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- XIV -

La miel y la cera


Blanca había asistido con su madre a una magnífica función de iglesia, de esas en que la devoción de los fieles pide al arte todos sus recursos, para ofrecer al Autor de cuanto hay grande y bello sobre la Tierra un humilde tributo de adoración. Preciosos frescos adornaban la bóveda y las paredes, hermosas esculturas se ostentaban en los altares, ricas arañas pendían del techo sosteniendo infinidad de velos, cuya luz se quebraba en el tallado cristal, produciendo brillante y variado colorido; el incienso, formando suaves espirales, subía a confundirse en una ligera nube, cuyas emanaciones aromatizaban la atmósfera mezcladas con los perfumes de las flores, que en grandes y artísticos grupos elegantes jarrones sostenían y los acordes sones de la música acompañaban las robustas voces de los sacerdotes y las argentinas de los niños de coro.

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La amable Blanca, piadosa por instinto y por efecto de su educación, y artista por intuición o por temperamento, estaba encantada.

Apenas llegó a su casa, preguntó a su madre:

-¿No es verdad, querida mamá, que habrá sido muy agradable a Dios y a su Santa Madre la función a la cual acabamos de asistir?

-Supongo que sí, respondió Flora.

-Es que nuestra maestra, que es muy sabia y muy buena cristiana, dice que el Señor no se satisface con exterioridades, y que a veces le es más grata la oración de un pobre niño que reza solo en su cuartito, la plegaria de la madre que vela junto a la cuna de su hijo, o la súplica del enfermo que gime en lecho de dolor (estas mismas palabras dice ella); que los cultos solemnes que con tanta riqueza y esplendor se le dedican.

-Estoy conforme con esa ilustrada señora, hija mía, y creo que Dios acepta benévolo cuanto con buena voluntad y sincera fe se le dirige, así el rezo del pobre ermitaño que se arrodilla en el fangoso suelo y fija su vista en el estrellado firmamento, como el de los sacerdotes que hoy le rendían adoración entre los esplendores del lujo y la magnificencia; pero creo también que el escultor, ni pintor, el músico o el poeta que emplean su inspiración en trazar una bellísima imagen los primeros, y en componer un himno los segundos, hacen una excelente aplicación de sus facultades de artista, y que si estos hombres inspirados viven de su trabajo, como es lo general; los ricos que, además de emplear una parte de su capital en obras de caridad, consagran otra a la adquisición de aquellas obras para las iglesias, contribuyendo al culto externo con que se glorifica al Señor, se edifica a los fieles y se estimula a los indiferentes, hacen también el mejor uso de su fortuna.

Por la noche, Blanca refirió a su padre lo que había visto y oído, amén de las reflexiones propias y de las explicaciones maternales, y añadió:

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-¡Si viera usted, papá, qué multitud de luces! Serían de esperma de ballena ¿verdad?

-No, querida mía, para el culto católico, respondió el padre, no se gasta por lo regular más alumbrado que el de aceite y el de velas de cera.

-¡Ah!, ya sé como las que se encienden en el colegio para rezar el rosario, y ¿de dónde sale la cera?

-Recuerdo, interrumpió la madre, que hace pocos días me preguntaste de donde salía la miel; pues bien, la miel y la cera tienen un origen semejante.

-Me dijo usted que la miel la fabricaban unos animalitos pequeños.

-Sí, las abejas.

-¿Y también fabrican la cera?

-No, la segregan, y después la preparan convenientemente, lo cual no es lo mismo.

-¿Y qué es segregar?

-Tu papá te lo explicará.

-¡No sudas tú muchas veces?, preguntó el aludido.

-Sí, señor, demasiadas.

-¿Y fabricas el sudor?

-No, señor, él solo se hace.

-Tú le expeles por los poros; a ese acto se llama secreción y es una función de nuestro organismo.

-¿Una función?, preguntó Jacinto que lleno de curiosidad se había acercado.

-Funciones son aquellos actos que ejecutamos sin que intervenga en ello nuestra voluntad, como la respiración, la digestión, el sueño, etc., y son acciones las que ejecutamos con premeditación y voluntad, como el andar, el hablar, el comer, etc.

-Pues secreciones serán también la saliva y las lágrimas, respondió Jacinto.

-Papá, dijo Blanca impaciente, deje usted estar a ése y hablemos de las abejitas.

-Vosotros ya conocéis ese insecto.

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-¿Qué quiere decir insecto?, preguntó Jacinto.

-Así no acabaremos nunca; dijo Blanca.

-La palabra insecto siguió el padre, viene de la voz sección, porque los animales que se designan con ese nombre tienen su cuerpo formado por muchas secciones o anillos y no por un solo esqueleto, unido por la espina dorsal, como los cuadrúpedos, las aves y los peces.

Abeja reina, obrera y zángano

Abeja reina, obrera y zángano

Lo que no sabréis vosotros es que las abejas forman una república o más bien una monarquía, puesto que tienen una reina, que mejor pudiéramos llamar madre, ya que ni reina ni gobierna y es la única que pone huevos, aumentando así la población; hay también algunos, machos, pocos en verdad, porque como estos no son aptos para el trabajo y las abejas, prudentes y hacendosas por instinto, no tienen afición a mantener holgazanes, cuando hay muchos zánganos (que así se llaman los machos) los echan de la colmena o los matan. El resto de la población, es decir, la gran masa de ella, la forman las abejas trabajadoras u obreras, que son hembras estériles, esto es, que no ponen huevos.

Tres son las partes principales de este precioso animalito: la cabeza, provista de dos antenas que parecen cuernos, y son los órganos del tacto, de cinco ojos, a saber, tres en la parte superior y dos a los lados, compuestos estos últimos de varias caras o facetas, y de la boca (semejante a un estuche) en que se encierra una prolongación del labio inferior y las mandíbulas, llamada trompa, destinada a extraer   -161-   el jugo de las flores. Viene después el pecho o tórax del que salen cuatro alas y seis patas y últimamente el vientre o abdomen muy abultado, pues está provisto de dos estómagos, y termina en un a aguijón que es un tubito puntiagudo, que clava la abeja en el que llega a molestarla, y por cuyo tubo corre, un líquido venenoso, que depositándose en la herida, es causa de la rápida inflamación y el insoportable dolor que acompaña a las picaduras.

-Dígame usted papá, observó Blanca ¿por qué les habrá dado Dios tantos ojos?

-Para suplir la movilidad de que carecen, pues la mayor parte de los animales pueden volver la cabeza, y aun, sin esto, girar los ojos en su órbita gracias a la docilidad conque los músculos obedecen a la voluntad del que quiere variar la dirección de su mirada. Los insectos, pues, tienen ojos inmóviles, mas compuestos de varios puntos luminosos o facetas, para que puedan ver por todos lados; pero lo que no está todavía bien averiguado es si cada uno de ellos les presenta una imagen distinta, o si todos ellos van a reunirse en un único nervio óptico, presentando una sola imagen.

Las patas posteriores de la abeja tienen un canastillo o cesta y un cepillo, formado el último de pelo proporcionalmente largo y fuerte, con el cual recogen y barren el polen de las flores, que depositan en el cestillo anteriormente citado.

-¿Qué es polen, papá?, interrogó Blanca.

-Parece que todos preguntamos, observó Jacinto.

-Porque todos deseáis saber, repuso el padre. Polen es el polvillo, generalmente amarillo o blanco, de las flores, polvillo fecundante que cubre una parte de ellas, llamada estambres y que cayendo en otro órgano de las mismas, que se denomina pistilo, lo transforma en fruto.

-¡Ah!, ya lo sé: a veces he ido a oler una flor, y me ha quedado en la nariz un polvo amarillo.

-Eso es.

-¿Y qué hacen con el polen?

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-Llevarle a la colmena, y depositarle donde te diré después. Ahora hablaremos de la cera. Debajo del vientre tienen las abejas unas cavidades de las cuales sale la cera, ellas la cogen con las patas, la llevan a la boca, la mastican y amasan, y reuniendo las secreciones de muchos miles de obreras, se forman los panales compuestos de celdillas que son...

-Ya sé, unos agujeritos redondos.

-Redondos precisamente, no, porque entonces tendrían la forma de un ojete de los que haces cuando bordas.

-¿Y no son así?

-No, sino que tienen una forma hexagonal, esto es, que consta de seis lados iguales, pero tan exacta, que ningún geómetra pudiera construirla mejor.

El jugo de la mayor parte de las flores es muy dulce, las abejas lo saben; y aun prefieren las más a propósito para su objeto; le chupan con su trompa, y al llegar a su colmena le vacían en aquellas celdillas o alvéolos de que hemos hablado, mejor dicho le vomitan, pues le han digerido ya en su primer estómago y mediante esta función se ha convertido en miel; allí, junto con aquel dulce licor depositan el polen, y cuando está lleno un agujero cúbrenle con una cápita de cera, para que su contenido se conserve mejor. Los panales son dobles, es decir que si los inviertes encontrarás en la parte inferior iguales alvéolos que en la superior, pero separados por un tabique.

-No recuerdo yo qué forma tienen los panales, dijo Blanca.

-Redondos u ovalados, según la que afecte la colmena en que se han construido, pues lo primero que hacen las obreras, en cuanto se posesionan de una de estas habitaciones, es forrarlas o cubrirlas interiormente con una substancia que extraen de las yemas y retoños de las plantas leñosas, llamada por los naturalistas própolis, y por los labradores, tanque y a este tapiz pegajoso o glutinoso, adhieren los bordes de sus panales, que van colocando uno sobre otro con pequeños espacios hasta llenar la colmena.

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Algunos huequecillos o alvéolos no se llenan de miel, sino que sirven de cuna o nido para las larvas o gusanillos que nacen de los huevecitos que pone la reina o madre. Las abejas estériles o trabajadoras despliegan actividad suma en la alimentación y cuidado de estas larvas, bien así como las niñas mayores de una familia dan las papillas a sus hermanitos menores y les prodigan todo género de cuidados.

-¡Cuán buenas son esas abejitas!, dijo Blanca.

-Son, en efecto, modelo de previsión, de amor al trabajo y de infatigable actividad. Están, además, encargadas de la custodia de su habitación, así es que salen a volar alrededor de la piquera, que así se llama la puertecita o abertura de la colmena, y si se acerca una abeja la reconocen con sus antenas; si no es de las de la sociedad la ahuyentan a picotatos, y lo mismo hacen con cualquier otro insecto que intente perturbar su tranquilidad.

-¿Con qué, además de fabricantes de cera y miel, son niñeras, y centinelas que dan el quién vive al que se acerca?

-Así es.

-Y ¿de qué son las colmenas?

-De corcho, de cañas, de madera y aun se ha probado construirlas de cristal.

-¿Con qué objeto?

-Con el de ver cómo trabajan y sorprender todas sus operaciones; pero es inútil o poco menos la diligencia del hombre en este punto, pues los industriosos insectos embadurnan las trasparentes paredes con el própolis o tanque y se quedan a oscuras.

-De manera, dijo reflexionando Jacinto, que si no se les hiciesen las habitaciones no podrían trabajar, y aun así, no sé quien les dice donde hay una colmena vacía.

-Si no hallasen local más a propósito, aprovecharían un tronco hueco o la cavidad de una roca para formar su república, como dice Cervantes en su precioso discurso de la edad de oro, que pone en boca de Don Quijote; pero como la utilidad   -164-   de las abejas es tan notoria, los que se dedican a la cría y aprovechamiento de ellas tienen cuidado de procurar colmenas de repuesto para que, cuando la población volátil no quepa en las que ya están llenas, ocupe las demás.

Colmena

Colmena

Llegado el caso de que les falte sitio para colocar sus panales, o haya varias reinas en una colmena, sale una de ellas con gran séquito de obreras a buscar nueva habitación. Los labradores que ven pasar el enjambre, que así se llama este ejército volante, como quiera que no se remonta mucho, arrojan al aire arena o tierra o queman alguna materia que produzca humo muy denso, haciendo al propio tiempo ruido con calderos, sartenes, etc., o bien con dos tejas; los animales, aturdidos, se paran, apiñándose unos   -165-   sobre otros en compacto pelotón; entonces los cobijan con una colmena vacía, que a este efecto está destapada por un lado, la invierten, la cubren completamente y ya está instalada la familia en su nueva habitación.

-Doy preguntas voy a dirigir a usted, dijo el curioso Jacinto.

-A ver.

-Ha dicho usted que de los huevecillos de la abeja nacían gusanos y no abejas, ¿cómo se convierten, pues, en animales de la especie de su madre?

-Como todos los insectos alados; creo que ya te lo dije al tratar de las mariposas: todos son primero larvas, después gusanos y más tarde crisálidas. Los gusanitos de que tratamos hilan un capullo sedoso, del que salen con alas y todos los demás órganos de la abeja.

-Otra pregunta. ¿No es la miel su alimento?

-Ciertamente.

-Pues si les quitan los panales, ¿cómo viven?

-Su instinto les dice que en invierno no tendrán flores de que chuparla; por tanto, en la primavera y el estío hacen de ella abundantísima provisión, y los apicultores, que así se llaman los que explotan este útil animalillo, les roban el fruto de su trabajo al terminar la primavera; las infatigables obreras vuelven a fabricar sus panales, y en el otoño sufren un segundo despojo; pero no tan completo como el de la estación florida, pues entonces se les deja lo que se calcula que han de necesitar para su manutención durante el invierno.

-¿Y qué más se hace de la cera?, dijo Blanca.

-Los farmacéuticos la emplean para la confección de ungüentos; ya has dicho tú que sirve para iluminar los altares y para los exvotos, etc.; pues bien, derritiéndola y vaciándola en moldes de la forma que se quiere, se hacen de ella frutas, flores e infinidad de objetos. En cuanto a la miel, ya sabéis que es un dulcísimo manjar y que se emplea en la preparación de varias clases de dulces o confituras, especialmente   -166-   las que pertenecen a la doméstica repostería.

-¡Benditas sean las abejitas!, dijo Blanca.

-¡Bendito sea Dios que las ha criado!, contestó la madre.

-¿Sabéis vosotros, dijo Basilio, que hasta entonces había estado escribiendo, quién es comparable a las abejas?

-Sí tal, respondió Blanca, las niñas hacendosas.

-Y en general, repuso el hermano mayor, todas las personas industriosas, activas y aplicadas. ¿Queréis oír una fábula que he aprendido en un libro de educación?

-Dila, dila.




El padre de familia y sus dos hijos


    Por el ameno prado,
paseaba cierto día
de fiesta, con dos hijos,
un padre de familia.

   Ambos eran dotados
de comprensión muy viva,
mas sus inclinaciones
en nada parecidas:

    el uno era estudioso
y dócil, prefería
el otro hermano el juego
a Vives y Nebrija.

    Común entre estudiantes
suele ser tal desidia,
pero en grado el más alto
el nuestro la tenía.

    Bien sus diversos genios
el padre conocía
y para el perezoso
buscaba medicina.

    Cuando esto le ocupaba,
en la extensa campiña
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Vio volar dos insectos
de prendas muy distintas:

    la infatigable abeja
y la mariposilla
liviana; el padre atento
a su prole querida,

    el caso aprovechando,
esta lección les dicta,
señalando a los bichos
que cerca discurrían:

    -«¿Veis esos dos insectos
que entre las flores giran?
Pues son de vuestros genios
imágenes cumplidas.

    Tú, que con tal cuidado
al estudio te aplicas
en la prudente abeja
tu fiel retrato mira.

    Como a ella su trabajo
da mieles exquisitas,
así honor, ciencia y bienes
te darán tus fatigas.

    Mas, hijo, tú que ocioso.
(Vuelto al otro seguía)
El estudio abandonas
y a jugar te dedicas;

    en esa mariposa
ligera y aturdida
hallas bien retratada
tu inquietud y desidia.

    De flor en flor volando
sigue la pradería,
sin que del vano juego
fruto alguno consiga,

    y después de mil vueltas
inútiles y listas,
al fin, sin hacer nada,
viene a acabar su vida.
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    ¿Y esperas otra suerte,
si como ella deliras?
Lo mismo digo a todos
los niños que la imitan.»

Blanca y Jacinto dieron las gracias a su hermano, los padres le felicitaron por su buena memoria y por la oportunidad con que había hecho aplicación del apólogo, y mutuamente complacidos se retiraron todos a descansar.

Planta



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