Jornada primera |
Interlucutores:
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| AURELIO. | | FÁTIMA,
criada de Zahara. | | ZAHARA,
ama de Aurelio. | | YZUF,
amo de Aurelio. | |
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AURELIO | ¡Triste y miserable estado! | | ¡Triste esclavitud amarga, | | donde es la pena tan larga | | cuan corto el bien y abreviado! | | ¡Oh purgatorio en la vida, | 5 | infierno puesto en el mundo, | | mal que no tiene segundo, | | estrecho do no hay salida! | | ¡Cifra de cuanto dolor | | se reparte en los dolores, | 10 | daño que entre los mayores | | se ha de tener por mayor! | | ¡Necesidad increíble, | | muerte creíble y palpable, | | trato mísero intratable, | 15 | mal visible e invisible! | | ¡Toque que nuestra paciencia | | descubre si es valerosa; | | pobre vida trabajosa, | | retrato de penitencia! | 20 | Cállese aquí este tormento, | | que, según me es enemigo, | | no llegará cuanto digo | | a un punto de lo que siento. | | Pondérase mi dolor | 25 | con decir, bañado en lloros, | | que mi cuerpo está entre moros | | y el alma en poder de Amor. | | Del cuerpo y alma es mi pena: | | el cuerpo ya veis cual va, | 30 | mi alma rendida está | | a la amorosa cadena. | | Pensé yo que no tenía | | Amor poder entre esclavos, | | pero en mí sus recios clavos | 35 | muestran más su gallardía. | | ¿Qué buscas en la miseria, | | Amor, de gente cautiva? | | Déjala que muera o viva | | con su pobreza y laceria. | 40 | ¿No ves que el hilo se corta | | desa tu amorosa estambre, | | aquí con sed o con hambre, | | a la larga o a la corta? | | Mas creo que no has querido | 45 | olvidarme en este estrecho, | | que has visto sano mi pecho, | | aunque tan roto el vestido. | | Desde agora claro entiendo | | que el poder que en ti se encierra | 50 | abraza el cielo y la tierra, | | y más que no comprehendo. | | Una cosa te pidiera, | | si en esa tu condición | | una sombra de razón | 55 | por entre mil sombras viera; | | y es que, pues fuiste la causa | | de acabarme y destruirme, | | que en el contino herirme | | hagas un momento pausa. | 60 | Yo no te pido que salgas | | de mi pecho, pues no puedes; | | antes, te pido que quedes, | | y en este trance me valgas. | | Mira que se me apareja | 65 | una muy fiera batalla, | | y que no he de atropellalla | | si tu consejo me deja. | | Del lugar do me pusiste, | | me procuran derribar; | 70 | |
-fol. 1v-
| pero, ¿quién podrá bajar | | lo que tú una vez subiste? | | Ya viene Zahara y su arenga; | | ¡ay, enfadosa porfía; | | cómo que me falta el día | 75 | antes que la noche venga! | | ¡Valedme, Silvia, bien mío, | | que, si vos me dais ayuda, | | de guerra más ardua y cruda | | llevar la palma confío! | 80 |
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(Entra agora
ZAHARA, ama de
AURELIO, y
FÁTIMA, criada de
ZAHARA.)
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ZAHARA | Si tú por tal me tuvieras, | | a fe que luego hicieras | | lo que ruega mi porfía. | |
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AURELIO | Lo que tú quieres yo quiero, | 85 | porque al fin te soy esclavo. | |
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ZAHARA | Esas palabras alabo, | | mas tus obras vitupero. | |
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AURELIO | ¿Cuál ha sido por mí hecha | | que en ella no te complaces? | 90 |
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ZAHARA | Aquellas que no me haces | | me tienen mal satisfecha. | |
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AURELIO | Señora, no puedo más; | | por agua me parto luego. | |
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ZAHARA | Otra agua pide mi fuego, | 95 | que no la que tú trairás. | | No te vayas; está quedo. | |
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AURELIO | De leña hay falta en la casa. | |
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ZAHARA | Basta la que a mí me abrasa. | |
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AURELIO | Déjame, señora, ir, | | no venga Yzuf, mi señor. | |
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ZAHARA | Quien queda con tanto amor, | | mal te dejará partir. | |
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AURELIO | No hay para qué más porfíes, | 105 | señora: déjame ya. | |
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ZAHARA | ¿Ansí, Aurelio, me despides? | |
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AURELIO | Antes te hago favor, | 110 | si con el compás de honor | | lo compasas y lo mides. | | ¿No miras que soy cristiano | | con suerte y desdicha mala? | |
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ZAHARA | El amor todo lo iguala: | 115 | dame por señor la mano. | |
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FÁTIMA | Zahara, señora mía, | | dígote que me ha admirado | | mirar en lo que ha parado | | tu altivez y fantasía. | 120 | Ver, por cierto, es gentil cosa, | | y digna de ser notada, | | de un cristiano enamorada | | una mora tan hermosa. | | Y lo que más llega al cabo | 125 | tu afición tan sin medida, | | es mirarte estar rendida | | a un cristiano que es tu esclavo. | | ¡Y monta que corresponde | | el perro a lo que le quieres! | 130 | Perdóname; frágil eres. | |
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ZAHARA | Dulce amiga verdadera, | | lo que dices no lo niego; | | mas ¿qué haré?, que amor es fuego | 135 | y mi voluntad es cera. | | Y, puesto que el daño veo | | y el fin do habré de parar, | | imposible es contrastar | | las fuerzas de mi deseo. | 140 | Vuelve tu lengua e intento | | a combatir esta roca, | | que no será gloria poca | | gozar de su vencimiento. | |
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FÁTIMA | Quiero en esto complacerte, | 145 | pues al fin puedes mandarme. | | Cristiano, vuelve a mirarme, | | que no es mi rostro de muerte. | |
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AURELIO | Más que muerte me causáis | | con vuestros inducimientos. | 150 | Dejadme con mis tormentos, | | porque en vano trabajáis. | |
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-fol. 2r-
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FÁTIMA | ¿No ves cómo se retira | | el perro en su pundonor? | | Ansí entiende él del amor | 155 | como el asno de la lira. | |
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AURELIO | ¿Cómo queréis que yo
entienda | | de amor en esta cadena? | |
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ZAHARA | Eso no te cause pena, | | que luego se hará la enmienda: | 160 | las dos te la quitaremos. | |
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AURELIO | Muy mejor será dejalla; | | que no quiero con quitalla, | | pasar de un estremo a estremos. | |
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ZAHARA | ¿A qué estremos pasarás? | 165 |
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AURELIO | Quitando al cuerpo este hierro, | | cairé en otro mayor hierro, | | que al alma fatigue más. | |
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FÁTIMA | ¿Almas tenéis los cristianos? | |
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AURELIO | Sí, y tan ricas y estremadas | 170 | cuanto por Dios rescatadas. | |
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FÁTIMA | ¡Que son pensamientos vanos! | | Pero si almas tenéis, | | de diamante es su valor, | | pues en la fragua de amor | 175 | muy más os endurecéis. | | Aurelio, ¡resulución! | | Ten cuenta en lo que te digo: | | no quieras ser tan amigo | | de tu obstinada opinión. | 180 | Ya te ves sin libertad, | | entre hierros apretado, | | pobre, desnudo, cansado, | | lleno de necesidad, | | subjeto a mil desventuras, | 185 | a palos, a bofetones, | | a mazmorras, a prisiones, | | donde estás contino a escuras. | | Libertad se te promete; | | los hierros se quitarán, | 190 | y después te vestirán. | | No hay temor de escuro brete. | | Cuzcuz, pan blanco a comer, | | gallinas en abundancia, | | y aun habrá vino de Francia | 195 | si vino quieres beber. | | No te pido lo imposible, | | ni trabajos demasiados, | | sino blandos, regalados, | | dulces lo más que es posible. | 200 | Goza de la coyuntura | | que se te ríe delante; | | no hagas del ignorante, | | pues muestras tener cordura. | | Mira tu señora Zahara | 205 | y lo mucho que merece: | | mira que al sol escurece | | la luz de su rostro clara. | | Contempla su juventud, | | su riqueza, nombre y fama; | 210 | mira bien que agora llama | | a tu puerta la salud. | | Considera el interés | | que en hacer esto te toca, | | que hay mil que pondrían la boca | 215 | donde tú pondrás los pies. | |
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AURELIO | ¿Quieres que responda yo? | |
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ZAHARA | ¡Ay, Alá! ¿Qué es lo que oí? | 220 |
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AURELIO | Yo digo que no conviene | | pedirme lo que pedís, | | porque muy poco advertís | | el peligro que contiene. | |
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FÁTIMA | ¿Qué peligro puede haber, | 225 | quiriéndolo tu señora? | |
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AURELIO | La ofensa que, siendo mora, | | a Mahoma viene a hacer. | |
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ZAHARA | ¡Déjame a mí con Mahoma, | | que agora no es mi señor, | 230 | porque soy sierva de Amor, | | que el alma subjeta y doma! | | ¡Echa ya el pecho por tierra | | y levantarte he a mi cielo! | |
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-fol. 2v-
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AURELIO | Señora, tengo un recelo | 235 | que me consume y atierra. | |
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AURELIO | Señora, de que no veo | | ningún camino o rodeo | | como complacerte a ti. | 240 | En mi ley no se recibe | | hacer yo lo que me ordenas; | | antes, con muy graves penas | | y amenazas lo prohíbe; | | y aun si batismo tuvieras, | 245 | siendo, como eres, casada, | | fuera cosa harto escusada | | si tal cosa me pidieras. | | Por eso yo determino | | antes morir que hacer | 250 | lo que pide tu querer, | | y en esto estaré contino. | |
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ZAHARA | Aurelio, ¿estás en tu seso? | |
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AURELIO | Y aun por estar tan en él | | soy para vos tan cruel. | 255 |
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ZAHARA | ¡Ay, desdichado suceso! | | ¿Que es posible que tan poco | | valgan mis ruegos contigo? | |
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FÁTIMA | Sin duda que este enemigo | | es muy cuerdo, o es muy loco. | 260 | ¡Perro! ¿Tanta fantasía? | | ¿Pensáis que hablamos de veras? | | ¡Antes de mal rayo mueras | | primero que pase el día! | | ¡Ruin sin razón ni compás, | 265 | nacido de vil canalla! | | ¿Pensábades ya triunfalla, | | perrazo, sin más ni más? | | Comigo las has de haber, | | y de modo que te aviso | 270 | que dirá el que nunca quiso: | | «¡Más le valiera querer!» | | No estés, Zahara, descontenta, | | deja el remedio en mi mano, | | que a este perro cristiano | 275 | yo le haré que se arrepienta. | |
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ZAHARA | No es bien que por mal se lleve. | |
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FÁTIMA | Ni aun bien llevado por bien. | |
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ZAHARA | Cese, Aurelio, tu desdén. | |
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FÁTIMA | Con eso el perro se atreve. | 280 | Ven, señora, al aposento; | | que, en esta pena crecida, | | o yo perderé la vida, | | o tú ternás tu contento. | |
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(Sálense las dos y queda
AURELIO solo.)
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AURELIO | ¡Padre del cielo, en cuya fuerte diestra | 285 | está el gobierno de la tierra y cielo, | | cuyo poder acá y allá se muestra | | con amoroso, justo y sancto celo, | | Si tu luz, si tu mano no me adiestra | | a salir deste caos, temo y recelo | 290 | que, como el cuerpo está en prisión esquiva, | | también el alma ha de quedar cautiva! | | En Vos, Virgen Santísima María, | | [entr]e Dios y los hombres medianera, | | de mi mar incïerto cierta guía, | 295 | virgen entre las vírgenes primera; | | en Vos, Virgen y Madre, en Vos confía | | mi alma, que sin Vos en nadie espera, | | que la habéis de guiar con vuestra lumbre | | deste hondo valle a la más alta cumbre. | 300 | Bien sé que no merezco que se acuerde | | vuestra eterna memoria de mi daño, | | porque tengo en el alma fresco y verde | | el dulce fructo del amor estraño; | | mas vuestra alta clemencia, que no pierde | 305 | ocasión de hacer bien, mi mal tamaño | | remedie, que ya estoy casi perdido, | | de Scila y de Caribdis combatido. | | Si el cuerpo esclavo está, está libre
el alma, | | puesto que Silvia tiene parte en ella, | 310 | y la amorosa trunfadora palma | | ha de llevar sola mi Silvia della. | | Ponga Zahara su amor, póngale en calma, | | que mi firmeza no hay pensar rompella, | | y aquello que a mi Dios y a Silvia debo, | 315 | me hace que aun mirarla no me atrevo. | | |
-fol. 3r-
| ¿Dó estás, Silvia hermosa?
¿Qué destino, | | qué fuerza insana de implacable hado | | el curso de aquel próspero camino | | tan sin causa y razón nos ha cortado? | 320 | ¡Oh estrella, oh suerte, oh fortuna, oh signo!, | | si alguno de vosotros ha causado | | tamaña perdición, desde aquí digo | | que mil cuentos de veces le maldigo. | | Yo moriré por lo que al alma toca, | 325 | antes que hacer lo que mi ama quiere; | | firme he de estar cual bien fundada roca | | que en torno el viento, el mar combate y hiere. | | Que sea mi vida mucha, o que sea poca, | | importa poco; sólo el que bien muere | 330 | puede decir que tiene larga vida, | | y el que mal, una muerte sin medida. | |
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(Éntrase
AURELIO, y sale
SAYAVEDRA, soldado cativo;
LEONARDO, cativo, y
SEBASTIÁN, muchacho cativo, a su tiempo.)
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SAYAVEDRA | En la veloz carrera, apresuradas | | las horas del ligero tiempo veo, | | contra mí con el cielo conjuradas. | 335 | Queda atrás la esperanza, y no el deseo, | | y así la vida dél, la muerte della, | | el daño, el mal aunmentan que poseo. | | ¡Ay dura, inicua, inexorable estrella, | | cómo de los cabellos me has traído | 340 | al terrible dolor que me atropella! | |
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LEONARDO | El llanto en tales tiempos es perdido, | | pues si llorando el cielo se ablandara, | | ya le hubieran mis lágrimas movido. | | A la triste fortuna alegre cara | 345 | debe mostrar el pecho generoso: | | que a cualquier mal, buen ánimo repara. | |
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SAYAVEDRA | El cuello enflaquecido al trabajoso | | yugo de esclavitud amarga puesto, | | bien ves que a cuerpo y alma es peligroso; | 350 | y más aquel que tiene prosupuesto | | de dejarse morir antes que pase | | un punto el modo del vivir honesto. | |
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LEONARDO | Si acaso yo tus obras imitase, | | forzoso me sería que al momento | 355 | en brazos de la hambre me entregase. | | Bien sé que en el cativo no hay contento; | | mas no quiero cre[c]er yo mi fatiga, | | tiniendo en ella siempre el pensamiento. | | A mi patrona tengo por amiga; | 360 | trátame cual me ves: huelgo y paseo; | | «cautivo soy», el que quisiere diga. | |
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SAYAVEDRA | Triunfa, Leonardo, y goza ese trofeo; | | que, si por ser cautivo le hermoseas, | | yo sé que es torpe, desgraciado y feo. | 365 |
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LEONARDO | Amigo Sayavedra, si te arreas | | de ser predicador, ésta no es tierra | | do alcanzarás el fructo que deseas. | | Déjate deso y escucha de la guerra | | que el gran Filipo hace nueva cierta, | 370 | y un poco la pasión de ti destierra. | | Dicen que una fragata de Biserta | | llegó esta noche allí con un cativo | | que ha dado vida a mi esperanza muerta. | | Quitóle libertad el hado esquivo, | 375 | de Málaga pasando a Barcelona; | | cativóle Mamí, cosario esquivo. | | En su manera muestra ser persona | | de calidad, y que es ejercitado | | en el duro ejercicio de Belona. | 380 | Dice el número cierto que ha pasado | | de soldados a España forasteros, | | sin los tres tercios nuestros que han bajado; | | los príncipes, señores,
caballeros, | | que a servir a Filipo van de gana; | 385 | los naturales y los estranjeros, | | y la muestra hermosísima lozana | | que en Badajoz hacer el rey pretende | | de la pujanza de la Unión Cristiana. | | Dice con esto que ninguno entiende | 390 | el disinio del rey, y el hablar desto, | | al grande y al pequeño se defiende. | |
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SAYAVEDRA | Rompeos ya, cielos, y llovednos presto | | el librador de nuestra amarga guerra | | si ya en el suelo no le tenéis puesto. | 395 | Cuando llegué cativo y vi esta tierra | | tan nombrada en el mundo, que en su seno | | tantos piratas cubre, acoge y cierra, | | |
-fol. 3v-
| no pude al llanto detener el freno, | | que, a pesar mío, sin saber lo que era, | 400 | me vi el marchito rostro de agua lleno. | | Ofrecióse a mis ojos la ribera | | y el monte donde el grande Carlo tuvo | | levantada en el aire su bandera, | | y el mar que tanto esfuerzo no sostuvo, | 405 | pues, movido de envidia de su gloria, | | airado entonces más que nunca estuvo. | | Estas cosas volviendo en mi memoria, | | las lágrimas trujeran a los ojos, | | forzados de desgracia tan notoria. | 410 | Pero si el alto Cielo en darme enojos | | no está con mi ventura conjurado, | | y aquí no lleva muerte mis despojos, | | cuando me vea en más seguro estado, | | o si la suerte o si el favor me ayuda | 415 | a verme ante Filipo arrodillado, | | mi lengua balbuciente y casi muda | | pienso mover en la real presencia, | | de adulación y de mentir desnuda, | | diciendo: «Alto señor, cuya
potencia | 420 | sujetas trae las bárbaras naciones | | al desabrido yugo de obediencia: | | a quien los negros indios con sus dones | | reconocen honesto vasallaje, | | trayendo el oro acá de sus rincones; | 425 | despierte en tu real pecho coraje | | la desvergüenza con que una bicoca | | aspira de contino a hacerte ultraje. | | Su gente es mucha, mas su fuerza es poca, | | desnuda, mal armada, que no tiene | 430 | en su defensa fuerte muro o roca. | | Cada uno mira si tu Armada viene, | | para dar a los pies el cargo y cura | | de conservar la vida que sostiene. | | De la esquiva prisión, amarga y dura, | 435 | adonde mueren quince mil cristianos, | | tienes la llave de su cerradura. | | Todos, cual yo, de allá, puestas las
manos, | | las rodillas por tierra, sollozando, | | cerrados de tormentos inhumanos, | 440 | poderoso señor, t'están rogando | | vuelvas los ojos de misericordia | | a los suyos, que están siempre llorando; | | y, pues te deja agora la discordia | | que tanto te ha oprimido y fatigado, | 445 | y Amor en darte sigue la concordia, | | haz, ¡oh buen rey!, que sea por ti acabado | | lo que con tanta audacia y valor tanto | | fue por tu amado padre comenzado. | | El sólo ver que vas pondrá un
espan[to] | 450 | en la bárbara gente, que adivino | | ya desde aquí su pérdida y quebranto». | | ¿Quién duda que el real pecho
begnino | | no se muestre, oyendo la tristeza | | donde están estos míseros contino? | 455 | Mas, ¡ay, cómo se muestra la bajeza | | de mi tan rudo ingenio, pues pretende | | hablar tan bajo ante tan alta alteza! | | Mas la ocasión es tal, que me defiende. | | Pero a todo silencio poner quiero, | 460 | que creo que mi plática te ofende, | | y al trabajo he de ir adonde muero. | |
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(Aquí entra
SEBASTIÁN, muchacho, en hábito de
esclavo.)
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SEBASTIÁN | ¿Hase visto tal maldad? | | ¿Hay tierra tan sin concordia, | | do falta misericordia | 465 | y sobra la crueldad? | | ¿Dónde se halla[rá]
disculpa | | de maldad tan insolente: | | que pague el que es inocente | | por el que tiene la culpa? | 470 | ¡Oh cielos! ¿Qué es lo que he
visto? | | ¡Éste sí que es pueblo injusto, | | donde se tiene por gusto | | matar los siervos de Cristo! | | ¡Oh España, patria querida!, | 475 | mira cuál es nuestra suerte, | | que si allá das justa muerte, | | quitas acá justa vida. | |
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LEONARDO | Sebastián, dinos qué tienes, | | que hablas razones tales. | 480 |
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SEBASTIÁN | Una infinidad de males | | y una penuria de bienes. | |
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-fol. 4r-
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LEONARDO | En ser, como eres, esclavo | | se encierra todo dolor. | |
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SEBASTIÁN | Otra pena muy mayor | 485 | me tiene a mí tan al cabo. | |
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SAYAVEDRA | ¿De dónde puede causarse | | la pena que dices brava? | |
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SEBASTIÁN | De una vida que hoy se acaba | | para jamás acabarse. | 490 | «Ya sabés que aquí en Argel | | se supo cómo en Valencia | | murió por justa sentencia | | un morisco de Sargel; | | digo que en Sargel vivía, | 495 | puesto que era de Aragón, | | y, al olor de su nación, | | pasó el perro en Berbería; | | y aquí cosario se hizo, | | con tan prestas crueles manos, | 500 | que con sangre de cristianos | | la suya bien satisfizo. | | Andando en corso fue preso, | | y, como fue conocido, | | fue en la Inquisición metido, | 505 | do le formaron proceso; | | y allí se le averiguó | | cómo, siendo batizado, | | de Cristo había renegado | | y en África se pasó, | 510 | y que, por su industria y manos, | | traidores tratos esquivos, | | habían sido cautivos | | más de seiscientos cristianos; | | y, como se le probaron | 515 | tantas maldades y errores, | | los justos inquisidores | | al fuego le condenaron. | | Súpose del moro acá, | | y la muerte que le dieron, | 520 | porque luego la escribieron | | los moriscos que hay allá. | | La triste nueva sabida | | de los parientes del muerto, | | juran y hacen concierto | 525 | de dar al fuego otra vida. | | Buscaron luego un cristiano | | para pagar este escote, | | y halláronle sacerdote, | | y de nación valenciano. | 530 | Prendieron éste a gran priesa | | para ejecutar su hecho, | | porque vieron que en el pecho | | traía la cruz de Montesa, | | y esta señal de victoria | 535 | que le cupo en buena suerte, | | si le dio en el suelo muerte, | | en el cielo le dio gloria; | | porque estos ciegos sin luz, | | que en él tal señal han visto, | 540 | pensando matar a Cristo, | | matan al que trae su cruz. | | De su amo lo compraron, | | y, aunque eran pobres, a un punto | | el dinero todo junto | 545 | de limosna lo allegaron. | | En nuestro pueblo cristiano, | | por Dios se pide a la gente, | | para sanar al doliente, | | no para matar al sano; | 550 | mas entre esta descreída | | gente y maldito lugar, | | no piden para sanar, | | mas para quitar la vida. | | Hoy en poder de sayones | 555 | he visto al siervo de Dios, | | no sólo puesto entre dos, | | sino entre dos mil sayones. | | Iba el sacerdote justo | | entre injusta gente puesto, | 560 | marchito y humilde el gesto, | | a morir por Dios con gusto. | | En darle penas dobladas | | todo el pueblo se desvela: | | cual sus blancas canas pela, | 565 | cual le da mil bofetadas. | | |
-fol. 4v-
| Las manos que a Dios tuvieron | | mil veces, hoy son tenidas | | de dos sogas retorcidas | | con que atrás se las asieron; | 570 | al yugo de otro cordel, | | puesto el cuello humilde lleva, | | haciendo seis moros prueba | | cuánto pueden tirar dél. | | A ningún lado miraba | 575 | que descubra un solo amigo: | | que todo el pueblo enemigo | | en torno le rodeaba. | | Con voluntad tan dañada | | procuran su pena y lloro, | 580 | que se tuvo por mal moro | | quien no le dio bofetada. | | A la marina llegaron | | con la víctima inocente, | | do con barbaria insolente | 585 | a un áncora le ligaron. | | Dos áncoras a una mano | | vi yo allí en contrario celo: | | una, de hierro, en el suelo; | | otra, de fe, en el cristiano. | 590 | Y, la una a la otra asida, | | la de hierro se convierte | | a dar cruda y presta muerte; | | la de fe, a dar larga vida. | | Ved si es bien contrario el celo | 595 | de las dos en esta guerra: | | la una en el süelo afierra; | | la otra se ase del cielo; | | y, aunque corra tal fortuna | | que espante al cuerpo y al alma, | 600 | como si estuviera en calma, | | no hay desasirse la una. | | Sin hierro al hierro ligado, | | el siervo de Dios se hallaba, | | y en su cuerpo atado estaba | 605 | espíritu desatado. | | El cuerpo no se rodea, | | que le ata más de un cordel; | | mas el espíritu dél | | todos los cielos pasea. | 610 | La canalla, que se enseña | | a hacer nueva crueldad, | | trujo luego cantidad | | de seca y humosa leña, | | y una espaciosa corona | 615 | hicieron luego con ella, | | dejando encerrada en ella | | la sancta humilde persona; | | y, aunque no tienen sosiego | | hasta verle ya espirar, | 620 | para más le atormentar, | | encienden lejos el fuego. | | Quieren, como el cocinero | | que a su oficio más mirase, | | que se ase y no se abrase | 625 | la carne de aquel cordero. | | Sube el humo al aire vano, | | y a veces le da en los ojos; | | quema el fuego los despojos | | que le vienen más a mano; | 630 | vase arrugando el vestido | | con el calor violento, | | y el fuego, poco contento, | | busca lo más escondido. | | Esperad, simple cordero, | 635 | que esta ardiente llama insana, | | si os ha quemado la lana, | | os quiere abrasar el cuero. | | Combátenle fuegos dos: | | el uno, humano y visible; | 640 | el otro, sancto invisible, | | que es fuego de amor de Dios. | | Yo no sé a cuál más
debía, | | puesto que a los dos pagaba: | | al que el cuerpo le abrasaba | 645 | o al que el alma le encendía. | | Los que estaban a miralle, | | la ira ansí les pervierte, | | que mueren por darle muerte | | y entretiénense en matalle. | 650 | Y, en medio deste tormento, | | no movió el sancto varón | | la lengua a formar razón | | que fuese de sentimiento; | | |
-fol. 5r-
| antes dicen, y yo he visto, | 655 | que, si alguna vez hablaba, | | en el aire resonaba | | el eco o nombre de Cristo; | | y cuando en el agonía | | última el triste se vio, | 660 | cinco o seis veces llamó | | la Virgen Sancta María. | | Al fuego el aire le atiza, | | y con tal ardor revuelve, | | que poco a poco resuelve | 665 | el sancto cuerpo en ceniza. | | Mas, ya que morir le vieron, | | tantas piedras le tiraron, | | que las piedras acabaron | | lo que las llamas no hicieron. | 670 | ¡Oh Santisteban segundo, | | que me asegura tu celo | | que miraste abierto el cielo | | en tu muerte desde el mundo! | | Queda el cuerpo en la marina, | 675 | quemado y apedreado; | | el alma el vuelo ha tomado | | hacia la región divina. | | Queda el moro muy gozoso | | del injusto y crudo hecho; | 680 | el turco está satisfecho; | | el cristiano, temeroso.» | | Yo he venido a referiros | | lo que no pudistes ver, | | si os lo ha dejado entender | 685 | mis lágrimas y suspiros. | |
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SAYAVEDRA | Deja el llanto, amigo, ya; | | que no es bien que se haga duelo | | por los que se van al cielo, | | sino por quien queda acá: | 690 | que, aunque parece ofendida | | a humanos ojos su suerte, | | el acabar con tal muerte | | es comenzar mejor vida. | | Mide por otro nivel | 695 | tu llanto, que no hay paciencia | | que las muertes de Valencia | | se venguen acá en Argel. | | Muéstrase allá la justicia | | en castigar la maldad; | 700 | muestra acá la crueldad | | cuánto puede la injusticia. | |
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SEBASTIÁN | En tan amarga querella, | | ¿quién detendrá los gemidos? | | Ellos con culpa punidos; | 705 | nosotros, muertos sin ella. | |
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LEONARDO | Bastábanos ser cautivos, | | sin temer más desconciertos, | | pues si allá queman los muertos, | | abrasan acá los vivos. | 710 | Usa Valencia otros modos | | en castigar renegados, | | no en público sentenciados: | | ¡mueran a tósico todos! | | Mas un moro viene acá: | 715 | no estemos juntos aquí; | | Sayavedra, por allí, | | tú, Sebastián, por allá. | |
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