de los propios partidarios32.

La dictadura ha entrado en un proceso de descomposición que alcanza su momento crítico en el trienio 1973-1975, período en el que se amalgaman la crisis económica, derivada de la del petróleo, y la crisis política, agravada con la muerte de Carrero Blanco; la conflictividad laboral y el crecimiento de la oposición organizada y de la disidencia, así como las acciones terroristas y la presión internacional. Todo esto condujo a que el poder se acogiese a medidas tremendamente reaccionarias. Será en 1974-1975 cuando el «Caudillo» aparezca por última vez reflejado en un sello de correos, eligiéndose, curiosamente, la imagen joven, paternalista y desuniformada de 1955, posiblemente para dejar claro que todo quedaba «atado y bien atado».





 
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