Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
Indice
Abajo

Elogio del emperador Juliano

Pilar Rivero

Julián Pelegrín



Ammiano Marcelino, autor latino de origen griego, desarrolló su actividad durante la segunda mitad del siglo IV. En calidad de militar participó en la mayoría de las guerras de su época, especialmente al servicio del emperador Juliano (361-363). Posteriormente, bajo el título Res Gestae y como continuación de las Historias de Tácito, redactó «como soldado y como griego» una obra histórica en treinta y un libros que abarcaban los sucesos desde el ascenso de Nerva al trono (96) hasta la muerte de Valente (378). Los que han llegado hasta nosotros -únicamente del XIV en adelante- incluyen los hechos acaecidos partir del año 353 y se centran fundamentalmente en el reinado de Juliano. Pagano como él, Ammiano destaca la figura de este emperador, pero lo hace desde una perspectiva objetiva, alejada de la alabanza del cortesano.





«Fue seguramente un hombre al que hay que contar en el número de los caracteres heroicos y que ilustraron a la vez el esplendor de sus actos y su grandeza innata. Pues si es cierto que existen, según las definiciones de los sabios, cuatro virtudes principales, la templanza, la prudencia, la justicia y la fuerza, a las que se añaden otras circunstanciales, la experiencia militar, el prestigio personal, la fortuna y la generosidad, él las cultivó todas tan bien como cada una, con un celo atento.

Destacó en primer lugar por una castidad tan inviolable que, tras la pérdida de su esposa, jamás se permitió un placer sexual [...] Y este tipo de templanza se vio incluso aumentado y favorecido por su sobriedad en materia de alimento y de sueño, de los que usaba con avaricia tanto en tiempo de paz como en la guerra [...] Además, las pruebas de su prudencia fueron extremadamente numerosas [...] Muchos rasgos manifiestan qué cualidades ilustraron su justicia: el primero, sabía hacerse temer sin ser cruel, consciente de las circunstancias y de las personas [...] Su valor, la frecuencia de sus combates y la experiencia de las guerras lo demuestran, así como su resistencia tanto a terribles fríos como al calor [...] Muchos hechos destacados ilustran sus conocimientos en los asuntos de campamento [...]

Habiendo expuesto todo lo bueno que se puede conocer de él, tornemos ahora a enumerar sus defectos, aunque lo hagamos a partir de muy pocas evidencias. De un natural bastante compulsivo, [...] hablaba en exceso, y raramente callaba; era extremadamente dado a la consulta de presagios [...], más supersticioso que estrictamente fiel a cumplir sus obligaciones religiosas, sacrificando pródigamente bestias sin número; también se pensaba que, si retornaba de la campaña contra los partos, los bueyes llegarían a ser escasos [...] Gustaba del aplauso del vulgo, buscaba sin mesura la alabanza por minucias y, en su deseo de ser popular, buscaba a menudo el trato con gentes indignas de tal honor [...]

Y ya que sus detractores le acusan de haber provocado el estallido de nuevas guerras en perjuicio del interés común, que sepan claramente, de la boca misma de la verdad, que no fue Juliano, sino Constantino, quien provocó el incendio pártico, en el momento en el que se basó en las mentiras de Metrodoro [...] De ahí las masacres escandalosas de nuestro ejército, la captura de cierto número de nuestras unidades, las ciudades arrasadas, las fortificaciones perdidas o destruidas, las provincias aplastadas por pesadas contribuciones; [...] los persas pretendían apoderarse de todas nuestras provincias hasta Bitinia y las orillas de la Propóntide. En cuanto a los galos, la arrogancia de los bárbaros no hacía más que acrecentarse; los germanos, que se habían extendido a través de nuestros territorios, pronto fueron a forzar los Alpes para devastar Italia; y, a las poblaciones que hacía tiempo que habían soportado numerosas pruebas abominables, no les quedaba más que las lágrimas y el terror: pues no sólo el recuerdo del pasado era amargo, sino que la espera de lo que les amenazaba era todavía más sombría. A todo ello, este joven enviado hacia las tierras de Poniente bajo la apariencia de un César, empujando a los reyes como viles esclavos, dio por completo solución con una rapidez que parecía milagrosa. Con la misma voluntad apasionada de restablecer el Oriente atacó a los persas, con la intención de llevar más allá un epíteto triunfal si las decisiones del cielo respondían a sus propósitos y a sus hazañas. Y cuando sabemos que algunos necios reinician sus experiencias, tanto y tan bien como los vencidos retoman la guerra, y los náufragos el mar, para recaer después en dificultades frente a las que tantas veces han sucumbido, ¡se critica a un príncipe en todas partes victorioso el haber retomado la iniciativa de éxitos semejantes!».


(Ammiano Marcelino, Historia, XXV, 4, traducción propia a partir de la versión francesa publicada por Jacques Fontaine, Les Belles Lettres, París, 1977. )                






Indice