Estoy seguro de que el viento no puede clavarse en la tierra de la
carne, pero yo lo sentía cada vez mas y más
ahí, en el suelo de mi piel, levantando papeles de
periódico como si no existiese la puerta giratoria, ni la
cristalera, ni el mostrador ni la mano de la camarera recogiendo
las últimas gotas del café del sexo del aire
condensado como por sorpresa y delatado por mi, aunque sin mala
conciencia, porque ella lo sabe y se recrea, justo en aquél
mismo instante, olvidando el aunque de los zapatos apretados dentro
de los pies, tan demasiado pequeños para ocho horas, e
incluso la propina del que se la cobra sin que ella quiera, y
tantos otros peros, pero a lo que íbamos, yo estaba
allí, hecho puerta y cristalera, y no, y la cafetera,
adorando al dios Falo, e incluso la copa de coñac, queriendo
jugar a la máquina de la baraja, pulsando las horas para
llenar el nadie de aquella oración interrogativa.
Y
otra vez el humo del suelo (¿o aquello no lo dije? Uno tiene
equivocaciones, yo no quería delatar a nadie) Y una
gabardina absolutamente vacía, que vigila el desorden, y un
imaginarse que ella le está mintiendo, es necesario. Le
sonríe, con su cuellito algo mas abrochado, y uno, desde el
otro extremo, viéndole las últimas fronteras que se
ríen a mandíbula batiente del estúpido sin
cara.
Y
cuando no hay nadie, ella se sirve roja, como una langosta que no
puedes comprar, y todo el entorno se hace curvo; la máquina
se para y la fuente del café mana libremente moviendo, con
un perfecto imprevisible, sus brazos de diosa hindú, y el
triste tubo de neón se hace tu amigo y recobra un color
rojo-verde-labio; sus pies descansan, y el aire se le funde, ella
así lo quiere, para que los amigos, luego, disfruten al
sorberlo; para que los espejos reflejen lejanía y el techo
se haga bajo, y alguien encuentre encanto tomándose un
silencio, y los dados salgan todos en jota, y llueva dentro en vez
de afuera (que se pierde), y cale hondo el saber de sí
mismo; y uno, a veces, note, cuando acaba de llegar del congelador
del frigorífico, la fuerza del acto gratuito.
Hay minutos
Hay minutos que a veces
duran siglos y siglos.
Son minutos fugaces
en que se enreda el tiempo
Y allí viven los
pájaros
y el cuerpo te sonríe
y somos transparentes
al amor y al deseo.
Hay minutos que, a veces,
se le pierden al tiempo
Minutos que robamos
a su danza continua.
Son esos que no mueren
tras sesenta segundos.
Son minutos de vida
minutos de alegría.
Su nombre es
decisión
o placidez, o lluvia,
o amor, o sentimiento,
o vehemencia, o ternura.
Su nombre es cuerpo
satisfecho, es ansia,
es playa, es mar,
es mano, piel, dulzura.
Es, puede ser,
poesía
si con ella robamos
esos minutos nuestros
que el tiempo va segando.
Si es así mi
canción
acabará enseguida.
Cuando mi voz se calle
proseguirá la vida.
Cuando te miro
Cuando te miro
yo siento la distancia
que te separa de ti misma.
Siento el acero
de tu sonrisa triste
clavándose en mi cuerpo.
Siento tus ojos
que pasan sobre mí y
contemplan
música y espejos
Siento tus manos jóvenes,
tus dedos,
contándose esperanzas y misterios.
Siento la lluvia
de soledad y tiempo
calándote los huesos.
Siento tu cuerpo
que tú sientes crecer
en tus adentros.
Y siento como te reconstruyes,
te das sentido y forma,
te haces Tú
Siento en silencio que te siento.
Ella, tierra
Progresivamente
fue viviéndose triste.
Le fue pesando el aire
y se sintió empujada
lenta, inexorablemente
contra el suelo.
El contacto de cada poro con la tierra
fue agradable.
Y notó
como le iba invadiendo
una tranquilidad distinta.
Y se sintió conforme
con la naturaleza.
Cada porción de piel
reposaba tranquila
recibiendo energía,
transmitiéndola,
sintiéndose hermanada y satisfecha.
Y era la tierra quien le saludaba
comunicando
sensaciones y afectos imprecisos
que ella no pretendía descifrar
porque así estaba bien,
y era su esencia.
Y al poco,
imperceptiblemente,
fue sintiéndose amiga de la tierra,
compañera amorosa,
solidaria
y quiso ir hasta el fondo,
entrañarla,
sentir su abrazo
y abrazarla
Ser penetrada
y penetrarla
Y habitarla.
Y se sintió cubrir
y el suelo era de tierra
y las paredes tierra,
hermana tierra
y el techo tierra
y arriba ni su sombra
Y ella tierra
toda tierra
solamente tierra.
Y empezó el sueño
de vientre natural
de oscuridad fecunda
Y ella, por fin, sintió
como siente la tierra,
cumplida su misión de sementera.
Es hermoso sentirse
Es hermoso sentirse
un jinete salvaje.
No saber los porqués
pero estar muy seguro
como se está del mar
Es hermoso ensoñarse
y es hermoso escribir
reconociendo luego
en los trazos nerviosos
jirones de uno mismo.
Es hermoso vivirse
Pleno como los niños
Tierno como los pájaros
Rico como las flores
Rotundo como el rayo
Dulce como la lluvia
Sencillo como el viento
Claro como tus ojos
Alegre como verte Joven
como tu cuerpo
Satisfecho como juntos.
Coge
¡Coge
Cógeme las manos
Cógemelas
que se me escapan por los
dedos!
Recopilando recuerdos de encuentros en los cruces
Allí, Sísifo
Una piedra más, no.
No una, no: Esa,
allí.
Y él,
allí,
imposible intuición
rápidamente desechada por improbable
pero allí,
todavía,
y más piedra que nunca,
como siempre,
y allí.
Y él
y eternamente así,
por los siglos
de y eternamente allí,
la y él
y definitivamente,
no
y sí,
con un aunque condenatorio,
y no de si: de síes
a pesar tuyo.
Credo
Creo en dios,
padre todopoderoso
Creador del Cielo
y de la Tierra
y creo en su hijo,
creo en este niño
de vida y amor,
que fue concebido
sembrando la desgracia
de su espíritu claro.
Que nació
inocente.
Que padeció
desde el momento
en que dejó la nada.
Que fue crucificado
en un cuerpo imperfecto.
Muerto
en una mente en sombras.
Sepultado
bajo la soledad.
Descendió
a los Infiernos
de no ser él mismo.
Y necesito creer
que un dia resucitará
de entre la muerte que lo atrapa
y subirá a los cielos
de ser pleno y feliz
y allí se sentará
con todos nosotros,
a la diestra de sus padres.
Desde allí
ha de venir
a jugar
con los niños
a los juegos
que la vida la debe.
Y porque creo en él
creo en la justicia
y en el perdón de este pecado
y necesito creer
en la resurrección
de su carne.
Y en que, por fin,
construya
una vida,
su vida
perdurable
Amen.
Arribada
Redención
Jhavé hizo al hombre
Como su propia imagen
Y el hombre fue infeliz
Y el hombre miró al cielo
Y pregunto porqué.
Y Jhavé lo miró
Y se miró a sí mismo
Y se sintió culpable
Y decidió redimirse de su culpa.
Y abandonó los cielos
Y descendió a la tierra.
Y sufrió con el hombre y por el hombre
Y el hombre lo sintió sufrir.
Y entonces, sólo entonces,
El hombre perdonó a Jhavé
Y pudo amarlo.
Y sólo así
Jhavé pudo volver al cielo
redimido
Unido por el dolor y por la muerte
a ese ser que hasta entonces sólo fue su
obra
y desde entonces fue su compañero.
Jarmizaer
Jarmizaer
Oasis de sonidos.
Cuatro sílabas claras.
Un nombre en el desierto.
Una palabra al alba.
Jarmizaer
Sólo un nombre en mi sueño
que viene de la nada,
que se niega a perderse
y me pide morada.
Jarmizaer
Te lo quitaron todo
Oasis de sonidos
Te borraron del mundo
Cuatro sílabas claras
Te negaron la historia
Un nombre en el desierto
Lapidaron tu vida
Una palabra al alba.
Jarmizaer
Oasis de sonidos
Sueños de tu mirada
Un nombre en el desierto
Una palabra al alba
recuperada.
Adolfo Celdrán es una de las personas má s inquietas
e interesantes que ha dado nuestra poesía y nuestra
música popular. Con él descubrimos parte de una
cultura y una forma de pensar que nos ha ido marcando durante
años y que hoy nos permite ver la cultura como un todo,
donde la m úsica es una pequeña parte de la misma, y
que no tiene ningún sentido si no se vincula o se relaciona
con el resto de la sociedad. En su música siempre hay un
hueco para la mejor poesía.
Rubén Caravaca
Su
trabajo es una orientación hacia continuas y reiteradas
evoluciones, un propósito de perenne juventud del alma, una
anticipada aceptación de todo módulo y de toda idea
creativa. Adolfo naturaliza el lenguaje artí stico plasmando
lo instintivo, lo sentido e intuido, trazando una
radiografía del espíritu a través de su gozo
por poetizar.
World Music
Adolfo Celdrán es uno de los grandes cantautores que hizo
historia en los tiempos duros, un letrista poeta que no ha perdido
el pulso con el cambio de siglo, un intérprete-cantante que
siempre supo mantener encendida la llama de la atenci
ón.
La Clave
"Que todo el mundo rescate del sueño historias que olvidamos
y que no tenemos en cuenta. A lo mejor el infierno es morirse sin
poder decir todas las cosas que has querido decir. Yo tenía
todas estas cosas por contar y por cantar..."