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Ensayo sobre el arte de navegar por debajo del agua

Narcís Monturiol



Portada

Dedicatoria

Fotografía



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Ni el amor á la ciencia, ni el amor á la gloria, ni la afición á las novedades que mueve y tiraniza tantos ánimos, ni mucho menos la codicia del lucro, impulsaron al Sr. Monturiol á inventar el ICTÍNEO. Al dedicar todas las fuerzas de su inteligencia á resolver el problema de la navegación submarina, no hizo más que obedecer á una necesidad de su naturaleza, que lo llevaba al estudio de los fenómenos naturales para aplicar sus leyes á las esferas de la actividad humana.

En Monturiol se encontraban reunidas una inteligencia observadora y perspicaz, un carácter perseverante, un ánimo resuelto y un gran desinterés. De esto resultaba su labor constante en el campo del progreso. Si alguna de sus invenciones le hubiera valido una colosal fortuna, en vez de entregarse á una vida de holganza y de goce desenfrenado, Monturiol viviera modestamente, laboriosamente como vivió siempre, y gastara hasta el último maravedí de su improvisada riqueza en llevar á cabo otra ú otras invenciones. ¿Por qué ese afán de realizar inventos? ¿por qué esa comezón de adelantar en el terreno de lo desconocido? ¿por qué ese anhelo incesante de aumentar el poder del hombre sobre la naturaleza? Si se le hubieran dirigido á él estas preguntas, de seguro que contestara que obedecía á un sentimiento de humanidad, y le diera apariencia de razón el hecho que le sugirió la invención del ICTÍNEO.

Teníale preocupado el afán de resolver la navegación aérea, cuando, encontrándose en Rosas, presenció la triste escena de sacar del mar, casi asfixiado á uno de los buzos que se ocupaban en la pesca del coral. La impresión que le produjo aquel accidente, por desgracia sobrado frecuente, en los que se dedican á aquella peligrosa industria, le decidió á dejar para más tarde lo de la máquina aérea y á ocuparse exclusivamente en la invención y construcción de un aparato que evitara aquellos peligros. Fué causa determinante de la nueva dirección de sus fuerzas intelectuales el hacer más   —VIII→   cómoda, menos peligrosa y más fructuosa la pesca del coral; pero esto no prueba que en él, el gran propulsor fuera el sentimiento de humanidad, pues á otras invenciones se dedicó con igual afán sin que en ellas la humanidad tuviera nada que ver. No es esto negar que Monturiol fuera humano, pues su vida entera da testimonio de amor á sus semejantes: nuestro propósito no es otro que consignar que su incansable afán de inventar obedecía á un sentimiento interior absolutamente desinteresado, á una voz interna que, como al judío de la leyenda, le gritaba: «¡Adelante, adelante!», no consintiéndole que se parara y tomara descanso en el camino del progreso.

El afán de inventar, cuando no se ha nacido con predestinación para ello, suele ser revelación de ignorancia, cortedad de inteligencia, vanidad pueril y muchas veces, síntoma de desorden mental. En Monturiol no presentaba ninguno de esos caracteres: el problema, en él, estaba siempre bien planteado en el terreno científico y desinteresado en el terreno personal. Estando bien planteado el problema, su resolución dependía del método, de la exactitud en el procedimiento de los medios materiales de que disponía, de la perspicacia de su ingenio en aplicar sus conocimientos para ir de lo conocido á lo desconocido.

Los inventores empíricos, que son innumerables, no prevén las dificultades que ofrece el problema que tratan de resolver, y se empeñan en prescindir de ellas cuando se presentan, ó se desalientan y renuncian á la empresa. Monturiol, sin ser una eminencia científica ni mucho menos, preveía las dificultades, les salía al paso ó las esperaba á pie firme para vencerlas, sin impaciencia, sin desaliento y sin ilusiones. ¡Fenómeno singular!: en el terreno de las ciencias morales, que era el propio de su carrera científica, podía pasar por un iluso ofuscado por su amor al prójimo; en el terreno de las ciencias naturales y fisico-matemáticas veía y preveía con una claridad asombrosa. Es que su inducción partía de una base segura: el hecho. Así cuando se propuso la navegación aérea, como cuando se dedicó a la navegación submarina, su objeto no fué otro que hacer un pájaro artificial, y un pez artificial después. Pero el pez y el ave tienen una inteligencia que dirige sus movimientos, y los utiliza para fines dados: en el autómata que construyera la industria humana, la inteligencia del animal la había de suplir el hombre viviendo en su interior. Como simple juguete, el barco submarino ofreciera pocas dificultades; como aparato útil y de aplicación ofrecía todas las que revela la Memoria que el inventor dejó escrita, y hoy publican unos cuantos amigos y admiradores:

Es el mayor tributo de cariño que podían pagar á la memoria de D. Narciso Monturiol, puesto que en este luminoso escrito se ve demostrada la serie de problemas científicos que hubo de resolver: hidrodinámicos para lograr que el ICTÍNEO se hundiera en el mar sin descomponerse, que se moviera en todos sentidos; fisiológicos, para que el ser humano viviera en su   —IX→   interior, se comunicara con el exterior, y ejecutara actos por medio de órganos del ICTÍNEO que obedecieran á su voluntad. Hizo con el submarino tanto ó más que se ha hecho después, no disponiendo de los poderosos elementos que las ciencias ofrecen ahora á los inventores. Sin ser marino resolvió difíciles problemas de navegación; sin ser mecánico, resolvió difíciles problemas de mecánica; sin ser médico, resolvió complicados problemas de fisiología humana; y lo hizo, no empíricamente, no con la ayuda de la casualidad, sino procediendo en todo científicamente, con conocimiento de causa, caminando por terreno sólido, tanto, que sus ensayos de hace veinticinco años se podrían repetir hoy sin inconveniente alguno.

Se ha dicho que su desgracia fué el ser un precursor, el haberse adelantado á su época, el no haber hallado la opinión pública preparada á recibir con entusiasmo su invento. Los que eso dicen, hablan de memoria, ó no fueron testigos del verdadero entusiasmo con que fué recibido el invento de Monturiol, y del aplauso con que eran saludados sus múltiples felices ensayos de navegación submarina. La verdad es que una empresa de tal magnitud no la puede realizar un particular, ni con la cooperación de los medios que le proporciona el favor público. Tampoco se puede sostener en absoluto que le fueran contrarios ó indiferentes los Gobiernos de aquella época. Téngase en cuenta que en los sistemas constitucionales los Gobiernos no son omnipotentes; no pueden disponer de cantidad alguna sin que figure en los supuestos, y para gastos de esta naturaleza se necesita el informe favorable de los centros técnicos, que suelen andar algo remisos siempre que se trata de invenciones.

El invento de Monturiol tuvo la desgracia de venir en época en que la marina de guerra no había alcanzado la importancia que ahora tiene para la defensa de las naciones, y de que no existieran los torpederos; y la mayor de sus desgracias fué quizás el no llevar el áncora de oro bordada en el cuello de la levita. Pero nada de esto será obstáculo para que la posteridad le haga justicia y lloremos su pérdida los que tuvimos ocasión de admirar su clara inteligencia y estimar su corazón de plata, tan bueno y cándido como el de un niño. Vivió y murió sin ambición ni malicia: quizás también en estas cualidades, que á veces resultan defectos, se halle el secreto de que los ICTÍNEOS no surquen hoy los mares.

J. Mañé y Flaquer.



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UNA sola idea preocupaba al inventor del ICTÍNEO en los últimos años de su vida: la de dar á luz su postrera relación sobre la grande y atrevida empresa á la que había ligado su porvenir y su nombre.

Desarrollada la última de sus etapas entre la indiferencia general; abandonado de sus antiguos protectores, adherentes y amigos -que hasta á los más fieles rinde el cansancio,- acabó por morir el ICTÍNEO á manos de implacables acreedores que no dejaron de él un roblón para recuerdo.

Del contenido del ICTÍNEO, se sabía poco. Conocíase sobre todo por sus éxitos, que la prensa había vulgarizado; sabíase que en más de sesenta ensayos públicos había presentado completamente resuelto el problema naval del vehículo submarino; pero se ignoraba por completo así la naturaleza orgánica de la nave, como la de los aparatos y manipulaciones que servían sus variadas funciones. En varias de sus Memorias y Manifiestos á la prensa periódica, había el inventor explicado las teorías fundamentales de su combustible submarino y de la normalización de la atmósfera respirable, pero no era esto suficiente á deducir el alcance práctico de cada uno de los elementos puestos á contribución.

Si el ICTÍNEO se conocía poco, por demás estará decir que se conocían menos las singulares condiciones en que se había desarrollado la invención á pesar de haber influido profundamente en su gestación y en su naturaleza técnica.

La extrema escasez de recursos pecuniarios en los momentos que más necesarios eran, coartaba á cada paso la iniciativa del inventor obligándole en muchos casos á adoptar soluciones que no eran las más propias, dificultando la adquisición de aparatos indispensables; la realización de experimentos necesarios; la conservación de una tripulación experimentada: eternizándolo y demorándolo todo, ensayos, construcciones, instalaciones   —XII→   y prácticas. En muchas de sus partes lleva el ICTÍNEO imborrables huellas de tan desastrosa influencia.

La absoluta falta de antecedentes técnicos sobre navegación submarina, no por ser circunstancia prevista, dejó de influir menos en los destinos del ICTÍNEO. Al botar el primer Ictíneo al mar, se ignoraba por completo cual sería el comportamiento de sus principales organismos. Puesto que la experimentación en plena atmósfera poco dejaba adivinar, todo debían de ser suposiciones y conjeturas. Desde el primer instante se imponía por lo tanto una minuciosa y reiterada experimentación en el mar sobre cuanto de cerca ó remotamente tuviese que ver con el funcionalismo submarino. De aquí esa serie interminable de ensayos, estudios, comprobaciones, reformas y prácticas que si á la verdad absorben un tiempo precioso acabando con los menguados recursos de la empresa, por los puntos oscuros que aclararon, por las nuevas sendas que abrieron en los procedimientos establecidos, por las soluciones acertadísimas que provocaron principalmente en la cuestión de motor y la de la atmósfera ictínea, resultó ser una campaña fecundísima en enseñanzas del mayor valor científico. Su influencia en el ICTÍNEO fué tan grande, que es imposible hoy darse cuenta de lo perfecto de su naturaleza orgánica, sin mentar esa amplia información experimental sobre todos los principios importantes que informan la nave submarina.

En esta larga y aprovechada campaña que inicia la botadura del primer Ictíneo en 1859 y acaba en 1869 con la desatentada acción de sus acreedores, se comprenderá sin gran esfuerzo, que se trató de algo más que de la construcción de un simple coralero. El espíritu altamente científico que animó la empresa del ICTÍNEO, presintiendo en toda su grandiosidad la trascendencia del problema submarino, acometió en la medida de sus fuerzas la investigación de las principales dificultades que hasta entonces lo habían mantenido irresoluble. Poniendo á contribución con admirable sagacidad los recursos todos de las ciencias fisico-matemáticas, las fué una tras otra resolviendo, acabando por dar forma práctica á las múltiples funciones que hicieron del ICTÍNEO el vehículo perfectamente idóneo para iniciarse en la peligrosa exploración de los abismos del mar.

Ya desde sus primeros escritos manifiesta el inventor tan trascendental aspiración. «El arte de navegar por debajo de las aguas (decía en su primera Memoria) es desconocido; poco han hecho nuestros predecesores; ignoramos por completo no sólo lo que pasa en las profundidades del Océano, si que también en el menor de los mares. El hombre no ha descendido á más de veinticinco metros de profundidad, en sitios cercanos á las costas y en tiempos de completa calma; y no obstante los mares ofrecen fondos que se miden por leguas y fondos que todavía no han podido medirse. La extensión de estos mares ocupa las dos terceras partes de la superficie   —XIII→   de la tierra: por manera que, á pesar de las inducciones de la ciencia, podemos decir que desconocemos las dos terceras partes de la corteza sólida de nuestro globo.

»Qué sucede en estos abismos y qué clase de seres producen; qué leyes particulares rigen allí, y qué clase de movimientos hay en aquellas aguas; cuál sea su temperatura y cuál la acción de los fluidos imponderables; todo esto es un misterio que sin duda sólo podremos conocerlo recorriendo el fondo de los mares.

»Á este servicio está destinado el ICTÍNEO que como aparato submarino está sujeto á las mismas condiciones del pez1

En mayo de 1861 decía en carta á la prensa periódica: «No se trata aquí de una ligera investigación de unos cuantos metros, donde echar los fundamentos de una obra hidráulica; se trata de comprobar ó rectificar lo que los geólogos y los físicos han tenido que deducir de teorías más ó menos verdaderas; se trata, en fin, de conocer leyes ignoradas, nuevos organismos, florestas desconocidas, una nueva geografía, y nuevos datos que resolverán mil problemas ya planteados y darán origen á otros nuevos... Crear una nueva industria, una nueva arma marítima y facilitar medios de estudio á la ciencia, tales han de ser los resultados del ICTÍNEO.2»

Hasta qué punto trabajó para el cumplimiento de este amplísimo programa, su Memoria póstuma está aquí para decirlo. Analícense una por una las variadas funciones de que dotó á su barco; fíjese el lector en el alcance de los numerosos ensayos que relata; léanse con detención las teorías y las presunciones que avanza, y se verá como todo está inspirado en esa amplitud de miras que ha de procurar á la nave completa autonomía, que sin ningún género de duda es la característica principal de la nave submarina.

Si no fué más allá, si no llevó el ICTÍNEO al cumplimiento de su particular destino, ¿habrá quién se atreva á acusarle por ello?

Llevado de sus entusiasmos científicos, lánzase á la resolución de uno de los problemas más difíciles que ha planteado la técnica de nuestro tiempo. Sin el menor precedente que pudiera tomar como punto de partida, precisa con admirable intuición los elementos primordiales que han de informar la nave sumergida; y sin más cooperadores que su talento y su perseverancia, sin medios proporcionados á la magnitud de la empresa, encadenada casi siempre su inventiva por la falta de dinero, llega á dar forma plástica á su pensamiento, dotando al ICTÍNEO de las necesarias aptitudes para navegar sumergido con entera independencia del libre ambiente.

  —XIV→  

La vida, la fuerza y la seguridad resultan en la cámara ictínea suficientemente garantizadas para que con plena confianza podamos iniciarnos en el ejercicio del nuevo arte.

¿Puede exigírsele más á un solo hombre?

El tenaz empeño con que buscó editor para su última Memoria está perfectamente justificado por la naturaleza misma de su contenido.

Tenía Monturiol sobrado conocimiento del valor y alcances de su invento, para ver impasible cómo con el ICTÍNEO se perdía todo; así la materialidad de la obra como la esperanza de practicar en muchos años navegación submarina.

Si la idea del ICTÍNEO se salvaba del general naufragio ¿podría facilitar esto algún día su resurrección?

Concediendo que en el ejercicio del arte hubiesen aparecido deficiencias -que indudablemente habrían aparecido así en los procedimientos como en los mecanismos del ICTÍNEO, todas las modificaciones motivadas por estas deficiencias no habrían afectado su idea matriz, su principio fundamental, que en toda invención viene á ser el único terreno en que evoluciona la semilla del progreso, si el principio está acertadamente formulado.

Importaba por lo tanto revelar esto, haciendo una exposición sincera de todo cuanto en el ICTÍNEO era decisivo; mecanismos natatorios, combustible submarino, revivificación de la atmósfera, que son los tres elementos capitales de la invención. Exponer los principios fundamentales de cada uno así como las consecuencias que hubiesen servido de base á la concepción, y sin extremar los éxitos alcanzados ni ocultar los errores cometidos, precisar con los necesarios detalles el resultado obtenido en la experimentación y en las prácticas de mar.

He aquí la idea que inspiró su último trabajo sobre el ICTÍNEO.

Á últimos de 1869 dejaba completamente terminado el ENSAYO SOBRE EL ARTE DE NAVEGAR POR DEBAJO DEL AGUA.

Ni la curiosidad que debía despertar entre los hombres doctos el anuncio de obra tan nueva, ni la evocación de éxitos por todos aplaudidos, ni el recuerdo de generales entusiasmos, nada bastó á fijar la atención hacia las pretensiones de aquel hombre que diez años atrás le habían hecho popularísimo. Suplicó á todos; solicitó amparo y cooperación á los altos y á los sabios; llegó hasta las gradas del trono en busca del suspirado editor... todo fué en vano.

Los entusiasmos se habían extinguido hacía ya seis años, y no es nuestro temperamento propicio á dejarse llevar por las manifestaciones de   —XV→   la razón sosegada y fría. Había llegado la hora de la expiación y Monturiol no podía sustraerse á esa ley suprema de la injusticia social.

Dejó listo y corriente en texto y dibujo su estimado ENSAYO sobre su mesa de estudio esperando ocasión propicia..... Así murió después de quince años de espera, sin haber abandonado un solo instante la esperanza de ver publicada antes de morir su postrera Memoria.

Y coincidencia providencial. Moría el mismo día en que el ilustre Nordenfelt verificaba su renombrado ensayo de Lansckona, célebre en la historia de la navegación submarina por haber tomado el submarino carta de naturaleza en las filas de la marina militar.

Veinte años ha permanecido ignorado ese valioso trabajo, y habría continuado siéndolo Dios sabe cuántos más, si recientes entusiasmos motivados por la aparición de otro submarino español -el del Sr. Peral- evocando en la actual generación el recuerdo del ICTÍNEO, no hubiese despertado en la opinión, decidida curiosidad por conocer los precisos términos en que había Monturiol dejado resuelto con su ICTÍNEO el trascendental problema de la nave submarina.

El amparo que sus méritos no pudieran recabar de los poderosos, era de esperar que lo recibirían ahora de los entusiastas. Y efectivamente: al entusiasmo de unos cuantos fervorosos admiradores del ICTÍNEO3 se debe el que vea hoy la ansiada luz el memorable escrito. Sentido recuerdo pagado á la memoria del hombre ilustre que tan merecidos títulos tiene al agradecimiento de la patria.

Si los coetáneos del ICTÍNEO, por haber coadyuvado á la realización de tan elevada empresa merecen eterno agradecimiento, no serán menos acreedores á él los que han aunado ahora sus esfuerzos para dejar perpetuado su recuerdo.

Dos épocas bien determinadas se destacan en el desarrollo de esta notable invención. La del primer ICTÍNEO -(1859 - 62)- es la de los ensayos públicos, la de los éxitos ruidosos, la verdadera época de popularización. La otra -(1863-69)- que transcurre silenciosa entre la indiferencia general,   —XVI→   al extremo de no ser casi advertida de nadie la destrucción y consiguiente desaparición de todo, es la del segundo buque que describe la Memoria.

¿Qué hizo el primer ICTÍNEO?

Demostrar la posibilidad del buque submarino4 que no era entonces en el sentir de las gentes una cosa tan hacedera y exenta de dificultades como parece entenderse ahora.

¿Qué se hizo en el segundo?

Realizar definitivamente la nave dotándola de todas las aptitudes indispensables que la navegación por debajo de agua requiere, aprovechándose, entre otras ventajas, de la experiencia adquirida con el buque de ensayo.

Sin regatearle méritos al primer ICTÍNEO, se ve no obstante que es en el segundo donde hay que buscar el genuino concepto de la obra, ya que á más de contener perfectamente construidos todos los elementos constituyentes de la invención, contaba con innumerables prácticas á propósito para dar idea del acierto ó deficiencia de cada uno de ellas.

Al absoluto desconocimiento de esto debe atribuirse el silencio que sobre ella han guardado recientemente ciertos escritores nacionales y extranjeros al comentar el desarrollo histórico de las tentativas submarinas; así como también los erróneos conceptos que se advierten en muchos popularizadores, confundiéndola generalmente con esas tentativas empíricas que por faltarles fundamento científico han resultado sin valor alguno5.

Además. Por contraer todo el problema submarino á la sola aplicación militar, se ha venido desconociendo por cuantos han hablado del ICTÍNEO su cualidad predominante, esto es, su condición de buque de profundidad, por lo cual resulta distinto, no ya de sus predecesores, sino de cuantos han aparecido posteriormente.

¿Es esto un mérito?

¿Es inferioridad?

  —XVII→  

Punto que tanto afecta á la reputación científica de la invención, merece ser dilucidado.

Al aparecer Monturiol en 1859 con su ICTÍNEO de ensayo, sólo se tenía una vaga noticia de las tentativas de Bushnell y de Fulton, que en el orden de las tentativas prácticas deben tomarse como sus inmediatos predecesores. Del primero sólo se sabía que en 1773, metido en un bote sumergido había intentado aplicar un petardo explosivo á un buque inglés fondeado en la isla de Staten. Del segundo, que en 1801, metido en otro bote aparecido, en un ensayo hecho en Brest, había volado un buque aplicándole mi torpedo.

Pero ni de la american turtle de Bushnell ni del Nautilus de Fulton se conocía un solo detalle por el cual deducir la naturaleza del recurso empleado para lograr la inmersión.

Estos detalles venidos más tarde han dado, sobre todo por lo que á Bushnell corresponde, el exacto alcance de su invención.

Una cámara en forma de concha bivalva y cabida para un hombre es conducida de noche por un barco flotante á las cercanías de la flota enemiga. La deja entonces sumergir hasta quedar cubierto por el agua, y en esta situación, navega al remo hasta llegar á los costados del buque enemigo que ha de volar con el torpedo. Su inmersión durará lo que permita el aire de la cámara cerrada: el descenso se obtiene admitiendo agua del mar por una válvula que aprieta el tripulante con el pie, y como la expulsión no será posible hacerla por igual procedimiento, logrará el ascenso lanzando mi pedazo de plomo que exprofeso trae al exterior pendiente de un alambre.

Como se ve, la sencillez de este mecanismo natatorio que por cierto es muy extrema, limita la inmersión á un metro de agua ó poco más; y como no dispone el bote de ninguna otra facultad submarina, queda la invención reducida á un bote-escafandra ó una campana de bucear con facultad de trasladarse espontáneamente unos pocos metros.

Todo induce á creer que la invención de Fulton era de mucho mayor alcance, si bien en casi todas las noticias que de ella se dan, se notan exageraciones que impiden formar exacto concepto de ella.

De todos modos parece fuera de duda que así Bushnell como Fulton, no se propusieron más que el bote-buzo, verdadero precursor del moderno torpedero sumergible, esto es, el buque militar que, teniendo su objetivo en la superficie del mar y á favor de ciertas facultades natatorias, anda á trechos velado por el agua con el solo fin de ocultar su situación. Su acción submarina se desarrolla exclusivamente en la zona de aguas superficiales y en periódica correspondencia con la atmósfera que aprovecha para orientarse y airear la capacidad de su cámara cerrada.

Prescindiendo de la amplitud con que se pretende hoy resolver esta   —XVIII→   aplicación de la nave submarina -amplitud sobre la que hay mucho que decir por lo que tiene de exigente- y ateniéndonos á la naturaleza técnica no sólo de los referidos precedentes históricos, sino a las facultades que estas condiciones generales presuponen, se deduce de su examen, que con tan escasos recursos marineros no puede haber navegación submarina, si por tal hemos de entender la facultad de descender y andar á cualesquiera profundidad por tiempo indefinido y con absoluta independencia del libre ambiente.

Que estas distintas aplicaciones de la nave submarina dan origen á dos distintos géneros de nave, nadie lo ha puesto en duda. Basta considerar el carácter exclusivamente militar de la una y el ejercicio puramente industrial de la otra, para deducir, sin otro dato, que han de discrepar profundamente en el contenido y en el comportamiento.

Pero si despojando á cada una de los múltiples elementos que su especial aplicación requiere, concretamos la comparación á las aptitudes submarinas, esto es, á la facultad de que cada una está dotada para actuar y permanecer debajo del agua, ¿aparecerá con la misma claridad la extrema diferencia que en este punto las separa?

Una rápida ojeada sobre la naturaleza de los elementos principales que informan la nave submarina, -respiración, estructura resistente, motor y mecanismos natatorios, -nos ayudará á contestar á esta pregunta.

¿Cuál es la primera condición que se lo impone?

La de poder estar sumergida, el mayor tiempo posible, que para fijarse en algo concreto podremos reducirlo á 12, 20, 24 horas seguidas, tiempo suficiente á la observación de los ordinarios fenómenos suboceánicos. Por otra parte, descendida la nave, á profundidad considerable y entregada á labores que no puede á cualquier instante abandonar, no le sera posible como al barco-buzo, recurrir al rudimentario recurso de ganar periódicamente la superficie, en busca de aire para sanear la viciada atmósfera de su cámara.

En esta función se impone á la nave la autonomía más completa. Ya se confíe este saneamiento á una reconstitución, ó á una simple sustitución, siempre resulta que el mismo vehículo es el encargado exclusivo de satisfacer esta necesidad de la vida submarina. Y como aquí, más que de un simple método de purificación, se trata antes que todo de la perfecta conservación de la vida humana en una cámara cerrada por largo tiempo á los agentes atmosféricos, cualesquiera que sea el procedimiento que se adopte, siempre su aplicación llevará consigo formulado un problema químico-fisiológico de la mayor dificultad resolutiva, completamente extraño á las necesidades del simple buceo.

  —XIX→  

Pero no es solamente esa necesidad del libre ambiente la que reduce la acción del barco-buzo á las primeras capas de agua. La presión que el medio líquido ejerce sobre su débil casco es otra valla que no podrá salvar, como no ponga así su forma como sus paredes resistentes en función de este considerable esfuerzo.

Crece la presión del mar con la profundidad, y aunque esta correlación arranca en las mismas capas superficiales, puede el barco-buzo despreciar sus efectos, porque cualesquiera construcción medianamente concebida soporta sin peligro el peso de diez ó doce metros de agua. Pero cuando la cámara-estanca alcanza profundidades de centenares de metros gravitando sobre sus paredes un peso de centenares de miles de kilogramos en metros superficial, cualquier alteración de forma ó deficiencia en la pared resistente comprometerá gravemente al submarino. Los efectos contractivos han de encerrarse en estrechos límites, porque una deformación en la forma geométrica hará imposible el equilibrio en la inmersión aunque vaya provisto del servo-motor más poderoso. La unión de los varios cuerpos, sus numerosas costuras y cajas de los ejes que afluyen al exterior, no han de alterarse por las ordinarias contracciones de la cámara, ni por bruscas variaciones de presión. Una vía de agua que en las primeras brazas se combate con ventaja, á estas profundidades precipitarán el barco á los abismos del mar.

Se aglomeran aquí tal cúmulo de dificultades que harán siempre de la traza de semejante estructura una verdadera obra maestra de ingeniería.

Si en la cuestión de la respiración debemos optar por el procedimiento que mayor radio de exploración nos asegura, idéntica mira ha de inspirarnos al dotar á la llave de motor submarino.

¿Adoptaremos motor único para las dos navegaciones flotante y sumergida?

Desde el momento que la navegación superficial se verifica en las condiciones comunes, no hay razón que abone una disposición que reduce el tiempo de sumersión, como no se disponga de una nueva forma de acumulación de más ventajosas condiciones que los motores atmosféricos.

Mientras esto no se halle será lo más razonable, no ya en el submarino industrial sino en el militar, emplear en cada navegación su peculiar motor llevando los dos á bordo debidamente correlacionados.

Dado que la navegación del militar es una navegación mixta, su radio de acción total vendrá representado por la suma de las energías desarrolladas por los dos motores, favoreciendo esto, como es consiguiente, el motor submarino, ya que en todos los casos será el que accione menor tiempo.

  —XX→  

No así en el barco explorador. Como éste tiene escasa acción en la superficie, todo el radio ha de medirse en navegación sumergida, y por lo tanto la acumulación total de energía motriz será toda ella submarina. De aquí que, para un radio de acción dado, haya de almacenar cantidad de fuerza, el submarino que el buzo; y como esto obliga contra toda conveniencia á aumentar en proporción la capacidad de la cámara, es necesario buscar para el primero el agente que en la menor capacidad posible acumule mayor fuerza motriz.

Esto explica el por qué ciertas formas de acumulación enteramente inaceptables en el submarino autónomo, como la del aire comprimido y la del agua recalentada, hayan podido perfectamente utilizarse en el barco militar de escaso radio de acción6. Ingenieros que son verdadera autoridad en la técnica naval, á pesar de las superiores ventajas que la acumulación eléctrica ha demostrado recientemente tener sobre los demás sistemas de almacenamiento de fuerza, no ponen hoy reparo en recomendar en el caso del submarino el uso de la máquina de vapor com motor único, no sólo por creerla el motor más práctico, sino por las superiores ventajas sobre todos los sistemas de almacenamiento conocidos7.

Así resulta del detenido estudio de esta cuestión. Pero la instalación á bordo del ictíneo de un motor térmico cualesquiera que sea la clase y sistema, no será posible sin la previa resolución del siguiente problema. ¿Cuál combustible habrá de alimentar el fuego submarino; en qué estado y materia acumularemos combustible y comburente y dónde afluirán los productos gaseosos andando el barco sumergido?

También encontraremos en los aparatos natatorios radicales diferencias nacidas de su distinto destino. Basta considerar la rapidez evolucional que distingue al barco militar; su especial cometido y las condiciones de la zona en que navega, para comprender que no puede haber paridad en las condiciones de gobierno de uno y otro. Ya vaya el torpedero á practicar su acción á pocas millas de la costa ó en alta mar protegido por los acorazados, será su viaje una verdadera carrera de capuzadas ó zambullidos, subiendo á la superficie para orientarse y tomar nuevo aire. La rapidez en sus evoluciones ha de ser su cualidad fundamental, porque, como sus congéneres de la superficie, la velocidad ha de ser la más eficaz de sus armas. De aquí, necesidad absoluta de limitar su reducido descenso á una constante cota, por medio automático. Asegurada su estabilidad transversal y   —XXI→   con enérgico recurso para restablecer la horizontalidad á cualquier instante, puede perfectamente confiar la sumersión á organismos propulsivos y á inclinaciones longitudinales sin cuidarse de rectificar su densidad que para nada necesita del equilibrio absoluto entre dos aguas.

Por el contrario. El desconocimiento de los fenómenos suboceánicos que en la región profunda dominan, así como de las condiciones orográficas de los fondos, agravado por una oscuridad absoluta, imponen á la nave, submarina tan extrema cautela en el descenso, que debe resueltamente rechazar todo procedimiento rápida de inmersión á la vez que, todo automatismo gobernante que para nada ha de servirle. El equilibrio así á la vía como parado, ha de fiarlo á la sola densidad; de ningún modo á la peligrosa combinación de la hélice y fuerza ascensional inaplicable y peligrosísimo en la multitud de casos que un ascenso involuntario pudiera comprometer el gobierno de la nave. El equilibrio cual tan á menudo lo han de requerir las labores submarinas, no será jamás estable sin corregir la densidad á cada momento alterada por la acción contractiva de su estructura, y que por oscilar entre tiempos muy pequeños requiere un procedimiento enérgico y de inmediatos efectos. El aparato de inclinaciones no tiene, en este submarino ninguna importancia, ya que su moderado andar no ha de ocasionarlas muy grandes. Lo que le conviene es provocarlas cuando parado, para ayudar á las maniobras.

Estas distintas condiciones de gobierno, con ser tan claras y tan fáciles de deducir, no han sido sin embargo atendidas por escritores de nota que, de un modo absoluto, recomiendan como última palabra de la mecánica naval, la hélice horizontal para el descenso8 y el timón para el desequilibrio longitudinal gobernando su respectiva acción reguladores automático.

Lo que discrepan en aptitudes marineras ambos géneros de nave no es difícil deducirlo de este compendiado examen de sus principales elementos. Aunque á primera vista parezca que la fórmula del submarino es una ampliación de la fórmula del buzo, analizando con minuciosidad sus respectivas facultades se ve que no hay tal cosa. La absoluta incomunicación con los agentes atmosféricos que se imponen á la nave submarina, afecta á tal extremo su funcionalismo general, que no hay una sola de las restantes funciones que no quede por este solo hecho profundamente alterada. Añádese la modificación que por la mayor profundidad reciben así sus funciones natatorias como su estructura resistente y tendremos que cuanto en el barco-buzo   —XXII→   tiene relación con el libre ambiente y con el medio líquido se complica en la traza del submarino de tal manera, que más que una ampliación de funciones resultan ser funciones nuevas, dando esto origen, como es consiguiente, á un problema totalmente distinto y para el cual la técnica naval no tiene solución determinada.

Si el procedimiento del aire comprimido para la respiración, es para la nave submarina una solución incompleta; si tampoco responde á sus condiciones la acumulación de fuerza eléctrica, por lo menos en su estado actual, al quedar pendientes de solución estos dos importantísimos puntos, bien puede decirse que lo queda el problema por entero.

No hay medio de ir á la navegación de profundidad sin una fuerza estable á todo trance, esto es, segura, fácilmente manejable, generable á bordo sin peligro, susceptible de variar de intensidad entro anchos límites, y como ya he dicho, de largo radio de acción sin exagerar lo que podemos llamar, asimilándonos el tecnicismo corriente, la capacidad de carboneras. La alteración de su peso, no es factor importante como no se trate de emplear combustibles sólidos que se reduzcan en humos.

Parecidas exigencias hacen en extremo arduo el problema de la respiración. Puede el aire atmosférico previamente comprimido á gran tensión, ser una solución completa siempre que le adicionemos un sistema de purificación que expulse de la cámara los gases nocivos y vapores de agua que exhalan los tripulantes, como no se prefiera establecer una circulación constante de aire puro, en cayo caso será necesario disponer para un regular tonelaje de cámara un almacenamiento de aire considerable y en consecuencia de difícil guardar.

Como todo cuanto tiende á disminuir capacidad y aumentar radio de acción debe sin vacilaciones preferirse, adoptaremos el procedimiento del aire comprimido combinado con la purificación, cerciorándonos antes de si la compresión de oxígeno puro puede presentar sobre la del aire ventajas apreciables, no sólo en la operación de comprimir y almacenar, sino en la de conservarse largo tiempo.

Si el oxígeno que podemos llamar mineral obra físiológicamente en nuestra economía como el procedente del reino vegetal, la compresión de este gas será desde luego inmensamente más sencilla y menos voluminosa que la del aire. Y como no imposible obtenerlo puro en la misma cámara, la autonomía del buque ganará en ello si se adopta este proceder, pues, no dependerá como con el aire, de una estación de carga que por el material de que se compone ha de estar en tierra ó en una embarcación flotante y no siempre en condiciones favorables para cargar.

Dada la mayor complicación que el armamento trae al torpedero, y las mayores dificultades que ofrece su gobierno y su manejo en razón á su rapidez evolucional y al doble peligro que corre, se comprende bien su afán   —XXIII→   en reducir toda función á la justa aptitud que requiere su rápido y momentáneo cometido militar, rehusando todo funcionalismo complicado, por más que, como los dos mentados, pudieran asegurarle una autonomía y radio de sumersión mucho mayor.

Esto en la nave submarina, no es posible. Como ya repetidas veces he recordado, su condición fundamental es la de permanecer el mayor tiempo posible sin relación alguna con el ambiente: á esta condición da de supeditar todas sus funciones; y á la naturaleza de estas funciones ha de atemperar sus mecanismos y su gobierno.

Inspirada la idea del Ictíneo en esta amplia y absoluta autonomía que requiere la nave para ser verdaderamente submarina, y en este concepto dotado de las indispensables facultades que debían permitirle navegar á cualesquiera profundidad sin más limitación que la impuesta por la debilidad de su estructura estanca, aparece clara la razón de su desemejanza, no ya con sus rudimentarios predecesores, sino con todos los construidos posteriormente que, como ya se sabe, han sido exclusivamente militares.

Y sentada esta afirmación que la Memoria y dibujos corroboran, cabe preguntar ahora con fundado motivo: ¿dónde encontraremos los precedentes del ICTÍNEO?

¿Quién antes que Monturiol ha formulado en los amplios y precisos términos que él formuló las condiciones del problema submarino y quién antes que él llevó á la práctica con feliz éxito su realización?

José Pascual y Deop,
[Ingeniero]

Barcelona, agosto de 1891.



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ArribaAbajoPrólogo

Si las cosas nuevas encuentran dificultad para colocarse en el común comercio de los hombres, débese tanto á la resistencia que les oponen los usos establecidos, como á la desconfianza raras veces justificada con que miramos todo lo nuevo y especialmente a la falta de ilustración que impide ver los lazos que invariablemente unen los efectos con las causas que los producen.

Al emprender, pues, la exposición metódica de los fundamentos sobre que descansa la navegación submarina; de las reglas que rigen la construcción y manejo de la nave que la realiza, y de los experimentos que he hecho, tendré necesariamente de partir de los principios más generalmente conocidos, á fin de llevar el convencimiento de la posibilidad y utilidad de esta clase de navegación á la mente de aquellos que gobiernan las naciones y de los que tienen aptitud para la dirección de las grandes empresas industriales.

De todas las artes conocidas, la de dirigirse á través de medios impropios para el sostenimiento de la vida, es sin duda la más difícil y arriesgada que podía emprender el hombre. Desde el estudio de la tierra y el cielo y el hallazgo de las leyes que gobiernan el Universo tanto en la molécula como en las masas solares, hasta la investigación del mundo submarino, ha debido mediar todo el desarrollo que han alcanzado las ciencias exactas, físicas y naturales; antes no era posible conseguir la creación de un vehículo que, á sus calidades propias, reuniese la de conservar en perfecto estado de salud la vida de los hombres que albergaba en su seno; y de su posibilidad actual me convencí reflexionando sobre las relaciones estrechas que unen entre sí los hechos y los principios, relaciones que constituyen las leyes de la Naturaleza.

En efecto; es evidente que los hechos son la realización de los principios;   —4→   que el arte, de experimentar descansa en la observación exacta de la Naturaleza á fin de descifrar los hechos y las relaciones que los encadenan, y ya se ha reconocido que inventar no es otra cosa que el arte de aplicar los principios observados para producir determinados hechos; los cuales calificamos de artificiales, porque su aparición se debe á la industria del hombre, y porque en general carecerán siempre, como carecen ahora, de aquel carácter de perpetuidad, perfección y reproducción que distingue á las obras naturales.

Una invención, pues, consiste en el ordenamiento de uno ó más principios activos que desarrolla hechos, previstos por la inteligencia tanto en el orden físico, como en el moral y social. Además estos ordenamientos dan por resultado la satisfacción de necesidades, esperanzas y aspiraciones; la creación de otras nuevas, y tienden á la perfección del individuo y de la especie y á someterle el dominio de la Naturaleza.

De aquí que todo descubrimiento sea una empresa útil, y desgraciadamente tan árdua que acostumbra á acabar con las fuerzas del que lo intenta. Y se convendrá en que es más árdua de lo que en general se piensa, si se considera que los errores propios y ajenos en la observación de los hechos y de los principios de que derivan nos privan de llegar al conocimiento de las leyes más simples y más fecundas, las cuales, como observa Laplace, casi siempre son las últimas que se ofrecen al espíritu humano. Lo dificultoso exige tiempo para ser vencido; sobreviene luego el cansancio, el cual se opone á la previsión; y esto y la flojedad de la inteligencia humana dan á las obras, verdaderamente, originales, cierto carácter cándido un los conceptos y grosero en la forma, que sólo desaparece á medida que van siendo repetidas y por consiguiente perfeccionadas.

La navegación submarina, tal cual yo la he practicado, no puede menos de presentar los carateres expresados; hoy nace este arte, y la nave que lo realiza pertenece á un género que todavía no tiene historia. Es verdad dile se han hecho ensayos por sabios é intrépidos inventores; mas sus hechos, desgraciadamente, han quedado envueltos en la oscuridad; pues parece que ni durante los trabajos ni después de ellos han publicado sus tutores los medios de que se valieron para vivir y actuar cubiertos por las aguas. Por lo tanto, ni la ciencia ha podido registrarlos de una manera completa en sus anales, ni podemos aprovecharnos de la parte útil de estos descubrimientos.

Mas si hasta ahora la investigación del fondo de los mares á favor de una nave submarina no ha merecido los honores de la dirección científica de nuestras Academias, no será porque el conjunto de los conocimientos humanos no responda á todas las dificultades de la empresa, sino porque es superior al espíritu emprendedor de nuestra época y al de iniciativa de los Gobiernos.

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Si mis ensayos submarinos no han podido apoyarse en los experimentos de los que me han precedido en este arte; sin embargo descansan en las verdades por la ciencia demostradas, y por lo tanto han realizado los principios naturales de que derivan. Y debía ser así; porque la observación de los hechos en el orden de los seres acuáticos, en el de la respiración de plantas y animales, en el de las reacciones químicas, y leyes físico-mecánicas y de la máquina de vapor, ha sido tan exacta cual debía esperarse ya que procedía de ilustres naturalistas, físicos, químicos y mecánicos; y si la aplicación de aquellos hechos y sus principios á la cámara submarina ha ofrecido dificultades que, aunque vencidas hoy, quizá reaparezcan, tomando un nuevo carácter, en la práctica constante de la navegación submarina, sin embargo no serán invencibles, puesto que aquellos principios son verdaderos y la observación de los hechos que originan ha sido exacta.

Y la prueba de esto surgirá del mismo contenido del presente opúsculo, en el cual consigno los estudios hechos, las fuentes en que he bebido, las reglas que rigen esta clase de navegación y los principios sobre que descansa la cámara submarina que he denominado ICTÍNEO, de dos raíces griegas que significan pez-barco.

Del examen del texto, de los planos y figuras que lo acompañan resulta: que la navegación submarina es posible en todos los mares, á grandes profundidades y con aplicación á la industria, á la guerra marítima y á la ciencia; que el mundo cubierto por las aguas encierra la clave de problemas importantes; y que la cámara del ICTÍNEO, como vehículo para transportar el hombre á través de medios impropios para sostener su vida, puede llegar á tener una trascendencia capaz de influir en los destinos humanos.

He hecho cuanto me han permitido mis fuerzas para conseguir el establecimiento industrial del arte submarino. El ICTÍNEO es una obra en su género tan acabada, como en el suyo, el buque de vapor flotante; y si á pesar de esto las eminencias del comercio humano no lo han admitido en el orden de las aplicaciones constantes, espero, sin embargo, que el tiempo y las aspiraciones científicas de nuestra época, cada día más levantadas y generosas, lograrán vencer las resistencias sociales que han ido gastando mis esfuerzos y mi constancia.

Barcelona 1.º de enero de 1870.

Narciso Monturiol



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