| Con paso presuroso, la
faz llena de llanto, | | |
| las manos sobre el triste y amante
corazón, | | |
| al aire desprendido el anchuroso manto,
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—172→
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| la Virgen madre cruza las calles de Sión. | | |
| Y
aquella a quien adornan el sol y las estrellas |
5 | |
| temblando,
acongojada detiene el raudo pie, | | |
| y a una mujer que avanza
tras sus divinas huellas, | | |
| le dice sollozando: «Más
lejos le veré. | | |
| Pasemos esa plaza,
rumor ninguno suena; | | |
| ¡Señor, que al hijo mío
consiga yo abrazar! |
10 | |
| El ansia de encontrarle me vuelve,
Magdalena, | | |
| las fuerzas que me quita lo inmenso del pesar».
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| Y entrambas atraviesan por la desierta
calle, | | |
| la de Amargura siguen; más lúgubre
clamor | | |
| escuchan, que asemeja al son con que en el valle
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15 | |
| las mieses se querellan del viento asolador. | | |
| Ya
crece, y ya remeda el lúgubre murmullo | | |
| al que alzan
sacudidas las cañas del Jordán, | | |
| y luego
al que los mares levantan con orgullo, | | |
| si ruge por sus
antros el férvido huracán. |
20 | |
| La
Virgen madre llora, comprímese la frente, | | |
| «¿No
escuchas, Magdalena?, exclama con terror: | | |
| ¿No escuchas?,
es el pueblo, el pueblo que impaciente | | |
| al Gólgota
conduce al hijo de mi amor. | | |
| ¿Entre el
confuso polvo, allá lejos no alcanzas |
25 | |
| reflejos
que se ocultan y tornan a lucir? | | |
| Los hierros son, los
hierros de las romanas lanzas | | |
| que al inocente cercan que
llevan a morir. | | |
| Son ellos, Magdalena;
¿los ves como aparecen | | |
| al sol que centellea con viva claridad?,
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30 | |
| ¿no escuchas esas voces que se alzan y que crecen?...,
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| ya asoman, ya adelantan... Lleguemos por piedad». | | |
| Y
por la calle extensa avanzan anhelantes | | |
| oyendo cual acrece
la extraña confusión; | | |
| las puertas se franquean
y asoman por instantes
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35 | |
—173→
|
| los niños y mujeres temblando
de emoción. | | |
| Y allá lejos,
cercado por turba que le hostiga, | | |
| cargado con el leño
do en breve expirará, | | |
| sangriento, moribundo de
angustia y de fatiga, | | |
| al Dios-hombre conduce el pueblo
de Judá. |
40 | |
| Resuenan las trompetas,
auméntase el gentío | | |
| como tras fuerte lluvia
las ondas del Cedrón, | | |
| alzándose por cima
del ronco vocerío | | |
| de la sentencia inicua el hórrido
pregón. | | |
| La madre se adelanta,
y al Dios de tierra y cielo |
45 | |
| al divisar caído,
arrójase hacia él, | | |
| abriéndose la
turba ante su inmenso duelo, | | |
| como del mar las aguas al
paso de Israel. | | |
| Y estrecha entre sus
brazos al hijo agonizante, | | |
| sus lágrimas se mezclan,
y viendo su dolor, |
50 | |
| con las nevadas alas se cubren el
semblante | | |
| los ángeles que cercan el trono del Señor.
| | |
| Los guardias entre tanto con impaciencia
torva | | |
| los cuentos de las lanzas golpean con afán,
| | |
| y al fin, cual rudo brezo que el paso les estorba,
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55 | |
| la triste madre apartan y hacia el Calvario van. | | |
| Y
el pueblo y los sayones rugiendo como hiena | | |
| el paso doblar
hacen al que expirando ven: | | |
| La Virgen se desmaya, la abraza
Magdalena, | | |
| y lloran por el justo las hijas de Salén.
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60 | |
| Por la pendiente ruda subamos, alma
mía, | | |
| y al Gólgota lleguemos, la cruz espera
allí. | | |
| Con la divina sangre regada está la
vía, | | |
| la sangre que el Dios vivo vertiendo va por
ti. | | |
| Sigamos, alma mía, la madre
dolorosa |
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| su duelo sofocando del hijo llegue en pos:
| | |
| Sigamos, que ya llevar la escala misteriosa
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—174→
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| que a
Dios baja hasta el hombre y el hombre sube a Dios. | | |
| ¿La
ves en el espacio cual árbol que cimbrea?, | | |
| abrázala
la Virgen, y al oscilar la cruz, |
70 | |
| en fecundante riego
la sangre que gotea | | |
| al mundo regenera, brotar hace la
luz. | | |
| ¿La ves en el Calvario sangrienta,
infamatoria, | | |
| sublime en los sepulcros al cielo señalar?
| | |
| Alzarla Constantino cual lábaro de gloria, |
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| y santa con su nombre al mundo cobijar? | | |
| Sigamos...
mas no puede el alma a quien oprime | | |
| de la enojosa culpa
la carga pertinaz; | | |
| y ante el amor inmenso del Dios que
nos redime, | | |
| humillo en la ceniza la consternada faz.
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80 | |