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83-22. Alude Cervantes a la pragmática de 3 de enero de 1611 (ley 8.ª, tít. XIV, lib. VI de la Novísima Recopilación), donde, en efecto, se dispone que no puedan hacerse nuevos coches sin licencia del Presidente del Consejo Real; que los coches «que hasta ahora están hechos», se registren ante la persona o personas que dicho Presidente ordenare; que ningún hombre pueda andar en coche «de rúa» sin licencia Real; que «las personas que tuvieren coche, no le puedan prestar», y que «ninguna mujer que públicamente fuere mala de su cuerpo, y ganare por ello, pueda andar en coche ni carroza, ni en litera ni en silla».

También Felipe III, en el capítulo III de la pragmática de 1610, había mandado guardar la disposición de Felipe II en 1586 (ley 8.ª, tít. XIII, lib. VI de la Novísima Recopilación), prohibiendo «que ninguna mujer, de cualquier estado, calidad y condición que sea..., pueda ir, andar, ni ande tapado el rostro en manera alguna, sino llevándolo descubierto».

Cabrera de Córdoba (Relaciones, pág. 427), que da cuenta de las pragmáticas de 1611, dice que «se publicaron la víspera de la Pascua de Reyes».

Véase, sobre coches y pragmáticas, una excelente nota de Clemencín al capítulo XXXVI, parte II del Quixote (nota 10), y el librito de Zegarra (Prematicas que han salido este año de 1611, publicadas en cinco dias del mes de enero, etc. En Madrid, 1611, por Juan de la Cuesta), donde trata del vestido y de los coches, tratamientos y cortesías, atavíos, la caza, el cohecho, etc.

En Quien calla, otorga (I, 7), escribe Tirso de Molina:

    «La multitud de los coches
en Egipto fuera plaga,
si autoridad en Madrid.
No se tiene por honrada
mujer que no se cochea;
y tan adelante pasa,
que una pastelera dicen
haber comprado una caja,
tirada de dos rocines
que traen la harina que gasta,
en que sábados y viernes
se pasea autorizada;
pero, en viniendo el domingo,
hasta el fin de la semana,
trueca el coche por el horno
y el abano (abanico) por la pala.
Los mozos que pastelizan
son cocheros por su tanda,
con que vuestra pastelera
va, aunque gorda, sancochada.»


(N. del E.)1.1

 

1.1

[El aparato crítico del original aparece en Comedias y entremeses, tomo IV, edición de R. Schevill y A. Bonilla, Madrid, Imprenta de Bernardo Rodríguez, 1918, páginas 213 a 222. (N. del E.)]

 

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84-29. En la popa, o parte trasera del coche, se sentaban las personas principales, y en la proa, o parte delantera, los acompañantes, dueñas, servidores y demás gente inferior. (Consúltese Luis Vélez de Guevara, El Diablo Cojuelo, edición citada, pág. 148.)

«Ocupó nuestro Bachiller la popa del coche, y en la proa se puso D. Diego (el dueño), que, por forastero y persona que aquel día iba a adquirir honor, se le debía aquel lugar (al Bachiller).»


(Castillo Solórzano, Tardes entretenidas; Madrid, 1625; novela V, El culto graduado.)                


(N. del E.)

 

3

85-20.

«Soplillo, manto de soplillo, es una tela tan delgada, que con un soplo la aventarán de donde estuviere.»


(Covarrubias.)                


«A pocas calles andadas, encontré con una mujer de verdugado y chapines de más de marca, puesta la mano en la cabeza de un muchacho, un manto de soplillo que la cubría hasta los pechos.»


(H. de Luna, Segunda parte de Lazarillo de Tormes, cap. XIII.)                


(N. del E.)

 

4

85-22. Virilla, diminutivo de vira, «corregüela que se infiere en el zapato entre la suela y el cordobán; y se dijo así, porque le dan fuerza con ella». (Covarrubias.) (N. del E.)

 

5

85-26. Ediciones posteriores a la primera traen aquí «y el daño», en lugar de «que engaño». (N. del E.)

 

6

86-1. Véase la nota 54-22. (N. del E.)

 

7

87-11. El texto: «añedesele». (N. del E.)

 

8

87-17. El que no está muy en sí, por haber empinado el codo con exceso. Lope de Rueda emplea el vocablo en el Colloquio de Camila:

«BARBERO.-   ¿Cómo no está en casa? Decilde que se asome ahí.

GINESA.-   Harto asomado debéis vos venir.»


«Se encontraban unas monas con otras asidas por las espaldas y ensartadas por las colas, porque era un perpetuo asomo, y sin dilúcidos intervalos.»


(Mateo Luján, Segunda parte de Guzmán de Alfarache, II, 1.)                


La mejor descripción del asomo la da Gaspar Lucas Hidalgo en sus Diálogos de apacible entretenimiento (III, 3.º), del siguiente modo:

«El que se emborracha, primero que del todo esté privado del juicio, pasa por cierta disposición y estado que media entre borracho del todo y no borracho, conviene a saber: cuando un hombre comienza a pasar un poquito más adelante en el brindar de lo que su cabeza puede llevar, que llaman estar asomado; y los accidentes deste estado son alegría y mucho parlar y chacotear, andar de aquí para allí con una gustosa inquietud, nacida de una alegre disposición, llena de risa y placer. Y al borracho que está en este estado, le dicen propiamente que está hecho una mona.»


(N. del E.)

 

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87-22. El texto: «quetria que». (N. del E.)

 

10

89-4. El texto: «la». (N. del E.)