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1

Cf. Macedonio Fernández, Museo de la novela de la eterna, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1967.

 

2

Cf. Jacques Derrida, L'écriture et la différence, París, Seuil, 1969.

 

3

La edición que se ha manejado es la primera, Buenos Aires, Editorial Claridad, 1926.

 

4

Una posible teoría de la lectura podría articularse sobre la existencia empírica de tres niveles, fácilmente reconocibles: literal, indicial y crítico. Tres tipos de acercamiento vividos quizás como separados y que habría que tender a unir. Esta unión no podría entenderse sino a partir del «efecto» que cada nivel produce; el primero es de «inconsciente» en la medida en que por su intermedio se establecería una relación directa con la escritura, lo que estaría creando un campo de recepción no mediatizado (relativamente, por cierto, más bien, obstruido) por «sistemas». El segundo es de «preconsciente» en cuanto se percibirían ciertas «formaciones» intermedias, necesitadas de ser pensadas en niveles superiores; el tercero es de «consciente» en cuanto se percibiría el proceso de producción entero y su relación con un inconsciente productivo. Cf. Jean Joseph Goux, «La réduction du matériel», en Economie et Symbolique, París, Seuil, 1973.

 

5

Cf. Noé Jitrik, «Forma y significación en El matadero», en El fuego de la especie, Buenos Aires, Siglo XXI, 1972. Echeverría ilustra el mencionado intento de traducción: «Y aquí sería menester la paleta del pintor para describir esta escena».

 

6

Cf. Oscar Massota, «La plancha de metal», en Sexo y traición en la obra de Roberto Arlt, Buenos Aires, Jorge Álvarez Editor, 1962.

 

7

Cf. Claude Brémond, «La logique des possibles narratifs», en Communications, núm. 8, París, 1965.

 

8

Cf. Erich Auerbach, Mimesis, México, F. C. E., 1949.

 

9

El cursus no quita a los trabajos su carácter de robo, del que es siempre víctima el que trabaja, que, por añadidura, es un menor. Esto permite evocar un telón de fondo extratextual, a saber la reglamentación del trabajo de mujeres y menores a cargo de los parlamentarios socialistas y mediante la cual se intentaba paliar lo que de todos modos ya no se podía evitar; por detrás, se puede escuchar la queja reformista que supone que el trabajo robado no puede impedirse pero deben atenuarse sus efectos hasta donde se pueda.

 

10

Imposible dejar de tener en cuenta las asociaciones que propuso Josefina Ludmer (Curso de literatura iberoamericana, Buenos Aires, Tekne, 1973): el zapatero, cojo, inicia al robo en general y su discurso precede el robo I; en el discurso previo a II, hay un Rengo que se «crio entre las patas de los caballos», lo cual recuerda que el Cojo tenía el «pi- redondo como casco de mula». Además, si la zapatería (como amasijo literario) inicia al robo, en la estancia del ingeniero (con anaqueles llenos de libros) hay una iniciación a la vida y al trabajo. Por último, si Astier «se devora las entregas» (de los folletines prestados por el Cojo), en la inminencia de su otra iniciación «entrega» (delata), con lo cual se cierra un ciclo caracterizado por un caminar anómalo (cojera) y se abre un nuevo camino (al Sur, a trabajar).