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44-6. Propiamente, sacre es una especie de halcón. Por extensión, se llamó así a toda persona que se remontaba o que sobresalía en algo. Compárese Rinconete y Cortadillo. (N. del E.)
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44-7. Aquí, mojón es sinónimo de «catavinos». Compárese Quixote, II, 13. (N. del E.)
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44-14. Es el mismo cuento referido en el Quixote (II, 13), aunque en éste los mojones son dos. Probablemente se trata de una anécdota popular bastante anterior a Cervantes.
Y, por supuesto, nada tiene que ver esa anécdota con otra que figura en el entremés Ginetilla, ladrón, que poseyó José María de Álava, y que creía éste obra cervantina, por vislumbrarse en ella algo «que quería parecerse al embrión del gobierno de Sancho en la Insula Barataria». Véase a J. María Asensio, Cervantes y sus obras; Barcelona, 1902; págs. 75-77. (N. del E.)
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44-18. Lugares famosos por sus vinos. Alanís y Cazalla de la Sierra pertenecen a la provincia de Sevilla, y Esquivias a la de Toledo. El vino de Alanís (en el antiguo condado de Niebla, a la raya de Extremadura) era blanco, y asimismo el de Esquivias; el de Cazalla, tinto y algo dulce. (Vide las Adiciones a la Agricultura general de Gabriel Alonso de Herrera, edición de Madrid, 1818; I, 534 y 537.) (N. del E.)
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44-21. Bodoque es la bala o pelota de barro o hierro que se disparaba con ciertos arcos (llamados por eso de bodoques) y ballestas. En Quien ama no haga fieros, de Lope de Vega (I, 1.ª), cuenta un personaje lo siguiente:
(N. del E.)
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45-3. Son bastante frecuentes las alusiones de los escritores españoles del siglo XVII al perro de Alba y a sus coplas. En la Biblioteca Nacional se conserva cierto pliego suelto, gótico, rotulado: «Este es el Pleito de los Judíos con el Perro de Alba, y de la burla que les hizo; nuevamente trobado por el Br. Juan de Trasmiera, residente en Salamanca, que hizo a ruego y pedimento de un señor.» En las medianísimas coplas de este pliego se relata el cómico pleito de los judíos de Alba de Tormes con el perro, que continuamente los muerde y persigue:
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El juez condena al perro; pero éste se escapa cuando le llevan a ahorcar, y la emprende otra vez con los descendientes de Abraham, que se ven obligados a marchar a Oviedo. Muerto el perro de pestilencia, todavía ladra desde la cava a los judíos que se acercan a su sepultura.
Acerca del perro de Alba y de sus coplas, véanse las noticias del Sr. Puyol, en el tomo III de su edición de La pícara Justina (págs. 286 y siguientes).
El abad D. Antonio de Maluenda (Algunas rimas castellanas, edición Pérez de Guzmán; Sevilla, 1892; página 133) escribía:
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(N. del E.)
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45-24. La edición de 1615: «Potra». (N. del E.)
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47-4. Según el Diccionario académico, bierva, vocablo asturiano, significa «vaca que ha perdido o a quien se ha quitado la cría, y sigue dando leche». Tal vez abiervada tenga relación con bierva (vocablo que no consta, por cierto, en el Vocabulario de palabras y frases bables de Rato de Argüelles, ni en ningún otro de los que hemos examinado); pero nada podemos asegurar sobre ello, mientras no reunamos mayor número de datos. Quizá deba leerse «a abreuadas», como dando a entender que había de abreuarse a la gente con vino, como al ganado con agua, comprando los votos «a abreuadas y botas de lo añexo». El concepto es característico de Humillos. En cuanto a la transposición, es muy del lenguaje rústico y vulgar. Compárese: «Digo, señora -respondio Sancho-, lo que tengo dicho: que de los açotes auernuncio. -Abrrenuncio aueis de dezir, Sancho.» (Don Quixote, II, 35, fol. 138 vuelto.) De «aberuadas» se formaría fácilmente «abieruadas». (N. del E.)
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47-5. La edición de 1615: «anexo». (N. del E.)
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47-30. Lo del brasero es alusión al infierno (compárese Quevedo, El sueño de las calaveras) o a la hoguera inquisitorial. Casa llana es la mancebía:
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(Cervantes, El rufián dichoso, I.) |
Pero la razón de llamarse llana (por antonomasia) semejante casa, no es precisamente la que Cervantes indica, sino el estar abiertos tales lugares a toda persona, sin impedimento ni tropiezo para entrar en ellos. Así, en autos seguidos en 1573 contra Antonio de Trejo y Hernando de Almaraz (apud V. Paredes, Orígenes históricos de la leyenda La serrana de la Vera; Plasencia, 1915; pág. 46), el Corregidor de Plasencia fue al Monasterio de San Vicente a buscar a los acusados, y requirió al Prior «le haga la casa llana para buscar a los dichos, y el dicho padre Prior dijo que no había tales delincuentes en este convento, y que el señor Corregidor los busque por toda la casa, que está llana para ello». (N. del E.)