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ArribaAbajoDisertacion sobre una antigua pintura de los indios tarascos

Don Juan José Pastor, eclesiástico muy recomendable por sus bellas calidades y aficionado á las antigüedades de su patria Mechoacan, tiene una pintura original trabajada en otro tiempo por aquellos indios, la que le sirve de título para poseer una grande y rica hacienda en dicha provincia.

Aunque la fecha de la referida pintura es algo incierta, consta no obstante que no precedió mucho á la llegada de Hernan Cortés á la América; pues el emperador Tsintsicha, ó Catzontzi, como le llaman equivocadamente la mayor parte de los historiadores,   —244→   fue el último que gobernó en Mechoacan antes que el famoso Cristóbal de Olid se apoderase de aquellos opulentísimos paises; y este mismo Tsintsicha se ve claramente espresado en la mencionada pintura, como se dirá luego.

El lienzo tiene dos palmos de largo y tres de ancho, componiéndose todo su tejido de pita finísima de maguey (a). Esta especie de papel era entonces muy comun en toda la América septentrional, y servia á los indios para escribir ó mejor diré para pintar todos los hechos ó incidentes cuya memoria les parecia digna de ser conservada, ya en los anales públicos ó reservados del Estado, ya en los archivos particulares de cada familia.

Los españoles mismos le usaron no pocas veces en los primeros años despues de la conquista, echando mano, en lugar de tinta, del precioso zumo del añil, como se ve en algunos documentos originales que ecsisten en el archivo que tienen en Méjico los descendientes de Cortés ó marqueses del Valle.

El papel de maguey, tanto por su solidez y consistencia como por no estar tan espuesto á apolillarse, lleva muchísima ventaja   —245→   al célebre papirus de los egipcios, de que se conservan aun algunos manuscritos en varios archivos y museos de Europa, especialmente en la sala de la Biblioteca vaticana, que por esto se llama de los papiros, adornada por nuestro insigne Mengs con escelentes pinturas alusivas á aquellas raras preciosidades.

El objeto que espresa nuestro lienzo se reduce en sustancia á lo siguiente: á un lado se ve el indio Tzecanda conquistador de la provincia de los Tecos, en ademan de dar cuenta de este distinguido y útil triunfo á Tsintsicha que era su amo y emperador. El General indio está en pie, apoyándose en un desmesurado arco que tiene en la mano izquierda, mientras por lo alto de la espalda derecha deja asomar el carcax cargado de flechas. Su cuerpo está desnudo, cubriendo solo la cintura hasta medio muslo un lienzo pintado de azul y rojo. Su calzado se reduce á una especie de caligas, no desemejantes de las que usaban los primitivos romanos, segun es de ver en diferentes monumentos de la antigüedad esplicados por Montfaucon. Tzecanda tiene delante de sí un pájaro, que es símbolo de la provincia recien conquistada, y   —246→   ademas presenta al Emperador un cautivo atado de manos y casi postrado. No deja de reconocerse en esto mucha analogía con los estilos militares, asi de los romanos como de los griegos: solo que estas dos naciones acostumbraban representar sus cautivos, no puestos de rodillas como en nuestro lienzo, sino en pie, aunque igualmente maniatados y dejando ver en el semblante aquella profunda tristeza y abatimiento que era propio de su infeliz situacion.

El emperador Tsintsicha está en frente de Tzecanda, sentado en una silla, que es con corta diferencia como la que usaban los griegos del tiempo heróico. Lleva el cuerpo cubierto de una túnica de color de púrpura algo oscuro, de cuyo color son tambien sus caligas. Carga con un arco y carcax de las mismas dimensiones y hechura que el de Tzecanda, y adorna su cabeza con un diadema verde, de cuyo centro se levantan tres vistosas plumas, la de enmedio encarnada y las otras dos azules. El Emperador oye á Tzecanda con apacible y benigna gravedad, y estiende el dedo índice de la mano derecha hácia ocho pueblos ó ranchos de que le hace donacion.

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Al otro estremo del lienzo se reconoce de nuevo al General indio. Su trage es el mismo que acabamos de describir; con solo la diferencia de que en esta segunda escena no comparece apoyado sobre su terrible arco, antes bien le lleva en la mano junto con una grande flecha, adelantando estas armas en señal de posesion y dominio sobre ocho cabezas de hombres que tiene delante de sus pies, y que significan los otros tantos pueblos con que le ha premiado su Soberano, y los vasallos ó tributarios que le ha señalado. El entierro de Tzecanda se pinta muy al vivo, en el centro del mencionado lienzo, al pie de un cerro cuyas faldas baña un rio bastante caudaloso. Por en medio de dicho cerro estan esparcidas á trechos siete casas: las seis del todo iguales y la otra al doble mayor que las demas. A lo lejos descuella otro edificio muy grande con sus torres y chapiteles, á manera de los viejos castillos de nuestros barones: no cabiendo duda en que estas ocho casas dan igualmente á entender los ocho pueblos de que era dueño este general, conforme se ha dicho.

Su cadáver está tendido de largo á largo   —248→   en la parte baja del referido cerro y casi junto á la orilla del rio. A una corta distancia de las plantas del difunto hay una figurita de hombre sentado que representa su yerno, y á su derecha otra figurita que espresa su hija ó su muger; y está asimismo sentada, pero no en el suelo como la primera, sino encima de una piedra.

Hay ademas repartidas por el lienzo algunas otras imágenes, que no esplico porque me parece que son de fecha mucho mas reciente, y que despues de la conquista de Cortés las añadieron los indios á este precioso documento en continuacion de la historia que en él se espresa.

Muéveme á creerlo ver en lo alto de nuestra escritura ó pintura una india que está en pie delante de un magistrado, á quien comunica al parecer algun asunto de importancia. El vestido talar de este personage, la figura y lo alto de la silla en que está sentado, su larga barba, el sombrero y sobre todo los vuelos de los brazos, no permiten dudar de que es español y no indio.

Muéveme tambien el reparar igualmente en dicho lienzo otra muger vestida de todo en   —249→   todo á la antigua española, y acompañada de un indio que con la mano la señala aquella casa grande ó castillo del general Tzecanda, de que ya hemos hablado. Esta muger se llamaba D.ª Catalina. Fue europea, ó como dicen aqui gachopina. Los sucesores de Tzecanda la vendieron aquellos ochos pueblos ó ranchos que poseian por donacion del emperador Tsintsicha, los cuales al presente están demolidos, habiéndose formado en su territorio una opulenta hacienda, á la que con razon se ha dado el nombre de bellas fuentes, pues brotan de diferentes puntos de ella hasta treinta y seis manantiales, todos abundantes y perenes, y algunos de ellos de raras y esquisitas propiedades. Es tambien aqui lugar de advertir que se conservan aun al presente varias memorias de la nombrada provincia de los Tecos, y que sobre las ruinas de su antigua capital está edificada la villa de Zamora, una de las mejores de todo el obispado de Mechoacan.

En una escavacion que se hizo en el mes de enero del año 1804 en el mismo cerro y en el propio lugar en que habia sido enterrado Tzecanda, se encontraron varias armas   —250→   de que usaban en otro tiempo los indios tarascos: las que probablemente habian metido alli junto con el cadáver de aquel ilustre guerrero conforme al estilo inmemorial, no solo de los indios de Nueva España y del Perú, sino tambien de casi todas las naciones del antiguo y nuevo continente, como lo vemos verificado todos los dias en los sepulcros que se van abriendo de los griegos, de los romanos, de los árabes, de los españoles, de los galos, germanos, tártaros y otros.

De las espresadas armas he visto yo una, y la he mirado como un monumento sumamente apreciable. Es una macana de cobre muy fino y terso, que suspendida de una hebra da un sonido delicioso al choque de algun cuerpo duro. Parece á primera vista cobre vírgen, y asi lo creia yo hasta que una persona inteligente despues de haberla detenidamente reconocido, me aseguró que el metal habia sido fundido; aunque no dejaba de admirarse mucho y apenas alcanzaba como unos hombres tan faltos de instruccion y de conocimientos en el arte de la mineralogía hubiesen podido ejecutar con tanto primor y acierto una operacion tan en estremo delicada.

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Su cobre es ductil y no tiene la fineza, no digo de nuestras armas cortantes, pero ni aun la de las que se hallan diariamente en el Perú en las principales huacas de los Incas (b). Sin embargo, esta macana pertenecia á un gran general, quiero decir á Tzecanda, y es en sumo grado verosimil que le servia privativamente en los duros lances de las batallas. De esto puede deducirse sin violencia que los indios tarascos no supieron templar debidamente los metales; porque á ser asi ¿hubieran dejado de usar de este precioso conocimiento en la fábrica de las armas, en las que era tan necesario para darles mayor dureza y mejor filo y corte? Sobre todo, su famoso é intrépido general, esto es Tzecanda, héroe nacido para la guerra y animado del noble fuego y entusiasmo de las conquistas, en una palabra, el Aquíles de los indios tarascos ¿hubiera omitido servirse de una ventaja tan apreciable y que por sí sola bastaba para decidir á su favor la suerte dudosa de los combates? Cosa es esta que no parece en manera alguna creible.

Añadiendo ahora dos cláusulas en general sobre el mencionado lienzo, digo:

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Primera: Que el modo con que aquellos indios procuraban conservar la memoria de los hechos y acontecimientos notables me ha parecido digno de la mayor atencion. Nada hay tan sencillo como sus imágenes. Lo pintan todo casi al natural, pero con tal orden y ecsactitud, que poco tiempo y una ligera reflecsion bastan para enterarse de su sentido. No es menester ciertamente apurarse mucho para interpretar estas alegorías tan obvias y tan poco misteriosas.

Segunda: Es admirable sobre todo el laconismo de esta especie de escritura. Ocho ó diez figuras sembradas por la limitada superficie del lienzo son suficientes para darnos una muy clara idea de todos los hechos siguientes: la conquista de la provincia de los Tecos por Tzecanda: la merced que el emperador Tsintsicha hizo á dicho general de ocho pueblos, á cuya cabeza estaba Huecaro: la muerte y entierro del propio Tzecanda: la continuacion de sus descendientes en la pacífica y no interrumpida posesion de la referida gracia imperial: la enagenacion del dichos bienes á favor de la mencionada D.ª Catalina, y por último la topografía ecsacta de todo el espresado territorio.

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Tercera: Debe advertirse tambien como aquellos indios muchos años antes de la conquista habian hecho considerables progresos en la pintura. Sus imágenes no se ciñen únicamente á las líneas ó al claro oscuro de que se usó tanto tiempo en Europa cuando las bellas artes estaban, digámoslo asi, en su cuna. Representan al contrario todo el sugeto, unas veces de lado, otras de frente, ya en pie, ya de rodillas, ya sentado, segun lo ecsige el caso; haciendo uso al intento de varios colores, como el rojo, el verde, pajizo, negro &c. El diseño, aunque tropieza á menudo en grandes descuidos, no deja de guardar de cuando en cuando bastante correccion. En nuestro lienzo está bien representado asi el cerro del entierro como el rio que le baña por el pie: no es despreciable ni la figura ni el ademan del emperador Tsintsicha, pero sobresale y campea con particularidad el retrato del general Tzecanda, que es el verdadero héroe de toda la pintura y se representa por dos veces de cuerpo entero. Digo ingenuamente que se nota en dicha imágen, bien que tosca y grosera como lo son todas las de aquellos indios, mucha mas inteligencia   —254→   y tino de lo que á primera vista podia sospecharse.

Cuarta: Puede igualmente inferirse de todo lo que llevamos espuesto, que la nacion tarasca cuando pisaron por la primera vez sus tierras los soldados de Olid formaba ya una sociedad medio civilizada, y no de la rudeza que algunos se dan á imaginar ó por ligereza ó por no haber ecsaminado como correspondia ninguno de sus antiguos monumentos. Un pueblo enteramente salvage ningunas ó muy cortas nociones tiene del derecho de propiedad territorial. Cultiva muy poco, y no se fija en ninguna parte. Ya se mete en el fondo de los bosques mas ásperos, ya se estiende por las desiertas llanuras, ya finalmente sigue por muchos centenares de leguas las frondosas orillas de los rios y lagunas, á fin de que las frutas de los árboles, la caza y la pesca le sirvan de alimento, que unas veces logra muy abundante y otras sumamente escaso.

La agricultura es la que obliga verdaderamente á los pueblos que acaban de salir de las manos de la naturaleza, para decirlo de este modo, á que echen profundas raices en   —255→   un mismo lugar, y que miren como su patria aquel suelo en que han nacido y que acude con mano liberal todos los años al remedio de sus necesidades.

De este mismo origen van despuntando poco á poco todas las virtudes sociales. Los hombres se ilustran entre sí al mismo paso que las artes se van produciendo y perfeccionando mutuamente. Al principio solo se consulta á la necesidad, despues á la utilidad y últimamente al lujo y al regalo. Los instrumentos para labrar la tierra, que de nada servirian á una tribu de salvages ó de pastores, y de que al contrario no puede absolutamente carecer un pueblo agricultor, le dan ocasion y materia de discurrir sobre el modo como podrá beneficiar los metales que se hallan con abundancia en las entrañas de la tierra y no pocas veces rebosan en su superficie. Oro, plata, cobre, todo lo toma indiferentemente conforme le viene mas á mano. Lo que busca solo es un cuerpo duro y permanente, que pueda servir para la labranza con mas ventaja y comodidad que el leño y el pedernal. Bien sabido es que los primeros fenicios que desembarcaron en Cádiz hallaron   —256→   con grande asombro empleada la plata en los usos mas ordinarios y comunes del campo. A tan débiles principios como estos debe su nacimiento la metalurgia; cuya práctica nunca empieza en ninguna tribu, sino precedida de algunas débiles luces de civilizacion.

Lo mismo con corta diferencia puede decirse de las leyes y costumbres que miran al derecho de propiedad territorial. Un pueblo agricultor ha menester muchas precauciones y desvelos para ponerla y mantenerla á cubierto; y tanto mas cuanto mas se va civilizando. El derecho de propiedad territorial lleva como de la mano el de sucesion de padres á hijos, de abuelos á nietos, que es uno de los principales fundamentos de la pública felicidad y que una nacion agricultora no tarda en reconocer. Por último, establecidos ya estos dos derechos imagina varias formalidades y consagra ciertas señales y espresiones, ya para dar mayor consistencia á las donaciones, ventas, permutas ó trueques, ya tambien para cerrar la puerta á las disputas y riñas estableciendo la buena fe en todo género de contratos. Y entonces es cuando la nacion puede y debe llamarse verdaderamente civilizada.

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Volviendo pues á nuestro intento, repito que el documento que hemos espuesto basta por sí solo para deponer á favor de la antigua y temprana civilizacion de la nacion tarasca. En efecto, nuestro lienzo manifiesta con toda evidencia que aquellos indios no solo eran agricultores, sino que habian establecido en su república una especie de dominio feudal: manifiesta que las habitaciones de la gente distinguida, no eran unas chozas ó barracas informes como las que halló Cook en la parte llana del estrecho de Magallanes, y La Perousse en el puerto de los franceses, sino unas casas construidas con mas regularidad que las que se ven en las aldeas de algunas provincias de España: manifiesta finalmente que en aquella remota época habian admitido ya algunas artes de ostentacion y de lujo. En cuanto á la metalurgia y mineralogia, aunque nada dice con claridad nuestro lienzo, sin embargo las armas que como hemos referido se sacaron en el año de 1804 del cerro del entierro de Tzecanda, singularmente la hermosa macana de cobre que he visto, demuestran lo mucho que habian adelantado tambien en este punto.

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ArribaIlustraciones y notas

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DISERTACION PRIMERA

NOTA A, pág. 10.

Este hombre célebre mira la influencia del clima como la causa universal de casi todos los fenómenos morales y políticos. El lector podrá consultar la famosa obra de Hume (Ensayos morales), quien por sus vastos conocimientos y solidez de sus discursos ha sabido desengañar al público de las paradojas con que le habian como seducido la elocuencia, las gracias y los brillantes epigramas de Montesquieu.

NOTA B, pág. 11.

Prescindiendo de que Dios es el árbitro de la vida y de la muerte, nosotros, como dijo Ciceron en el cap. 7 del lib. I.º de Officiis, siguiendo á su nunca bastantemente alabado Platon, no solo hemos nacido   —262→   para nosotros mismos, sino que en nuestro nacimiento tiene parte la patria, y parte los amigos: y del mismo modo piensan los estoicos que todas las cosas de la tierra son criadas para el uso y provecho del hombre; y que los hombres son criados por causa de los hombres, para que se puedan valer recíprocamente.

NOTA C, pág. 15.

C'est l'extinction absolute du sens moral qui donnoit aux romains cette facilite de mourir qu'on a si follement admirée. Les suicides sont toujours communs chez les peuples corrumpus. L'homme reduit à l'instinct de la brute meurt indifferentment comme elle. Genie du Christianisme.

NOTA D, pág. 22.

Régulo general romano, habiendo sido hecho prisionero por los cartagineses, fue encerrado en una estrecha y muy oscura prision en la que permaneció el largo tiempo de seis años; al cabo de los cuales habiendo determinado los cartagineses, á causa de las pérdidas considerables que habian sufrido, ya por mar ya por tierra, enviar Embajadores á Roma para tratar de la paz y proponer el cange de los prisioneros; y creyendo que la presencia de Régulo en aquella ciudad podria serles de utilidad y socorro para el logro de sus deseos, le rogaron con   —263→   eficacia que acompañase á los Embajadores. Régulo tenia en Roma á su muger é hijos, gran número de parientes y amigos en el Senado, y ademas se hallaba en aquella sazon un primo suyo constituido en la dignidad de Cónsul. Presumian pues los cartagineses con fundamento que Régulo apoyaria con mucho empeño su demanda, y le moveria á ello con vehemencia el natural deseo de salir del estado lastimoso en que yacia por tantos años, y de incorporarse otra vez al dulce seno de su familia que tanto amaba, y de su patria en la que era generalmente querido y respetado. Accedió Régulo á esta proposicion, y partió con los Embajadores despues de haber prestado el juramento que le ecsigieron de volver á Cartago en el caso de que reusase el Senado despachar favorablemente su demanda, de cuyo buen écsito se le hizo entender claramente que dependeria su vida. Habiendo pues llegado allí con los Embajadores, y dado cuenta estos del objeto de su viage, fue Régulo invitado por el Senado á dar su parecer, á lo que respondió que no podia hacerlo como senador por haber perdido esta calidad, lo mismo que la de ciudadano romano, desde que habia caido en manos de los enemigos; pero que de bonísima gana hablaria como particular en un caso tan grave y delicado. Todos estaban en espectacion y á todos interesaba la suerte de este hombre venerable. No tenia que pronunciar mas de una palabra, dice Ciceron, para recobrar con su libertad sus bienes, sus honores   —264→   y dignidades, su muger, sus hijos y su patria: pero esta palabra le parecia contraria al honor y bien del Estado; y por esto no manifestó otros sentimientos que los que en semejante ocasion ecsigia de él la fuerza y la grandeza de ánimo. Magnitudo animi et fortitudo... Harum enim est virtutum propium nihil extimescere, omnia humana despicere, nihil quod homini accidere possit intolerandum putare. Declaró26 pues sencillamente «que no debia pensarse por ningun término en el cange de los prisioneros; que este ejemplo tendria consecuencias muy funestas para la República; que unos ciudadanos que habian tenido la baja debilidad de entregar sus armas al enemigo eran indignos de compasion é incapaces de servir en lo sucesivo á su patria;   —265→   que en cuanto á él, y en la edad avanzada en que se hallaba, debian hacerse cargo de que no seria esta una gran pérdida; y que mas bien debian tomar en consideracion que tenian en su poder á muchos generales cartagineses en el vigor de la edad y en estado de hacer grandes servicios á su patria por espacio de muchos años.» No sin mucha pena siguió el Senado este consejo que tan caro habia de costar á su autor: consejo á la verdad inaudito y sin ejemplo, en el caso en que se hallaba Régulo. No faltó sin embargo en Roma quien creyese que Régulo no se hallaba obligado á regresar á Cartago, ni al cumplimiento de un juramento ecsigido por la violencia, y hecho á un enemigo acostumbrado á faltar siempre á su palabra. Ciceron rebate este razonamiento con muestras de indignacion. Lo que debe considerarse, dice, en el juramento, y lo que fuerza á guardarle es, no el temor de ser castigado, sino la santidad misma del juramento, que no es otra cosa que una aseveracion religiosa27: y lo que se afirma y promete de esta manera, tomando á Dios por testigo, es preciso cumplirlo en consideracion y respeto á la fe dada, de esta fe de la que dice Ennio: ¡O fides alma, apta pinnis, et jusjurandum Jovis! Cualquiera pues que viola su juramento,   —266→   viola esta fe tan santa y respetable. La guerra tiene tambien sus leyes que deben ser guardadas inviolablemente; y pretender que es nula la fe prometida á quien no sabe guardarla, es buscar un frívolo pretesto para cubrir la fealdad del perjurio y de la infidelidad... Régulo no dudó un momento en abrazar el partido que debia tomar. Este28 ilustre prisionero partió de Roma para volver á Cartago, sin mostrarse conmovido del vivo dolor de sus amigos, ni de las lágrimas de su esposa y de sus hijos; antes bien manifestó una tranquilidad de ánimo estupenda, sin embargo que no ignoraba los crueles suplicios que le esperaban. En efecto, los cartagineses le probaron inmediatamente con tormentos   —267→   inauditos y escesivos dolores, y por último le clavaron en una cruz en la que espiró.

NOTA E, pág. 22.

Los samnitas, pueblo de Italia, en la guerra que tuvieron con los romanos, fueron muchas veces vencidos por el dictador Papirio Cursor hasta el estremo de verse precisados á pedir la paz al Senado, que solo les concedió una tregua de un año. Pero asi que supieron que Papirio, despues de haber nombrado por cónsules á C. Sulpicio y Q. Aulio, habia abdicado la dictadura, volvieron á tomar las armas, aunque siempre con el mismo desgraciado suceso; y sus tierras, lo mismo que las de los apuleyos que ellos habian atraido á su partido, fueron saqueadas enteramente. Sin embargo, los samnitas pelearon con mas valor el año siguiente, y atacaron con furia y denuedo al ejército romano, de manera que la victoria estuvo dudosa mucho tiempo, aunque al fin se declaró completamente por los romanos, y los samnitas fueron pasados á cuchillo. Esta derrota, que les hizo perder sus mejores tropas, consternó sobremanera á toda la nacion. En este apuro, pues, decretaron sus Pretores que Brútulo Papio, hombre esclarecido y que con su gran crédito se decia haber obligado á los samnitas á romper la tregua, fuese entregado á los romanos: que ademas se remitiese con él todo el botin y los prisioneros hechos hasta   —268→   entonces; y que se diese á los romanos una satisfaccion completa de todas las quejas que los feciales habian dado de parte del Senado. Este decreto fue ejecutado, y el cuerpo de Brútulo, que habia prevenido el suplicio con una muerte voluntaria, fue llevado á Roma con todos sus bienes. Pero el pueblo romano no quiso recibir sino los prisioneros; y los diputados regresaron sin haber podido obtener la paz. Parece que este caso debia de haber causado una consternacion general á los samnitas; pero produjo un efecto del todo contrario. Tenian ellos entonces por general á Cayo Poncio, hombre hábil en el arte de la guerra, quien luego de la vuelta de los diputados convocó á la asamblea, y habló de esta manera: No creais, samnitas, que vuestra diputacion ha sido una cosa vana y sin efecto. Ella ha espiado el crímen que habiamos cometido al romper los tratados, y apaciguado la cólera de los dioses justamente irritados, cuya voluntad no puede haber sido ciertamente de que nuestras satisfacciones fuesen recibidas de los romanos con tanta altivez y desprecio. ¿Qué mas podiamos hacer para apaciguar á los dioses y á los hombres, que lo que hemos hecho? Hemos devuelto á los romanos cuanto les habiamos tomado, y nos pertenecia por derecho de guerra. No habiendo podido entregar vivos los autores del rompimiento, hemos entregado sus cuerpos, y hemos llevado á Roma todos sus bienes, á fin de que no quedase entre nosotros ninguna cosa que hubiese pertenecido   —269→   á los culpados. ¿Y vosotros, romanos, podiais ecsigir mas de nosotros? Samnitas! no teneis que deliberar sobre el partido que os conviene tomar ahora: la guerra es justa cuando es necesaria, y las armas son legítimas cuando son nuestro único recurso. Y pues que en todas las empresas humanas conviene saber y averiguar, si los dioses están en nuestro favor ó en contra nuestra, tened entendido y estad bien seguros de que asi como en las guerras que han precedido habeis mas bien tenido por enemigos á los dioses que á los hombres, en esta que vais á emprender tendréis á estos mismos dioses por guias y protectores. Este discurso llenó de esperanza, de esfuerzo y ardor á toda la nacion; y en esta feliz disposicion Poncio se dió prisa á poner sus tropas en campaña. Mas como no podia razonablemente esperar que los samnitas tuviesen ventaja á fuerza abierta sobre los romanos, determinó valerse de ardides y estratagemas contra tan temibles enemigos. Se acampó pues cerca de Caudio, que era una pequeña aldea situada entre Capua y Benavente; y como sabia que los Cónsules no estaban lejos de allí, hizo disfrazar de pastores á diez de sus soldados, les encargó que condujesen sus ganados hácia aquella parte do se hallaban los Cónsules, y les encargó que dijesen uniformemente cuando fueren detenidos y puestos en su presencia, como no dejaria de suceder, que el ejército de los samnitas sitiaba actualmente á Luceria en la Apulia, cuyos habitantes eran   —270→   á la verdad fieles aliados de los romanos. Corria ya esta misma voz, que Poncio al propósito habia tenido cuidado de divulgar por otros medios para que llegase al campo de los Cónsules; y la relacion unánime de los pastores prisioneros no dió lugar á que se dudase de su certeza. Sucedió pues lo que Poncio habia previsto. Los Cónsules deseosos de dar pronto socorro á aquella ciudad aliada, que consideraban en gran peligro, se pusieron inmediatamente en camino; y lo hicieron con tal impaciencia, que eligieron el mas corto, aunque era muy peligroso por pasar entre dos desfiladeros. Habiendo pues el ejército de los Cónsules internádose por ellos un buen trecho, vieron con sorpresa que impedia la salida una gran porcion de troncos de árboles y de gruesas piedras que formaban como una muralla; y se aumentó y subió de punto su admiracion al ver que los samnitas ocupaban ya la entrada y coronaban todas aquellas colinas, cuya vista les llenó de un sobresalto tan grande que se quedaron del todo estáticos y pasmados: todo fue confusion en aquellos momentos, y los soldados en pelotones pedian á sus generales un socorro que apenas, dice Tito Livio, podian esperarle de los dioses. Habiendo, pues, hecho varias tentativas inútiles para romper aquella especie de prision, y vencidos al fin por la necesidad, se resolvieron á enviar diputados á Poncio en solicitud de una paz honrosa. Poncio respondió con fiereza que la guerra era ya terminada, y que vencidos   —271→   y encerrados como estaban de todas partes les hacia saber ser su voluntad que pasasen todos por debajo del yugo sin armas, y despues retirasen los romanos sus ejércitos y colonias del Samnio; y que los dos pueblos, independientes el uno del otro, viviesen en lo sucesivo segun sus leyes. Esta respuesta hecha notoria en el campo de los romanos causó el mas vivo dolor. Un triste silencio reinó mucho tiempo en el Consejo, y los Cónsules no sabian decidirse, combatidos de una parte por la vergüenza de suscribir á semejante tratado, y de otra por la necesidad absoluta de someterse. Pero hubieron por fin de resolverse; y pasaron todos por debajo del yugo, primero los Cónsules despojados de los ornamentos de su dignidad y casi desnudos; luego los principales oficiales, cada uno segun el rango de sus empleos, y últimamente las legiones.

NOTA F, pág. 22.

Despues de varias derrotas que habian sufrido los romanos en el sitio de Numancia vino el cónsul C. Hostilio Mancino á poner el colmo á su vergüenza é ignominia. No hubo accion por pequeña que fuese de la que no saliesen escarmentados los romanos; y llegó la cosa á tal estremo, que los soldados del Cónsul no podian ya sufrir sin sobresaltarse ni la voz ni la vista de un numantino. En tan triste coyuntura creyó Mancino serle muy conveniente levantar el campo   —272→   de noche, y alejar por algun tiempo sus tropas de Numancia, á fin de dar lugar á que se disipase poco á poco su temor, y volviesen á renacer aquellos sentimientos de valor é intrepidez que eran tan naturales á los romanos. Se retiró pues de noche con gran silencio; pero advirtiendo los numantinos esta retirada, salieron en número de cuatro mil, y corriendo en pos de los fugitivos les alcanzaron en un parage muy escabroso; y aunque el ejército enemigo constaba de veinte mil hombres, le envolvieron de tal manera, que desesperando Mancino de poder abrirse camino á la fuerza envió un diputado á los numantinos para entrar en composicion. Efectivamente se acordó un tratado con condiciones iguales, segun parece, para los dos pueblos; á cuya observancia se obligaron con juramento el Cónsul, el Qüestor y los principales oficiales de su ejército, y asi dispuesto marcharon los romanos habiendo dejado en poder de los numantinos todas las riquezas de su campamento. Habiendo llegado á Roma la noticia de este tratado, el Senado mandó comparecer á Mancino para que diese cuenta de su conducta; y al mismo tiempo hizo partir á M. Emilio su colega á ocupar su plaza. Mancino justificó con modestia su conducta, imputando en parte todas las desgracias al mal estado en que habia hallado al ejército; insinuando que tal vez podia atribuirse tambien á la cólera de los dioses irritados de que sin justa causa se hubiese declarado la guerra á   —273→   los numantinos, escusándose con la necesidad indispensable de consentir en aquel tratado para salvar la vida de veinte mil ciudadanos; y manifestó por fin que, contento como estaba de haber hecho este servicio á la República, esperaria tranquilo que el Senado decidiese de su suerte, pronto siempre á sacrificar de buena voluntad su libertad y su vida en honor y utilidad de su patria. El tratado sin embargo fue anulado por haber sido hecho sin la autoridad del Senado y del pueblo romano; y ordenóse que todos los que le habian jurado y habian salido garantes de su observancia fuesen entregados á los numantinos. Mas el pueblo no autorizó sino en parte el decreto del Senado, y le ratificó en lo respectivo á Mancino. En virtud, pues, de esta orden Mancino fue presentado á las puertas de Numancia por uno de los feciales, atado de pies y manos. Pero los numantinos no quisieron recibirle, y al mismo tiempo los romanos reusaron tambien hacerse cargo de él otra vez, de manera que este hombre que en el año anterior habia sido cónsul y general de un grande ejército, pasó el dia entero entre el campo y la ciudad, abandonado de los suyos y desechado de los enemigos, hasta que finalmente habiendo entrado la noche los romanos le permitieron que se recogiese en su campo.

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NOTA G, pág. 22.

Esto sucedió despues de concluida la guerra contra Antíoco rey de Siria con la famosa victoria ganada en Magnesia cerca de Sipyle, de cuyas resultas se sometieron á los romanos todas las ciudades del Asia menor. Esta guerra memorable, que no fue de larga duracion ni costó mucha sangre á los romanos, contribuyó en gran manera al engrandecimiento de su imperio. Pero esta victoria contribuyó tambien de otro modo á su destruccion y ruina, introduciendo en Roma con las inmensas riquezas el lujo, la afeminacion y los deleites. Plinio señala esta victoria ganada sobre Antíoco y esta conquista del Asia, como la época de la corrupcion de las costumbres de la República romana. El Asia vencida por las armas de Roma, dice Séneca, venció á su vez á la misma Roma con sus vicios. Armis vicit, vitiis victus est. Y á la verdad las riquezas del estrangero ahogaron allí el amor de la pobreza y de la antigua sencillez, que habian formado hasta entonces el honor y la fuerza de la república. El lujo que entró en Roma como en triunfo con los soberbios despojos del Asia, llevando consigo todos los desórdenes y todos los crímenes, hizo sin duda mas daño que si la hubiesen invadido y saqueado numerosos ejércitos; y asi vengó al universo vencido,   —275→   como dice elegantemente un Poeta29. Pero el desarreglo y la inmoralidad acabaron, por decirlo asi, de apoderarse de los romanos despues de la destruccion de Cartago. Entonces se introdujeron con una rapidez increible en todas las clases de la república el lujo y los deleites, que como era regular no dejaron de acarrear muy pronto la ruina del estado. El primer Scipion, dice Patérculo hablando de los romanos, habia echado los primeros fundamentos de la futura grandeza: el último con sus conquistas abrió la puerta á toda especie de desórdenes. Desde que Cartago émula de Roma fue destruida enteramente, la decadencia de las costumbres no caminó ya lentamente y por grados, sino que fue pronta y precipitada30.

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NOTA H, pág. 23.

Los estoicos, dice Meddleton, eran una especie de entusiastas que fuera de sí mismos no reconocian ni sabiduría ni bondad. Colocaban el supremo bien en la virtud, aun despojada de todos los demas bienes. Creian que todos los delitos eran iguales, y todas las faltas contra la justicia igualmente pecaminosas; sin hacer diferencia, por ejemplo, entre matar un gallo sin necesidad, ó á su propio padre. Pretendian que el sabio nunca debe perdonar, nunca encolerizarse, nunca compadecer ni favorecen, nunca engañarse, nunca arrepentirse, y nunca en fin padecer la menor alteracion en sus pensamientos y deseos. Caton tenia la cabeza llena de estos principios cuando entró en el manejo de los negocios públicos; y segun el testimonio de Ciceron, «tanto en obrar como en hablar seguia una conducta mas digna de la república de Platon, que de la canalla romana entre quien vivia.» Jamas distinguió negocios ni tiempos, ni se hizo cargo de la flaqueza de la república, ni del poder de los que la oprimian. Su mácsima era oponerse á toda autoridad que no se fundase en las leyes; y si no podia reprimirla, la trataba á lo menos con desprecio. No conocia mas que un camino para hacer las cosas, y este era siempre el mas derecho y corto; y si hallaba en él obstáculos, no por eso torcia el paso, é iba adelante   —277→   resuelto á vencerlos ó á perecer en la empresa; porque segun sus ideas el apartarse por poco que fuese de su línea era una bajeza y una confesion de vencimiento. Viviendo en un siglo tan corrompido, en que la disciplina y el gobierno se hallaban prócsimos á destruirse, tuvo la imprudencia de atacar la corrupcion con el zelo mas indiscreto, y de armarse obstinadísimamente contra un poder muy superior á sus fuerzas. Conoció muy bien que el rigor de sus principios le hacia perder muchas amistades, y no le reconciliaba con ningun contrario; y no obstante, irritando el poder que no podia abatir, se precipitaba hácia su ruina. Al fin, despues de infinitas desgracias se vió absolutamente imposibilitado de seguir su primer sistema; y en vez de mudarle y tomar otro nuevo, abrazó el último consejo de su filosofía, que fue el de matarse á puñaladas.

NOTA I, pág. 24.

Uno y otro ejemplo, esto es, el de Caton y el de Bruto, fueron causa igualmente de que Porcia, hija de aquel y muger de este, la amable Porcia, que era por otra parte un dechado de su secso, se diese á sí misma un fin tan desastroso y violento. La muerte de estos hombres ilustres de que hemos hecho mencion me obliga á dar aqui una idea, bien que muy sucinta, de la historia de aquellos tiempos,   —278→   y de los sucesos que la motivaron. Despues de la famosa batalla de Pharsalia, en la que se resolvió el gran problema que tenia al mundo en espectacion sobre cual de los dos, si Pompeyo ó César, habia de quedar absoluto dueño del imperio romano; y vencidos y aniquilados tambien de todo punto, con la victoria ganada en Thapso y muerte voluntaria de Caton en Útica, los restos del ejército de la república que se habia refugiado en África capitaneado por Metelo Scipion, quedó Julio César en el pleno goce del soberano poder. El Senado de Roma, para disimular con apariencia de zelo y afecto el temor de que se hallaba poseido, ó tal vez con el fin de escitar mas y mas contra César la general indignacion y envidia, proporcionando de este modo el medio de destruirle: previno su regreso con varios decretos que respiraban la mas baja adulacion, y con testimonios de honor, que eran tanto mas escesivos cuanto no tenia en ellos ninguna parte el corazon. Decretó pues el Senado cuarenta dias de fiestas y regocijos, y ordenó ademas que el dia en que César entrase en triunfo, su carro fuese tirado de cuatro caballos blancos, como los carros de Júpiter y del Sol: añadiendo á estas distinciones, puramente honoríficas, otros títulos de un poder sólido y real. Y como nada quedase ya que hacer sino elevarle á una condicion superior á la de un simple mortal, llegó á tal grado la impía adulacion del Senado, que le decretó finalmente una estatua,   —279→   la que fue colocada en el capitolio sobre un carro triunfal en frente de la de Júpiter, teniendo á sus pies el globo del mundo con esta inscripcion: A César semidios. Y despues de la derrota del jóven Pompeyo en España, con la que la fortuna de César acabó de llegar al grado mas alto á que podia aspirar, destruido enteramente el partido contrario, y no habiendo quedado de él ni tropas ni gefes en ninguno de los dominios del imperio, decretó tambien el Senado elevar un templo á la Clemencia, en el que colocaron la estatua de César junto á la de esta deidad, dándola la mano: y á esto añadieron el título de emperador, el de padre de la patria, y la dictadura perpetua. César tenia demasiada penetracion para dejar de conocer cual fuese la verdadera causa y principio porque se le prodigaban unos honores tan escelsos y estraordinarios, y tan contrarios al mismo tiempo á la índole y naturaleza del antiguo gobierno. Sin embargo, como estaba ciegamente apasionado por la gloria, y aquellas distinciones halagaban sobremanera su amor propio, las recibió con gusto; habiendo formado el plan de disfrutar de tan alta fortuna con dulzura y suavidad, con clemencia y moderacion. Estos sentimientos de César, laudables y generosos sin disputa, esta virtud que forma el carácter de las bellas almas, era mas propia de un monarca legítimo que de un usurpador; y por tanto debió haber conocido la diferencia esencial que mediaba entre su situacion y   —280→   la de un príncipe á quien el derecho de sangre ó de una eleccion libre y regular le sirve de título para el gobierno. Creyó que la suavidad y dulzura le aseguraria el poder adquirido con la violencia; y este error fue causa de su muerte infausta. En efecto, los grandes principalmente, cuya rabia y despecho crecia cada dia en vista de la arrogancia con que recibia César las demostraciones de la pública esclavitud, volvian los ojos con suma ansia hácia M. Bruto, que se hallaba actualmente de pretor, y decendia de aquel Lucio Junio Bruto que arrojó del trono y de Roma á los Tarquinos por vengar á Lucrecia; y por ella le escitaban á que se mostrase digno de su nombre. Cedió Bruto á la espectacion general, y haciéndose gefe de la famosa conspiracion que Casio tenia ya preparada, embistió á César mientras se hallaba en pleno Senado, quien herido con veinte y tres puñaladas cayó muerto á los pies de la estatua de Pompeyo. Pero la conducta imprudente de los conspiradores, que se habian contentado de tomar buenas medidas para matar á César, sin preparar las grandes consecuencias que forzosamente habian de seguir á un suceso tan memorable: esta conducta, que obligó á Ciceron á lamentarse en una carta á Ático, de que todo lo habian hecho por la gloria, y nada por la patria, dió lugar á que M. Antonio se levantase con el poder y obligase á salir de Roma á Bruto y demas gefes del partido republicano. Formóse despues el triunvirato de Octavio, M.   —281→   Antonio y Lépido, que logró destruir del todo aquel partido con la victoria ganada en las dos batallas de Filipa, de cuyas resultas Bruto y Casio se dieron á sí mismos la muerte. La generosa Porcia, cuyo valor mantenia dignamente la gloria de Caton su padre y de Bruto su marido, habiendo sabido esta nueva lamentable determinó no sobrevivir á su esposo; y como sus domésticos y amigos no la perdiesen de vista un solo momento y tuviesen mucho cuidado de apartar toda arma ó instrumento de que pudiese echar mano en su desesperacion, supo burlar esta inquieta y tierna vigilancia tragando carbones ardientes, por cuyo medio logró quitarse la vida. El bello carácter de esta muger tan ilustre como desgraciada ha sido admirado justamente hasta el dia de hoy, y su nombre y sus virtudes serán tenidas siempre como un hermoso adorno de la historia romana. El lector creo me permitirá con gusto que ponga aqui unos versos de Tomas Musconi célebre poeta, en los cuales se compara á Porcia muger de Bruto, con Vitoria Colona esposa del famoso Fernando Dávalos. Los versos son estos:


Non vivam sine te, mi Brute, exterrita dixit
Porcia, et ardentes sorbuit ore faces,
Te Davale extincto, dixit Victoria, vivam
Perpetuo mœstos sic dolitura dies.
Utraque romana est; sed in hoc Victoria victrix;
Perpetuo hæc luctus sustinet; illa semel.

  —282→  

NOTA J, pág. 24.

Ademas de las causas del suicidio que quedan esplicadas, vemos que la supersticion le ha ocasionado tambien alguna vez. Y ¿que otra causa sino esta impelió á Curcio á lanzarse en la profunda sima ardiente que apareció en la mitad de Roma? La cosa pasó de esta manera. En el año 393 de Roma se abrió de repente en la plaza mayor una especie de hoyo muy profundo que no podia cegarse por mas tierra que le echasen. Los adivinos que se consultaron respondieron sobre este caso estraordinario que era menester echasen al hoyo aquello en que consistia la fuerza principal de Roma si querian que el imperio fuese eterno. Esta respuesta llena de oscuridad tenia á los romanos en la mayor confusion, y en este momento fue cuando M. Curcio que se habia distinguido muy particularmente en la guerra, se presentó en la plaza armado de pies á cabeza, montado en un caballo ricamente enjaezado, y dijo que estrañaba mucho que se dudase ni un instante que la fuerza principal de Roma consistia en las armas y el valor; y despues de haberse ofrecido á los dioses manes, se precipitó en aquel abismo. Otro ejemplo muy insigne de estas muertes voluntarias leemos en la historia de aquellos tiempos. Los cónsules romanos F. Manlio Torquato y P. Decio Mus antes de dar la batalla contra los latinos, no lejos del monte   —283→   Vesubio en el camino que conducia á Veseris, inmolaron sus víctimas como tenian de costumbre para conocer por ellas la voluntad de los dioses; y habiendo hallado que á la de Decio la faltaba alguna cosa: me alegro, dijo este, si la víctima de mi compañero es enteramente acepta á los dioses. Todo el ejército se puso despues en movimiento, mandando el ala derecha Manlio, y Decio la izquierda. Al principio los esfuerzos fueron iguales de ambas partes; pero luego los hastarios de la izquierda de los romanos, no pudiendo resistir el choque violento de los latinos, se retiraron hácia la segunda línea en donde peleaban los que llamaban príncipes. En este conflicto el cónsul Decio llamando á voces al pontífice Valerio: aqui necesitamos, le dijo, del socorro de los dioses; prestadme vuestro ministerio, y dictadme las palabras que debo pronunciar al sacrificarme por las legiones. El Pontífice le ordenó que se pusiese su vestido bordado de púrpura; y que cubierta la cabeza con un velo, la mano levantada hasta la barba, y puesto un dardo debajo de los pies, pronunciase las siguientes palabras: Jano, Júpiter, padre Marte, Dioses lares, Dioses novensiles, Dioses indígenas, Dioses que teneis un poder especial sobre nosotros y sobre nuestros enemigos, Dioses manes: os ruego, os suplico respetuosamente, os pido la gracia, y espero obtenerla, que deis al pueblo romano de los Quirites el valor y la victoria; y al mismo tiempo que derrameis el espanto, la consternacion   —284→   y la muerte entre los enemigos del pueblo romano de los Quirites. Conforme á las palabras que acabo de pronunciar me ofrezco en sacrificio por la república del pueblo romano de los Quirites, por el ejército, por las legiones, por las tropas ausiliares del pueblo romano de los Quirites; y ofrezco conmigo á los Dioses manes31 y á la tierra las legiones y las tropas ausiliares de los enemigos. Dicho esto dió orden á sus lictores que fuesen prontamente á dar noticia á Manlio de que se habia sacrificado por el ejército; y luego ceñido á la manera de los gabinos montó armado á caballo y se arrojó ciegamente en medio de los enemigos. Pareció á los soldados por su aire y continente como enviado de los cielos para apaciguar la cólera de los dioses y convertirla enteramente contra el enemigo. En efecto el terror   —285→   y la consternacion parecia que marchaban delante de él. Los enemigos, como si un rayo viniera sobre ellos, se ponian en fuga; pero cuando atravesado de dardos cayó muerto en tierra, entonces se aumentó el desorden y la turbacion de los latinos, y se declaró la victoria completamente por los romanos.

NOTA L, pág. 24.

El caballero Cayetano Filangieri en su escelente obra de la Ciencia de la legislacion hablando en el lib. I. º cap. 14 del sistema de Montesquieu sobre la influencia del clima, ¿me será permitido, dice, atribuir al clima estos suicidios tan frecuentes en Inglaterra, cuando en un solo año mas de cincuenta infelices se dan en Paris con sus propias manos la muerte, cuando cada año se cuentan en Ginebra diez ó doce suicidios? Roma en el espacio de siete siglos no ofrece mas que un ejemplo de suicidio, esto es, el de Lucrecia; pero en seguida en el intervalo de algunos años, y sin que el clima hubiese esperimentado la menor variacion, vióse á Caton, Bruto, Casio y á otros varios ilustres romanos dar al mundo este fatal ejemplo.

NOTA M, pág. 25.

Véase á Blachstone, código criminal de Inglaterra, cap. 14. En Atenas se cortaba la mano del suicida,   —286→   y estaba prohibido enterrarla en un mismo sepulcro con el cuerpo del culpado. Qui sibi manus intulit, ei manus quæ id perpetravit præciditor, nec eodem cum corpore tumulo sepelitor (Æschin. in Cresiphont). Platon propuso una pena sepulcral, pero menos general que la de Atenas32. Valerio Maximo nos habla de una institucion singular que habia en Marsella de Francia. Una bebida emponzoñada, dice, estaba confiada á la autoridad pública: todo aquel que habia determinado morir pedia permiso al Senado para hacer uso de aquella bebida. Si esta augusta Asamblea hallaba justos y razonables los motivos de tal determinacion, que siempre lo eran en su concepto el temor de perder la felicidad ó el deseo de terminar los males, accedia á la súplica y entregaba la bebida. En el Digesto y   —287→   Código romanos se hallan dos títulos de bonis eorum qui mortem sibi consciverunt. En todas estas leyes se hace diferencia entre el que se mata para sustraerse de una sentencia capital y el que se mata por otro motivo. En el primer caso los bienes del suicida son confiscados como si la sentencia se hubiese ejecutado; pero en el segundo caso la ley no pronuncia ninguna pena. Si quis impatientia doloris, aut tædio vitæ, aut morbo, aut furore, aut pudore mori maluit, non animadvertatur in eum. La ley, dice Filangieri, no fulmina sus decretos impotentes contra las cenizas y la posteridad inocente de un desgraciado que buscó en el reposo de la muerte la paz de que le habia privado la miseria y el dolor. En nuestra legislacion solo tenemos una ley que trate de este delito, y es la 15 del tít. 21, libro 12 de la Novísima Recopilacion. Todo hombre ó muger, dice, que se matare á sí mismo, pierda todos sus bienes, y sean para nuestra Cámara no teniendo herederos descendientes. Esta ley aunque breve es ciertamente admirable, ya atendiendo á que la dictó el Sr. D. Enrique III. á fines del siglo 14 ó principios del 15, ya comparándola con la legislacion respectiva al suicidio que se observa en la sabia Inglaterra y en otros paises de la culta Europa.

  —288→  

NOTA N, pág. 32.

Guanaco: animal cuadrúpedo del reino del Perú, especie subalterna del camello.

Vicuña (Camelus vicuña): segun el conde Buffon es el paco montés en su estado de libertad natural; pero se equivoca, pues la vicuña, el paco y la alpaca son animales de un mismo género, pero de especies diferentes, que sin embargo de residir en unas mismas montañas jamas andan juntos. Viene pues á ser del tamaño de la cabra, á la cual se parece mucho en la configuracion de la espalda, de las ancas y de la cola; pero se distingue de ella en el cuello que es de veinte pulgadas de largo, en la cabeza redonda y sin cuernos, en las orejas pequeñas, derechas y agudas, en el hocico que es corto y sin barbas, y en las piernas que son dos veces mas altas que las de las cabras: cúbrele el cuerpo una lana finísima de color de rosa seca, capaz de admitir muy bien todo género de tintes artificiales, y de la cual hacen en las provincias del Perú muy buenos pañuelos, medias, guantes, sombreros &c. Esta lana es ya bien conocida y estimada en Europa, y de ella hacen paños muy finos. Se crian las vicuñas con abundancia en la cordillera de los Andes, y su residencia es entre los riscos mas ásperos de aquellas montañas, donde en vez de recibir daño con las nieves y hielos, parece que deben serlas muy útiles;   —289→   pues si las transfieren á los llanos enflaquecen muy pronto, y cubriéndose de cierta especie de empeines mueren á poco tiempo, y de esto nace el no haberlas podido establecer en las provincias de Europa: andan siempre paciendo á manadas como las cabras, y no bien divisan un hombre cuando huyen velozmente, llevando delante sus hijos. Los cazadores que las persiguen se juntan en patrullas para rodear uno de aquellos montes donde saben que habitan; y acosándolas poco á poco, las van encaminando hácia un lugar estrecho en que han tendido con anticipacion una larga cuerda de la cual penden algunos andrajos, que vistos por las vicuñas, sumamentes cobardes, se alteran de tal modo que apretándose en la estrechura de aquel lugar y no atreviéndose á dar un paso mas adelante, dan tiempo á que los cazadores las vayan cogiendo y esquilando ó matándolas; y sin embargo de la gran porcion que se han destruido y destruyen desde la conquista para comer la carne que es muy buena, es tanta su abundancia que se puede creer que la hembra pare mas de uno cada vez: dicen que un pedazo de carne fresca de vicuña es escelente específico para curar la inflamacion de los ojos: en el estómago crian piedras bezoares muy finas y estimadas: es de las especies no bien determinadas.

  —290→  

NOTA O, pág. 32.

Tayá: culebra muy comun en el nuevo reino de Granada, y una de las mas temidas por su veneno, fiereza y agilidad: es de color pardo con listas algo mas oscuras, y se diferencia de todas las demas en que es la única que embiste al hombre sin ser perseguida.

NOTA P, pág. 32.

Cascabel (Crotanus): género de culebra que pertenece á las anfibias, cuyo carácter distintivo es el cascabel que tiene en la cola al estremo, y consiste en varios crustaceos con articulaciones ó, por mejor decir, bolsitas córneas con un huesecillo dentro que hace ruido siempre que se mueve, y sirven de avisar á la gente para precaverse de su mordedura que es mortal: cada año aumenta un cascabel. Hay cinco especies: la hórrida ó cascabel americana, de un color naranjado subido, ó negruzco en el lomo y ceniciento en el vientre, de cuatro á cinco pies de largo: la miliar, cenicienta con manchas negras, propia de la Carolina: la dryinas, blanquizca, con muy pocas manchas amarillas: la durysus, beteada de blanco y amarillo; y la mutus, de figura romboidal con manchas negras en la espalda y una línea del mismo color detras de los ojos, nativa de   —291→   Surinam: todas son de América y abundan en estas provincias: la mordedura de cualquiera de ellas tan sumamente venenosa que quita la vida en brevísimo tiempo.

NOTA Q, pág. 32.

Boa (Constrictor magnus): culebra monstruosa, á quien atribuyen la propiedad de atraer con el aliento á los animales para devorarlos: es indígena en la América, y se halla en muchas partes: tiene 240 anillos en el vientre y 60 en la cola: es del género de los anfibios, tan disforme que algunas esceden de 36 pies: su cuerpo es muy grueso y parece el tronco de un árbol grande: es de color blanquizco sucio, y la espalda sembrada de 24 manchas: la cola es mas oscura y los costados hermosamente pintados: la cabeza está cubierta de escamas pequeñas: tiene una faja negra detrás de los ojos y carece de colmillos, y su mordedura no es venenosa: la lengua es carnosa y muy delgada: sobre los ojos á cada lado se eleva la cabeza: las escamas son pequeñas y suaves, y la cola no escede de la octava parte de su tamaño. Los indios que adoran á este monstruoso animal usan de su piel para vestirse por gala; su carne la comen los indios y los negros. Pison, Marcgrave y Kemfer hacen la siguiente relacion del método de vida de este animal y del modo que tiene de ocultar la presa: Habita por lo comun   —292→   en cavernas y en los bosques mas espesos, donde se fija cerca de un árbol en que enrosca la cola, y salta sobre cualquier animal que pasa cerca de él; y luego que lo ha cogido, especialmente si es grande, lo aprieta rodeándole el cuerpo para romperle los huesos con la fuerza de sus músculos circulares, y despues lame toda la piel dejándola untada de una especie de saliva glutinosa para facilitar la degluticion, y se va tragando al animal: si es venado, ú otro que tenga cuernos, empieza por los pies y lo último es la cabeza, dejando las astas que por algun tiempo lleva fuera de la boca hasta que ha digerido el cuerpo y se le caen: despues que ha comido algun animal grande queda incapaz de moverse por algunos dias, y los cazadores que estan instruidos de esta circunstancia se aprovechan de ella para matar esta culebra, que estando irritada da horrendos silvidos: muchas veces se revuelca en el barro y luego se oculta debajo de las hojas que han caido de los árboles por donde frecuentan el paso otros animales para cogerlos, y asi algunos cazadores se han sentado sobre ellas teniéndolas por árboles caidos: las hay en el reino de Tierrafirme, en el nuevo reino de Granada y en otras muchas partes de la América: en la provincia del Chaco las llaman ampalabas; y los holandeses en sus colonias, contrabandistas.

  —293→  

NOTA R, pág. 32.

Cibolo (Bos Bisson): especie de toro montaraz de la provincia de Cinaloa en la América septentrional: se distingue del comun en que tiene la cerviz poblada de una lana muy larga y suave: su carne es muy gustosa y apetecida de los naturales.

NOTA S, pág. 32.

Famacosio (Feliz Famacosius): animal cuadrúpedo y feroz de la provincia de Paraguay en el Perú: es de la figura y corpulencia de un mastin de ganado: la cabeza de tigre, pero no tiene cola; y de una ligereza y ferocidad sin igual, de modo que en viéndolo no es posible evitar el ser destrozado sino subiéndose prontamente á un árbol, lo que él no puede hacer; pero se pone en dos pies y da un bramido, á que vienen luego otros muchos y empiezan á roer el árbol por la raiz hasta echarlo á tierra, y si el que subió huyendo no tiene armas para ir matando aquellos animales, no puede evitar la muerte. Los indios mañacicas, en cuyo territorio es donde mas abundan, han discurrido para que no se aumenten encerrarse muchos en una circunvalacion de palizadas, y á los gritos que dan vienen muchos   —294→   famacosios que empiezan al instante á roer las estacas para entrar, y mientras se ocupan en esto los van flechando los indios sin dejar escapar ninguno, con cuyo arbitrio matan infinitos.

  —295→  

DISERTACION SEGUNDA.

NOTA A, pág. 37.

Los atenienses, entre los cuales nacieron la humanidad, la doctrina, la religion, la agricultura y las leyes que se esparcieron despues por todo el mundo: cuya ciudad es tan bella, que los mismos dioses contendieron sobre su posesion; tan antigua que se dice produjo ella de sí misma sus habitantes, siendo á la vez madre, nutriz y patria de ellos; y conserva tanto esplendor, que por ella sola se sostiene el débil y cuasi arruinado nombre de Grecia. Los lacedemonios, cuya ciudad es tan famosa, no solo por su valor sino tambien por sus leyes y costumbres, que han conservado mas de siete siglos sin alteracion alguna... Cícero, pro L. Flacco. 26.

NOTA B, pág. 38.

Se usaba tambien la palabra música comunmente en un sentido menos general, comprendiendo no solo la ciencia que enseña las propiedades de los sonidos capaces de producir cierta melodía, sino tambien el arte poética ó de hacer versos de toda especie y de arreglarles para el canto: la gimnástica, en cuanto tenia relacion á moderar los pasos y la actitud del cuerpo, ya fuese para la danza ó para la marcha regular,   —296→   y los gestos que debian acompañar á la declamacion; y finalmente el arte de escribir en notas la simple declamacion, á fin de arreglar por ellos tanto el sonido de la voz como la medida y movimientos del gesto. Todas estas partes, aunque diferentes entre sí, tienen sin embargo una relacion muy íntima, y por esto formaban en su origen un solo arte.

NOTA C, pág. 40.

Sócrates, el mas virtuoso de los hombres, perseguido de los sofistas de Atenas contra cuyos vicios y falsa elocuencia habia siempre declamado, fue acusado de que no admitia los dioses que reconocia la República, y procuraba introducir en su lugar otras deidades; y ademas se le imputaba tambien que corrompia con perniciosa doctrina á la juventud, de cuya educacion se ocupaba con esmero hacia ya cuarenta años. Y aunque semejante acusacion se hallaba del toda destituida de fundamento, y era muy público y notorio el maligno principio de donde dimanaba, sin embargo prevaleció la intriga, la calumnia y venganza de sus enemigos, y fue condenado á beber la cicuta con general asombro y escándalo. Los atenienses enviaban todos los años un navío á la isla de Delos para hacer allí algunos sacrificios, y estaba prohibido ejecutar ninguna sentencia de muerte en todo el tiempo que mediaba desde   —297→   que el sacerdote de Apolo habia coronado de flores la popa del navío como en señal de su partida hasta que el mismo navío hubiese regresado. Por esto pues habiendo Sócrates sido sentenciado al otro dia de aquella ceremonia, se diferió su ejecucion por espacio de treinta dias que fue el tiempo que se empleó en aquel viage.

NOTA D, pág. 41.

Sobre el origen de la música dice Mr. Rollin lo siguiente: «L'invention de la musique et des instruments qui en font une principale partie, est un présent de Dieu, comme l'invention des autres arts. Elle ajoute au simple don de la parole, déja bien précieux par lui-même, quelque chose de plus vif, de plus animé, et de plus propre á produire audehors les sentiments de l'ame. Lorsqu'elle est saisie et pénétrée de la vue de quelque objet qui l'occupe fortement, le langage ordinaire ne suffit pas á ses transports. Elle s'élance pour ainsi dire hors d'elle-même; elle se livre sans mesure aux mouvements qui l'agitent; elle anime et redouble le ton de la voix; elle répéte á diverses reprises ses paroles; et peu contente de tous ces efforts qui lui paroissent encore trop foibles, elle appelle á son secours les instruments, qui semblent la soulager en donnant aux sons une variété, une étendue, et une continuité que la voix humaine ne peut avoir.»

  —298→  

NOTA E, pág. 42.

Los antiguos pensaban á la verdad de otra manera que Montesquieu. Ellos estaban persuadidos, dice Plutarco, que la música podia contribuir mucho á formar el corazon de los jóvenes inspirándoles una especie de armonía que pudiese encaminarles á todo lo bueno y honesto; no habiendo otra cosa mas útil ni mas propia para escitarles en cualquier tiempo á toda suerte de acciones virtuosas, y principalmente cuando se trata de arrostrar los peligros de la guerra. De music. pag. 1140.

Cuando Agamemnon partió para las riberas de Troya dejó á Clitemnestra un cantor divino para que la recordase la virtud. Clitemnestra perdió la idea de sus deberes: Egisto triunfó de ella; pero no sucedió esto sino despues que Egisto trasladó á una isla desierta al hijo de las Musas. Homer. lib. 3.º de la Odiss.

NOTA F, pág. 42.

Entre las obras magníficas con que Pericles33 hermoseó la ciudad de Atenas campeaba y sobresalia   —299→   sin disputa el Odeon, ó teatro de la música, que tenia por dentro muchas hileras de asientos y de colunas, y cuyo centro se estrechaba poco á poco elevándose y rematando en punta; habiendo sido construido, segun cuentan, á manera del pabellon del rey Xerxes. Concluido tan hermoso y soberbio edificio fue cuando Pericles propuso con mucho empeño é interes que se hiciese un decreto por el cual se ordenase que en las fiestas de las panatheas se celebrasen juegos de música. Efectivamente asi se acordó; y habiendo sido él elegido juez y repartidor de los premios, arregló el modo como los músicos habian de cantar y tocar la flauta y la lira. Los griegos pues que, como es público y notorio, tenian un talento maravilloso para las artes, que cultivaban con esmero y habian llevado hasta un grado muy alto de perfeccion: los griegos, que se aplicaban á la música desde tiempos muy remotos y con una especie de predileccion, y que la usaban generalmente en sus fiestas solemnes, en los sacrificios y sobre todo en los suntuosos banquetes: que   —300→   de ella tenian certámenes públicos, y señaladas recompensas para los que se distinguian y sobresalian de una manera singular: ¿puede creerse que esta nacion, que lo practicaba todo con tanta magnificencia y perfeccion, hubiese descuidado la música? ¿Es posible que los oidos áticos, como dice Ciceron, atticorum aures teretes et religiose, tan finos y delicados hasta para el sonido de las palabras en una simple conversacion, lo fuesen menos para los conciertos de las voces é instrumentos que formaban la mas ordinaria y sensible diversion de Atenas? Asi vemos pues que la ignorancia de la música pasaba por un defecto de la educacion, y al contrario la habilidad en este género hacia honor á los hombres mas grandes. Temístocles fue tenido en menos porque despues de un banquete no supo tocar la lira. Epaminondas fue muy alabado porque sabia bailar y tocar la flauta. Píndaro en sus odas numera frecuentemente entre las prendas loables de los héroes que elogia la inclinacion á las Musas y á la lira, como entre otros de Hieron Siracusano dice en la oda I.ª de sus Olimpíadas:


La flor libando pura
De las virtudes todas; en luz clara
De música pericia coronado,
Cual en gustosa mesa divertidos
Los canoros sonidos
Mezclar solemos....

He dicho que entre los griegos se empleaba   —301→   la música en las fiestas y para solemnizar las ceremonias augustas de la religion; porque, como dice un Historiador, les parecia que con ella y por su medio y ausilio manifestaban á los dioses su reconocimiento con mayor fuerza y viveza. He dicho tambien ser costumbre antigua de todas las naciones mezclar en los convites y banquetes el canto y la música. En el libro 8 de la Odisea pinta Homero el convite dado por Alcinoo á los principales feacences para obsequiar á Ulises y al insigne músico Demodoco, regocijando con su cantar divino el numeroso concurso de los ilustres convidados. La misma costumbre antigua espresa el capítulo 32 del Eclesiástico, v. 7 y 8: Cual brillo de carbunclo en adorno de oro, el concierto músico en convite gustoso. Ó, cual brilla el carbunclo entre el oro, asi la música en el convite. Resplandor de esmeralda en artefacto de oro, melodía música sobre dulce vino. Ó, como resplandece la esmeralda en el oro laboreado, asi la melodía música sobre el regalado convite.

Si es lícito alguna vez mezclar las cosas sagradas con las profanas, si despues de haber hablado de una música dedicada enteramente á la idolatría y á todos los escesos que la acompañan, se puede hablar dignamente de una música toda santa y consagrada toda á la religion, creo que se me disimulará con gusto si en este lugar añado todavía algunas palabras para dar una idea de la perfeccion á que los cantores del pueblo de Israel llevaron la   —302→   música. Ciertamente es de presumir que estos cantores, á quienes la Escritura santa parece haber dado una especie de don de profecía, no para componer salmos proféticos sino para cantarlos de una manera viva, ardiente y llena de zelo; es de presumir, digo, que llevaron la ciencia del canto hasta el grado mas alto de perfeccion: canto grande sin duda, noble y sublime, porque Dios mismo habia enseñado á sus cantores, y les habia indicado la especie de música con que queria ser alabado y celebrado. Es á la verdad admirable el orden establecido por Dios entre los Levitas para el ejercicio de este augusto ministerio. Ellos eran en número de cuatro mil, distribuidos en diferentes cuerpos que cada uno tenia su gefe, y marcado el género y tiempo de sus funciones. Doscientos y ochenta de ellos estaban destinados para cantar y tocar los instrumentos. Fuit numerus eorum... qui erudiebant canticum Domini, cuncti doctores, ducenti octoginta octo. I. Paralip. Puede verse un ejemplo de este orden maravilloso en la distribucion que hizo David de los músicos sagrados en la solemne traslacion del Arca de la casa de Obededon á la ciudadela de Sion, en el I. Paralip. 15.

El que quiera instruirse de todo lo que concierne á la música de los antiguos puede leer las sabias Disertaciones de Mr. Burette insertas en los tomos tres, cuatro y cinco de las memorias de la Academia real de bellas letras de Paris.

  —303→  

NOTA, G, pág. 44.

Nihil est tam cognatum mentibus nostris quam numeri atque voces, quibus et excitamur, et incendimur, et lenimur, et langüescimus, et ad hilaritatem et ad tristitiam sæpe deducimur. Cícero, de Orat. lib. 3

NOTA H, pág. 45.

En campaña despues de la cena los soldados juntos cantaban himnos en alabanza de los dioses. Cuando estaban ya para cargar al enemigo el rey ofrecia sacrificios á las Musas para que les ayudasen á ejecutar acciones dignas de pasar á la posteridad. Se coronaban los soldados de flores, y se iba adelantando el ejército al sonido de las flautas que tocaban el himno de Castor. M. Anquetil, Compendio de la histor. univ.

NOTA I, pág. 46.

Otro caso de esta naturaleza puede verse en Quintiliano donde dice: Pythagoram accepimus, concitatos ad vim pudicæ domui afferendam juvenes, jussa mutare in spondeum modos tibicina, composuisse. Lib. I cap. 10.

  —304→  

NOTA J, pág. 49.

En comprobacion de los maravillosos efectos de la música no se puede citar un hecho mas notable ni mas bien atestiguado, que lo que Polibio historiador grave y circunspecto refiere de los arcadios. El estudio de la música, dice, es útil á todo el mundo, pero es absolutamente necesario á los habitadores de Arcadia. Estos pueblos, aunque muy austeros en su género de vida, al establecer su república han tenido tanta consideracion por la música, que no solamente la enseñan á los niños, sino que obligan á los adultos sin distincion á que se apliquen á ella hasta la edad de treinta años, y se tiene en deshonor no haber aprendido á cantar y no poder dar muestras de esta habilidad en las ocasiones. Me parece, prosigue Polibio, que sus primeros legisladores no tuvieron la idea ni se propusieron por objeto introducir el lujo y la afeminacion, sino tan solo endulzar las costumbres feroces de los arcadios, y alegrar por medio del ejercicio de la música su carácter triste y melancólico causado sin duda en mucha parte por el aire frio que se respira en casi toda la Arcadia. Por este medio han logrado los arcadios ser muy estimados por la suavidad de sus costumbres, por su propension á todo lo que es justo y honesto, por su humanidad hácia los estrangeros y su piedad hácia los dioses. Pero los cinesios habiendo   —305→   despreciado este socorro, del cual sin embargo tenian mayor necesidad por habitar la parte mas fragosa y silvestre de la Arcadia, ó sea á causa del aire ó del clima, se han hecho por fin tan feroces y bárbaros que en ningun pueblo de la Grecia se han cometido tantos y tan grandes crímenes como en Cinesia. Polibio concluye esta relacion advirtiendo que se ha detenido de propósito en ponderar la escelencia de la música para obligar á los de Cinesia á darla la preferencia si alguna vez Dios les inspira el deseo de aplicarse á las artes que civilizan á los pueblos; porque este es el solo camino, dice, por donde pueden despojarse de su antigua ferocidad.

NOTA L, pág. 50.

Lo mismo decian los poetas de Apolo que inventó la lira, con cuyo son melodioso edificó las murallas de Troya. Cette lire, composée d'une écaille de tortue et de sept cordes, dice el dulcísimo Demoustier, rendoit et rend encore sous les doigts d'Apollon une harmonie enchanteresse. Ce fut pourtant au son de ce divin instrument, que s'élevérent les meurs de Troye. Apollon chantoit, et les pierres venoient d'elles-mêmes se ranger á leúr place. On reconte qu'une de ces pierres, sur lesquelles Apollon ayoit souvent posé sa lire, rendoit un son harmonieux aussitôt qu'on la touchoit. Lettres á Emilie sur la Mithologie.

  —306→  

La música del Angel de Milton apacigua tambien las tempestades, y hace cesar la agitacion de los bosques conmovidos por el furor de los vientos.

NOTA M, pág. 50.

Al mismo propósito D. Tomas de Iriarte en su escelente poema de la Música dice en el canto 3.º entre otras cosas lo que sigue:


Bien cifrarse podria
La calificacion de su nobleza
Solo en aquella estrecha simpatía
Que impuso la sagaz naturaleza
Entre todo viviente, y la armonía.
¿Acaso limitó su dulce imperio
A una sola nacion, á un siglo solo?
Del uno al otro polo
Uno y otro hemisferio
Vasallage la rinden, y en la historia
Se pierde por antigua su memoria.
Aun antes que invencion humana fuera,
Innato don de los mortales era,
Como el de la palabra;
Pues si hallamos tal vez fiero habitante
Que la tierra no labra,
Que no pinta, ni esculpe, ni edifica,
No escribe, ni navega, ni trafica,
¿En donde le hallarémos que no cante?
¿Que rústico ignorante
—307→
Sus fáciles canciones no acompaña
Sin que reglas le den para que taña?
¿Que niño no serena
Las lágrimas y el ceño,
O no concilia el sueño
Al son de la uniforme cantinela?
Y en fin ¿porque con hombres atestiguo
Si los mismos cuadrúpedos, los peces,
Si aun los insectos viles tantas veces
Indicio nos han dado nada ambiguo
De que los embelesan
Los tonos de la música suaves;
Y la tienen las aves
Mas que mera aficion, pues la profesan?
Pero aunque la admirable melodía
A la naturaleza no debiera
Tan alta aprobacion y patrocinio,
La sabia antigüedad defenderia
A todo el que la estudia y la venera.
Sujetos al dominio
De las gratas cadencias musicales
Los príncipes supremos,
Legisladores, fuertes generales
Y severos filósofos verémos.
Verémos que la Grecia
Al insigne Temístocles desprecia
Porque ignora el manejo
De la lira: que Sócrates, ya viejo,
Los rudimentos de pulsarla aprende:
—308→
Que sus afanes bélicos suspende
El hijo de Peléo
Para hallar en la cítara recreo:
Y nombre de divina á competencia
Recibe aquella ciencia
De persas, chinos, tirios,
Egipcios, celtas, árabes y asirios.

Es preciso confesar, dice Quintiliano, que la naturaleza ha inspirado al hombre una inclinacion secreta al canto y armonía, con lo que aumenta su alegría en los tiempos de prosperidad, disipa ó disminuye la tristeza en sus aflicciones, y suaviza su pena en los trabajos. No hay artesano que no recurra á este inocente artificio, y la cancion mas sencilla le hace olvidar todas sus fatigas. La cadencia armoniosa con que los herreros golpean y baten el hierro ardiente sobre el yunque parece que hace muy ligera la pesada masa de sus martillos. Y aun en su penoso trabajo los que reman hallan un consuelo en aquella especie de concierto que forma su movimiento tan repetido y uniforme. «Atque eam (musicam) natura ipsa videtur ad tolerandos faciliús labores velut muneri nobis dedisse. Siquidem et remiges cantus hortatur: nec solúm in iis operibus, in quibus plurium conatus præeunte aliquâ jucundâ voce conspirat, sed etiam singuloruin fatigatio quamlibet se rudi modulatione solatur. Lib. I.º, cap. 10.»

  —309→  

NOTA N, pág. 55.

Pulque: bebida comun en Nueva España: es el licor fermentado del maguey, que se hace de este modo: cuando la planta tiene seis ó siete años la cortan el cogollo, y con un instrumento á modo de cuchara de acero afilada por los estremos, que llaman ocascle, hacen un hoyo en el tronco de la planta y allí va destilando una agua miel clara y no desagradable al paladar, la cual cogen dos veces al dia por tarde y mañana como en cantidad de dos cuartillos, y la echan en tinajas mezclando algunas yerbas y frutillas con que fermenta luego y se puede beber, aunque no guardarse mas que un dia ó dos. Esta bebida embriaga, suple la falta del vino, y los indios la usan desde el tiempo de su gentilidad. Entran cada mañana en Méjico, de ochenta á noventa mil cuartillos de pulque. Se usa como remedio en muchos casos, y paga cada carga un real de derecho de entrada al rey, cuyo producto es un ramo muy considerable de la real hacienda.

Chicha: otra bebida comun de los indios, y de la gente de color. Es el fermento de alguna fruta, y por eso hay muchas especies de chichas, que toman el nombre de lo que la hacen, como chicha de piña, &c.

Chinguirito: nombre que dan en Nueva España   —310→   al aguardiente de caña, que hacen de las heces de la azúcar que quedan en el caldero.

NOTA O, pág. 55.

Cotopriz ó Cocopriz: árbol muy alto, frondoso y siempre verde, que se cria en la provincia de Guayana, cuya fruta que los indios llaman allí Cuspiritú es del mismo tamaño y figura que la ciruela. Despues de desprendida la cáscara aparece la medula de color blanco semejante en el gusto y consistencia á la uba moscatel.

NOTA P, pág. 55.

Ceiba (Bombax ceiba): árbol grande y corpulento y el mayor de cuantos se hallan en la América: produce una lana blanca muy fina y suave, de que hacen comercio en el partido de Puerto Viejo de la provincia de Guayaquil y reino de Quito, y del árbol hacen embarcaciones de una sola pieza. En la costa de África le llaman Pan de mono.

NOTA Q, pág. 55.

Lucuma (Achras mammosa): planta de la clase icosandrya dyginia: hay cinco especies distintas con muchas variedades, todas las cuales son árboles de bastante altura, vestidos de hojas de un verde continuo   —311→   parecidas á las del laurel, y de flores estambrosas: sus frutas son del tamaño del melocoton, y están cubiertas de un pellejo amarillo que contiene una pulpa blanquizca y dulce, dentro de la cual hay uno ó dos huesecillos: dos de las especies dichas son las únicas que se cultivan, á saber, la lucuma bífera y la lucuma turbinata; la primera fructifica dos veces al año, esto es, á la entrada del estío y en el otoño, bien que las otoñales son las únicas que llevan los huesecillos, que siempre son dos y muy parecidos á las castañas: su figura es redonda y algo sesgada, diferenciándose de este modo de la fruta de la turbinata, la cual es á manera de una peonza: aunque estas frutas maduren perfectamente en el árbol, necesitan guardarse por algun tiempo entre paja, á fin de que pierdan cierta aspereza que las es natural y adquieran un sabor agradable y aquella fragancia que se les nota. Las otras especies silvestres se conocen en Chile con los nombres de bellota, keule y chañar: la primera, llamada tambien lucuma valparadisea porque abunda en las cercanías de Valparaiso, no se distingue de las demas sino en las hojas que son contrapuestas: sus frutas son redondas, ovales ó largas, pero por lo general de un sabor muy amargo: el keule, que crece mas de cien pies de alto, echa las hojas ovales de seis á siete pulgadas de largo y de un color verde brillante; su fruta es redonda y de un hermoso color amarillo, y como son muchas y grandes hacen resaltar prodigiosamente   —312→   el verdor del árbol: finalmente el chañar, lucuma espinosa, arroja un tronca de treinta pies de alto poblado de ramas espinosas y de hojas casi ovales y sin pezoncillo; sus frutas son redondas como las del keule, mantecosas y de muy buen sabor, y su madera sólida, amarilla y de grande utilidad para los ebanistas.

NOTA R, pág. 55.

Pilco, (Laurus cáustica): especie de laurel de mediana altura, que echa las hojas alternadas, ovales, rugosas, de mas de una pulgada de largo, de color verde que toca en oscuro, muy pequeñas: la fruta se parece enteramente á la del laurel comun: los efluvios que ecshala este árbol, particularmente en estío, causan hinchazon y postillas acres en las partes descubiertas del cuerpo de cualquiera que se detiene á su sombra; y este efecto, que no es mortífero, es tan variable como las complecsiones con que encuentra, pues hay sugetos que esperimentan muy poco daño y otros ninguno, y algunos sin mas que pasar por debajo del árbol se cubren de postillas enteramente. Sin embargo de estar su madera impregnada de un jugo verdacho, viscoso y cáustico, se aprovechan de ella los naturales cortándola con la precaucion de hacer humo al pie, y la emplean en la fábrica de edificios, porque luego que se seca depone el jugo maligno y adquiere un hermoso color   —313→   rojo venado de manchas amarillas y pardas. Es incorruptible en el agua, en la cual se endurece tanto como el hierro, de modo que no puede haber árbol de madera mas apreciable para construir embarcaciones. En Chile lo llaman lithy, y en Quito caspicarancha, que quiere decir árbol que da sarna.

NOTA S, pág. 56.

Plátano (Musa): género de la clase monæcia polyandria: el cáliz de el macho como el de la hembra son un amento redondo: el primero no tiene corola, y la del segundo consiste en algunos pétalos; el stigma está inclinado hácia abajo, y las semillas son redondas: el fruto tiene ordinariamente pulgada y media de diámetro, y de diez á doce de largo, algo curvado: no es redondo sino mas bien como un ecságono redondeados los ángulos: los estremos terminan en puntas ecságonas: la piel, que es lisa y verde antes de madurar, se pone luego amarilla, encierra una sustancia semejante al queso muy graso, sin algun grano, y solo tiene unas fibras gruesas: cuando el plátano se pasa de maduro, la cáscara se vuelve negra, y lo interior ácedo: el gusto es muy semejante al de la pera: es el mejor alimento que hay para los negros, y todos los animales de cualquier especie que sean gustan mucho de él, lo cual prueba su bondad. El árbol, ó por mejor decir, la planta que produce el plátano, no da fruto   —314→   mas que una vez en grandes racimos; y luego que se corta ó que se deja, decae poco á poco, se marchita, se seca y se cae; pero su raiz, que es gruesa, redonda y maciza, produce otros renuevos que á los doce ó catorce meses dan fruto, mueren y reproducen sus raices sin que se necesite nunca plantarlos: no tienen corteza ni madera, sino un grueso rollo de muchas hojas muy largas y anchas que se cubren unas á otras y las esteriores sirven de corteza ó envoltura á las otras: llega á toda su altura á los nueve meses, y tendrá entonces de diez á doce pulgadas de diámetro, lo cual ni lo hace mas duro ni difícil de cortar: el cultivo de esta planta pide un terreno húmedo, graso y sólido, porque necesita mucho nutrimento que por poco que le falte no medra y da una fruta infeliz: el plátano antes de madurar se cuece, como los nabos, con carne; y los marineros y pescadores los comen de este modo: tambien lo asan sobre las ascuas y sirve de pan á los negros: cocido con vino, azúcar y canela adquiere un color encarnado, un bello gusto y olor fragante, y es una de las mejores compotas para los criollos: hay cuatro especies de plátanos que se distinguen con los nombres de bananos, guineos, dominicos y cambures.

NOTA T, pág. 56.

Guayaba (Psideum pyriferum): fruta comun en toda la América, y abundante porque nace en cualquier   —315→   parte en que caiga la semilla, y asi estan llenos de estos árboles los campos: es semejante á la manzana raneta, solo con la diferencia de tener una coronilla: la corteza es áspera y llena de desigualdades: la medula es una sustancia consistente como la de la pera, pero llena de granitos menudos que es la semilla y de un gusto agridulce muy agradable: el árbol es de mediana altura, echa dos veces al año flor, que es como la del naranjo y de un color bellísimo y suave: las hay de dos especies con solo la diferencia del color de la medula, que es en unas blanca y en otras roja.

NOTA U, pág. 56.

Chirimoyas (Annona squamosa), y en lengua quichua chirimuyú, que significa fruta de la semilla fria, porque lo es en sumo grado. Esta fruta compite la primacía entre todas las de América: el árbol que la produce es mediano, ramoso hasta el suelo, de hojas algo grandes y anchas, la flor pequeña fragantísima, de tres hojas angostas, carnosa, de color entre verde y pajizo: el fruto tiene la piel verde, sutil y delicada, la medula blanquísima, muy blanda con mas ó menos pepitas, negras, lustrosas, algo chatas, de un dedo de largo y medio de ancho: la figura es irregular, porque unas son redondas, otras piramidales cónicas, otras algo chatas y otras con varias prominencias, aun siendo todas de un mismo árbol: es dulcísima   —316→   sin fastidio, algo acuosa, en unas con ácido y en otras sin él: se comen partidas ó con cuchara: el tamaño y sazon varia segun los climas y terrenos: en Quito son pequeñas y con muchas pepitas; en Ibarra, Hambato, Loja y Cuenca son mejores, y en Popayan las mas escelentes de toda la América; y son de cinco á seis dedos de diámetro y algunas como la cabeza de un hombre, con muy pocas pepitas. Algunos dicen que la corteza es áspera con prominencias como la piña; pero esto sucede cuando está verde, porque despues que madura se le estiende de modo que queda lisa, y solo con superficiales lineamientos en forma de semicírculos unos sobre otros, y aun cuando le quedan algunas prominencias son delicadísimas y blandas que no ofenden al tacto.

NOTA V, pág. 56.

Bagre (Silurus bagre): pez comun y abundante en casi todos los rios de la América: está cubierto de un pellejo limpio de escamas, liso, pardo por ambos lados y blanquecino por el vientre: se parece mucho en su configuracion á las ninfas de los ranacuajos: su cabeza es muy grande respecto á su cuerpo que es de varios tamaños; el hocico obtuso, y tiene unos hilos como los de los barbos: la espina contenida en la aleta de la espalda no es venenosa, como dicen de la de los demas bagres: su carne tira   —317→   á amarilla, y es una de las mas delicadas que hay entre todos los peces: tiene poquísimas espinas.

NOTA X, pág. 60.

Duces maximos et fidibus et tibiis cecinisse traditum et exercitus lacedæmoniorum musicis accensos modis. Quid autem aliud in nostris legionibus cornua ac tubæ faciunt? quoruin concentus, quanto est vehementior, tanto romana in bellis gloria cæteris præstat. Quintil. lib. I, cap. 10.

  —318→  

DISERTACION TERCERA.

NOTA A, pág. 84.

El emperador Calígula alimentaba con carne humana á los leones que tenia destinados para los juegos del circo; y Neron quiso obligar á un Egipcio, que se habia hecho famoso por su voracidad, á que comiese hombres vivos. Suet. in Calígul. et Ner. Tito para celebrar la fiesta de su padre Vespasiano hizo devorar por las bestias á tres mil judíos. Josepho, de bello judaico, lib. 7. Plancio, ministro del emperador Severo, con motivo de casar á su hija con el hijo mayor del Emperador, hizo mutilar á cien romanos libres, de los cuales eran algunos casados y padres de familia, á fin de proporcionar á su hija un séquito y acompañamiento de eunucos que fuese digno de una reina de Oriente. Dion, lib. 76, pag. 1271. En tiempo del emperador Claudio se vió á diez y nueve mil hombres degollarse mutuamente sobre el lago Fucin para divertir á la plebe de Roma; y antes de venir á las manos saludar los combatientes al Emperador: Ave, Imperator, morituri te salutant. César, los que van á morir te saludan. Tacit. Ann. lib. 12, 56. En vista de estos hechos inhumanos y atroces, dice muy oportunamente Chateaubriand que   —319→   no tenemos razon de quejarnos del estado actual de la sociedad, porque el pueblo moderno mas corrompido es un pueblo de sabios si se compara con las naciones paganas.

NOTA B, pág. 85.

Lo que dió ocasion á los combates de los gladiadores fue la antigua costumbre de sacrificar los cautivos ó prisioneros de guerra á los manes de los grandes hombres que habian muerto en los combates, tal cual vemos que el Aquiles de Homero inmoló doce jóvenes troyanos á los manes de su amigo Patroclo; y cual vemos tambien en Virgilio, que Eneas envió á Evandro algunos cautivos para que fuesen sacrificados en los funerales de su hijo Palas. Porque habiendo parecido con el tiempo cosa muy bárbara y feroz matar á estos cautivos á manera de bestias, como nota M. Rollin, se dispuso que en lo sucesivo se batiesen mutuamente, de manera que empleasen toda su maña y habilidad en salvar su vida dando la muerte á su contrario. La primera vez que el espectáculo de los gladiadores fue presentado al pueblo romano asegura Valerio Máximo que fue en el año 488, cuando los dos hermanos D. y M. Bruto hicieron celebrar con mucha pompa y admirable ostentacion las honras fúnebres de su Padre. Y aunque al principio solo se celebraban estos espectáculos por la muerte de los hombres ilustres,   —320→   pero fue tal la pasion que tenian por ellos los romanos, que se generalizaron muy pronto; de manera que aun los particulares señalaban en su testamento el número de gladiadores que habian de combatir para solemnizar su entierro: número que, aunque fue muy corto al principio, llegó despues á ser bien escesivo.

Aunque la institucion de los gladiadores no tuvo al principio, segun hemos visto, mas objeto que abolir la antigua costumbre de inmolar los prisioneros de guerra; pero con el tiempo se hizo como un arte ú oficio á que se dedicaban muchos voluntariamente: hombres que en el acto de alquilarse para combatir contra animales feroces se obligaban con juramento á portarse como buenos y leales gladiadores. Y esta especie de espectáculo, que en sus principios solo se dedicaba á la tristeza y al dolor, se hizo despues el objeto mas agradable de la diversion del pueblo. La muerte hacia una parte esencial de las diversiones antiguas: elle étoit la, dice con su acostumbrada elocuencia Mr. de Chateaubriand, pour contraste et pour rehaussement des plaisirs de la vie. A fin d'egager les repas, on faisoit venir des gladiateurs, avec des courtisanes et des joueurs de flúte. En sortant des bras d'un infame on alloit voir une bete feroce boire du sang humain: de la vue d'une prostitution, on passoit au spectacle des convulsions d'un homme expirant. Quel peuple, esclama aquel Filósofo, que céluilá, qui avoit placé l'opprobre   —321→   á la naissance et á la mort, et elevé sur un théatre les deux grands misteres de la nature, pour déshonorer d'un seul coup tout l'ouvrage de Dieu!

Antes de dar fin á esta nota, que podria considerablemente alargar sino temiera ser importuno ó molesto, ó si mi corazon padeciese menos cuando traigo á la memoria estos sensibles y lastimosos estravíos de la especie humana; no puedo pasar en silencio la estrema ferocidad de los romanos que no sufria que los gladiadores, estas desgraciadas víctimas de su cruel alegría, diesen la menor señal de temor ó debilidad en el combate, aun cuando estuviesen heridos y la sangre saliese con abundancia de sus venas. Porque el pueblo entraba entonces en furor é indignacion, como lo asegura Séneca. Mátale, esclamaba, que le quemen, que le desuellen á latigazos. Que! se presenta al combate con aire tímido! no tiene valor de morir con gracia! Occide, ure, verbera. Quare tam timide incurrit in ferrum? quare parum audacter occidit? quare parum libenter moritur?

NOTA C, pág. 37.

La misma religion favoreció asi á los príncipes paganos para perpetuar á sus vasallos en la esclavitud. Et c'est ici la grande erreur de ceux qui louent le polythéisme d'avoir séparé les forces morales des forces religieuses, et qui blâment en même temps le   —322→   christianisme d'avoir suivi un système opposé. Ils ne s'aperçoivent pas que le paganisme s'adressoit á un immense troupeau d'esclaves, que par conséquent il devoit craindre d'éclairer la race humaine, qu'il devoit tout donner aux sens, et ne rien faire pour l'éducation de l'âme: le christianisme, au contraire, qui vouloit détruire la servitude, dut révéler aux hommes la dignité de leur nature, et leur enseigner les dogmes de la raison et de la vertu. On peut dire que le culte évangélique est le culte d'un peuple libre, par cela seul qu'il unit la morale á la religion. Genie du Christianisme.

NOTA D, pág. 88.

Chose admirable! la religion chrétienne, qui ne semble avoir d'objet que la félicité de l'autre vie, fait encore notre bonheur dans celle-ci. Montesquieu, Esp. des Lois, Liv. XXXIV., ch. 3.

NOTA E, pág. 113.

Decian los antiguos poetas que las Furias eran tres hermanas llamadas Alecto, Tisiphone y Megera, hijas del Acheronte y de la Noche. Permítaseme copiar aqui lo que Demoustier cuenta de estas fingidas deidades en una de sus cartas á Emilia. On assure que ces trois soeurs sont vierges, et les amateurs présument qu'elles le seront encore quelque temps.   —323→   Leur robe, souillée de sang, est tantôt noire, tantôt blanche; noire quand elles sont irritées, et alors on les appelle Néméses34 ou Erynnides; blanche quand elles s'apaisent, et alors on les nomme Euménides35

Leur ministère ne se borne pas á châtier de leur fouet vengeur les ombres criminelles; souvent elles volent au séjour des vivants, planent sur la tête de l'homme coupable, et, portant dans son sein leurs flambeaux dévorants, elles commencent pour lui, sur la terre, les supplices éternels du Tartare.


De sinistres tableaux, de songes effroyables
    Elles tourmentent son sommeil;
De souvenirs affreux, de spectres lamentables
    Elles entourent son réveil.
    Aux chants joyeux de l'Allégresse,
Aux ris de la Gaîté, aux accents du Plaisir,
    Son coeur, prêt à s'épanouir,
Se resserre accablé da fardeau qui l'oppresse:
Il voit, sans les goûter, les biens qu'il a perdus,
Et le Remords lui dit: Tu ne dormiras plus.

Le parricide Oreste offrit à la Grèce un exemple effrayant de la sévérité des Furies. Pour les apaiser, il bâtit, au fond de l'Arcadie, un temple dédié aux Furies noires. Il couronna leurs statues de   —324→   safran et de narcisses; il couvrit leurs autels de fruits et de miel, leur immola une brebis noire, et consuma le corps de la victime sur un bûcher de cyprès, d'aubépine, d'aune et de genièvre. Les déesses implacables, touchées en fin de son repentir, lui apparurent vêtues de blanc; et soudain Oreste éleva un second temple en l'honneur des Furies blanches ou Euménides. Là, il les couronna d'olivier, leur sacrifia deux tourterelles, et fit, en leur honneur, une libation d'eau de fontaine, contenue dans des vases dont les anses étoient couvertes de laine d'agneau. Il évita scrupuleusement de leur offrir du vin ou d'autres liqueurs inflammables: d'après la connoissance qu'il avoit acquise de leur caractère, l'infortuné crut devoir ne leur présenter que des calmants.

Il y a peu de divinités dont le culte ait été aussi étendu que celui des Furies. La Crainte élève plus de temples que l'Amour. Les ministres du temple qu'elles avoient à Athènes, près de l'Aréopage, composoient un tribunal, devant lequel on ne pouvoit comparoître qu'après avoir juré sur l'autel des Euménides de dire la vérité.

Leur sanctuaire servoit d'asile aux criminels; mais souvent ils y éprouvoient un supplice plus horrible que celui qu'ils vouloient éviter. Près de la ville de Céryne, en Achaïe, à peine le coupable avoit-il posé le pied sur le seuil du temple des Furies, qu'un délire affreux s'emparoit de ses sens, et le faisoit passer, en un instant, de la fureur au désespoir,   —325→   et du désespoir á la mort. Aussi n'osoit-on qu'en tremblant regarder le temple, ou prononcer le nom de ces divinités redoutables.

NOTA F, pág. 129.

Piragua: canoa grande en que se navega al remo: regularmente tiene treinta pies de largo y cuatro de ancho en el centro; termina en punta á los dos estremos, que están mas elevados como quince pulgadas: está dividida por nueve bancos, detras de cada uno de los cuales hay ocho pulgadas de distancia, un poco mas alto que el banco unos palos como el brazo clavados en el costado para sostener las costillas: tienen dos árboles y dos velas cuadradas: cuando salen los indios en ellas á la mar para alguna espedicion de guerra solo llevan una ó dos mugeres en cada piragua para guisar; pero cuando van solo de viage embarcan toda su familia.

NOTA G, pág. 129.

Cocotero (Muccifera cocos): este árbol es muy alto y derecho, y siempre crece: tiene menos grueso en el centro que en las estremidades: echa primero fuera de tierra su principal raiz, que luego rodean otras muchas mas pequeñas, enlazadas unas con otras que fortalecen el árbol: este florece todos los meses, y siempre está cubierto de flores y de   —326→   frutos en racimos que maduran sucesivamente unos despues de otros. Cuando el fruto está maduro tiene siete ú ocho pulgadas de diámetro en el medio, y diez ó doce de altura: no es perfectamente redondo, sino mas bien triangular: en él hay dos cosas que notar que son, la nuez y la corteza: esta, que cubre y rodea á aquella, se compone de fibras gruesas de una especie de hilaza muy adherente á la nuez, cubierta de una piel delgada, lisa y dura, de color verde, tanto mas pálido cuanto está mas maduro. La nuez despojada de la corteza tiene de cuatro á cinco pulgadas de diámetro, y de siete á ocho de altura, cuatro ó cinco líneas de espesor en el medio, y seis ó siete en los estremos: es muy dura, de color oscuro con algunos filamentos grises mezclados de blanco: el estremo por donde está pegada al árbol tiene tres agujeros redondos de dos á tres líneas de diámetro que están cerrados y llenos de una materia gris esponjosa como el corcho, por las cuales segun las apariencias se nutre: cuando se destapan estas sale un licor blanco como el suero, dulce con una punta de agrio muy gustosa: mientras el coco es tierno, esto es, mucho antes de madurar está lleno de esta agua que se va disminuyendo á medida que madura: aserrado ó roto el coco, se halla revestido interiormente de una materia muy blanca, que antes de la perfecta madurez del fruto no tiene mas consistencia que la de leche cuajada y dos líneas de espesor, pero cuando está bien maduro tiene   —327→   la de requeson, cinco líneas de grueso, y la misma blancura que la nieve: su gusto es muy agradable; compacta, fria y de difícil digestion. En este estado encierra muy poca agua, porque se ha ido congelando poco á poco, y sirviendo de nutrimento á la medula. En algunos se encuentra una bola como de algodon, que llaman esponja de coco y sin duda sobró de la uniforme nutricion, de la cual hacen un dulce muy esquisito y raro, porque se halla en pocos; pero el de la medula es muy comun: de la corteza del coco machacada hacen estopa. Hay mucha variedad de palmas y de cocos que se distinguen por el tamaño sin otra material diferencia.

NOTA H, pág. 129.

Aguay: árbol que se puede creer sea el Cervera foliis ovatis de Linneo y Ahovai de Bomare, cuyas hojas se parecen al laurel rosa de América: tiene la flor amarilla monopétala, cortada en cinco lobos oblicuos con cinco estambres y un pistilo: el fruto es de la figura de pera, y encierra una nuez oscura triangular y de mucha dureza, la cual traen los indios colgada de las piernas para hacer ruido unas con otras. El padre Labat llama á esta nuez de serpiente, pues dice que aplicando una cataplasma de ella cura la mordedura de este animal; pero Mr. Lemery dice que no concuerda la descripcion que el citado Autor hace con los árboles que   —328→   él vió. Los indios tapueyes usan la corteza de este árbol para hacer alpargatas.

NOTA I, pág. 129.

Maitén (Maitenus boaria): es un árbol grande de la clase dyandria mongogynia, hermosísimo y siempre verde, del reino de Chile, que nace espontaneamente en todas partes: su tronco no se eleva mas de treinta pies; pero las muchas ramas que arroja desde ocho ó diez de su altura forman una bellísima copa: sus hojas ya contrapuestas y ya alternadas son dentelladas y punteadas por ambos estremos, espesísimas, de un verde alegre y brillante, y de cerca de dos pulgadas de largo: lleva unas flores monopétalas, campaniformes, y de color purpureo; pero tan pequeñas que á muy poca distancia no se distinguen: estas flores cubren todas las ramas nuevas y ceden su lugar á una cápsula pequeña y redonda en la cual se encierra una simiente negra. La madera del maitén es dura y de un color naranjado, venada de rojo y verde; y el ganado vacuno apetece tanto sus hojas, que abandona cualquier otro pasto siempre que las encuentra, de modo que á no ser por los cercados y zanjas con que defienden los hacendados estos árboles, se habria estinguido ya su especie: es antídoto eficacísimo contra el veneno de otro árbol llamado lithy.

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NOTA J, pág. 134.

Leon marino (Phoca leonina): tiene el cuerpo mas ágil, mas elegante y mas bien hecho que las demas phocas; y aunque tambien es cónico y su pelo de color amarillo claro, es corto desde las espaldas hasta la cola y largo en el cuello y en la cabeza como el de las cabras; esta clin muy visible le da alguna conformidad esterior con el leon africano, y un derecho esclusivo para llamarle leon marino, y no al que impropiamente se le dió el almirante Anson y adoptó Linneo. Los indios del reino de Chile le pusieron el de thopel-lame, que quiere decir lame guedejudo, porque no conocian al leon: se parece tambien á este en la hechura de la cabeza y aun en la nariz que es larga y aplanada, pero sin pelo desde la mitad de su largo hasta la estremidad: las orejas casi redondas se levantan como siete ú ocho líneas encima del cráneo: sus ojos muy vivos y alegres tienen las pupilas de color verdegai: le adornan el labio superior unos mostachos largos y blancos, iguales á los del tigre y de todas las phocas. La boca bien rasgada está guarnecida de treinta y cuatro dientes tan blancos como el marfil, grandes y sólidos enteramente y que ocultan en sus alveolos las dos tercias partes de todo su largo: los incisivos tienen cuatro pulgadas, y de diámetro diez y ocho líneas; pero los colmillos no salen fuera como   —330→   los de los lames, ni se diferencia la distribucion de estos dientes de la de los uriñes: los pies posteriores son palmados, y tienen la misma figura y número de dedos de estos: los anteriores son ternillosos y cortos respecto de la masa del cuerpo, dividiéndose hácia su estremidad en cinco dedos armados de garras y unidos entre sí con una membrana al modo de los de la phoca elephantina. Finalmente la cola, situada entre los pies posteriores, es negra y redonda, y apenas escede de un palmo de largo. La hembra, mucho mas pequeña que el macho, carece de guedeja como la leona, tiene dos pechos lo mismo que esta, y pare un hijo en cada parto, al cual da de mamar con señales de verdadera ternura. Algunos les dan hasta veinte y cinco pies de largo: estos animales son muy grasos y abundantes de sangre, se arrojan al mar luego que se sienten heridos, dejando detrás de sí encima del agua, conforme se van retirando, largos rastros de sangre que se distinguen desde lejos; y entonces los persiguen los lames y los uriñes, y los destrozan y devoran, lo cual no sucede á estos con otros animales en igual caso.

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DISERTACION CUARTA.

NOTA A, pág. 171.

Croiroit on le genre humain, esclama tambien con este objeto M. Rollin, susceptible d'un tel excés de fureur et de frenesie? Les hommes ne portent point communement dans leur propre fonds un renversement si universel de tout ce que la nature á de plus sacré. Immoler, égorger soimeme ses propes enfants, les jeter de sang-froid dans un brasier ardent, etuffer leurs cris et leurs gemissements, de peur qu'une victime oferte de mauvaise grace ne déplut á Saturne: quelle horreur! Histoire romaine.

NOTA B, pág. 173.

Entre los muchos casos de esta especie que nos ofrece la historia romana, bastará citar el siguiente. Jamas Roma desde que fue saqueada por los galos habia sentido un dolor y una consternacion tan grande, como despues de la tan famosa cuanto desgraciada batalla de Cannes, en la que perecieron cincuenta mil hombres por el orgullo y mala direccion y consejo del cónsul Varron. En los primeros momentos que sucedieron á esta deplorable y triste nueva   —332→   oyéronse de todas partes grandes alaridos y llantos, acompañados de profundos gemidos y angustiados sollozos: los romanos se lamentaban á gritos de que ya no tenian ni campo, ni generales, ni soldados, y de que Anibal era dueño de las Apulias y del Samnio, y muy en breve lo seria de toda la Italia. No se veia en las calles sino mugeres llorando, que en el esceso del dolor y en la terrible desesperacion que agitaba sus almas, se arrancaban los cabellos y laceraban el pecho: á los caballeros y senadores tristes y abatidos, y devorados interiormente de un dolor que sin embargo que procuraban ocultarle, le manifestaba bastantemente su mismo silencio. ¡Que otra nacion no habria sucumbido con el peso de tantas calamidades! Pero el carácter romano subia siempre de punto en las desgracias; y en estas circunstancias tan tristes, los pretores Philo y Pomponio reunieron sin perder momento el Senado á fin de que se acordasen medidas enérgicas para la conservacion de Roma, porque no dudaban ellos de que Anibal atacaria prontamente la capital, con cuya pérdida se pondria fin de todo punto á la guerra y se consumaria la ruina de la república. Acordó pues el Senado ante todas cosas que los decemviros consultasen los libros de las Sibilas; y que O. Fabio Pictor fuese enviado á Delphos para saber de aquel famoso oráculo cuales fuesen las rogaciones y cuales los sacrificios poderosos de apaciguar la colera de los dioses en tan lamentable coyuntura; y   —333→   mientras se esperaba la vuelta de Fabio Pictor, se practicaron algunos sacrificios estraordinarios, tales cuales se hallaron indicados en los libros sibilinos, y entre ellos lo fue el de dos galos y dos griegos, uno de cada secso, que enterraron vivos en un grande hoyo que habia en la plaza llamada de los Bueyes y cubrieron luego con gruesas piedras. No fue esta la primera vez que este lugar fue contaminado con sacrificios tan bárbaros y tan pocos dignos de los romanos, aunque muy usados de todas las naciones paganas. ¡Que idea, repito, tenian estas naciones de sus dioses para creer que la sangre humana fuese capaz de apagar su cólera! ¡Y como un pueblo que se preciaba de una gran suavidad y dulzura de costumbres podia entregarse á una supersticion tan cruel é inhumana!

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DISERTACION SECSTA.

NOTA A, pág. 244.

Maguei (Agave americana): planta comun en toda la América, pero la mas útil y la mas estimada de los indios, porque de ella sacan agua, vino, vinagre, aceite, bálsamo, miel, vigas para sus casas, tejas, hilo para coser y hacer tejidos, y tallos para comer: es del mismo género que las pitas: las pencas á medio asar dan una porcion de zumo algo dulce, que puesto al fuego hasta que se haga jarabe se cree ser remedio eficacísimo para varias dolencias. Esta planta crece en cualquier parte, y asi abunda tanto; y su principal utilidad, ademas de la referida, es en Nueva España por la bebida llamada pulque que hacen de ella y de que dimos razon mas arriba.

NOTA B, pág. 251.

Huaca: entierro de los indios en tiempo de su gentilidad, que era el hueco de un montecillo artificial que hacian de figura cónica, en que ponian el cadáver sentado con todas sus alhajas y riquezas. Los españoles luego de la conquista dieron en abrirlas para sacar el oro y plata, y los indios por deslumbrarles en el parage que habia alguna hacian otras muchísimas iguales pero vacías.