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PLUTARCO, Qué animales son los más avisados (c.XXXIV); al mismo libro pertenecen igualmente muchas de las relaciones que Montaigne trae a cuento en estas páginas en alabanza de la inteligencia y virtudes de los irracionales. Véase también PLINIO, Historia de los animales, IX, 16. (N. del T.)

 

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Así suele observarse que los caballos corredores se cubren de sudor y dan fuertes resoplidos durante el sueño, cual si creyeran hallarse luchando con todas sus fuerzas por obtener la victoria. LUCRECIO, IV, 988. (N. del T.)

 

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También los perros cazadores se agitan muchas veces durante el sueño y de repente se ponen a escarbar, a ladrar o a olfatear inquietos, como si hubiesen encontrado rastros de caza, y aun llegan, movidos por la ilusión, a perseguir ciervos imaginarios que creen ver huir delante de ellos, hasta que desvanecido el fantasma comprenden que todo fue engaño y vuelven en sí. LUCRECIO, IV, 992. (N. del T.)

 

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A veces el guardián fiel y cariñoso que vive bajo nuestro techo disipa de pronto el sueño ligero que cubría sus párpados y se pone en guardia creyendo ver una cara extraña cuyos rasgos desconoce. LUCRECIO, IV 999. (N. del T.)

 

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El tinte de Bélgica desluce el rostro romano. PROPERCIO, II, 17, 26. (N. del T.)

 

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Son muchos los animales que nos aventajan en hermosura. SÉNECA, Epíst. 124. (N. del T.)

 

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En tanto que los demás animales se ven forzados a mirar hacia la tierra, el hambre fue dotado por Dios de una frente elevada para que pudiera. contemplar el firmamento y alzar hacia las estrellas su rostro sereno. OVIDIO, Metam., I, 84. (N. del T.)

 

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A pesar de todas sus deformidades el mono se nos asemeja. ENNIO, apud CIC., de Nat. deor., I, 25. (N. del T.)

 

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¡Cuántas veces el que descubrió los secretos velados por el pudor de la mujer amada sintió desvanecerse el amor junto con el misterio! OVIDIO, de Remed. amor., v. 429. (N. del T.)

 

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No corre en esto peligro nuestra pasión, puesto que la mujer sabe ocultar los secretos de su vida que pudieran destruir la ilusión del hombre, particularmente a aquellos a quienes desea sujetar y retener fieles a su amor. LUCRECIO, IX, 1182. (N. del T.)