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El sepulcro del Doctor Eximio

Antonio Sánchez Moguel





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El sábado 29 de Julio último salí de Cintra para Mafra y Torres Vedras, en compañía del Conde de Casal Ribeiro y del Doctor Tomás de Carvalho, Presidente de la Real Academia de Ciencias de Lisboa, con objeto de visitar el Escorial portugués y los monumentos históricos y artísticos de la ciudad que da nombre á uno de los hechos más gloriosos de la guerra de la Independencia, Guerra da Peninsula, que dicen los portugueses.

No hay que decir que ninguno de nosotros pensaba entonces, ni podía sospechar siquiera, que á este viaje había de deberse, como se ha debido en efecto, el hallazgo del sepulcro del Doctor Eximio, que ni yace en Torres Vedras, ni tuvo jamás, que sepamos, la menor relación con ella.

Débese al Conde de Casal Ribeiro el primer paso en investigación tan afortunada y curiosa como va á ver la Academia. Fué él quien me aconsejó que visitase en Barros, á poca distancia de Torres, la casa en que residen algunos Padres de la Compañía de Jesús, encareciéndome sobremanera la ciencia y las virtudes de aquellos religiosos y los muchos beneficios que prestan á toda   —466→   la comarca. El grave estado de la salud de la Condesa privó á nuestro ilustre amigo de acompañarme, como quisiera. En cambio se ofreció á ir conmigo el Doctor Carvalho, sin cuya compañía no habría sido posible, como veremos, el descubrimiento que historiamos. Lo primero que hice al llegar á Barros fué preguntar si entre aquellos religiosos había alguno español.-Yo lo soy, y á mucha honra,-contestó, adelantándose á nosotros, un joven sacerdote, que nos dijo llamarse José Llobera y Colls, y ser natural de Fortiá, cerca de Figueras, en la provincia de Gerona.

Como era consiguiente, hablamos en seguida de España, de la Compañía de Jesús, y sobre todo de los jesuitas españoles que más altos servicios prestaron á Portugal, San Francisco Javier, y Suárez en primer término. Y hénos aquí ya en camino de la averiguación que referimos.

Dije á mi compatriota que Suárez era precisamente el español cuyas memorias portuguesas andaba investigando con mayor empeño y entusiasmo. Díle noticia del estudio que acababa de hacer por mi encargo el catedrático de Teología de la Universidad de Coimbra, D.r Antonio García Ribeiro de Vasconcellos, intitulado Suarez en Coimbra, en el que examina, á la luz de documentos, inéditos en su mayor parte, existentes en el archivo de la Universidad, el período que ilustró con sus enseñanzas nuestro egregio compatriota.

Hablamos después de su enterramiento. Que Suárez falleció en Lisboa el 25 de Septiembre de 1617, y que fué sepultado en la iglesia de San Roque, templo de la Casa Profesa de la Compañía, hechos son certificados por todos los biógrafos del gran teólogo y filósofo, desde Alegambe y Nieremberg hasta los autores de la Bibliothèque des écrivains de la Compagnie de Jésus. Faltaba saber el lugar preciso de su enterramiento, y averiguar si yacían hoy ó no en él los restos del glorioso maestro. Alegambe, en su Bibliotheca | scriptorum | societatis Iesu | ... (Amberes, 1643), dice sólo que fué el cadáver «conditus in capsa honoraria cum plumbea lamina quae nomen, aetatem obitusque diem notabat.» Nieremberg, en su Firmamento | religioso | de luzidos | astros | en | algunos claros varones | de la Compañía de Jesús | ... (Madrid, 1644), traduce estas palabras del modo siguiente: «Fue sepultado,   —467→   cõ la honra y llãto q merecia, con una lámina de plomo, escrita con su nõbre, y dia de su muerte.»

-Más, mucho más que en ningún biógrafo de Suárez- nos dijo el P. Llobera, se halle, en la Chronica da Companhia de Jesus da Provincia de Portugal, del P. Balthazar Telles, que voy á tener el gusto de presentar á ustedes. Y en efecto, á poco rato volvió con el tomo II de dicha Chronica (Lisboa, 1647), en el cual, páginas 122 á 123, tratando de las capillas de la iglesia de San Roque, se lee lo siguiente: «A Capellinha, ou nicho, que a este responde, no lado da Epistola da Capella das Sanctas Virgens, maudou ornar, e concertar Dom. João de Castro, senhor de Rezende (que foy casado com Dona Philippa de Castro) pera neste lugar sepultar son filho Dom Antonio de Castro, Sacerdote, e homem de grande virtude e exemplo; o qual, pela grande devaçam que sempre teve á Companhia, e desejos de entrar nella, que não puderam ter effeito, pelo atalhar a morte, ordenou em seu testamento, que se preparasse esta Capella, pera seu enterro.

»E em signal do grande amor, e notavel reverencia que sempre teve ao muy insigne Doutor o Padre Francisco Soares (honra da Companhia, mestre commum da Christandade, e que o tinha sido seu muy particular) pedio, que se tresladassem os ossos do dito Padre seu mestre, para este seu jazigo, mandando que o sepultassem aos pés de tão excellente Doutor, e assim se executou: como se até depois de morto gostasse de assistir na presença de tal mestre, pera ainda no sepulchro (do modo que pudesse) lhe tomar sua grosa, e lhe ouvir sua doutrina...

»A invocaçam d' esta Capella é de Nossa Senhora do Desterro, em rezam do payuel, que nella mandou collocar o mesmo Dom Antonio de Castro, que representa a peregrinaçam da Senhora, e o quadro é de pincel peregrino.»

Al llegar aquí, el Dr. Carvalho se apresuró á decirnos: «Como Director que soy de la Casa de Misericordia establecida en el antiguo Convento de San Roque, ofrezco á ustedes desde ahora que lo primero que haga al regresar á Lisboa, será comprobar cumplidamente todo cuanto refiere el P. Téllez.»

Del modo que tuvo el ilustre erudito portugués de cumplir su palabra responde la carta que me escribió el 6 de Septiembre, de   —468→   a cual entresaco los párrafos siguientes: «Depois da nossa agradabilissima excursão, apenas cheguei a Lisboa, procurei ver se era exacta a descripção do chronista Balthazar Tellez com respeito ao tumulo do celeberrimo Doutor Francisco Soarez.»

Cuenta luego que no dieron resultado las primeras investigaciones, y añade: «Eu, porém, fiado nas palavras de Balthazar Tellez, insisti persistentemente, e ordenei que se fizessem novas pesquizas no logar designado pela Chronica, na capella das santas virgens, do lado da epistola.

»Pois lá estava, e está, bem como o tumulo de Antonio de Castro, discipulo do grande Doutor Soarez.

»Em separado envio ao meu amigo, a inscripção tumular, assim de um como do outro.

»A ração pela qual não foram immediatamente encontrados os dois mausoleus, foi por estar obstruida a capella com os simples para sustentação do orgão tam irreverentemente e selvaticamente collocado n' aquelle sitio do cruzeiro da egreja.»

De este modo la capilla quedó inutilizada, por estar debajo del órgano y ocupando el espacio de ella la caja de los fuelles.

«Para remediar o notavel desconcerto -añade el Sr. Carvalho- mandei que fosse d' alli retirado o orgão e transferido para o coro que terá de ser reformado e acrescentado; restituendo-se a egreja á sua primitiva traça. Custará isto algumas centenas de mil reis; mas creio que se faz boa obra, restaurando o monumento, conforme fóra delineado e edificado.»

Hé aquí ahora las inscripciones tumulares.

Lado del Evangelio:

«P. Dri Francisco Soarez, è Societate Iesu, in Conimb. academia primario, emerito viro virtutibus acque maximis et scientiis insigni, trium et viginti voluminum editione Philosophiae ac Theologiae illustratis: die XXV septemb. an MDCXI ad veram vitam progresso, magno suo magistro et patri amantissimo D. Antonius à Castro in amoris et observantiae monumentum dedicavit.»

Lado de la Epístola:

«Aquí jaz D. Antonio de Castro, de D. João de Castro, senhor de Rezende, Reriz, Sul, Penella e outros logares, e de Philippa de Castro, sua primeira mulher, que tendo outras   —469→   sepulturas de seus avós, pediu á Companhia de Iesuz esta capella e a mandou fazer para só se enterrar nella, e pór os ossos do P. Dor Francisco Soarez, seu Mestre. Falleceu a 8 de Setembro de 1632.»

Termina su carta el Dr. Carvalho en estas palabras: «Á não ser a curiosidade historica do meu caro professor Moguel, continuariam as coisas no mesmo estado.»

Después de agradecer las cariñosas palabras con que el sabio Presidente de la Academia de Ciencias nos honra y favorece, digamos nosotros que, sin la visita á Barros y sin el valiosísimo concurso del P. Llobera y del Dr. Carvalho, no habría sido dable encontrar, tal vez en mucho tiempo, el sepulcro donde yacen las venerandas reliquias del Doctor Eximio.





Madrid, 10 de Noviembre de 1893.



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