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481

Ella misma nos sirve de verdugo y nos agota sin cesar con su látigo invisible. JUVENAL, XIII, 195. (N. del T.)

 

482

El mal recae sobre quien lo meditó. AULO GELIO, IV, 5. (N. del T.)

 

483

Y deja su vida en la herida que ella misma hizo. VIRGILIO, Geórg., IV 238. (N. del T.)

 

484

A veces los culpables se acusaron en sueños o en el delirio de la fiebre, y revelaron los crímenes que guardaban ocultos. LUCRECIO, V, 1157. (N. del T.)

 

485

El primer castigo del culpable consiste en que ni él mismo se absolvería juzgándose ante su propio tribunal. JUVENAL, Sát. XIII, 2. (N. del T.)

 

486

Según el testimonio que el hombre se da a sí mismo, así a su alma acompañan la esperanza o el temor. OVIDIO, Fast., I, 485. (N. del T.)

 

487

El dolor obliga a mentir hasta a los mismos inocentes. Sentencias de PUBLIO SIRO. (N. del T.)

 

488

En este capítulo habla Montaigne de la manera más viable de prepararse a acoger la muerte, que fue la preocupación suprema de su vida, al par que una de las ideas capitales de los Ensayos. (N. del T.)

 

489

Jamás llega la hora del despertar cuando se sintió el frío reposo de la muerte. LUCRECIO, III, 942. (N. del T.)

 

490

Tanto imperio ejercía sobre su alma hasta en la hora de la muerte. LUCANO, VIII, 636. (N. del T.)