Ensayos poéticos
Juan Federico Muntadas Jornet
[V]
Al lector
Suelen la mayor parte de los que escriben dirigir la palabra a sus lectores antes de entrar en
materia.-Las razones en que se fundan para obrar así, varían notablemente.-Algunos no llevan
más objeto que el de hacer su profesión de fe. En este caso el prólogo es oficioso, es
intempestivo. Harto se han de revelar en las páginas posteriores el carácter, las ideas del escritor,
sus creencias, su índole, su personalidad en fin. Otros únicamente se proponen aclarar en el
prólogo los pasajes dudosos, explicando lo que el lector [VI] más perspicaz no podría colegir del
simple texto. En este segundo caso, no sólo admitimos el prólogo, sino que lo queremos, lo
pedimos para nosotros mismos.
Hay circunstancias en la vida por las cuales el poeta se siente impulsado a romper la línea del
estrecho círculo en que comúnmente gira. Inflamado su corazón, enardecida la mente, se
abandona buscando un desahogo en la expresión de lo que le alerta, prescindiendo quizá de toda
consideración de lugar y aun de tiempo. No teniendo en cuenta que existen otros hombres, en
aquellos instantes escribe, para sí mismo. Si estas composiciones puramente privadas, hijas de
un sentimiento espontáneo y profundo, han de ver la luz pública, es forzoso que manifieste el
poeta en qué circunstancias se encontraba cuando escribió, y que nos revele cuanto a su recta
inteligencia fuere necesario. Alterar la composición no es acertado. Las modificaciones [VII] que
quisieran hacerse con posterioridad, sin duda desvirtuarían el cuadro, que en toda composición
literaria se recomienda.
La mayor parte de las poesías que este pequeño volumen contiene son inéditas. Entre ellas
figura la que, con el título A MI MUSA, encabeza la primera sección. Dio origen a esta
composición el temor de un cambio de carrera. Creyendo que el estudio de las matemáticas había
de absorber forzosamente la mayor parte de mi vida, di un adiós a mi musa, porque (y sea dicho
de paso) no hay alianza posible entre las ciencias exactas y la poesía. El campo en que aquellas
se cultivan está separado del Pindo por un caudaloso e invadeable río. Las excursiones de una
orilla a otra son casi imposibles.
Como a algunos podrá parecer extraño el título de la tercera composición PIEDRA EN
INVIERNO, conviene advertir que este es un delicioso sitio que la naturaleza ha embellecido
[VIII] con todos sus encantos. Encerrado entre desnudas montañas, en las cuales sólo crecen
menguados arbustos, produce el efecto de un oasis en medio del desierto. ¡Cuántas horas de
ventura he visto pasar en aquel ameno retiro, sentado a la sombra de alguno de sus árboles
seculares, al pie de sus caprichosas cascadas!
Pero dejando aparte estas consideraciones de poca importancia para el lector, advertiré que
en la sección de que me ocupo, las tres composiciones dedicadas a mi amigo D. Joaquín Espalter
y Rull con el título LA MELANCOLÍA, LA SACRA FAMILIA y LA BACANTE, son la
descripción fiel y detallada de tres bellísimos cuadros, debidos al hábil pincel de aquel
distinguido artista.
La última leyenda de la sección tercera, titulada LOS DOS COMENDADORES, es una
tradición que anda en boca de todos los naturales de Córdoba. Afecto especialmente a este [IX]
género de literatura, he procurado no desvirtuarla; he procurado conservar el colorido, o llámese
carácter propio de la época, que es por cierto muy determinado. Al poeta, en concepciones
originales, le es dado correr por el inmenso campo de lo verosímil, respetando sin embargo
aquellas reglas generales de que nos habla Horacio en su Arte poética. Empero al tratarse de una
tradición, le es forzoso someterse estrictamente a lo que refiere el vulgo. Miro como una
profanación todo lo que tienda a desfigurarla. A mi entender no hay medio posible. O la tradición
es digna de consignarse en el papel, o no lo es. En el primer caso, ya lo hemos dicho, conviene
sujetarse a lo que el vulgo refiere; en el segundo caso debe desecharse.
Me falta observar que seducido por la armónica cadencia de la lengua italiana, escribí hace
más de dos años algunas ligeras composiciones. Je n'y attache aucun intérêt, [X] dijo cierto
francés, hablando de no sé qué cosa. Eso mismo digo yo en español. Ese trabajo debe
considerarse como de puro pasatiempo. [XI]
|
«Tu me inter strepitus nocturnes sique diurnos |
|
Vis canere, et contracta sequi vestigia vatum» |
|
|
Horat. Epistolar 2, lib. II. |
Sección primera
[1]
A mi musa
|
No mas.-La suerte impía |
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de ti me aleja con rigor porfiado. |
|
|
El tan temido día |
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|
ya por fin ha llegado. |
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|
Enmudezca mi voz-lo ordena el hado. |
5 |
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|
Mas antes, pueda el alma, |
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|
un suspiro exhalando lastimero, |
|
|
lanzar con triste calma |
|
|
un canto, cual yo quiero. |
|
|
¡Un canto! que tal vez sea el postrero. |
10 |
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|
¡De ti esperaba tanto! |
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|
Mi vehemente corazón me indujo |
|
|
a rendirme a tu encanto. |
|
|
Tu brillo me sedujo, |
|
|
y abandonéme a tu preciado influjo. |
15 |
[2] |
|
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|
Tú guiaste mi vuelo |
|
|
cuando en la noche lúgubre y sombría, |
|
|
dejando el frío suelo, |
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|
a otro mundo ascendía |
|
|
en alas de mi ardiente fantasía. |
20 |
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Por ti naturaleza |
|
|
desplegó ante mis ojos noblemente |
|
|
la exquisita belleza, |
|
|
que el vulgo de la gente |
|
|
contempla con mirada indiferente. |
25 |
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|
Por ti me han conmovido |
|
|
las páginas eternas de la historia: |
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|
por ti, de gozo henchido, |
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|
¡esperanza ilusoria! |
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soñé, en un porvenir, soñé en la gloria. |
30 |
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Pues fuiste mi delicia |
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|
¡Oh Musa! Pues piadosa a mi desvelo |
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|
te mostraste propicia, |
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|
no extrañes que en mi anhelo |
|
|
me entregue ahora al más amargo duelo. |
35 |
|
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|
Ni sé dejar de amarte; |
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|
que alto poder descubro en ti, divino. |
|
|
¿Volveré yo a encontrarte? [3] |
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|
¡Ay del hombre mezquino! |
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|
Cerrado el libro está de su destino. |
40 |
|
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|
Tal vez tras larga ausencia |
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|
volveré a tu mansión de almo sosiego; |
|
|
mas con dura inclemencia, |
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|
tal vez sorda a mi ruego, |
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|
me niegues tú del entusiasmo el fuego. |
45 |
|
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|
Hoy sé que te abandono; |
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|
hoy sé que resistir es obra vana; |
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|
me aleja de tu trono |
|
|
una fuerza inhumana... |
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|
¡No sé lo que de mí será mañana! |
50 |
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A mi madre
|
De tu ser sobre la tierra |
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|
¿Qué ha quedado, Madre mía? |
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|
Una losa |
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|
con esta inscripción sombría: |
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|
Aquí tranquila reposa. |
5 |
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|
¿No queda más? Sí: tu imagen |
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|
dentro mi pecho grabada [4] |
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|
bien me abona; |
|
|
que esta imagen adorada |
|
|
nunca jamás me abandona. |
10 |
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|
Vive en mí, vivo por ella, |
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|
y no es pasión fugitiva |
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la que siento: |
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Vivirá mientras yo viva, |
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|
hasta el último momento. |
15 |
|
Piedra en invierno
(1)
I |
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|
Causa dolor el contemplar ahora |
|
|
este vergel: las flores se agostaron, |
|
|
ni aun resto queda de su breve vida. |
|
|
A los embates rudos |
|
|
del vendaval, de fuerza aterradora, |
5 |
|
|
los árboles quedaron |
|
|
de su pompa desnudos. |
|
|
Siente el alma pesares |
|
|
al ver mustias, revueltas con el lodo [5] |
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las hojas a millares: |
10 |
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No está lejos el día |
|
|
que fueron gala de la selva umbría. |
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|
¡Pasaron!... pasa todo. |
|
|
¡Ay de aquel hombre que en su suerte fía! |
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|
En medio a tal estrago |
15 |
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|
crece tan solo la atrevida yedra |
|
|
sobre la tosca piedra, |
|
|
o en derredor de corpulento tronco |
|
|
que le rinde el sustento, |
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|
impasible desprecia |
20 |
|
|
la ronca voz del indomable viento, |
|
|
que en los collados con furor arrecia.- |
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|
|
|
|
Causa dolor el contemplar ahora |
|
|
este vergel: el melodioso canto, |
|
|
dulzura indefinible, |
25 |
|
|
del ruiseñor sensible, |
|
|
no puebla ya los aires; que en su duelo, |
|
|
el ruiseñor, temiendo mil congojas, |
|
|
de estos sitios huyó con raudo vuelo, |
|
|
al caer de los árboles las hojas. |
30 |
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|
Así en el mundo, tras la excelsa pompa |
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|
del poderoso, los amigos van: |
|
|
Ellos son ruiseñores, |
|
|
pues sólo sus loores, [6] |
|
|
en tanto que duraren los favores, |
35 |
|
|
durarán. |
|
|
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|
|
II |
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|
Es la mañana, y a la luz escasa |
|
|
la niebla encubre con su espeso manto |
|
|
los montes y los valles, la laguna |
|
|
y el espacio infinito; |
40 |
|
|
y el hombre en su quebranto |
|
|
va por la tierra romo un ser maldito, |
|
|
¡qué penoso viaje! |
|
|
sin ver, sin oír más que el rudo grito |
|
|
del ánade salvaje. |
45 |
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|
Ya el sol ostenta su empañado disco; |
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|
era vapor la niebla; -todo pasa, |
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|
pasó también. Con perezosa mano |
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|
abre el pastor las puertas del aprisco, |
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|
seguido del alano |
50 |
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que al fiero lobo impuso, |
|
|
y al instante saliendo presurosos |
|
|
van los rebaños en tropel confuso.- |
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|
Bella es la tarde; empero otra mudanza |
|
|
sucede: espesa nube |
55 |
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|
que de occidente presurosa sube |
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|
con soberbia pujanza, [7] |
|
|
de nuevo oculta el cielo, |
|
|
robando luz al aterido suelo. |
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|
Llega la noche, ya por fin la lluvia |
60 |
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|
mas el tedio renueva, |
|
|
con recio estrépito a torrentes cae. |
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|
y en tanto el viento con furor la lleva. |
|
|
Y el viento en tanto con furor la trae. |
|
|
El viento silba con feroz empeño |
65 |
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|
las ventanas azota, |
|
|
y al hombre sirve de agradable arrullo |
|
|
tan constante murmullo, |
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|
y al fin concilia el deseado sueño.- |
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|
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Despunta el día: el apacible Piedra |
70 |
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de su lecho salió de extraño modo; |
|
|
pues que nada le arredra, |
|
|
mugiendo sin cesar, lo invade todo. |
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|
Aquellas aguas que al cristal semejan, |
|
|
turbias ahora, por do quier que pasan |
75 |
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|
impreso un rastro dejan; |
|
|
consigo arrastra en su veloz carrera |
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|
cuanto a ella resiste: |
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|
no hay cosa duradera |
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|
en este mundo. El río inexorable |
80 |
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(espectáculo triste) |
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con fuerza ilimitada [8] |
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|
troncos, peñascos lleva de contino |
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|
a la mar insondable, |
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|
por mil vientos contrarios agitada. |
85 |
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|
Esta mansión de singular belleza, |
|
|
donde todo fue amor, contento y vida |
|
|
en el estío, ahora convertida |
|
|
en mansión de tristeza, |
|
|
robándole la calma, |
90 |
|
|
toda idea feliz borra del alma. |
|
El peregrino
|
Solo en medio del desierto. |
|
|
Abandonado al destino, |
|
|
lento, lento el Peregrino |
|
|
camina a Jerusalén. |
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|
Descalzo va por la arena, |
5 |
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|
mientras que en su altiva frente |
|
|
los rayos de un sol ardiente |
|
|
debilitados se ven. |
|
|
|
|
|
Rendido por el cansancio |
|
|
y al pie de erguida palmera, |
10 |
|
|
con voz dulce y lastimera, [9] |
|
|
entona triste cantar. |
|
|
Mientras el austro iracundo |
|
|
entre las palmeras brama, |
|
|
canta Reinaldo a su dama, |
15 |
|
|
la de belleza sin par. |
|
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|
|
«¿Por qué mi implacable suerte |
|
|
»con tal empeño me acosa? |
|
|
»más me alejo de mi hermosa |
|
|
»a cada paso, ¡ay de mi! |
20 |
|
|
»Mas, que es vano el suspirar, |
|
|
»Laura, en mi desdicha alcanzo, |
|
|
»que estos suspiros que lanzo |
|
|
»no llegarán hasta ti. |
|
|
|
|
|
»Para el Peregrino, Laura, |
25 |
|
|
»No resta ningún consuelo: |
|
|
»¡En sa penoso desvelo |
|
|
»va de nación en nación!... |
|
|
»Y es muy horrible cruzar |
|
|
»siempre, de noche, de día, |
30 |
|
|
»do no halla una simpatía |
|
|
»nuestro pobre corazón. |
|
|
|
|
|
»Ese horizonte de fuego |
|
|
»Esa llanura sombría, |
|
|
»¿Qué son para el alma mía |
35 |
[10] |
|
»que muere de amor por ti?» |
|
|
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . |
|
|
|
|
|
»Mas ¡ay! miro donde el sol |
|
|
»Se hunde entre celajes rojos, |
|
|
»Y exclamo: ¡llorad, mis ojos; |
|
|
»Mi patria, Laura, está allí...!» |
40 |
|
Presentimiento
|
En mi sueño de reposo, |
|
|
excitando mi recelo, |
|
|
vi una sombra que en el cielo |
|
|
para siempre se ocultó. |
|
|
Bella sombra que adoraba, |
5 |
|
|
de mi dicha fiel emblema, |
|
|
inquietud horrible, extrema, |
|
|
a perderte me agitó. |
|
|
|
|
|
¡Ah! la idea me persigue |
|
|
de un futuro sufrimiento: |
10 |
|
|
reprimir en vano intento |
|
|
mi incesante frenesí.- |
|
|
Una lágrima suspensa |
|
|
de mis párpados se mira: [11] |
|
|
¡Ah! ¿por qué mi alma suspira? |
15 |
|
|
¿No era sombra lo que vi? |
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|
|
Aunque sea, no me es dado |
|
|
refrenar mi desvarío: |
|
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siento ¡oh cielos! un vacío, |
|
|
un temor, siniestro afán. |
20 |
|
|
Está escrito que mi vida, |
|
|
que animó celeste encanto, |
|
|
se consuma por el llanto |
|
|
que mis ojos verterán. |
|
La hija del proscripto
|
Cese, cese el sufrimiento |
|
|
tregua dando a mi martirio |
|
|
vuele mi mente en delirio |
|
|
hacia do impera la Cruz; |
|
|
hacia el país adorado |
5 |
|
|
donde recibiendo enojos, |
|
|
vieron mis débiles ojos |
|
|
por vez primera la luz. |
|
|
|
|
|
La deliciosa pradera |
|
|
ante mi vista contemplo, |
10 |
[12] |
|
y mi cabaña, y el templo, |
|
|
el bosque, el río también. |
|
|
¡Oh cuántas veces, oh cuántas, |
|
|
entre la turba sencilla, |
|
|
Leda, seguí por tu orilla, |
15 |
|
|
de mirto ornada mi sien! |
|
|
|
|
|
Bellas horas de mi infancia, |
|
|
de mi desdichada historia |
|
|
vuestra apacible memoria |
|
|
es el consuelo mejor. |
20 |
|
|
Mas ¡ah! no, no volveréis |
|
|
como os conocí en un día |
|
|
me falta ya, madre mía, |
|
|
tu tierno, acendrado amor. |
|
La fiesta de Baco
|
Ni rinde mis miembros la torpe fatiga, |
|
|
ni intento a mis goces un freno oponer: |
|
|
impura, impetuosa la danza prosiga, |
|
|
que el vino aun fermenta, me incita al placer. |
|
|
|
|
|
Dancemos.-Entone con gozo profundo |
5 |
|
|
de Baco los glorias enérgica voz, [13] |
|
|
y el eco recorra solícito el mundo, |
|
|
en alas llevado del viento veloz. |
|
|
|
|
|
Dejando las fieras en la ardua espesura, |
|
|
bajemos al llano con rápido pie: |
10 |
|
|
es breve el descenso.-La fértil llanura |
|
|
conmuévase toda, retiemble-¡evhoé! |
|
|
|
|
|
Un dique a un torrente alzarle es en vano, |
|
|
que al fin el torrente le arrastra en su pos: |
|
|
¡de Atenas a Eléusis ¡oh! muera el profano |
15 |
|
|
que osare oponerse al rito del dios!- |
|
|
|
|
|
Tendido en el suelo Licurgo yacía, |
|
|
vertiendo sus venas de sangre un raudal; |
|
|
y en medio de horrible, feroz vocería, |
|
|
lanzó el miserable suspiro mortal. |
20 |
|
|
|
|
|
Ya el sol ocultóse, ya el cielo sereno |
|
|
cerrado por sombras siniestras se ve: |
|
|
Antorchas nos guíen; corramos sin freno |
|
|
de Atenas a Eléusis: -io bache evhoe! [14] |
|
Sobre el lago
|
De un triste pasado |
|
|
la idea desecho; |
|
|
descansa en mi pecho. |
|
|
Ni temas, hermosa, |
|
|
del hado inconstante |
5 |
|
|
el crudo rigor. |
|
|
Murmura tan solo |
|
|
palabras de amor. |
|
|
|
|
|
Te adoro, decías; |
|
|
si indócil el viento |
10 |
|
|
tu flébil acento |
|
|
llevóse consigo, |
|
|
repite te adoro |
|
|
con férvida fe. |
|
|
¡Oh! mirame, Laura, |
15 |
|
|
postrado a tu pie. |
|
|
|
|
|
El aura suave |
|
|
veloz se desliza, |
|
|
indómita riza |
|
|
el onda apacible, |
20 |
|
|
por donde ligera |
|
|
la góndola va. [15] |
|
|
¡Contempla! En el lago |
|
|
tu imagen está. |
|
|
|
|
|
Descansa, querida; |
25 |
|
|
no turben del alma |
|
|
la célica calma |
|
|
ingratos recuerdos |
|
|
de duelos pasados, |
|
|
que no han de volver. |
30 |
|
|
¡Descansa en mis brazos, |
|
|
hermosa mujer! |
|
Fantasía
(2)
I |
|
|
|
|
|
En medio de selva umbría |
|
|
y de montañas cercada, |
|
|
se descubre la elevada |
|
|
aguja de una abadía. |
|
|
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . |
|
|
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . [16] |
|
|
Se hundió el sol en su horizonte, |
5 |
|
|
y de la campana el son |
|
|
con el toque de oración |
|
|
despierta el eco del monte. |
|
|
Y una nube |
|
|
Sube, y sube |
10 |
|
|
Desde el mar... [17] |
|
|
|
|
|
Y al fallar la luz del día |
|
|
en torno de la abadía |
|
|
gira y muge sin cesar. |
|
|
|
|
|
Y suenan voces y gritos |
15 |
|
|
cual de espíritus malditos... |
|
|
Pero el murmullo cesó. |
|
|
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . |
|
|
Y en el silencio, pausadas |
|
|
sonaron diez campanadas |
|
|
en el vecino reloj. |
20 |
|
|
|
|
II |
|
|
|
|
|
La luna brilla en el cielo |
|
|
y en las aguas se retrata, |
|
|
parece sierpe de plata |
|
|
el fugitivo arroyuelo. |
|
|
Sobre la yerta llanura |
25 |
|
|
lanza pálido fulgor |
|
|
la luna... y abre la flor |
|
|
su cáliz al aura pura. |
|
|
Pero el silencio pasó; |
|
|
que de súbito pausadas |
30 |
|
|
dieron once campanadas |
|
|
en el vecino reloj. [18] |
|
|
|
|
III |
|
|
|
|
|
La luna ya no brilla, y un impetuoso viento |
|
|
de la santa abadía los muros azotó, |
|
|
y retumbó de pronto allá en el firmamento |
35 |
|
|
un trueno que en los montes el eco repitió. |
|
|
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . |
|
|
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . |
|
|
Ya sobre la abadía se cierne lentamente |
|
|
un nubarrón negruzco que gira sin cesar, |
|
|
y en él suena un murmullo, cual de veloz corriente, |
|
|
que en rápido descenso se precipita al mar. |
40 |
|
|
|
|
|
Cabalgan en la nube espíritus malignos |
|
|
que lanzan carcajadas con infernal desdén, |
|
|
batiendo van sus alas, trazando extraños signos, |
|
|
y exclaman: -«La abadía, nuestra será también.» |
|
|
|
|
IV |
|
|
|
|
|
Satán con audacia fiera |
45 |
|
|
vuela a la roja montaña, |
|
|
y ardiendo en ira y en saña |
|
|
prorrumpe de esta manera: |
|
|
|
|
SATÁN |
|
|
Esta es la hora, la escrita, |
|
|
de acabar con tu inocencia: |
50 |
[19] |
|
no haya piedad, no clemencia |
|
|
para esta raza maldita. |
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Sus beldades peregrinas |
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causaron su destrucción: |
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ya las ciudades ¿qué son? |
55 |
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-Tan sólo un montón de ruinas.- |
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Mas en la abadía insana |
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con viva solicitud |
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aun se acata la virtud. |
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¡Que no suceda mañana! |
60 |
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VOZ DEL ESPÍRITU DE LA MONTAÑA |
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La hora llegó por fin: |
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esta es la hora, Satán, |
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que invoqué con tanto afán |
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desde el crimen de Caín. |
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SATÁN |
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¡Espíritu! aquí se encierra |
65 |
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el varón que sirve a Dios... |
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Caigamos sobre él los dos |
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y es nuestra toda la tierra. |
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No ceda nuestra porfía... |
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. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . |
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|
¡Mira los genios cual danzan |
70 |
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en la nube, y se abalanzan |
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sobre la santa abadía!... [20] |
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VOZ DEL ESPÍRITU DE LA MONTAÑA |
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Confiado el varón, ignora |
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la trama que urdida está... |
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Si, nuestro, al salir la aurora, |
75 |
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El orbe entero será... |
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. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . |
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. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . |
|
|
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . |
|
|
Y un enorme peñasco, lanzándose violento, |
|
|
voló hacia la abadía, morada de la fe. |
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|
Mas una cruz radiante brilló en el firmamento, |
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|
y una mujer hermosa mirabase a su pie. |
80 |
|
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Se disipó cual humo la nube de repente, |
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|
la peña dentro un lago con ímpetu cayó, |
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|
las aguas conmovidas calmaron lentamente... |
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|
Y al punto resonaron las doce en el reloj. |
|
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. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . |
|
|
|
|
V |
|
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|
De entonces entre reflejos |
85 |
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se vía de débil luz |
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a media noche la cruz, |
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|
¡y cada noche más lejos! |
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Y en la montaña, en el lago, [21] |
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Alzabase con porfía |
90 |
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un murmullo sordo y vago, |
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|
que lento desparecía. |
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|
Y una voz aterradora |
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que pregonaba venganza: |
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-¡Ya volverá nuestra hora |
95 |
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no perdamos la esperanza!- |
|
A Flérida
|
La verdadera expresión |
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|
de mi amor o frenesí |
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aquestas estancias son: |
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dictólas mi corazón |
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absorto, Flérida, en ti. |
5 |
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Lee pues; mas si el desdén |
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asoma a tu labio... ¡ah! no, |
|
|
¡que nunca lo sepa yo! |
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que es triste llorar un bien, |
|
|
que como el humo pasó. |
10 |
|
|
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|
Empero si a su lectura |
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|
se pintase el interés |
|
|
en tu faz lánguida y pura, [22] |
|
|
¡Oh! sepa yo mi ventura, |
|
|
para arrojarme a tus pies. |
15 |
|
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|
|
Para decirte extasiado: |
|
|
trocarse mi suerte quiso. |
|
|
¡Sólo por ti y a tu lado |
|
|
el alma mía ha pasado |
|
|
de un infierno a un paraíso! |
20 |
|
La pobre loca
I |
|
|
|
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Las doce -esta es la hora, |
|
|
pronto quizá |
|
|
el que mi pecho adora, |
|
|
pronto vendrá. |
|
|
Él con voz muy sentida |
5 |
|
|
me dijo: -ve, |
|
|
de, la cruz derruida |
|
|
me aguarda al pie. |
|
|
Las doce -esta es la hora, |
|
|
pronto quizá |
10 |
|
|
el que mi pecho adora, |
|
|
pronto vendrá. [23] |
|
|
De Febe desaparece |
|
|
el resplandor, |
|
|
la brisa ya no mece |
15 |
|
|
la esbelta flor. |
|
|
Del silencio es la hora: |
|
|
Sí, pronto ya |
|
|
el que mi pecho adora, |
|
|
pronto vendrá. |
20 |
|
|
Asoma ya la luna: |
|
|
fúnebre son, |
|
|
marca el reloj la una: |
|
|
¿no fue ilusión? |
|
|
¡Ah ya pasó la hora; |
25 |
|
|
mas... si vendrá: |
|
|
el que mi pecho adora, |
|
|
no faltará. |
|
|
|
|
II |
|
|
|
|
|
Ya las tres han sonado |
|
|
en el reloj: |
30 |
|
|
no verás a tu amado, |
|
|
Elvira, no. |
|
|
La sonrosada aurora |
|
|
despunta ya; |
35 |
|
|
el que mi pecho adora |
|
|
no, ¡no vendrá! [24] |
|
Olvido
|
Adiós, mujer: si un tiempo asaz rendido |
|
|
tu esclavo fuí, tu imperio hoy caducó. |
|
|
Adiós, mujer: hoy, la palabra olvido |
|
|
pronunciaré, que otra palabra no. |
|
|
|
|
|
Quiero borrar con ánimo inclemente |
5 |
|
|
del corazón tu imagen que adoré: |
|
|
Quiero borrar de mi angustiada mente |
|
|
Toda señal de mi extinguida fe. |
|
|
|
|
|
Lento a mi vez, guiado del destino, |
|
|
con mi dolor, que en breve pasará, |
10 |
|
|
lento a mi vez proseguiré el camino |
|
|
buscando el bien, la dicha más allá. |
|
|
|
|
|
Hombre nací, no volveré angustiado |
|
|
la vista atrás, no humillaré mi ser. |
|
|
Hombre nací, no cuento lo pasado: |
15 |
|
|
por siempre adiós, adiós, bella mujer. [25] |
|
A Flérida
|
Ven a mis brazos: de mi suerte airada |
|
|
yo la aspereza olvidaré y desdén; |
|
|
ven a mis brazos, a mis brazos ven; |
|
|
que yo descanse, Flérida adorada, |
|
|
sobre tu seno mi ardorosa sien. |
5 |
|
|
|
|
|
No anhela el ciervo, que la vira siente, |
|
|
la cristalina y solitaria fuente |
|
|
que en la espesura ocultase quizá, |
|
|
como yo anhelo verme a ti presente: |
|
|
cifrada en ello mi ventura está. |
10 |
|
|
|
|
|
Ven a mis brazos: de mi suerte impía |
|
|
yo la aspereza olvidaré y rigor. |
|
|
Pues solo en ti mi corazón confía; |
|
|
que yo te estreche contra el alma mía, |
|
|
único objeto de mi ardiente amor. [26] |
15 |
|
Un sueño
A...
|
And mingled into one. |
|
(Th. Moore.) |
|
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . |
|
|
Me encontré en una enramada... |
|
|
Y besaba yo tu frente, |
|
|
mientras tú en mí reclinada |
|
|
sonreías dulcemente. |
|
|
|
|
|
¡Ay! yo vi en mi desvarío |
5 |
|
|
y dulce fascinación, |
|
|
que puso amor junto al mío |
|
|
tu inocente corazón, |
|
|
|
|
|
Y en un mundo de ilusiones |
|
|
gozábamos de consuno... |
10 |
|
|
¡Y nuestros dos corazones |
|
|
se convirtieron en uno! |
|
|
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . |
|
|
¡Ay! En mi felicidad |
|
|
vía un porvenir risueño. |
|
|
¿Por qué con su adusto ceño |
15 |
|
|
vino la realidad? |
|
|
¿Por qué desperté del sueño? [27] |
|
El genio
A Ole B. Bull
|
En medio de aplausos, que el vulgo extasiado |
|
|
me rinde y tributa con férvido ardor, |
|
|
recorro la tierra, de gloria cercado, |
|
|
que el mundo es mi patria-la gloria mi amor. |
|
|
|
|
|
El mundo es mi imperio-un trono conquisto |
5 |
|
|
do quiera en el mundo; jamás tal se vio: |
|
|
en éxtasis grato, cien pueblos he visto |
|
|
rendirse a mis plantas -que un genio soy yo. |
|
|
|
|
|
Por grandes palacios avanzo sin guía, |
|
|
los reyes me aclaman, me envidian también, |
10 |
|
|
que con nuevas hojas se ve cada día |
|
|
esta áurea corona que tiñe mi sien. |
|
|
|
|
|
Lo grande, sublime, eleva mi mente |
|
|
a excelsas regiones -quizá a su pesar |
|
|
la idea que me inspira, el vulgo la siente; |
15 |
|
|
empero, me sigue; que en vano es luchar. |
|
|
|
|
|
Yo a mis cuerdas sé arrancarles |
|
|
los dulcísimos acentos, |
|
|
los gemidos, los lamentos: [28] |
|
|
ecos ¡ay! de una pasión. |
20 |
|
|
Yo conmuevo tristemente, |
|
|
por más que el dolor se agrave: |
|
|
que en mi mano está la llave |
|
|
del sensible corazón. |
|
|
|
|
|
Yo recuerdo al desdichado (3) |
25 |
|
|
el silencio de la tumba; |
|
|
imito el aire que zumba |
|
|
con monótono compás. |
|
|
al venturoso, recuerdo |
|
|
el bullicio de una orgía, |
30 |
|
|
bien falaz, ventura impía |
|
|
que pasa y no vuelve más. |
|
|
|
|
|
Describo con vivos rasgos |
|
|
la tempestad cuando muge, |
|
|
el árbol que a impulsos cruje |
35 |
|
|
del Simún asolador, |
|
|
y el misterio de la noche, |
|
|
la salida de la aurora, |
|
|
y la voz dulce y sonora |
|
|
del amante ruiseñor. |
40 |
[29] |
|
|
|
|
Si es sueño la vida, mi sueño es de gloria, |
|
|
mi dicha es inmensa. -Sigamos ¡ah! sí.- |
|
|
Después de mi muerte, que escriba la historia |
|
|
en página de oro mi nombre, quién fuí. |
|
|
|
|
|
El genio no muere -vil barro, a la tierra |
45 |
|
|
de donde ha salido, por fin volverá: |
|
|
el genio no muere, ni el tiempo lo aterra: |
|
|
mi nombre por siempre cual hoy vivirá! |
|
La melancolía
A don Joaquín Espalter y Rull.
|
La que en un tiempo admiración y envidia |
|
|
del mundo fue por su belleza insigne, |
|
|
¡Cuya sonrisa codiciaron tantos! |
|
|
La joven pura a cuya voz mil pechos |
|
|
de amor latieron; la que en regio trono |
5 |
|
|
quiso la suerte colocar cien veces, |
|
|
miradla allí: -desnuda de sus galas |
|
|
lenta camina a la almenada torre, |
|
|
sobre su pecho su cabeza cae; |
|
|
sus bellas, rubias, delicadas trenzas |
10 |
|
|
sobre sus hombros ondular contemplo; [30] |
|
|
lleva en la mano un libro: ¡cuán distante |
|
|
su mente está de lo que el libro encierra! |
|
|
Por espacioso corredor dirige |
|
|
su incierta planta; empero la cuitada |
15 |
|
|
ignora dónde está.- |
|
|
Triste, abatida |
|
|
se sienta en una gótica ventana, |
|
|
siempre en sus manos el cerrado libro, |
|
|
siempre caída su cabeza hermosa. |
20 |
|
|
Tiende de pronto en derredor su vista |
|
|
a la llanura, al bosque, al cielo, al río, |
|
|
dulces objetos que en mejores días |
|
|
su corazón llenaban de entusiasmo, |
|
|
hoy sólo sirven a aumentar su pena. |
25 |
|
|
De lo profundo de su pecho arranca |
|
|
tenue suspiro que reprime en vano. |
|
|
Lee el libro; mas ¡ay! nada recuerda |
|
|
de cuanto en él leyó. -De nuevo en torno |
|
|
su mirada pasea, y va de nuevo |
30 |
|
|
a suspirar, ¡y su cabeza cae! |
|
|
¿Por qué esta niña del dolor es presa? |
|
|
¿Por qué vencida del pesar horrendo |
|
|
a su implacable suerte se abandona, |
|
|
como la palma que en la ardiente Libia |
35 |
|
|
se abate al soplo del Simun furioso? |
|
|
Es un secreto. -En tanto opacas nubes |
|
|
tempestuosas, rápidas empañan [31] |
|
|
el limpio azul del claro firmamento; |
|
|
las nubes son de la tristeza imagen: |
40 |
|
|
inmensas sombras la llanura envuelven, |
|
|
leve celaje entre las nubes brilla |
|
|
con esplendor, mas desparece al punto; |
|
|
esa la imagen es de la esperanza |
|
|
que nace y muere: |
45 |
|
|
-La infeliz cuitada |
|
|
siente en su pecho el bien de este tesoro |
|
|
que sólo pierde el hombre con la vida; |
|
|
Mas ¡ay! cuán breve es este bien. -¡La nube, |
|
|
que cierra impía el mágico celaje, |
50 |
|
|
Sume en tinieblas otra vez el alma! |
|
La Sacra Familia
|
Estrecha en amante lazo, |
|
|
O Virgen pura y clemente, |
|
|
al Hijo de un Dios potente |
|
|
que en tu púdico regazo |
|
|
se reclina dulcemente. |
5 |
|
|
|
|
|
No, no ceses de admirar |
|
|
su belleza peregrina, |
|
|
porque día ha de llegar [32] |
|
|
en que implacable el pesar |
|
|
destruya su faz divina. |
10 |
|
|
|
|
|
Sí; -por un pueblo obcecado |
|
|
en día menos propicio |
|
|
tú le verás arrastrado |
|
|
como si fuera un malvado, |
|
|
hacia el lugar del suplicio. |
15 |
|
|
|
|
|
En premio de sus razones |
|
|
que difundiendo la luz |
|
|
darán vida a las naciones, |
|
|
le verás en una cruz |
|
|
cual reo, entre dos ladrones. |
20 |
|
|
|
|
|
Entonces tu corazón |
|
|
en incesante agonía |
|
|
batallará noche y día: |
|
|
cruel será tu aflicción, |
|
|
porque eres madre, María. |
25 |
|
|
|
|
|
¡Oh! no ceses de admirar |
|
|
del Niño Dios la hermosura |
|
|
no te entregues al pesar, |
|
|
no quieras acelerar, |
|
|
¡María! tu desventura. |
30 |
[33] |
|
|
|
|
Al cordero con amor |
|
|
dirige también tus ojos, |
|
|
y a San Juan, el precursor, |
|
|
que a los pies del Redentor |
|
|
está postrado de hinojos. |
35 |
|
La bacante
I |
|
|
Radiante el sol vertiendo luz y vida |
|
|
va por la tierra, la enramada amena |
|
|
con su frescura a descansar convida. |
|
|
Allí dulce resuena |
|
|
del ruiseñor el melodioso canto: |
5 |
|
|
y a tan suave arrullo, |
|
|
se mezcla en la enramada, |
|
|
del arroyuelo el plácido murmullo, |
|
|
y el lejano rumor de una cascada. |
|
|
|
|
|
Voces y gritos turban el sosiego |
10 |
|
|
y reposo del campo, en la espesura |
|
|
con insolencia impura; |
|
|
y con ímpetu ciego |
|
|
viviendo en la esperanza, |
|
|
alegre tropa bulliciosa danza. |
15 |
[34] |
|
|
|
|
En torno de una estatua del Dios Baco |
|
|
rueda la danza torpe y licenciosa: |
|
|
uno la copa empina con locura, |
|
|
sus heces luego apura; |
|
|
otro los labios besa de una hermosa |
20 |
|
|
hacia su seno con vigor la atrae, |
|
|
hasta que al suelo sin aliento cae. |
|
|
|
|
|
Estos, sátiros son, que solo viven |
|
|
para gozar de efímeros placeres: |
|
|
Bacantes se apellidan sus mujeres. |
25 |
|
|
|
|
II |
|
|
|
|
|
Huyendo del bullicio, en busca de la sombra |
|
|
una mujer se ve: |
|
|
por desigual sendero, que cubre verde alfombra, |
|
|
dirige el breve pie. |
|
|
|
|
|
Absorta esta su mente, en un pasado goce |
30 |
|
|
que no ha de volver; |
|
|
mas eso ¿qué le importa? Los duelos no conoce, |
|
|
nació para el placer. |
|
|
|
|
|
Hermosa es la bacante; el sátiro atrevido |
|
|
cien veces la admiró: |
35 |
|
|
mujer de tal belleza, quizás, haya existido; |
|
|
mas voluptuosa -no. |
|
|
|
|
|
Conserva siempre intactas las dulces ilusiones |
|
|
que concibió una vez; |
|
|
y ella es robusta, es fuerte, de bellas proporciones, |
40 |
|
|
y de morena tez. |
|
|
|
|
|
Brillantes son sus ojos, el fuego en ellos brilla |
|
|
de lúbrica pasión: |
|
|
convulso tiene el labio, fogosa la mejilla; |
|
|
sus trenzas negras son. |
45 |
|
|
|
|
|
Adorna su cabeza de yedra una corona; |
|
|
y en tanto con gentil, |
|
|
con desdeñosa gracia, su túnica abandona |
|
|
que cae en pliegues mil. |
|
|
|
|
|
Al suelo lanza el címbalo, sonríe, y en el suelo |
50 |
|
|
se sienta con afán; |
|
|
y goza en ver las aguas del límpido arroyuelo, |
|
|
que presurosas van. |
|
|
|
|
|
Sonríe, -y de sus hombros caerse lentamente |
|
|
la túnica se ve; |
55 |
[36] |
|
y ostenta sin rebozo su seno alto, turgente, |
|
|
su delicado pie. |
|
|
|
|
|
Su diestra apoya en roca, con la izquierda levanta |
|
|
el cándido cendal, |
|
|
y al punto ella sumerge su vigorosa planta |
60 |
|
|
del agua en el cristal... |
|
|
|
|
|
Sonríe, ¡Oh! siempre el gozo pintado en su semblante, |
|
|
lo mismo es hoy que ayer: |
|
|
Los duelos no conoce; la lúbrica bacante |
|
|
nació para el placer.- |
65 |
|
A Conchita
En un álbum
|
-Dime, ¿qué quieres, Conchita? |
|
|
¿Pronto, di? |
|
|
¿Alguna cosa bonita? |
|
|
-Eso sí. |
|
|
|
|
|
-Mas, ¿qué te diré? Lo ignoro, |
5 |
|
|
No lo sé. |
|
|
¿Quieres que diga «te adoro»? |
|
|
Lo diré. [37] |
|
|
|
|
|
Basta ya, mal que me pese. |
|
|
-¿Temes? -¡Ah! |
10 |
|
|
¿Y si estos versos leyese |
|
|
tu mamá? |
|
|
|
|
|
Esta confesión escrita |
|
|
quiero yo |
|
|
Borrarla, bella Conchita. |
15 |
|
|
-Eso no. |
|
Inquietud
Soneto
|
Viene del día en pos la noche oscura, |
|
|
truécase en duelo el juvenil contento, |
|
|
la suerte es varia, a un dulce pensamiento |
|
|
un pensamiento sigue de amargura. |
|
|
|
|
|
Fuí ayer dichoso, empero hoy la ventura |
5 |
|
|
huye de mi con malhadado intento; |
|
|
que este dolor que dentro el alma siento |
|
|
calmarlo en vano la razón procura. |
|
|
|
|
|
Tú sola puedes, adorada mía, |
|
|
de mi ferviente amor en desagravio |
10 |
|
|
apaciguar estériles enojos [38] |
|
|
|
|
|
que al alma abruman con tenaz porfía; |
|
|
¡salga un acento de tu puro labio! |
|
|
¡Vuelve hacia mí tus encantados ojos! |
|
A la muerte del Excmo. Sr. Marqués de Gerona
Soneto
|
«Descubro un porvenir: con noble intento |
|
|
»lo alcanzaré, dijiste: ¡patria mía! |
|
|
»para servirte de piloto y guía |
|
|
»no me falta saber, me sobra aliento.» |
|
|
|
|
|
Y España te admiró en el Parlamento |
5 |
|
|
cuando en aciago, tormentoso día, |
|
|
de allí alejaste la discordia impía |
|
|
con tu suave irresistible acento. |
|
|
|
|
|
Todo pasó: la muerte despiadada, |
|
|
con rostro horrible y expresión aviesa, |
10 |
|
|
en tu carrera te detuvo, osada: |
|
|
|
|
|
«En vano luchas: eres ya mi presa, |
|
|
gritó: el lindero es este de la nada;» |
|
|
Y sin piedad te sepultó en la huesa. |
|