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Estos resultados que pueden obtenerse con lo científico, y que Sor Juana propone aquí, aparecen en otras partes de su obra. Véanse, por ejemplo, el soneto que comienza «Detente, sombra de mi bien esquivo», en relación con lo que la mente es capaz de lograr; la Respuesta, cuando habla de las vigas del gran salón, con referencia a que, a los ojos, parecen acercarse una a la otra en la parte más alejada; y en el Sueño, hacia la parte final, el pasaje donde se refiere a las imágenes que la linterna mágica refleja en la pared como si tuvieran tres dimensiones...

 

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La versión mitológica de las columnas del Estrecho de Gibraltar está relacionada con Hércules. Constituye su décimo «trabajo»: ir a buscar el ganado de Gerión, quien, según la tradición, era rey de España. Para realizarlo, Hércules viajó mucho hasta llegar a los límites de Libia y Europa, a las tierras de lo que hoy llamamos Gibraltar. Según la fuente de que se trate, se dice que allí levantó dos montes: Calpe (Gibraltar), del lado de Europa, y Abila, en Ceuta, del lado de África. Otras fuentes dicen que se trataba de una sola montaña que el gigante abrió en dos. También, según la fuente consultada, se dice que trató o bien de comunicar el Mediterráneo con el gran Océano (Atlántico), o bien de cerrar más aún la estrecha comunicación para prohibirle el paso a las ballenas. Véase a Thomas Bulfinch, Bulfinch's Mythology, p. 195, y a Ángel María Garibay, Mitología griega. Dioses y héroes, pp. 139-135 (el nombre de Gibraltar es de origen árabe).

 

533

Véase a Francisco Javier Cevallos, «La alegoría del deseo. La "loa" para el auto "El mártir del Sacramento, San Hermenegildo", de Sor Juana Inés de la Cruz», pp. 93-51.

 

534

Méndez Plancarte en sus anotaciones a los vv. 349-368 (p. 561) dice, en relación con la mayor fineza de Cristo, que el coro 2 apoya la opinión de San Agustín y el coro 1 la de Santo Tomás. Sin embargo, el estudiante 1 es quien apoya la opinión de San Agustín y el 2 la de Santo Tomás. Creo que hay equivocación en el orden de los coros cuando aparecen por primera vez. Al comienzo de la escena VII, la Música canta: «No pudo el Sumo Poder / otra fineza mayor / obrar con su inmenso Amor / que llegar a padecer», lo cual se refiere a las ideas de San Agustín. El coro 1, que debe tener correspondencia con lo que dice el estudiante 1 -quien defiende la opinión de San Agustín- debe corroborar lo que ha dicho la Música contestando: «¡No pudo hacer!»; y el coro 2, que sigue la opinión del estudiante 2 -el que defiende a Santo Tomás- debe negarla: «¡Sí pudo hacer!»; pero en el texto de MP están cambiados. En las loas, por regla general, los parlamentos de los personajes, así como de los coros, se suceden unos a los otros alternadamente. Cuando aparece la Música, se debe marcar la entrada de cada uno de los coros, primero el 1 y luego el 2; en la p. 111 de la edición de Méndez Plancarte, en las dos entradas de la Música, debe mencionarse primero al coro 1, y luego al 2; sólo se especifica al coro 2. En esa misma página, el estudiante 1 aparece dos veces seguidas; la primera vez, el parlamento debe corresponder al estudiante 2 y la segunda, al estudiante 3, quien, como sabemos, se presenta como el que más sabe y en ese parlamento instruye a los otros dos sobre la secuencia de la cena del cordero pascual, el lavatorio de pies y la institución de la Eucaristía. Estos errores aparecen en los textos antiguos, según he cotejado en la Biblioteca Nacional de Madrid, excepto por lo que se dice a continuación. En lo que sí se comete una equivocación en la edición de Méndez Plancarte es en el texto que se pone en boca del estudiante 1 (pp. 111-112) que comienza: «Esa es pequeña objeción», el cual en todas las ediciones antiguas del tomo II aparece, correctamente, bajo «Estudiante 3». He consultado los siguientes ejemplares del tomo II: Sevilla, 1692, pp. 113, 118-120 (R 12.244); Barcelona, 1693, pp. 86, 991-93 (R 19447); Madrid, 1715, pp. 91-93 (U-8424); Madrid (Pasqual Rubio), 1725, pp. 78, 83-84 (R 19404). Los paréntesis remiten a las signaturas.

 

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Sor Juana vaciló entre estas dos opiniones de San Agustín y de Santo Tomás, según la obra suya de que se tratara; aquí, sin expresarlo claramente, como ya se señaló, se inclina hacia la de Santo Tomás. La clave la tenemos en los versos que se han copiado antes: «[...] quedaba más que hacer». Véase lo que dice Méndez Plancarte, t. III, nota a los vv. 101-159, p. 557.

 

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Estos versos pertenecen al romance que comienza «Si daros los buenos años», del cual se toman otros versos a continuación en el texto; es el núm. 24 en mi edición de Inundación castálida (IC en adelante), pp. 122-126. En la edición de Méndez Plancarte (MP en adelante) es el núm. 15, pp. 45-48. Este conocido editor mexicano de las obras de su compatriota puso en cursiva los dos últimos versos basándose en palabras e ideas parecidas utilizadas por Jacinto Polo en un comentario de tipo filosófico (ver MP, t. I, p. 382). En mi edición ya mencionada de IC seguí a MP; en esta nueva lectura, sin embargo, los escribo sin cursiva porque las razones que da el crítico mexicano no me parecen convincentes para conservarlas ya que no son exactamente las mismas palabras utilizadas por Polo; creo que, más bien, las ideas pertenecen a un acervo de filosofía común. Utilizaré estas dos ediciones en mis citas, además de la edición nuestra de Noguer (de Elías L. Rivers y mía, que identificaré con N en adelante). En ocasiones, variaré la puntuación del texto ya sea de nuestras propias ediciones o de la de Méndez Plancarte. Me referiré a estas ediciones mencionadas, con las iniciales indicadas seguidas del tomo (en el caso de MP) y de los números de las páginas. Se publicará la segunda edición, corregida y revisada, de mi edición de IC de Editorial Castalia.

 

537

Véase mi edición de IC, donde se halla esta obra, el Neptuno, pp. 365-447, y mi comentario en la introducción del mismo libro, pp. 63-71. He escrito hace tiempo, un ensayo sobre la misma obra: «El Neptuno de Sor Juana: fiesta barroca y programa político», que también he incluido en esta colección.

 

538

Sor Juana Inés de la Cruz, IC, núm. 24, p. 125.

 

539

Ibidem, p. 124.

 

540

Ibidem, pp. 133-137.

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