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41-3. Hay actualmente un pueblo así llamado, que pertenece a la provincia de Madrid (partido de Alcalá de Henares). Lleva el nombre de «Daganzo de Arriba». Tenía 677 habitantes según el Censo de 1910. En el Nomenclátor formado e impreso en 1789 de orden del Conde de Floridablanca, figuran: «Daganzo de Arriba», en el partido de Guadalajara, y «Daganzo de Abajo», en la provincia de Toledo, partido de Alcalá. Es lo probable que sea «Daganzo de Abajo» el pueblo a que se refiere el entremés cervantino. Daganzo de Abajo, según Madoz, confinaba por el Norte con Daganzo de Arriba, y llevaba también el nombre de Daganzuelo. En ambos pueblos la principal cosecha era de trigo. Hoy Daganzo de Abajo ha desaparecido. Constaba, sin embargo, en el mapa de D. Tomás López (1768), donde no figuraba «Daganzo de Arriba». (N. del E.)1.1

 

1.1

[El aparato crítico del original aparece en Ocho comedias, y ocho entremeses nueuos, nunca representados, edición de R. Schevill y A. Bonilla, Madrid, Imprenta de Bernardo Rodríguez, 1918, páginas 193 a 205 (N. del E.)]

 

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El texto: «Bachilier». (N. del E.)

 

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41-10. El maestro Correas trae estos refranes: «Echaldo a doce, y nunca se venda (lo que Echémoslo a doce).» «Echarlo a doce, y nunca se muela.» También figura el refrán con la forma: «Echémoslo a doce, siquiera nunca se venda», entre los atribuidos al Marqués de Santillana (de los cuales hay edición anterior a 1508). El Comendador Hernán Núñez lo trae en esta forma: «Echémoslo a doce, y nunca se venda.» Asimismo consta el dicho en el Entremés de los refranes. En la segunda parte de Guzmán de Alfarache, por Mateo Luján (III, 11), se lee: «eran boquirubios, hijos de vecino, que les parecía que todo su Dios era echallo a diez; gastaban con ánimo.» Cervantes lo menciona en el Quixote (I, 25; en la parte II, cap. LXIX, dice: «echarlo todo a trece, aunque no se venda») y en Rinconete y Cortadillo. Véanse también el libro del Dr. Carlos García La oposicion y conivncion de los dos grandes lvminares de la Tierra (Paris, 1617; cap. IX), donde habla de «aquel desesperarse y echarlo todo a doce»; el auto La serrana de Plasencia, del maestro Valdivielso (escena XII; Biblioteca de Autores Españoles, tomo LVIII, pág. 252), y el tomo XV del Memorial Histórico Español, pág. 139. El origen histórico de la frase permanece ignorado. Respecto de su interpretación, dijo Seijas, en su comentario al Cuento de cuentos, de Quevedo, que «echarlo a doce» «vendrá de los tratos de mercaderes», y significa «meter a bulla alguna cosa para que se confunda y no se hable más de ella», interpretación que han hallado muy de su gusto modernos eruditos. En realidad, a Seijas le sirvió de base el Diccionario de Autoridades (vocablo Doce), lo mismo que a Clemencín, cuando, al anotar el referido lugar del Quixote (I, 25), advierte que la expresión citada «úsase en ocasiones de enojo y despecho, cuando se quiere atropellarlo todo y meterlo a barato». Pero no es lo mismo meter a barato un negocio, que echarlo a diez, a doce o a trece: la primera expresión significa a veces, en efecto, confundir algún asunto metiendo bulla y dando voces; mas echarlo a doce indica precisamente todo lo contrario, porque representa la determinación de acabar la contienda, discusión o alboroto ya comenzados; y aun podría suceder que se echase algo a doce sin necesidad de altercado ni pelea preliminar de ningún género. El alcance del dicho aparece declarado en la glosa anónima que acompaña a Los refranes que recopiló Íñigo López de Mendoza (edición de Valladolid, 1541), donde se lee: «Echémoslo a doce, siquiera nunca se venda. -Las cosas preciosas, en mucho se deben estimar.» De lo cual se colige que echarlo a diez, a doce o a trece, es encarecer y sublimar el mérito y precio de las cosas, aun corriendo el riesgo de que resulten inaccesibles para todos. Por qué se dijo diez, doce y trece, en vez de nueve, once o quince, o de cualquier otro número; qué valor tengan las variantes aunque no se venda y aunque nunca se muela, son circunstancias que conciernen al origen histórico del refrán, y acerca de las cuales nada positivo sabemos, quedando el campo libre, en su consecuencia, a las ingeniosidades de los comentaristas.

A propósito de los números doce y trece, quizá no sea del todo inútil reproducir aquí lo que el Sr. Ribeiro (Frazes feitas; Lisboa, 1909; págs. 80-81) cuenta acerca de ciertos dados de la muerte que se dicen custodiados en un castillo berlinés. «Em tempos remotos -escribe- haviam sido dois soldados prezos e acuzados de ter um elles, e não se sabia qual, assassinado uma rapariga que ambos assiduamente cortejavam. Apelou-se, em falta de provas, para o Juizo de Deus, segundo os costumes barbaros do tempo; e um dos acuzados (e este era o verdadeiro assassino), tomando os dados, especie de prova a que de acordo se submeteram, logrou deitar doze pontos. Não havia mais salvação para o inocente que entretanto, encomendando-se a Deus, fez o seu lance e, ó milagre! um dos dados partiu-se, e os tres fragmentos aprezentaram somados o numero trece. Estes são os dados da morte, e exprimem o extremo de felicidade que pôde lograr um inocente no seu maior risco de vida.»

En el sentido de enojo y despecho, emplea la frase Damián Salustio del Poyo, en su comedia La vida y muerte de Judas (jornada II), donde éste dice:


      «No nos igualemos,
padre honrado, y más extremos
no hagáis, porque si lo echo
todo a doce, vive Dios
que os dé, villano, a entender
si yo vuestro hijo he de ser,
siendo un hortelano vos.»


(Apud A. Schaeffer, Ocho comedias desconocidas, etc.; Leipzig, 1887; I, 48.)                


(N. del E.)

 

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41-16. Hernando del Pulgar, en su glosa de las Coplas de Mingo Revulgo (copla 1.ª), explica el verso «¿No te llotras de buen rejo?» de esta suerte: «Los labradores que dañan nuestro lenguaje, por recio dicen rejo. Como quien dice: no estás en el vigor y fuerza que debes estar.» Pero esta acepción, que puede aplicarse a los dos pasajes del Quixote donde el vocablo se halla empleado (I, 25; II, 13), no se acomoda bien al presente, en el cual, de buen rejo parece significar de buen modo, en buenos términos. (N. del E.)

 

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41-19. Juramento muy usado por el pueblo en el siglo XVI. Así, dice Sebastián de Orozco en un entremés (Cancionero, edición Bibliófilos Andaluces, pág. 167):


   «¡Juro a sant Junco, el gasajo
acá dentro me retoça...!»



Y en cierta anónima Egloga nueva del siglo XVI (apud Dr. E. Kohler, Sieben spanische dramatische Eklogen; Dresden, 1911: pág. 310) se lee:


   «¡Juro a sant Junco sagrado,
aquel que muy sancto hu...!»



(N. del E.)

 

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41-22.

«En todo caso. Metáfora del rodar o rodear enteramente.»


(Cejador, Tesoro de la lengua castellana, R; Madrid, 1909; pág. 343.)                


«Digo que supe que se había llevado a doña Estefanía el primo que dije que se halló a nuestros desposorios, el cual, de luengos tiempos atrás, era su amigo a todo ruedo


(El casamiento engañoso.)                


(N. del E.)

 

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43-10. «Chapado -dice Covarrubias-, el hombre de hecho y de valor, porque va guarnecido con su virtud y esfuerzo.» «La chapa -escribe Cejador- sirve para asegurar la obra hecha, y por la solidez que da, se tomó la metáfora para indicar, sobre todo, el juicio asentado, firme.» Los dos principales sentidos de la frase persona de chapa (véase A. Bonilla, Cervantes y su obra; Madrid, 1916) indican sujeto de brío, rumbo, garbo o gentileza, o persona principal.

Así, Bartolomé de Torres Naharro, en el introito de la Comedia Calamita, escribe:


    «Que debaxo del sayal
también hay hombres de chapa,
que osarán poner la capa
a beber con cada cual.»


Y en la adición al Diálogo del Nascimiento:

«GARRAPATA.
...Tan sabiamente has hablado,
que merescias ser Papa.
HERRANDO.
¿Pensáis que tras el ganado
no salen hombres de chapa

   «Chapada, no hay que decir; de lindo talle y presencia; más celebrada de todos que lo son los días de fiesta.»

(Quevedo, Parnaso español. Obras, III, pág. 261, col. 1.ª Romance sayagüés burlesco.)                



    «Oí decir a mi cura,
habrando más de una vez,
que érades home chapado,
de caletre y de saber.»


(Gallardo, Ensayo, I, 1.402.)                


Gil Vicente usa con frecuencia el término. (N. del E.)

 

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43-13. Sobre otros ejemplos de este giro en el Quixote (I, 25 y 33; II, 4 y 55) y en La tía fingida, véase a Cejador, La lengua de Cervantes, II, 775. Supónelo de origen italiano, y, en efecto, se halla en esta lengua desde bien antiguos tiempos. (

Vide, por ejemplo, las Novelle de Franco Sacchetti, novela CXLVII:

«ell' hanno un fondo in giuso queste mie brache, che ci capirebbono le galline che l'hanno fatte, non che l'uova).»



(N. del E.)

 

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43-17. En la Comedia llamada Vidriana, por Jaime de Huete, dice Gil Lanudo:


    «No me deys algún pelón;
que, pardiez, si me lo dais,
      por San Pito,
me hareis pesar enfenito.»



Correas trae el dicho «Pito Sante, apitonado», refiriéndolo a uno que «se ofreció que sabía ayudar a misa, y a todo no respondía más que esto. Aplícase a la rusticidad de algunos, y aun de los que presumen.» El juramento «Por San Pito» consta igualmente en El rufián dichoso, de Cervantes. (N. del E.)

 

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44-4. Por «instinto».


   «Eres Norte a la aguja del distinto;
que del color del aire está el jacinto.»


(Pedro Espinosa, Obras, edición Rodríguez Marín; Madrid, 1909; pág. 110.)                


(N. del E.)