En torno a las ediciones de “La Florida del Inca”
Carmen de Mora
Refiriéndose al proceso de actualización del libro,
que solo se produce cuando deja de ser un objeto virtual e
individual y se convierte en creación literaria
leída, Claudio Guillén escribe: «La primera publicación de un libro exige
un intermediario también -el impresor-, pero sólo
supone un público. La segunda impresión, o la quinta,
prueba que éste ha dejado de ser mental o hipotético.
De ahí el interés que presenta la historia de un
libro»
(Guillén 1988: 197). Por su parte, Jaime
Moll señala que el estudio de las ediciones de una obra nos
permitirá su valoración tanto como el establecimiento
de una bibliografía estructurada, imprescindible para
acercarnos al original compuesto por el autor y necesaria para
conocer la difusión de la obra (Moll 1979: 100). Dicho
objetivo puede responder a distintos fines, ya textuales, ya
sociológicos. Lo ideal es tener en cuenta ambas
vertientes.
El examen de las ediciones de La Florida del Inca permite evaluar qué grado de aceptación ha tenido desde su aparición; cuáles han sido los aspectos más apreciados y cuáles los menos; qué repercusiones ha tenido en el extranjero; y qué lugar le corresponde, en suma, en el conjunto de la obra del Inca Garcilaso y en la literatura hispanoamericana.
Carlos Pereyra,
una de las máximas autoridades del americanismo,
insistió en la primacía de dos textos entre las
crónicas de Indias: la Historia verdadera de la
conquista de la Nueva España de Bernal Díaz del
Castillo y La Florida del Inca de Garcilaso de la Vega.
Más recientemente, Mario Vargas Llosa reconoció que
este texto bastaba por sí solo para hacer del Inca uno de
los mejores prosistas del Siglo de Oro1.
Consciente del alcance de la obra que llevaba entre manos, el Inca
aludió en distintas ocasiones al proceso de
redacción, lo cual revela que este fue lento y laborioso, y
que aun llegó a reelaborar la obra antes de darla a la
luz2.
En total este proceso se prolongó unos veinte años.
La primera noticia consta en la primera dedicatoria a Felipe II en
la traducción de los Diálogos de amor, en
1586: «Con mis pocas fuerças si el
divino favor y el de Vuestra Magestad no me faltan, espero [...]
ofreceros presto [...] la jornada que el adelantado Hernando de
Soto hizo a la Florida»
. En la segunda dedicatoria al rey
Felipe, en la citada traducción, en 1589, anuncia a este
«La relación que a V. M. se ha de hacer del descubrimiento
que vuestro gobernador y capitán general Hernando de Soto
hizo en la Florida»
y que estaba «ocupado en sacar en limpio la redacción
que a V. M. se le ha de hacer
del descubrimiento»
de Hernando de Soto. Para esa fecha
quedaría, pues, fijada la primera redacción o
versión primitiva de La Florida, producida entre
1585 y 1589. Fue entonces cuando llegaron a manos del Inca las
relaciones inéditas de dos soldados, Alonso de Carmona y
Juan de Coles, «testigos de
vista»
de la expedición de Hernando de Soto:
(Proemio, La Florida del Inca 1988 [1605]) |
Por una carta dirigida al licenciado Juan Rodríguez Franco, sabemos que esta segunda redacción estaba concluida a fines de 1592. Sin embargo, la publicación se retrasó unos 13 años hasta que, por fin, la crónica vio la luz en Lisboa, a comienzos de 1605, en la imprenta de Pedro Crasbeeck; por entonces Garcilaso tenía prácticamente concluida la Historia general del Perú, segunda parte de su obra maestra, Comentarios reales. Durante ese tiempo, a la vez que componía los Comentarios reales, revisaba y corregía La Florida. En mayo de 1596 Garcilaso dedicó La Florida a un pariente suyo, Garci Pérez de Vargas3 -mayorazgo de la villa de Higueras de Vargas, cabeza y pariente mayor de todos los Vargas de Extremadura-, probablemente porque esperaba que le costeara la impresión. Al no conseguirlo, tres años más tarde buscó otros apoyos para publicar su relación. Primero dio poder a Juan Díaz de Morales -1 de marzo de 1599- sin obtener resultado satisfactorio. Pero en noviembre de 1604 la obra obtuvo la aprobación y licencias para su impresión en Portugal. No obstante, Garcilaso -tal vez por desconfianza- otorgó un nuevo poder al licenciado Domingo de Silva en Córdoba para imprimir y vender La Florida y los Comentarios. En ese mismo año escribió la dedicatoria al duque Teodosio de Braganza, cuando envió el manuscrito a Lisboa para su edición; en cambio, la antigua dedicatoria a Garci Pérez se transformó en el «Proemio al lector», no sin antes haber sufrido algunas correcciones. Tanto este como los dos últimos capítulos del libro -en los que también se aprecian cambios y adiciones- están escritos bajo la presión del desengaño, en particular por las frustraciones acumuladas por el Inca desde su llegada a España4.
Además de estos datos sobre ambas redacciones, existen otros relativos al cuidado de su elaboración. En carta al abate Maximiliano de Austria, fechada en marzo de 1587, el Inca le comunica que ya estaba escrita más de la cuarta parte de La Florida, que siguió escribiendo en Las Posadas con la ayuda de su informante Gonzalo Silvestre, destacado participante en la expedición de Hernando de Soto. Para asegurarse de la veracidad de los datos, ese mismo año el Inca le envió a Ambrosio de Morales la parte de La Florida que tenía redactada, para que aquel la cotejara con la relación que obraba en su poder. Según se desprende del proemio, esta versión fue la misma que presentaron al virrey de México los sobrevivientes de la expedición:
(Proemio, Garcilaso 1988 [1605]: 102) |
En la segunda
redacción tuvo en cuenta las memorias de Alonso de Carmona,
vecino de Priego -localidad ubicada muy cerca de Las Posadas y de
Montilla-, tituladas Peregrinaciones, que este mismo le
envió, y la relación inédita de Juan de Coles,
natural de Zafra, abandonada en una imprenta cordobesa. El empleo
de estas fuentes no modificó en lo sustancial la primera
redacción; más bien ellas sirvieron para apoyarla y
completarla. Al margen de estas, el Inca introdujo modificaciones y
supresiones importantes. Así, en la segunda redacción
desaparece la forma Pirú, utilizada en la primera, y se
sustituye por Perú. De algunos cambios da cuenta en los
Comentarios reales. A propósito de la creencia de
los incas en la inmortalidad del alma, comenta: «Todo este cuento escrebí en nuestra
Historia de la Florida, sacándola de su lugar por
obedecer a los venerables padres maestros de la Sancta
Compañía de Jesús, Miguel Vásquez de
Padilla, natural de Sevilla, y Jerónimo de Prado, natural de
Úbeda, que me lo mandaron así; y de allí lo
quité, aunque tarde, por ciertas causas tiránicas;
ahora lo vuelvo a poner a su puesto»
(Comentarios
reales, lib. I, cap. VII). En La Florida,
refiriéndose a lo mismo escribe: «Y de esto trataremos más largo en la
historia de los incas»
(lib.
V, cap. II)5.
Junto a la versión oral de Gonzalo Silvestre y las relaciones de Carmona y Coles, fundamentales en la redacción de su obra, aprovechó el Inca otras fuentes escritas, tanto históricas como literarias. Entre las primeras, la Historia general de las Indias y conquista de México, de Francisco López de Gomara, y la Historia natural y moral de las Indias, del padre José de Acosta. La Araucana de Ercilla y las Elegías de varones ilustres de Indias, de Juan de Castellanos, están entre las segundas. En ellas se inspiraría, probablemente, para el tratamiento heroico de los indios. Más dudoso es el uso de la Relación del hidalgo de Elvas sobre la expedición de Hernando de Soto, impresa en Évora en 1557. No solo difiere en el planteamiento -aunque coincide en la información- sino también en los nombres de los participantes6. Garcilaso no pudo conocer la relación de Rodrigo Rangel porque esta fue incorporada a la Historia general y natural de las Indias, islas y Tierra Firme del Mar Océano de Gonzalo Fernández de Oviedo en fecha posterior a las ediciones del siglo XVI. Tampoco el relato de Luis Hernández de Biedma, porque permaneció inédito hasta el siglo XIX. Sí aparecen citados, en cambio, los Naufragios de Álvar Núñez Cabeza de Vaca sobre la expedición de Pánfilo de Narváez, a cuyo testimonio recurre el Inca en varias ocasiones (Miró Quesada 1971b: 149-151).
Como es sabido, La Florida del Inca se editó por primera vez en Lisboa, en 1605, en la imprenta de Pedro Crasbeeck (Ilustración 1). En la Biblioteca Nacional de Madrid, en la sección de Raros, he podido encontrar tres ejemplares fechados en 1605 y, si bien coinciden en lo esencial, presentan algunas diferencias7. Este fenómeno, que hoy pudiera parecernos extraño, solía ocurrir en la transmisión impresa de los libros en los siglos XVI y XVII, pues, frente al libro manuscrito, el libro impreso estaba compuesto con tipos móviles y por pliegos con los que se formaban los cuadernos, lo cual propiciaba los errores8. Uno de esos errores de composición se encuentra en el ejemplar A. Después del colofón, que se limita a la palabra fin, incluye un fragmento que, en realidad, pertenece al «Proemio al lector», donde el Inca se refiere a fray Pedro Aguado, provincial de la ciudad de Santa Fe, en el Nuevo Reino de Granada, quien había reunido diversas relaciones de testigos fidedignos de los descubrimientos, entre ellas la de Juan Coles. El fragmento está incompleto y se ve que se trata de un error del cajista.
1. Portada de la primera edición de La Florida del Inca. Lisboa: Pedro Crasbeeck, 1605.
Cortesía de la Hispanic Society of America, Nueva York.
El ejemplar B no
presenta particularidades. Sí aparece, en la página
en blanco que se encuentra junto a la portada, una frase manuscrita
en tinta sepia que debió de pertenecer al librero o al
propietario del libro: «Edición
príncipe y muy raro ya»
. El ejemplar C reviste
más interés porque, a continuación de la tabla
de los capítulos, añade una relación de
erratas bajo el epígrafe de «Las erratas del
molde»: «[las erratas] que tienen
necesidad de enmienda son las que se siguen. Otras que ay de una
por otra, y un número por otro, que son fáciles de
enmendar no se hicieron: porque de suyo las puede corregir el que
fuere leyendo»
. Y, a continuación, corrige por
separado las erratas de los preliminares y las de la
historia9.
Salvo las particularidades señaladas en los ejemplares -la más importante de las cuales es la fe de erratas-, la edición de 1605 presenta los siguientes rasgos: 1) la numeración de las páginas empieza en el texto central, sin considerar los preliminares; 2) la portada y demás hojas preliminares forman un conjunto con signaturas marcadas por calderones, independientes de las del texto de la obra; las hojas preliminares incluyen licencias10, dedicatoria y proemio al lector; 3) el texto está compuesto por seis libros; y 4) hay una tabla de los capítulos. Sin duda, los distintos elementos contenidos en el segundo apartado merecen atención especial en este caso porque constituyen la presentación del libro a los lectores.
La portada y el
colofón pertenecen a un plano meramente tipográfico.
La portada de la edición prínceps lleva arriba, con
letras mayúsculas, el título seguido del apelativo
adoptado por el autor: «LA FLORIDA DEL
INCA»
. Más abajo sigue una breve
descripción del contenido, el nombre del autor, su
condición y origen. A continuación, en cursivas, la
mención de la persona a quien va dedicada la obra: «Dirigida al Serenísimo
Príncipe, Duque de Bragança»
. Como
señala Roger Chartier, «el tercio
superior de la portada está así dedicado a la
relación fundamental que domina toda la actividad literaria
hasta mediados del siglo XVIII: la que vincula a un autor, ya
constituido como tal, al protector de quien espera apoyo y
gratificaciones»
(Chartier 1994: 56). El resto de la
página está separado por dos trazos horizontales
continuos que enmarcan el pie de imprenta con la licencia de la
Santa Inquisición, el lugar de publicación, el nombre
del editor y el año de impresión. Se cierra la
portada con la mención del privilegio real11.
El hecho de que el Inca Garcilaso aparezca nombrado dos veces en la
portada para asumir la autoría del libro nos lleva a
entender la palabra autor, que figura en el proemio al
lector, con otro significado. «Mi
autor»
, expresión referida, como sabemos, a
Gonzalo Silvestre -aunque el Inca no diga su nombre-, su informante
principal, estaría tomada en este caso en el sentido de
‘el que causa o da motivo a alguna
cosa’
(Diccionario de Autoridades), lo cual
equivaldría a ‘fuente de
información’.
Las licencias y
aprobaciones constituyen los textos legales del libro; estas pueden
ser de carácter civil -privilegio, tasa, fe de erratas,
aprobaciones y licencia de la autoridad civil- o religioso
-aprobaciones y licencias de autoridades eclesiásticas
seculares y regulares-. En La Florida del Inca,
lógicamente, todas estas corresponden a autoridades
portuguesas; la primera es religiosa y está firmada por fray
Luis dos Anjos; al dar su aprobación, él no se limita
a explicar que la obra no atenta contra la fe y las buenas
costumbres, sino que destaca el interés de su contenido. La
segunda es más breve y pertenece al Consejo, representado
por dos autoridades: Marcos Teixeira y Ruy Pirez da Veiga: «Vista a
informaçam podese imprimir este livro intitulado
descobrimento da Florida, e depoís de impresso torne a ese
conselho, pera se conferir como original, e se dar licença
pera correr, e sem ella nam correra. Em Lixboa 23 de novembro de
1604»
. La tercera corresponde al Ordinario,
quien, en un fragmento aún más breve, otorga la
autorización una vez vista la licencia del Santo Oficio que
hoy figura en la portada.
Sin embargo, los censores no siempre mostraban la atención y sagacidad que su oficio requería. Riva Agüero manifiesta su asombro de que la censura dejara pasar una alusión contra la política de Felipe II contenida en el capítulo IV del libro II de La Florida:
(Riva Agüero 1929: 35-36; el énfasis es mío)12 |
Por último,
tenemos el privilegio real. En una época en la que el
derecho de propiedad intelectual no se había desarrollado,
este protegía los derechos del autor y del editor
constituyéndose en una verdadera garantía de que la
obra no iba a ser publicada por otro editor. El privilegio
tenía por entonces una vigencia de diez años y se
circunscribía a un ámbito geográfico
determinado (Moll 1979: 55): «Concedeo sua Magestade, que impressor,
nem livreiro algum naõ possa imprimir nem vender este livro,
sem licença do Autor, por tempo de dez annos, sob as penas
ordenadas, como consta do despacho dado en Lisboa a 8 de
março de 605. E da provisaõ junta,
[...]»
.
La dedicatoria y
el proemio al lector son textos literarios. La dedicatoria -el
más antiguo de los preliminares literarios (Díaz
1971)- estuvo destinada en La Florida, en un principio
(1596), a Garci Pérez de Vargas -según
expliqué antes-. Solo en 1604, cuando surgió la
oportunidad de publicarla en Portugal, la cambió y la
dirigió al «Serenísimo
Duque de Braganza»
, Teodosio II. La casa de Braganza
corresponde, como se sabe, a una familia aristocrática
portuguesa que reinó en Portugal, y el título de
duque de Braganza se le asignó regularmente a la familia
real. Teodosio II era la máxima autoridad en Portugal
después de Felipe II, quien, desde 1580, reinó
también sobre esa región hasta su muerte (1598). Ya
en la traducción de los Diálogos de amor de
León Hebreo el Inca se había dirigido al monarca
español para obtener el reconocimiento de los servicios
prestados por su padre a la Corona, que no había conseguido
del Consejo de Indias en sus frecuentes viajes a Madrid. En La
Florida no recurre a los argumentos que utilizó
entonces; sin embargo, no deja de resultar curioso que mencione a
su padre y lo asocie con el reconocimiento de las virtudes y
hazañas de los reyes de Portugal: «Por aver en mis niñeces,
Serenísimo Príncipe, oído a mi padre y a sus
deudos las heroicas virtudes y las grandes hazañas de los
reyes y príncipes de gloriosa memoria, progenitores de
Vuestra Excelencia»
, etcétera. Era, en efecto,
habitual en las dedicatorias no solo ponderar los méritos
del posible mecenas sino recordar todas las glorias de su linaje. A
las citadas adulaciones, añade el Inca razones más
bien sentimentales dirigidas a conmover a su destinatario: Portugal
fue la primera tierra que pisó a su llegada del Perú;
en Lisboa lo acogieron muy bien; escapó de la muerte gracias
a los favores que allí recibió. José de la
Riva Agüero escribe al respecto: «Las palabras de su petición exceden a los
acostumbrados y metafóricos encarecimientos de
cortesía y homenaje al dedicar un libro. Su demanda no tuvo,
al parecer, los efectos que esperaba, y resignado, se
entregó de lleno a sus recuerdos de infancia, tan
consoladores y placenteros en la ancianidad que se
acercaba»
(1929: 37). No desistió tampoco de su
empeño en la dedicatoria de los Comentarios reales,
obra dirigida a la princesa doña Catalina de Portugal,
duquesa de Braganza.
En el proemio, el autor toma la palabra, se presenta a sí mismo y da a conocer su obra a los lectores. La particularidad del discurso prologal en relación con otro tipo de enunciado es que el tono es reflexivo y da lugar a una especie de juego de espejos: destinador y destinatario están representados; el mensaje es un discurso sobre un discurso (Cayuela 1996: 162). Aunque en el proemio el autor se comporta como si hablara directamente y sin máscaras, se trata de una ficción; así, no debe confundirse a la persona que escribe la obra, al autor empírico, con la primera persona que habla en el prólogo, pues el ocultamiento o enmascaramiento es inevitable (Cayuela 1996: 162).
Otra característica del prólogo es que el autor se convierte en el primer lector de su obra, pues la analiza o resume sus aspectos más significativos para presentarla a los lectores. En el proemio al lector de La Florida, el Inca expone la finalidad de la obra, resume el contenido, ofrece las mayores garantías de veracidad, desvela las fuentes, justifica la estructura y apela a la benevolencia de los lectores manejando los habituales tópicos de modestia. Además de tales aspectos, no faltan en el enunciado alusiones autobiográficas. Hay, creo, cierta amargura, despecho y resentimiento cuando confiesa que no escribe para obtener mercedes temporales por haber renunciado ya a conseguir las que le correspondían por los servicios prestados por su padre a la Corona:
(LF 1988 [1605]: 102-103; el énfasis es mío) |
Y no es el único párrafo en que trata ese tema. Más adelante afirma que su mayor fortuna es haber traducido los Diálogos de amor y haber escrito La Florida. Tampoco faltan referencias a su condición mestiza y criolla, tanto al principio como al final del prólogo.
Las tres fórmulas proemiales en la retórica clásica son iudicem benevolum parare, iudicem docilem parare y iudicem attentum parare. El iudicem attentum parare pretende ganarse la atención del público. El iudicem docilem parare, en estrecha relación con el anterior, pretende servir de mediador entre el grado de inteligencia del público y la complejidad del asunto. El iudicem benevolum parare está destinado a captar la benevolencia. Uno de los recursos más eficaces para conseguir este objetivo es, precisamente, el que maneja el Inca. Se trata del elogio a sí mismo llamando la atención sobre el hecho de que escribe guiado por motivos morales de peso, para salvaguardar la verdad y en interés del bien común, y no por interés material. También debía evitar cualquier sospecha de arrogancia, de ahí el tópico de modestia basado en su condición de indio. Aun tratándose de un ornato literario tradicional, saturado de fórmulas retóricas que enmascaran la personalidad del autor, el Inca, en el proemio, logra dos objetivos: transmitir a los lectores las frustraciones que experimentó en España al no ver atendidas sus demandas y explicarles, además, cómo decidió refugiarse en la escritura para superarlas.
Esta
edición no suele figurar en las bibliografías sobre
el Inca. El ejemplar que encontré, también en la Sala
de Raros de la Biblioteca Nacional de Madrid, procede de una
biblioteca particular. En el lugar de la portada figuran en forma
manuscrita, en tinta sepia, el título, el autor, la
licencia, el nombre del impresor y el año: «Historia de la Florida y Jornada que a ella hizo
Hernando de Soto. Su autor el Inca Garcilaso. Con Licencia en
Madrid por Luis Sánchez, impresor13.
Año de 1617»
. Estas anotaciones debieron de
pertenecer al librero o al propietario del libro, quien tan solo
apuntó los datos imprescindibles para suplir la falta de
portada. Por eso el título no se corresponde con el
auténtico del autor y el nombre de este figura incompleto.
En la página siguiente se encuentra el proemio al lector y a
continuación los seis libros. Al ejemplar le falta la cara
b de la última página, la 351. En su lugar
hay un breve párrafo manuscrito con la misma tinta utilizada
al comienzo y en las escasas anotaciones del interior. El
párrafo, colocado a modo de colofón, es una
atribución errónea de la autoría de La
Florida a Juan Coles: «DE LA FLORIDA
/ escrivió Juan Coles natural de la Villa de Zafra Soldado y
Alferez que Fue de la Conquista de la Florida / FIN / Con licencia
en Madrid / Por Luis Sanchez Inpresor / Año 1617»
.
Esta edición repite la primera. Sería, pues, una
reedición. Resulta curioso que apareciera el mismo
año en que se publicó en Córdoba la
Historia general del Perú y un año
después de la muerte del Inca Garcilaso. Si el impresor Luis
Sánchez estaba tan informado como se supone, esa
última circunstancia pudo influir también en su
decisión de reeditar La Florida.
Esta
edición presenta importantes cambios con respecto a la
primera (Ilustración 2). En la portada, en lugar de estar
dedicada al duque de Bragança, está dirigida a
«la Reina Nuestra
Señora»
-se refiere a Isabel de Farnesio, esposa
de Felipe V-. Cambia también el pie de imprenta -lugar,
impresor y fecha-: «Madrid, a costa de
Nicolás Rodríguez Franco, Impresor de Libros,
Año 1723»
. Esta portada presenta una
relación más directa que la primera entre libro y
mercado. Así lo atestiguan el cambio en la dedicatoria y la
doble condición, editor-librero, de Nicolás
Rodríguez Franco. Se ha sustituido a un personaje de la
época del Inca, el duque de Bragança, nada menos que
por la reina. Al cambiar el patronazgo y actualizarlo, el
editor-librero buscaba contribuir a la mejor difusión del
libro; es decir, recurría a un medio tradicional -el
patronazgo- para atender la lógica del mercado (Chartier
1994:59).
2. Portada de la edición de 1723 de La Florida del Inca. Madrid: Oficina Real, 1723.
Cortesía de la Hispanic Society of America, Nueva York.
Otros elementos del paratexto son una nota del editor a esta segunda edición, el proemio del autor, la tabla de libros y capítulos, un proemio de don Gabriel Daza de Cárdenas14 (Andrés González de Barcia), las aprobaciones y licencias, y una fe de erratas. Al final del libro se incluye también una tabla de las cosas notables y el conocido ensayo cronológico de lo sucedido hasta 1722. De considerable interés es el proemio de Daza de Cárdenas (González de Barcia). En primer lugar, porque alude al éxito de mercado de La Florida, debido sobre todo al reconocimiento de que ya disfrutaba su autor, y al interés del libro para los extranjeros, pues satisfacía su curiosidad sobre las posesiones españolas en Indias:
En segundo lugar,
en este proemio ya Daza de Cárdenas (González de
Barcia) trata una de las cuestiones más debatidas sobre
La Florida: la de su veracidad. Desde luego, él
defiende a toda costa la «sinceridad»
de la Historia y cita a
algún historiador que así lo reconoce; al mismo
tiempo, da a entender que el punto más controvertido en la
historicidad de La Florida es la imagen de Hernando de
Soto, pues no todos los testimonios concuerdan con el del Inca.
Para González de Barcia se trata de calumnias provocadas por
celos y envidias, cuando no versiones tendenciosas a cargo de
extranjeros: «calumnias de un celoso
contra Hernando de Soto y contra otros héroes»
. Y,
aunque no dice el nombre claramente, por las referencias que da se
deduce que se refiere a fray Bartolomé de las
Casas15,
fuente principal sobre la que se basaron los extranjeros para
fundar «la leyenda negra».
La tercera
edición es de 1803 y se publica en Madrid, en la imprenta
Villalpando. En el proemio al lector va incluida una nota del
editor. En esta explica que suprime la división en libros de
La Florida del Inca, según él arbitraria,
por las razones ya expuestas en la nueva edición de la
Historia general del Perú, que acababa de publicar.
En efecto, en 1800-1801, en Madrid, Villalpando editó las
dos partes de Comentarios reales en 13 volúmenes.
En el primero, al comentar los criterios de la edición,
expone que modificó la estructuración original del
libro en partes, libros y capítulos porque «siendo formalidades arbitrarias e
insustanciales, y sólo autorizadas por la moda dominante de
aquel tiempo, de ninguna otra cosa sirve sino de llenar papel de
letras que no se leen; y en la edición que presento era
preciso causase desorden y confusión [...]»
(XI-XII). En la citada nota de la edición de La
Florida se refiere también a la publicación
prevista del «Ensayo cronológico» de
González de Barcia. Esta edición se basa, pues, en la
segunda; incluso, Fermín Villalpando toma partido por
Hernando de Soto -como hiciera González de Barcia- y
reivindica su memoria «vulnerada
cruelmente por algunos escritores ingleses, franceses e
italianos»
. La edición de 1829, en dos tomos, no
lleva introducción ni presenta criterios de edición;
ni siquiera respeta el «Proemio al lector» del Inca
Garcilaso: tras la portada, empieza directamente en el Libro
Primero.
Unas de las ediciones más importantes de La Florida es la publicada en México por el Fondo de Cultura Económica en 1956. Está basada fundamentalmente en la primera edición y, en los casos dudosos, ha tenido en cuenta la segunda. El texto y la puntuación están modernizados. El prólogo pertenece a Aurelio Miró Quesada, el estudio bibliográfico a José Durand, y la edición y notas a Emma Susana Speratti Piñero.
En 1982 aparece una edición facsimilar de la edición prínceps, a cargo de Sylvia-Lyn Hilton, en Madrid, Fundación Universitaria Española. En la introducción se aproxima a cuestiones extraliterarias no consideradas anteriormente, como el impacto que tuvo la presencia española en La Florida durante los siglos XVI y XVII; el entorno físico de la zona; la organización sociopolítica, la economía, la demografía, la cultura y el modo de vida de los floridanos, así como la expansión de las misiones por esa zona. En cuanto a la obra en sí, lo más destacable es que, apoyándose en los datos que se conocen, reivindica su veracidad y la considera una de las fuentes principales para el conocimiento de los hechos relativos a la expedición de Hernando de Soto.
En 1988
apareció en la colección Alianza Universidad, en
Madrid, una edición de La Florida preparada por
mí. El propósito de la editorial era contribuir a la
divulgación de la conocida obra del Inca Garcilaso en el
contexto de los preparativos del Quinto Centenario del
descubrimiento. A pesar del enfoque divulgativo que debía
darle a la edición, no quise prescindir de las notas
filológicas, pues como reconoce Ignacio Arellano (1990:
123), «Cuanto más profano sea el
lector al que se orienta la edición, más anotada
deberá estar, pero ningún estudioso, por muy
especialista que sea, encontrará superflua una
anotación correcta»
.
Me basé en la edición de 1605, aunque también tuve en cuenta la fe de erratas de uno de los ejemplares de 1605 y la edición de 1723, estableciendo las variantes en las notas. Para las notas filológicas e informativas, además de las que yo misma elaboré, por su interés añadí algunas de las incluidas en la edición del Fondo de Cultura Económica (1956) y en la traducción al inglés de esta obra que realizaron John G. Varner y Jeannette Johnson Varner (1951). El énfasis de la introducción recae en los valores literarios más representativos del libro: la construcción de los episodios centrales, la semblanza de Hernando de Soto y los mecanismos discursivos.
Por último, de las ediciones en español, he de referirme a la recién publicada por Mercedes López-Baralt, Comentarios reales. La Florida del Inca, en Madrid, por Espasa Calpe, Biblioteca de Literatura Universal, 2003. Una edición anotada, magnífica en todos los sentidos, tanto por los criterios bien fundamentados que adopta como por el enfoque desde el que calibra la obra del Inca, en particular al ocuparse de los Comentarios reales.
En 1921, Julia
Fitzmaurice-Kelly publica unos Trozos escogidos de La
Florida del Inca (Londres, Oxford University
Press). Cuatro años más tarde, aparecen
unas Anécdotas escogidas de La Florida
(París, Imprenta Editorial Excelsior) con selección y
prólogo a cargo de Ventura García Calderón.
Ambas antologías se fundieron en parte en 1938, cuando la
Biblioteca de Cultura Peruana, dirigida por Ventura García
Calderón, publicó Páginas escogidas del
Inca Garcilaso. Este volumen incluye una selección de
los Comentarios reales y dos selecciones de La Florida
del Inca, basadas en los textos citados. Sorprende la
severidad de Julia Fitzmaurice-Kelly cuando afirma, en una nota
introductoria a los fragmentos de La Florida, que «Como historiador, Garcilaso de la Vega carece de
grandeza y a pesar de su formidable capacidad de trabajo, mostraba
escasa facultad crítica»
. Además, estas
palabras contrastan con las elogiosas de Riva Agüero, que
encabezan el volumen.
En 1945 Darío Fernández Flórez edita una Antología de la obra del Inca en dos tomos. El primero y parte del segundo están dedicados a La Florida, y el resto del segundo a los Comentarios reales. Una versión antológica de la segunda edición se llevó a cabo al cumplirse, en 1958, el 419 aniversario del nacimiento del Inca Garcilaso de la Vega y el 342 de su muerte. Era la primera vez que se editaba La Florida en el Cuzco. La selección estuvo a cargo de Luis Nieto y se publicó en el Festival del Libro Cuzqueño. En la advertencia se explican los criterios reivindicativos que guiaron la edición y la diferencia con respecto a otras antologías:
En dicha selección se incluyen los capítulos I a V del Libro Primero; y del Libro Segundo, los 14 primeros capítulos de la primera parte y los 12 primeros de la segunda.
El primer
traductor del Inca Garcilaso fue el francés Jean Baudoin,
quien tradujo los Comentarios reales en 1633 y la
Historia general del Perú en 1650. La primera
traducción fue reeditada en Amsterdam en 1704, 1715, 1727,
1737 y 1752, y en París en 1744 y 1830. La segunda, en
París, en 1658, 1672 y 1830, y en Amsterdam en 1706. La
Florida del Inca fue traducida por vez primera por P. Richelet
en 1670. Se reeditó en París en 1707, 1709 y 1711; y
en Holanda, corregida y aumentada, en 1731. La última
edición completa de la traducción de Richelet es,
según José Durand, la de 1735, pues las siguientes se
redujeron mediante graves mutilaciones del texto. Por su rareza, la
edición de París de 1711 no figura en todas las
bibliografías. Sí en la de José Durand. Es una
edición interesante porque incluye una «advertencia
preliminar», sin firma -probablemente pertenece al editor-,
que ofrece informaciones curiosas tanto acerca del traductor
(Richelet) como de la visión que se tenía sobre el
Inca y La Florida. Para el supuesto editor, la
traducción de La Florida del Inca a cargo de
Richelet, espíritu crítico y satírico, es
mejor que las que hiciera Baudoin de los Comentarios
reales y la Historia general del Perú. A
Baudoin, explica, se lo denominaba «el gran
parafraseador», pues vivía de las traducciones, que le
pagaban una a una, y por ello no podía permitirse el lujo de
emplear mucho tiempo en preparar una versión rigurosa y
precisa. Del Inca Garcilaso afirma el editor que sus historias son
excelentes; según él, no hay nada mejor sobre el
Perú ni nada tan bueno sobre los demás lugares del
mundo antiguo o nuevo. Elogia la visión
«ecuánime» en la representación de indios
y españoles en La Florida y defiende su veracidad
histórica frente a quienes la critican por no haber sido su
autor testigo de vista de los hechos narrados. Hacia el final,
destaca el descubrimiento que los franceses hicieron de La Florida
en 1562 y los asentamientos que hubo desde entonces hasta 1568,
cuando recayó en manos españolas. Concluye con un
párrafo no exento de ironía sobre el interés
que el libro podía suscitar entre los lectores: «Au reste, comme
nous sommes dans un siècle, où l’on veut savoir
tout ce qui s’est passé dans d’autres pays que
le sien propre, & où les livres inutiles se lisent avec
plus d’avidité que les autres, on espère par
conséquent que celui-ci sera couru, sera lu, & sera
estimé»
16.
Tanto estas líneas como el hecho de que la advertencia no
aparezca firmada invitan a pensar que su autor es el anónimo
editor. La obra fue impresa en Lille y vendida en París, en
casa del librero Jean Musier. Las palabras de la advertencia
parecen destinadas a promover el interés por la compra del
libro, ya que los editores solían ser impresores o
mercaderes de libros.
Entre las traducciones al inglés más destacadas figuran, en primer lugar, la de John Grier Varner y Jeannette Johnson Varner: The Florida of the Inca (Austin, University of Texas Press, 1951). Se basan en la edición de 1723, cotejada con la primera de 1605. Se trata, pues, de la primera traducción directa al inglés. Anteriormente hubo otras dos traducciones: la de 1833 de Theodore Irving, basada en una temprana edición española, interpoló materiales de otras fuentes y omitió algunos de La Florida17; en 1881 Bernard Shipp publicó otra edición traduciendo la versión abreviada en francés de Pierre Richelet.
He presentado
aquí algunos aspectos que se deben tener en cuenta en una
reconstrucción histórica de las ediciones de La
Florida del Inca. Pero se trata de una labor, de un proceso
largo. Puesto que en la imprenta del Siglo de Oro, que trabajaba
con tipos móviles, era frecuente que ejemplares de una misma
edición presentaran variantes, es conveniente cotejar los
ejemplares conocidos de la obra, repartidos en bibliotecas de Gran
Bretaña, Francia, España, Estados Unidos,
México y el Perú. Si no todos, al menos la mayor
parte de ellos. De ese modo podríamos acercarnos al «ejemplar ideal»
en términos de
Jaime Moll, esto es, «aquel que ofrece el
estado más perfecto de la obra, según la
intención del autor, editor e impresor»
(Moll
1979: 76). Las ediciones posteriores, de los siglos XVIII, XIX y
XX, ayudan a reconstruir y enriquecer la historia del libro en el
sentido en que la entienden Michel de Certeau y Roger Chartier, a
través de la antítesis entre la fijeza de la
escritura y la inconstancia de la lectura: «[...] la tarea del historiador es reconstruir
las variaciones que diferencian los espacios legibles -es decir,
los textos en sus formas discursivas y materiales- y aquellas que
gobiernan las circunstancias de su ejecución -es decir, las
lecturas, entendidas como prácticas concretas y como
procedimientos de interpretación-»
(Chartier 1994:
24). Lo mismo sucede con las antologías y traducciones. De
estas destacan, sobre todo, dos: la de Richelet al francés y
la de John Grier Varner y Jeannette Johnson Varner al
inglés.
Los editores, en las introducciones y prólogos, coinciden en su mayoría en destacar los grandes méritos de La Florida del Inca y salen al paso de quienes han querido desprestigiar su veracidad histórica. El editor de la traducción francesa de 1711 ya afirmaba que las historias del Inca Garcilaso eran óptimas. Sin dejar de reconocer en tales afirmaciones el oportunismo propio del buen vendedor de libros, sus palabras evidencian el prestigio del Inca como historiador.
Resulta inevitable comparar las ediciones de esta obra con las restantes del autor. Desde su aparición hasta el siglo XIX, se hicieron en español tres ediciones y una reedición de La Florida del Inca, y tres de los Comentarios reales. Durante ese mismo periodo, el interés que hay en Francia por ambas obras es similar; en Inglaterra y Holanda tuvieron algo más de difusión los Comentarios reales, y, en Alemania, La Florida. Sin duda, el interés de estos países por las obras del autor cuzqueño respondía a una doble motivación: por un lado, satisfacía la curiosidad histórica y antropológica; por otro, en el caso de La Florida, contenía valiosas informaciones para una época -el siglo XVIII- signada por los viajes científicos y la expansión colonial. Al cumplirse cuatro siglos de su aparición, la obra ha perdido ese valor pragmático que atrajo a los lectores europeos. A cambio, y sin desmedro de su valor histórico, ha ganado en prestigio literario. Hoy podemos decir sin reparos que La Florida del Inca es una de las obras maestras de la literatura del Siglo de Oro.
1605
La Florida del Ynca. Historia del Adelantado Hernando de Soto, Governador y capitán general del Reyno de la Florida, y de otros heroicos cavalleros Españoles e Indios; escrita por el Ynca Gacilasso de la Vega, capitán de su Magestad, natural de la gran cuidad del Cozco, cabeça de los Reynos y provincias del Perú. Dirigida al serenísimo Príncipe, Duque de Bragança. Con licencia de la santa Inquisición. Lisbona, Impresso por Pedro Crasbeeck. Con privilegio Real.
Existen ejemplares en las siguientes bibliotecas: Nacional de París, Nacional de Lima, del Congreso de Estados Unidos, de Madrid, de Oviedo, del Museo Británico, de la Universidad de Texas (Austin), de Virginia (Charlottesville), de Duke (Durham, N. C.), de Williams College (Williamstown, Mass.), de la Hispanic Society of America (Nueva York), de la New York Historical Society, de la Universidad de Princeton; en las bibliotecas públicas de Nueva York y de Boston; en la biblioteca John Carter Brown (Providence, Rhode Island), en la Henry Huntington (San Marino, Cal.), en la Newberry (Chicago, III); en las colecciones particulares de J. K. Lilley, Thomas W. Streeter y Aurelio Miró Quesada; y en las librerías de Erich Klein (Lima) y Manuel Porrúa (México).
1617
Reedición de la de 1605. Madrid, Luis Sánchez, impresor.
1723
La Florida del Inca. Historia del adelantado Hernando de Soto... Dirigida a la Reyna Nuestra señora. Van enmendadas en esta impresión muchas erratas de la Primera. Y añadida Copiosa Tabla de las Cosas Notables. Y el ensayo cronológico que contiene las sucedidas hasta en el Año de 1722. Con Privilegio: en Madrid. En la Oficina Real y a costa de Nicolás Rodríguez Franco. Impresor de libros. Año MDCCXXIII.
No todos los ejemplares incluyen el Ensayo cronológico obra de Gabriel Daza de Cárdenas, seudónimo utilizado por el americanista Andrés González de Barcia.
Historia de la Florida... Madrid, Villalpando, 1803. Dos volúmenes en 8.°.
1829
La Florida del Ynca. Historia del Adelantado... Nueva edición. Madrid, Imprenta de los hijos de doña Catalina Piñuela (2 vols. en 8.°). Corresponde a los volúmenes 6 y 7 de una colección de nueve volúmenes que contienen las obras del Inca Garcilaso. Los cinco primeros contienen las dos partes de los Comentarios reales y los dos últimos el Ensayo cronológico de González de Barcia.
1956
La Florida del Inca. Historia... Prólogo de Aurelio Miró Quesada. Estudio bibliográfico de José Durand. Edición y notas de Susana Speratti Piñero. México-Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica. Biblioteca Americana.
1960
Obras completas del Inca Garcilaso de la Vega editadas por el padre Carmelo Sáenz de Santa María. Madrid, Biblioteca de Autores Españoles. La edición de La Florida del Inca, modernizada, se basa en la de 1723.
1982
La Florida del Ynca. Historia... Reproducción en facsímil del texto de la obra. Edición, introducción y notas de Sylvia-Lyn Hilton. Madrid, Fundación Universitaria Española. Esta misma autora publicó una edición modernizada en Madrid, colección Historia 16, 1986.
1988
El Inca Garcilaso, La Florida. Introducción, edición y notas de Carmen de Mora. Madrid, Alianza Universidad.
2003
El Inca Garcilaso de la Vega, Comentarios reales. La Florida, del Inca. Introducción, edición y notas de Mercedes López-Baralt. Madrid, Editorial Espasa-Calpe. Biblioteca de Literatura Universal.
Antologías en español
1910
José de Riva Agüero, La historia en el Perú, Lima. I. Blas Valera y el Inca Garcilaso. (Incluye un capítulo entero sobre La Florida).
1925
Anécdotas escogidas. Selección y prólogo de Ventura García Calderón. París, imprenta editorial Excélsior.
1938
Garcilaso de la Vega Inca. Páginas escogidas. París-Bruges. Desclée De Brouwer. Biblioteca de Cultura Peruana, vol. III. Incluye el ensayo «Elogio del Inca Garcilaso de la Vega» por José de la Riva Agüero y un prólogo de Julia Fitzmaurice-Kelly a la selección de La Florida. En la «Advertencia preliminar», Ventura García Calderón explica que hace dos selecciones de La Florida del Inca publicadas hace años por Julia Fitzmaurice-Kelly, la viuda del famoso hispanista, y por Ventura García Calderón.
1945
El Inca Garcilaso de la Vega. Antología. Selección y prólogo por Darío Fernández Flórez. Madrid, Ediciones FE. 2 vols.
1958
La Florida del Inca. Selección de Luis Nieto. Cuzco, Festival del Libro Cuzqueño. H. G. Rozas.
1958
Historia de la Florida. Antología de Manuel Scorza, prólogo de Aurelio Miró Quesada. Lima, Editorial Latinoamericana.
Traducciones
Ediciones en francés
1670
Histoire de la Floride ou relation de ce qui s’est passe au voyage de Ferdinand de Soto, pour la conqueste de ce pays. Et traduite en françois par P. Richelet, Paris, G. Cluzier (2 vols., in 12.°). Se reimprimió hasta alcanzar seis ediciones completas y sirvió de base a las dos hechas en alemán, la de Meier (1753) y la de Böttger (1785), y a la primera en inglés de Bernard Shipp (1881).
1707
Histoire de la Floride..., Paris.
1709
Histoire de la Floride..., A Paris chez Geofroi Nyon, Libraire. Quai des Augustins, MDCCIX.
1711
Histoire de la Floride..., traduite en françois par P. Richelet. Imprime a Lille. Paris, G. Nyon.
1731
Histoire de la conquete de la Floride, ou relation de ce qui s’est passe dans la decouverte de ce pays par Ferdinand de Soto. Composee en espagnol par l’Inca Garcilaso de la Vega, et traduite in françois par Sr. Pierre Richelet. Nouvelle edition, divisse en deux tomes, corr. et aug., avec tres cartes, et figures en taille douce et d’un indice. Leide, chez Pierre van der Aa.
1735
Histoire de la conquete de la Florida..., La Haye, J. Neaulme (2 vols.). Además de estas seis reimpresiones de la traducción de Richelet, existen otras dos ediciones abreviadas de 1737 y 1751. Esta última de Jorge Juan y Antonio de Ulloa, Voyage historique de l’Amérique meridionale, Amsterdam, 1752 (2 vols.). Contiene un resumen de la traducción de Garcilaso por Richelet y sirvió de base a la traducción alemana, aparecida en Leipzig en 1758.
Ediciones en inglés
1881
Bernard Shipp, The history of Hernando de Soto and Florida: history of the conquest of Florida, or A narrative of what occured in the expedition of this country by Hernando de Soto. By the Inca Garcilaso de la Vega. Tr. from the French version of Pierre Richelet, from the original Spanish.
1951
The Florida of the Inca: a history of the adelantado Hernando de Soto. Governor and captain general of the kingdom of Florida, and of other heroic Spanish and Indian cavaliers written by the Inca Garcilaso de la Vega. Translated and edited by John Grier Varner and Jeannette Johnson Varner, Austin, University of Texas Press (primera traducción directa al inglés. Reimpresa en 1962 y 1988).
Ediciones en neerlandés
1930
De tocht nar Florida in 1539. Zijnde de Geschiedenis van den adelantado Hernando de Soto. Gouverneur en opperbevelhebber van het Rijk van Florida... Geschreven door den inca Garcilaso de la Veha... Naar het oude spanisch bewerkt door Mr. W. J. van Balen’s Gravenhage. N. V. P. Leopold’s uitgeveresmaatschappij.
Ediciones en alemán
1753
Geschichte der Eroberung von Florida. Traducida por Heinrich Ludwig Meier. Zelle, Frankfurt und Leipzig, G. L. Cosellius. Está basada en la traducción francesa de Richelet.
1758
(La Florida del Inca; Auszug, deutsch). Ist enhalten in Band 16, 1758, Seite 394-510=XI «Capitel: Reisen und Niederlassugen in dem ört lichen America», von (A new general Collection of voyages and travels...; deutsch.) Allgemeine Historie der Reisen zu Wasser und Lande; oder Sammlung aller Reisebeschreibungen, welche bis itzo in verschiedenen Sprachen von allen Völkern herausgegeben worden... Durch eine Gesellschaft gelehrter Männer im Englischen zusammengetragen und aus demselben ins Deutsche übersetzt... Band 1-21. Leipzig, 1748 (auch 1747). 1774, 21 Bände.
1785
Ferdinand von Soto. Oder Erster Kriegszug der Spanier durch Florida. Aus dem Spanischem des Ynca Garcilasso de la Vega in das Französische und aus diesem ins Teutsche übersezt von Gottfried Conrad Böttger, Nordhausen, bey Carl Gottfried Gross, 2 vols. Es una traducción resumida.
1794
Geschichte der Euroberung von Florida, durch Ferdinand von Soto, Leipzig, Schubarth.
1810
Der tapfere Spanier während des Feldzuges in Florida. Aus dem Spanischen des Ynka Garcilasso de la Vega übersetzt. Ein Seitenstück zum Sohn des Krieges von Karl Stein..., Nordhausen bei Iohann Adolph Nitzsche, 2 vols.