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ArribaAbajoXV. A la Paz



ArribaAbajo   ¡Oh!, ¿dónde estás?, en vano te he buscado
ansiosa y anhelante por do quiera,
en vano te he invocado
desde mi edad primera;
sólo te vi en mis sueños de ventura  5
de olivo inmarcesible coronada,
con faz radiante y pura
de aureola divina circundada.
—122→
Con tu blanco vestido
que nunca agita en su furor el noto,  10
con tu diáfano velo desprendido
que nunca fuera profanado y roto:
Mas en la triste prosa de la vida
no te he visto jamás, oh paz querida.
   ¿Presumes que he creído  15
hallarte en las ciudades populosas,
que al tiempo y a la guerra han resistido
y guardan tradiciones pavorosas?
No, que sus fuertes muros
y su bélico aspecto amenazante  20
recuerdan al instante
las relaciones de combates duros.
   Yo te busqué en la aldea
cuyo aspecto pacífico recrea;
sus casitas cubiertas de pizarra  25
baña el sol con sus vivos resplandores,
por el bajo balcón trepa una parra
y al lado del portal crecen las flores;
no se ve baluarte
ni murallas guardadas con anhelo,  30
no se conoce de la guerra el arte
y se remite su custodia al cielo;
el toque de retreta
es allí el esquilón de algún ganado,
dulce consuelo de la esposa inquieta  35
que aguardaba el regreso de su amado,
y lenta la campana
invita el rezo a la piedad sencilla,
y en la selva cercana
se despide del sol una avecilla...  40
—123→
¡Mas ay!, doquier que laten corazones
se agitan las pasiones;
bajo el pajizo techo
puede habitar la pena o el despecho;
inocentes amores  45
también engendran celos y rencores,
y aun la misma ambición desenfrenada
te viene a interrumpir, oh paz sagrada...
   En el bosque desierto más salvaje
tienes quizá tu templo, entre el follaje;  50
son tus sacerdotisas
las ninfas solitarias,
los cantos y plegarias,
los débiles suspiros de las brisas
y el canto de los dulces ruiseñores;  55
tu incienso es el perfume de las flores,
tu lámpara la luna plateada
y tu dosel la bóveda azulada...
.............................................
   En la imponente calma de la noche,  60
cuando tranquilo tu poder domina,
cuando la casta flor abre su broche
al contacto del aura vespertina,
y la sonora fuente
se tiende sobre el césped mansamente,  65
en la cúpula azul de tu palacio;
un vivo resplandor cruza el espacio;
suena después el trueno pavoroso,
viento de tempestad silba inclemente
y los árboles crujen fuertemente  70
a su empuje furioso,
y la lluvia desciende, sus raudales
—124→
enturbian de la fuente los cristales.
Convertida en torrente
arrebata las plantas con sus flores,  75
y los suaves cantores
huyen medrosamente;
mira, pues, tu morada destruida
y mi bella ilusión desvanecida.
   Lucha en los elementos,  80
lucha interior del corazón humano
víctima de encontrados sentimientos,
lucha por fin del hombre contra el hombre,
¡de hermano contra hermano!
Por todas partes miro siempre guerra,  85
y de paz en la tierra
no se conoce más que el dulce nombre.
   Los que con alma pura y candorosa,
llena de amor profundo,
la queráis para el mundo  90
como atmósfera pura y luminosa,
será en vano que en pueblos, en ciudades
o en vastas soledades
la busquéis con anhelo:
¡Ay!, ¡no la encontraréis sino en el cielo!  95




ArribaAbajoXVI. La montaña de la ciencia



ArribaAbajo   Era el otoño, iluminaba el cielo,
un sol radiante y puro,
que lento hacia el ocaso caminaba;
—125→
las hojas esparcidas por el suelo
el viento arrebataba;  5
yo vagaba con paso mal seguro
por una vasta y solitaria vega,
pensando en el encanto delicioso
que el Todopoderoso
dio a esta estación de efímera belleza  10
que nos lega al morir tanta riqueza.
   Senteme sobre el musgo,
y los vagos rumores
que me enviaba la ciudad lejana,
y el ruido de una fuente allí cercana,  15
y el de la brisa entre marchitas flores,
como suave beleño,
dulce tranquilidad dieron al alma,
y en este estado de profunda calma,
mis sentidos también sorprendió el sueño.  20
   Mi espíritu perdido
lanzose a una región imaginaria,
y un monte vi de altura prodigiosa
en el éter inmenso descartada,
y en su cima una Diosa  25
de celestial diadema coronada.
El astro puro que ilumina el suelo
formó tal vez con sus suaves resplandores
encantador y peregrino velo
que guarnecen del iris los colores,  30
y esa luz deliciosa
cual diáfano cendal cubre a la Diosa.
   Muchos hombres subían
y llegar a la cúspide anhelaban,
encumbrados acaso se creían,  35
—126→
pero nuevos peñascos se elevaban,
algunos desmayaban,
volviendo a descender en un momento
retratado en su faz el desaliento.
   En tal contemplación embebecida  40
busqué la solución de aquel prodigio,
y entonces mi Ángel bueno,
custodio de mi vida,
quien me guarda del mal con su prestigio,
me dirigió su voz, pura, armoniosa,  45
con el acento del celeste coro.
«Esa que ves altura portentosa,
»es, dijo, LA MONTAÑA DE LA CIENCIA;
»los que quieren trepar a su eminencia,
»éste con torpe, vacilante paso,  50
»aquél con rapidez salvando acaso
»obstáculos inmensos para el hombre,
»sus prosélitos son: la Diosa aquella
»es la VERDAD: te revelé su nombre,
»ya no te admire, pues, verla tan bella».  55
   Callose el Ángel bueno,
y absorto yo miraba
el cuadro que a mi vista se ofrecía;
a un joven vi de vanidad ajeno
que malezas y abrojos apartaba;  60
la APLICACIÓN sus fuerzas sostenía.
   Una loca falange caminaba
y apenas a mitad de la subida,
creyéndose en la cumbre apetecida,
a los otros viajeros arengaba.  65
Mas este orgullo necio
excitaba en los más risa o desprecio.
—127→
   A un lado de la cuesta
observé un bosquecillo delicioso:
En ninguna floresta  70
se percibe un olor más aromoso;
el rayo de la luna
derrama en él sus pálidos reflejos,
mas se duda a lo lejos
si le ilumina el sol de Mediodía;  75
tiene allí su mansión la ALEGORÍA.
Por las sendas del monte
una MUSA gentil, bella, cruzaba,
y a veces entonaba
en el arpa divina  80
su canción peregrina
que al viajero más débil animaba.
   Volví la vista en mi ansiedad creciente
hacia la turba extraña
que más adelantara en su camino;  85
no lejos ya de la deidad potente
que impera en la MONTAÑA,
vi un joven de simpática figura,
altiva y penetrante su mirada;
en su frente tal vez brillaba el genio,  90
mas era su actitud desatentada...
Supe que el joven se llamaba INGENIO.
Muy rápido ascendía,
mas de la línea recta se alejaba,
y aunque a veces volvía,  95
sus fuerzas malgastaba
en vanas excursiones;
las Musas le colmaban de sus dones,
mas la VERDAD severa
—128→
le repelió con su mirada austera.  100
   Contemplé con dolor cual caminaban
algunos desgraciados,
víctimas de tiránicas pasiones,
que a llegar a la cumbre renunciaban.
   Yo les vi encadenados,  105
pugnando por salir de sus prisiones
mas de tantos llagados corazones,
de tanta dura y mísera existencia
fue lo que más a compasión movía
el grupo que seguía  110
en torpe esclavitud a la INDOLENCIA.
   Cada mortal marchaba
en un dulce letargo adormecido,
y en río caudaloso despertaba
que con fatal corriente le arrastraba  115
a las pesadas aguas del olvido.
   ¡Ay!, exclamé, quién fuera tan dichoso
que pudiera trepar a la alta cumbre,
y ver de esta DEIDAD el rostro hermoso
do brilla eterna lumbre!  120
   «Más dichoso será», dijo a mi lado
una hermosa mujer de faz divina,
«aquel a quien benéfica encamina
»la VIRTUD santa y pura
»a otra mansión de celestial ventura».  125
   «¿Cómo, le repliqué, también habita
»noble VIRTUD al pie de esta montaña?»
«Yo, dijo la extranjera,
»yo, que soy la VIRTUD, vivo doquiera
»moro del leñador en la cabaña,  130
»del pastor en la mísera casita,
—129→
»ya cruzando el espacio
»voy al regio palacio,
»ya a la austera mansión del cenobita».
   «Nunca en vano me llama  135
»mortal alguno que por mí suspire,
»ni mi auxilio reclama
»sin que acudir solícita me mire;
»quien busque mis favores
»no ha de trepar a la escarpada cima,  140
»ni ha menester honores;
»yo le coronaré de frescas flores
»doquiera que le halle,
»en el pueblo, en el monte o en el valle».
   Callose la VIRTUD, me hallé despierta;  145
en la vega desierta
sólo se percibía
el suspirar del viento
y el crujir del ramaje;
mas juzgué todavía  150
oír su dulce y armonioso acento
y ver flotar su diáfano ropaje.
«Es verdad, repetía;
»¡dichoso aquel a quien tu mano pura
»conduce a la mansión de la ventura!»  155




ArribaAbajoXVII. A orillas del mar




1.ª

ArribaAbajo   Sorda mugiendo tempestad lejana
de los mares el seno conmovía,
—130→
y en las olas enormes producía
un convulsivo y general hervor;
unas se levantaban hasta el cielo  5
y en las rocas furiosas se estrellaban,
otras veces la arena resbalaban
formando melancólico rumor.
   Era la tarde: el sol del Occidente
parecía en el mar querer hundirse  10
y en el mundo quizá por despedirse
lanzaba triste, moribunda luz;
mientras cercada de apiñadas nubes
asomaba la luna cenicienta,
cual la faz de un enfermo macilenta  15
tal vez se esconde en tétrico capuz.
   Y las aves acuáticas huían
a guarecerse en sus ocultos nidos,
arrojando fatídicos graznidos,
que anunciaban también la tempestad.  20
Hay un rumor indefinible y vago
que precede de cerca a la tormenta,
y del viento en la ráfaga violenta
se revela terrible majestad.
   Es tal vez del Señor la voz potente  25
que lanza un anatema al hombre impío,
es que el Señor admite el desafío
que provoca sacrílego el mortal.
¡Hombre infeliz!, el rayo del Eterno
que ciudades nefandas pulveriza,  30
tu débil ser convertirá en ceniza
si olvida su clemencia paternal.
   Una mujer regresa a su morada
con aire inquieto y paso presuroso,
—131→
y su blanco vestido vaporoso  35
va flotando a merced del huracán;
sus hermosos cabellos destrenzados
por sus mórbidos hombros han caído,
y flotantes también como el vestido
un aspecto fantástico le dan.  40
   ¡Pobre mujer!, al verse en despoblado
cara a cara con Dios y su conciencia,
recuerda que la edad de la inocencia
pasara ya cual mágica ilusión:
Se detiene de pronto en su camino,  45
y postrada de hinojos en la arena,
poco a poco su rostro se serena,
a la par que murmura su oración.


2.ª

   Pasó la tempestad. Brilla la aurora
de vistoso matiz pintando el cielo,  50
y tras rosado y transparente velo
ostenta el sol su encantadora faz;
y a la par que adelanta en su carrera,
sonrientes paisajes ilumina.
En la playa, en el mar y en la colina,  55
sólo escenas de amor, ventura y paz.
   Las gotas mil de la pasada lluvia,
reflejando del iris los colores,
se muestran en el césped y en las flores
brillando cual diamantes por doquier;  60
y las aves dejando el blando nido,
pulen al sol su pluma nacarada,
y elocuentes saludan la alborada
—132→
con sus cantos de amor y de placer.
   Reina en las olas apacible calma,  65
y al nacer y morir en manso giro
parece que reprimen un suspiro
por no turbar la general quietud...
Una mujer contempla de la orilla
el mar azul, la bóveda esplendente  70
y eleva al cielo su tranquila frente
en ademán de inmensa gratitud.
   El plácido murmullo de la brisa,
los preciosos perfumes de las flores,
y la voz de los tiernos ruiseñores  75
en sublime concierto encantador,
le parecen de Dios la voz clemente,
que sus preces humildes ha acogido,
y devuelve al mortal arrepentido
dulce perdón y paternal amor.  80




ArribaAbajoXVIII. La rosa de Jericó




1.ª

ArribaAbajo   De manos del Artífice divino
salió una flor de singular belleza;
él derramó en su cáliz peregrino
fragante olor de célica pureza:
El mundo engalanar fue su destino  5
y por eso alcanzó tanta riqueza,
los cielos y la tierra la miraron
y en ella al Hacedor glorificaron.
   La doró con su luz el alba pura,
—133→
la acarició la brisa vespertina,  10
y reflejó su cándida hermosura
el agua de la fuente cristalina,
a que nada faltase a su ventura
Dios proveyó con su bondad divina,
en sitio digno colocarla quiso  15
y le dio por jardín el Paraíso.
   El hombre rey del mundo se llamaba,
mas ella fue su bien y sus delicias:
De su casto perfume disfrutaba
pagándole en tiernísimas caricias;  20
y un ángel amoroso los velaba
gozando de su afecto las primicias;
el ángel fue Ituriel, Adán el hombre,
Eva la hermosa flor tuvo por nombre.
.........................................................  25
   Ved ¡ay de mí!, la flor encantadora,
la misma del Edén, mas ya no es pura;
el triste ruiseñor su suerte llora
en el silencio de la noche oscura:
También la encuentra la rosada aurora  30
al lado de la fuente que murmura,
pero la encuentra pálida, marchita,
en otra tierra estéril y maldita.
   Que de la culpa el áspid ponzoñoso
vertió en su cáliz el fatal veneno...  35
¡Eva infeliz! Si incierto y vagaroso
Se evaporó el perfume de tu seno,
si desterrada del vergel dichoso
no ves su sol purísimo y sereno,
legarás a tus hijas, pobres flores,  40
sólo un germen de muerte y de dolores!
—134→


2.ª

   ¿Quién es esa beldad modesta y pura,
que al levantar su inmaculada frente
vierte en torno la paz y la ventura
y dulce suavidad presta al ambiente?  45
Es como el iris tras la nube oscura,
como aurora que asoma en el Oriente
e inundando de luz el horizonte
alegra con sus rayos llano y monte.
   Esa es de Jericó la casta Rosa  50
que a la tierna Sión fue destinada,
y de Dios por la mano milagrosa
en humano jardín fuera plantada;
es de nardo su esencia deliciosa,
su corola perfecta y agraciada,  55
y, preservada del mortal veneno,
germen de bendición lleva en su seno.
   Doncellas de Israel, dadle alabanza,
«salve, cantad, purísima azucena,
»tu renuevo feliz al cielo alcanza,  60
»tu perfume de amor el mundo llena;
»tú cambiaste en consuelo y esperanza
»del desterrado la creciente pena...»
Y que el cielo repita en su alegría:
«¡Salud y bendición! Esa es MARÍA».  65
   ¡Salud y bendición!, flor sacrosanta,
¡salud y bendición! Reina y Señora,
Cuya excelsa grandeza se levanta
cual cedro erguido que en el monte mora:
—135→
Cual árbol escogido que se planta  70
cabe la fuente de cristal sonora.
La gracia del Señor es tu rocío
y el aura que te mece es el estío.
   Tu santo fruto regenera el suelo
y supera al panal en la dulzura,  75
cuando tú fuiste trasplantada al cielo
él se quedó por prenda de ventura,
al que le gusta con devoto anhelo
el porvenir eterno le asegura,
y pues del mundo la salud deseas,  80
¡Rosa de Jericó, bendita seas!




ArribaAbajoXIX. Consuelo celestial



ArribaAbajo   Dime, Padre común, pues eres justo,
¿por qué ha de permitir tu providencia,
que, arrastrando prisiones la inocencia,
suba la fraude al tribunal augusto?
   ¿Quién da fuerzas al brazo, que robusto  5
hace a tus leyes firme resistencia?
¿Y que el celo que más las reverencia
gime a los pies del vencedor injusto?
   Vemos que vibran victoriosas palmas
manos inicuas; la virtud gimiendo  10
del triunfo en el injusto regocijo.
   Esto decía yo, cuando riendo
celestial ninfa apareció, y me dijo:
Ciego, ¿es la tierra el centro de las almas?

ARGENSOLA.



  —136→  

ArribaAbajoXX. La Ascensión del Señor



ArribaAbajo   Mejor que Febo asoma rutilante
por el Oriente tras la rubia aurora,
al Olimpo Jesús sube, y colora
el aire y nubes de color cambiante.
El triunfador divino va delante,  5
el libre cautiverio sigue ahora,
las voces, arpas, cítara canora
acompañan la pompa rozagante.
   Abrid las puertas, príncipes vocean,
del palacio eternal, que su Rey viene:  10
Y ¿quién es ese rey?, de dentro claman:
   El vencedor de huestes que pelean,
quien de ese Olimpo de oro el cetro tiene,
entran, y en vivas todos se derraman.

DE LAS Lecciones Escogidas.




ArribaAbajoXXI. A San Juan Evangelista



ArribaAbajo   ¡El amado de Dios es mi embeleso!,
ese volcán de caridad divina,
que al pecho amable de Jesús reclina
la apacible cabeza en dulce beso.
   ¡Ay!, del Calvario al trágico suceso  5
—137→
prueba que su amistad fue amistad fina;
sin lesión sale de la hirviente tina
que antes ya mártir fue con más exceso.
   Es la madre de Dios su rica herencia:
Apóstol, al Paráclito recibe:  10
Evangelista, es águila en su vuelo.
   ¡Lo que ha sido y será lo ve y presencia
en su visión!, su Apocalipsi escribe,
¡y no hay quien alce el misterioso velo!...

EL MARQUÉS DE CASAJARA.




ArribaAbajoXXII. A un crucifijo



ArribaAbajo   Yo que al alma inmortal busqué alimento
en libros mil y mil con sed avara,
que el estudio del día no saciara
fatigando de noche el pensamiento;
   ¿Qué aprendí en tanto libro polvoriento,  5
do mi mente atrevida se engolfara,
do mi alegre pupila ¡ay!, se anublara?
¡Lo que aprendí se disipó en el viento!
   ¡Aprendí vanidad de vanidades!
Ahora empero me enseña el desengaño  10
que sólo en ti, Señor, sólo en ti lea.
En ti, libro sublime de verdades,
en ti, libro de amor do no hay engaño,
absorta sólo en ti mi alma se vea.



  —138→  

ArribaAbajoXXIII. La justicia de Dios



ArribaAbajo   Siempre que el pueblo de Israel corría
de la horrenda impiedad por la pendiente,
el látigo del Dios omnipotente
su dura espalda y su cerviz hería:
   En opresora esclavitud gemía,  5
o le acosaba ejército valiente,
hasta que forzoso y penitente
al buen camino, a la virtud volvía.
   ¡Imagen tuya fue, pueblo cristiano,
la nación de Israel! Dios es el mismo,  10
y aun hoy se siente su pesada mano.
Impunemente a Dios nunca se ultraja,
y antes que ruede al inmortal abismo,
sobre la infiel nación su rayo baja.

ID.




ArribaAbajoXXIV. Las estaciones



ArribaAbajo   Vierte alegre la copa en que atesora
bienes la primavera, da colores
al campo y esperanza a los pastores
del premio de su fe la bella Flora.
   Pasa ligero el sol a donde mora  5
—139→
El cancro abrasador, que en sus ardores
destruye campos y marchita flores,
y el orbe de su lustre descolora.
   Sigue el húmedo otoño, cuya puerta
adornar Baco de sus dones quiere,  10
luego el invierno en su rigor se extrema.
   ¡Oh variedad común!, ¡mudanza cierta!,
¿quién habrá que en sus males no te espere?,
¿quién habrá que en sus bienes no te tema?

ARQUIJO.




ArribaAbajoXXV. La infancia



ArribaAbajo   Duerme en la cuna el inocente niño,
cual la perla en la concha nacarada,
y dos seres concentran su mirada
en su frente purísima de armiño.
   Descuidando por él su propio aliño  5
le contempla su madre entusiasmada,
y al crecer una joya tan preciada
crece con ella el paternal cariño.
   Condúcenle por fin hasta la escuela,
acallando quizás el tierno lloro:  10
y en nosotros declinan su tutela
   poniendo en nuestras manos su tesoro:
¡Inculta flor, cuya fragancia pura
bien dirigida volará a la altura!





  —140→  

ArribaAbajoTercera serie


ArribaAbajoI. El niño, el perro y el gato

Fábula




ArribaAbajo   Un poco
de queso
comía
con pan,
un niño  5
lejano
de todos
en paz.
Un perro
y un gato  10
corriendo
se van
a donde
les guía
su instinto  15
sagaz.
El perro,
del niño
al lado
se está,  20
paciente,
ni osa
siquiera
chistar.
El gato  25
de un punto
a otro
se va,
moliendo
incesante  30
con duro
miau, miau.
El niño,
cansado
—141→
de oírle  35
mayar,
le dice:
-Te priva
tu empeño
fatal  40
del queso
que siempre
solías
probar.
Por terco  45
son vanos
tus gritos
y afán:
Al perro
que calla,  50
premiado
verás.-
Y al punto
le tira
un poco  55
de pan.
La sabia
conducta
del justo
rapaz,  60
dio margen
al cierto
siguiente
refrán:
-Si un niño  65
nos cansa
pidiendo
tenaz,
aquello
que ansía  70
no obtiene
jamás.

BAEZA.




ArribaAbajoII. Paseo por el Betis



ArribaAbajo    Ya del Betis
por la orilla
mi barquilla
libre va,
y las auras  5
dulcemente
en mi frente
soplan ya.
Boga, boga,
buen remero,  10
—142→
que el lucero
va a salir,
y a Occidente
ledo sube
en su nube  15
de zafir.
De la tarde,
que ya expira,
se retira
lento el sol,  20
y a medida
que se aleja
huella deja
de arrebol.
A ocultarse  25
va sereno
en el seno
de la mar;
y del cielo
cae en tanto  30
leve llanto
sin cesar.
Con su riego
mil olores
dan las flores  35
del pensil,
halagadas
por la brisa,
blanda risa
del abril.  40
Busca el nido
do se mece
y adormece
luego al fin,
en las ramas  45
del granado
el pintado
colorín.
Y allá lejos
de la orilla  50
ve a Sevilla
reposar
de cien torres
coronada,
perfumada  55
de azahar.
Sorprendente
panorama
do derrama
su fulgor,  60
de la noche
mensajero,
el lucero
brillador.
¡Oh!, no esperes  65
a que muera
la postrera
claridad,
boga, boga,
buen remero,  70
más ligero,
¡por piedad!

G. G. DE AVELLANEDA.



  —143→  

ArribaAbajoIII. El premio o los dos niños

Fábula




ArribaAbajo   De Paquito
coronado
en certamen
disputado
proclamaban  5
la ovación.
Tanto premio
merecía,
y de todos
obtenía  10
cariñosa
distinción.
Periquito
con despecho
y mostrando  15
de su pecho
la violenta
conmoción,
dice: En vano
te coronan,  20
y afanosos
te pregonan:
es más grande
mi opinión.
Entre todos,  25
cuando quiero,
sobresalgo;
soy primero
como en fuerzas
un león.  30
El premiado
le contesta:
No te enfade
mi respuesta,
porque es pura  35
mi intención.
Nada niega
tu talento
y que vales
como ciento  40
cuando fijas
la atención.
Mas recuerda
que olvidabas
el estudio,  45
sólo hablabas
día y noche
del peón.
—144→
Y en el día
de mi santo  50
yo estudiaba,
mientras tanto
que era todo
diversión.
No teniendo  55
gran memoria,
he debido
la victoria
al estudio
con pasión.  60
No te inspire
confianza
el talento,
pues no alcanza
sin cultivo  65
la ovación.

BAEZA.