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Recordaremos que Weininger desarrolló su caracterología de los sexos -lo que no siempre se advierte- en base a una diferenciación aplicada a las formas del vínculo afectivo-espiritual propias del hombre y la mujer, más significativas, en cierto modo, en el todo de sus ideas, que la distinción referente a las formas del pensamiento y la memoria femeninos. Sin emitir aquí un juicio tomaremos algunas de sus observaciones relativas a la experiencia de la individualidad. Según Weininger, para la mujer no constituye un problema el decidirse entre la soledad y la sociabilidad pues «una mujer no está nunca sola»; podrá estar sola, pero no solitaria; aun encontrándose sola vive en un estado de amalgama con los demás. Como la mujer no experimenta la singularidad de los individuos «jamás sufre a consecuencia de su proximidad». Incluso en la «compasión de sí misma», la mujer se «coloca en la misma línea que los otros, se hace objeto». No es extraño que negándole un profundo sentimiento de la individualidad, llegue Weininger a afirmar «que la mujer no puede amar» (Sexo y carácter, capítulo IX y XI)

Quede aquí dicho, por otra parte, que la idea de inmediatez que venimos desarrollando, en nada se asemeja al concepto de «connaturalidad del conocimiento» de Klages, así como tampoco al de «relación inmediata entre el alma y el mundo».

 

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Normas de vida, pág. 142, Madrid, 1935.

 

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Sociología del saber, «Las formas de la idea del mundo».

 

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Op cit., página 561.

 

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Fritz Künkel corrobora estas ideas al observar una verdadera evolución de la sintomatología histérica. «La «histeria clásica» -escribe- la enfermedad de los grandes accesos y de las escenas dramáticas, se ha vuelto bastante rara. Mas no por ella ha disminuido quizá el número de los caracteres histéricos. Sólo han cambiado algo los medios de los cuales se sirven los pacientes...» (Op. cit., página 118). Por tal motivo, el antropólogo Franz Boas, juzga errónea la comparación entre formas de psicosis y vida primitiva, dado que la historicidad de los procesos anímicos morbosos revela el artificio que supone describir tales estados como afines. Pero, oigamos al propio Boas: «La manifestación de las perturbaciones mentales depende necesariamente de la cultura en que vive la gente y debe ser de gran valor para el psiquiatra estudiar la expresión de formas de psicosis en diferentes culturas, pero el intento de parangonar formas de vida primitiva sana con las de perturbaciones en nuestra civilización no se basa en analogía tangible alguna. La jactancia y comportamiento megalomaníacos de los indios de la costa noroeste no los lleva a conducirse como un insano megalomaníaco, sino que su cultura probablemente da una forma particular a este tipo de insania.»

 

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Desde este punto, volvamos la mirada al pasado. Ya Federico Schiller -en quien tanto Jung como Jaensch ven, en aspectos esenciales, un genial antecesor de sus respectivas clasificaciones psicológicas-, combatió toda valoración de uno de los extremos de lo que denomina «un antagonismo psicológico muy curioso». El contraste dado entre el tipo realista y el idealista le parece tan antiguo como la cultura misma, por lo que piensa que sólo con la desaparición de ella podría resolverse la tensión diferencial entre dichas actitudes. Y luego, nos previene de que realista e idealista son «nombres a los cuales no ha de asociarse el sentido favorable o despectivo que suelen tener en metafísica». Más aún. En una nota al pie de página de su Poesía ingenua y poesía sentimental, Schiller insiste en que con esa clasificación no se propone dar motivo a que se elija entre lo uno y lo otro favoreciendo así lo uno con exclusión de lo otro.» Finalmente, concluye diciendo que «un alto grado de verdad humana es compatible con ambos...»

 

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La tipología reflexológica de Pavlov se encuentra muy lejos de poder establecer un nexo, por un lado entre los tipos de sistema nervioso a través de las cuales se presenta el antagonismo entre excitación e inhibición, y los procesos psicológicos por otro. No obstante, Pavlov pensaba que había superado la clasificación estática de Kretschmer y consideraba a ésta como «inadecuada» frente al plano dinámico por él elegido al atender al curso de los procesos nerviosos para realizar las investigaciones tipológicas. De hecho permanece ignorado el tránsito desde la inespecificidad del estímulo necesario a la excitación -lo que constituye uno de los aspectos más significativos de la teoría fisiológica de la interacción desarrollada por este fisiólogo ruso-, basta el aspecto psicológico del comportamiento. En este sentido, Paul Schilder está en lo cierto al decir que aun cuando el estudio de los reflejos condicionados «puede dilucidar las relaciones cerebrales de la situación neurótica... debemos recurrir a nuestros conocimientos psicológicos para comprender dichos reflejos.» Por lo que respecta a la crítica hecha por Pavlov a Kretschmer. véase la obra de Y. P. Frolov La actividad cerebral, pp. 187-196, Buenos Aires, 1942, y acerca de los tipos fundamentales de temperamentos descritos en los perros por Pavlov, consúltese Los reflejos condicionados, págs. 295, 297 y ss., Madrid 1929. Resulta interesante comprobar que en ese lugar Pavlov distingue, aunque declarándolos provisorios, dos temperamentos extremos: un tipo de perro en el que domina el proceso de excitación, y el opuesto en el que domina el de inhibición. Así, pues, en su tipología reflexológica, también recurre a la determinación de estructuras fisiológicas polares.

 

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Pablo Natorp, se ha referido a esta «discordancia de la teoría platónica y a los «hombres mutilados, que produciría no estado constituido por clases decantadas de tal manera. A ello cabe observar que la supuesta discordancia, se desvanece, tan pronto como se atiende a la idea del hombre, encubierta por la imagen de su estado, carente de unidad interior auténticamente fundada, como el mismo Natorp piensa. León Robin, también trata de este aspecto de la filosofía de Platón en su obra La moral antigua, Cap. II.

 

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«Platón nos pidió que le acompañásemos a descubrir el estado, y hemos descubierto en vez de ello el hombre», escribe Jaeger (Paideia, t. II, pág. 432, México, 1944). Acerca de la relación entre tipos de constitución política y carácter véase en el mismo volumen págs. 390 y ss. Jaeger piensa que lo que le interesa fundamentalmente a Platón en el estudio comparativo de las constituciones es el captar las diferencias «típicas de estructura del hombre individual en cada una de las distintas formas de estado» (página 400). Alois Dempf dice que Platón «ha percibido con plena claridad el fundamento en que se basa la unidad de la cultura, y ha penetrado también su ley antropológica». Pero, aunque Platón advirtió que la «diferenciabilidad antropológica y caracterológica del hombre es el origen de la formación típica de estamentos». Dempf piensa que «una nueva antropología debiera elaborar una doctrina menos griega de las facultades fundamentales específicas humanas», Op. cit., pág. 189.

 

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A pesar de que Huizinga afirma que la historia es morfología y no psicología, considera posible el acercamiento entre ambas ciencias. Descubre, en las doctrinas de Kretschmer, tal posibilidad de enlace metodológico. Sin embargo, el modo como Kretschmer aplica sus tipos psicológicos a las grandes individualidades históricas, lo llena de dudas acerca de su utilidad para el conocimiento del pasado. Consúltese su estudio Problemas de Historia de la Cultura, IV, 2.