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12-32. Estar de nones equivale a estar de más, y, asimismo, a estar desocupado y sin trabajo. (Compárese Quixote, II, 49, andar de nones.)

   «La doncella de Francia y la doncella de Dinamarca nones son con ella»,


escribe Lope en El premio del bien hablar (I, 10), encareciendo la hermosura de cierta dama.

«Gente que viven como de nones o de mas ya en la tierra», se lee en el manuscrito colombino de La tía fingida. (Vide la edición Bonilla; Madrid, 1911; pág. 36.)

En La luna de la Sierra, de Vélez de Guevara (jornada I), dice Gil a la reina doña Isabel, viendo que a los demás promete mercedes y de él no se acuerda:


    «Y a mí, que me habéis dejado
de nones, ¿qué pensáis herme?»



(N. del E.)

 

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13-5. De calle. Véase la pragmática de la nota 83-22, donde se emplea la palabra.

«Calles o ruas» léese en nuestra edición de Persiles y Sigismunda, II, pág. 63-30. Quevedo (Talía), musa VI, romance 27, usa «sillas de rua». (Obras, III, pág. 173). Es de interés también el verbo ruar:


   «Y que en vez de echarte al hombro
la malla y turques alfange,
te eches bordadas marlotas,
y vayas a ruar calles.»


(Romances moriscos. Romancero de Depping; Leipsique, 1844; II, pág. 346.)                


(N. del E.)

 

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13-9. Dase el nombre de hilas raspadas a la pelusa que se saca de los trapos, raspándolos con tijeras o cuchillo. Raspa significa también «espinazo». Raspahilar parece un verbo pintiparado para describir la diligencia con que el hombrecito diligente hace su camino, caballero en la recalcitrante mula.

Cejador (Tesoro de la lengua castellana, letra R, página 230) da a raspahilar la significación de «ir muy de prisa el animal por lo flaco», y cita a Quiñones de Benavente (Entremés de las civilidades), que escribe: «venga rabo entre piernas raspahilando». Seijas, en su comentario del Cuento de cuentos, de Quevedo, interpreta respailar: «ir con velocidad y presteza, con anhelo». (N. del E.)

 

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14-5. «Cuando queremos sinificar -escribe el citado Covarrubias- lo poco que estimamos alguna cosa, solemos decir: No lo estimo en el baile del rey don Perico, por no decir en el baile del rey don Alonso, que, entre otros, había uno que tenía este nombre, por ser la canción del dicho Rey.» Véase también La pícara Justina edición Puyol, II, 20. (N. del E.)

 

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14-20. Compárese Fr. Luis de León, La perfecta casada (edición Bonilla; Madrid, 1917; pág. 37). (N. del E.)

 

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15-22. Quizá da a entender Cervantes que la tal criada era de ruin cuerpo. Los sietemesinos, o nacidos a los siete meses de engendrados, suelen ser débiles y entecos, en opinión de algunos naturalistas contemporáneos de Cervantes, como Jerónimo de Huerta, en su versión de Plinio (VII, 5). El Dr. Juan Sorapán de Rieros, en su Medicina española (apud Sbarbi, El refranero general español, III, 279), escribe que, de los sietemesinos, «si alguno escapa, siempre vive enfermo, o es casi enano». Y si la curiosidad del lector llegare hasta el extremo de desear saber «por qué al séptimo mes suele nacer la criatura», repase las páginas 68 a 76 de El ente dilucidado (Madrid, 1677), del P. Antonio de Fuente La Peña, que le henchirá las medidas. (N. del E.)

 

27

16-15. La primera edición: «quatro ciertas»; pero es errata manifiesta. (N. del E.)

 

28

16-20. Cervantes habla con notable desprecio de los cirujanos, y es de interés recordar que lo era su padre, Rodrigo de Cervantes. (N. del E.)

 

29

17-15. Véanse, sobre los ganapanes, el artículo de Covarrubias en su Tesoro, y el estudio Pícaros y ganapanes, del profesor F. De Haan, en el Homenaje a Menéndez y Pelayo (II, 153). El Sr. De Haan prueba que los ganapanes salieron de entre los moriscos. Por eso de ser por la mayor parte cristianos nuevos, el personaje del entremés cervantino empieza loándose de cristiano viejo. En cuanto al vocablo, se encuentra ya en textos de fines del siglo XV. El más antiguo que conocemos es el de ciertas coplas del poeta de la Corte de Alfonso V, Ribera, dedicadas «a Juan Poeta, estando los dos en Nápoles», donde se lee:


    «Especialmente Román,
contra vos lleno d'enojos,
que os llama ganapán



La poesía, que consta en el Cancionero de obras de burlas provocantes a risa (1519), debió de escribirse por los años de 1458 a 1473, período durante el cual anduvo Juan Poeta por Italia. En aquélla se menciona también como vivo a Antón de Montoro, el cual murió hacia 1480.

En 3 de diciembre de 1611, los Alcaldes de Casa y Corte de Madrid, reiterando anteriores disposiciones, mandaron que todos los ganapanes «traigan caperuzas azules para que sean conocidos». (Vide C. Pérez Pastor, Noticias y documentos relativos a la historia y literatura españolas, I, 438.)

En el siglo XVI los ganapanes usaron caperuzas rojas, y los pícaros, caperuzas verdes. (Véase El Averiguador Universal, de Sbarbi; I, año 1879; pág. 322.) (N. del E.)

 

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17-28. De ellas escribía Sancho Panza, en donosa epístola a su señor (Quixote, II, 51), que «no hay gente más mala..., porque todas son desvergonzadas, desalmadas y atrevidas». (N. del E.)