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La misma
explicación, con la misma alusión, se ofrece mucho
después para un caso semejante en que los indios no atacan a
los españoles cuando cabría esperarlo: «[quizá] fuese alguna superstición
y observancia de la creciente o menguante de la luna, que iba cerca
de la conjunción como la tenían los alemanes
según lo escribe Julio César en sus
Comentarios»
(VI, 1: 527).
12
«Esto hizo Hernando de Soto movido de generosa envidia y
celo magnánimo de las hazañas nuevamente hechas en
México por el marqués del Valle don Hernando
Cortés y en el Perú por el marqués don Diego
de Almagro, las cuales él vio y ayudó a
hacer»
(I, 1: 73).
13
O evitar el malo,
singularmente cuando afecta a la honra, como es el delito de
traición: «No quedará tu
delito y maldad sin castigo, porque otros no tomen de ti mal
ejemplo»
(III, 7: 299).
14
Más
adelante llegará a proponer abiertamente un ejemplo concreto
de esa magnanimidad: «El favor de dar un
señor a un criado la capa, o el plumaje o cualquier otra
presea de su persona, principalmente si para darla se la quita en
su presencia del criado, era entre todos los indios de este gran
reino de la Florida cosa de tan gran honra y estima que
ningún otro premio se igualaba a él, y parece que,
conforme a buena razón, también lo debe ser en todas
naciones»
(III, 5: 291).
15
Conviene señalar en este lugar cómo el modelo biológico de la reproducción sirve de patrón metafórico para comprender una lección moral basada en el principio de imitación-emulación, pues todas las cuestiones que estamos aquí tratando se insertan en el paradigma más amplio de la reproducción en todos sus sentidos.
16
La misma
intención, casi textualmente, se encuentra en la segunda
dedicatoria al Rey de la traducción de los
Diálogos (fechada en Las Posadas, 7-11-1589):
«De mi parte no hay en ella cosa digna
de ser recibida en cuenta, si no fuese el atrevimiento de un indio
en tal empresa y el deseo que tuve de dar con ella ejemplo a los
del Perú, donde yo nací, de cómo hayan de
servir en todo género de oficio a V. C. M.»
(De
la Vega, 1996: 23).
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Como cuando
lamenta no conocer el nombre de la «señora de Cofachiqui»
(III,
11: 309) o cuando afirma «[...]
será justo queden nombrados y se pongan los nombres de los
que la memoria ha retenido. Los que faltaren me perdonen y reciban
mi buena voluntad, que yo quisiera tener noticia no solamente de
ellos, sino de todos los que fueron en conquistar y ganar el nuevo
mundo [...]»
(II/2, 7: 222).
18
Esa continuidad, por otra parte, es análoga a la que, en otro orden, establece el linaje como cadena que vincula a los protagonistas de la Historia y como garantía de verdad del historiador, esto es como vínculo entre los hechos y el discurso.
19
«Sin duda, la comparación más
señalada del libro corresponde a las "exequias" que le
hicieron los españoles a Hernando de Soto, similares a las
que hicieron los godos a su rey Alarico en Italia, en el río
Bisento»
(De Mora: 46).
20
Hilton anota:
«Se refiere a Pandulfo Collenucio,
Compendio de le
Istorie del Regno di Napoli. Existe una traducción
española de esta obra, hecha por Nicolás Spinosa,
publicada en Valencia, Joan Navarro, 1563»
. De Mora da la
fecha del original, 1539, y dice que el Inca la tenía en su
biblioteca.