41
Para ampliar la información sobre este aspecto, vid. el reciente trabajo de Barreiro Fernández, Xosé Ramón. «Morrión y boina. El cuento que nos introduce en la militancia carlista de Emilia Pardo Bazán». En: Actas del II Simposio Emilia Pardo Bazán: Los cuentos. González Herrán, José Manuel; Patiño Eirín, Cristina y Penas Varela, Ermitas (eds.). A Coruña: Real Academia Galega-Fundación Caixa Galicia, 2006, pp. 23-43.
42
Vid.
«Carta III. En Burdeos. ¡Dichoso
crimen! Recuerdo a Barcelona»
, pp. 63-70. Cito el siguiente fragmento por
su interés: «Nada escribí
sobre el certamen español, [...] pero hoy, que ya faltan
pocas horas para la apertura de la Exposición francesa,
séame lícito consagrar un memento a Barcelona y ufanarme con esta
gloria de la patria, no suficientemente ensalzada, a mi ver, si se
considera bien lo que significa»
, p. 70.
43
«Sólo de entrar en la galería y
ver el incesante y periódico vaivén de tanto
artilugio, me entra un malestar, un desasosiego, un azoramiento
físico, que se convierten pronto en sufrimiento y
alteración nerviosa»
, II, pp. 3-4.
44
Bravo-Villasante, Carmen. «El patriotismo de doña Emilia Pardo Bazán». Cuadernos Hispanoamericanos, 1962, núm. 146, p. 244.
45
Pero esta actitud
variará en la Condesa a los pocos años. Cuando en
1900 regresó a París cómo cronista de una
nueva Exposición, optó claramente por la modernidad:
«Vengo a ella con la fe en el progreso
que siempre me alentó y las desdichas de mi patria han
exaltado»
. Cuarenta días en la
Exposición. Madrid: Renacimiento, s. a., p. 23.
46
Esto fue muy
criticado por Díaz Benzo en su folleto: «Todas las instalaciones y edificios de importancia que
tiene la Exposición Universal de París no merecen
para usted más atención que un rápido vistazo;
los instrumentos y aparatos que usan los ingenieros los llama
simplemente chismes, y confiesa con frescura que le falta la
casilla de las máquinas, instrumentos y planos; hace
caso omiso de los pabellones industriales; no admira ni estima la
Galería de Máquinas, siquiera como se admira y se
estima lo incomprensible, y no se determina a describir el Palacio
de la Agricultura. De modo que usted ha visto la Exposición
a la manera que los aldeanos españoles ven la Historia
Natural de Madrid, como ellos dicen»
. Al pie de la
Torre de los Lujanes, op. cit.,
pp. 44-45.
47
Así lo hizo: no escribiría sobre la Torre Eiffel hasta el 21 de julio, dos meses y medio después de haberse inaugurado la Exposición. Ortega Munilla hizo lo mismo en sus crónicas de El Imparcial. Iniciadas el 18 de abril, no abordó la descripción de la Torre hasta el 3 de junio.
48
Vid. Clemessy, Nelly, op. cit., vol. II, pp. 507-567.
49
«Emilia Pardo Bazán: historiadora y crítica de la literatura». Estudios sobre la obra de Emilia Pardo Bazán, loc. cit., Freire López, Ana María (ed.), p. 91.
50
Sobre la
representación pictórica española en la
Exposición ya habló Pardo Bazán en la carta
número XII de Al pie de la Torre Eiffel
-«Nuestra pintura»- y en aquella ocasión nos
puso en antecedentes sobre las numerosas dificultades del gobierno
español para enviar a París unos cuadros que
representasen a España dignamente. El Jurado, presidido por
Meissonier, sólo había concedido medalla de honor al
cuadro de Jiménez Aranda, por tratar «asunto
moderno», al tiempo que desairó al resto de
participantes por presentarse encasillados en el género
histórico. En este certamen aparece la polémica entre
modernismo, defendida por Meissonier, e historicismo;
entre cuadros de asunto moderno, actual, de género,
y los de tema antiguo o histórico. Éstos sólo
merecen castigo, aunque los haya ejecutado el mejor pintor del
mundo. Los primeros, aunque sean inferiores, «por el hecho de
representar una escena que presenciamos en cualquier parte»
-afirma la cronista con tremenda ironía y herido
patriotismo- «son acreedores a
medalla»
(«Pintura española y jurados
franceses», II, p. 82). Absurda es esta ley, pero lo grave e
intolerable es que este código sólo se ha aplicado a
la pintura española, pues el Jurado de Bellas Artes ha
recompensado a pintores como Munckazy, Todema o Wauters, sin ser
modernistas, y hasta el propio Meissonier ha presentado al
certamen cuadro de asunto histórico.