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El trino soterrado. Paraguay: aproximación al itinerario de su poesía social

Tomo I

Luis María Martínez



portada



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A Justina, Luis, Carlos, Hugo,
por su amor y compañía.
A Rocío, grácil esperanza.



Un Sansón esclavizado, enceguecido,
hay también en nuestro país...


(Longfellow)                


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imagen

El compilador en Buenos Aires con uno de sus hijos.

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A los luchadores, vivos o muertos,
por la libertad de nuestro pueblo.

A los que porfiaron,
y sin ver la realidad
de sus sueños,
se sintieron realizados.

A los que confiados
en la proximidad de sus sueños,
quedaron a la vera del camino.


Luis María Martínez                



A los que luchan un día
y son buenos.
A los que luchan un año
y son mejores.
A los que luchan muchos años
y son muy buenos.
A los que luchan toda la vida:
¡y son los imprescindibles!


Bertold Brecht                




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El Semanario (n.º 308, página 1).

«... El pueblo tiene dos gustos depravados: la adulación y la mentira; pero tiene también dos gustos naturales: la verdad y el valor. El pueblo respeta siempre a quien se atreva a hablarle con energía y desprecian a los que le temen. Hay animales feroces que no devoran más que a los que huyen; el pueblo es como el león: quiere que le ataquen de frente con aquella firme confianza que prueba que se entrega pero que se estima».

«... El pueblo no escucha sino a aquellos que le aman».

«... Delante de la verdad debe estar únicamente el hombre que escriba para el pueblo. No se crea por eso que sean menos escuchados ni menos populares...».

Asunción, febrero de 1860.

Época de Carlos Antonio López.



«Que nuestros artistas, nuestros escritores, nuestros luchadores de la causa de la libertad, jamás olviden que toda su batalla debe tener por brújula lo nacional. Nada podrá ser construido con sentido de perennidad si se olvidan las profundas raíces nacionales. El arte, la política, el quehacer cultural, deben beber los zumos mejores de la nacionalidad. El proceso tiene este itinerario: de lo nacional a lo universal, y no a la inversa. Que no haya arte inútil, que no haya belleza divorciada de pueblo. El pueblo, su servicio, su redención, su justicia, deben constituir los motivos de todo trabajo. Lo nacional, nuestro país, nuestros hombres, nuestros campesinos y obreros, nuestras mujeres. Es a ellos, a su elevación, que los artistas debemos dedicar todos los esfuerzos...».

Hérib Campos Cervera

(Deseo expresado ante la certidumbre de su muerte)



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ArribaAbajoIntroducción

El lento conocimiento que con el correr de los años fui obteniendo de la obra de nuestros casi anónimos poetas, en un país de escasos libros afianzados, hizo que acariciase la idea de reunir en un volumen esos hermosos y encendidos versos casi desconocidos para el gran público. No sólo para que se supiese que muchos de ellos no habían vivido de espaldas a la realidad de nuestra historia, sino antes bien, que los habían sentido muy profundamente. Y preocupado, especialmente, porque los disfrutase la juventud, que es siempre la destinataria de todos los mensajes...

De igual manera, sentía casi todas las veces cierta sorda irritación ante el hecho de que los críticos de oficio ni se preocuparan del destino de estos pobres aedos de clamor y vaticinios ignorados, y al contrario, que se afanasen solamente en recordar de unos pocos que ni necesitaban publicidad. Y un poco también para enmendarles la plana: ¡que no todo se ha dicho en nuestra historia literaria, de tan escondidas voces y de tan herida secuencia!

Entendí muy bien que se debía poner en juego un gran amor hacia la obra de nuestros olvidados poetas, sin mezquindad de ninguna naturaleza. Total, el pueblo los habría de juzgar conforme a su relevancia, importancia o deficiencias.

Pero ya en plena tarea comencé a comprender que no sólo se debía tener una disposición espiritual concordante con la amplitud, sino por sobre todas las cosas entender que las obras de los mismos conformaban una especie de jalones en un vasto proceso evolutivo, históricamente observable, donde una línea de progreso unía las cuentas del rosario de lágrimas o cólera de uno a otro. Y además, mostrar que por sobre la acción perniciosa de los críticos, que en nuestro parnaso se ven no tan sólo islotes rodeados de supercherías, sino todo un archipiélago de latidos, que son en realidad nuestros poetas.

Sé que por sobre las dificultades propias que entraña hurgar en un medio lleno de interdicciones, donde la mayoría de los poetas ni libros tiene, es tan sólo un aporte. Gente nueva vendrá a llenar los vacíos que he dejado sin   —14→   quererlo, o hasta tanto que los caminos de nuestra historia y de nuestro pueblo nos den la posibilidad cierta de internarnos en su verdad de vida y en sus más escondidos secretos, para revelaciones aún mayores.





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ArribaAbajoLa poesía social paraguaya


ArribaAbajoPalabras preliminares

En realidad, nuestra crítica literaria se ha columpiado casi siempre entre el rataplán reiterativo de unos pocos nombres cuanto en la flaccidez material por no sustentarse en el sustratum de nuestra historia, dándonos por lo ya señalado la visión desvaída o incompleta de la trayectoria de nuestra literatura, por lo que no es entendida a cabalidad. Se estaría así, no de manera absoluta en realidad en la situación que ya nos señalara Eligio Ayala, ese pensador aún no rescatado del todo para mejor usanza de nuestra cultura: «A nuestro pueblo casi nunca se le ha dicho la verdad...».

Recuerdo, en los días que venía preparando estas pocas páginas, la lectura con un joven poeta de las muestras de nuestro gran latido multitudinario, renovando al par nuestro optimismo y fe en sus letras así como en nuestro pueblo, lleno de potenciales esperanzas, para concluir casi siempre: «pero nuestra poesía tiene una frescura y una fuerza inusitadas que desearían tenerlas muchas otras». Precisamente en estos días, vuelto aquel poeta a su lejana residencia y con el cotejo que impone la distancia y las muestras de poesía de otras tierras, me ha escrito con no despreciable importancia:

«Aquí, en este pedazo del mundo, quizás el museo menos imaginario, desde aquí me doy cuenta de nuestra profundidad, del pueblo nuestro que labra, escarba, llega con las uñas, y que el poeta no es un solitario más en la muchedumbre, como sucede aquí, en que la palabra ya no es la pólvora sino un instrumento de placer arquitectural; nuestra poesía va adelante...». «Los viajes y la experiencia me han enseñado», concluye, «que en aquella tierra (nuestro país) todavía hay sangre, hay emoción pura, hay fuerza y sobre todo algo que no vive de leyenda ni de mitos, sino de la lucha creciente por hacer de la poesía y del poeta un animal que vomita ira por los cuatro costados de su existencia...»1.

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Qué agregar, estimado poeta.

Decir solamente que nuestro fenómeno literario no es el resultado precisamente de una o dos figuras representativas, sino la labor silenciosa y de conjunto de su fuerza intelectual, donde no hay mitos que valgan, ni que la gloria pueda ser repartida arbitrariamente cual una torta entre unos pocos. Finalmente concluir conforme a la justa apreciación del nunca viejo poeta Manuel Verón de Astrada: «En literatura no hay injusticias», dado que el tiempo concluye por afirmar y sostener la verdad indubitable cuando ya la apoyatura de la propaganda, los círculos o los amigos, que a la postre se marchan o desaparecen por el curso indetenido de la vida, siempre exigente por extraer la verdad relativa del momento, que es tan sólo un minuto... Y punto.

* * *

Conviene esclarecer que la poesía, no importa el aspecto que adquiera, conforma una sola y vigorosa corriente.

Voz alquitarada por la emoción o la fantasía, configura el acento del hombre en un medio social y en un instante histórico determinado.

No obstante, la personalidad del poeta y las circunstancias que conforman algo así como su única y no repetible historia individual, matizan el verbo de un colorido más o menos peculiar. De ahí que en cualquier poesía converjan elementos líricos mezclados con los no líricos. Ambos se llevan de la mano sin molestarse, y de tanto en tanto gravita uno de ellos, haciéndose sentir en tono más fuerte. Lo decisivo en última instancia es la historia o experiencia personal del poeta y la posición en que éste se encuentra dentro de la sociedad. Precisamente la última circunstancia se torna en fundamentalísimo para que el poeta sea no tan sólo el intérprete de sus propias inquietudes individuales sino el mensajero o portaliras de inquietudes de mayor volumen, vale decir, las de un estrato social determinado o las de todo un pueblo. Esto no quiere decir ni mucho menos que lo lírico sea menos valioso que lo social, ni que contradiga tal o cual momento histórico perimido. En medio de los más horrorosos momentos, o en medio de los más borrascosos instantes del devenir de la humanidad el poeta,   —17→   ha sabido sobreponerse a las contingencias y rescatarnos las más sobrias y delicadas melodías del espíritu. Sin embargo, hay que señalar, sin que esto importe algo contradictorio, que las circunstancias históricas imponen prioridades, en orden a la responsabilidad del poeta. Así: si su pueblo experimenta momentos dolorosos o instantes de dramatismo y tragedia que afecta a todo el cuerpo social, el poeta no puede sustraerse so pena de irresponsabilidad, y sumergirse en las aguas poco profundas o importantes de su individualidad...

Pero, ¿cómo saber en qué momento debe sumar su voz a la de los demás?

Las propias condiciones exteriormente existentes indican como con el índice hacia dónde hay que marchar. Sus condicionamientos pesan como si flotaran en el aire, contagiando a todo el espíritu de la colectividad. Tanto es así que al poeta no le resta otra cosa que renunciar transitoriamente a su materia lírica para subrogarse en algo más amplio: la conciencia colectiva.

Por eso la poesía social resulta ser algo así como la conciencia de una gran fracción o la de todo un pueblo. Y es la expresión de sus más significativos latidos y de sus más profundas emociones en torno a su devenir, a su diario peregrinar por las amplias alamedas de la historia.




ArribaAbajoEl ayer y el hoy de esta poesía

Toda poesía tiene sus raíces plantadas en la historia, que es como decir en la vida de la sociedad.

Es por tanto la expresión de experiencias suscitadas en el marco condicionado de un momento de la humanidad o de la historia. Ergo: toda poesía es el repertorio de un poeta en un momento histórico determinado. Su espectro abarca mucho más de lo que el poeta se imagina: sus condicionamientos sociales.

Por algo hay poesía marchitada por el tiempo como hay poesía neutralmente quieta tal como botón de muestra, o la que persiste en su lozanía por un complicado fenómeno de belleza subyacente o de sentimientos de alto significado   —18→   que superviven al través de los años, pese a todos los vaivenes de la historia.

Toda poesía, entendámosla, en la que no opta su lirismo, es social.

Pero eso sí, en la de acusado lirismo lo social debe ser extraído como fruto y examen de los sentimientos cual oro de la basta arena, que son más o menos peculiares o relevantes en época y época: ¡orla de la escueta o amplia dehesa de la tal poesía!

Pero social, entendido en sus lineamientos actuales, es toda poesía dirigida a significar aspectos resaltantes de su momento histórico, en perpetuo devenir. Sea la justa defensa de un pueblo que resiste en su presente por ser más de lo que es, presente que no puede ser tabulado en engañosas cifras de progreso sino en detectables aleteos hacia lo porvenir, como en lucha por una organización social superior, por una vida distinta, donde sean valores reales: la libertad, la personalidad humana, el pueblo, en fin, que transita hacia el futuro expresando a la vez sus verdaderas características, sin condicionamientos ni cadenas.

Esta poesía lleva por eso el peso de los condicionamientos históricos. Con su ayuda es posible reinstalarse en épocas ya transcurridas, en las que, por dar un ejemplo, tuvo sus grandes aleteos u oleajes en términos de lucha o combatividad, así como en sus momentos de terca monotonía o en sus instantes de aparente y calmoso derrumbe.

Con la poesía social es dable por tanto seguir paso a paso los hitos o jalones que han marcado la vida azarosa de aquel o de este pueblo. ¡Es la historia, pues, rescatada en alas de la fantasía, de la sustantiva emoción o de la cólera irreprimible!




ArribaAbajoÉpoca del coloniaje

La necesidad de una ruta para exportación de metales del Alto Perú generó la urgente circunstancia de contar con un punto de apoyo, a fin de posibilitar dicho objetivo. La existencia de tribus indígenas poderosas en áreas inmediatas al río Paraguay dio posibilidades de asentamiento a la colonización española.

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La incorporación de los guaraníes al proceso de producción para sustentar a la población existente como consecuencia de la fundación del fortín de Asunción, planteó las primeras contradicciones entre los colonizadores y los nativos. Es indudable que no debió ser de otra manera, puesto que los guaraníes se encontraban en un tipo de economía primitivísimo, en tanto que los españoles vivían en las condiciones del feudalismo, formas opuestas de organización económica. Es por eso que los colonizadores, adaptándose a las modalidades existentes, dieron formas a un sistema de economía agraria basada en la servidumbre de la mujer indígena, en razón de que a los varones les permitían conservar muchos aspectos de su organización tribal.

Este proceso, es cierto, no se desarrolló idílica ni pacíficamente. De tanto en tanto generábanse poderosas rebeliones de los indígenas, reprimidas todas las veces en forma dura y cruel, tales como las producidas en 1543 y 1545, resistencia que duró en realidad algo así como más de un siglo.

Es dable pensar que tales gestas tendrían que haber generado algún tipo de rapsodia, que los colonizadores se cuidarían muy bien de no difundirla para no activar la llamarada de la resistencia. Así pues, la tradición de los guaraníes refiere la existencia de un poeta o ñe’e-papara llamado Etiguará, que sería el primer bardo indígena. Al respecto, Narciso R. Colmán (Rosicrán) estima que «sus obras poéticas permanecen en los misterios de algún jeroglífico».

Por otra parte, cabe señalar que, junto a las peculiaridades de la organización tribal mantenida más o menos indemne hasta comienzos del siglo XIX, los indígenas guardaban con celo su idioma, que fue un factor que contribuyó poderosamente a la formación nacional, transmitida especialmente por vía oral y materna a los hijos en horas de trabajo o de descanso.

Sin embargo, las fisuras en la organización indígena fueron fortaleciendo el «régimen de la encomienda», especie de trabajo forzado para beneficio del encomendero o pequeño señor feudal.



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ArribaAbajoLa revolución ha llegado

Las contradicciones existentes en el seno de la Provincia entre el absolutismo y las fuerzas sociales de reciente formación (encomenderos, acopiadores, etc.) relacionadas con la explotación de la fuerza productiva de los guaraníes, que en gran número eran sustraídos por las misiones jesuíticas, dieron origen a un gran movimiento revolucionario.

En momento determinado, ante la renuncia del patriciado de Asunción a proseguir a la cabeza del movimiento, asustado por su volumen, la revolución pasa a manos de «El Común», el pueblo, donde los campesinos, clase en emergencia, pasa a ser su fuerza principal. Bien lo dice Alfredo López Austin, en La literatura de los guaraníes, que «algunos pueblos se levantaron en armas en contra de sus antiguos amigos, guiados por grandes jefes y médicos-hechiceros que hablaban ya de una Tierra sin Males y sin extranjeros...».

Por vez primera, el bajo pueblo dio funciones armígeras u optimizadoras a la copla, al volcar en sus moldes las inquietudes revolucionarias, personificada en su caudillo principal: Antequera.



«Huyendo con mi caballo
pasé por una tranquera
y allí puse este letrero:
¡Viva don José de Antequera!».

«A la puerta de mi casa
tengo una losa frontera
con un letrero que dice:
¡Viva José de Antequera!».



Así, la revolución, visitante augural e inevitable, había llegado por primera vez a golpear las puertas de la sociedad colonial, haciendo resonar con largueza sus históricas aldabas...



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ArribaAbajoLa época independiente

Las invasiones inglesas y francesas en el Río de la Plata, la quiebra del poderío de la monarquía española, acelerada con la ocupación napoleónica de la península Ibérica, crearon las condiciones para la explosión de los movimientos revolucionarios en ciernes en América.

Respecto a nuestro país, la invasión de las tropas de la Junta de Buenos Aires, despreciando los sentimientos independentistas de sus habitantes, conmueve los estratos populares, haciéndoles conocer el volumen de su energía al par que provoca la aglutinación de los elementos y líderes más firmes que aspiraban a la real independencia.

Consumada la liberación a poco, la dirección del movimiento pasa a manos del líder más intransigente y consecuente del mismo: el doctor Francia. Éste, apoyándose en el campesinado y en los estratos más pobres que habitaban los poblados, logra consolidarse en el poder. En lucha denodada contra los elementos poco firmes y contra la corriente de subordinación a la Junta de Buenos Aires, Francia logra triunfar. Esto le permite echar las bases materiales para asegurar la independencia: promueve la producción agrícola y ganadera, controla el comercio, nacionaliza la enseñanza, procura crear su propia marina mercante, y antes que nada acelera la formación de un ejército nacional de sólida conciencia para la defensa del país. Este gobierno creó la primera biblioteca pública y la primera banda de músicos, indicios de su preocupación por la cultura.

Por algo su máximo defensor proclamaba en aquellos días:

«Yo antes quiero morir que ver de nuevo a mi patria oprimida y en la esclavitud».



Era una dictadura que, en líneas generales, fue favorable a los intereses populares. Por algo el propio Carlos Antonio López años después reconocería que «la clase baja del interior no había sido tan feliz como en los tiempos de Francia».

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Sin embargo, esta etapa, realmente fructífera para el asentamiento de las bases materiales de la nación, ha sido vilipendiada una y otra vez por corrientes de pensamientos antinacionales, creando alrededor de nuestro prócer las más variadas fábulas respecto a su carácter, como así también acerca de muchos actos de su gobierno. Estas corrientes no efectúan la correspondiente discriminación entre dictadura y dictadura, sino antes bien erigen cantinelas suspicaces de puerilidad y liberalidad sospechosas, similares a las que tenemos hoy día en abundancia cuando la estolidez de poder intenta defender un estado de cosas ya en franca decadencia y malsanidad, con abstracción total de la verdad.

En este orden de apreciaciones se ha traído tantas veces al tapete la conocida frase de Rengger, de sabor más literario que histórico, de que en la etapa francista «hasta la guitarra, compañera inseparable del paraguayo, había enmudecido», marginando ex profeso otras apreciaciones del propio Rengger que son mucho más valiosas y sólidas. Por ejemplo, que la revolución ya no podía ser torcida o derrotada, porque en los momentos más difíciles el pueblo «se puso de parte del Dictador», agregando a seguidas sentenciosamente: «Ya el Dictador no podrá ser derrotado sino por una fuerza exterior». ¡Fatídico vaticinio que se cumplirá varios años después con la invasión extranjera, al talar el árbol de la independencia nacional!, pero en virtud de elementos bélicos y empréstitos foráneos, cuyos hilos se dirigían hacia la City londinense.




ArribaAbajoGobierno de Los López

Los López, padre e hijo, continuaron con la política trazada por Francia, y antes que nada con la observancia de la neutralidad, a fin de salvaguardar la independencia del país.

Cabe señalar, por otra parte, que los primeros trabajadores, aglutinados en número representativo, surgieron alrededor de los astilleros en funcionamiento, germen del estrato proletarizado. El grueso de la población seguía siendo la campesina.

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Con la consolidación del poder estatal tras la derrota de la reacción interna, que respondía preferentemente a la corriente porteñista y la atenuación de la presión exterior, se acrecentó la influencia de la naciente burguesía comercial y la de los pequeños estancieros, cuyo contrapeso económico seguían teniéndolo en las estancias de la patria. Estas clases acumuladoras de patrimonios crecían al amparo del comercio de los productos de exportación, especialmente representados por la madera, el tabaco y la yerba mate, así como a la sombra de las actividades relacionadas con el avituallamiento general del ejército. Por otra parte, la tierra de los indígenas fue declarada propiedad del Estado, pasando la mayor parte de éstos a la calidad de arrendatarios, si bien a bajo costo. Con justa visión de futuro, estos gobiernos se preocuparon por la formación de técnicos, a cuyo efecto los jóvenes de talento eran enviados al exterior en apreciable número, todo con el objetivo de acelerar el desarrollo económico nacional como de no caer bajo dependencia extranjera. Los López sabían muy bien a qué riesgos podían estar librados si sucumbían a la dominación extranjera. De ahí que el desarrollo autónomo y autofinanciado del Paraguay no era bien mirado por los grandes banqueros y comerciantes europeos, que empezaban a asolar el planeta con su escalada de sometimientos. Por ejemplo, el segundo López se expresaba con bastante claridad en la orientación dada al ministro de Relaciones Exteriores José Berges al señalarle: «Recurrir a empréstitos en el extranjero... contrario a las tradiciones del sistema de hacienda paraguayo».

A mayor abundamiento, ya en 1860 a Francisco Solano López le inquietaban esas «ofensas que inmerecidamente la Inglaterra ha estado infiriendo al Paraguay» al desconocer su independencia, sumada a la «sistematizada política británica de querer representar al Paraguay como un país de bárbaros».

Pocos años más y esta campaña desembocará en el anhelado vertedero: la guerra... con vista al sometimiento del Paraguay.



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ArribaAbajoLa guerra de la Triple Alianza

Con empeño parsimonioso, quienes aspiraban a meter al Paraguay «en la camisa de fuerza» del comercio mundial capitalista, no cesaban en sus aprestos bélicos e ideológicos para domeñarlo. Por entonces Inglaterra, Francia y Alemania se disputaban furiosamente tratando cada quien de acrecentar sus esferas de influencia en todo el mundo. Continentes de aquí y de más allá soportaban el asedio despiadado de los cañones de dichas potencias coloniales, como adelantados de sus flotas comerciales. Desde luego, el mapa comercial del orbe sufría constantes transfiguraciones. La rubia Albión era la más fuerte y la mejor preparada, gracias a su poderío naval y marítimo, que le permitía desplazarse con aprestos convenientes a los más lejanos lugares e imponer sus condiciones.

Por algo varias décadas atrás, concretamente en 1830, el celo independentista del doctor Francia hacíale aconsejar al delegado de Itapúa: «Jamás debes creer a los europeos, ni fiarte de ellos de cualquier nación que sean». Porque el dictador presumía sin equivocarse que los europeos traerían primero sus productos y luego sus cañones.

En realidad, si bien durante la dominación española América estuvo cerrada a la influencia y comercio de los principales estados europeos, era por ello que el contrabando, el tráfico de esclavos y la piratería florecían en su mejor momento, con la independencia de sus estados constituyentes se crearon las condiciones propicias para la penetración comercial. Y ello porque casi todos observaban un estado deplorable por las prolongadas campañas guerreras, escaso desarrollo técnico y económico, y ninguna experiencia en el trato con potencias extracontinentales de gran volumen y poder. En ese sentido, quienes más fuertemente se disputaban por afirmarse en América eran Inglaterra y Francia. Cada quien enviaba a sus agentes, trataba de reclutar a elementos nativos y dispersaba sus flotas de guerra. El Paraguay, no por mediterráneo ni lejano, se encontraba también en el foco de las disputas. Por algo Grandsir, un agente francés, en setiembre de 1818 confesaba en París a un colega: «No se olvide usted que, habiendo puesto nosotros pie en el Paraguay, el comercio inglés recibirá un golpe terrible».

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La guerra nacional de 1864-1870 se enmarca, pues, en el contexto del proceso de gran desarrollo del comercio y la industria ya bajo la impronta del maquinismo, que acusaba particulares perfiles en Inglaterra y otros países. La política colonialista que obedecía a dicho proceso, materializaba su objetivo a manu militari o al través de empréstitos de expoliación, a fin de someter a los países de escaso desarrollo bajo su férula. Respecto al Paraguay, Inglaterra explota hábilmente viejas diferencias existentes entre países del Sur del continente, con relación a la soberanía territorial, control y navegación comerciales. Las oligarquías cisplatinas y la brasileña, ahogadas por la ambición, ven llegada la hora del sometimiento definitivo del Paraguay, en tanto que el régimen paraguayo aspiraba a resolver de una vez por todas el añoso problema de su salida al mar. Los banqueros londinenses se encargan de financiar la guerra a las mencionadas oligarquías, con el objetivo asaz claro de tenerlas amarradas de pies y manos, moral y materialmente.

El pueblo paraguayo en su totalidad, incluido los niños y mujeres, defiende con sin igual heroísmo, estoicismo y valentía, el régimen que le ha dado el pan y la tierra, el arado y el libro.

Natalicio de María Talavera (1839-1867), el primer poeta paraguayo, es también el primero en darle significación militante al verso, cual bardo épico-colectivo, al utilizarlo como instrumento de elevación de la moral de los combatientes, que sobrellevaban el peso de una guerra de resistencia al invasor.


«¡Paraguayos!, corred a la gloria
y colmad vuestra patria de honor,
inscribiendo al luchar, en la historia,
nuevos timbres de noble valor...».



Con el periódico Cabichuí impreso especialmente para consumo de los soldados, Talavera acentúa su contribución a la lucha, pues con la sátira y el ágil sonar de las coplas, acrecentado por los grabados, fortalecía el espíritu de combate de los campesinos que guerreaban. En este singular empeño de poeta y combatiente, sacrifica su joven y preciosa vida, cumplida a cabalidad su histórica promesa de

«¡morir antes que esclavo vivir!».



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ArribaAbajoÉpoca posterior a la guerra del 70

El Paraguay, desmembrado, es también sometido a la inicua mutilación de su independencia. No sólo se le impone al país exangüe y roto contribuciones increíbles, sino un régimen semejante al que predomina en los países victoriosos.

El hijo de la tierra desciende a la condición de paria y el latifundio ha devenido desarticulando la geografía. Es que de su posesión estatal se pasa a la enajenación más increíble. A seguidas de la destrucción se asiste a un proceso de plena desnacionalización. Del anterior estado de casi autosustentación se pasa a la irritante condición, y ya por mucho tiempo, de mero productor de materias primas.

«Se crearon», concluye acertadamente Francisco Gaona en su importante Introducción a la historia gremial y social del Paraguay, las condiciones para el estancamiento del país y se pusieron todas las trabas para «lentificar el proceso de desarrollo nacional. Se atacó el sentimiento y la fe nacional y se incrementó el culto por el menosprecio de los valores nacionales».

Todo lo guaraní es mancillado y perseguido. Su lengua es acosada sañudamente y puesta en el index prohibitivo escolar. La melancolía y las nostalgias suplen en el alma de los sobrevivientes la verdad simple e irremplazable de la historia.

La Pax británica cuesta al Paraguay su casi desaparición etno-territorial. Los cañones lo arrojan de manera brutal a la torrentera del mercantilismo. La bofetada imperial tendrá consecuencias irreversibles.

El campesino, nómada sobre el inmenso hábitat ajeno, conjuga desde entonces el peregrinante verbo de la emigración. La aparcería resucita sus antiguos vínculos feudales. Los políticos peregrinan de aventura en aventura. Es que anteponen sus intereses personales a los de la patria y se muestran embarazados por los dictados de los vencedores. El país se halla saturado de plañideras letanías: ¡está casi muerto! La desesperanza y el luto flotan sobre el alma de los mortales. Años más y Rafael Barrett habrá de efectuar estas justas y sobrecogedoras preguntas:

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«¿Por qué esta raza es una raza de melancólicos y resignados? ¿Por qué aquí todos los despotismos, todas las explotaciones, todas las infamias de los de arriba se ejecutan con una especie de fatalidad tranquila, sin obstáculo ni protesta?».






ArribaAbajoEl proceso de recuperación

Lentamente se van concitando las condiciones para el renacimiento de la conciencia nacional. Este país, que ha quedado en completa ruina, debe ser elevado nuevamente desde sus cimientos. La producción comienza a tener sus primeros atisbos, y con ella se insinúa una débil capa de artesanos: la infancia obrera. Las sociedades de socorros mutuos son las primeras formas embrionarias de organización de trabajadores. La conciencia de solidaridad es aún débil, por lo que el individualismo de sus componentes juega un rol fundamental. Es el caldo de cultivo adecuado para el anarquismo. Esto indica que el proceso del desenvolvimiento paraguayo no estuvo jamás ajeno al fenómeno universal del desarrollo de la conciencia colectiva.

El 25 de octubre de 1885 aparece precisamente el primer periódico obrero, El artesano, que trata de concretar una suerte de doctrina gremial con sentido popular y nacional. Así pues, fueron los propios trabajadores y no los intelectuales quienes dieron las primeras muestras literarias con relación a las inquietudes y aspiraciones sociales. Esto venía a revelar a la vez la ya despuntante conciencia de que la puja de intereses entre lo más y lo menos es el motor que impulsa el desarrollo histórico contemporáneo.

El primer sindicato es fundado el 16 de mayo de 1886 y lo constituyen los trabajadores de las pocas imprentas de la capital. Era la Sociedad Tipográfica del Paraguay. Entre sus intenciones programáticas, además de las económicas, se proponía a la vez «propender al adelanto del arte».

El 10 de marzo de 1889 se produce la primera huelga en el país. Es la organizada por los peones del ferrocarril central.

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En mayo de 1892 sale a publicidad el primer manifiesto anarquista. El 16 de mayo de 1893 el Diario informaba alarmado sobre las inquietantes apreciaciones vertidas por los trabajadores en una reunión de panaderos. De esa manera, en el seno de la sociedad paraguaya, casi familiar y provinciana, hacía irrupción el duro sesgo de la «cuestión social». Y las cosas no pararían allí.

Cabe acotar que la deuda externa se hallaba en manos de los ingleses, así como el ferrocarril y las más importantes compañías navieras. De la tierra ni qué decir.




ArribaAbajoRafael Barrett. La cuestión social. Barrett, el doctrinero.

Paulatinamente el movimiento gremial iba saliendo del embrionario sindicalismo de «pan llevar». Y ello fundamentalmente por las experiencias recogidas en el trajín de sus reclamaciones. En pocos años se producen 17 movimientos huelguísticos de menor o mayor importancia. La influencia de trabajadores extranjeros, especialmente españoles, con experiencia en estas lides, era de gran significación. En 1906 se gesta la primera central obrera: la Federación Obrera Regional Paraguaya. Su periódico Despertar cumple un papel concientizador, al plantear como de capital importancia «La cuestión social», negada sistemáticamente por quienes tenían acceso a los órganos de prensa de la capital.

Por entonces arriba al Paraguay de España el entrañable Rafael Barrett (1874-1910), que bien pronto se constituye en el intérprete de las aspiraciones de la todavía endeble masa de trabajadores. Venía imbuido de las ideas del anarquismo y de un irreductible espíritu de justicia. Su fervorosa pluma no ceja en la denuncia. Cumpliendo aquellos que pedía Tolstoi: «escribe de tu aldea y serás universal», Barrett atestigua lo que ve y lo que siente, perennizándose de esa manera. Páginas admirables ofrece diariamente a las fauces voraces del periodismo, que sus herederos en materia y espíritu lo recogerán con afecto para conformar los admirables volúmenes de sus escritos, integrados por sus siempre lozanas «Moralidades Actuales», «El Dolor Paraguayo», «Los que son los Yerbales», etc.

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Pocos años permanece en nuestro medio, y no obstante, por haber cavado hondo, por haber vivido consubstanciado con nuestro pueblo, Barrett permanece y es eterno. La cultura paraguaya le adeuda aún el monumento que bien se merece por su no despreciable contribución a su desarrollo. Su influencia, por lo demás, se prolonga hasta nuestros días. Incontables escritores de nuestro medio aún abrevan en la límpida fuente de su robusto pensamiento. Por su vigencia, los mustios celadores que embarazan al pueblo lo detestan. Por algo él mismo había señalado que la inteligencia que no se presta a las genuflexiones del poder o del oro es considerada por sus tales servidores como de peligrosa rebeldía.




ArribaAbajoÁngel I. González, primer poeta social

Es cronológicamente Ángel I. González (1878-1929) el primer poeta social de nuestro país.

Desde muy joven, nos refiere Carlos R. Centurión, en revistas y diarios combatía virilmente las imperfectas instituciones sociales y políticas del país. «Sus insurgencias le valieron», dice, «persecuciones y destierros, angustias y amarguras». Docente y político, los agitados años de su vida los tuvo que ubicar muchas veces en encontradas posiciones. Mas dejó muestras de su innegable talento poético en admirables versos, como los que configuran sus poemas «Fatídicas», «A Jesús crucificado», «A Dios», tan fulgurantes y válidos hasta para hoy día. Amalgamaba en sus versos un odio viril a todas las formas de despotismo con un caro amor a la libertad y un anticlericalismo intransigente, que le venía seguramente por influencia del pensamiento anarquista, gravitante por aquellos años.

La aparición de Ángel I. González fue un fenómeno casi aislado en nuestro medio, si se considera que la mayoría de los poetas mostraban preocupación por otro género de temas. Su mérito se realza aún más si se estima que nuestra poética social estará huérfana de representantes durante varias décadas. Por eso la sonora advertencia de este poeta quedará flotando cual bandera de orfandad en el ambiente ciudadano por cierto tiempo:

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«... Caen las testas,
las testas coronadas que, de arriba,
no ven el llanto que derrama el pueblo
ni oyen los gritos del dolor humano».



Sólo muchos años después se escucharán voces de parecido tono, aisladamente, en poetas como Leopoldo Ramos Giménez (1896) y Gomes Freire Esteves (1886-1970), en cuyo estro suena por primera vez una palabra inusitada para nuestro medio: «socialismo».




ArribaAbajoLa intelectualidad, elevadora del espíritu nacional

Por aquellos años adviene a la vida del país, desde la bulliciosa casona del Colegio Nacional, una pléyade de intelectuales, la más monolítica en la cultura paraguaya, que contribuye en una labor indudablemente necesaria a elevar el espíritu y el ideal nacionales.

El lastimoso estado en que quedó postrada la nación en cuerpo y espíritu, luego de la exterminadora guerra provocada por la Triple Alianza, urgía perentoriamente en su realización.

Ora en el culto de los héroes vilipendiados y principales actores de la resistencia patria, como en Juan E. O’Leary (1879-1969) e Ignacio Alberto Pane (1880-1920), ora en la investigación de su pasado histórico, como en Blas Garay (1873-1899 ), Fulgencio R. Moreno (1872-1933), bien en el elogio superlativo de los atributos de la raza guaraní, como en Manuel Domínguez (1869-1939), bien en el descubrimiento de su geografía, en el recuento de sus riquezas y posibilidades subyacentes en su naturaleza y en el amor a la civilización guaraní desaparecida, como en Moisés Santiago Bertoni (1857-1927), labor proseguida en importante medida por Ovidio Rebaudi (1860-1931) y Teodoro Rojas (1877-1954). Bertoni dio de paso una sabia orientación en materia de investigación histórica: «no reducir la verdadera historia a la historia de los gobernantes...», «árida cronología de sucesos palaciegos y militares...», que bien vale hasta nuestros días. Sea, prosigamos, en el afán de dotar a la intelectualidad incipiente y al pensamiento nacional de un cuerpo doctrinario con apoyaturas científicas, como en Cecilio Báez (1862-1947), afán   —31→   en el que también se embarcó Natalicio González (1897-1966) desde la atalaya de un rígido nacionalismo o de un autoctonismo resurrecto.

Los poetas que traditaron en mayor medida los ideales de elevación del espíritu nacional y de amor a todo lo nuestro fueron en tales días indudablemente Enrique D. Parodi (1857-1917) y Eloy Fariña Núñez (1885-1929). Señalemos igualmente que entre los primeramente nombrados, como O’Leary y Pane, también alternaron en versos su caro amor a la patria y a sus tradiciones, tal como lo hiciera a la vez Alejandro Guanes (1872-1925) en el donaire aleteante de su hermoso poema «Las leyendas».

Es que pocas veces como entonces en la vida nacional se dará esta feliz circunstancia: la coincidencia de la mayor parte de las capas de la población en la aspiración de reconstruir la patria, en la creencia de que de su consolidación y progreso podrían devenir el progreso y el bienestar de toda la nación. Nunca como en otras veces, y por cierto y prolongado tiempo, el ideal del resurgimiento nacional habrá de opacar las demás contradicciones subyacentes en el cuerpo social, napa irrepetible sobre la cual habrá de erigirse el himno patriótico y democrático del «Canto secular» de Fariña Núñez.

Un fenómeno digno de ser tenido en cuenta es por lo demás la jerarquización del guaraní para el lenguaje poético, alentando el amor al idioma de la raza, en poetas tan meritorios como Marcelino Pérez Martínez (1881-1915), Héctor L. Barrios (1875-1947), Narciso R. Colmán (1880-1954), Rosicrán, rescatándolo del desprecio a que había sido arrojado tras los tristes avatares de 1870.

Entretanto, Agustín Barrios (1885-1944), Mangoré, atrapará en el contorno reducido pero universal de la guitarra la melodía y el abejeo de sus vastas planicies misioneras, que los desparramaría victoriosos hasta la hora de su reposo definitivo en tierra centroamericana...

La gran debacle económica que estalla en 1929 en los principales centros financieros y de poder del mundo, que afecta a las más olvidadas regiones, mutaría definitivamente el antiguo orden de cosas, y con los ecos de los aprestos bélicos que poco después sobreviene y afecta al país, mataría para siempre el bello cisne del lirismo doméstico y patriótico, tan caro a nuestros antecesores.



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ArribaAbajoPeríodo anterior a la guerra del Chaco

Pese a ser un período agitadísimo en la vida política nacional, guerrear incesante de sus facciones políticas, las organizaciones gremiales prosiguieron subsistiendo y se fortalecen relativamente. Los trabajadores de la ciudad y del campo vincularon de tanto en tanto sus objetivos de luchas. Las inquietudes de carácter político se hacen visibles por entonces en sus filas. Se crea la primera central unitaria de los mismos. Ideas nuevas agitan el ambiente. Las masas desposeídas, y hasta ayer dormidas, venían a ser un factor «de transformación de las viejas tradiciones partidistas», al decir de Gomes Freire Esteves.

Se fortalecen los ideales nacionales en poetas tales como Guillermo Molinas Rolón (1892-1946) y Manuel Ortiz Guerrero (1894-1933). Este último habrá de contribuir juntamente con su creador, José Asunción Flores (1904-1972), a popularizar el musicalizado espíritu nacional: la guarania, cuyas lentas y cadenciosas notas venían a reflejar los más escondidos entresijos del alma paraguaya, zurcida a las urdimbres telúricas y ancestrales más profundas.

Este fenómeno importantísimo, que sin ser literario, habrá de dar el envión formidable que la cultura paraguaya toda necesitaba. Es que arribaba dando versión de universalidad al alma auténticamente paraguaya, muda hasta entonces en los oscuros, trágicos meandros de su sensibilidad y de su historia. La literatura sufriría prontamente su impacto, al notarse en ella un afán de acercamiento al alma nacional, vale decir, en paralela tentativa. Y desde entonces el lenguaje poético mutará su carga de endebles idealizaciones por otra de más acentuado realismo y solidez telúrica.




ArribaAbajoLa guerra del Chaco. Surgimiento de la nueva poesía social

Los indicios de inestabilidad y cambios en todos los estratos de la sociedad paraguaya eran cada vez más notorios. Las ideas que peregrinaban ya no eran las que habían salido de los solitarios gabinetes, sino de las porfiadas habitaciones y talleres de los que conjugaban el verbo del trabajo. La legión de sus idealistas sería totalmente distinta.

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La guerra del Chaco vino a poner una pausa en este proceso de incipiente renovación.

Por entonces geólogos agoreros señalaban el pronto agotamiento de los yacimientos petrolíferos en los Estados Unidos de Norte América. Los grandes capitanes de las industrias no podían permanecer indiferentes ante esta circunstancia. Y lo más comprometedor y trágico: el Chaco paraguayo era señalado como una región potencialmente rica en el inestimable líquido. El desatendido territorio deviene, pues, en ser el escenario donde los grandes imperialismos del petróleo, el norteamericano y el británico, dirimen supremacías sobre tan codiciados mantos bituminosos. Desde la cercana Córdoba (Argentina) el noble demócrata y humanista Deodoro Roca habrá de exclamar: «¡El Chaco sólo puede ser visto con luz de petróleo!».

Y los acontecimientos hacen renacer la poesía social con fuerza inusitada. Es tanta la agitación, con su mar de fondo removido por la guerra, que salta y se anuda a la garganta acrisolada de los poetas. La epopeya bélica, sin quererla, revela a las masas cuánta fuerza dormitaba en sus entrañas.

Y es Julio Correa (1890-1953), anunciador de la poesía social contemporánea, que con lenguaje duro y descarnado hace retornar a la poesía a su prístina nascencia: la estricta claridad de las cosas con sus nombres. Y sin detenerse sólo allí, habrá de llevar al teatro el drama de los preteridos de la tierra, constituyéndose en el padre de nuestro más auténtico teatro.

Desde entonces, su disposición de:

«no cantéis más poetas vuestra vieja canción...»

habrá de ser el norte y el inevitable mandamiento hasta el presente para todos los poetas que quieran ir de manos con el pueblo, de cara al porvenir.

Su no numerosa producción es reunida en un volumen: Cuerpo y alma. Mas deja poemas de sin par belleza y fuerza, como «Parto», «El Río es un gran poeta», «Patria», «Madre», etc.

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Arístides Díaz Peña (1907), poeta fundamental de nuestro parnaso social y cronológicamente su primer representante, ha sido injustamente olvidado por los estudiosos literarios por no haber advenido como tantos otros al maravilloso repertorio del libro, asume solitariamente el rol del aedo que ve con visión exacta los acontecimientos de la guerra. Su obra Esquirlas antibélicas es un testimonio importantísimo de aquellos días. Pero su pluma no se agotará solamente en dicha escribanía. Será además testigo de sucesos históricos relevantes, tales como la guerra civil de 1947 y las décadas que le siguen. Una confirmación al respecto es su libro inédito Acentos en la brega.

Arnaldo Valdovinos (1908) transmitirá también, en su poema «Mutilado del agro», las duras consecuencias de la guerra.

Desde un ángulo distinto, de enfervorización patriótica, verán la contienda bélica poetas populares importantes como Carlos Miguel Giménez (1914-1970), Emiliano R. Fernández (1896-1949), Félix Fernández (1898), Darío Gómez Serrato (1903).

Emiliano apuntaría un poco más alto dándonos esa joya literaria que es «Mboriajhú memby», sabia descripción de la no similar posición de los combatientes, por razones de procedencia social, y Carlos Miguel Giménez con su primoroso canto de hondos deseos democráticos que vibran en los prístinos versos de «Mi patria soñada».

Hugo Rodríguez Alcalá (1917) se inspira también en motivos de la guerra, pero con visión objetiva de combatiente. Lo mismo Dora Bueno Gómez de Acuña en su poema «Son crueles los hombres» y Victor Montórfano (1909-1975) en la clarinada esperanzadora de su «Tetaguá sapucai».

Los años que sobrevienen después de la guerra son de grandes conmociones. Todos los estratos que conforman el medio social paraguayo están alterados. La guerra, como ya dijéramos, había venido a despertar al león dormido y subyacente en las masas populares. Y es entonces que sobreviene la breve experiencia revolucionaria de 1936, ascendiendo a la palestra política el campesinado y la clase media. Los propósitos del movimiento son importantes,   —35→   pero no logran ir adelante. Su alba significante y promisoria se apaga bien pronto. Pero sus enunciados paradigmáticamente habrán de quedar.

Algunos poetas activan en el movimiento, como Facundo Recalde (1899-1969), tan pirotécnico y contradictorio en su talento que lo verterá más bien en la prosa antes que en el verso, y Manuel Verón de Astrada (1903) entre otros, quien por la década del 50 habrá de darnos el amplio repertorio de sus inquietudes líricas y sociales en apretado volumen: Banderas en el alba. Nadie como este poeta sabrá anudar con excelencias, en sus estrofas de sonoras rebeldías, un desenvuelto lenguaje con las iridiscencias broncíneas de lo épico.

Antonio Ortiz Mayans (1908) es buen poeta surgido a la vez en el caldeado empeño de aquellos años, que ha reunido sus mejores versos en volumen de reciente difusión, Voces añoradas. Sitial de privilegio se merece su gran poema «Palabras para mi tierra infortunada».

Días más y en Europa la tradición humanística del mundo, usando la expresión de Stefan Zweig, se encuentra en «un momento estelar» de su permanencia. España, la madre patria, acosada por la aventura fascista, se halla en difícil encrucijada. La voluntariedad combativa de sus descendientes, amigos y vecinos, acude en solidaridad. De la tierra guaraní parten también algunos de sus hijos, para bien vivir o bien morir. Tal circunstancia habrá de inspirar a nuestro gran lírico Vicente Lamas (1900) los hermosos y épicos versos de la «Canción del miliciano guaraní».




ArribaAbajoÉpoca de las interdicciones

Es la década del 40. Mientras en Europa la humanidad juega sus cartas fundamentales, en el Paraguay la civilidad vive momentos difíciles, custodiado por la impronta del autoritarismo. Si bien la democracia hace mutis por sus fueros, por abajo y en todas partes, las ansias de la comunidad se mueven por caminos diferentes y son cada vez más difíciles los medios para ahogarlas. El oleaje social se encrespa y se hace más fuerte. El ritmo es de empuje y retroceso, contradictoriamente influido por los acontecimientos   —36→   mundiales. El Paraguay, difuso y preterido, emparedado entre vecinos poderosos, desangrado por múltiples antagonismos, se empeña en marchar por caminos aún desconocidos y no del todo avizorados. Sus poetas no pueden estar ajenos a todo este maremágnum. Así sus voces poéticas más poderosas apartan al verso del aire solitario del gabinete, tornándolo, como diría años después el fraternal cantor de la libertad Hérib Campos Cervera (1905-1953), «confesión o bandera».

El lenguaje, pues, que ya se había mutado por imperio de los años guerreros y de encono popular, se sitúa verdaderamente en su alborada o epifanía. Contribuyen en tal empeño, en su aspecto formal o retórico, intelectuales que viven alejados de las ríspidas vivencias de la colectividad, como por ejemplo Josefina Plá, quienes también se sumergen, de paso, en las turbulentas aguas de sus ríos sociales... Es que advienen entonces sus altos «sembradores» «cara a la primavera».

Por de pronto, es la voz rescatable y aún perdida de Leopoldo Céspedes, Leopoldo Nuevo (1912-1943), sin par telegrafista, desasido de su atadura terrestre en el bullicioso día bonaerense del 7 de mayo de 1943, con su disposición casi ejecutiva para el civilismo poético paraguayo:


«... Poeta, no cantes las lejanías sin fin que no se siente.
La vida de tu pueblo es el hecho
que espera de tu genio un poema de libertad inmenso...».



Y es del seno de esta década que talentos formidables, de raigambre auténticamente popular y nacional, como Juan Sorazábal (Chuchín) (1902-1944) y Andrés Guevara (1903-1964), a los que podríamos agregar, a pesar de haber desaparecido pocos años antes, Andrés Campos Cervera (1888-1937), Julián de la Herrería, de indudable proceridad artística, quienes al través del dibujo y la cerámica dejan el perenne testimonio de sus virtudes, para inspiración de próximos o herederos. Por aquellos días obtienen también vestiduras musicales los versos del más representativo poeta social en guaraní, Teodoro S. Mongelós,   —37→   en tanto que Herminio Giménez perfila musicalmente sonidos telúricos y ancestrales o lamentos de rebeldías del hombre de tierra adentro, como en Francisco Alvarenga, gran músico que ingresara tempranamente en las filas de los paladines de la libertad, al aquietarse para siempre su alma musical en los enconados años posteriores a 1947.

Y no hay pausa alguna. El ambiente es de parto y augurios. La letanía insistente de los peticionadores de libertad azota cual peán de guerra calles y plazas, en abierta ruptura con la quieta paz de aldea en que se vive. Libros y herramientas diversas reposan en manos de los clamoreadores, como índice de la fraternal unión estudiantil-jornalera.

Y es en ese ambiente que arriba, con la plenitud de la palabra ya empeñada en otras lides, el gran peregrino de la libertad y de la democracia, Hérib Campos Cervera, poeta mayor, será el adelantado de las encrespadas olas del evidenciado fervor popular. Por entonces adviene una pequeñísima apertura de libertad. Es tan sólo una diminuta ventana en la amplia dehesa de las interdicciones y retrasos. El ojo de buey vuelto hacia las oscuras planicies de la civilidad preterida.

Pero a poco sobreviene el bien y el mal venido año de 1947. Es la diáspora y el abroquelamiento sin esperanzas de varios miles, peregrinos y acallados hijos de una patria en asombros. Y es así que el poeta, por sobre las desventuras y la caída, habrá de modelar el más caldeado e increíble canto de optimismo en el retorno victorioso de sus hijos. Y es también la nostálgica y herida voz del exiliado, reclamando el oloroso perfume de un «puñado de tierra» para arrimar a su encendido número de vida. Su único libro édito, Cenizas redimidas, habrá de constituirse en el libro de ensoñaciones y de cabecera de todos los poetas sociales que sobrevengan después. Campos Cervera, poeta ilustre, padre de poetas.

Cabe señalar también la aparición algunos años antes del poeta José Concepción Ortiz (1900-1972), expresión nostalgiosa del espíritu campesino, envarado casi siempre entre la esperanza y el asedio, de siempre prometidas y nunca cumplidas virtualidades.

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Por lo demás, en las mismas aguas poéticas de Campos Cervera habrán de abrevar poetas tan disímiles como Ezequiel González Alsina (1919), Óscar Ferreiro (1922) y Augusto Roa Bastos (1918), poeta de palabra estricta en su Naranjal ardiente, quien domeñando el torrente aún no poderoso de su fantasía la volcará más tarde en ya proceloso torrente de la narrativa, donde hallará su más promisorio cauce y resonancia.

Optaciano Franco Vera (1910) fulgió por algunos años como continuador del descarnado estro de Leopoldo Céspedes, cobijándose llamativamente bajo el sobrenombre de Segundo Leopoldo Nuevo.

Tiempos aquellos también en que un desconocido poeta, Emilio Armele (1915), dará en el lejano norte su entera voz de hombre, pujante y vigorosa, al igual que Rodolfo Duarte Troche (1917), insomne en su atalaya bonaerense, acogerá en varios volúmenes la «hoguera crepitante» de todos sus clamores.

José Antonio Bilbao (1919), de pulcro lenguaje, pergeña los perfiles del sembrador, el hachero y otra gente de pueblo, de manera objetiva, en su eglógico libro Verde Umbral.

Jesús Amado Recalde (1921-1979), Papotin, desnuda su verbo social en varios poemas de su juvenil libro Siembra sonora, que no tuvo continuidad...

Elvio Romero (1927), fructífero poeta, es la voz más dramáticamente nuestra y palpitante de la poesía social. Desde su adolescente y hermoso libro Días roturados hasta Los innombrables, este aedo entero e indomeñable se constituirá en su más visionario clamor combatiente. Desde su posición de extramuros pasará revista con fervor militante a todos los años de luchas y derrotas, a toda su epopeya de promisorio desenlace. Su verbo, sonoro y desenvuelto, dueño del porfiado oficio del bien decir, se constituye de por sí en el alimento de la civilidad soterrada, que vive y marcha hacia el porvenir. Es el poeta de más acentuado fuego tirteico.

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Por aquellos desapacibles días que siguen al conmovido año de 1947, se irá conformando una pléyade de importantes poetas dentro del respetado perímetro del Colegio San José. Agrupados alrededor del ateneo cultural denominado Academia Universitaria, unos años después harán conocer un libro de parco título, Poesía, donde se animaban a exhibir muestras de sus respectivos talentos. Su orientador, el poeta César Alonso de las Heras (1913), orlado aún por los aires de la España eterna y peregrina, es quien pone al grupo de versificadores juveniles en contacto con las voces más puras de la península. Él mismo dará a conocer más tarde dos poemarios de su autoría. El primero de ellos, Qué cercano tu recuerdo, rodeado de un halo nostálgico y comprometido, por sentirse hijo antes que inquilino, hacia las reciedumbres de su patria de adopción.

Así, por sobre el ajetreado momento (los últimos reclusos saldrán recién en 1949) de ríspido encono político, estos intelectuales aspiraban a airear el ambiente, aunque más no sea en su medio estudiantil, con poemas de delicado lirismo. Expediente este, inducimos que así lo fue, para tratar de sobreponerse al empobrecimiento espiritual acaecido con los presupuestos de un idealismo vuelto pan o materia de un deseable vivirse mejor. Una forma de afirmar el substancial contorno de los valores espirituales totalmente deshechos en el maremágnum de aquellos años, y forma a la vez de mirar como sobre los hombros la dura realidad cercenadora de idealidades. Sin embargo, no tardarán, varios de ellos, en ser inundados por el vaho quemante del verbo social, pugnaz y desleído en toda la nación...

Ramiro Domínguez (1929) adviene con Zumos, pergeñando la realidad cotidiana con empaque lírico y conversacional. Pese a su lenguaje críptico, sus sutilezas aunadas a un sesgo amplificado de transfiguraciones, el poeta ofrece en la secuencia de sus Poemas del exilio la impresión de un gran fresco esperpéntico o goyesco, que enrique la visión de la realidad.

José-Luis Appleyard (1927), caudaloso poeta, ha dado muestras de sustantiva poesía social en versos tan directos y convincentes como en «Buscar el pan», «Cárcel de   —40→   paralelos», «Hay un sitio», «Para Manuel Ortiz Guerrero», a quien llama «Corazón más sufriente / de una patria que sufre...».

José María Gómez Sanjurjo (1930), el más delicado lírico de nuestro parnaso, ve con espíritu meditabundo y contemplativo aspectos del contorno social en poemas tales como «A vosotros», «Conozco Yegros» y otros más. Ha publicado dos hermosos libros en fecha reciente.

Rubén Bareiro Saguier (1929) con Biografía de ausente nos dio con atemperada sutileza subjetiva los temblorosos ecos de letanía de sus inquietudes sociales en versos tales como «Aniversario» y en el trasfondo de sus «Sarmientos».

Carlos Villagra Marsal (1932) se ha valido recientemente para darnos muestras conjuncionadas de sus virtudes poéticas de un poemario titulado Guitarra del desvelado. Es en el grupo el de más airoso y épico lenguaje. Su «Carta a Simón Bolívar» flamea enhiesta en la quietud recoleta de nuestras cosas, cual misiva incumplida de las más caras libertades del hombre.

Manuel E. B. Argüello (1925), el más despreocupado poeta por el destino de sus versos, ha dado expresión a su espíritu solidario en el bello y hondo poema «La tierra del silencio».

Fuera de toda agrupación se formó Santiago Dimas Aranda (1924), cifra representativa de la poesía social, quien no ha cesado un sólo instante en dar expresión a su verbo multitudinario. Desde Sangre de Tierra y Luna, pasando por su voluminosa Antología del silencio, libro substancioso y fundamental, hasta el intenso repertorio de Metal es la fragancia, ha dado a la palabra la hermosa y superlativa misión de «no ser una belleza inútil». Por sobre la yerta medievalidad de nuestros acaeceres, Aranda marcha a descubrirnos el ayer y el hoy de su casa vacía, de su patria indeleble...

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Félix de Guarania, seudónimo de Félix Giménez Gómez (1927), buen poeta, permanece injustamente olvidado aún por la crítica literaria, renuente como es a apartarse de sus presupuestos domésticos. Sonoro versolibrista es, por lo demás, el más hábil trovador octosilábico de nuestra poesía. Sus soterrados poemarios, Poemas de noche y alba y Penas brujulares, brillan con luces propias en la incierta y silenciosa llanura de los hombres de su tierra...

Miguel Ángel Guillén Roa (1926), autor de Tierra y horizonte, Caminos e Inminencia terrena, concibe con esperanza mística el mejoramiento de la patria y los hombres.

Juan Francisco Bazán (1927) ha dado con su libro Ribera de la esperanza una elocuente muestra de madurez poética. La brevedad da fuerza inusitada a sus versos, que punzan como dardos, como en sus poemas «El precio es no pensar», «Mayoría» y otros, que son la síntesis de nuestro vivir y sufrir contemporáneos. Su estro puede darnos mucho más.

Rodrigo Díaz-Pérez (1924), poeta por tradición y por mandato vocacional, concibe en su poema «Mensaje», de su libro Astillas de sol, pese a su lejanía de nuestro hábitat geográfico, venideras horas de asombro y libertad para los suyos.

Antes de promediar la década del 50, las fuerzas armadas habrán de asumir el control total del poder. Es que las fracciones políticas tradicionales, en tránsito hacia niveles de caducidad, se mostraban inhábiles ya para contener las numerosas inquietudes nacionales por los medios habituales de mando: republicanismo democrático.

El régimen de excepción es bien visto por las clases poseedoras más antiguas, al posibilitarles un descansado ritmo de acumulación patrimonial y paz no conflictiva a sus intereses. Desde luego, las instituciones y agremiaciones de masas enervadas o desarboladas desde años ha se mostraban carentes de toda fuerza, y en tales condiciones las leyes sociales podían ser soslayadas o desconocidas.

Sin embargo, y por sobre lo increíble, la urbe capitalina ve por tres veces, en 1956, 1958 y 1959, turbarse su endeble tranquilidad por acontecimientos multitudinarios que le conmueven profundamente.

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En tanto, el éxodo se mantiene a un ritmo parigual desde más de una década, motivado por ingredientes de temor en los habitantes así como por la búsqueda de mejores oportunidades económicas en países vecinos. De esta manera la fisura inicial se agranda a tal extremo de conducir al país demográficamente a una curiosa situación bipartida. El Paraguay estático y silencioso de adentro mira asombrado al Paraguay del «éxodo y el llanto» de afuera, expectante a cualquier cambio... La diáspora que se iniciara en 1947 va adquiriendo carácter mayestático. ¡La nación escindida marcha por caminos de desesperación y dolor, esperanzada en que alguna vez mejores aires la suelden nuevamente para que sea realidad lo anhelado: el reencuentro y la felicidad nacionales!

Por otra parte, cabe anotar que recién en 1958 el país alcanzará económicamente los niveles de la post-independencia.




ArribaAbajoLa poesía social femenina

Ida Talavera de Fracchia es su más firme representante. Lastimosamente no ha editado hasta el momento un volumen que verifique conjuncionadamente sus virtudes. Sin embargo, las pocas muestras conocidas revelan concepción sustantiva, en cuyo tono mayor se asoma la verdad y la rebeldía, en equilibrada proporción... Lo que yo sé es su libro inédito.

Elsa Wiezell (1927) y María Luisa Artecona de Thompson (1927) han escrito innumerables poemas de contenido social. La primera desde un ángulo de idealidad jesucristina con raptos de inmemoriales libertades, y la segunda desde las alturas broncíneas de la incumplida idealidad bolivariana, no articulada aún por la provocada balcanización de las repúblicas americanas.

Carmen Soler (1924), sin ser la mejor, es sin embargo su más encendido corazón de protesta, quizás por su largo peregrinar por los subterráneos de la libertad. Sus numerosos trabajos requieren a gritos el consolidado solar del libro.

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Amanda Pedrozo es la recién llegada. Sus escritos, en sus líneas de claridad evidenciadas, atisban cosechas más enteras y maduras.

Arribamos a la década del 60. Actos cuestionadores en el devenir proceloso de la civilidad, erosionan con agruras sus más escondidos perfiles. El horizonte social soporta oscuras serranías. La desesperanza crece adquiriendo mayoría de edad. A seguidas adviene la misantropía social y el tedio vital. El poeta, tal como ya lo señalara Goethe, en la imposibilidad de «adueñarse del mundo y expresarlo», se orienta introvertidamente hacia un callejón sin salida. El verbo abreva furiosamente en las aguas no transparentes de la individualidad yerta y aprisionada. Es el momento en que la poesía social exhibe su reverso. No su rostro combativo y enérgico, sino el ajado por la consunción y el desgano. No la protesta, sino el gemido, la fea máscara del hombre alicaído. El poeta inconforme, eterno aspirante a augustas bellezas, se repliega escondiéndose bien adentro, refugiándose en sus propios laberintos. En este estadio advienen varios poetas.

Francisco Pérez Maricevich (1937), con Axil y Paso de hombre, verbo de equilibrado y ansioso poeta, no cesa de preguntarse: «El hombre está mirando. / ¿Por dónde la salida?... / Voy sólo. Vamos / todos solos. / No hay sitio. / Ciertamente no hay sitio».

Roque Vallejos (1943), con Los arcángeles ebrios y Poemas del apocalipsis, en los que casi se sintonizan la agonía y el llanto. «El exilio comienza cada vez / más adentro. / ... La nada nos lamía / tibiamente las sienes, / era baldío el tiempo / que nos soñaba adentro...».

Miguel Ángel Fernández (1938), con 2 poemarios, es de pudorosa palabra, que sin atardecer en la nostalgia o el escepticismo, la apuntala hoy día con materiales extracción colectiva, como por ejemplo en el poema «Homo fortis».

Esteban Cabañas (1937), con los Monstruos vanos y El tiempo, ese círculo, se ha constituido en una de las voces más señeras de la poesía más reciente. Su último libro es una desnuda denuncia dramáticamente cierta de nuestros días, de acoso y forcejeos de su nunca abatida civilidad.

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Mauricio Schwartman (1940) ha producido poemas de singular belleza y dramatismo. Posee una exuberante imaginería.

Juan Andrés Cardozo (1942), con De pie frente al dolor, se sumerge en las apetencias de su pueblo, para el que requiere hermosos días de libertad.

Hay que observar que desde la década del 60, continuada en la siguiente, se produce una suerte de «aperturismo» político de límites imprecisos, que se agota una y otra vez en sí mismo. Y es por lo que el juego es tan sólo enunciativo y no organizativo.

El régimen de excepción continúa activando un desarrollo económico orquestado para ciertas áreas de la economía (algunos productos agrícolas y ganaderos) y en obras de infraestructuras, reclamadas a gritos por el propio proceso de desarrollo. Intrínsecamente las cosas no han variado en demasía: la posición de las clases económicas y sociales en el hábitat nacional es la misma. Básicamente los muchos problemas se hallan estagnados. La interdicción indeclinable ha sofisticado sus métodos e instrumentos, en tanto que el capital forastero in crescendo desaloja en ciertas áreas visiblemente al nacional, verbigracia, la industria licorera y la actividad bancaria.

Una capa «intermediarista» con trapisondas ahoga las verdaderas iniciativas económico-industriales del capital nacional. La producción propia pedalea así por caminos pedregosos e inseguros a ritmo bastante indolente.

En la década del 70 se acelera la marcha hacia el «Este», que genera una tenaz lucha por el acaparamiento de la tierra en sus zonas boscosas, al igual que una alucinante carrera en su especulación. Los emprendimientos hidroeléctricos con países vecinos activan tenaz pero transitoriamente la economía, especialmente en rubros relacionados con la industria de la construcción. Y la angurria mercantilista, que es grande y que no se detiene ante nada, provoca la depredación de los bosques (150.000 hectáreas taladas anualmente) para hacer sentir prontamente sus efectos: empobrecimiento acelerado del suelo y alteración del ciclo pluvioso y carbónico en grandes áreas.

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Entretanto, en la capital, la urbanización acelerada tanto por el aumento poblacional cuanto por el deterioro de la moneda y la muy conservadora iniciativa de las clases con patrimonios, se encuentra en la más alta cresta de su volumen y movimiento. La especulación inmobiliaria adquiere así caracteres galopantes y territorio de los más listos y aprovechados.

Por otra parte, y lo que nos importa a nosotros, en el seno de este ajetreado momento ha ido creciendo una juventud sin experiencia cuestionadora, por lo que observa, especialmente la proveniente de la clase media acomodada, un latente escepticismo hacia las metas fundamentales del hombre. Su afán exclusivamente profesionalista le veda entender lo que de importante posee el humanismo y su visión no esquemática de las cosas. Su espiritualidad, en términos de totalidad, se muestra entonces notoriamente pobre y desvalida. Para ella, la acumulación patrimonial o el éxito constituyen la razón de ser de la existencia. Desde luego, la concepción utilitarista, boyante en el entorno social, pretende imponerse a la juventud como el adecuado patrón, superabundante de hedonismo y ¡todo para desviar sus energías hacia metas estrictamente vacías! Tales condicionantes señalan la necesidad actora de líderes dinámicos y diferentes, de concepción nacional-universalista, capaces de conducir a las masas a metas requeridas históricamente. Los antiguos líderes, envejecidos en el exilio y en las luchas o desacreditados por la ambición, han perdido influencia a ojos vistas. El tiempo ha venido así a cumplir su labor de disolución, venciendo de esta manera a los eternos aspirantes, a vencedores.

Paralelamente, la juventud de las clases desposeídas se muestra indiferente o alejada de todo accionar... Sólo de tanto en tanto exhibe algún esporádico forcejeo, ahogado prontamente por la voluntad de hierro del poder.

Toda América desde luego atraviesa por un momento realmente difícil. Si en pocos países se han mutado las cosas, en los más las armas velan para que no sobrevengan. ¡Y el Paraguay abroquelado, otrora gigante, mira pasar los antiguos espectros, hombres y cosas, de su pasada grandeza, hasta que advenga la resurrección como nueva y fulgurante totalidad...!

  —46→  

Y nuevos poetas se asoman arrimados a la realidad de nuestra historia.

Aurelio González Canale (1943), autor de Carta a un poeta, Grito entre las venas y otras colecciones, para quien la libertad y la cultura son los elementos indispensables de plenitud humana. Es, por lo demás, un infatigable difusor, dentro y fuera del país, de la obra de sus desvalidos escritores.

Guido Rodríguez Alcalá (1946), con su reciente libro Labor cotidiana, es un poeta de condiciones y de verbo constelado por vertientes de asombros y esperanzas.

Adolfo Ferreiro (1948), con la Huella desde abajo, ha escrito hermosos poemas, aunque sin exhibir otras muestras desde hace varios años.

Jorge Canese (1947) comprime en el volumen Más poesía dos manojos de versos con la esbelta y vibrante escribanía rítmica que siempre exhibe la juventud.

Juan Manuel Marcos (1948), autor de un poemario y de un libro de narrativa, posee cualidades de muy promisorios atributos.

Emilio Pérez Chaves (1950), de palabra airosa y desenvuelta, no ha compilado sus numerosos versos de intención social dados a conocer en revistas y periódicos estudiantiles.

En el mismo empeño de clamoreo social se encuentran los poetas jóvenes en torno al Taller de Poesía «Manuel Ortiz Guerrero», quienes vierten sus andantes poéticos en la tipografía de las lenguas de más uso en el país, con la expectativa razonable de más y mejores frutos.

Miguel Ángel Caballero Figún, con 3 poemarios éditos, es un recién llegado a la poesía social, dando indicios de grandes condiciones.

Muestras aisladas de poesía social han sido dadas por Néstor Romero Valdovinos, Raquel Chaves, autora de La tierra sin males, Mauricio Cardozo Ocampos, Juan Carlos Barreto, Amador García Acevo, Raúl Amaral con su «Carta civil al Paraguay», Alcides Molinas, Rudi Torga, Lincoln Silva, Juan Pastorizza, Rolando Goiburú, Cancio Giménez, Egidio Bernardier, Roberto Cañete, Fernando Guerra, Pedro Gamarra Doldán, Hugo López y muchos otros más...

  —47→  

Carlos Martínez Gamba, Julián Paredes y Juan Maidana con su «Mitá Rerajhajha», son los poetas que en guaraní, últimamente, han pergeñado aspectos folclóricos y sociales de nuestra compleja realidad social con las más puras y cautivadoras resonancias de la lengua más hablada en nuestra tierra.




ArribaAbajoAlgunas conclusiones

Hay que señalar que la poesía social detecta la temperatura crítica y emotiva subyacente en un momento determinado dentro del amplio espectro vital de la colectividad.

Por eso es posible sentir en ella momentos de caldeado encono y projimidad e instantes de jocundos y altivos gritos que arriban por desconocidos vertederos al alma de los poetas. Así también posee voces desarticuladas por el desgano, que coincide con el decaimiento experiencial de las masas, o como revelación de la inmadurez conceptual o crítica de los autores. Pero, eso sí, es casi siempre la conciencia inconforme y torturada de la colectividad, desvelada por alcanzar cúspides más prodigiosas de histórica convergencia con el progreso. Es la voz de muchas voces y en jornadas de decisivo empeño: tambor de llamamientos para el pueblo. Es en pocas palabras: ¡la historia crítica, cuestionante y emotiva de la colectividad!

Es cierto, no siempre ejerce una influencia de perduración visible en el entorno social. A la censura exterior, de pertinaz silenciamiento y mutismo, de perenne ostracismo de la tinta y el papel, se une la tartamudeante autocensura por gravitación de aprensiones que se imponen de por sí los autores. Por tales razones, en tantísimos casos el lenguaje de los poetas se presenta irrelevante y neblinoso, que es origen del desencanto y descontento de los lectores. Es más, la crítica acomodaticia o temerosa viene a la vez a volcar nuevas paladas de silencio sobre la voz distinta y conturbaba de estos Prometeos desconocidos, para que nunca y nadie se anude a sus lamentos.

Sin embargo, esta poesía, pese a ser poco difundida, es la más vigorosa y cautivante. Porque es la historia, la pena, la victoria y la derrota de tantos hombres; porque es el fuego y la esperanza multitudinariamente concebidos.   —48→   Es el yo y el nosotros; el sueño mío y el de todos. Gracias a ella el hombre simple que no cuenta para nada, pero sobre cuyos hombros reposa la historia y cuya vida es material de novelas y poesías, bien podría decir, acudiendo a la justa expresión del gran poeta Langston Hughes: «Yo también soy América», confirmándolo así su activa participación en la conformación histórica de su pueblo.

Conviene señalar que, frente al afán de veracidad de esta forma de la expresión artística, se sitúa el oleaje mendaz y metalizado de la desculturazión cosmopolita, en pertinaz acción por desarticular o anular la expresión más auténtica de los pueblos. Ya sea por intermedio de una subliteratura pueril y agraviante a los más caros anhelos del hombre, surgidos en el proceso de sus infinitas luchas; sea al través del cine torpe y lascivo, donde el hombre planea y se agota en meros devaneos sensuales, de yerta expresión biológica, o de la televisión poblada de mediocridades y violencias... Por eso muchas veces se nos parece, poniendo tan sólo un ejemplo, que los poetas guaraníes o los esforzados etnólogos dan la impresión de ser los «últimos mohicanos» en esta lucha singular, aún no resuelta en nuestro medio.

Acotemos paralelamente que existe además un generalizado escepticismo respecto a la utilidad de la poesía en particular, y de la literatura en general.

El hombre, atrapado por infinitas urgencias, mira sin entenderla. Y ello por el menguado valor que le asignan los incompletos sembradores de cultura, al concebirla con torpe pragmatismo de abejorros, así como por el silenciamiento de los otros medios de difusión cultural.

Sin embargo, la verdadera cultura debe insistir en el desarrollo multilateral de la personalidad humana. Decía el pensador Grushin: «La universalidad debe combinarse con la especialización». Porque la estricta absorción del ser humano por la mera especialización con carácter excluyente lo conduce, a la corta o a la larga, a un terreno absolutamente negativo. Si bien la medianía adquiere tonalidad más brillante, no deja por eso de ser lo que es. En ese aspecto, posee la entera verdad del mundo el profundo juicio de un pensador del siglo pasado: «El sentido circunscripto a las necesidades prácticas groseras tiene sólo un sentido restringido».



  —49→  

ArribaAbajoTonalidades de nuestra poesía social

Dos son las tonalidades fundamentales que se observan en la poesía social de nuestro país, desde su nacimiento hasta nuestros días.

La primera, que adviene desde su nacimiento hasta las inmediaciones de la década del 60, es poseedora de una fuerza y energías indudables, poblada de voces o llamamientos y de gran empaque guerrero. Es la poesía a la que Goethe denominó de «tirteica».

Ésta resulta ser la expresión que predomina en los años más azarosos de la historia del Paraguay y que se inicia poco antes de la segunda década de este siglo.

Sobre sus alas planean los instantes de la consolidación o revigorización de la conciencia nacional, el rescate del guaraní como lenguaje literario, el nacimiento de la guarania, la guerra del Chaco, el oleaje popular de 1936, la segunda guerra mundial, en cuyos años no cesan los arrebatos de la civilidad por la afirmación de sus derechos, la guerra civil de 1947 y los inestables años que le siguen.

Es la época extrovertida de esta poesía, tanto en lenguaje como en mensaje. Y es la que por su significación o por su importancia cuestionadora, las fuerzas antipopulares han edificado a su alrededor las más porfiadas torres de silencio, asediándola, para que no se la conozca ni se la valore.

La otra, que se enuncia notoriamente a partir de la década del 60.

Es la que expresa los aspectos endógenos del medio: temores e insatisfacciones, pesimismos, aprensiones de todo género, y que, cual hidra de Lerna, conforman las polivalentes formas que acarrea la inseguridad, con una sensación de insuperable abatimiento o de persistente minusvalía espiritual. Es la etapa introvertida de esta poesía, algo así como su antipoesía, fenómeno ya señalado igualmente por Goethe y que aparece, dice, «en todas las épocas de disolución».

  —50→  

Coincide esta modalidad con el regreso de la democracia a la condición de cenicienta, a su mutismo sine die en el ágora nacional, y en los años más próximos con un período de interinidad que no ha preludiado nada, así como con la tarea sisífica de la ciudadanía para imponer sus aspiraciones por sinuosos caminos de extramuros, con los interludios de la guerra fría en la arena política mundial, en la que nuestro país por su ubicación es considerado por los centros de poder intracontinental de gran importancia geopolítica, y de tanta que cualquier cambio es avizorado con tensa y sospechosa expectativa, cuya manifestación, dicho sea de paso, en lo cultural, lo configura el pesquisamiento «macarthista».

A la vez, con el estatismo social que impera no obstante el observado progreso de infraestructura en las condiciones de un país agrícola-ganadero, como con las formas irrelevantes o soslayadas de expresión ciudadana, traducida en la alicaída fortaleza de los hombres y de sus instituciones. La quimérica virtualidad de los mismos hace que no cunda la autonomía de hecho ni exhiba lozanía alguna la entorpecida pujanza de sus posibles e innumerables beneficiarios...

La poesía social es, pues, como una tea que va pasando de las manos de una generación a la siguiente para alumbrar el camino ardoroso de los pueblos, hasta que se arrime o se asome a sus metas más prodigiosas.

Y en estas jornadas la juventud juega el papel decisivo y fundamental. Porque ella es inmortal. El pueblo lo es también; quien, pese a todas las dificultades, a las marchas y contramarchas históricas, a las caídas y subidas, a los neblinosos instantes, a los cubículos estrechos o a los poderosos muros de contención, el pueblo, ave Fénix inagotable, muere y resucita una y otra vez. Así el pueblo y su juventud, que es su fuerza avasalladora, marchan adelante. Y como bien lo dijera el inolvidable maestro José Asunción Flores:

«La victoria le corresponde siempre a la juventud».



Luis María Martínez.

Noviembre de 1980.



  —51→  

ArribaAbajoBibliografía

Carlos R. Centurión, Historia de la cultura paraguaya.

Francisco Gaona, Introducción a la historia gremial y social del Paraguay.

León Pomer, La guerra del Paraguay, gran negocio.

Julio César Chaves, El supremo dictador.

Julio César Chaves, El presidente López.

Pelhan Horton Box, Los orígenes de la guerra de la Triple Alianza.

León Cadogan, A. López, Austin, La literatura de los Guaraníes.

Moisés S. Bertoni, La civilización guaraní.

José Antonio Vázquez, El doctor Francia, visto y oído por sus contemporáneos.

Rafael Barrett, Obras.

Luis Franco, Pequeño diccionario de la desobediencia.

Sinfoniano Buzó Gómez, Índice de la poesía paraguaya.



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ArribaAbajoAdvertencia

Por obvias razones, he creído conveniente ordenar separadamente los escritos de los poetas de esta manera: entre los primeros a los más representativos, porque fueron o son figuras más o menos destacadas en nuestro Parnaso y que hicieron del escribir un motivo especial de su existencia; y en el de «otros poetas» a los que escribieron poesía social entre otras muchas cosas, en forma tangencial o porque derivaron tiempo después hacia otro género de actividad humana, sin que esto desmerite el valor de sus producciones. Es más, entre ellos hay poetas auténticos pero cuyas obras permanecen ignoradas o han sido escasamente difundidas. En su justa valoración contribuye justamente este trabajo.

Por otra parte, y en ocasiones, he adjudicado mayor espacio a poetas importantes pero desconocidos que no tuvieron la oportunidad de darse a conocer convenientemente, tan esencial para ser tasados en valor y trascendencia, en tanto que he actuado de diferente manera con aquellos que han contado casi siempre con las ventajas de la difusión o la sintonía.

En cuanto a las poesías en guaraní, he respetado la grafía utilizada por sus respectivos autores.

En la ubicación de los poetas no se ha seguido en algunos casos con un ordenamiento cronológico estricto con relación a la edad, en razón de que algunos poetas de menos años aparecieron tempranamente en tanto que otros de más edad se dieron a conocer mucho más tarde. En otros casos, la similitud de temas los juntan unos a otros.

Por último quiero dejar expresa mi gratitud a Emilio Armele y Rudi Torga, quienes me suministraron importantes materiales y me apoyaron con su aliento.





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ArribaAbajoTradición guaraní

(Son versiones recientes recogidas por estudiosos de nuestra raza)


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ArribaAbajoLa tierra primera


(Texto Mby’a. Versión de León Cadogan)


AbajoEl verdadero Padre Ñamandu, el Primero,
habiendo concebido su futura morada terrenal,
de la sabiduría contenida en su propia divinidad,
y en virtud de su sabiduría creadora,
hizo que en la extremidad de su vara  5
fuera engendrándose la tierra.
Creó una palmera eterna en el futuro centro de la tierra;
creó otra en la mora de Karai;
creó una palmera eterna en la mora de Tupa;
en el origen de los vientos buenos  10
creó una palmera eterna;
en los orígenes del tiempo-espacio primigenio
creó una palmera eterna;
cinco palmeras eternas creó;
a las palmeras eternas está asegurada  15
la mora terrenal.

Existen siete paraísos;
el firmamento descansa sobre cuatro columnas;
sus columnas son varas-insignias.
El firmamento que se extiende con vientos  20
lo empujó nuestro Padre enviándolo a su lugar.
Habiéndole colocado primeramente tres columnas al paraíso,
éste se movía aún;
por ese motivo,
le colocó cuatro columnas de varas-insignias;  25
sólo después de esto estuvo en su debido lugar,
y ya no se movía más.

  —58→  


ArribaAbajoLa nueva tierra


(Fragmento)

... Mi tierra ya contiene presagios de infortunio
para nuestros hijos hasta la postrer generación;
ello no obstante,
esparciré sobre ella mi neblina vivificante,
las llamas sagradas,
la neblina he de esparcir sobre todos los seres verdaderos
que circularán por los caminos de la imperfección.
Yo crearé el trabajo y la pipa
para que nuestros hijos puedan defenderse.
Yo iluminaré mansamente con mis relámpagos sin trueno
la totalidad de los valles situados entre las selvas.




ArribaAbajoArenga a los guerreros


(Texto Mak’a. Recogido por Juan Belaeiff)


ArribaAbajo¡En marcha, vamos, varones!
Sin miedo arrojaos buscando combatir.

¡Arrojaos sin miedo, mak’a!
Pelead a golpes de macanas.

¡En marcha, vamos, varones a combatir!  5
Os conduce vuestro cacique.

Los jóvenes aman la guerra.
De nuevo vayamos a la batalla
con todos nuestros hijos.

Los viejos claman a los difuntos:  10
¡Sostener! ¡Proteger! ¡Defender!

  —59→  


ArribaAbajoAlmas


(Texto Nivaklé)

ArribaAbajoNuestra alma es idéntica a nuestra imagen.
Nuestra cara, nuestra oreja, nuestras piernas,
nuestros brazos. Toda nuestra imagen.
Está en medio de nosotros nuestra verdadera alma.
Se encuentra en el medio.  5
Y están alrededor las otras almas.
Y encima de ellas
nuestra alma más delgada,
a la cual primero la lleva el malo,
o también las lleva a todas,  10
y una sola se queda con nosotros,
la cual es la verdadera, la que nos [da] la vida.
Sin embargo, solía ser que no abarcara nuestro entero largor
aquella nuestra alma,
no camina más alguien.  15
En cambio cuando en seguida la acomoda
su alma a alguien
y de esta manera alcanza todo su largor.




ArribaAbajoBendición de las frutas


(Invocación de los paí-kaiovás. Consumen las primera frutas que maduran)

ArribaAbajo¡Salve, Chirú!, que me engalane el cuerpo
así como él lo tiene.
Quien originariamente te engalanó el cuerpo
fue Mburuvichá;
que él también me engalane el mío.  5
Que Mburuvichá Guasú,
quien originalmente te engalanó el cuerpo,
así también engalane el mío.

  —60→  


ArribaAbajoBendición de la miel


(Invocación de los paí-kaiovás cuando van a buscar la miel. El árbol es el hueco en el que las abejas forman su colmena)

ArribaAbajo¡Árbol bienaventurado que resuena!
¡Árbol bienaventurado grande que resuena!
¡Árbol blanco bienaventurado que resuena!
¡Árbol blanco bienaventurado grande que resuena!
Que se descubran mis abejas eternas grandes bienaventuradas;  5
que se descubran mis abejas eternas grandes bienaventuradas de la cruz.




ArribaAbajoKotyu


(Saludo Chiripá)


ArribaAbajoDe tardecita-cita las aves,
de tarde cantan las aves.
Mi collar
lo llevaste, Pájaro;
mi collar lo llevaste, Pájaro;  5
mi collar, collar
lo llevaste, Pájaro,
mi collar lo llevaste, Pájaro.

Vinimos recorriendo los parajes
en donde abunda la fruta chica.  10
Son aquellos los parajes, ¡oh!
los que siempre recorremos.
Es por tales parajes que siempre me conduce,
es por los parajes en donde abunda
la fruta chica que me conduce.  15

Vámonos, pues, sin rumbo, dice el pájaro;
mientras va atardeciendo, pues, dice el pájaro;
de tardecita-cita, dice el pájaro,
vámonos sin rumbo-rumbo, dice el pájaro.

  —61→  


ArribaAbajoCanción de Xaxubutawaxugi2


(Recogido por Mark Münzel)

ArribaAbajoAhora
lejos ya me voy
para desaparecer junto a mis hermanos, en la tierra de mis hermanos.
Nuestros enemigos,
con ellos nos asentaremos  5
- ¡y qué perfecto ese hogar!
Las mujeres blancas inocentes
con quienes podríamos juntarnos,
magníficos osos hormigueros son ya
- ¡y qué hogar será!  10
Yo toqué en otro tiempo
el flujo fuerte de sangre
de mi ahijada niña mujer,
con quien no debo juntarme.
Pero mi cuerpo ya no tiene aguante.  15
Mi tío materno fue
Hombre grande,
oso hormiguero magnífico,
se abrió paso hacia la luz,
y se llevará mi ánima,  20
yo aplastado feliz bajo la tierra.
Aquel que no era mi hermano,
en su cabello un gran calvero,
aquel que cantaba suspirando,
hace mucho tiempo es  25
oso hormiguero.
Mi ahijada, niña-mujer,
su sangre yo lamí,
mi cuerpo todo estremecido
por mi ahijada;  30
ya ha sido del todo lamida,
ya ha sido del todo llorada.
Mi único tío materno
ya lo he llorado mucho
sus cantos de escarnio ya cesaron para mí.  35
A mí me llevará el amargo pájaro
horrible,
—62→
según costumbre;
sobre mi tumba cuidadosamente barrerá
y sus cantos de escarnio me harán mucho bien.  40
Como nosotros, pero mejores,
los difuntos con su grande cara de toro,
siguen erguidos y altivos
mirando a los Axe.
Los Axe ya tienen  45
un mañana hermoso,
ya que aquellos con quienes podemos juntarnos
cantaron hace tiempo,
cantaron, cantaron
- hace tiempo ya.  50
De aquel que con odio
me quiere herir
yo ya hablé,
yo ese hermoso cuerpo,
sitio ya muerto para canciones [de] escarnio.  55
El que no llegó a ser mi ahijado,
su pene blanco inocente,
ya es oso hormiguero que no llegó a ser grande,
sobre su tumba
yo ya he barrido para su felicidad plena.  60
La que en naciendo me levantó en sus brazos,
mujer que no es de nuestro grupo
alta y augusta anciana,
con quien yo no podía unirme,
¡cómo se extinguió su cantar!  65
¡Cómo se extinguió su canción de escarnio!
De mi madre,
con quien yo no puedo juntarme,
ya siento su acariciante palpar
con que me saludará.  70
Yo también no he sangrado
de la sangre inferida
por quien es como nosotros y es magnífico.
Mi único hijo, sí,
como yo pero más bello,  75
ya mucho ha sangrado
mordido por el diente grande.
Nuestros enemigos, con tembeta aún
están acechando el gran ronquido
y ya están dispuestos a la fuga.  80
—63→
Éste es mi único tío materno,
oso hormiguero erguido,
él vigila a mi compañero
que quiere herirme.
Mi ahijado,  85
hombre grande,
que hace tiempo se puso el tembeta,
ha dejado de alimentarme.
Vosotras, nuestras sobrinas,
vuestro generoso sexo  90
hizo llegar los jaguares,
estabais fuera de nuestra posesión,
¡oh qué lejano todo eso!
Ese lindo hombre,
capturado por mí,  95
ya está en el tiempo pasado.
Yo mismo,
solo y sin nadie en el mundo,
hombre de rugiente flecha grande,
hace tiempo me odian.  100
Las mujeres con quienes podemos juntarnos,
que ya eran muy viejas,
con quienes queremos hacer casa,
hace tiempo lejos huyeron ya.
Mi tío materno,  105
hombre grande,
huyó con nuestras flechas
hace tiempo.
Yo, ya viejo,
fui en otro tiempo fuerte.  110
La que fue mi esposa,
el calor de la mujer grande y lozana,
ya murió;
su cuerpo ya muerto que hubiéramos podido traer
siendo aún lozano,  115
ya no lo tenemos más.
Las que son
semejantes a los Axe,
mujeres nuestras cuñadas,
ya no huirán por el camino,  120
se transformaron en aquel gruñido de otro tiempo.
Yo mismo
solo y sin nadie en el mundo,
tengo ya el hermoso hoy.



  —[64]→     —65→  

ArribaAbajoLa colonia

Comentarios, documentos y poema de época


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«Asunción, a partir de 1541 y como consecuencia del abandono de Buenos Aires, debía convertirse en centro de la Conquista»3.



«Como agro del mundo, Paraguay ofrecía condiciones más favorables para una colonización»4.



«Si bien los españoles solamente consideraron a Asunción como etapa indispensable en su camino hacia la Sierra de la Plata, el sentido más hondo de la fundación de esa ciudad se encuentra en otro plano. A medida que se desvanecía la ilusión de conquistar nuevas tierras del oro, los españoles se consagraban con éxito creciente a la agricultura. Favorecido por las condiciones geográficas y teniendo a su disposición abundante mano de obra indígena, pronto se inició un notable auge económico»5.



«... el afincamiento en el Río de la Plata no correspondía únicamente a la política antiaislacionista de la aristocracia criolla paraguaya; el movimiento favorecía también las elementales necesidades económicas de los centros de colonización al Este de los Andes...»6.



«Asunción es un pueblo con más de quinientos hombres y más de quinientas mil turbaciones»


(Carta de fray Zalazar, abril de 1546, citado por Marco Antonio Laconich.)                


  —[68]→     —69→  

ArribaAbajoComentarios

Los colonizadores españoles manifestaban un desprecio por la posesión de tierras en tanto que consideraban la explotación ganadera como compatible con el código del honor feudal. Por otra parte, el sistema de alambrados aceleró la polarización de la sociedad colonial en latifundistas y peones.

El papel del misionero era crear las condiciones para hacer aceptable a los habitantes el sistema feudal que venía detrás. De ahí que las reducciones jesuíticas y de las encomiendas mantenían a los indios en una dependencia feudal.

En la cúspide de las clases sociales se encontraba la nobleza terrateniente, que formaba la «élite» política, en tanto que la burguesía comercial personificaba la competencia inmediata y peligrosa. La burguesía artesanal estaba constituida por los orfebres y plateros en primer término, seguido de los pintores, escultores, doradores y grabadores, principalmente al servicio de la Iglesia, que no eran muy numerosos. En escala más inferior se hallaban los armeros, sederos, lenceros, y muy abajo los zapateros.

En el campo la encomienda estaba fundada sobre el trabajo forzado de los indios para beneficio del encomendero o feudatario. Los pueblos de indios se fueron transformando en aldeas de campesinos.



  —[70]→     —71→  

ArribaAbajoAsí vieron a los Guaycurúes los jesuitas

«... vecinos a la Asunción, sólo un río y medio, son tan belicosos y terribles que nunca han podido ser conquistados y hacen guerra a los españoles y han muerto muchos y destruido muchas haciendas suyas, y tienen a la ciudad siempre en arma con notable temor y han asolado otras naciones de indios vecinos suyos...» (Carta del padre Diego de Torres, 6 de julio de 1610).


ArribaAbajoReducciones jesuíticas guaraníes

«Llamamos reducciones a los pueblos de indios que, viviendo a su antigua usanza en montes, sierras y valles, en escondidos arroyos, en tres, cuatro o seis casas solas, separados a legua, dos, tres y más uno de otros, los redujo la diligencia de los Padres a poblaciones grandes y a vida política y humana, a beneficiar algodón con que se vistan...»7.




ArribaAbajoDiscurso de Potirava, fugitivo de la opresión colonial

(Trasladado del guaraní)


«Ya ni siento mi ofensa ni la tuya; sólo siento la que esta gente advenediza hace a nuestro ser antiguo y a lo que nos ganaron las costumbres de nuestros padres. ¿Por ventura fue otro el patrimonio que nos dejaron sino nuestra libertad? ¿La misma naturaleza que nos eximió del gravamen de ajena servidumbre no nos hizo libres aun de vivir aligados a un sitio por más que lo elija nuestra elección voluntaria? ¿No han sido hasta ahora común vivienda nuestra cuanto rodean esos montes, sin que adquiera posesión en nosotros más el valle que la selva? ¿Pues por qué consientes que nuestro ejemplo sujete a nuestros indios y lo que peor es a nuestros sucesores, a este disimulado cautiverio de reducciones de que nos obligó la naturaleza? ¿No temes que estos que se llaman Padres disimulen con ese título su ambición y hagan presto esclavos viles de los que llaman ahora hijos queridos? ¿Por ventura faltan ejemplos en   —72→   el Paraguay de quién son los españoles, de los estragos que han hecho en nosotros, cebados más en ellos que en su utilidad? Pues ni a su soberbia corrigió nuestra humildad, ni a su ambición nuestra obediencia; porque igualmente esta nación introducen ahora deidades no conocidas, mañana, con el secreto imperio que da el magisterio de los hombres, introduzcan nuevas leyes o nos vendan infamemente, adonde sea castigo de nuestra incredulidad un intolerable cautiverio. Estos que ahora con tanta ansia procuran despojarte de las mujeres de que gozas, ¿por qué otra ganancia habían de intentar tan desvergonzada presunción, sino por el deseo de la presa que han de hacer en lo mismo que te quitan? ¿Qué les va a ellos, si no las quisieran para su antojo, en privarte de que sustentes tan numerosa familia? Y la que es lo principal, ¿no sientes el ultraje de tu deidad y que con una ley extranjera y horrible deroguen a las que recibimos de nuestros pasados; y que se deje por los vanos ritos cristianos los de nuestros oráculos divinos y por la adoración de un madero las de nuestras verdaderas deidades? ¿Qué es esto? ¿Así ha de vencer a nuestra paterna verdad una mentira extranjera? Este agravio a todos nos toca, pero en ti será el golpe más severo; y si ahora no lo desvías con la muerte de estos alevosos tiranos, forjarás las prisiones del yerro de tu propia tolerancia» (Blanco, 525-26, citado por Bartolomé Melía, s. j. en el artículo «Juicio y crítica indígena a la misión», Rev. Acción, octubre-diciembre de 1975)8.

«Su resistencia pasiva fue permanente, la activa no estuvo ausente...». Por ejemplo: «... gran sublevación fue la de Arekayá, culminación del descontento de los indios mitayos...»9.

«... El indio era la principal fuerza de trabajo de la Provincia y seguía siendo la fuerza energética que movía los transportes fluviales...»10.

  —73→  

«... El indio debía pagar su tributo al encomendero en dinero o en especies... por turno o mita... Gastadores eran los que desempeñaban funciones auxiliares en las empresas bélicas, abriendo picadas, conduciendo abastecimientos o bagajes... Yanaconas u originarios de la ciudad o villa se integraban a la economía doméstica del encomendero... Naboria era el siervo indígena... indiecito o indiecita traído de la finca rural o de la reducción...»11.

«El tributo que los indios reducidos a pueblos pagan en esta provincia a sus encomenderos es en sesenta días de trabajo cada año, en ministerios de sementeras y otros que en ella se les ofrece...» (Escribano Alonso Fernández, 1674)12.




ArribaAbajoLa Revolución de los Comuneros

«... Los jesuitas tenían el control de las rutas terrestres... Se habían posesionado de los mejores campos de dehesa: los de las Misiones, de Paraguarí, ‘de los Naranjos’, de San Lorenzo, de Pirayú, Yariguá, Tapitanguá, Guasutí, Yariguá-guasú, Guayaiti, Karapeguá, etc. Para ocupar la zona de los yerbales fundaron Jesús (1685), Santísima Trinidad (1706)... se apoderaron de una de las principales zonas de explotación de la yerba mate, a la que llamaban ‘Karenca’, que comenzaba desde el río Akaray...».

«Salta a la vista que los jesuitas habían logrado adueñarse de las principales y más fundamentales fuentes de riqueza de la Provincia...»13.

«... La lucha, ora sorda y subrepticia, ora franca y abierta, entre el sector municipal-feudal de la Provincia y la Compañía de Jesús...». «La nueva lucha legal abierta comenzó en 1717; la activa fue larga, se inició en 1721 y terminó en 1735, en la acción de Tavapy...». «La Revolución de los Comuneros, expresión de todas las categorías y capas sociales del sector municipal-feudal del Paraguay colonial...   —74→   para salvarse de las trabas económicas que impedían su desarrollo progresivo...». «De entre los factores externos... el ideológico: repercusión del movimiento renacentista...»14.

«La inmensa mayoría de la Provincia formó parte del Partido de los Comuneros...». «En el fondo, fue una lucha económica... el usufructo del agente productor de la época, el indioamericano...»15.





  —75→  

ArribaAbajoJosé de Antequera y Castro


ArribaAbajoProclama de Antequera

(12 de agosto de 172416)

«Ayudadme, nobles paraguayos, ayudadme en esta facción que emprendo, no por interés propio mío, sino para provecho vuestro, que yo no puedo esperar conseguir otro útil sino el gusto de veros remediados y libertados de la tiranía de los teatinos, enemigos jurados de vuestra ilustre patria. Y más ahora que don Baltazar viene resuelto, si vence, a entregar a vuestras hijas y mujeres a los bárbaros guaraníes, para que, a despecho vuestro y de vuestra honra, se casen con ellas. Si tenéis ánimo para borrar esta afrenta, bien podéis dejar de pelear como valientes, pero si la sentís como honrados españoles, es necesario os esforcéis a combatir con valor para avasallar estos bárbaros e infieles, dejando bien ensangrentada la venganza de este insensato agravio».

«Además de vengaros por este camino, os ofrezco para que enriquezcáis el rico botín que lograréis en los cuatro pueblos, y os aseguro también los bienes de este colegio ya desierto, sus tierras, ganados y esclavos, que todo será premio de los que más se señalaren en esta empresa, pues os empeño mi palabra por el santo hábito que traigo y mis pechos, que todo lo distribuiré entre vosotros y a la vuelta sin reservar para mí la menor cosa, porque de todos estos afanes no pretendo otro interés que la gloria de haber libertado esta ilustre Provincia y opuéstome con todo mi empeño y el vuestro a quien la pretende tiranizar, cual es don Baltazar, que después de haberos desacreditado con el Rey mi amo en el tiempo que fue vuestro Gobernador y en que tanto le atacasteis, tratándoos de borrachos en un informe para su Majestad, ahora pretende avasallaros y consumiros. Pero, con tal que me ayudéis como generosos y esforzados españoles, confío seguro que no lo ha de conseguir,   —76→   ni yo lo permitiré, aunque me cueste verter la última gota de mi sangre, porque a la defensa de vuestras justas causas he sacrificado mi propia vida, y si tuviera otras mil todas las perdería gustoso por aseguraros vuestras conveniencias, movido sólo del justo sentimiento que me causan las sinrazones de los teatinos y del amor entrañable que os he cobrado y os profeso. Por tanto, nobles e invictos héroes, pelead como valerosos, leales y honrados vasallos de su Majestad contra estos bárbaros e infieles guaraníes, y obrad de manera que no dejéis a la posteridad la nota infame de cobardes y vamos a morir o vencer en defensa de la patria y de la religión»17.



  —77→  

ArribaAbajoSoneto atribuido a Antequera

(Escrito en el calabozo del convento de las Carmelitas Descalzas, poco antes de su ejecución)




ArribaAbajoEl tiempo está vengando, oh suerte mía,
el tiempo que en el tiempo no he mirado;
yo me vide en un tiempo en tal estado,
que al tiempo en ningún tiempo le temía.

Bien me castiga el tiempo la porfía  5
de haberme con el tiempo descuidado,
que el tiempo tan sin tiempo me ha dejado,
que ya no espero tiempo de alegría.

Pasaron tiempos, horas y momentos
en que del tiempo pude aprovecharme  10
para excusar con tiempo mis tormentos.

Mas pues del tiempo quise confiarme,
teniendo el tiempo varios movimientos,
de mí, que no del tiempo, es bien quejarme.

José Antequera y Castro (1690-1731): Nacido en Panamá. En 1721 fue comisionado al Paraguay como juez Pesquisidor para investigar los graves cargos habidos contra el gobernador del Paraguay Diego de los Reyes Balmaceda. En el enfrentamiento que se suscitó luego tomó la jefatura del ejército del pueblo. Tras ser derrotado, sus enemigos acumularon calumnias tras calumnias obteniendo su ejecución en Lima (Perú) el 5 de julio de 1731 juntamente con el alguacil Juan de Mena. «La doctrina revolucionaria», dice Carlos Zubizarreta, «de este hombre ilustre, que sentaba la preeminencia de la voluntad común sobre el poder real y afirmaba que el Rey y sus representantes no pueden obrar arbitrariamente contra el derecho natural, quedó expuesta en sus célebres cartas al Obispo de Palos...».







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ArribaAbajoLos predecesores

«¡Viva la República del Paraguay!».

«¡Independencia o muerte!».


(Lema del gobierno de C. A. López)                


«La independencia de la República del Paraguay es la base y condición indispensable para la felicidad de sus hijos; casi todos ellos vieron la luz del día en los brazos de su patria soberana, y libre de toda sujeción extranjera. Sin independencia ya la mirarían subordinada a una voluntad lejana e improvidente cuando no hostil, y sus costumbres, opiniones y destinos esclavizados al arbitrio ajeno; basta sólo la idea para excitar la indignación».


(Periódico El Paraguayo Independiente, sábado 26 de abril de 1845, n.º 1)                


  —[80]→     —81→  

ArribaAbajoJosé Gaspar Rodríguez de Francia

«La libre comunicación de ideas es un derecho natural de los hombres».

«Las novedades por tales nada tienen, pues si de ellas hay malas, también las hay buenas y muy buenas. ¿Acaso nuestra revolución misma no fue una grande y aun la mayor de las novedades de la Provincia? Pero también fue la más excelente, la más brillante, la más justa y la más necesaria de todas las novedades».

«Yo antes quiero morir que ver de nuevo a mi patria oprimida y en la esclavitud».

José Gaspar Rodríguez de Francia (1766-1840): Jefe de la revolución emancipadora de mayo de 1811 y consolidador de la independencia patria. Fue un austero estadista.




ArribaAbajoCarlos Antonio López

«La verdadera felicidad de los Estados consiste en la concordia armoniosa... pero si, olvidando su fraternidad y común origen y sus intereses mutuos, se da lugar a que el extranjero venga a mezclarse en nuestras cuestiones, ¡cuánto descienden los gobiernos! El pueblo que busca la alianza del extranjero para abatir al hermano se degrada y se hiere a sí mismo. Mal se aviene la independencia nacional con el tutelaje extranjero...».

«Desgraciado el pueblo que ignora que la soberanía reside en él; pero desgraciado también el que no conoce la necesidad de someter su propia fuerza por su misma felicidad y por el bien común. En el primer caso será su destino el de la más desgraciada esclavitud, en el segundo de la más insoportable y horrorosa anarquía...».

«Llamamos a esta nuestra República y cada uno lleva el nombre de republicano. Bien, pues, no nos hemos de contentar con los hombres sino con la realidad de las cosas. El sistema republicano es el resultado de las virtudes civiles y de las luces...».

  —82→  

«El Paraguay conoce lo que puede y vale; él juró su independencia, renueva anualmente su juramento, sus hijos aman la tierra, que para ellos es sagrada. El pueblo paraguayo es inconquistable, puede ser destruido por alguna grande potencia, mas no será esclavizado por ninguna» (28 de julio de 1845, carta al gobierno de Buenos Aires).

«... mientras que al Paraguay se le presenta ese Tratado con una mano y con un puñal en la otra se le dice acepta o muere, el gobierno de la República del Paraguay no trepida; firme en la justicia de su causa, confiado en el poder y recursos de la República, y contando con la protección del cielo, no se someterá a esa ignominia, y defenderá hasta el último extremo su territorio y sus derechos; y si la Providencia en sus altos juicios ha resuelto que sí pierda, habrá salvado su honor, y habrá mostrado al mundo que era digno de la Independencia que proclamó ahora treinta y siete años» (Proclama en Villa del Pilar, febrero 13 de 1848).

Carlos Antonio López (1792-1862): Prosiguió la obra de Francia promoviendo el desarrollo y progreso del país. Defendió con firmeza la independencia nacional.




ArribaAbajoFrancisco Solano López

«COMPATRIOTAS: Vuestro General tiene el honor de verse al frente del Ejército Nacional; él no exige sino fidelidad, patriotismo, resolución y valor.

»¡SOLDADOS! Grande es el peso que gravita sobre mis hombros, pero tengo el ánimo de sobrellevarlo, desde que miro la decisión general, el coraje de mis compatriotas. Además, no debemos nuestra existencia sino a la Patria; es, pues, justo que [nos] sacrifiquemos por ella en defensa de sus más caros derechos.

»Ea soldados: Vuestro General cuenta con el distinguido patriotismo y valor que siempre habéis demostrado. Vamos a encontrar al enemigo que pérfido niega y ataca nuestra Independencia; hagámosle desistir de la marcha cruel, sangrienta y bárbara que sigue, y volveremos a nuestra Patria a disfrutar de aquella paz sólida y duradera que tranquilos gozábamos.

  —83→  

»Marchemos a recoger los inmarcesibles laureles que nos esperan en el campo del honor y de la gloria, ellos y el hecho de ser soldados de la Independencia inmortalizarán nuestros nombres. Sabéis que para ser soldados de la Independencia es preciso defender y sustentarla; defendámosla, pues, derramando hasta la última gota de sangre que circula nuestras venas, antes que ver a nuestra Patria humillada a extranjero Poder.

»PARAGUAYOS: Vuestro General confiado en vuestro valor y patriotismo se lisonjea ya en la victoria».

Villa del Pilar, diciembre 15 de 1845.

Carta a Carlos Calvo, Encargado de Negocios del Paraguay.

Asunción, julio 20 de 1860 (fragmentos)

«... No me sorprende el que usted no haya sido recibido hasta aquella fecha en carácter diplomático, aunque no hubiese esperado una negativa tan absoluta como la que le ha dado Lord John Rusell. Ella importa reagravar las ofensas que inmerecidamente la Inglaterra ha estado infiriendo al Paraguay.

»... yo alimento la esperanza de que su Encargado de Negocios, familiarizado con el derecho internacional, sabrá presentarle argumentos irresistibles que, si bien no mueven al Gobierno Británico a cambiar de política, dejará al menos bien claros los derechos del país y demostrará la sistemada política británica de querer representar al Paraguay como un país de bárbaros, para hacer entender al mundo que es inaplicable aquí la ley de las naciones».

Francisco Solano López (1826-1870): Encarnó la voluntad férrea del Paraguay de resistencia a la dominación extranjera. Lo confirmó con el sacrificio de su vida en la última batalla contra las fuerzas de la Triple Alianza. Siguió en todo la huella de sus predecesores, en materia de realizaciones de diversos géneros.



  —84→  

ArribaAbajoTeta purajhei

(Vigente en época del doctor Francia)




ArribaAbajoÑande yyvá, ñandé recové,
ñane retame ya jhepyme’emby guara,
ndo roheyai xene18
iyacatúa peguá oñemomara.

Yaguareté Paraguay guá,  5
ocororo vaera iñaro ha huguype
oimehaixaguá motare’ymbara, rehé,19
ta iñañá, ta ihuguypy.

Ñande ra’y cuérape ña me’ene
yyyvaté veve Teta repy,  10
tembiguái nda ha’ei xene
pu’acá ambué Teta oyeyapova gui.

Tenondé opá vaera
avañemoñangá Paraguay,
yayepy’apy mboyvé  15
pytaguá cuera po vype.

Paraguaycuera maymá, ndapekyhyyévai,
¿Peipotá picó tová yepeté?
¿Ocañy pende réra, pende terecuá?
¡Ntera po’sa hendape pe manó!  20

¡Manó, manó, manó!
¡Osununú mbocá tuixaveva,
Sapucái yoapy tavaguasuguá
Ikyre’y ha imarangatuva!

Ahoyá cuera ovevé,  25
poapy cuera ndo vaváivape,
mbocaguasú oñohé
mbotá iñarova ha oporoyucava.
—85→

Ha ñane reta isasómava
nomembohovái avavéndive,  30
iñemomba’é omboyehucá,
marangatú, potí, mboayé.


PURAJHEI YOA

Toicové ñane sasó,
ñane reta toryeterema,
tapiá ta isasó,  35
tapiá ta iyoheipyré.

Es el primer himno patriótico del tiempo del doctor Francia. Según investigaciones del historiador Roberto Romero, el autor fue Anastacio Rolón, poeta y guitarrista de Caraguatay, quien subraya además que el Supremo prefería tener un himno en guaraní, según Auto del 20 de julio de 1831. Posteriormente fue traducido al castellano con el título de «Himno de la Independencia» durante el gobierno de Carlos Antonio López, cuya versión es la siguiente:




ArribaAbajoHimno de la Independencia



ArribaAbajoNuestros brazos, nuestras vidas
a la Patria son debidos;
no serán impunemente
sus derechos ofendidos.

El león del Paraguay  5
rugirá fiero y sangriento
contra cualquier enemigo
sea pérfido o cruento.

A nuestros hijos daremos
alta Patria preciosa;  10
esclavos nunca seremos
de prepotencia orgullosa.

Primero se ha de acabar
la paraguaya Nación,
antes de sufrir aviltada  15
la extranjera opresión.
—86→

Paraguayos valerosos,
¿queréis insultos sufrir?
¿Perder el nombre y la gloria?
¿O antes mil veces morir?  20

¡Morir, morir, morir!
¡Y que retumbe grandioso
el eco del pueblo fuerte
magnánimo y brioso!

Los estandartes tremolan  25
en los pulsos belicosos;
los cañones ya vomitan
marciales golpes rabiosos.

Y la Patria independiente
ya no es más contestada;  30
la victoria declarola
justa, ovante, respetada.


CORO

Viva nuestra independencia
y nuestra gloriosa patria,
siempre sea soberana,  35
siempre sea majestuosa.





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