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El artículo es publicado por primera vez en enero de 1907 en La lectura. Revista de Ciencias y Arte de Madrid. Respecto del intento de publicarlo en Buenos Aires, Ricardo Sáenz Hayes escribe a Ugarte en 1907: «[...] me ha cautivado su estudio «Las razones del arte social». Su pluma es vigorosa, sus argumentos irrefutables y la forma que emplea como vehículo de sus ideas, es diáfana, cristalina, bella. Ese artículo tiene que ser reeditado en Buenos Aires. [...] Mi deseo fue hacer reproducir su artículo en La Nación, no he podido; los señores que moran en esa casa son fanáticos del arte por el arte» (Swiderski, G. 1999, 20-21). Sobre el «arte social» propuesto por Ugarte, Merbilhaá (2008) ha mostrado que guarda importantes filiaciones con el «naturismo» que difunde en París, entre otros, el joven poeta y amigo de Ugarte, Saint-Georges de Bouhlier.

 

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El intento de evitar la canonización de la versión del modernismo propuesta por Darío es resumido unas líneas más abajo por el mismo Ugarte: «Más que una flamante modalidad literaria es, pues, el arte social una reacción contra las desviaciones de los últimos tiempos, una vuelta hacia la normalidad y una tentativa para dignificar de nuevo la misión del escritor, que no debe ser un clown o un equilibrista encargado de cosquillear la curiosidad o de sacudir los nervios enfermos de los poderosos, sino un maestro encargado de desplegar bandera, abrir rumbo, erigirse en guía y llevar a las multitudes hacia la altísima belleza que se confunde en los límites con la verdad. Porque ya hemos tenido oportunidad de decir que la verdad es belleza en acción y que las excelencias de la forma sólo alcanzan la pátina de eternidad cuando han sido puestas al servicio de una superioridad moral indiscutible» (Ugarte, M. 1908, 144).

 

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En un documentado e inteligente análisis, Ehrlich (2006/2007) ha registrado las tensiones del joven Ugarte con el PS y ha propuesto como fuente de ese conflicto la rivalidad entre la autoridad del partido y la del escritor, rivalidad que nosotros también encontramos entre el socialismo de Justo y el revolucionario de Lugones. Por su parte, Prislei propone enmarcar los vínculos de Ugarte con la intelectualidad y el socialismo en una red «tendiente a incorporar a los jóvenes, orientándolos en su formación intelectual y en los modos de vincularse a los sectores sociales que nutrirían las filas del socialismo argentino» (Prislei, L. 1999, 339). En las puntas de esta red se encontrarían Alfredo Palacios y el mismo Ugarte, a quien el compromiso con el socialismo no le impide intentar relaciones de sociabilidad con todo el arco intelectual argentino.

 

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Como muestra Rama (1985), esta representación aristocrática del artista oculta la operación democratizante que, en niveles concretos, realiza el modernismo. Pues, al desligarse la consagración del artista de su pertenencia a la elite socioeconómica, para los nuevos sectores medios comienza a ser posible ocupar un lugar destacado en el ámbito cultural.

 

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Por su parte, Ingenieros se aleja de esa disyuntiva en tanto, recibido de médico a comienzos de siglo, elige no ligar su figura intelectual a la del artista: al igual que Lugones, reconoce en la elite gobernante a su nuevo interlocutor -con la que mantiene hasta 1913 estrechos lazos-, pero, a diferencia del poeta, se vale del altamente reconocido saber científico para legitimar su inscripción en la elite intelectual.