Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
 

21

E. E. Sánchez Reyes (art. cit. en nota 9, pp. 123-124) se refiere a este asunto, pero su interpretación es distinta: supone que doña EMILIA «quizá nunca pensó en tal cosa» -escribir aquella Historia- sino que, con ánimo de mover a don Marcelino para que lo hiciese, «excita sus celos haciéndole creer en repetidas cartas que se dispone a la empresa con la que él no arremete (...) y gran satisfacción debió ser para la docta autora de San Francisco, el ver cómo sus maquinaciones y devaneos femeniles servían de estímulo para llevar la áurea pluma del maestro a tratar de los asuntos en que con más brillantez se desenvolvió siempre». Un pormenorizado relato de este asunto, con abundantes datos y comentarios, puede verse en el art. de Gamallo Fierros citado en nota 5, pp. 233-251.

 

22

Aunque Laverde subraya -como si ese fuera el título de la serie de artículos- estos aparecerían en La Época, entre el 27-X-82 y el 16-IV-83, como «La cuestión palpitante».

 

23

E. Pardo Bazán La cuestión palpitante, con un prólogo de «Clarín», Imp. Central a cargo de V. Sáiz, Madrid, 1883.

 

24

Un razonamiento muy similar, con afirmaciones casi coincidentes, había expresado en su reseña a Bocetos al temple, de Pereda, en el periódico santanderino El Aviso, el 22-VIII-76 (texto que reproduciría como parte de su prólogo al tomo I de las Obras Completas de Pereda, en 1884; lo cito y comento en mi libro La obra de Pereda ante la crítica literaria de su tiempo, Ayuntamiento de Santander-Ediciones de Librería Estvdio, Santander, 1983, pp. 29-30 y 54).

 

25

Carta del 25-I-84, en VI, 288. Los artículos de Barcia se recogieron luego en «La cuestión palpitante». Cartas amistosas a la Sra. D.ª Emilia Pardo Bazán. Establecimiento Tipográfico del Seminario Conciliar, Santiago de Compostela, 1884.

 

26

Así, por ejemplo, tras recordar que la coruñesa es autora de «una serie de cartas de ardentísima polémica sobre la cuestión del naturalismo artístico, y nada menos que cinco novelas, en la mayor parte de las cuales la tendencia naturalista se ostenta sin rebozo», apunta esta curiosa argumentación: «este carácter ardiente y batallador que los últimos escritos de doña Emilia ostentan, no ha borrado, antes ha contribuido a poner de manifiesto, el carácter femenino por excelencia, el de seguir dócilmente un impulso recibido de fuera»; ello explica que la escritora «se haya dejado arrebatar del torbellino de la moda literaria, y ansiosa de no quedarse rezagada y de no pasar por romántica, haya sentado plaza en la vanguardia naturalista, yendo delante de los más audaces y causando mal disimulado temor a sus mejores y más antiguos amigos». Y continúa, formulando sus votos para que tales «veleidades, concesiones y alardes» no prevalezcan sobre la tendencia idealista que inspira este San Francisco: «en la señora Pardo Bazán la poesía y el idealismo y la inspiración cristiana son lo natural y espontáneo, y el naturalismo es lo artificial, lo postizo y lo aprendido». Cito por: Edición Nacional de las Obras Completas de Menéndez Pelayo. Estudios y Discursos de crítica histórica y literaria, V, C.S.I.C., Santander, 1942, pp. 29-32.

 

27

«Mi artículo versará sobre V. y sus obras, en general; y lo publicaré en la Europea (si esta lo admite)», IV, 298.

 

28

Las tres cartas, publicadas por Sánchez Reyes, art. cit. en BBMP, XXIX (1953), pp. 141-144.

 

29

Publicada, como ya indiqué, por C. Bravo Villasante, op. cit. (en la ed. de Magisterio Español, Madrid, 1973, pp. 176-178).

 

30

Publicada por Sánchez Reyes en BBMP, XXXI (1955), pág. 149.