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Para explicar esta gesticulación inclusivista realizada por Lugones, podemos recordar las conclusiones de Delgado sobre las primeras publicaciones literarias porteñas, entre las que se encuentra La Montaña. La autora señala que, en contraposición a lo señalado por Bourdieu para el caso parisino, en el ámbito local primó un «liberalismo» que auspiciaba un espíritu de fraternidad entre las distintas tendencias estéticas. Ese espíritu alcanza su concretización más sistemática y duradera en la revista Nosotros (1907-1943), cuyo propósito será definido retrospectivamente por uno de sus fundadores, Roberto Giusti, como «la promesa de unir y no dividir» (Delgado, V. 2010, 125).

 

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El primer número de La Montaña aparece el 1.º de abril de 1897 y el último, el 15 de septiembre del mismo año. Se compone de 12 entregas en formato tabloide, fechadas según el calendario de la Revolución Francesa. La publicación es dividida en distintas secciones: «Estudios sociológicos» difunde artículos sobre cuestiones doctrinarias del socialismo, «Actualidad» expone la dudosa moral de las figuras de la elite política argentina y tiende lazos con el movimiento socialista internacional, y «Arte, Filosofía y Variedades» está dedicada a publicitar la nueva literatura hispanoamericana y europea (sobre todo francesa), así como a reflexionar sobre el vínculo entre arte y política.

 

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La reseña al primer número que escribe Centore, ese joven que toma partido a favor del «poeta socialista» frente al «poeta burgués», ofrece una prueba de que al menos algunos de sus contemporáneos comprendieron la propuesta de La Montaña como una misión revolucionaria de carácter estético-política. Bajo el significativo título de «Sobre arte y socialismo», declara Centore: «Es ésta toda una hermosa publicación dentro del Arte y del Socialismo. Está escrita con brava franqueza -acaso demasiado brava- como debe escribirse para el pueblo» (La Montaña. N.º 3, 1/5/1897, 70).

 

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La combinación, que realiza la firma, de la imagen de Víctor Hugo como poeta-faro y de Juan Manuel de Rosas como justiciero siguiere la justicia estético-política que por entonces busca el joven Lugones. Sobre Rosas (apellido que entonces solía escribirse con «z»), cabe recordar la referencia en su polémico «Saludo. A S. A. Luís de Saboya». Luego de formular una serie de insidiosas aclaraciones al duque para que éste conozca realmente la Argentina, sostiene el joven poeta: «En este país, Señor, han existido dos genios: Domingo Faustino Sarmiento y Juan Manuel de Rozas. Del segundo dirán que fue un bárbaro tirano. Yo sólo puedo aseguraros que se parecía mucho a aquel rey don Pedro, llamado por unos el Cruel y por otros el Justiciero» (Lugones h. 1963 [1896], 36; destacado en el texto).

 

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Existen contados estudios críticos sobre la publicación de Ingenieros y Lugones. En cuanto a la configuración ideológica, el periódico había sido inscripto en el anarquismo por Croce (1995), mientras que Tarcus ha mostrado -en un análisis que seguimos aquí- la inscripción de la publicación en un «socialismo revolucionario» que guarda importantes puntos en común con el anarquismo y que entre 1880 y 1890 estuvo liderado por el obrero tipógrafo parisino Jean Allemane (Tarcus H. 2007, 416-424).

 

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En una relación crítica con la doctrina de Marx, Justo asumió que en la Argentina debía construirse un movimiento socialista que tenía la ventaja de entrar tarde en la modernización capitalista y la peculiaridad de desarrollarse en un medio en el que aún estaba en expansión la frontera agraria, y con ella las fuerzas productivas. Este diagnóstico permitió a Justo reivindicar la historia argentina liberal y trazar una estrategia socialista local, centrada en la educación de los trabajadores, el cooperativismo y las conquistas parlamentarias como vías para ampliar la democracia y lograr el socialismo (Aricó J. 1981).

 

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Esta nota sobre el mitin internacional del día del trabajador pone en juego los vínculos y tensiones del periódico, y en especial del poeta, con el anarquismo y el socialismo. Pues la decisión de festejar el 1.º de mayo implica una determinada posición en el campo de izquierda de la época, que es también un elemento más para filiar la revista al socialismo. En efecto, los anarquistas, rechazando la significación dispuesta por la Segunda Internacional, disputan a los socialistas la identificación del 1.º de mayo con una jornada de lucha y duelo: «Martirio y sacrificio, dolor y llanto, rebelión y lucha, eran conceptos usados reiteradamente por los anarquistas para calificar el 1.º de mayo, otorgándole a la jornada un sentido eminentemente combativo y un carácter trágico y antifestivo» (Suriano, J. 2004, 320-321).

 

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Esta revista, publicada entre 1894 y 1898 en Montevideo por José E. Rodó, Pérez Petit y los hermanos D. y C. Martínez Gil, declaraba, dentro de sus objetivos principales, «unir en un esfuerzo común las fuerzas vivas de la intelectualidad uruguaya y laborar el santo propósito de poner las bases de fraternidad americana, de establecer por medio de la literatura vínculos de unión entre nuestras jóvenes repúblicas» (citado en Zannetti S. 1994, 18).

 

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Otras reseñas de obras teatrales «socialistas» que explicitan el juicio propuesto por la revista son: «Arte social. Gabriel Borkmann» de H. Vallor (La Montaña. N.º 10, 15/08/1897, 234-236) y «Arte socialista. Más allá de las fuerzas humanas» de N. Bona (La Montaña. N.º 11, 01/09/1897, 161-163).

 

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Precisamente esta defensa irrestricta de la libertad individual ha sido identificada por Olalla como el vector con el que Lugones articula sus dos preocupaciones de La Montaña, esto es, la caracterización que realiza de la eticidad burguesa y la moralidad ligada a la creación artística (Olalla, M. 2006, 171).