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51

Tomo primero, págs. 136 a 138.

 

52

Radiografía de la pampa, «Los pueblos».

 

53

Tomo primero, introducción, Cap. II.

 

54

La época de Constantino el Grande, Sección Novena.

 

55

El banquete, 216, B, C.

 

56

230, A, B, C, D. Refiriéndose al Sofista (nota 44, en su traducción de las Obras Completas, París, 1950), Robin advierte con razón, que debe decirse «crítica» y no «refutación», para atenerse a la verdadera actitud socrática. Ya que refutar supone interrogar oponiéndose al interlocutor; en cambio, criticar, envuelve la idea de ayudar al otro en su examen interior.

 

57

Véase tomo I, págs. 86, 101, 130, 138 y, especialmente, pág. 153.

Naturalmente hablamos de ateísmo como de una tendencia general -piénsese, por ejemplo, en los marxistas-, sin olvidar al hacerlo que vivimos, es cierto, orientados aún en el mundo de valores judeo-cristiano. Pero, sobre todo, nos referimos a la distancia individual y colectiva respecto de vivencias religiosas primordiales, al tono sentimental de la religiosidad. Como ser, téngase presente, como marco de referencia, el sentido que posee la interiorización de lo religioso en Schleiermacher. Religiosidad que él experimentaba como íntima e irresistible necesidad de su naturaleza, condicionando su lugar en el universo, convirtiéndolo en lo que verdaderamente era, (Discours sur la religion, Discurso Primero, 5). En todo caso, siempre permanece como un problema vivo el del conocimiento de las verdaderas relaciones que enlazan lo postulado como espiritualmente valioso y el modo concreto de experiencia de la comunidad en que dichos ideales surgen.

 

58

Libro VIII, 561, C, D.

 

59

Ver tomo I, Capítulo IX, «Actitud hacia la sociedad».

 

60

Innumerables son, ciertamente, las modalidades de relación impersonal existentes en las sociedades, estados o partidos que no constituyen una desviación, sino que expresan un modo de vínculo acorde con el objeto que guía al anhelo de unificación. Pero, lo importante es que, de algún modo, se encuentre presente en la conciencia la idea del individuo como preocupación íntima. Es decir, lo que importa es cómo viven los individuos bajo el imperio de los diversos estados absolutos y, sobre todo, interesa saber cómo se relacionan en ellos los hombres entre sí. Aquí reside el signo diferencial. Véase tomo I, págs. 19 y 20.