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1161

Hasta del general que mandó tantas legiones y que en tantas cosas aventaja a un mortal insignificante como tú. LUCRECIO, III, 1039, 1011. (N. del T.)

 

1162

La suerte nos envidia hasta el consuelo de que los demás oigan nuestras quejas. CATULO, Carm., LXVIII, 170. (N. del T.)

 

1163

Busca sin cesar la ocasión de sucumbir de nuevo. OVIDIO, Trist., IV, I, 34. (N. del T.)

 

1164

Cuando queréis ellas no quieren: cuando no queréis lo anhelan. TERENCIO, Eunuch., esc. VIII, v. 43. (N. del T.)

 

1165

Se avergonzarían de seguir el camino lícito. LUCANO, II, 416. (N. del T.)

 

1166

Y da rienda suelta a sus transportes. VIRGILIO, Eneid., XII, 499. (N. del T.)

 

1167

Muchas veces el Dios de los combates, el temible Marte, enajenado con tu amor languidece entre tus brazos. Inclinado ávidamente sobre tu seno, su aliento suspendido de tus labio, no puede hartarse de regalar sus ojos con tus encantos. Propicio instante, ¡oh diosa! teniéndole así enlazado con tu hermoso cuerpo para hablarle en pro de tus favorecidos. LUCRECIO, I, 33. (N. del T.)

 

1168

Todas estas palabras, tan naturales y expresivas, se encuentran unas en el pasaje de Virgilio, citado anteriormente (Eneida, VIII, 387), y otras en el último de Lucrecio. (C.)

 

1169

Su discurso es de un contextura viril; no les pasa por las mientes adornarlo con oropeles. SÉNECA, Epíst., 33. (N. del T.)

 

1170

El corazón engendra la elocuencia. QUINTILIANO, X, 7. (N. del T.)