Empezando con el
tópico de la noche con que abre el poema de Sor Juana,
examinemos unas endechas reales de Francisco de Trillo y Figueroa
tituladas Pintura de la noche
desde un crepúsculo a otro. Consta este poema de 327
heptasílabos y endecasílabos con rima asonante (abcB,
dbeB) en i-a a
través de todo el poema. Anotemos que son precisamente
Francisco de Trillo y Figueroa y Sor Juana quienes cultivaron este
metro, según nos dice Tomás Navarro Tomás en
su Métrica
española46.
Aunque, como sabemos, Sor Juana no utilizó ese metro en el
Sueño, lo hizo en
otras composiciones, como por ejemplo las que comienzan «Divina Lysi mía» (nueve endechas con
rima e-o) y «Qué bien, divina Lysi» (ocho estrofas
de rima asonante en a-e)47.
Y la silva, lo mismo que la endecha real, es una mezcla de
heptasílabos y endecasílabos.
La obra total de
Francisco de Trillo y Figueroa ha sido publicada por Antonio
Gallego Morell en 1951, quien editó luego (1958) una
biografía conjunta de su hermano Juan de Trillo y Figueroa e
inició el estudio de su obra. Trillo y Figueroa tiene
más de un contacto con Sor Juana: era un poeta de grandes
inquietudes eruditas al mismo tiempo que escribía
poesía de tipo cortesano y local, el sello gongorino es
evidente a través de su obra. Antonio Gallego Morell nos
dice en su obra citada48:
«simboliza el afán erudito del
seiscientos junto a la pirueta poética de más acusado
signo gongorino [...] a la vez que como poeta local está
atento a los enlaces matrimoniales de sus amigos y
protectores». Como Sor Juana, también Trillo
escribió una obra por «gusto»49;
es la Neapolisea, donde
relata en innumerables octavas, que se suceden a través de
ocho «libros», la historia del Gran Capitán,
Gonzalo Fernández de Córdoba. Veamos lo que él
nos dice: «Lector, que seas propicio, o no,
poco me importa; que seas muy erudito solamente —56→
me conviene [...] Para escribir este asunto, ni me forzaron
amigos, ni hice voto, ni algún señor me
ofreció protección grande, ni presumí que por
adelantarse a mi pluma, habría quien después se
atreviese a los elogios del gran Héroe que decanto. Mi gusto
fue solamente quien encaminó los pasos al desvelo,
atendiendo ante todas cosas que por muy bien que escribiese, me
habías de censurar: cosa que jamás temí,
porque tu oficio es ése»50.
El poema de Trillo
que vamos a estudiar se publicó de modo incompleto en la
Biblioteca de Autores Españoles, tomo 42: Poetas líricos de los siglos XVI y
XVII, tomo II, pp. 91-93, editado por Adolfo de Castro.
Aparecen ahí sólo las primeras 76 estrofas del total
de 83 que publica Gallego Morell en su edición citada.
Adolfo de Castro utilizó un texto incompleto, según
nos dice en su nota de la página 93: «El ejemplar que se ha tenido presente es de una
rareza singular. No me ha sido posible hallar otro para restaurar
la falta de la hoja en que se concluye esta poesía y empieza
otra». Aparte de la modernización de la
ortografía, y algunos cambios surgidos del uso de comas y de
enmiendas, la mayor diferencia entre los dos textos se encuentra en
la estrofa 43 del texto publicado por Gallego Morell, quien da la
segunda persona del verbo «indicar» (p. 230):
Y tú, del quinto Cielo
Estrella no,
enemiga,
que entre
sangrientos humos,
Sangre, y furor
aun con el humo indicas.
Verbo que aparece
en tercera persona en el texto de la BAE publicado por Adolfo de Castro
(p.
92).
La primera vez que
se reimprimió la obra de Trillo de modo incompleto fue en la
edición de Adolfo de Castro. Nos dice él en la
página LVII, hablando de las poesías de Trillo:
«Reimprímense ahora por primera vez.
No sé por qué causa nuestros colectores han estimado
en tan poco unas poesías en que tanto resplandece el ingenio
español, y en que la lengua castellana se halla manejada con
tanta destreza y donaire». Le dedica este crítico
algunas páginas al estudio y resumen de su obra y a su
biografía, al igual que lo hace con los demás poetas
que aparecen en el mismo tomo. Apunta la «gran
erudición y no inferior criterio» de Trillo y
Figueroa, y da citas de sus obras para muestra «de la rectitud de sus juicios y de la profundidad
de su doctrina». Más adelante, siguiendo la pauta
establecida en la época de repudio al Góngora
«oscuro», se ocupa de hacernos notar esta influencia en
su carácter negativo, realzándola cuando imita al
Góngora «ángel de la luz».
Ahora bien, Trillo
y Figueroa, con tanta erudición y con un juicio tan claro,
se olvidó enteramente del buen gusto que parecía
tener y nos dio una pobre muestra de su numen poético en la
Neapolisea, en sus
Panegíricos y en sus
—57→Epitalamios. He
dicho de su numen poético, y he dicho mal. Trillo y
Figueroa, cuando escribió esos poemas, para nada se
entregó a su imaginación. El poeta no era quien
hacía los versos, sino el erudito, y erudito que tomaba a
Góngora por modelo. Felizmente Trillo y Figueroa, imitador
de Góngora en lo malo, quiso serlo también en lo
bueno. En el tomo de sus poesías varias hay letrillas
escritas con toda la soltura y gracia de la lengua castellana, con
toda la sal ática y la fina malicia que realza las obras de
los primeros poetas satíricos51.
Lo mismo hace
Menéndez y Pelayo cuando arremete contra la Neapolisea.
Que Sor Juana
conoció la obra de Trillo nos parece indudable, como
verá el lector en seguida por la influencia evidente del
poema que vamos a tratar en cuanto a la organización y
utilización de tópicos. Véase también
la explicación que hace Sor Juana del Neptuno Alegórico, tan cargada
de erudición que no podemos menos que compararla a las
«Notas» de Trillo y Figueroa, es decir, a sus
explicaciones del «Epitalamio al Himeneo de don Juan Ruiz de
Vergara y Dávila», del «Panegírico del
Señor Marqués de Montalván» y de la
Neapolisea. Es
significativo el hecho que nos comunica Adolfo de Castro: «Muchas de las poesías de Trillo se hallan
en algunos códices como de Góngora, tanto de las ya
impresas como de las no publicadas»52.
Efectivamente, Trillo y Figueroa se vanagloriaba de la
imitación de Góngora, a quien consideraba el
más grande de los poetas y a quien alababa cada vez que se
le presentaba la ocasión53.
Copiemos lo que nos dice en sus «Notas» de la
Neapolisea en defensa de
Góngora: «Acaben ya de entender que
no es para sus plumas cosa heroica: escriban sus equívocos,
sátiras, comedias y puerilidades, y dejen al grande don Luis
de Góngora, y a quien (si puede ser que le haya) algo
imitare su estilo, jamás de otro alcanzado».
Teniendo en cuenta
todo lo dicho, además del interés erudito que
caracterizaba a los dos, Sor Juana y Trillo, nos preguntamos si la
poetisa no sería consciente de esta influencia de Trillo
cuando dice: «pero no juzgo que se
habrá visto una copla mía indecente»
54 al
acordarse de las que sí tiene Trillo, a tal punto que ha
dicho de él Pfandl que son
las más desvergonzadas «que haya
producido nunca la lírica española».
Volviendo al poema
«heroico» de Trillo titulado Pintura de la noche desde un crepúsculo
al otro, las endechas reales que vamos a comparar con el
Sueño, vemos que
sigue éste básicamente el esquema que hallamos en los
poemas «Al Sueño» de Herrera y Quevedo, del
amante en medio de la —58→
noche que no puede dormir por inquietudes de amor y ve al
fin llegar la aurora sin haber conseguido el sueño. Mas el
poema de Trillo es mucho más complicado y presenta una
imitación más cercana de los clásicos. En
efecto, tiene este poema de Trillo una visión del cosmos con
sus esferas, enumerando cada uno de los planetas como hace
Cicerón en el Somnium Scipionis, y apunta su movimiento y la
música celestial que producen. No hay visión de lo
alto aquí, sin embargo. De Séneca, según el
resumen que dimos de la parte coral de invocación al
Sueño en el Hercules furens, tiene solamente el tópico del
sueño como reposo de fatigas e inquietudes humanas. De la
silva de Estacio antes estudiada, imita la quietud y silencio
universal de la noche en el mar, cielo y tierra, y la del amante
entre dormido y despierto que nos presentó en el
«Somnus».
El poema de
Trillo, después de una invocación a Euterpe, se abre
con la pintura de la noche: rayos declinantes, mar purpúreo
que empieza a dormirse, sombras, silencio en la selva, en los nidos
y en las aguas. Al tópico de la noche, la luna, se unen el
de los astros, Morfeo, la laguna Estigia, el Erebo, el Silencio,
Lucina, el sueño de todos, el grito del gallo como
despertador, la Aurora y el renacimiento del día, para
volver, al final, más claramente de lo que lo había
apuntado al principio, a la pena del amante desdeñado:
Cessa el silencio en todos,
mas no la pena
mía
que a lento paso
quiere
terminar el
camino de mi vida.
Yo solo desvelado,
yo solo en
compañía
de mis zelosas
ansias
la noche, vien
mis ojos como el día.
La primera parte
del poema de Trillo, después de la invocación a
Euterpe ya apuntada, respondería a la parte que
Méndez Plancarte llama «La invasión de la
noche» en el poema de la monja. Recordemos la división
que hace este crítico del Sueño en la
prosificación55
y las partes en que lo divide: I: «La invasión de la
noche»; II: «El sueño del cosmos»; III:
«El dormir humano»; IV: «El sueño de la
intuición universal»; V: «Intermezzo de las
pirámides»; VI: «La derrota de la
intuición universal»; VII: «El sueño de
la omniscencia metódica»; VIII: «Las escalas del
Ser»; IX: «La sobriedad intelectual»; X:
«La sed desenfrenada del saber»; XI: «El
despertar humano»; XII: «El triunfo del
día». De estas doce divisiones, encontraremos
correspondencias de la mitad de ellas en el poema de Trillo,
según iremos señalando. Copiaremos los pasajes de
Trillo de mayor parecido confrontándolos con los versos
correspondientes de Sor Juana. La semejanza entre los dos poemas,
teniendo en cuenta las diferencias impuestas por los metros
distintos, se encuentra principalmente en la primera parte (la
caída de la noche y tópicos relacionados con ella) y
en la última (la —59→
llegada de la Aurora y tópicos adyacentes). Hay toda
una parte central del Sueño que no se relaciona con el
poema de Trillo, o apenas.
Los primeros
cuatro versos del poema de Sor Juana encuentran sus versos
correspondientes ya avanzada la composición de Trillo. En
los dos casos se trata de las sombras nocturnas que lo cubren todo
en movimiento ascendente:
(Trillo,
op. cit.,
p.229).
Mas luego enbuelta en sombras
[...]
Con funesto semblante
de vno en otro
subía
leuantado
Orizonte,
de estrellas ni
desnuda, ni bestida.
(Sor Juana,
Sueño, vv. 1-4, p. 335).
Piramidal, funesta, de la
tierra
nacida sombra, al cielo
encaminaba
de vanos obeliscos punta
altiva,
escalar pretendiendo las
estrellas;
En seguida aparece
la imagen de la «trivia Diosa» en medio de la noche que
se hace cada vez más densa, seguida del tópico de las
aves nocturnas:
(Trillo,
op. cit.
229).
Mal lunado el coturno,
hipocrita la
vista
[...]
aprisionando
enigmas,
ya se desmiente
Ceres,
ya Cintia, ya
Diana, y Proserpina.
Con leue mouimiento
Celajes
esparcia,
que de las negras
alas
el
soñoliento peso multiplican.
[...]
Mas luego enbuelta en sombras
se advierte
conduzida
entre el mundo
silencio
de las q[ue] ya
la noche aves seguía[n].
Apenas salió, quando
de todas fue
assistida
entre gemidos
mudos,
sordos acentos,
palida alegria.
(Sor Juana,
Sueño, vv. 11-24, p. 335).
que su atezado ceño
al superior convexo aun no
llegaba
del orbe de la diosa
que tres veces hermosa
con tres hermosos rostros ser
ostenta,
quedando sólo
dueño
del aire que empañaba
con el aliento denso que
exhalaba;
y en la quietud contenta
de imperio silencioso,
sumisas sólo voces
consentía
de las nocturnas aves,
tan obscuras, tan graves,
que aun el silencio no se
interrumpía.
En el caso de Sor
Juana, después de haber citado a las «nocturnas
aves» en general, las va llamando por sus nombres y
características especiales, mientras que Trillo, aunque da
las mismas notas de lobreguez, canto mudo y tardo vuelo de sus
«gemidoras aves broncas», no se detiene en su
enumeración:
(Trillo,
op. cit,
p.
231).
De gemidoras aues
broncas siempre y
prolijas,
que tardamente
buelan
—60→
por todos sus
espacios esparcidas.
Tristemente habitada,
y de vn horror
que indigna
aun los negros
escollos,
cuyas frentes
tambien esta[n] dormidas.
Y tanto, que parece
que ya se
precipitan
hasta el profundo
Erebo,
desarraygadas
todas de si mismas.
(Sor Juana,
Sueño, vv. 25-64, passim).
Con tardo vuelo y canto [...]
[...] Nictimene
[...]
y aquéllas
[...]
[...]
atrevidas
hermanas,
[...]
éstas, con
el parlero
ministro de
Plutón un tiempo,
solos la no
canora
componían
capilla pavorosa,
máximas,
negras, longas entonando,
y pausas
más que voces, [...]
[...] que el
viento
con
flemático echaba movimiento,
de tan tardo
compás, tan detenido,
que en medio se
quedó tal vez dormido.
Poco
después encontramos la figura del Silencio, en ambos casos
con los labios sellados:
(Trillo,
op. cit.,
p.
232).
Con blanco oydo, si con voz
tranquila
anciano, a quien
el paso
ligero,
desmentia,
y los sellados
labios
la jubentud, en
tantos aduertida.
(Sor Juana,
Sueño, vv. 73-79).
-el silencio intimando a los
vivientes,
uno y otro sellando labio
obscuro
con indicante dedo,
Harpócrates, la noche,
silencioso;
a cuyo, aunque no duro,
si bien imperioso
precepto, todos fueron
obedientes-.
Terminada la parte
dedicada específicamente a la caída de la noche,
comienza en el Sueño, «El sueño
del cosmos», segunda parte del poema según las
divisiones ya advertidas de Méndez Plancarte, y que se
encuentra también en Trillo, si bien en él se
presenta con anterioridad a la «invasión de la
noche». Aquí aparece el tópico, encontrado en
Estacio, del viento calmado que trae la quietud al mar, aire y
tierra:
(Trillo,
op. cit.,
pp. 228,
232, 228).
No en la profunda selva,
de la robusta
encina
el silencio
interrompen
las ramas de los
vientos sacudidas
[...]
Calma el viento, y la hoja
que timida
auecilla
mouia
leuemente,
aun no perdona,
en partes diuidida.
Enlaza entre las sombras
de las fieras la
ira,
de las aues el
buelo,
y de los peces la
inquietud festiua.
[...]
—61→
A quien responde apenas
concauidad
vezina
bruta deydad la
habite,
guarda del
bosque, o bien sagrada Ninfa.
Al ancho mar deciende,
y su inquietud
altiua
amarrada en la
arena,
ya no es de
golpes duros rebatida.
(Sor Juana,
Sueño, vv. 80-107, passim).
En los del monte senos
escondidos,
cóncavos
de peñascos mal formados
-de su aspereza
menos defendidos
que de su
obscuridad asegurados-,
cuya
mansión sombría
ser puede noche
en la mitad del día,
[...]
El viento sosegado, [...]
[...]
los átomos no mueve,
con el susurro hacer temiendo
leve,
aunque poco, sacrílego
rüido,
violador del silencio
sosegado,
[...]
y los dormidos, siempre mudos,
peces,
[...]
-depuesta la fiereza
de unos, y de otros el temor
depuesto-
yacía el vulgo bruto,
[...]
El mar, no ya alterado,
ni aun la instable
mecía
cerúlea cuna donde el sol
dormía
Aparecen las aves
vigilantes y con connotaciones reales en los dos casos: el
águila «ave reina», en Sor Juana; el gallo
«capitolino», en Trillo:
(Trillo,
op. cit.,
p.
233).
Quando el aue de Marte
sin temer la
ruyna
de altiuo Capitolio,
de soberuia
Romana Monarquia.
Con la crestada trompa,
veloz el viento
heria,
qual el cabado
bronce,
del Velga, en la
campaña Tiberina.
Remora, nò, al
silencio,
fue voz tan
repentina,
pluma, si
vigilante,
que a las enjutas
vrsas le auezina.
(Sor Juana,
Sueño, vv. 129-140).
De Júpiter el ave
generosa
-como al fin
reina-, por no darse entera
al descanso, que
vicio considera
si de preciso
pasa, cuidadosa
de no incurrir de
omisa en el exceso,
a un solo pie
librada fía el peso,
y en otro guarda
el cálculo pequeño
-despertador
reloj del leve sueño-,
porque, si
necesario fue admitido,
no pueda
dilatarse continuado,
antes
interrumpido
del regio sea
pastoral cuidado.
Pasamos a la
tercera división del Sueño, según se halla en
la prosificación citada de Méndez Plancarte:
«El dormir humano». Todos los hombres son vencidos por
el sueño que les ha traído la armonía de la
noche, todos reposan de sus fatigas diarias; el sueño ha
llegado hasta al ladrón y al amante, quienes
tradicionalmente eran presentados despiertos:
(Trillo,
op. cit.,
pp. 232,
234, 233).
En quanto al ozio amigo
de la sonante
esquila
del afan siempre
ingrato,
la cuydadosa
oreja se desvia.
Con el, pues, se detiene
en tanto que
registra
media esfera el
Silencio,
[...]
Cessa el silencio en todos,
[...]
duerme el zeloso amante,
y la voraz
imbidia,
Y en ocio mudo,
duermen
de todos los comercios las
fatigas.
(Sor Juana,
Sueño, vv. 147-172).
El sueño todo, en fin, lo
poseía;
todo, en fin, el
silencio lo ocupaba:
aun el
ladrón dormía;
aun el amante no
se desvelaba.
El conticinio casi ya pasando
iba, y la sombra
dimidiaba, cuando
de las diurnas
tareas fatigados
-y no sólo
oprimidos
del afán
ponderoso
del corporal
trabajo
[...]
ya al ocio, ya al
trabajo destinados,
[...]
—62→
así, pues,
de profundo
sueño
dulce los miembros ocupados,
quedaron los
sentidos
del que ejercicio
tienen ordinario
-trabajo, en fin
pero trabajo amado,
si hay amable
trabajo-.
Ahora aparece
Morfeo, el sueño, como robador de vidas, tópico que
no podía faltar en poemas que tratan de la noche
según vimos antes al tratar el tema del sueño:
(Trillo,
op. cit.,
p.
231).
Del Sol siempre ignorada,
la estancia es en
que habita
Morfeo, en cuya
diestra
las llaues se
aprisiona[n] de la vida.
(Sor Juana,
Sueño, vv. 188-191).
y con siempre igual vara
(como, en efecto, imagen
poderosa
de la muerte) Morfeo
el sayal mide igual con el
brocado.
Seguidamente viene
la parte que Méndez Plancarte llama «El sueño
de la intuición universal». Primeramente encontramos
la imagen de los astros vagando o girando en el espacio y en
seguida el tópico de la altura representado por
montañas tan elevadas que ni las nubes las alcanzan:
(Trillo,
op. cit.,
pp. 229,
228).
Ya del Sistro dorado
la funesta
armonia
melancolicas
luces
vozea en sombras
muchas ya encendidas,
Vnas que el viento errando
en breue espacio
giran
su muerte, antes
pabesas
que al ayre
exalaciones esparcidas.
[...]
No assi violencia entonces
de nube mal
rompida,
el ayre
diuidiendo
taladra la
montaña más altiua.
Como deciende la agua
de su peso
impelida,
mariposa
abrasada,
en las estrellas
q[ue] apagar queria.
Pende assi a los escollos,
y en ellos
substenida,
a lento passo
bebe
los rayos de las
luces cristalinas.
(Sor Juana,
Sueño, vv. 302-305; 317-326).
la cuantidad inmensa de la
esfera,
ya el curso considera
regular, con que giran
desiguales
los cuerpos celestiales
[...]
pues las nubes -que opaca son
corona
de la más elevada
corpulencia,
del volcán más
soberbio que en la tierra
gigante erguido intima al cielo
guerra-,
apenas densa zona
de su altiva eminencia,
o a su vasta cintura
cíngulo tosco son, que -mal
ceñido-
o el viento lo desata
sacudido,
o vecino el calor del sol lo
apura.
De la
división número cuatro, que acabamos de ver, pasamos
a la novena. Son cuatro partes en que Sor Juana se ocupa de
aspectos fisiológicos, filosóficos, que Trillo no
toca. La parte IX se llama «La sobriedad intelectual».
Hay en la composición de Trillo y Figueroa la cita de
Aretusa, como la tiene el Sueño de Sor Juana, pero sin la
implicación de carácter intelectual
—63→
que ella le da. Es decir, en Sor Juana, Aretusa es
sinónimo de fuente y se relaciona con el hecho de que el
hombre no puede comprender ni el porqué del curso natural de
una fuente; es cita clásica utilizada para sus reflexiones.
En Trillo es solamente cita clásica, mitológica:
(Trillo,
op. cit.,
p.
227).
Y del Aberno escuro
la corriente
enemiga,
del siempre negro
Amsanto
las siempre duras
sombras conducia.
(Sor Juana,
Sueño, vv. 712-718).
quien de la fuente no
alcanzó risueña
el ignorado modo
con que el curso dirige
cristalino
deteniendo en ambages su
camino
-los horrorosos senos
de Plutón, las cavernas
pavorosas
del abismo tremendo
Llegamos a la
última división, «El triunfo del
día», con la nueva salida del sol, el despertar de la
Aurora, «la esposa de Titón» en los dos poemas,
la huida de las sombras nocturnas y el renovarse de la vida diaria
con los cantos de los pájaros, y el colorido que llega a
toda la naturaleza:
Podrían,
todavía, aducirse algunos versos sueltos, pero con esta
comparación masiva de versos que utilizan los mismos
tópicos y guardan más o menos el mismo orden de
composición, podrá aceptarse la influencia del poema
de Trillo y Figueroa sobre el Sueño de Sor Juana. La
influencia de otras obras de Trillo las veremos al analizar cada
uno de los tópicos del Sueño por separado, exponiendo
lo que hemos encontrado en los poetas del período que
estudiamos, Trillo entre ellos. Como advertimos al principio y
acabamos de ver, la semejanza de los poemas se halla, sobre todo,
en la primera parte que corresponde al tópico de la noche.
En los dos poemas hallamos las notas siguientes: silencio universal
y dormir de los humanos; sombras que se elevan; la diosa de tres
caras; las aves nocturnas; el silencio; el aire calmado y calmante;
el dormir de las aves, las fieras y los peces; la quietud del
océano; las aves vigilantes; el dormir de los hombres
fatigados del trabajo diario, del amante, del ladrón o del
envidioso; Morfeo, el sueño, como imagen de la muerte; los
astros; el tópico de la altura de las montañas. En la
última parte volvemos a hallar en ambos muestras de los
mismos tópicos: Aretusa; el sol; la Aurora; el canto
«desentonado» de las aves y la restitución de
los colores a las cosas de la naturaleza. Hay en el centro del
poema de la monja mexicana gran cantidad de versos en su
mayoría independientes de influencias poéticas
anteriores y que trataremos después. Pasemos ahora a
discutir otros tópicos y la posible influencia de otros
poetas del período sobre Sor Juana.
—65→
4.
Otros tópicos renacentistas
Veremos ahora
algunos de los mismos tópicos que acabamos de estudiar,
además de otros, en diferentes poetas del Renacimiento y en
otras obras del mismo Trillo. Vamos a agruparlos siguiendo la
clasificación que hemos hecho, empezando por los
tópicos renacentistas; seguiremos el orden que hemos
adoptado en esa clasificación siempre que sea posible.
Queremos decir con esto que si al tratar un tema renacentista se
halla éste muy ligado a uno mitológico o de otro
tipo, los trataremos juntos.
Para los hallazgos
de influencias en versos de Sor Juana (especialmente de
Góngora y Calderón) encontrados por Vossler, Gates, Carilla y Méndez
Plancarte, entre otros, remito al lector a la obra de dichos
críticos. Véase también la edición del
Sueño publicada por
la edición de la Universidad, en Buenos Aires, a cargo de G.
Moldenhauer.
a) La noche y sus
sombras escaladoras
Volvamos al
tópico de la noche con que comienza el Sueño de Sor Juana:
Piramidal,
funesta de la tierra
nacida sombra al cielo
encaminaba
de vanos obeliscos punta
altiva,
escalar pretendiendo las
Estrellas;
[...]
El tópico
de la noche envuelve silencio, sombras, luna, estrellas. Aparece
frecuente y obviamente unido al del sueño, como hemos visto
en los poemas en los que hemos estudiado el tema del sueño
por separado.
De Pedro Espinosa
en Flores de poetas
ilustres, p. 273, veamos una muestra de versos que
tratan el tópico de la noche:
La negra noche
con mojadas plumas
iba volando por la turbia
sombra,
lloviendo sueño encima de la
gente.
Además del
poema de Trillo que hemos visto y que contiene este tópico,
—66→
recordemos, sobre todo, los de Herrera y Quevedo dedicados
«Al Sueño», el soneto de Lope «A la
Noche», el de Fray Luis de León «Noche
Serena», los cuales hemos citado anteriormente, y ahora los
sonetos de Francisco de la Torre dedicados a ella56.
En el largo poema
citado de Salazar y Torres, encontramos este tópico tratado
en tono algo jocoso en su «Estación Cuarta, de la
Noche, Discurso Cuarto» (p. 226):
La tibia
claridad, y la atezada
faz enseñó la noche
tenebrosa [...]
La luna, devanando escasas luces
[...]
lloraba, en vez de lágrimas,
centellas.
La canción
de Lope, «Huerto Deshecho», también se ocupa de
este tema («Clásicos Castellanos», t. 2, p. 153):
En la primera
parte
de la tiniebla en que la noche
su oscuro imperio parte
los temerosos párpados
abría
con luz intercadente y breve el
cielo,
manchado a nubes el purpúreo
velo.
Sólo en
silencio mudo
a sí misma la noche se
escuchaba
Y Trillo y
Figueroa en la Neapolisea,
tratando el tópico de la noche justo antes del amanecer
(p.
559):
Con dulce passo
el vigilante buelo
tendió el Silencio,
allá quando las horas
desembozando de la sombra el
Cielo
eran de nueua luz
engendradoras
[...]
Dormian atados a
vn silencio ocioso
las altas cumbres, los profundos
ríos.
La imagen de este
tipo que se encuentra con mayor profusión, y que concuerda
en otros aspectos con la de Sor Juana, es la de las sombras que
suben o bajan del cielo. Lope de Vega la tiene en una «Silva
moral» («Clásicos Castellanos», tomo 2,
p.
147):
La casta luna en
su argentado plaustro
no se mostraba al austro
lluviosa, alternativas las dos
puntas,
una a la tierra y otra al claro
cielo.
En la silva de
Quevedo «Al Sueño», tantas veces citada, la
sombra de la —67→
noche no sube de la tierra al cielo, sino que sigue el
camino contrario (p. 249):
cayó de las estrellas
blandamente
la noche [...]
Muy a menudo,
relacionado con este tema, aparece el de la altura: tópico
dominante que aparece en el Sueño en formas varias. En vez
de sombras son, a veces, montes los que suben al cielo, a la luna,
a las estrellas. No es extraño que Sor Juana utilizara el
tópico de la altura en el Sueño por cuanto es ésta
una visión de lo que desea y no puede encontrar en nuestro
mundo. Recordemos lo frecuente y variado que es este tópico
en las visiones y sueños de trasmundo, según vimos en
el libro Patch-Lida. Fray Luis tiene esta imagen de la altura en
«Sierra que vas al cielo / altísima
[...]» y Quevedo la utiliza en una canción: «Al
Escarmiento» (p. 12):
¡Oh
tú, que, inadvertido, peregrinas
de osado monte cumbres
desdeñosas,
que igualmente vecinas
tienen a las estrellas
sospechosas,
También la
utiliza en otra, cuyo título es: «El yelmo de Segura
de la Sierra, monte muy alto al Austro» (pp. 430-431):
[...] ¡oh peñasco
atrevido!,
llevas a las estrellas frente
osada, [...]
por de más alto vuelo
te codiciara el águila
gloriosa,
pues arrimado al cielo,
lo que no pudo él osa,
[...]
Coronado de
pinos
el cerco de la luna enramas
y en los astros divinos,
que son etéreas llamas,
te enciendes por turbar antiguas
paces,
y al cielo vecindad medrosa
haces.
Estas
imágenes utilizadas por Quevedo recuerdan las de la sombra
del comienzo del Sueño, encaminándose al
cielo y queriendo escalar las estrellas. La misma imagen,
representando la altura, se halla en Trillo, pero en vez de montes
son ruinas. De la Neapolisea (p. 501):
Barbaro muro, cuyas altas ruynas De
las estrellas fueron ya vezinas.
Polo de Medina
también la tiene, y en su caso es una torre la que la
representa (p. XVII):
[torre de la catedral]
[...] tan alto que en su punta
siempre de día ha sido
[...]
—68→
Estos montes,
ruinas o torres altos, a menudo son símbolo del
desengaño inherente al ser humano y llamada a la vida
eterna. Recordemos que en el repaso que hicimos de la obra de Patch
y Lida la montaña era frecuentemente considerada como
barrera. Este desengaño se percibe en una canción de
Cepeda, en las Flores de poetas
ilustres, t.
I, donde los motivos representando la altura son pirámides,
obeliscos y torres (p. 118):
Cuando levantan las sublimes
frentes,
al cielo amenazando y las
estrellas,
las pirámides altas y
obeliscos,
y las torres
espanto de las gentes,
que siendo tan caducas como bellas
[...]
Más claro
aún se expresa este desengaño en una octava de
Bocángel en «Templo Cristiano de la serenísima
reina...» (t.
2, p.
82):
Dos Torres hagan rostros
eminentes,
a las nubes, pues dellas son
confines,
cifren el desengaño en sus
dos frentes,
que pronuncien sus concabos
clarines:
su altura, pues, las partes
excelentes
de la Reyna, que al cielo da sus
fines,
diuulgue, y el clamor su
soberana
mortalidad deshecha al fin, y
vana.
Lupercio L. de
Argensola en un soneto amoroso, al hablar de la exaltación
de la Fama, ni intenta siquiera llegar a esas alturas57:
Dentro quiero
vivir de mi fortuna,
y huir los grandes nombres que
derrama
con estatuas y títulos la
fama
por el cóncavo cerco de la
luna.
Torres,
pirámides, faro, montes, águila, todos los
tópicos que iremos encontrando en el Sueño y que representan un
impulso hacia lo alto, terminan según la tradición
poética, en fracaso y consiguiente desengaño.
Podríamos pensar que ya desde estos primeros versos del
Sueño (vv. 9-10):
[las Estrellas]
la pavorosa sombra fugitiva
burlaban tan distantes.
Sor Juana nos
adelanta el fracaso del vuelo intelectual de su alma en busca de
alturas a las que no puede llegar: todo intento terrenal en este
sentido, está vedado.
—69→
b) Las
«nocturnas aves»
Veamos ahora la
versión sorjuanesca del afortunado verso de Góngora
«infame turba de nocturnas aves». Es
ésta (vv.
19-24):
y en la quietud contenta
de imperio silencioso,
sumisas sólo voces
consentía
de las nocturnas aves,
tan oscuras, tan graves,
que aun el silencio no se
interrumpía.
Veremos primero
los poetas que hablan en general de las «nocturnas
aves» y luego estudiaremos las citas que hemos encontrado
llamando a estas aves por sus nombres específicos. En Lope,
en su citada canción «Oh libertad preciosa»,
dentro del marco nocturnal, encontramos un avance de estos versos
con las mismas notas de tenebrosidad en el canto de las
«nocturnas aves» («Clásicos
Castellanos», t. 2, p. 19):
Cuando la noche
fría
con su estrellado manto
el claro día en su tiniebla
encierra,
y suena en la espesura
el
tenebroso canto
de
los nocturnos hijos de la tierra [...]
Juan de Arguijo
repite, en una epístola, esos mismos detalles (BAE, t. 32, página 397):
Resonó
por el aire en son tristísimo
el endechoso canto de aves fúnebres
y el pico anunciador y los
murciélagos
infaustos discurrieron como
atónitos
dejando sus nocturnas casas lóbregas.
Trillo y Figueroa
tiene también su versión de las «nocturnas
aves» de Góngora en más de una de sus obras. En
el «Panegírico natalicio al Excelentísimo
señor Marqués de Montalván y Villalba»,
en silvas, hallamos (p. 342):
que a las nocturnas gemidoras aues,
mas las infieles sombras hagan graues,
quando sagrado, no, el infame hueco
de algun alisso, ò
destroncado, ó seco.
Y volvemos a
encontrar en Trillo, en el Libro Cuarto de la Neapolisea (página 491):
Todo el valle se embuelue en vn
funesto
de infames plumas lubrico gemido
—70→
Tópico que
repite en el Libro Séptimo de la misma obra (p. 543):
De aues nocturnas con gemido ronco.
En el manuscrito
inédito de la Neapolisea (Ms. 8576) existente en la Biblioteca
Nacional de Madrid, hallamos otra muestra en el Libro Primero,
estrofa 34:
de los dulces quejidos de las aues,
ya canten tristes, o ya vuelen graues.
Salazar y Torres,
en las silvas que se han citado, también nos ofrece su
versión a lo jocoso (p. 228):
¡Ay Marica! repito
¿qué hará un triste,
que de caliginoso horror se
viste?
Más infeliz que el buho y el
cuclillo,
más gemidor que el
grillo
y
los pájaros tristes agoreros;
que éstos son de la sombra
precursores,
y
en las tinieblas viven consolados.
Como hemos visto,
todos estos poetas llaman la atención, puntualizan, dos
características de las aves de la noche: su canto apagado y
lo sombrío de su apariencia, dándonos al mismo tiempo
en estos dos detalles la impresión del mal agüero que
su vista y canto producen.
Sor Juana enumera
sus «nocturnas aves»: Nictimene, la doncella incestuosa
convertida en lechuza y que bebe el aceite de las lámparas;
las tres doncellas tebanas, hijas de Minias, convertidas en
murciélagos; y Ascálafo, el búho58.
Estos tres personajes: la lechuza, el murciélago y el
búho, eran acompañantes familiares de la noche antes
de Sor Juana, pero sólo en Trillo y Figueroa hemos hallado
la cita en su doble carácter de aves tenebrosas y personajes
mitológicos. Góngora tiene este tópico en la
fábula de Píramo y Tisbe (p. 209):
Dejó la ciudad de Nino,
y al salir, funesto buho
alcándara hizo umbrosa
un verdinegro aceituno.
—71→
Bartolomé
L. de Argensola lo tiene en la «Epístola V», en
tercetos, cuando hace su relación de las aves y le llega el
turno a la lechuza (BAE, t. 42, página 316):
Tú
aquí también, lechuza, asiento ocupas,
Aunque a las sacras luces
acometes,
lámparas quiebras, y el
aceite chupas.
Este tópico
de la lechuza que se bebe el aceite de las lámparas lo
repite Quevedo, a lo jocoso, en un romance (p. 854):
muerto de sed el candil
porque lechuza se ha vuelto
mi ropilla, y se ha bebido
todo el aceite del pueblo.
Y es cita
preferida de Trillo y Figueroa. La tiene en un romance donde se
defiende y ataca a un poeta que lo había censurado
(p.
103):
Tu al Sol
examinas luzes?
De quando acá las lechuzas
noctibagamente rayos
qual si fuera azeyte, chupan?
Su incestuoso graznido
de quando acá se
pronuncia
en armoniosas luzes
con vozes tan
lucífugas?
Que sabes tu de
Aganipe?
En otro romance,
en tono jocoso (p. 141):
Hagase Lechuza,
pues yo soy Lechuzo,
y
lámparas limpie,
pues yo las ensuzio.
En otro,
satírico, se ocupa de otra ave nocturna, el
murciélago (p. 221):
Murciegalo del Parnaso,
que entre telarañas mil
andas limpiando rincones
de Poetas de alpechín.
En la Neapolisea, Libro Tercero, nombra
específicamente, como lo hace Sor Juana, a Nictimene,
recalcando también su carácter sacrílego,
incestuoso (p. 484):
Palido el día en tanto fue
trofeo
de la alta sombra, que al pabon de
Iuno
vistió de estrellas,
Nictimene en tanto
bañando el Sol de incestuoso
llanto.
También se
ocupa del búho, Ascálafo, llamándolo por su
nombre, como la —72→
monja, y recordando, como lo hará ella
después, su carácter traicionero. En el Libro
Séptimo de la Neapolisea (p. 546):
La cetreria manifieste fiera,
de Ascalafo mentido, no, ò de
pluma
vociferante en la ruydosa
espuma.
Agustín de
Salazar y Torres también tiene esta cita de los
pájaros lúgubres y la lechuza relacionada con la
lámpara y el aceite en ella. En sus silvas citadas,
«Estación de la Aurora» (p. 221):
Y callaron los grillos,
con los pájaros tristes y
agoreros
verbi gracia, lechuzas y
cuclillos.
Los montes y las lámparas dejaron
y a las hondas cavernas se
bajaron.
Más
adelante, en la «Estación Cuarta, de la Noche»,
cita a los tres pájaros nocturnos de Sor Juana, aunque
sólo en calidad de tales, sin referencias mitológicas
(p.
226):
El
buho y la lechuza
Rondan, aquél buscando por
despojos
los pájaros contrarios de
sus ojos,
y aquélla la simiente de una
alcuza.
El
murciélago inquieto o vespertilio
es
ya de la tiniebla torpe filio.
No hemos
encontrado la cita de las hijas de Minias en ningún poeta
anterior en la forma mitológica clara que la tiene Sor
Juana. Es posible que la tomara directamente de Ovidio, pues al
llamarlas «atrevidas hermanas» parece recordar los
muchos versos que les dedica el poeta en la explicación de
ese atrevimiento de Alcitoe (Metamorfosis, lib. IV, vv. 2-4; 32-42, passim).
[...] sed adhuc temeraria Bacchum
progeniem negat esse Iovis sociasque
sorores
impietatis habet [...]
[...] solae Minyeides intus
intempestiva turbantes festa Minerva
aut ducunt lanas aut stamina pollice
versant
aut haerent telae famulasque laboribus
urgent
e quibus una levi deducens pollice filum:
«dum cessant aliae commettaque sacra
frequentant,
nos quoque, quas Pallas, melior dea, detinet»,
inquit,
«utile opus manuum vario sermone
levemus
perque vices aliquid, quod tempora longa
videri
non sinat, in medium vacuas referamus ad
aures».
—73→
c) El silencio, el
«can dormido», los «peces
mudos»
Siguiendo con los
tópicos que van apareciendo en el Sueño, encontramos el silencio
representado por Harpócrates, con los labios sellados y
conminando al mundo exterior, a todos, a seguir su mandato.
En las obras de
Athanasius Kircher se cita
varias veces a Harpócrates. De entre ellas escogemos las dos
siguientes, del tomo I, p. 160: «[...]
cum simulachro
Harpocratis, qui digito labra premeret, nutuque silentia
suadent [...]». Del tomo III, p. 297: «[...] Harpocrates digito silentium suadens [...]».
(Para mejor comprensión del tópico del silencio que
estamos comentando y de los que vienen inmediatamente, el
«can dormido» y la quietud del mar con sus
«dormidos, siempre mudos peces», cotéjense en el
Sueño los versos de
Sor Juana donde trata de ellos, vv. 73-92).
Veamos unos versos
de Trillo y Figueroa sobre el silencio donde aparecen
también las notas del aire callado y del mar dormido: otra
imitación del «Somnus» de Estacio. Son de la
Neapolisea, Libro Octavo
(p.
559):
Con dulce passo el vigilante
buelo
tendió el Silencio
[...]
Dormian atados a vn silencio
ocioso
las altas cumbres, los profundos
rios,
lamiendo el mar, la arena
perezoso,
y vn ocio blando los escollos
frios:
[...] y soñoliento
ya en los braços del ocio
calla el viento.
Y en estos,
también de la Neapolisea, Libro Séptimo,
hallamos el tema del «can» (p. 533):
Sobre las ondas
reclinado el día,
al son de la tiniebla
resonante,
ya el latido del Can enmudecia,
ya
el ceño de la fiera vigilante.
Este último
verso de Trillo referente a las fieras, es un tópico que
encontramos en los versos que siguen en el texto del Sueño. El «can
dormido» antes que de Trillo y Sor Juana, es de
Góngora, según señaló Eunice Joiner Gates en su
trabajo.
El tema de la
mudez de los peces, de Horacio, al igual que el de la lechuza,
llega hasta hoy, pues lo tiene Gerardo Diego en su poema
«Tuya»59:
Tuya, cantan los
pájaros, los peces
mudos lo escriben con sus colas de
oro.
El tópico
de los «peces mudos» lo hemos encontrado en Pedro
Espinosa, Flores de poetas
ilustres, en una canción donde hace resaltar dos
veces su condición muda (p. 275):
—74→
Y en el
Jordán, reverberantes llamas,
donde los mudos peces, levantando
plateadas escamas,
a Dios le daban alabanzas
mudas.
Quevedo tiene el
mismo tópico en una «Canción amorosa»
(p.
417):
Ansí que,
Amor, esta prisión mía
sólo te la agradece y te la
alaba
el temeroso grillo que cazaba,
el ave que cogía,
la rana con sus voces en el
lago,
y el mudo pez en su coriente vago.
d) Los animales
salvajes: el ciervo y el león; el
cazador
Sigue ahora en los
versos de Sor Juana la cita de los animales salvajes escondidos en
sus cuevas, entre los que distingue al león y al venado.
También se halla en los mismos versos el tópico del
«cazador experto» (Sueño, vv. 97-107, 112-122). Esta
mención del cazador la tiene Salazar y Torres en su obra
señalada, «Estación Tercera, de la Tarde»
(p.
224):
Tampoco a celebrar el tiempo
obliga
al cazador mañero
con la astucia vulgar de red o
liga.
Malón de
Chaide, en la Conversión de
la Madalena, tiene los siguientes versos (BAE, t. 27, p. 295):
Al
ciervo temeroso
le diste su vivienda
sobre los altos montes, do se
esconde
Y cuando [...] el encendido
planeta al occidente
fenece la jornada, le sucede
la noche, do adormido
el mísero doliente,
afloja su cuidado en cuanto
puede.
No habiendo quien lo vede,
Los ligeros venados
sin miedo de los perros,
dejan los altos cerros
a do entre día estaban
emboscados;
y juegan sin recelo,
corriendo por el prado y verde
suelo.
El
leoncillo hambriento
se sale de su cueva [...]
Es interesante
notar que Malón de Chaide saca a sus animales de las cuevas
precisamente durante la noche; Sor Juana nombra al ciervo, o
venado, y al león, en versos que se siguen, al igual que lo
hace Malón de Chaide, —75→
pero ella nos los presenta, lo mismo que todo lo
demás, durmiendo. Al presentárnoslo así, la
poetisa quiso darnos una cabal idea del sueño llenando toda
su noche.
De Acteón
hay referencias y poemas enteros dedicados a esa fábula en
Castillejo, Mirademescua, Góngora, Quevedo60.
José María de Cossío, en su libro Fábulas mitológicas en
España, cita otras más61
que no hemos podido leer, así que antes de Sor Juana,
sólo en Trillo lo hemos encontrado utilizado en forma
parecida, es decir, en su doble significación de animal
estimado como caza mayor (recordemos el tratamiento del ciervo que
vimos en la obra Patch-Lida) y, al mismo tiempo, en su aspecto
mitológico, como el personaje de Acteón según
recuerdo de Ovidio. Veamos los versos de Trillo y Figueroa. Son del
«Panegírico natalicio, Al Excelentísimo
señor Marqués de Montalván y Villalva»
(p.
341):
O bien el de sus dichas
deborado,
aun más que de sus
perros
(en su frente descriva sus
edades,
ó en su planta sus
hierros)
Poco más
arriba de los versos que acabamos de copiar, hallamos:
siendo el que ya escondido
en el cabado Robre mal seguro
armado está de vigilante oído [...]
que presenta las
mismas palabras que usa Sor Juana en uno de sus versos
(vv. 112-116):
El de sus mismos
perros acosado,
monarca en otro tiempo
esclarecido,
tímido ya venado,
con vigilante oído.
—76→
Notemos, para
terminar con este tópico, que Sor Juana utiliza el
término «venado» aplicado a caza mayor
(jabalí, res, ciervo...) como se usaba antiguamente.
e) El águila,
el amante y el ladrón
Después de
los que acabamos de ver, aparecen en el Primero Sueño los tópicos
siguientes: el águila, «ave de Júpiter»,
a quien aplica el oficio de despertador; es decir, la presenta como
ave vigilante, aun dormida, sosteniendo en su garra levantada una
pequeña piedra mientras se apoya sólo en la otra
pata. Unos versos más adelante aparecen el ladrón y
el amante (aunque dormidos), como personajes que son
tradicionalmente unidos a la noche. (Véase Sueño, vv. 129-150).
Sor Juana aplica
al águila lo que tradicionalmente se había aplicado a
las grullas. Garcilaso de la Vega tiene en la Égloga II un
terceto que dice:
¿Qué me dirás si con su mano
alçada,
haziendo la noturna centinela,
la grulla de nosotros fue
engañada?
Puede pensarse que
al recuerdo de estos versos y a la posibilidad que ellos presentan
de poder engañar a la grulla, es decir, al hecho de que la
grulla se hubiera dejado llevar del sueño en forma tal que
olvidara su oficio de «despertardor», Sor Juana
cambiara al águila porque le convenía destacarla con
relación al oficio de gobernante siempre atento aun dormido,
o tal vez por aproximación a unos versos de Góngora
confrontados por E. J. Gates con los de
Sor Juana, donde se habla de Galatea contemplando a Acis apoyada
sólo en un pie y donde se cita en la misma estrofa al
«ave reina». Recordemos que Trillo, en la
comparación que hicimos de su poema «Pintura de la
noche...» con el Sueño, aplica este desvelo al gallo:
«pluma, si vigilante / Que a las enjutas
ursas le avecina». El águila, «ave reina»,
además de Góngora, es presentada así por
Bocángel en la «Representación real y festiva
máscara a los felices años de la Reina nuestra
Señora» (t. 2, página 191):
El Águila,
que del Sol
el Imperio rubio escala,
no llegando, aun presunciones,
à donde ella sube en
àlas.
El ser de las
Aves Reyna
escriue en mudas estampas,
quando qual atomos burla,
Nebli, Girifalte, y
Garça.
Malón de
Chaide tiene también unos versos referentes al águila
de Júpiter, donde nos la presenta con características
reales (p.
323):
Imitando a la
armígera guerrera
águila, que los rayos le
ministra
a
Júpiter airado allá en el cielo [...]
—77→
Siguiendo a
Góngora (Sol. II, v. 652), Trillo llama al águila
«ave de Júpiter», en el «Epitalamio al
Himeneo de D. Juan Ruiz de Vergara...» (p. 315):
Segura rompa el
mar la incierta nave,
y la tierra fecunda el corbo
arado,
el viento infiel, de Iupiter el aue,
la selva, el bruto de años
coronado:
(Y recordemos, con
referencia al tópico tratado hace un momento, que «el
bruto de años coronado» es, de nuevo, el ciervo).
El águila
aparece más tarde en el Sueño, esta vez representando el
tópico de la altura en uno de los varios aspectos en que se
nos presenta en el poema (vv. 328-339).
Este tema de la
altura representado por la caza mayor, «gongorino de
Soledades»
según Valbuena Prat en la página XVII de su
edición de la obra de Polo de Medina, él mismo lo
tiene en su obra (p. 267):
Y a ser tortilla
el sol, rompiendo el aire,
subieras con escala a su
epiciclo,
y si la blanca luna con su
afeite
fuera torta de aceite,
con el sacre veloz del
pensamiento
le hubieras dado alcance en un
momento.
Recordemos los
versos de Quevedo que copiamos anteriormente y que tratan este tema
del águila y la altura (p. 430):
Por de más
alto vuelo
te codiciara el águila
gloriosa,
pues arrimado al cielo,
lo que no pudo él osa.
Trillo y Figueroa
tiene este tema de la altura en la Neapolisea, Libro Octavo (p. 562):
Plumas que arguyen escalando el
Cielo
aun mas fé que en las aras,
en el buelo.
Salazar y Torres
lo tiene también en el «Discurso Tercero, de la
Tarde» (página 225):
Y como flecha
por el aire sube;
mas el grifanio halcón el
viento escala,
y, alcándara formando de una
nube
ya remontando, ya cogiendo
puntas,
tanto remonta el altanero
vuelo,
que aunque la cuerva se subiese al
cielo,
allá fuera a buscarla
con deseo de herirla y
alcanzarla.
Haciendo en las estrellas
escarceos
que siempre vuelan alto los deseos
[...]
—78→
Es San Juan de la
Cruz, sin embargo, el primero en tratar este tópico de la
altura usando caza mayor. Según Dámaso Alonso, lo
tomó de los Cancioneros62.
Aparece en «Tras un amoroso lance»:
Para que yo
alcance diese
a aqueste lance divino,
tanto volar me convino,
que de vista me perdiese
[...]
cuando más alto
subía,
deslumbróseme la vista.
Y fijémonos
en que los últimos versos recuerdan al «y por mirarlo todo, nada vía»
(v. 480) de Sor
Juana. Expresa así el santo su vuelo místico en busca
de amor divino que se convierte en Sor Juana en ansia de saber,
vuelo intelectual.
Para
Bocángel, como para Trillo, el ave que rompe el
sueño, vigilante y comparable al oficio de reinar, no es el
águila, sino el gallo. En el mismo «Templo...»
citado, veamos la estrofa donde habla de ello (t. 2, p. 82):
En la Cruz
superior, ultima pompa
del Templo, al aue, en bronce se
descriva
que rompe el sueño, la que
ya fue trompa
a la voz de vn Apostol
negatiua:
Aue exemplar, pues antes que
interrompa
el sueño a los mortales,
ella actiua
se açota y hiere, Simbolo y
Exemplo
de la Reyna en Palacio, y en el
Templo.
Una alusión
semejante a la de Sor Juana en cuanto al desvelo del gobernante la
hallamos en Trillo, en la Neapolisea (p. 559):
No el que aun
dormido padecia desvelo
sugetò a las ideas
burladoras,
que el cetro perspicaz, no se
acobarda
en los horrores de la sombra
tarda.
Es decir, el buen
gobernante ni aun dormido descansa, sino que siempre está
atento a su oficio. Vemos, pues, que Sor Juana, desechando a la
grulla, vigilante nocturna tradicional, pero ya una vez
engañada en la tradición literaria, y al gallo,
despertador mañanero muy usado, le presta al águila
por sus connotaciones relativas a reinar, el oficio que se le daba
a la grulla reuniendo así en ella esta idea de vigilancia y
desvelo del gobernante, el rey. Recordemos que este tópico
del águila como ave con características reales y
divinas, y apta para subir a alturas que ninguna otra alcanza, lo
encontramos ya en la rápida revisión que hicimos de
El otro mundo en la literatura
medieval, de Patch-Lida.
—79→
En cuanto al
ladrón y al amante como personajes de la noche, tiene Lope
un soneto de El mayor
imposible (1615), donde hace alusión a ello
(«Clásicos Castellanos», t. 11, p. 184).
Noche siempre
serena, cuyo velo
y silencio tomó el amor por
capa,
nema del cielo, de sus ojos
tapa,
madre del sueño, el hurto y
el recelo.
Recordemos que
Estacio, en su silva «Somnus», evoca al lado de una joven
mujer al amante rechazando el sueño. Quevedo hace
alusión al mismo tópico en su «Himno a las
Estrellas» (428):
de la tiniebla triste
preciosas joyas, y del sueño
helado
galas, que en competencia del sol
viste;
espías del amante recatado
[...]
También
Trillo en el Libro Octavo de la Neapolisea, cuando habla de la noche y
el silencio que induce el sueño, cita al amante
(p.
559):
Lucifuga en las ramas del
zeloso
no
arrulla tierno amante, los desvios
la dulce filomena, y
soñoliento
ya en los braços del ocio
calla el viento.
Fijémonos
en que Trillo y Figueroa es el único antes de Sor Juana en
presentarnos al amante dormido. Salazar y Torres, en sus silvas
tantas veces citadas, se ocupa también de estos personajes
que tratamos ahora. Los siguientes versos son de la
«Estación Primera, de la Aurora» (p. 221):
En las casas, abiertas
estaban las ventanas y las
puertas
y apagados velones y candiles,
[...]
y es porque ya también se
recogían
amantes y ladrones.
Amantes y ladrones
que supone desvelados durante la noche y que con la aurora se
recogen. La novedad de Sor Juana es insistir, más claramente
de lo que lo hace Trillo, en el dormir del amante y del
ladrón para así darnos la idea del completo silencio
de la noche y la universalidad del sueño.
f) La «pobre
barquilla», sirtes
Más
adelante comienza Sor Juana una estancia con estos versos (versos
560-570):
Las velas, en
efecto, recogidas,
que fio inadvertidas
—80→
traidor al mar, al viento
ventilante
-buscando, desatento,
al mar fidelidad, constancia al
viento-,
mal le hizo de su grado
en la mental orilla
dar fondo, destrozado,
al timón roto, a la quebrada
entena,
besando arena a arena
de la playa el bajel, astilla a
astilla.
El tema de la
barca en mar tempestuoso, de Alceo y Horacio, tan grato a Fray
Luis, que significa las tribulaciones y sinsabores a que el hombre
está sujeto, los desengaños que le traen sus
tropiezos en la vida, es otro de los tópicos de
desengaño que utiliza Sor Juana, identificándolo con
su aventura intelectual («mental orilla»). Escojamos de
Fray Luis de León algún ejemplo de este tópico
que, en su caso, aplicaba él a los desengaños de su
propia vida. De la «Ascensión de Cristo»
(p.
522):
A aqueste mar
turbado,
¿quién le
pondrá ya freno? ¿Quién concierto
al viento levantado?
Estando tú cubierto,
¿qué norte
guiará la nave al puerto?
Y en
«Descanso después de la tempestad» (p. 514):
El uno, que
surgía
alegre ya en el puerto,
salteado
de bravo soplo, guía,
en alto mar lanzado,
apenas el navío
desarmado.
Era éste un
tema obligado durante el Renacimiento; los ejemplos son
innumerables, y como el de Ícaro se utiliza tanto para los
peligros del vivir humano como para los del amor63.
Los más cercanos a Sor Juana se encuentran en Quevedo, en
una canción donde recuerda las notas de inadvertencia, poca
precaución y desintegración del barco que encontramos
en Sor Juana (p. 316):
Miré
ligera nave
que, con alas de lino, en presto
vuelo,
por el aire süave
iba segura del rigor del cielo
y de tormenta grave.
—81→
En los golfos del mar el sol
nadaba
y en sus ondas temblaba
[...]
cuando, en furor iguales,
en sus velas los vientos se
entregaron
[...]
y, dando en un bajío,
sus leños desató su
mismo brío,
que de escarmie[n]tos todo el mar
poblaro[n],
dejando de su pérdida en
memoria
rotas jarcias, parleras de su
historia.
Y Trillo y
Figueroa en un romancillo donde aplica este tópico al amor y
donde hallamos, después de Góngora y antes de Sor
Juana, la nota de la arena que besa la nave y las partes en que el
bajel ha sido separado (p. 62):
Y será razón,
antes que se beba
el mar los escollos
como mis finezas.
Pender la
barquilla
de las fieles peñas,
que a los naufragantes
de escarmiento sea.
Digan sus
destrozos
antes que la arena
el crüel halago
de las ondas fieras.
El «alma
asombrada» (verso 540) de Sor Juana; se convierte en esta
barquilla que naufraga en el mar del sueño intelectual de su
sueño. No aparece en sus versos ninguna referencia a votos,
como es frecuente; Sor Juana sabe que su nave no llegará a
puerto. Esta imagen, aplicada por los otros poetas que hemos citado
a los desengaños en la vida y en el amor, la aplica ella al
desengaño de su ilusión vital: el entendimiento
humano naufraga en el mar del saber.
Más
adelante, inmediatamente después de los versos dedicados a
Faetón, vuelve Sor Juana a la imagen de la nave (su
intelecto) y el mar (vv. 827-830):
Mas mientras en
escollos zozobraba
confusa la elección, sirtes
tocando
de imposibles, en cuantos
intentaba
rumbos seguir [...]
Y es natural que
encontremos en Fray Luis de León las «sirtes»
que utiliza la poetisa, ya que, como hemos dicho, era la de la nave
en el mar turbado una de sus imágenes preferidas; en
«Descanso después de la tempestad» (pp. 515- 516):
El otro, en la
encubierta
peña rompe la nave, que al
momento
el hondo pide abierta;
al otro calma el viento;
otro en las bajas sirtes hace
asiento;
[...]
—82→
Bocángel la
utiliza también en unas sextinas: «Afectos
trágicos en la muerte de la augustísima doña
Isabel de Borbón. Reina de las Españas»,
hablando, como lo hace Sor Juana del suyo propio, del entendimiento
de la reina (página 455):
Aquel
entendimiento sin cautela,
ignorando lo indigno de
noticia,
cuya eterna aprehensión al
bien apela,
sin çoçobrar en
Sirtes de malicia.
Aquel partir sagaz con la
Corona,
términos dèl Oficio,
i la persona.
También
tiene Trillo la mención de las sirtes en la Neapolisea (p. 515):
No del Rodano, ya
impedido (dize)
de las dudosas Sirtes
implicado,
de la Rifea nieue, o de
infelize
a tanto nombre, inuidiòso
hado.
Y más
adelante en otra octava (p. 527):
El fuero assi de
la amistad quebrantas?
La religion assi del
juramento?
Que polvo el peso torpe de tus
plantas,
Golfo de Syrtes no será
cruento?
Al igual que la
imagen de la barca en el mar tempestuoso que Sor Juana
utilizó aplicada a su entendimiento, las
«sirtes» son los escollos insalvables donde la
comprensión humana se pierde, no los que encontramos en la
vida o en el amor.
g) Las flores: la
azucena y la rosa, el magisterio de la rosa, el maquillaje en la
mujer
Los versos de Sor
Juana cuyos tópicos vamos a tratar ahora se hallan en los
versos 730-756.
Hay en estos
versos de Sor Juana reunida una gran cantidad de temas
renacentistas, barrocos. Primeramente Sor Juana nombra a la azucena
y a la rosa, flores y colores (blanco y rosa), repetidos desde
Garcilaso probablemente por todos y cada uno de los poetas del
período. Era tema obligado de la época, muy
relacionado con la descripción de la belleza femenina al
compararla con la rosa y ser ésta la flor de Venus (la
Cipria Diosa), y con el carpe diem64.
La misma Sor Juana tiene poemas donde se ocupa del tema de la rosa
en redondillas, sonetos, glosas en décimas65,
porque como —83→
dice ella en uno de esos versos, en un soneto
satírico a esa flor (O. C., t. I, página 284):
Señora
Doña Rosa, hermoso amago
de cuantas flores miran Sol y
Luna,
[...]
y advierta vuesarced, señora
Rosa,
que le escribo, no más, este
soneto
porque todo poeta aquí se
roza.
Sor Juana, al
tratar el tema de la rosa, utiliza todos los que eran de uso en la
época: el nacimiento de la rosa debido al toque del pie de
la bella dama, la reflexión moral, el carpe diem, el magisterio de la rosa
y ésta relacionada con el maquillaje femenino según
veremos en seguida. En los versos del Sueño que estamos tratando,
también tenemos la mención al tema de la rosa dentro
de la brevedad de su vida y hermosura, como maestra: «preceptor quizá vano». En el verso
que sigue al de la rosa como maestra, se ocupa Sor Juana del tema
de los afeites en la mujer (vv. 752-756):
-si no ejemplo
profano-
de industria femenil que el
más activo
veneno hace dos veces ser
nocivo
en el velo aparente
de la que finge tez
resplandeciente.
La crítica
tradicional «dos veces ser nocivo», se halla antes en
Bartolomé L. de Argensola, en el conocido soneto que
empieza:
Yo os quiero
confesar, don Juan, primero:
que aquel blanco y color de
doña Elvira
no tiene de ella más si bien
se mira,
que el haberle costado su
dinero.
La poetisa se
ocupa de este tópico en otro de sus poemas; es el que
empieza: «Después de estimar mi amor», marcado
por Méndez Plancarte con el número 21 (p. 62):
si la tinta es a
las notas
quien todo el valor les quita,
siendo así que muchas
hay
que les da valor la tinta
[...]
Con todo lo cual
vemos que Sor Juana ha hecho en el Sueño en los versos dedicados a
estos tópicos recuento apretado de temas entrelazados. Ha
pasado, en una sola estancia, de la imposibilidad de la mente
humana para comprender las cosas más simples de la
naturaleza, como es el colorido y perfume de una flor, a la
moralización, y al arte en la imitación de esa
naturaleza66.
Véase el
artículo de ELÍAS L. RIVERS: «Nature, Art and Science in Spanish Poetry of
the Renaissance», Bulletin of Hispanic Studies,
vol. XLIV,
núm.
4, oct. 1967,
pp.
255-262, y ARTURO MARASSO, op.
cit.: «Naturaleza y artificio p. 67.